Diccionario de psicología, letra S, Sueño

Sueño

s. m. (fr. rêve; ingl. dream; al. Traum).[La particular situación del castellano, al confundirse en la
palabra «sueño» la función del dormir y el producto onírico (no es lo mismo «conciliar el sueño» que «tener un sueño»), le quita a veces precisión a esta rica actividad simbólica, que, en
francés por ejemplo, llega, a través de distintos términos, a confundirse con el pensar, en la
palabra «songer»: soñar, y también pensar.] Producción psíquica de carácter enigmático, en la
que el psicoanálisis reconoce el efecto de un trabajo de elaboración y de ciframiento del deseo
inconciente. De este modo, el sueño es una vía privilegiada de acceso al inconciente.
En el trabajo con sus enfermos, S. Freud descubre el sueño como fenómeno patológico normal:
«Ellos me han enseñado así que se podía insertar el sueño en la secuencia de los estados
psíquicos que se encuentran en nuestros recuerdos partiendo de la idea patológica. De ahí a
tratar el sueño como a los otros síntomas y aplicarle el método elaborado para ellos [de la asociación libre] había un solo paso», escribe en La interpretación de los sueños (1900).
«En ese jugarse a fondo de su mensaje está todo su descubrimiento» (J. Lacan, Escritos, 1966).
Freud no publica el Proyecto de psicología (1895), donde, sin embargo, propone su primera
concepción del aparato psíquico, aparato retomado y modificado varias veces hasta 1920, fecha
en la que le da una nueva formulación en Más allá del principio de placer. Pero en 1900, en un
pulular de ejemplos de sueños personales, Freud abre el camino para el conocimiento del
inconciente: el sueño es un rebus [véase en dibujo] que hay que tratar como un texto sagrado,
es decir, descifrarlo de acuerdo con leyes. Lacan, leyendo a Freud a través de F. de Saussure,
agrega: «Un rebus cuya estructura fonemática está organizada por el significante del discurso
que se articula y se analiza para permitirnos encontrar la máxima o el proverbio bajo la forma de
la metáfora de la lengua» (Escritos).
Dos preguntas guían la búsqueda de Freud: ¿cuáles son los procesos que permiten a los
pensamientos trasformarse en una secuencia clara pero a veces ininteligible al despertar, y por
qué tal trasformación? ¿Qué hace el sueño y cómo interpretarlo?
La (falsa) simplicidad de los sueños infantiles aporta un primer elemento de respuesta:
sometidos a las acciones del día precedente, son realizaciones ingenuas de un cumplimiento de
deseo: «Arma Freud, frutillas, grandes frutillas, flan, papilla» sueña su hija puesta a régimen;
pero comienza nombrándose. Este sueño no enuncia sólo la satisfacción alucinatoria de una
necesidad: se trata del deseo infantil, que comienza estructurándose sobre el deseo del deseo
del otro, y que no permite distinguir aquí un sujeto de la enunciación, inconciente, de un sujeto del
enunciado, el de la vida diurna y conciente.
¿Dónde está el cumplimiento del deseo en los sueños penosos? ¿Por qué, en ciertos sueños, el
deseo no está claramente expresado? Preguntas que lo llevan a Freud a trabajar oponiendo
contenido latente y contenido manifiesto.
Con el sueño de la bella carnicera (La interpretación de los sueños), otra conclusión se le
impone: el sueño está deformado, su deformación permite disimular sentimientos, la expresión
del deseo está censurada. «El sueño es el cumplimiento (disfrazado) de un deseo (suprimido,
reprimid». Estrategia dialéctica del deseo y de la demanda, que es demanda de amor en la
histérica: al identificar -se con la amiga de la que está celosa, partiendo del deseo de la otra, ella
se crea un deseo insatisfecho: la satisfacción es impedida pero el deseo es conservado.
¿Cuáles son los mecanismos del trabajo del sueño? Freud destaca cuatro: la condensación, el
desplazamiento, la consideración de la figurabilidad y la elaboración secundaria. A los dos
primeros les da un lugar particularmente importante. El trabajo de condensación (del contenido
latente en el contenido manifiesto) es enorme: un sueño puede escribirse en tres líneas y sus
pensamientos en cambio cubrir varias páginas. El trabajo del sueño tiene siempre como objetivo
formar una imagen única. Por lo tanto, una representación puede condensar de diferentes
maneras: por omisión (sueño de la monografía botánica, ibid.), por fusión (sueño de Irma [véase
«Lo real en su dimensión clínica. Análisis de un sueño de Freud por Lacan», en real], ibid.), por neologismo, donde «este proceso es particularmente perceptible cuando afecta palabras y
nombres» (sueño de Norekdal, ibid.).
El otro procedimiento esencial del trabajo del sueño es el desplazamiento, que trasmuta los
valores, disfraza el sentido, vuelve oscuro en lo manifiesto lo que era significativo en lo latente,
en fin, centra el sueño de otro modo. Aquí se sitúa el trabajo de la sobredeterminación. En el
sueño, «el análisis nos enseña sin embargo que hay otra forma de desplazamiento (…) que
consiste en un intercambio de expresiones verbales entre los pensamientos (al. Gedanken). Se
trata de un desplazamiento a lo largo de una cadena asociativa, si bien el mismo proceso
aparece en esferas diferentes: el resultado del desplazamiento, en un caso, es que un elemento
es remplazado por otro, mientras que, en el otro caso, un elemento intercambia con otro su
forma verbab.
Es el deslizamiento del significado bajo el significante el que condiciona la trasposición [o
deformación] (al. Entstellung) y hace aparecer aquí «la condensación (al. Verdichtung) (…)
estructura de sobreimposición de los significantes, en la que tiene su campo la metáfora (…) el
desplazamiento (al, Verschiebung) (. . .) giro de la significación figurado por la metonimia y que
es G . .) presentado como el medio del inconciente más apropiado para burlar a la censura»
(Lacan, «La instancia de la letra … », en Escritos). De este modo, aunque el simbolismo en tanto
lazo unívoco de semejanza o de convención conserva cierto lugar en La interpretación de los
sueños, está subordinado a la estructuración del inconciente como un lenguaje por la metáfora y
la metonimia, efectos de significantes. Cada imagen en este rebus debe ser remplazada por una
sílaba o una palabra, debe ser leída como una letra para darle sentido al texto y descifrar «la
lengua perdida». Freud apela en este punto a los jeroglíficos egipcios, leídos por su valor
fonético y no por lo que representan (por ejemplo el dibujo de un pájaro [usado en la composición
por su valor fonético y no por el referencial. Véase «rebus», en dibujo]).
El tercer factor es traducido por Lacan como consideración de los medios de la puesta en escena (al. Rücksicht auf Darstellbarkeit). Los pensamientos del sueño sólo aparecen como
contenidos, y no en sus relaciones mutuas. Por medio de modificaciones de la figuración, el
sueño expresa los medios de los que el trabajo del sueño dispone para indicar las relaciones entre los pensamientos: la simultaneidad, las relaciones causales, la alternativa, la oposición, la contradicción. Al igual que los determinativos jeroglíficos, que no son pronunciados pero explican otros signos y son sus índices. Procedimientos lógicos, que los filósofos del lenguaje, desde G. Frege, han intentado establecer, lógica del lenguaje que trabaja al sujeto. La
elaboración secundaria, finalmente, enmascara el rigor de estos conectores; la función que
censura produce una fachada coherente; su influencia se manifiesta por medio de una
preferencia: el fantasma, tratado como cualquier elemento del material latente, forma un todo en el sueño.
Teoría del aparato psíquico. Freud no se contentó con registrar los mecanismos del sueño;
intentó, al elaborar su teoría del aparato psíquico, aclarar las paradojas con las que se
encontraba: la división percepción-pensamiento, la inscripción de los significantes
(representantes-representación), el funcionamiento de la serie
percepción-memoria-pensarniento- idea. Un primer esquema estímulo-respuesta queda así
construido a partir de nociones energéticas: toda estimulación tiende a producir una alucinación.
¿Cómo establece el sistema la diferencia con la realidad? Freud explica este proceso primario
por lo regrediente del sueño (retorno hacia la percepción), en el sentido de que la
representación retorna a la imagen sensorial de la que ha salido un día: la mirada y lo perceptivo
son confundidos. En su segundo esquema, hace entrar la noción de información, se esfuerza en
formalizar y hacer surgir el orden simbólico. Retornando de Fechner la expresión «otra escena»,
Freud descarta la idea de hacer corresponder la escena del sueño con una localización
anatómica y se sirve de la metáfora del telescopio, en la que la imagen se forma en un lugar ideal al que no corresponde ninguna parte tangible del aparato. En ese lugar, el pensamiento del
sueño es puesto en escena, vivido en imágenes y en palabras, en el presente; el deseo es
cumplido; el sueño es cumplimiento de deseos. Freud muestra, por otra parte, que el sueño
disminuye la censura y permite evitar la resistencia.
El olvido. El olvido se explica por la acción de la censura y en cierto modo es intencional. El
olvido, como la duda, es un mensaje, como un discurso que se interrumpiera y cuya interrupción
insistiera. El deseo del sueño es hacer pasar el mensaje. Durante el día, la censura que proviene
de la resistencia prohibe el acceso de los pensamientos del sueño a lo conciente. Durante la
noche, lo regrediente del sueño permite alucinar los pensamientos trasformados. No todos
nuestros sueños son interpretables, un nudo de pensamientos que no se puede deshacer liga al
sujeto con lo desconocido, «punto de surgimiento de la relación del sujeto con lo simbólico»
(Lacan, Seminario 11, 1954-55, «El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica»).
La interpretación. ¿Qué quiere decir el sueño y a quién se dirige? «Todos los procedimientos del
chiste, del juego de palabras, de las citas, de los proverbios, el material copioso que representan
la poesía, el mito, los usos lingüísticos y el folklore: porque conocemos estos desplazamientos es
que podemos fiarnos de las asociaciones superficiales que nos permitirán encontrar las
asociaciones reprimidas profundas». Es el soñante mismo el que hace el trabajo de interpretar el
sueño con los pensamientos que sus ocurrencias le asocian, y así registra en el discurso los
momentos de goce y de angustia que conoce desde la infancia. Este trabajo retoma en sentido inverso el trabajo del sueño, y sólo puede realizarse «en una lengua privada» (Ch. Melman), propia del sueño de ese soñante.
El sentido del sueño. Si, para Freud, el sueño se define como una realización de deseo, Lacan,
por su parte, vuelve (Seminario II, «El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica»)
sobre la cuestión del sentido del sueño, que presenta de una manera más compleja a través de
sus tres categorías de lo imaginario, lo simbólico y lo real. Para ello retoma el sueño largamente
analizado por Freud al principio de la Traumdeutung, el de «la inyección de Irma». El había
soñado que, en una recepción, reprochaba a una paciente no haber aceptado su «solución».
Ante los dolores de ella, se atemoriza y se pregunta si no habrá dejado escapar algún síntoma
orgánico. Quiere examinarla y ella manifiesta su resistencia. Diversos colegas están allí y dan su
opinión. Freud ve en el fondo de la garganta de Irma «anchas escaras de un blanco grisáceo».
La infección proviene de una inyección dada por un colega y amigo, Otto, de una preparación de
trimetilamina, probablemente con una jeringa sucia. Aquí, el nivel imaginario es el de la rivalidad
(el error ha sido cometido por un colega), lo real del cuerpo es abordado a pesar de la
resistencia púdica de Irma; en cuanto a lo simbólico, está en la letra: Freud ve la fórmula de la
trimetilamina, producto de descomposición del esperma; la ve escrita ante él en gruesos caracteres, lo que sin duda es una manera de no permanecer, en el sueño, en el horror del encuentro con lo real.