Anna Freud: conocimiento y ayuda psicológica al niño. Compromiso con la educación, terapia psicoanalíticas del niño y su familia

Anna Freud, una vida dedicada al conocimiento y a la ayuda psicológica del niño

Reyes Vallejo Orellana*

Compromiso total con la educación y la terapia psicoanalíticas del niño y de su familia

Como hemos referido, tras la
finalización de la segunda gran contienda
mundial, se cerraron los centros para
la infancia que Anna y Dorothy habían
creado en Londres, empezando ambas a
participar en un proyecto de investigación
sobre las consecuencias de la guerra para
los niños, lo que acabó de convencerlas
del papel definitivo que tenía la madre
y los adultos en general en el desarrollo
infantil. Ello hizo que a partir del otoño
de 1945, Anna se ocupase de la dirección
de un hogar llamado Bulldogs Bank, en
Sussex, donde se instalaron seis niños
judíos que habían perdido a sus padres
poco después de nacer y que habían
estado con posterioridad en campos de
concentración o instituciones similares.
Estos niños formaban un grupo enormemente
cohesionado, mostrando mucha
agresividad hacia los demás, manteniendo
una actividad masturbatoria permanente
y compulsiva y un estado de retraso
madurativo. La observación y estudio
de estos chicos mostró la importancia
de las relaciones con los adultos y lo
patologizante que suponía su pérdida, todo
lo que sirvió para la posterior elaboración
de un trabajo de mucho interés junto a
Sophie Dann (27).
Años antes, Anna había recibido
la noticia de la muerte, que habían
acontecido en 1942, en campos de
concentración nazis, de sus cuatro tías
paternas. En un estado de confusión
y tristeza, trató de compensarse de
la forma que en ella era habitual,
trabajando incansablemente por y para el
psicoanálisis, redactando además varios
trabajos acerca de las necesidades de la
educación temprana (28), de los trastornos
alimentarios de los jóvenes (29, 30) y del
dormir en la infancia (31). Por entonces,
Anna también fue tomando notas para lo
que sería el ensayo titulado La pérdida
de objetos. Perder y perderse (32),
donde pueden observarse influencias de
Winnicott, particularmente las referidas a
la importancia de los objetos transicionales,
matizando lo que ocurre con estos objetos
cuando sucede una pérdida definitiva
de la madre: los objetos transicionales
son sobrevalorados y paralelamente
rechazados, lo que expresa los sentimientos
ambivalentes que subyacen respecto del
primitivo objeto perdido.
En otro orden de cosas, Anna,
dados los enfrentamientos entre sus
propuestas técnicas y las de Klein,
redactó Indicaciones para el análisis (33).
Bastantes años después hablaría acerca
de las contraindicaciones del análisis
en la infancia en la Tercera Asamblea
Científica Anual celebrada en New
Haven (Connecticut) en la Asociación
Norteamericana de Psicoanálisis Infantil
(34). Durante la década de los cuarenta
Anna también se ocupó de investigar
acerca de los aspectos intersubjetivos de
la adolescencia, ahondando en la serie de
conductas defensivas propias de esta etapa
del desarrollo, tratando de dar cuenta
psicoanalítica de las fantasías que crean
las novelas familiares, así como de las
conductas antisociales y suicidas y de
ciertos trastornos alimentarios de esta
etapa del desarrollo.
Otra de las consecuencias de la
serie de experiencias de la posguerra fue
la puesta en marcha de un programa de
acogida por familias de los niños afectos
de pérdida de los padres, como una
mejor alternativa a su ingreso en
orfelinatos. Así mismo Anna alertó acerca
de las consecuencias negativas de las
hospitalizaciones prolongadas de los
niños, dado que conllevaban bruscas
rupturas de las relaciones con su madre y
con su hogar, tarea en la que fue ayudada
por John Bowlby y el trabajador social
James Robertson, que insistían en la
conveniencia de la permanencia de
la madre junto al hijo en el hospital
para prevenir efectos indeseables en el
desarrollo psíquico (2).
Como antes hemos referido de
pasada, en lo que toca al compromiso
por ayudar a la infancia trastornada y
a sus familias, Anna fundó en 1947 la
Clínica de Terapia Infantil Hampstead,
en Maresfields Gardens 21, local situado
junto a su casa, que sustituía a las antiguas
guarderías de la guerra. Aquí comenzó
ofertando un curso de entrenamiento
en psicoanálisis infantil, abriéndose los
diversos servicios de la clínica en 1952,
momento a partir del cual evolucionó hasta
convertirse en un centro de formación,
de terapia y de investigación en el campo
del psicoanálisis de niños desde los dos
años de edad que estuvieran afectos
de variados problemas neuróticos,
de trastornos límites y de psicosis,
así como casos especiales de niños
discapacitados, como ciegos (35). El
trabajo de investigación se apoyaba en
observaciones cuidadosamente registradas
y datos provenientes de otras fuentes, con
cuya base se construyó un instrumento
clínico denominado Índex o Perfil
diagnóstico Hampstead, un sistema
ideado por Burlingham para evaluar los
aspectos multifacéticos del desarrollo
del niño (36) y que fue desarrollándose a
partir de los años sesenta bajo la dirección
de Joseph Sandler (37). Las principales
ideas al respecto aparecieron en el texto de
Anna intitulado Normalidad y patología en
la niñez (6), particularmente las diferentes
líneas de desarrollo normales y el perfil
metapsicológico correspondiente.
Las cosas transcurrieron relativamente
serenas hasta 1949, pues el 17
de octubre de ese año falleció su gran
amigo y permanente enamorado August
Aichhorn, un especialista en el abordaje
psicoanalítico de la delincuencia juvenil.
Superadas ésta y otras pérdidas afectivas,
Anna siguió con su trabajo clínico y
científico, viajando a Norteamérica para
dar una serie de conferencias en 1949,
conjunto que le sirvió para elaborar la
antes citada monografía Normalidad y
patología en la niñez, donde separa con
claridad la psico(pato)logía del niño de
la del adulto (6).
Hacia abril de 1950, Anna
participó en un simpósium celebrado
en Stockbridge (Massachusetts) donde
habló de las características del desarrollo
del niño a partir de las observaciones
psicoanalíticas (38). Ese mismo mes tuvo
lugar un evento de interés histórico: Anna
fue invitada a asistir a la Clark University
para festejar el sesenta aniversario
de esta institución, donde habló de
La contribución del psicoanálisis a
la psicología genética (39), revisando
concienzudamente las aportaciones de la
psicología académica, lo que sin duda
la fue muy útil cuando puso en marcha
su proyecto de investigación en la
Clínica Hampstead. Dio así mismo
otras conferencias en Nueva York sobre
homosexualidad masculina y en el Riggs
Center de Stockbridge sobre observaciones
del desarrollo del niño (2).
En 1951, en el XVII Congreso
Internacional de Psicoanálisis celebrado
en Amsterdam (Holanda), Anna presentó
una novedosa aportación en torno a la
homosexualidad masculina, fruto del
análisis de cuatro casos de años
anteriores. Mostró la posibilidad de
modificar la potencia fálica y dirigirla
heterosexualmente, aunque admitió que
sus pacientes continuaban emocionalmente
impotentes, reflexionando que tales sujetos
viven la relación con un objeto de amor en
forma exclusivamente pasiva, sirviendo la
impotencia como medio para preservar la
amenaza de ser maltratado o abandonado:
rechazar los objetos heterosexuales de
amor, dijo en términos de la psicología
del ego, supone preservar la integridad
del yo (2).
En 1952 pudo ponerse completamente
en marcha la Clínica Hampstead
para ocuparse de los niños psíquicamente
trastornados y de sus madres, gracias
al apoyo económico del filántropo
norteamericano Marshall Field, en lo que
le fue muy valiosa la ayuda de Helen Ross,
que llevaba a cabo un programa de terapia
infantil en el Instituto Psicoanalítico
de Chicago (2). El centro, situado en
Maresfield 21 de Londres, contaba con
seis consultorios, un salón de juegos,
una pequeña biblioteca y un aula para
conferencias. Su éxito fue notable, como
lo indica que en 1955 se analizaban sesenta
niños y por la serie de ampliaciones en la
oferta clínica (niños minusválidos y bebés
sanos, trabajo con padres, etc.), además
de ponerse en marcha en 1956 un
centro para preescolares en Maresfield
Gardens 12, esta vez con la ayuda de la
Fundación New-Land, patrocinada por
Muriel Gardiner. Por entonces se elaboró
el antes referido Índex o Perfil diagnóstico,
donde el criterio clasificador no era el
dado por las tradicionales categorías
psiquiátricas del adulto, sino basándose en
aspectos madurativos y otras influencias,
lo que sus detractores calificaron como
un potpurrí (40).
Por otro lado, durante la década
de los cincuenta, Anna elaboró una serie
de trabajos interesantes en relación con
aspectos psíquicos de las enfermedades
físicas, intervenciones quirúrgicas,
ingresos hospitalarios, etc. de los niños:
así, en Enfermedad somática y vida
psíquica (41) Anna aportó nuevas ideas
sobre la aparición de estados neuróticos
en los chicos que aquejaban distintas
enfermedades orgánicas o se habían
sometido a intervenciones quirúrgicas,
pues de hecho una y otra cosa suele
suponer una separación de la madre y
la inclusión de diversas restricciones
en la vida normal; en La visita al
niño hospitalizado (42) Anna se ocupó
de la necesidad de evitar la ruptura
de los contactos niño-madre en las
hospitalizaciones, subrayando en todos
estos trabajos la necesidad que tenía el
personal médico de ocuparse no sólo de
las consecuencias de las enfermedades
o las intervenciones quirúrgicas sobre la
corporalidad, sino también de sus efectos
en el psiquismo infantil.
El año 1956 era el del centenario
de la muerte de su padre y Anna deseaba
celebrarlo publicando un libro, como había
hecho veinte años antes, disponiéndose
también a dar unidad a una serie de
conferencias que había dictado, lo que fue
el cuerpo de un texto de años posteriores,
Normalidad y patología en la niñez (6).
En septiembre fue invitada a dictar una
conferencia en la Western Reserve University
de Cleveland, donde disertó acerca de la
tarea psicoanalítica en la crianza del niño,
en la línea que siempre venía manteniendo:
la importancia del cuidado real de los que
rodean al niño para que se establezca un
desarrollo correcto (43).
En 1957, Anna Freud asistió
al XX Congreso Internacional de
Psicoanálisis celebrado en París, donde
leyó dos interesantes comunicaciones
sobre el valor para el psicoanálisis de
la observación directa del niño (44) y
una breve historia de la evolución del
psicoanálisis infantil (45), que ampliaría
años después en una conferencia que dio en
Topeka (Kansas) el 9 de abril de 1966 con
motivo del Primer Encuentro Científico
de la Asociación Norteamericana de
Psicoanálisis de Niños (46). El año 1957
también fue un año triste, pues falleció
Ernst Kris, a los cincuenta años de edad.
En una reunión homenaje al fallecido,
celebrada en la Sociedad e Instituto
Psicoanalítico de Nueva York, Anna
presentó un trabajo en el que aportaba
ideas sobre el método de observación
y los hallazgos del citado Kris ante el
diagnóstico y pronóstico de los trastornos
del desarrollo en la infancia (47). Poco
después participó en el XXXV Aniversario
del Centro de Orientación Juvenil de
Worcester (Massachusetts), hablando de la
terminación del análisis (48). Así mismo,
colaboró en un simpósium en torno a la
orientación y el análisis infantil, en el que
se refirió a las características que deben
guiar a una clínica psicoanalítica con el
fin de prevenir y esclarecer las conflictivas
del desarrollo (49). En esta misma reunión
habló de la adolescencia, enriqueciendo la
serie de procesos defensivos que ya había
establecido con modalidades específicas
dirigidas contra los vínculos objetales
preedípicos y edípicos (50). Por otro lado,
en una conferencia que pronunció en mayo
de 1959 en el Grupo de Estudios de la
Sociedad de Investigación Psicosomática
del Real Colegio de Médicos de Londres,
volvió a hablarle a los pediatras acerca
de la necesidad de considerar en el niño
enfermo algo más que el cuerpo (51).
La década de los sesenta fue de
gran productividad intelectual, destacando
la aportación, en abril de 1964, a un
simpósium celebrado en Nueva York,
donde planteó interesantes consideraciones
metapsicológicas, madurativas y diagnósticas
en el trauma infantil (52). Un año
después, en el libro de Bergmann titulado
Niños en el hospital, Anna redactaría
un capítulo sobre las consecuencias
psicológicas de las hospitalizaciones
prolongadas, tratando una vez más de
aportar su granito de arena para disminuir
el sufrimiento infantil (53). En abril
de 1966 disertó brillantemente en la
Universidad de Yale acerca de los cuidados
que necesitan los niños que han de criarse
en hogares sustitutos o en instituciones
diversas (54). Y en la primera reunión
de la Asociación Americana para el
Psicoanálisis de los Niños, celebrada en
Topeka (Kansas), habló de la historia del
análisis infantil, mostrando la necesidad
de constituir una formación específica
en tal campo (46). En el Colegio Médico
Jefferson, como agradecimiento por
habérsele otorgado un doctorado honoris
causa, se refirió al currículum adecuado
que ha de poseer un analista profano,
comentando su propia formación (3).
En 1969 aparecen otros dos artículos
intitulados Dificultades en el camino del
psicoanálisis (55) y Los conocimientos
psicoanalíticos aplicados a la educación
infantil (56) y un año después, el 18 de
abril de 1970, dio una conferencia en la
Sociedad Psicoanalítica de New Haven
(Connecticut) en torno a la aplicación del
perfil diagnóstico (Índex) que se usaba
en Hamsptead a la hora de afrontar la
sintomatología infantil, abordando el
estado del desarrollo en el marco de un
panorama global de la personalidad (57).
Debe destacarse también que a
mediados de los sesenta, por intermedio
de Jeanne Lampl de Grot, la Asociación
Psicoanalítica Holandesa trató de propiciar
un programa de capacitación en análisis
infantil reconocido por la API, según
el programa que Anna Freud había
desarrollado con el personal de Hampstead.
No pudo conseguirse, pues la mayoría
de los miembros de la API se mostraban
reacios a crear una doble formación
(adultos y niños), pues temían que ello
abocara en futuras escisiones.
En el Congreso Psicoanalítico
que se celebró en Jerusalén en 1977, año
en que se inauguró la primera cátedra de
psicoanálisis en la Universidad Hebrea,
Anna se preocupó porque la persona
elegida para desempeñar tal cátedra no
fuera un oportunista deseoso de hacer
propaganda de las últimas teorías con
pretensiones renovadoras, pero que en
el fondo iban degradando la esencia del
genuino psicoanálisis. Por eso tomó con
ilusión la publicación de las obras selectas
de su padre (58), para la que redactó una
introducción titulada Guía para el estudio
de los trabajos de Freud (59).
A comienzos de 1978, Anna tenía
una salud física y psíquica francamente
malas. Había dejado la dirección de la
Clínica Hampstead a Clifford Yorke y a
Hansi Kennedy. Su situación se agravó el
19 de noviembre de 1979 con la muerte
de Dorothy Burlingham. El 1 de marzo
de 1982, Anna Freud sufría un accidente
cerebro-vascular, quedando con un
trastorno afásico-apráxico y teniendo
que ser desplazada en una silla de ruedas
cubierta con el abrigo de su padre. En la
madrugada del día 9 de octubre de 1982
falleció, dejando su legado en los ocho
volúmenes de The Writings of Anna
Freud, 1966-1980 (60), donde quedaron
recogidas todas sus ideas y sus inalienables
compromisos con el psicoanálisis
infantil.

Fuente: Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2002, vol XXII, n.º 81, pp. 65-78

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