Diccionario de psicología, letra T, Tópica, diferenciación del aparato psíquico

Tópica
Al.: Topik, topisch.
Fr.: topique (s. f. y adj.).
Ing.: topography, topographical.
It.: punto di vista topico.
Por.: tópica, tópico.

Teoría o punto de vista que supone una diferenciación del aparato psíquico en cierto número de sistemas dotados de características o funciones diferentes y dispuestos en un determinado orden entre sí, lo que permite considerarlos metafóricamente como lugares psíquicos de los que es posible dar una representación espacial figurada.
Corrientemente se habla de dos tópicas freudianas, la primera en la que se establece una
distinción fundamental entre Inconsciente, preconsciente y consciente, y la segunda que
distingue tres Instancias: el ello, el yo, el superyó.
El término «tópico», que significa teoría de los lugares, forma parte, desde la Antigüedad griega,
del lenguaje filosófico. Para los antiguos, especialmente para Aristóteles, los lugares constituyen
categorías, de valor lógico o retórico, de las cuales se extraen las premisas de la argumentación.
Resulta interesante señalar que, en la filosofía alemana, Kant utilizó el término «tópica». Entiende
por tópica trascendental « […] la determinación por el juicio del lugar que corresponde a cada
concepto […]; ella distinguiría siempre a qué facultad de conocimiento pertenecen propiamente
los conceptos(19)».
I. La hipótesis freudiana de una tópica psíquica surge dentro de un contexto científico
(neurología, psicofisiología, psicopatología), del cual nos limitaremos a indicar los elementos más
inmediatamente determinantes.
1.° La teoría anatomo-fisiológica de las localizaciones cerebrales, que predomina durante la
segunda mitad del siglo xix, tiende a hacer depender de soportes neurológicos rigurosamente
localizados, funciones muy especializadas o tipos específicos de representaciones o de
imágenes, que estarían como almacenadas en una determinada parte del córtex cerebral. En la
pequeña obra que Freud dedicó, en 1891, al tema, que a la sazón era de gran actualidad, de la
afasia, critica dicha teoría, que califica de tópica; muestra los límites y contradicciones
inherentes a los complicados esquemas anatómicos que entonces propusieron autores como
Wernicke y Lichtheim, y sostiene que la consideración de los datos tópicos de la localización
debe completarse con una explicación de tipo funcional.
2.° En el campo de la psicología patológica, toda una serie de observaciones induce a relacionar
con grupos psíquicos diferentes, de un modo casi realista, comportamientos, representaciones y
recuerdos que no se hallan constantemente y en conjunto a disposición del sujeto, pero que, a
pesar de ello, pueden mostrar su eficacia: fenómenos hipnóticos, casos de «doble
personalidad», etc. (véase: Escisión del yo).
Si bien sobre este terreno surge el descubrimiento freudiano del inconsciente, éste no se limita a
reconocer la existencia de lugares psíquicos diferentes, sino que asigna a cada uno de ellos una
naturaleza y un modo de funcionamiento distintos. Desde los Estudios sobre la histeria (Studien
über Hysterie, 1895), la concepción del inconsciente implica una diferenciación tópica del
aparato psíquico: el propio inconsciente comporta una organización en estratos, y la
investigación analítica se efectúa necesariamente por ciertas vías que suponen la existencia de
un determinado orden entre los grupos de representaciones. La organización de los recuerdos,
dispuestos en forma de verdaderos «archivos» en torno a un «núcleo patógeno», no es sólo
cronológica; tiene también un sentido lógico, efectuándose de diversos modos las asociaciones
entre las diversas representaciones. Por otra parte, la toma de conciencia, la reintegración de
los recuerdos inconscientes en el yo, se describe sobre un modelo espacialmente representado
definiéndose la conciencia como un «desfiladero» que no deja pasar más de un recuerdo a la
vez al «espacio del yo».
3.° Se sabe que Freud siempre atribuyó a Breuer el mérito de haber establecido una hipótesis
que es esencial para una teoría tópica del psiquismo: en la medida en que el aparato psíquico
está formado por sistemas diferentes, esta diferenciación debe poseer una significación
funcional. Especialmente es por esta razón que una misma parte del aparato no puede
desempeñar las dos funciones contradictorias que son la recepción de las excitaciones y la
conservación de sus huellas.
4.° Finalmente, el estudio del sueño, reforzando la idea de un territorio inconsciente con sus
propias leyes de funcionamiento, fortifica la hipótesis de una separación entre los sistemas
psíquicos. Acerca de este punto, Freud señaló el valor de la intuición de Fechner, cuando éste
reconoció que la escena de acción de los sueños no constituía la prolongación atenuada de la
actividad representativa vigil, sino verdaderamente «otra escena».
II. La primera concepción tópica del aparato psíquico se presenta en el capítulo VII de La
interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), pero puede seguirse su evolución a
partir del Proyecto de psicología científica (Entwurf einer Psychologie, 1895), donde es
expuesta todavía dentro del marco neurológico de un aparato neuronal, y a continuación a
través de las cartas a Fliess, especialmente las del 1-I-1896 y del 6-XII-1896(20). Ya es sabido
que esta primera tópica (que será desarrollada todavía en los textos metapsicológicos de 1915)
distingue tres sistemas, inconsciente, preconsciente y consciente, cada uno de los cuales
posee su función, su tipo de proceso, su energía de catexis, especificándose por contenidos
representativos. Entré estos sistemas Freud sitúa las censuras, que inhiben y controlan el paso
del uno al otro. El término «censura», al igual que otras imágenes de Freud («antesala»,
«fronteras» entre sistemas) indica el aspecto espacial de la teoría del aparato psíquico.
Pero el punto de vista tópico va más allá de esta diferenciación fundamental. Por una parte,
Freud, en los esquemas del capítulo VII de La interpretación de los sueños, así como en la carta
del 6-XII-1896, postula la existencia de una sucesión de sistemas mnémicos constituidos por
grupos de representaciones caracterizados por leyes de asociación distintas. Por otra parte, la
diferencia entre los sistemas es correlativa de una cierta ordenación, de tal forma que el paso de
la energía de uno a otro punto debe seguir un orden de sucesión determinado: los sistemas
pueden ser recorridos en una dirección normal, «progresiva», o en un sentido regresivo; lo que
Freud designa con el térinino «regresión tópica» viene ilustrado por el fenómeno del sueño, en el
que los pensamientos pueden adquirir un carácter visual que llegue hasta la alucinación,
regresando así a los tipos de imágenes más próximos a la percepción, situada en el origen del
recorrido de la excitación.
¿Cómo debe entenderse el concepto de lugares psíquicos, que implica la teoría freudiana? Como
insistió Freud, sería un error ver en ello una nueva tentativa de localización anatómica de las
funciones: «Dejaré de lado totalmente el hecho de que el aparato psíquico, del que aquí nos
ocupamos, nos es conocido igualmente en forma de preparación anatómica, y evitaremos
cuidadosamente la tentación de determinar anatómicamente en alguna forma los lugares
psíquicos». Con todo, se observará que, de hecho, la referencia a la anatomía dista de estar
ausente; en La interpretación de los sueños todo el proceso psíquico se sitúa entre una
extremidad perceptiva y una extremidad motriz del aparato: el esquema del arco reflejo, al cual
recurre Freud aquí, al mismo tiempo que posee función de «modelo», conserva todo su valor
facial(21). En lo sucesivo, en más de una ocasión, Freud continuará buscando, si no
correspondencias precisas, por lo menos analogías, o quizá metáforas, en la estructura espacial
del sistema nervioso. Así, por ejemplo, sostiene que existe una relación entre la situación
periférica del córtex cerebral y el hecho de que el sistema Percepción-Conciencia recibe las
excitaciones extremas.
No obstante, Freud se muestra firmemente aferrado a lo que él considera como la originalidad de
su tentativa: «[…] hacer comprensible la complicación del funcionamiento psíquico
descomponiendo este funcionamiento y asignando cada función particular a las diversas partes
del aparato». El concepto de «lugares psíquicos» implica, como es obvio, que cada parte es
exterior a las demás y posee una especialización propia. Además, ofrece la posibilidad de fijar
un determinado orden de sucesión a un proceso que se desarrolla en el tiempo. ver nota(22)
Por último, la comparación que Freud establece entre el aparato psíquico y un aparato óptico (por
ejemplo, un microscopio compuesto) aclara lo que él entiende por lugar psíquico: los sistemas
psíquicos corresponderían a los puntos virtuales del aparato, situados entre dos lentes, más que
a sus piezas materiales.
III. La tesis principal de una distinción entre sistemas, y especialmente de la separación entre
Inconsciente y Preconsciente-Consciente, es inseparable de la concepción dinámica, igualmente
importante en psicoanálisis, según la cual los sistemas se hallan en conflicto entre sí (véase:
Dinámico; Conflicto psíquico). La articulación entre estos dos puntos de vista plantea el problema
del origen de la distinción tópica. De un modo muy esquemático, hallaríamos en la obra de Freud
dos clases muy distintas de respuesta: una, de matiz genético, que será reforzada por la
segunda teoría del aparato psíquico (véase especialmente: Ello), consiste en suponer la
aparición y diferenciación progresiva de las instancias a partir de un sistema inconsciente,
cuyas raíces se hunden en lo biológico («todo lo que es consciente ha sido primeramente
inconsciente»); la otra intenta explicar la constitución de un inconsciente por el proceso de la
represión, solución que conduce a Freud a postular, en un primer tiempo, una represión
originaria.
IV. A partir de 1920, Freud elaboró otra concepción de la personalidad (que a menudo se
designa abreviadamente con el término «segunda tópica»). El principal motivo que clásicamente
se invoca para explicar este cambio es la consideración creciente de las defensas
inconscientes, lo que impide hacer coincidir los polos del conflicto defensivo con los sistemas
anteriormente establecidos: lo reprimido con el Inconsciente, y el yo con el sistema
Preconsciente-Consciente.
De hecho, el sentido del cambio a que nos referimos no puede limitarse a esta idea, que por lo
demás se hallaba presente en Freud, en forma más o menos explícita, desde hacía mucho tiempo
(véase: Yo). Uno de los principales descubrimientos que lo hizo necesario fue el del papel
desempeñado por las diversas identificaciones en la constitución de la persona y de las
formaciones permanentes que aquéllas depositan en el seno de ésta (ideales, instancias
críticas, imágenes de sí mismo). En su forma esquemática, esta segunda teoría hace intervenir
tres «instancias»: el ello, polo pulsional de la personalidad; el yo, instancia que se erige en
representante de los intereses de la totalidad de la persona y, como tal, es catectizada con libido
narcisista, y por último el superyó, instancia que juzga y critica, constituida por la interiorización
de las exigencias y prohibiciones parentales. Esta concepción no se limita a hacer intervenir las
relaciones entre las tres instancias citadas, sino que, por una parte, diferencia en ellas
formaciones más específicas (por ejemplo, yo ideal, ideal del yo) y, por consiguiente, considera,
además de las relaciones «intersistémicas», relaciones «intrasistérnicas»; por otra parte, lleva a
atribuir singular importancia a las «relaciones de dependencia» existentes entre los diversos
sistemas, y de un modo especial a encontrar en el yo, incluso en sus actividades llamadas
adaptativas, la satisfacción de reivindicaciones pulsionales.
¿Qué sentido posee, dentro de esta nueva «tópica», la idea de lugares psíquicos? Ya en la
elección de los términos que designan las instancias se aprecia que aquí el modelo no se ha
tomado de las ciencias físicas, sino que es antropomórfico: el campo intrasubjetivo tiende a
concebirse según el modelo de las relaciones intersubjetivas y los sistemas se representan
como personas relativamente autónomas dentro de la persona (así, por ejemplo, se dice que el
superyó se comporta sádicamente con respecto al yo). En la misma medida, la teoría científica
del aparato psíquico tiende a acercarse a la forma fantasmática en que el sujeto se concibe a sí
mismo y quizá incluso se constituye.
Freud no renunció a armonizar sus dos tópicas. En varios lugares de su obra da una
representación sobre un modelo espacialmente representado del conjunto del aparato psíquico,
en la cual coexisten las divisiones yo-ello-superyó y las divisiones
inconsciente-preconsciente-consciente. La exposición más precisa de esta tentativa se
encuentra en el capítulo IV del Esquema del psicoanálisis (Abriss der Psychoanalyse, 1938).