Diccionario de psicología, letra R, Representación vincular

Representación vincular
 
Definición
Del latín representatio, tiene diversas acepciones. Alude a la cualidad figurativa e ¡cónica de las
ideas y pensamientos, al reemplazo de las cosas por la «ilusión de esas mismas cosas».
Término compuesto utilizado por Berenstein y Puget (1988) para designar representaciones de
los vínculos que se establecen entre los yoes, de acuerdo a la modalidad particular de ligarse
entre sí. Puede constituir tanto la representación que un yo tiene del conjunto como la que el
conjunto tiene de sí mismo. Dichos autores postulan la existencia de representaciones
heterogéneas entre las tres áreas inconscientes: la intrasubjetiva, la intersubjetiva y la
transubjetiva.
La representación vincular puede constituir: a) una mediatización que permite visualizar algo
ausente al reemplazarlo por una «imagen» que lo devuelve a la memoria, de un modo deformado
por la intersubjetividad b) un «modelo» o construcción que intenta dar cuenta de determinado
fenómeno, c) una forma de escenificación de un deseo inconsciente, d) un exceso de
presentación y d) una actividad psíquica capaz de asimilar las discontinuidades a la estructura
sobre la base de inscripciones previas.
Origen e historia del término
En filosofía (Ferrater Mora, 1976) la representación puede ser la aprehensión de un objeto
presente (percepción), la reproducción en la conciencia de percepciones pasadas, la
anticipación de acontecimientos futuros basados en la recombinación de percepciones pasadas
o la composición en la conciencia de varias combinaciones no actuales. Desde un punto de vista
histórico, las representaciones colectivas han sido definidas como matrices de prácticas
constructivas del mundo social que rigen, en gran medida, los actos. La relación entre una
imagen presente y un objeto ausente, homólogos entre sí, ha servido de base para la teoría del
signo del pensamiento clásico (Chartier, R., 1992).
En general, la distinción entre las concepciones psicoanalíticas de las representaciones y las
que no lo son, pasa por la consideración, en las primeras, de la dimensión inconsciente.
A lo largo de su obra, Freud utiliza el término representación para referirse a conceptos diversos como imagen, idea y presentación. Cabe distinguir la Vorstellung (representación, lo que forma el contenido concreto de un acto de pensamiento, y la reproducción de una percepción anterior, señalando una ausencia), la Darstellung (presentación de una figuración visual objetal o intersubjetiva) y la Vorstellung repreasentanz (representante-representativo, que califica las representaciones a las que se fijan las pulsiones, haciéndose representar en el psiquismo). La representación es un concepto íntimamente relacionado con los mecanismos de internalización, proyección e identificación. Un movimiento deseante re-presenta el objeto faltante, en el psiquismo.
En la obra freudiana se distinguen dos tipos de representaciones: las representaciones de cosa,
básicamente sensoriales e inconscientes, (corresponden a lo que actualmente denominamos
significantes de demarcación) y las representaciones de palabra que caracterizan el sistema
Pcs-Cs, regido por el proceso secundario.
La representación, esto es, aquello del objeto que se inscribe en los sistemas mnémicos, sólo
adquiere significación para el psiquismo en su articulación con otras representaciones. A su vez
ellas están relacionadas con otros sistemas pasibles de ser reactivados a partir de la
catectización de cierto quantum de afecto, que es la que le otorga su dirección. En dicha
conceptualización la representación es una red en la que circula el afecto de catectización. Las
representaciones inconscientes están latentes, son aquellas que pueden inferirse
indirectamente, a través de indicios y pruebas (Freud, 1912).
En el El yo y el ello, Freud hace una clara distinción entre las representaciones inconscientes
(representaciones de cosa), que se consuman en algún material que permanece desconocido, y
las representaciones preconscientes, conectadas con los restos mnémicos correspondientes
que constituyen las representaciones-palabra (conceptos, abstracciones), que a su vez
resultan de la percepción acústica de la cosa. Dichas representaciones-palabra viabilizan la
transformación de los procesos de pensamiento en percepciones. Las representaciones
inconscientes sólo pueden ser traídas a la consciencia a través de eslabones de conexión.
Otros autores como Beres y Joseph (1970) consideraron la funcionalidad de la representación.
Esa organización psíquica inconsciente, capaz de una evocación consciente que se presenta en
forma de símbolos, imágenes, fantasías, pensamientos, afectos o acciones, sirve para contener
las pulsiones energéticas en estado latente facilitando la postergación de su descarga y tiene
una función de freno de la descarga de energía psíquica. Asimismo, constituye la base de todas
las actividades psíquicas conscientes. La constancia del objeto requiere el desarrollo de la
capacidad representacional.
Piaget (1945) sólo conceptualiza las representaciones como procesos conscientes. Toma este término en un sentido amplio, homologándolo al pensamiento y a la inteligencia, y en un sentido más acotado, como la evocación simbólica de una realidad ausente a través de una imagen
mnémica o mental. Cuando esa imagen se produce en presencia del objeto, lo que está en juego
es la percepción.
Aún para Bion, H. R. (1965) el concepto de representación también está muy próximo del
pensamiento, puesto que el pensamiento es aquello que permite solucionar problemas en
ausencia del objeto. Las teorías psicoanalíticas, los enunciados del paciente y del analista son,
en esta concepción, representaciones de una experiencia emocional. Si bien las
representaciones de objeto pueden estar distorsionadas por la emoción, siempre guardan
relación con el aquel, así como las emociones pueden ser alteradas por la representación.
Estado emocional, situación fáctica y representación, son elementos que están en conjunción
permanente. Todas las representaciones son transformaciones, a menudo lo son de otras
transformaciones de los fenómenos y son conocidas, amadas u odiadas. Bion señala distintos
niveles del trabajo de transformación en el proceso representacional.
La idea de la representación como velo frente a lo impensable, como figura del no-vínculo, del
vacío, incluso de lo irrepresentado, como referencia a la negatividad radical: lo no-ligado
irreductible, aparece desplegada en la obra de Kaës. (1977). Para este autor la representación
no es solamente el contenido de una actividad de construcción mental de lo real sino también el
proceso cognoscitivo que corresponde a esa actividad. La representación se organiza por y
para el proceso social, como efecto «de borde» entre el espacio psíquico y el espacio social. El
proceso de representación tendría un efecto de presencia, un efecto de objeto y un efecto de
subjetividad que establece lazos entre el cuerpo y el psiquismo, así como entre las formaciones
psíquicas y las formaciones grupales. La renuncia que significa la represión de una
representación es parte de la negatividad necesaria para la formación y sostenimiento de todo
vínculo.
Este autor realiza una contrastación crítica entre concepciones psicosociológicas y
psicoanalíticas de la representación. Conceptualiza los organizadores socioculturales de la
representación del grupo como figuraciones de modelos de relaciones interpersonales, grupales
y colectivas. Su propiedad característica, además de designar y definir lugares concretos e
históricos de la existencia grupal, es la de «proporcionar imágenes colectivas míticas, proféticas
y proactivas para esta existencia». Partiendo del análisis de la construcción del aparato psíquico
grupal como resultado de una actividad de representación proyectiva e introyectiva del
objeto-grupo, Kaës, R. (1989) plantea una concepción psicoanalítica de la representación
ubicada en una tensión entre pulsión y función del Otro.
Para conceptualizar la actividad de representación Piera Aulagnier (1977-1978) se sirve de la metáfora del trabajo de metabolización característico de la actividad orgánica. Ella postula la
presencia de tres tipos de representación en el aparato psíquico: la representación pictográfica
o pictograma, la representación fantaseada o fantasía y la representación ideica o enunciado.
Todo acto de representación implica un acto de catectización que se origina en la tendencia del
psiquismo a preservar o reencontrar una experiencia de placer. La representación tendría
básicamente dos funciones: asegurar un soporte a la libido en los momentos de ausencia del
otro real y asegurar a la catectización cierta estabilidad en momentos más conflictivos. El
carácter específico de la representación ideica es su posibilidad de ser comunicada, de
someterse a las leyes del lenguaje, a diferencia de la representación fantasmática que sólo debe
cumplir un requisito de figurabilidad.
Si bien Bateson (1972) no habla directamente de las representaciones esta noción queda
implícita en su obra. Al referirse a las premisas epistemológicas, una de sus ideas centrales es
que los sujetos seleccionan y remodelan la realidad para conformarla a las propias creencias.
Concibe la comunicación como un sistema de canales múltiples con distintos niveles de
complejidad en que los sujetos participan en común, a través de sus gestos, su mirada, su
ausencia y su silencio, en forma permanente e inevitable.
Para Rosolato, G. (1985), las representaciones son principalmente imágenes visuales, no
verbales. Dichas representaciones y los significantes de demarcación, analógicos, constituyen
uno de los tres polos del lenguaje. Los otros polos están constituidos por los significantes
lingüísticos, digitales y por el referente (objeto connotado, material, biológico). El significado
proviene de la articulación de sentido entre los significantes a través de la metonimia o de la
metáfora, asegurando de esa forma la conexión entre proceso primario y proceso secundario.
Los significantes de demarcación son necesarios y suficientes para formar las
representaciones, fijando en la memoria una imagen o una forma homomorfa de una percepción
que a su vez remite a un referente.
Encontramos una noción muy próxima a la de representación vincular en Eiguer, A. (1987).
Desde una concepción grupalista de la familia plantea el interfuncionamiento de la pareja como
modelo de representación de un vínculo, que se agrega a las representaciones de objeto. Para
este autor el funcionamiento familiar se manifiesta a través de «corredores fantasmáticos» entre
sus miembros, estableciendo representaciones del otro, de la relación y del grupo. Propone el
concepto de «representaciones anónimas» que serían representaciones no identificables, no
traducibles en palabras ni atribuibles a una figura precisa, que forman parte del conjunto de
represejitaciones mas precoces, que fundan la grupalidad y atestiguan la continuidad
generacional.
Otra cuestión que divide las aguas entre distintos autores es la funcionalidad. Jodelet, D. (1989)
le asigna a la representación un objetivo práctico de colaborar en la construcción de una
realidad común a un conjunto social». Para él la representación es una forma de conocimiento
socialmente elaborada y compartida que tiene un objetivo. Otros autores como Castoriadis, C.,
(1996) en cambio, insisten en la desligazón entre representación y funcionalidad biológica.
Revisar la teoría de la representación a la luz de una concepción de aparato psíquico extenso
resulta irreconciliable con la idea de representación, considerada como algo «interior» al sujeto.
De ese modo propone Merea, E. C. (1994) (22) pensar la unidad indisoluble entre realidad
externa e interna, en un espacio virtual donde rige un mismo funcionamiento. Utiliza el término
«representificación» para referirse a esa función de revivir como incitación interior, algún
estímulo proveniente del exterior
Desarrollo desde la perspectiva vincular
Existe una disposición natural en el aparato psíquico a ligar dos o más representaciones. La
percepción de un acto psíquico como una continuidad que ocurre entre dos o mas yoes
simultáneamente y en el mismo espacio del conjunto implica una representación vincular.
Los vínculos implican la presencia de un espacio mental y relacional compuesto por
representaciones espaciales, temporales y sociales, lo cual significa una ampliación de la
hipótesis del inconsciente tal como fuera formulada por Freud en 1914.
Al referirse a la necesidad de desarrollar una tercera tópica que de cuenta del tipo de ligadura
entre los términos representacionales correspondientes a 1a estructura transformacional del
modelo semiótico inconsciente» Berenstein (1976) propone un modelo basado en la semiótica de
Greimas y define diferentes tipos de representaciones inconscientes: las representaciones de
objeto (parcial o total), las representaciones vinculares (intersubjetivas) y las representaciones
socioculturales (transubjetivas).
Las representaciones de las relaciones con los objetos internos se orientan por el deseo. Se
dan con personajes de una escena inconsciente (representación de la familia en el yo), a
diferencia de las representaciones vinculares en que intervienen otros Yoes.
La delimitación entre el espacio intrasubjetivo (ámbito de los objetos internos) y el intersubjetivo
(ámbito de las representaciones vinculares) permite reconocer los desplazamientos entre lo
homólogo y lo heterólogo, así como entre personajes dotados de interioridad y aquellos dotados
de exterioridad, por más coincidencias que puedan existir entre ellos (por ejemplo, cuando tienen
la misma denominación del parentesco), pero la total discriminación es «una tarea interminable».
Siempre habrá cierta superposición entre discriminación e indiscriminación en los distintos
niveles representacionales de los vínculos de parentesco, lo cual les confiere un mayor nivel de
complejidad. Nótese por ejemplo que la misma denominación de parentesco se refiere a un objeto
interno y al otro real externo que porta esa denominación. La complejización creciente permite
ligar los cuatro lugares mínimos de la Estructura Familiar Inconsciente pensada como un espacio
simbólico diferenciado de lo real, que contiene un sector simbolizable y otro no simbolizable. Esta
diferenciación deberá tener una realidad psíquica y una eficacia inconsciente. En los
funcionamientos psicóticos las representaciones de objeto coinciden con el referente o están
demasiado próximas de él.
Las representaciones de Lugar y Función son específicas del vínculo. Las representaciones
espaciales vinculares se refieren a las distancias entre los yoes, incluyendo las vicisitudes
territoriales. Las representaciones temporales vinculares aluden a una vivencia difícilmente
transmisible en forma verbal referida a un tiempo de sucesión diacrónico adjudicado a las
acciones, más próximo al tiempo cronológico y un tiempo de intención que comporta deseos,
recuerdos, percepciones y anticipaciones. Puget, J. (1997) piensa la representación de familia
como una síntesis de un imaginario co-construido transgeneracionalmente y un imaginario
indefinido de la sociedad actual. Se trata de una representación inestable, sujeta a revisión
permanente, compartida por el conjunto que es también dadora de pertenencia a través de un
proceso de apropiación que la autora denomina atribución.
Las representaciones inconscientes socio-culturales aportan la noción de pertenencia,
contextual izando el vínculo en una compleja trama de ideales y valores colectivos que se
transmiten a través del código y las normas.
Lo intersubjetivo se refiere a las representaciones inconscientes de los sectores compartibles
de cada yo y a aquellas por las cuales se representa lo no compartible del otro. Las
representaciones vinculares implican reciprocidad entre los yoes, lo inconsciente estaría
constituido por «el guión» que expresa la ligadura, generalmente reprimida. (Berenstein, l., 1992).
Basándose en los desarrollos de Aulagnier, P. (1988), Puget y Berenstein (1988) plantean que
las representaciones vinculares se construyen en base a tres modalidades de contacto entre el
yo y el otro: un nivel originario (corporal- sensorial), un nivel interfantasmático (modificable a
través de los intercambios entre los yoes) y un nivel ideico (paradigmático de la palabra).
La representación vincular referida a la historia compartida y los intercambios cotidianos marca a
la familia como tal, diferenciándola del grupo. Las familias se organizan de acuerdo a su sistema
de representaciones. Las representaciones vinculares tienen una cualidad distributiva y
permutativa de los yoes con relación a los lugares de la estructura.
La estructura familiar se expresa en las representaciones que los yoes se hacen de ella. Para
Berenstein la representación-familia surge de la posibilidad del yo de diferenciar interior de
exterior incluyendo una representación-pareja discriminada, que el yo del hijo se figura como un
espacio inaccesible.
La terceridad tendrá diversas posibilidades de acuerdo a la predominancia de las diferentes
fantasías primordiales (fantasía de seducción, de escena primaria, de castración o de vida
intrauterina). Allí está en juego una construcción imaginaria constituida a partir de la articulación
de las representaciones de objeto-pareja de cada uno de los yoes de la pareja, que Puget y
Berenstein denominaron: objeto-pareja compartido (1988). Ellos agregan «…en todo vínculo
podremos detectar componentes extraterritoriales e intraterritoriales cuya representación
psíquica es la brecha entre el objeto-pareja imaginado y el objeto-pareja compartido» (1988).
Las representaciones corporales de un vínculo remiten a un cuerpo simbolizado y simbolizante
de lo que ha sido denominado cuerpo vincular.
El zócalo inconsciente de la pareja, en tanto estructura profunda reguladora de la relación de
pareja, tiene los tres tipos mencionados de representaciones.
Las representaciones inconscientes socio-culturales definen estipulaciones para los vínculos
familiares y de alianza inscribiéndolos en las leyes de parentesco y en la continuidad histórica.
Tienen una estructura virtual y se realizan con la efectiva ocupación de los lugares estructurales
por los yoes.
Problemáticas conexas
La noción de representación vincular se entrelaza con el problema de lo interno-externo,
presencia-ausencia, funcionalidad-afuncionalidad en la vida psíquica. Cada yo no respondería al
otro sino a las representaciones vinculares activadas entre ambos, ante la presencia del otro.
Varios autores han insistido en la estrecha relación entre representación y placer. Si bien las
representaciones vinculares son formaciones que tienden a evitar la angustia de la
discontinuidad entre los sujetos y resulta evidente la capacidad humana de experimentar placer
a través de ellas, ¿cómo se tornan displacenteras?
La pregunta sobre dónde se produce la inscripción de las representaciones vinculares nos
parece una trampa ideológica, ya que la noción de representación vincular interroga
precisamente la idea de un sustrato anatómico, sacude el prejuicio biologicista.
La capacidad representacional implica una función imaginativa, principalmente visual, que remite
al referente. Si la representación vincular requiere como condición la presencia de los sujetos
intervinientes en el vínculo, ¿a partir de qué ausencia se produciría el reenvío al otro yo?
¿Podríamos replantearnos la cuestión en términos de presentación vincular?
Si bien la contrastación entre diferentes posturas desborda las posibilidades de este espacio,
nos gustaría señalar una diferencia entre la teorización de Puget y la de Aulagnier, P. respecto a
las representaciones socioculturales: para la primera hay contenidos de inscripción directa sin
metabolización materna, mientras que para la segunda no los hay.
¿Cómo se produce la inscripción de ajenidad exterior, de lo no representable del otro, de lo no
asimilable al yo, en el vínculo? ¿Qué tipo de representaciones sostienen al otro en su alteridad?
¿Cuál es la relación entre las operaciones de represión y de forclusión, y las representaciones
vinculares? ¿Se podría plantear una co-represión? ¿Cómo operan las representaciones
vinculares sobre las áreas intra y transubjetiva?
Por último, ¿cómo se modifican las representaciones vinculares a partir del desarrollo de lo
virtual, espacio donde no sólo se reproduce el mundo exterior sino también se lo torna
ilusoriamente accesible y transformable?