Biografias, Spielrein Sabina Nicolalevna, de casada Scheftel (1885-1942)

Spielrein Sabina
Nicolalevna, de casada Scheftel (1885-1942). Psiquiatra y psicoanalista rusa

Después de la publicación en 1980, por Aldo Carotenuto y Carlo Trombetta, de un informe sobre
Sabina Spielrein, acompañado de su correspondencia con Sigmund Freud y Carl Gustav Jung,
junto con su diario y varios de sus escritos, esta mujer rusa, olvidada por la historiografía oficial,
ha sido objeto de numerosos estudios. Convertida en un personaje novelesco, ha adquirido una
celebridad tan grande como la de Bertha Pappenheim o Ida Bauer. Es preciso decir que su
historia es singular y reveladora de todas las apuestas transferenciales del movimiento
psicoanalítico.
A la vez paciente y estudiante de psiquiatría, Sabina Spiclrein participó a principios de siglo en el
debate sobre la esquizofrenia, alrededor de Eugen Bleuler. De inmediato experimentó el principio
de la transferencia y la cura por amor, y más tarde pasó a ser el testigo privilegiado de la ruptura
entre Jung y Freud: uno de ellos era su amante y su analista, y el otro iba a ser su maestro. Más
tarde elaboró la noción de pulsión destructiva y sádica, que daría origen al concepto de pulsión
de muerte. Finalmente atravesó dos grandes tragedias que signan la historia del siglo XX: el
genocidio de los judíos en Europa y la transformación del comunismo en estalinismo en Rusia.
Nacida en Rostvo sobre el Don, Sabina Spielrein provenía de una familia judía acomodada y
cultivada. Educada en los principios tradicionales, desde su infancia puso de manifiesto una
imaginación desbordante, hasta el día en que fue víctima de una alucinación: vio dos gatos
amenazantes instalados sobre su cómoda, lo que la llevó a experimentar angustias nocturnas y
una fobia a los animales y las enfermedades. Hacia los 4 años apareció un desorden mental en
su comportamiento: "Comenzó a retener sus heces -escribe Carotenuto- hasta el momento en
que se la obligaba a defecar. Más tarde tomó la costumbre de sentarse sobre los talones para
cerrar el ano e impedir la defecación, hasta durante dos semanas seguidas." A los 7 años
renunció a esas prácticas, pero para entregarse a la masturbación. En cada comida evocaba la
defecación e imaginaba que todos pensaban acerca de ella.
Con el correr del tiempo, la situación empeoró. A los 18 años Sabina comenzó a padecer crisis
depresivas con alternancia de lágrimas, risas y gritos convulsivos. Un año más tarde atravesó
un episodio psicótico. Sus padres decidieron entonces hacerla atender en Suiza, en la famosa
Clínica del Burghölzli, en Zurich. Ingresó el 17 de agosto de 1904 y permaneció hasta el 1 de
junio de 1905.
Atendida por Jung, que experimentó con ella los principios freudianos de la cura psicoanalítica,
tratándola como un caso de histeria, se curó completamente de sus síntomas. A continuación
estudió medicina y emprendió el camino de la psiquiatría. Ahora bien, la cura concluyó con una
pasión incontrolable entre el terapeuta y su paciente. Lo mismo que Sandor Ferenczi y que
muchos freudianos de esa época pionera, Jung no distinguía claramente el amor y la
transferencia, tanto más cuanto que en ese caso se trataba de una joven de inteligencia
excepcional, que él había logrado curar seduciéndola. En vista de su edad y sus orígenes,
habría podido casarse con ella si no hubiera estado ya casado. A la vez polígamo, seductor y
obsesionado por el pecado y la locura, Jung siempre se sintió particularmente atraído por el tipo
de feminidad que encarnaba Sabina, como lo atestigua por otra parte su relación con su prima
Héléne Preiswerk.
No sabiendo ya cómo salir de esa situación, él le confesó la relación a Freud en una carta del 7
de marzo de 1909: "Me hizo un tremendo escándalo, sólo porque le negué el placer de concebir
un hijo con ella. En esta relación siempre me he mantenido dentro de los límites de un gentleman,
pero a pesar de todo no me siento muy limpio ante mi conciencia, y esto es lo peor, pues mis
intenciones siempre fueron puras. Pero usted sabe bien que el diablo puede emplear las mejores
cosas para producir fango."
En un primer momento Freud tomó este asunto con humor. Se burló del estilo "teológico" de Jung
y de su miedo al diablo y las hogueras. Más tarde, cuando en mayo de 1909 recibió una carta de
Sabina Spielrein solicitándole una entrevista, se vio obligado a intervenir, tanto más cuanto que
su delfín le dijo que la joven lo perseguía.
La intervención de Freud fue magistral: en lugar de compadecer a la víctima, le aconsejó que
resolviera el problema por sí misma, sin apelar a un tercero. En el fondo, trató de persuadirla, del
modo más racional posible, de que hiciera su duelo de un vínculo pasional sin futuro, e invistiera
otro objeto de amor. Pero entonces la esposa de Jung envió una carta anónima a los padres de
Sabina, denunciándoles la relación. Conminado a explicarse, Jung negó cualquier
responsabilidad: le dijo a la madre de Sabina que él no tenía la exclusividad de la sexualidad de la
hija, y que por cierto querría liberarse de las pretensiones de ella respecto de él. De paso por
Zurich, el padre, lo mismo que Freud, le aconsejó a Sabina que saliera sola de esa situación. Y
fue lo que ella hizo.
Diplomada en 1911 con una tesis sobre la esquizofrenia, a continuación trabajó intensamente. El
25 de noviembre leyó un trabajo en la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV), en el cual
expuso su tesis sobre la pulsión de destrucción, tesis que inspiraría más tarde a Freud en Más
allá del principio de placer, y que sería publicada en 1912 con el título de "La destrucción como
causa del devenir". Ese mismo año, Sabina Spielrein, completamente curada de su episodio
psicótico, se casó con un médico judío ruso: Pavel Naumovich Scheftel. Freud se alegró de ese
matrimonio y del embarazo de Sabina. Él acababa de romper con Jung, y pronto abandonó su
neutralidad, haciendo partícipe a la joven de su feroz hostilidad respecto de su ex delfín, lo que
demuestra que no estaba mejor armado que la joven frente al sufrimiento de un duelo y de una
amistad pasional: "Por mi parte, como usted sabe -le escribió-, estoy curado de cualquier
secuela de predilección por los arios y, si su hijo es varón, quiero suponer que se convertirá en
un sionista resuelto. Es preciso que sea moreno, o que en todo caso llegue a serlo; basta de
cabezas rubias Nosotros somos judíos y lo seguiremos siendo."
Durante diez años, Sabina Spielrein se consagró a su trabajo y su actividad clínica en Alemania,
Suiza y Austria, en particular en el laboratorio de Édouard Claparéde, en Ginebra. Ya
incorporada al movimiento psicoanalítico, enseñó la doctrina freudiana. Su alumno y analizante
más célebre sería el psicólogo Jean Piaget (1896-1980). Sus últimos artículos conocidos abordan
el lenguaje infantil, la afasia y el origen de las palabras "papá" y "mamá".
En 1923, con el respaldo de Freud, decidió volver a Rusia. Propuso entonces su candidatura a la
Asociación Psicoanalítica Rusa, que acababa de crearse y reunía a los grupos de Moscú y
Kazán. Instalada en Moscú en el momento en que la situación se degradaba para el
psicoanálisis, participó en la experiencia educativa del Hogar de Niños creado por Vera Schmidt,
mientras ocupaba un puesto de jefa de sección en paidología en la Universidad del Estado.
Durante este período, crítico para el régimen soviético, ella les dijo a sus allegados que "era
capaz de curar a Lenin de su enfermedad".
En 1924 volvió a Rostov sobre el Don, donde se unió al marido y al padre junto con sus dos hijas,
Renata y Eva. Oficialmente se desempeñaba como médica generalista, pero en realidad, bajo la
cubierta de la paidología, se ocupaba de niños delincuentes y difíciles, a los que trataba con
psicoanálisis.
A partir de 1935 quedó tomada con toda su familia en el engranaje del sistema totalitario. El
esposo murió de un infarto en 1937, y sus dos hermanos, llevados por las purgas,
desaparecieron en el Gulag.
En 1942, después de numerosos enfrentamientos entre el Ejército Rojo y las tropas alemanas,
los nazis ocuparon la ciudad de Rostov, donde impusieron el reinado del terror. Comandos de la
muerte ejecutaron a decenas de miles de habitantes, y después agruparon a los judíos en
columnas para exterminarlos. El 27 de julio de 1942, Sabina Spielrein fue asesinada con sus dos
hijas en el barranco del Madero de la Serpiente, en medio de cadáveres cubiertos de sangre.
Después de la publicación de la obra de Carotenuto, la historiografía "revisionista" hizo de Sabina
Spielrein la víctima de una manipulación "masculina" sabiamente orquestada por Jung y Freud.