Diccionario de Psicología, letra F, Fantasías originarias

Diccionario de Psicología, letra F, Fantasías originarias

Diccionario de Psicología, letra F, Fantasías originarias

Al.: Urphantasien. Fr.: fantasmes originaires. Ing.: primal phantasies. It.: fantasmi (o fantasie) originari(e), primari(e). Por.: protofantasias, o fantasias primitivas, u originárias. Estructuras fantaseadas típicas (vida Intrauterina, escena originaria, castración, seducción) que el psicoanálisis reconoce como organizadoras de la vida de la fantasía, cualesquiera que sean las experiencias personales de los individuos; según Freud, la universalidad de estas fantasías se explica por el hecho de que constituirían un patrimonio transmitido filogenéticamente. El término Urphantasien aparece en los artículos de Freud en 1915: «Estas formaciones fantaseadas (observación de la relación sexual entre los padres, seducción, castración, etc.) las denomino fantasías originarias».

Las llamadas fantasías originarias se encuentran de un modo muy general en los seres humanos, sin que puedan referirse siempre a escenas vividas realmente por el individuo; reclamarían, por lo tanto, según Freud, una explicación filogenética, mediante la cual la realidad recobraría sus derechos: así, por ejemplo, la castración habría sido efectivamente practicada por el padre en el pasado arcaico de la humanidad. «Es posible que todas las fantasías que se nos cuentan actualmente en el análisis […] hayan sido en otra época, en los tiempos primitivos de la familia humana, realidad, y que el niño, al crear fantasías, no haga más que rellenar, con la ayuda de la verdad prehistórica, las lagunas de la verdad individual». En otras palabras, lo que fue realidad de hecho en la prehistoria se habría convertido en realidad psíquica. Lo que entiende Freud por fantasías originarias resulta difícil de comprender si se considera aisladamente; en efecto, este concepto es introducido al final de un largo debate sobre los elementos últimos que el psicoanálisis puede sacar a la luz en relación con el origen de la neurosis y, de un modo más general, tras la vida fantasmática de todo individuo. Muy pronto Freud se esforzó en descubrir acontecimientos arcaicos reales, capaces de suministrar el último fundamento de los síntomas neuróticos. Denomina «escenas originarias» (Urszeizeiz) estos acontecimientos reales, traumatizantes, cuyo recuerdo se halla en ocasiones elaborado y enmascarado por fantasías. Entre ellas, hay una que conservará en el lenguaje psicoanalítico el nombre de Urszene: la escena del coito parental, que habría presenciado el niño (véase: Escena originaria). Se observará que estos acontecimientos primordiales se designan con el nombre de escenas y que, desde un principio, Freud se esforzó en destacar, entre ellas, guiones típicos y en número limitado. No podemos reproducir aquí la evolución que condujo a Freud desde esta concepción realista de las «escenas originarias» al concepto «fantasías originarias»; esta evolución, con toda su complejidad, corre pareja con la delimitación del concepto psicoanalítico de fantasía. Sería demasiado esquemático creer simplemente que Freud abandonó una primera concepción que buscaba la etiología de la neurosis en los traumatismos infantiles contingentes, substituyéndola por otra que, viendo el precursor del síntoma en la fantasía, no reconocería en éste más realidad que la de expresar en forma imaginaria una vida pulsional que en sus líneas generales se hallaría determinada biológicamente. En efecto, el mundo de la fantasía aparece desde un principio en psicoanálisis como dotado de una consistencia, una organización y una eficacia que queda bien expresada por el término «realidad psíquica». Durante los años 1907-1909, en que el tema de la fantasía suscita la realización de numerosos trabajos, reconociéndose plenamente su eficacia inconsciente, por ejemplo, como subyacente al ataque histérico que lo simboliza, Freud se dedica a sacar a la luz secuencias típicas, guiones imaginarios (novela familiar) o construcciones teóricas (teorías sexuales infantiles) por medio de las cuales el neurótico y quizá también «todo hijo de los hombres» intenta responder a los grandes enigmas de su existencia. Con todo, es notable que el pleno conocimiento de la fantasía como un dominio autónomo, explorable, dotado de su propia consistencia, no elimina para Freud el problema de su origen. El ejemplo más llamativo lo proporciona el análisis de Historia de una neurosis infantil: Freud intenta establecer la realidad de la escena de observación del coito parental reconstituyéndola en sus menores detalles y, cuando parece conmovido por la tesis junguiana, según la cual tal escena no sería más que una fantasía construida retroactivamente por el sujeto adulto, sigue insistiendo en que la percepción ha suministrado al niño los indicios, pero sobre todo introduce el concepto de fantasía originaria. En este concepto vienen a juntarse la exigencia de encontrar lo que podríamos llamar la «roca» del acontecimiento (y si éste, refractado y como reducido, se esfuma en la historia del individuo, nos remontaremos más allá, hasta la historia de la especie), y la preocupación por basar la estructura de la fantasía sobre algo distinto del acontecimiento. Tal preocupación puede llevar a Freud incluso a afirmar la preponderancia de la estructura presubjetiva sobre la experiencia individual: «Allí donde los acontecimientos no se adaptan al esquema hereditario, experimentan una recomposición en la fantasía Estos casos son precisamente los más apropiados para mostrarnos la existencia independiente del esquema. A menudo podemos observar que el esquema triunfa sobre la experiencia individual; en nuestro caso, por ejemplo [el de Historia de una neurosis infantil], el padre se convierte en castrador y en el que amenaza la sexualidad infantil, a pesar de un complejo de Edipo por lo demás invertido […]. Las contradicciones que aparecen entre la experiencia y el esquema parecen suministrar amplio material para los conflictos infantiles». Si pasamos ahora a considerar los temas que se encuentran en las fantasías originarias (escena originaria, castración, seducción), nos sorprenderá un carácter común: todas ellas se refieren a los orígenes. Como los mitos colectivos, intentan aportar una representación y una «solución» a lo que para el niño aparece como un gran enigma; dramatizan como momento de emergencia, como origen de una historia, lo que se le aparece al sujeto como una realidad de tal naturaleza que exige una explicación, una «teoría». En la «escena originaria» se representa el origen del sujeto; en las fantasías de seducción, el origen o surgimiento de la sexualidad; en las fantasías de castración, el origen de la diferencia de los sexos. Para terminar, señalemos que el concepto de fantasía originaria posee un interés central para la experiencia y la teoría psicoanalítica. A nuestro modo de ver, las reservas que suscita la teoría de una transmisión genética hereditaria(17) no deben hacernos considerar igualmente caducada la idea de que existen, en la vida de la fantasía, estructuras irreductibles a las contingencias de lo vivido individual.

Definición Laplanche y Pontalis definen la Fantasía como un: «guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo, y en último término, de un deseo inconsciente». «La fantasía, dicen, se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o sueños diurnos, fantasías inconscientes que descubre el análisis como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias». Freud señala que las fantasías inconscientes fueron, en ciertos casos, desde siempre inconscientes, y en otros fueron en el pasado fantasías conscientes o sueños diurnos que después fueron olvidados intencionalmente y llegaron al inconsciente por acción de la represión. Las primeras constituyen las Fantasías Originarias o primordiales (Urphantasien), de origen inconsciente, cuya inscripción corresponde a la represión primaria (Urverdrämgung). Las fantasías secundarias, en cambio, serán inscriptas a posteriori a nivel inconsciente (relegadas y determinadas por la represión secundaria) o consciente (sueños diurnos). Estas últimas, las fantasías originarias, serían «estructuras fantaseadas típicas (vida intrauterina, escena originaria, castración, seducción) que el psicoanálisis reconoce como organizadoras de la vida de la fantasía, cualesquiera que sean las experiencias personales de los individuos’»).

Origen e historia del término:

El término Fantasías Originarias (Urphantasien) aparece en Freud en 1915. Inicialmente, a partir de 1897, Freud se esforzaba por descubrir ciertas experiencias infantiles reales, traumatizantes, que se organizaban en guiones, en escenas (Urszenen), que daban cuenta de los síntomas neuróticos. Al respecto entabla una discusión con Jung, quien sostenía que esas escenas eran «fantasías reconstruidas retrospectivamente por el sujeto adulto«. Freud pensaba en cambio que estas escenas pertenecían realmente al pasado del individuo, Sin embargo, después reconoce que estas escenas, que a partir de 1915 pasa a denominar Fantasías Originarias, se encontrarían de un modo muy general en todos los seres humanos, independientemente de lo realmente vivido por el sujeto. Por eso afirma la existencia de una estructura pre-subjetiva, a modo de esquema preexistente, aunque les sigue atribuyendo un contenido específico: fantasías de seducción, de escena primaria y de castración. Esto lo lleva a atribuirles una explicación filogenética, es decir, un modo de retrotraerlas a escenas que hayan ocurrido realmente en las épocas primigenias del ser humano. Según esta explicación, lo que fue realidad en la horda primitiva, se transformaría en realidad psíquica. Las escenas primitivas se verían así transformadas en Fantasías Originarias.

Desarrollo desde la perspectiva vincular No parece necesario atenerse a una explicación filogenética para dar cuenta de la universalidad de las Fantasías Originarias. Más que a un esquema anterior, que precedería al sujeto, el hecho de su universalidad remite a una cualidad estructural en todo ser humano. Al nacer el niño, sea cual fuere la cultura en la que está inserto, deberá vérselas con la problemática del pasaje de la «continuidad» intrauterina a la discontinuidad, fractura que se traduce en un desamparo originario, producida con el nacimiento, con la separación frente a la que sólo sobrevivirá, como ser humano a través del vínculo con el otro. Buscará entonces recuperar esa fusión mítica perdida, y esto se constituirá en un motor de vínculo. De ahí el carácter universal de estas fantasías que serán de inmediato resignificadas a través del sucederse de las experiencias de vida, dándose entonces una confluencia de la estructura y el contenido. Por eso se puede postular un continuum entre las fantasías originarias y las secundarias, una relación de resignificación. Según Laplanche y Pontalis, las Fantasías Originarias «constituyen una formación del inconsciente de un sujeto único pero son también, por su frecuencia, su generalidad y su origen, una pertenencia colectiva. Por lo tanto, estas fantasías tienen un carácter mixto, manifiestan una doble pertenencia, individual y colectiva. M. Bernard señala que «la secuencia de presencia-ausencia de la madre introducirá un elemento de distinción que aparecerá como un desgarro en la piel del vínculo». Propone una serie de categorías que caracterizan las Fantasías Originarias y dan cuenta de su impronta estructural en la formación de la psiquis. Estas son: adentro-afuera/ antes-después/ el mismo-el otro. En la fantasía de seducción, ésta remite a «los contenidos del afuera, introducidos como manera de manejar el espacio materno-filial». En efecto, las Fantasías Originarias surgen «en ocasión» del encuentro entre el mundo exterior y la deflexión de la pulsi6n sexual y el instinto de autoconservación, origen de la psiquis del bebé humano. Destaca Bernard que «la fantasía de escena originaria, que algunos autores relacionan con su complemento, la de la vida intrauterina, daría cuenta de la vuelta al adentro… El fantasma de la vida intrauterina sólo podría ser concebible desde el après coup que reconstruye un estado del que no hay memoria… La fantasía de castración sería el rastro del hiato que separa los pares de categorías». Las experiencias por las que pasa un sujeto desde su nacimiento ofrecen un contenido específico a estas fantasías. Por eso estructura y contenido se constituyen recíprocamente al mismo tiempo. Laplanche y Pontalis sostienen que «los temas de las fantasías Originarias se relacionan con los orígenes. En la ‘escena originaria’ se representa el origen del sujeto. En la fantasía de seducción, el origen o el surgimiento de la sexualidad. En la fantasía de castración, el origen de las diferencias de los sexos». Profundizando esta temática, L. Edelman y D. Kordon han destacado la diferencia entre las Fantasías Originarias, denominadas también Protofantasías, y las Fantasías de los Orígenes, vinculadas a las Teorías sexuales infantiles, en tanto «explicación construida por el niño acerca de esos orígenes». Estas últimas serían una resignificación de las primeras, pero en un nivel muy distinto. Las Fantasías de los Orígenes, dicen estas autoras, como respuesta a los enigmas infantiles, «requieren un cierto acceso al orden simbólico; es necesario contar con un sistema ideativo con cierto grado de desarrollo que construye o se apropia de los sistemas de creencias aportadas por la cultura». ¿Por qué la pregnancia de las Fantasías Originarias en los vínculos? R. Dorey señala que éstas «tienen un estatuto doble porque participan de lo individual y de lo colectivo. Si el grupo puede ser definido como un conjunto de personas interdependientes formando una cierta unidad, se puede concebir que la especificidad de esta unidad reposa sobre la existencia de una Fantasía Originaria prevaleciente, cuyo estatuto mixto le permite estar a la vez en el sujeto y en el grupo, y que la situación regresiva permite aflorar». De ahí su efecto organizador, destacado también por D. Anzieu. Una de sus características es la de paliar la angustia de no-asignación, de no lugar en el vínculo. Lo que caracteriza el polo de lo originario es el grado de indiscriminación de las fantasías. Éstas se presentan como una escena de entradas múltiples. M. Bernard señala su capacidad distributiva y permutativa, es decir que el grado de sincretismo que las caracteriza permite una fácil permutación de lugares dentro de la escena fantaseada, por eso su pregnancia como organizadores grupales. Dado su grado de ambigüedad, las Fantasías Originarias resultan fácilmente convocantes para los que configuran un vínculo, promoviendo la ilusión de unidad, de borramiento de los límites subjetivos. Esto es fácil de apreciar en la ilusión grupal o en el enamoramiento. De ahí la vigencia del apuntalamiento en el encuentro (R. Kaës). Lo que caracteriza al polo originario es el aspecto no subjetivado de las fantasías, aunque son individuales. Cuanto más predomina este aspecto indiscriminado, menos específico es el rol de un sujeto en un grupo, menor autonomía subjetiva puede observarse en los integrantes de una pareja. Se despliega la vivencia primigenia de desamparo y el intento de velarlo a través del vínculo. Esta ilusión de completud está en el origen de todo comienzo vincular, de todo proyecto. A su vez, es necesaria como matriz de libidinización para el infans. Frente al auge de patologías graves como las adicciones, las impulsiones, la anorexia y la bulimia, es dable pensar en un déficit en ese sustrato ilusorio, necesario para la constitución de la psiquis. La problemática básica de fusión-diferenciación, aparece en las Configuraciones Vinculares, en relación a la problemática de la pertenencia. La disyuntiva negación-reconocimiento de la alteridad del otro propias del polo originario, impregna toda relación intersubjetiva (M. Bernard.(1c) Construir un grupo, dice R. Kaës -un vínculo, se puede ampliar- «es darse recíprocamente la ilusión metafórica de ser un cuerpo omnipotente no sometido a la división ni a la muerte, espacio fusiona] sustitutivo de la pérdida donde se despliega la ilusión de completud y su contracara, la angustia de despersonalización, el temor a quedar atrapado dentro del otro». El comienzo de un nuevo vínculo promueve un impacto regresivo en sus integrantes. Esta observación, realizada por D. Anzieu, R. Kaës y M. Bernard, es una situación recurrente en los más diversos vínculos. Es más, tiene un efecto de matriz, de nuevo comienzo, con todo lo relativo al despliegue ilusorio de cerrar la brecha con el otro. En situaciones de crisis surge con más pregnancia el polo originario, con su problemática fusional, ya que se pierden los aspectos más discriminados. Se puede entonces postular (Selvatici, M., Zadunaisky, A. la hipótesis de un zócalo originario presente en toda Configuración Vincular.

Problemáticas conexas Se puede detectar la vigencia del polo originario en todas las cuestiones atinentes a la Pertenencia y su relación con la autonomía. En ese sentido la Identidad por pertenencia muestra su pregnancia cuando el sujeto » es» el grupo, o cuando en la pareja o en la familia no hay discriminación entre sus integrantes, o cuando la pertenencia a una Institución se sostiene a pesar del malestar y el sufrimiento que provoca, o sea cuando el sujeto requiere del vínculo para ser. (Ver «El Grupo Analítico de Reflexión»). Por otro lado, un cierto grado de fusión es estructurante y está en la base de todo vínculo. En lo referente al Zócalo originario en los vínculos es interesante destacar la vigencia de lo atinente al concepto de Apuntalamiento, ya presente en Freud, pero desarrollado por R. Kaës. Este autor reconoce cuatro dimensiones en el apuntalamiento: el apoyo, el modelo, el desvío y la transcripción. Las dos últimas apuntan a una metabolización subjetiva del vínculo, mientras que las dos primeras estarían más cercanas a la indiscriminación que caracteriza el polo originario. Implican la necesariedad de la presencia concreta del otro, a modo de verdadero puntal, lo que remite nuevamente a la Identidad por pertenencia. La problemática de las patologías graves puede ser estudiada a la luz de las dificultades para establecer en el vínculo originario una matriz de ilusión estructurante. Esto abre una perspectiva muy interesante en lo que se refiere a la dirección de la cura y a nuevas líneas de investigación.