Diccionario de psicología, letra Y, Yo-vínculo

Yo-vínculo

Definición
Si es complejo en psicoanálisis recortar un término, siempre anudado con otros, esta dificultad
cobra especial relieve en el caso del Yo, en tanto se trata de un concepto central y polémico que
se sostiene en la obra freudiana con un importante margen de ambigüedad. Los desarrollos
posfreudianos han intentado despejarla promoviendo importantes divergencias tanto en el plano
teórico como en el clínico.
La definición del Yo se sustenta en dos niveles de conceptualización que son coexistentes en la teoría.
a) aquella que define al Yo como representación.
b) la que localiza al Yo como una instancia encargada de las funciones adaptativas. Ligada al
preconsciente y al proceso secundario, es responsable de la atención, la percepción, la
memoria, el lenguaje, el pensamiento, etcétera, funciones que posibilitan la adaptación a la
realidad.
Pero también es la instancia encargada de poner en marcha el proceso de la defensa
respondiendo a la señal de angustia. Su meta es recuperar la homeostasis que el conflicto
intersistémico hace vacilar.
Desde este ángulo el yo como instancia está también íntimamente vinculado al inconsciente
soportando en su seno un nivel de conflicto al que se reconoce como intrasistémico.
Origen e historia del término
El paradigma de la línea conceptual que acentúa la función del Yo como representación se
encuentra en dos textos de 1914: 1ritroducción al narcisismo» y «Las pulsiones y sus
vicisitudes».
En el primero el Yo se define como un nuevo acto psíquico, donde una unidad totalizadora se sobreimpone a la fragmentación corporal. La noción de unidad se compadece con la idea de organización, de forma, de un todo. Esta génesis del Yo tiene como condición la presencia de un otro que opera como soporte identificatorio.
Esta definición es solidaria con la consideración de un dualismo libidinal que puede encontrar
un objeto fuera del Yo (libido objetal) o puede quedar ligada al mismo Yo (libido del Yo también
llamada libido narcisista).
Estas dos orientaciones libidinales adquieren fundamental importancia en la estructuración de
los vínculos.
El segundo texto mencionado pauta tres momentos en la constitución del Yo: un Yo real inicial
que circunscribe un interior de un exterior por la imposibilidad de fuga; un Yo placer que se
sustenta en un juicio atributivo desarrollado bajo la égida del principio del placer: «lo bueno lo
soy , lo malo lo escupo»; un Yo real definitivo apoyado en un juicio de existencia que implicaría
la aceptación de la insuficiencia del Yo, en un pasaje del orden del ser al tener.
Los textos representativos de la segunda línea de pensamiento que considera al Yo como
instancia surgen a partir de 1920 resignificado la formulación del «Proyecto de una psicología
para neurólogos» donde el término Yo era por primera vez abordado dentro del cuerpo
conceptual.
Allí quedaba definido como una organización cuya función central era la inhibición de la
alucinación para permitir el acceso a la realidad.
Esta es una de las ideas que se retorna con la introducción de la Segunda Tópica y la
acentuación de las funciones adaptativas y defensivas, «El Yo y el Ello», 1nhibición, síntoma y
angustia», «Más allá del principio del placer» constituyen los tres textos claves en este abordaje.
La perspectiva se completa con la consideración del Yo como almácigo de la angustia, su
relación con el Super-Yo y la introducción del dualismo Eros-Tanatos, nociones que permitirán
la profundización en el entendimiento de su posición en el aparato psíquico .
Cabe observar que la idea de organización atraviesa ambas formulaciones.
Sobre este horizonte conceptual localizamos los aportes de diferentes autores posfreudianos
cuyos desarrollos teóricos han contribuido al enriquecimiento del concepto.
La formulación del Yo como representación sustenta la concepción del Yo-Moi en la perspectiva de Lacan.
La referencia a un Yo-placer y la noción de un Yo como nuevo acto psíquico, unificador de la
fragmentación del autoerotismo son los supuestos sobre los que este autor trabaja en su
conceptualización sobre el estadio del espejo.
Metáfora que conduce a la mirada de un Otro que cristaliza la representación de la mismidad en
una imagen. De esta manera el origen del Yo es definido como una estructura ortopédica que se
instala como prótesis frente a las insuficiencias de la prematuración humana.
El corolario de esta marca de origen nos orienta en la consideración de un Yo alienado, que se
localiza donde no es, ya que se ubica en lo virtual del espacio especular, en una completud
engañosa. Todos estos elementos conducen a una concepción del Yo ligado al
desconocimiento.
Apoyada en los desarrollos de la segunda tópica, Melanie Klein postula la existencia de un Yo
desde el nacimiento, capaz de sentir ansiedad, utilizar mecanismos de defensa y establecer
primitivas relaciones objetales en la fantasía y la realidad.
El Yo inmaduro del bebé está expuesto a la ansiedad provocada por la innata polaridad de los
instintos. Deflexiona el instinto de muerte en una proyección sobre el objeto externo original
(pecho) que será el paradigma del objeto persecutorio, mientras que otra parte se conserva
como agresión para orientarse sobre esos objetos persecutorios. Al mismo tiempo, en una
escisión del mismo objeto original, se instala la relación con un objeto ideal, satisfaciendo el
impulso instintivo del Yo ligado a la vida.
La ansiedad persecutoria, típica de las primeras etapas del desarrollo, a predominancia del
instinto de muerte, aumenta la disociación.
Toda esta constelación remite a la posición esquizo-paranoide que se caracteriza por el hecho
de una vinculación con el objeto parcial en su doble vertiente: parcialidad del cuerpo
(pecho-pene, etc.) y del atributo (bueno-malo).
Si desde el principio hay una marcada tendencia a la escisión, también aparecen algunos indicios
que operan sobre la integración. Cuando ésta se vuelve estable y continua surge la posición
depresiva. El bebé reconoce un objeto total y se relaciona con él. La madre constituida como
objeto total será fuente de lo bueno y de lo malo.
Este cambio en la percepción del objeto se acompaña de un cambio fundamental en el Yo (Yo
total). La integración del Yo y el objeto prosiguen simultáneamente y la ambivalencia reemplaza a la disociación.
Las fantasías (consideradas como la expresión mental de los instintos) tienen mucha importancia
en esta conceptualización. Constituyen una importantísima función del yo, especialmente
abocado a la defensa, la construcción de la realidad y los vínculos.
Desde este ángulo la fantasía inconsciente opera como una constante en el interjuego con la
realidad, modificándose mutuamente.
La psicología del Yo que tiene en Hartmann uno de sus más conspicuos representantes
sustenta también sus desarrollos en la segunda tópica freudiana.
El Yo es especialmente considerado como sistema y, si bien reconoce su participación en el
conflicto psíquico, otorga mayor relevancia a las funciones del Yo que permiten al sujeto la
adaptación a la realidad,
En este sentido esta escuela se ocupa preferentemente del trabajo con aquellas funciones
autónomas del conflicto, que dependen del sustrato congénito y hereditario del sujeto y de
aquellas otras que adquieren independencia, aunque se hayan originado en la situación de
conflicto.
A partir de 1970 el Yo y la actividad del pensar se hacen protagonistas en las discusiones
teóricas del psicoanálisis francés en un intento de revisión de algunas de las propuestas de
Lacan sobre esos conceptos.
Piera Aulagnier, representante de esta tendencia intenta construir una metapsicología que dé
cuenta de la duplicidad constitutiva del yo que bascula desde una posición de efecto del vínculo
constituyente que es al mismo tiempo constructor de sus propios enunciados.
El yo se constituye en la relación con el Otro (anticipación materna, sombra hablada). Siempre
en proceso identificatorio, es efecto de la apropiación de los enunciados identificatorios que
formularan sobre él sus objetos investidos.
«Aprendiz de historiador» opone sus precarias construcciones al maestro brujo» (Ello)
metahistoriador mudo, obligándose a escribir-construir su historia propia significando el presente
y anticipando el futuro.
Desde el pictograma y la fantasmatización que lo preceden el yo emergerá con representaciones
ideicas nominando y significando las experiencias que lo determinan.
El derecho a la duda le permitirá separar el investimiento de la voz que enuncia y someter los
enunciados a la prueba de lo verdadero y lo falso. Como contrapartida, la tendencia a la
alienación será el modo de hallar la certeza en una atribución de omnipoder al juicio de otro.
En esta perspectiva el yo está destinado a plantear una separación entre el ser, el haber y el
ideal.
Identificante e identificado conforman las dos caras yoicas cuyo quiebre determinará el conflicto
psicótico, mientras que el conflicto neurótico quedará ubicado para Aulagnier entre el Yo y sus
ideales.
Desarrollo desde la perspectiva vincular
La perspectiva del Yo como representación reviste fundamental interés para el abordaje del
concepto desde su posición en las configuraciones vinculares a la vez que nos conduce a
algunas temáticas esenciales en cualquier aproximación a dicho campo .
Entre otras cabe mencionar la problemática de la identificación en la consideración de los
vínculos surgida desde la concepción de una génesis del Yo ligada a la identificación con un
Otro primordial. La constelación Yo Ideal – Ideal del Yo y el dualismo pulsional que opone la
libido del yo a la libido de objeto, sobre la que se inscribe esta línea de pensamiento,
constituyen así mismo operadores teóricos esenciales en el campo vincular.
Con la introducción de la segunda tópica, donde la génesis del Yo se sitúa en una progresiva
diferenciación del Ello a partir de la función de la percepción:
«La percepción es al Yo lo que la pulsión es al Ello», se recontextúa lo anterior en tanto lo
perceptivo también adquiere relieve en relación al mundo humano.
La identificación se sostiene como clave esencial en tanto constitutiva del aparato psíquico, que
cristalizará en esa subestructura tardía del Yo, el Super-yo con sus tres funciones:
autoobservación, conciencia moral e ideal del yo, que retorna desde otro ángulo la constelación
Yo Ideal -Ideal del Yo ya anticipada.
Desde la perspectiva vincular privilegiamos este desarrollo a partir de la relación con un Otro
primordial. El Yo se plasma en una imagen con la que se fascina porque lo devuelve completo.
Esta alienación constitutiva que precipita en cada uno bajo esta identificación yoica es
estructural y en cada configuración vincular buscará sostenerse repitiendo al infinito la paradojal
búsqueda de completud en el otro, nunca lograda pero tampoco resignada.
El Yo es una ficción irreductible que siempre evocará el fracaso, remitiendo a un intento fallido
pero eficaz de paliar el déficit de nuestra prematuración.
Situación insoslayable del ser humano que es Yo en tanto recibe de sí una imagen completa,
inaccesible desde su propio espacio. La relación especular propia del yo que se instaura y
renueva en cada configuración vincular reedita la agresividad presente siempre en la
enajenación yoica.
En el vínculo de pareja se reactualiza esta búsqueda de unidad imaginaria a partir de «dos Yoes» que constituyen y se constituyen en esa relación que sostendrá la enajenación primera.
Referimos a «dos Yoes» evoca la función de desconocimiento intrínseca al Yo: Yo soy el otro y
viceversa, acarrea la trampa narcisística que evita la angustia frente a la alteridad amorosa. En
toda configuración vincular se tiende a lograr la homeostasis en una complacencia con el otro .
La propuesta amorosa surge como el intento de hacer de dos uno, que remite al mito de
Aristófanes de un Yo Ideal totalizador y equilibrado, antinómico con el deseo, la falta y la
singularidad. Solo mediante la aceptación de la falta y por lo tanto de la castración, será posible
atravesar lo imaginario de la completud yoica para acceder al deseo.
Tránsito desde el enamoramiento, estructurado sobre el Yo Ideal, al amor, que evoca la función
del Ideal del Yo, en tanto meta inalcanzable.
Desde esta perspectiva pensaremos una dirección de la cura en las configuraciones vinculares
que no se sustente en el aspecto alienante y / o alienado del yo sino en la fractura de esa
supuesta totalidad, para dar lugar a la introducción de la diferencia.
La formulación de Lacan opera sobre estos supuestos donde el Yo es considerado como una
ficción imaginaria, evocadora de la completud narcisista y por lo tanto como un obstáculo en una
dirección de la cura que se orienta hacia la aceptación de la falta y la incompletud.
En la propuesta de Klein el Yo adquiere una importancia fundamental en la cura.
Al considerar que la estructura de la personalidad está determinada en gran parte por las
fantasías mas permanentes del Yo sobre sí mismo y los objetos que contiene, analizar la relación
del Yo con los objetos internos y externos y modificar las fantasías sobre estos objetos conlleva
la posibilidad de un cambio en la estructura del Yo.
En la posición esquizo-paranoide lo temido es la destrucción del yo, mientras que en la
posición depresiva la preocupación es por el objeto amado de quien se depende.
Si bien estas posiciones son introducidas como etapas evolutivas, Klein pone especial acento en
su consideración como estructura, concepto esencial en la dirección de la cura. El avance
desde una posición centrada en el yo a una preocupación cada vez mayor por el objeto, su
aceptación como dañado, pero también la posibilidad de reparación se constituirá como
orientación en un proceso terapéutico tanto desde la perspectiva individual como vincular.
En este proceso la culpa en la relación con el objeto, concepto esencial en la formulación
kleiniana, basculará desde la cualidad persecutoria a la depresiva.
En cuanto a las propuestas sustentadas por la Psicología del Yo el proceso terapéutico se
orientará a promover las funciones adaptativas, liberando las funciones yoicas comprometidas
en el conflicto intrasistémico o vincular.
En las propuestas de P. Aulagnier el Yo es un concepto esencial en la dirección de la cura.
«Condenado a investir» el cuerpo, los objetos meta de sus deseos y la realidad, así como a
transformar y metabolizar el objeto pulsional deberá oponerse al desinvestimiento propiciado por
el sufrimiento que todo objeto investido conlleva.
Señeros para el campo vincular son también los conceptos de ,,encuentro pensado y encuentro
vivido» correlativos de «otro pensado y otro real» a partir de los cuales se categorizan las
relaciones de simetría con su prototipo: el amor y de asimetría, paradigma de la pasión.
Problemáticas conexas
Entre los temas conexos con estos desarrollos sobre el Yo encontramos:
– relación del yo con el objeto, lo que conduce a
– relación del yo con el otro
– discriminación entre el otro de la realidad, el otro semejante, el otro primordial y el otro como
alteridad radical.
– diferenciación entre Yo y sujeto, que se articula con la formulación de Lacan: -Je-Moi
– identificación, narcisismo y registro imaginario, conceptos que en la clínica y teoría de las
relaciones vinculares reencontramos en la constitución de los vínculos.
La ilusión grupal implica hacer una proyección del Yo ideal sobre el grupo constituyendo un
«nosotros»; en el vínculo de pareja el enamoramiento remite a una unidad ilusoria que construye
de dos uno. El concepto de espejo familiar nos conduce al análisis de estos fenómenos en
relación a la estructura familiar.
El concepto de Aparato psíquico grupal (Kaës) como construcción común de los miembros del
grupo, eficaz ficción donde el grupo es más que la suma de sus miembros, nos remite también al
estatuto yoico de esos fenómenos.