Diccionario de psicología, letra S, Subjetividad – Sujeto del vínculo

Subjetividad – Sujeto del vínculo

Definición
Es lo propio del Sujeto singular. Se construye en la trama intersubjetiva, desde las experiencias
infantiles tempranas, en la pertenencia obligada a los vínculos. Ellos son producidos y a su vez
producen distintos tipos de subjetividad.
La construcción de subjetividad implica un arreglo singular de la pulsión, de la fantasía, de la
relación de objeto y del discurso del otro, en la realidad psíquica del sujeto.
El Sujeto Singular es producto del vínculo intersubjetivo y al mismo tiempo es productor de
subjetividad.
La subjetividad se forma en relación a la subjetividad de los otros. Es lo que se intercambia entre los Sujetos.
Origen e historia del término
La noción de sujeto viene de sujetar.
«Persona innominada. Usase esta voz cuando no se quiere aclarar de quien se habla o cuando
se ignora su nombre», Diccionario Uteha.
En filosofía, en teoría del conocimiento, alude al ser que conoce en oposición al sujeto conocido,
el yo que piensa (Kant).
El diccionario de Ferrater Mora llama concepto sujeto al que afirma o niega, y se refiere a un
objeto que es desde el punto de vista ontológico, el «objeto sujeto», porque constituye todo lo que
puede ser sujeto a un juicio.
Desde la ontología tradicional es substancia, pero además puede ser cualquiera de las
realidades clasificadas por la teoría de objeto (real, ideal, metafísica, un valor).
Desde el punto de vista gnoseológico, el sujeto es el sujeto cognoscente, el que es definido, en
relación a la correlación «sujeto objeto», que se da en todo fenómeno de conocimiento, donde
cada término tiene su propia autonomía y al mismo tiempo es imposible la exclusión de uno de
ellos.
Lo propio del sujeto es lo subjetivo, depende de él, y tiene valor para un solo individuo.
Es subjetivo lo que no es necesario, ni universal y se opone al objeto y a los otros individuos. Es
lo que «aparece» o se le «parece» al sujeto y puede ser irreal, ilusorio, lo que sólo existe en el
pensamiento o la imaginación.
Desde Kant la noción de sujeto marca la oposición subjetivo -objetivo. Lo subjetivo es lo que no
tiene validez para todos, es lo propio del sujeto, el yo que piensa….
La literatura escolástica utiliza el termino subjetivo para referirse al ser del sujeto.
El «ser subjetivo» ha sido pues el «ser real», en contraposición con el ser simplemente
representado.
Otra concepción considera subjetivo lo que se halla en el sujeto como «sujeto cognoscente». En
este caso lo subjetivo es lo representado y no lo real o substancial.
Habría dos acepciones: una que se refiere a lo que se afirma del sujeto y otra a lo que el sujeto
afirma que es.
En la primera el sujeto depende del predicado y en la segunda el sujeto es el sujeto cognoscente
– objeto de conocimiento.
Freud transforma la noción tradicional de sujeto. Provoca una revolución copernicana al postular
la subordinación del sujeto a una estructura que lo determina, y además al mostrarlo como
escindido.
El sujeto está sujetado a otro orden, no es un centro, al contrario sufre de descentración, está
fuera de su centro, subordinado, sujeto a. (Lacan).
Es además lugar de ruptura, lo que se muestra como unidad y síntesis es lugar de escisión
Consciente / Preconsciente / Inconsciente.
Hay otra sujeción del sujeto que es al orden de la cultura.
En los Escritos I, en «La instancia de la letra», Lacan da cuenta de «La razón a partir de Freud
«mostrando la subversión del orden en que ya, al hablar de sujeto no se corresponde con el
cogito Cartesiano, sino que el ser del sujeto está donde no está la razón.
El cogito freudiano propone «pienso donde no soy», por lo tanto «soy donde no pienso».
El sujeto freudiano es el lugar de la ruptura. Pero esta ruptura no responde a una irracionalidad
caótica. El descentramiento del sujeto tiene que ver con que está «sujeto» a un orden que lo
preexiste, y en ese orden tiene un lugar.
Lacan diferencia un sujeto del enunciado y un sujeto de la enunciación.
El sujeto de la enunciación es el del significante que queda comprometido en la propia
enunciación. El que habla queda comprometido en la enunciación, queda atrapado en el
significante, dejando un abismo entre este y su enunciado.
La ruptura está entre el sujeto del enunciado y el de la enunciación.
Freud diferencia Yo de sujeto. El yo no cubre la totalidad, es el sujeto el que da cuenta de la
estructuración.
Estructuración que comienza en la especularidad imaginaria del estadío del espejo. (Lacan). Allí
se constituye una falsa unidad (rasgo unario) que inaugura un modo de Sujeto; inicio de
identificaciones que responden a este modo alienante de «ser el otro».
Este desarrollo lacaniano de lo especular instaura una relación dual con la madre, que será la
matriz simbólica de todas las posteriores identificaciones.
La madre, es el objeto primordial, que en la tópica lacaniana, oficia de lugar especular para la
estructuración del sujeto.
Esta madre no es la madre fáctica sino que alude al objeto faltante, configura el «petit» a en los
gráficos de Lacan que posibilitan el acceso a lo simbólico.
El Sujeto en esta perspectiva surge de una escisión originaria con la naturaleza.
El estadio del espejo constituye el registro de lo imaginario y lo imaginario del sujeto, dando
cuenta de la pre-existencia del orden simbólico.
La ortopedia que da lo imaginario sostiene las relaciones de objeto, en que se despliega el deseo.
El objeto por tanto no es para el sujeto algo que enfrenta como teniéndolo delante de sí, sino
como una falta que retorna y se repite.
Un breve recorrido por la obra de Freud da cuenta de cómo se construye la noción de sujeto:
En el Proyecto (1895) no hay una descripción de sujeto entendido como agente de percepción y
conciencia, corno lo describía la filosofía clásica, ni tampoco, como sujeto de deseo; sino más
bien una formación particular caracterizada por la energía del aparato con funciones de
inhibición (ligazón) y defensa.
En los artículos metapsicológicos, unos 20 años después del Proyecto, en Introducción al
Narcisismo, es donde aparece el desarrollo de una función totalizadora que va más allá del goce
sexual localizado.
El narcisismo aparece unificante, subjetivante.
No existe desde el principio una unidad, las pulsiones necesitarán de un nuevo acto psíquico
para la construcción subjetiva.
Es en Pulsiones y sus Destinos donde describe un yo sujeto que coincide con lo placentero y el
mundo exterior le es indiferente, luego un sujeto que siendo él lo placentero se opone a lo
displacentero del mundo exterior, fuente de estímulos.
Se diferencia entonces un yo realidad que discrimina interior de exterior, de un yo placer que
antepone a todos los signos lo placiente. Finalmente el yo de placer purificado diferencia en el
exterior una parte placiente que incorpora y una displaciente que proyecta; quedando otra vez lo
placiente en el yo sujeto y lo displacentero afuera en el exterior, que en el inicio era indiferencia.
Hasta aquí la construcción del yo sujeto parece tener un doble recorrido en la obra freudiana,
por un lado sigue una línea adaptativa en relación a la realidad exterior, y por otro a través del
narcisismo, hay un recorrido identificatorio en busca de unidad en el delicado equilibrio entre
placer-displacer.
Es en Más allá del Principio del Placer (1920) donde la subjetividad es blanco privilegiado de
agresión y muerte. En la repetición se busca el re-encuentro de lo perdido. El paso de la
inmediatez a la mediación aquí da cuenta del acceso a la subjetividad simbólica.
El sujeto desde Freud aparece comprometido en un lugar dentro del universo simbólico.
La preexistencia de este orden se escenifica en la triangularidad edípica en la que tiene un lugar
determinado.
La constitución del sujeto sigue el tránsito desde la especularidad (relación dual con la madre) al
registro triádico, que posibilita su acceso a lo simbólico. En torno de estas cuestiones
fundamentales que hacen a la subjetividad, se encuentra el universo simbólico que hace de
apoyatura. Pues antes de nacer el infans tiene un lugar que lo espera, soporte transubjetivo que
posibilita su localización.
El sujeto está excedido desde lo transubjetivo como desde lo intersubjetivo. Tendrá que
apropiarse de un lugar para poder subjetivarse.
El inconsciente se articula entre estas dimensiones.
En síntesis en la obra de Freud hay tres acepciones para designar al Sujeto:
1. Sujeto sujetado, subordinado descentrado de su eje, en la medida que está condicionado,
determinado por su inconsciente.
2. Sujeto partido, lugar de ruptura, no hay síntesis ni unidad. Lo que Freud caracteriza como
Sujeto es la escisión: Consciente Preconsciente Inconsciente.
3. Sujeto interpelado, a partir del orden simbólico. En función de esa interpelación adquiere su
lugar.
Estas tres acepciones de sujeto desde Freud cuestionan al sujeto de la ciencia como fue
considerado en la modernidad. Cuestionan su unidad, su centro. Freud propone así una
estructura distinta de lo que se entendió por razón.
Lacan hace una distinción entre Yo (moi) y Yo (je).
El Yo (moi) resulta como producto de las identificaciones imaginarias. Es el yo especular, no es
asimilable al sujeto del conocimiento en el sistema Percepción Conciencia. Es el yo del
narcisismo. Es una falsa unidad, (rasgo unario) que inaugura un modo de sujeto, en un lugar
omnipotente (Yo ideal). Este yo es un lugar de desconocimiento (Lacan: La tópica de lo
imaginario Seminario l).
El Yo (je) se encuentra en un punto, el ideal del yo. Este es el yo Sujeto simbólico. Lo simbólico
organiza lo imaginario y posibilita la subjetivación. Es el sujeto del inconsciente para Lacan.
Para Piera Aulagnier la construcción subjetiva tiene su inicio en el momento de Encuentro:
Madre-infans. La madre ejerce la violencia primaria necesaria que el infans metabolizará, siendo
éste el cimiento de su conformación como sujeto.
El portavoz materno representa 1a sombra hablada’ de un conjunto que da los enunciados
identificatorios.
El sujeto, es un ‘aprendiz de historiador’, ‘un buscador de pruebas’; la cara oculta del proceso
identificatorio.
El anclaje en el universo simbólico, lo subjetiva a través de un ‘contrato narcisista’, en que el
conjunto de las voces avala su identidad.
Estas voces conforman las certezas fundantes que hacen de plataforma originaria para el
surgimiento de un sujeto que a través de la duda puede cuestionar las certezas alienantes,
producto de la violencia secundaria ejercida por los otros.
La Escuela Inglesa de Psicoanálisis, con M. Klein como principal exponente, va a poner en la
construcción del sujeto el acento en las relaciones objetales.
Lo intrapsíquico es lo preponderante, librándose en las batallas de los impulsos de vida y muerte.
Las primeras relaciones son con objetos parciales y progresivamente se llega a una mayor
integración que posibilita la relación con el objeto total. En el armado de la construcción
representacional el acento está puesto en lo intrasubjetivo.
René Kaës en sus aportes desde el Psicoanálisis de grupo considera que «La subjetividad está
apuntalada sobre la experiencia corporal, sobre el deseo del otro, sobre el tejido de los vínculos,
de las emociones y de las representaciones compartidas a través de las cuales se forma la
singularidad del Sujeto.»
Intersubjetividad es para él lo que se intercambia entre los sujetos y transubjetivo es la apertura
máxima de las «subjetividades» por la ausencia de un espacio de transcripción y diferenciación.
Da cuenta de investimentos fusionales y adhesivos, de compromiso narcisista que fundan
sentimientos de pertenencia. «La base anobjetal y narcisista del vínculo es transubjetiva» (Kaës).
Sostiene que la intersubjetividad es condición misma del deseo, ya que el deseo está dirigido a
otro; y por consiguiente tanto en la escena psíquica como en sus escenarios está convocado el
otro, el otro del otro y en todo caso más de un otro.
«El trabajo de la intersubjetividad es el trabajo psíquico del Otro, o de más de un otro en la psique
del Sujeto del inconsciente».
Esta concepción sostiene la idea de un Sujeto que se halla representado e intenta hacerse
representar en las relaciones de objeto, en las ¡magos, las identificaciones y las fantasías
inconscientes de otro y de un conjunto de otros; del mismo modo se liga con los representantes
de otros sujetos, y con los objetos de objetos que alberga dentro de sí.
Hay una exigencia mutua que se impone: Por un lado desde el Sujeto singular y por otro desde
los conjuntos intersubjetivos; en los que está incluido el otro con su singularidad.
Para cada uno se libra la batalla de ser fiel a su sí mismo y al mismo tiempo garantizar la
continuidad del aval del conjunto, sostenedor de la cultura, gracias a la cual se construye la vida
psíquica.
La ofensa narcisista del sujeto sujetado al conjunto tiene que ver con esta necesidad de
pertenecer al conjunto y al mismo tiempo su posibilidad de alienación por su sujeción al otro.
El sujeto está ligado al vínculo, es Sujeto del vínculo y por ello en su propio Inconsciente es
presencia del Inconsciente del otro, del deseo del otro, de lo radicalmente otro» (Kaës).
Desarrollo desde la perspectiva vincular
Subjetividad, Sujeto del vínculo
La construcción de la subjetividad se da dentro de la matriz vincular.
El sujeto, por tanto, es sujeto del vínculo, ya que su constitución se realiza en la bidireccionalidad
vincular.
Tara todo vínculo es condición necesaria la presencia de un referente externo’,
Puget-Berenstein (1988). Hay que diferenciar la relación que el sujeto establece con objetos
internos (intrasubjetiva), de la que establece con otro sujeto (intersubjetiva) y una tercera que
establece con el conjunto social y sus leyes (transubjetiva).
En la primera el deseo circula en forma unidireccional, mientras que en la segunda (que aquí nos
interesa) hay bidireccionalidad.
I. Berenstein sostiene que vínculo es la representación mental de la relación con los otros y que
en ella ambos yoes están inscriptos como sujetos de deseo.
Acuña el término binocular para dar cuenta de la visión subjetiva en juego en todo vínculo.
‘El sujeto es y está vinculado, esto es en un estado psíquico derivado del contacto con el otro
real externo significativo, donde está obligado a asimilar lo del otro como propio y estar en
contacto con aquello que irremisiblemente no podrá incorporar de ese otro’ Berenstein ( 1995
Revista AAPPG).
Este centramiento del sujeto con el otro en lo constitutivo de su armado (identificaciones
originarias y primarias con sus figuras parentales) se toma frágil, e inestable cuando las
producciones del Inc. muestran al sujeto descentrado, clivado, ajeno al yo.
La ajenidad e inasibilidad del otro en el vínculo, también provocan efectos de des-centramiento
en la constitución subjetiva.
Toda alteración en el vínculo repercute en el sujeto.
Para acceder al mundo psíquico el sujeto adquirirá a través de su posición en el vínculo
representaciones de lugar y función transmitidas por las leyes de parentesco y por la
pertenencia social a través del lenguaje.
El sujeto se constituye en el vínculo y el vínculo exige la presencia irreductible del otro.
El objeto de la relación intrasubjetiva sólo es posible a través del otro; pero este otro es
irreductible a ser convertido en objeto.
Graciela K. de Bianchi (1997) siguiendo a Kaës, habla de la exigencia de trabajo psíquico
necesaria en la construcción de la subjetividad, por esta imposición del otro, en su doble status
de sujeto y objeto.
Héctor Krakov (1993) en sus consideraciones sobre sujeto del vínculo, sostiene que los
posicionamientos vinculares no ‘se dan de una vez y para siempre’.
G. Milano y M. I. Winograd, afirman que la subjetividad surge en el seno de lo vincular y en
términos genéricos no es estática, sino que está sujeta a continuas transformaciones.
En la relación vincular el otro es una afrenta permanente.
Su ajenidad, alteridad, novedad, imprimen a la relación una heterogeneidad necesaria que actúa
en lo que denominan construcción y de – construcción de la subjetividad.
La estructura vincular no es estática, como tampoco lo es la construcción de la subjetividad.
Los lugares y funciones en el vínculo sufren alteraciones como también el armado del psiquismo.
Esta noción de subjetividad, acorde con un sujeto del vínculo en permanente construcción está
ligada a la noción de aparato psíquico abierto, propuesta por la Dra. Janine Puget en
Temporalidad Determinación y Azar. ¿De qué infancia se trata? (1994)
Es una subjetividad en la que cada irrupción del otro, cada avasallamiento, cada dominación,
enfrenta a una puesta a prueba que reclama una nueva apropiación para poder ser y
pertenecer.
Alain Badiou dice que lo que convoca a la composición de un sujeto es un plus, o sobreviene en
las situaciones como aquello de lo que estas situaciones, y la manera usual de comportarse allí,
no pueden dar cuenta.
Ese plus, tiene que ver con el acontecimiento, que opera de suplemento al dar cuenta de lo que
está más allá de las múltiples determinaciones en las que está sujetado el ser.
La fidelidad al acontecimiento es ruptura real.
«Se llama ‘sujeto’ al soporte de una fidelidad, luego al soporte de un proceso de verdad. El sujeto
no preexiste para nada a un proceso» (Badiou 1993)
Proceso implica tiempo, que busca la verdad del sujeto, o sea su producción subjetiva. El sujeto
está capturado en su saber, que está comprometido en lo que ha tenido lugar, y de allí se abre al
proceso, que busca la verdad; en esta búsqueda queda imperceptiblemente «roto» «agujereado»
por esta verdad que «pasa» a través de este que «se sabe» que es él (el encomillado es de
Badiou).
La subjetivación tiene que ver con esta perseverancia de este sujeto «tal como él se sabe» que
deviene a una ruptura continuada. Badiou, llama «consistencia subjetiva» a esta perseverancia
que soporta esta otra perseverancia de ruptura.
El sujeto en el vínculo está expuesto a esta ruptura continua y es en esta perseverancia frente a
lo que lo excede donde se libra la batalla de la construcción y de- construcción de su
subjetividad.
El compromiso del sujeto singular está en esta «consistencia subjetiva» que consiste en
perseverar en el deseo de saber lo que no se sabe de sí mismo.
El sujeto en el vínculo soporta, ligando; es fiel a aquello que lo constituye, que lo captura, y que al
mismo tiempo se desvanece enfrentándolo a su propio agujereamiento.
La subjetividad se construye en esta perseverancia vincular, consistencia y ligazón frente a lo
que sabe y no sabe de sí mismo y del otro.
La presencia real del otro del vínculo impone un saber que excede el saber del sujeto; y que
opera de motor en tanto que lo enfrenta a sostener su perseverancia en la búsqueda del propio.
Ese saber que lo excede, es el que lo muestra castrado, y lo impulsa permanentemente.
Es la heterogeneidad, lo que suplementa, lo que desde la impronta temporal motoriza un devenir
subjetivante.
Este plus inasible que circula en todo vínculo es el que convoca a que el sujeto no ceda en su
deseo, que lo sostiene como sujeto singular.
Problemáticas conexas
Si bien la construcción de subjetividad es inseparable de la noción de vincularidad habría dos
posicionamientos teóricos en juego.
Por un lado el estructuralismo que va a tener en cuenta sistemas cerrados, en los que los
lugares y funciones son determinantes en la construcción de la subjetividad. Mientras otras
teorizaciones, en cambio, hablan de estructuras abiertas, en las que lo vincular es atravesado
por la impronta temporal, siendo entonces el intercambio un motor continuo de transformación de
la subjetividad.