Diccionario de Psicología, letra B, Borromeos (nudos)

Diccionario de Psicología, letra B, Borromeos (nudos)

Las versiones sucesivas del testimonio que nos ha dejado Lacan del despertar de su interés por los «nudos borromeos» («cadena de tres, tal que al desatar uno de los anillos de esta cadena los otros dos se deshacen», según la definición clásica mencionada en el seminario … Ou pire, del 2 de marzo de 1972) aclaran el partido que ha sacado progresivamente de ellos en el campo del psicoanálisis, en la época del seminario …Ou pire (1971-72), en Les nondupes errent (1973-1974), en el seminario R.S.I (1974-1975). «Cosa extraña –comienza diciendo el 9 de febrero de 1972-, mientras que con mi geometría de la tétrada me interrogaba ayer sobre la manera en que les presentaría esto hoy, me sucedió, cenando con una persona encantadora que asiste a los cursos del señor Guilbaud, que como anillo al dedo me fue dado algo que les voy a mostrar y que no es nada menos -según parece: yo me enteré ayer por la noche- que el blasón de los Borromeos.» Por iniciativa del titular del Departamento de Filosofía de la Universidad de París X-Nanterre, la enseñanza sobre epistemología de las ciencias humanas incluía dos cursos: uno destinado a la exposición sistemática del pensamiento de Lacan, y otro de iniciación elemental a la topología, desarrollado por Guilbaud. Es pues la clase de este último dictada el 8 de febrero de 1972 la que habría sido citada al día siguiente por Lacan. Se observará que su interés se limitaba a la representación de su «tétrada», ilustrada por la fórmula entonces prevaleciente en su pensamiento: «yo te demando» – «que rechaces» -«lo que te ofrezco» – «porque no es eso». Y si los nudos borromeos le interesan en relación con dicho tema, es a causa de su función esencial, «es decir, del tipo paradójico de enlace que instituyen»: «¿Qué es una topología? Una topología -declarará Lacan el 3 de marzo de 1972 en su «charla» «Savoir du psychanalyste»- es algo que tiene una definición matemática. La topología es lo que se aborda en primer lugar mediante relaciones no métricas, relaciones deformables. Propiamente hablando, es el caso de esas especies de círculos blandos que constituyen mi: Yo te demando… que rechaces… lo que te ofrezco. Cada uno es una cosa cerrada blanda que sólo se sostiene por estar encadenada a las otras. Nada se sostiene solo. Esta topología, por su inserción matemática, está ligada a relaciones de pura significancia, es decir, que es en tanto que esos tres términos son tres que vemos que por la presencia del tercero se establece una relación entre los otros dos. Es esto lo que quiere decir el nudo borromeo». A continuación Lacan se refiere a René Thom, «mencionado después de que lo hiciera Jakobson, pero, como «suele suceder» -subraya- yo lo había conocido inmediatamente antes». La interpretación será explicitada al año siguiente en Aun (el 22 de octubre de 1972). Se ve entonces que la teorización borromea integra elementos cada vez más diversificados de la construcción de Lacan. «¿Por qué hice intervenir otrora el nudo borromeo?», se pregunta en el seminario Aun el 15 de mayo de 1973. «Lo hice para traducir la fórmula yo te pido -¿qué?- que rechaces -¿qué?- lo que te ofrezco -¿por qué?- porque no es eso -eso, ustedes saben lo que es, es el objeto a. El objeto a no es ningún ser. El objeto a es lo que supone de vacío una demanda, la cual sólo situada mediante la metonimia, es decir, por la pura continuidad asegurada desde el comienzo al fin de la frase, permite imaginar lo que en ella puede haber de un deseo que ningún ser sostiene. Un deseo sin otra sustancia que la que se asegura con los propios nudos. Al enunciar la frase «te pido que rechaces lo que te ofrezco» sólo he podido motivarla por ese «no es eso» que he retomado la vez anterior. «»No es eso» quiere decir que, en el deseo de toda demanda, no hay más que la solicitud del objeto a, del objeto capaz de satisfacer el goce, el cual sería entonces la Lustbefriedigung supuesta en lo que en el discurso analítico, se llama impropiamente la pulsión genital, aquella en la cual se supone que se inscribe una relación que sería la relación plena, inscribible, de uno con lo que sigue siendo irreductiblemente Otro. He insistido en esto, en que la pareja de ese sujeto del verbo yo Uel que es el sujeto, sujeto de toda frase de demanda, es, no el Otro, sino lo que viene a sustituirlo bajo la forma de la causa del deseo, que he diversificado en cuatro, en tanto que ella está constituida diversamente, según el descubrimiento Freudiano, con el objeto de la succión, el objeto de la excreción, la mirada y la voz. Estos objetos son reclamados en tanto que sustitutos del Otro, y convertidos en causa del deseo.» Así llegamos a la función esencial del «anillo» de cuerda representado como nudo borromeo, función que es la de representar un «agujero». Veamos cómo sigue el seminario Aun correspondiente al 15 de mayo de 1973. «El Otro sólo se presenta para el sujeto en forma asexuada. Todo lo que ha sido soporte, soporte sustituto, el sustituto del Otro en forma del objeto de deseo, es a-sexuado. «Por esto el Otro como tal sigue siendo -no sin que podamos avanzar un poco más- sigue siendo un problema en la teoría Freudiana, el que se expresa en la pregunta que repetía Freud -¿qué quiere la mujer?-, siendo en este caso la mujer el equivalente de la verdad. Por esto se justifica esta equivalencia que he producido. «¿Esto les aclara el interés que existe en partir del redondel de cuerda? Este anillo es sin duda la representación más eminente del Uno, en el sentido de que no encierra más que un agujero. Ésta es por otra parte la razón de que un verdadero anillo de cuerda, redondo, sea muy difícil de fabricar. El anillo de cuerda que yo utilizo es incluso mítico, puesto que no se fabrican anillos de cuerda cerrados. «Pero ¿qué hacer con ese nudo borromeo? Yo les respondo que puede servir para representarnos la metáfora tan difundida que expresa lo que distingue el uso del lenguaje: precisamente, la cadena. «Observernos que, contrariamente a los redondeles de cuerda, los elementos de cadena se forjan. No es muy difícil imaginar de qué modo: se dobla el metal hasta que se llega a soldarlo. Sin duda, no se trata de un soporte simple, pues, para que pueda representar adecuadamente el uso del lenguaje, en esta cadena habría que hacer eslabones que fueran a engancharse a otro eslabón un poco más lejos, con dos o tres eslabones flotantes intermedios. También habría que comprender por qué una frase tiene una duración limitada. Esto no puede dárnoslo la metáfora. «¿Quieren un ejemplo que les muestre para qué puede servir esta hilera de nudos plegados que se vuelven independientes en cuanto se corta alguno? No es muy difícil encontrarlo, y no por nada, en la psicosis. Recuerden lo que puebla alucinatoriamente la soledad de Schreber: Nun well ich mich_.. (ahora me voy a…), O bien Sie sollen nümlich… (ustedes deberían…). Estas frases interrumpidas, que yo he denominado mensajes de código, dejan en suspenso no sé qué sustancia. Se percibe allí la exigencia de una frase, sea cual fuere, que sea tal que si falta uno de sus eslabones libere a todos los otros, es decir, les retire el Uno.» Al año siguiente, el seminario Les non-dupes errent (es decir les Noms-du-Pére, 1973-1974) confirma ese alcance operatorio del nudo, en cuanto extiende su aplicación a la representación de lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real. Observemos no obstante que, a medida que se amplía el dominio de aplicación de la teoría, Lacan parece olvidar su origen. «Es totalmente seguro -declara el 18 de marzo de 1975 en el seminario R.S.I.- que históricamente el nudo borromeo no se encuentra en cualquier parte; yo lo encontré en las notas de una persona con la que me veo cada tanto y que las había tomado en el seminario de Guilbaud. Algo es seguro: en seguida tuve la certeza que allí había algo precioso para mí, para lo que tenía que explicar. De inmediato relacioné ese nudo borromeo que desde entonces se me aparecía como anillos de cuerda, con esas tres consistencias particulares, con eso que yo había reconocido desde el comienzo de mi enseñanza. Esto sin duda yo no lo habría puesto en circulación, siendo poco inclinado a ello por naturaleza, no lo habría puesto en circulación sin un llamado, un llamado ligado de manera más o menos contingente a una crisis en el discurso analítico; es posible que con el tiempo yo hubiera advertido que a esa crisis había que desanudarla. Pero se necesitaron las circunstancias para que yo pasara al acto. «De modo que esos nudos borromeos me vinieron como anillo al dedo, y en seguida supe que e! nudo me permitía enunciar de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real algo que los homogeneizaba. »¿Qué quiere decir homogeneizar? Que evidentemente, como lo observó antes Pierre Soury en una pequeña nota que me ha comunicado -porque me cuido mucho de reconocerle a cada uno lo que se le debe-, tienen algo de semejante. Como el mismo Pierre Soury lo señala, entre lo semejante y lo mismo -esto es de él-, entre lo semejante y lo mismo hay lugar para una diferencia. Pero la homogeneización consiste precisamente en poner el acento en lo semejante: el realce de lo imaginario que no es lo mismo, que es lo semejante. »¿Qué tienen de semejante? Y bien, es lo que creo que debo designar con el término de consistencia, lo que es ya proponer algo increíble. ¿Qué es lo que pueden tener de común las consistencias de lo imaginario, lo simbólico y lo real? ¿Es que de este modo, con este enunciado, les hago sensible -me parece difícil hacerlo más sensible para ustedes- que el término consistencia pertenece a la jurisdicción de lo Imaginario? »Sí, aquí me detengo para hacer un paréntesis destinado a mostrarles que el nudo no es fácil de figurar; no digo de figurárselo, porque en el asunto yo elimino totalmente el sujeto. Parto de la tesis de que el sujeto es lo determinado por la figura en cuestión, determinado: no se trata de ninguna manera que él sea su doble, sino que el sujeto se condiciona por los atascamientos del nudo, por lo que en el nudo determina puntos triples; es por su ajuste, por el apretamiento del nudo que el sujeto se condiciona. Quizá luego les recuerde esto con dibujos en la pizarra. Sea lo que fuere figurar ese nudo, no es cómodo. Ya lo he demostrado a equivocarme más o menos yo mismo en uno u otro pequeño dibujo que he hecho. » A lo real del nudo borromeo, ustedes pueden agregarle esto, la diferenciación de cada uno de los redondeles. La manera más simple es colorearlos. Aunque Goethe no lo diga en ninguna parte de su Teoría de los colores, el color es, en sí mismo, algo notable para la diferenciación. Hay un límite es cierto, ya que no hay un número infinito de colores, pero en fin, gracias al color hay diferencia. Ustedes introducen entonces la diferenciación coloreando cada redondel de modo diferente. Así pueden ustedes llegar a orientarlos. »En uno de mis seminarios anteriores, yo había planteado la cuestión de saber si esta diferenciación de cada uno de los redondeles deja al nudo, no ya semejante, sino siempre el mismo. Es en efecto siempre el mismo, pero hay una sola manera de demostrarlo: consiste en demostrar que en todos los casos -¿que quiere decir «caso»?- es reductible al semejante. »En efecto, a esto se llegó: que yo estaba convencido de que no hay más que un nudo coloreado, pero tuve una vacilación -es lo que yo llamo mi última aventura- acerca del nudo orientado, porque la orientación concierne a un sí o un no para cada uno de los nudos, y en ese punto me dejé desorientar por algo atinente a la relación de cada uno de esos sí o no con los otros dos, y durante un momento me dije… -no llegué a decirme que había ocho nudos, no soy tan necio, a saber, 2 x 2 x 2: sí o no x sí o no x sí o no, no llegué siquiera a pensar que había cuatro nudos-, pero no sé por qué me rompí la cabeza en cuanto al hecho de que había dos. Y con todo no carece de alcance que, después de haberlo pedido de manera expresa, yo haya obtenido de Pierre Soury, quien espero que haga el reparto la próxima vez, que yo haya obtenido, diré ¿la demostración? No. Que haya obtenido lo que le pedía, a saber: la mostración de que no hay sino un nudo borromeo orientado. La mostración de la que se trata, que Pierre Soury me ha comunicado es que hay un solo nudo orientado, claramente «el mismo». Pero noten que no pudo hacerlo sin pasar, para ello, por lo que yo llamo el achatamiento del nudo: reducir ese «semejante» a «el mismo» sólo pudo hacerlo a partir del achatamiento.» Sin duda el recuerdo del seminario del 9 de febrero de 1972 permitirá medir el camino recorrido desde entonces, es decir, desde la época en que el nudo facilitaba la representación de la tétrada. Desde esta perspectiva, el seminario R.S.I. fija de nuevo un punto de inflexión, con el intento de formalización en el que cooperaron Pierre Soury y Michel Thomé. Finalmente, también la construcción técnica de esos matemáticos asegura con su garantía la elaboración que precede.