Obras de Winnicott: El regreso al hogar (1945)

El regreso al hogar (1945)

CONOZCO UN NIÑO de 9 años que ha pasado gran parte de su corta vida lejos de su hogar en Londres. Cuando oyó hablar sobre el retorno de los evacuados al finalizar la guerra, comenzó a reflexionar, a hacerse a la idea y a elaborar planes. De pronto, anunció: «Cuando esté en mi casa de Londres me voy a levantar temprano todas las mañanas para ordeñar las vacas». En este mismo momento, con el fin oficial de la evacuación, cuando las madres abandonan las fábricas para dedicarse al cuidado de su casa, muchos progenitores dan la bienvenida a sus hijos que regresan a las grandes ciudades. Este es el momento que tantas familias han estado aguardando durante largos años, y que sera an más feliz si también los padres pudieran regresar al hogar. Si no me equivoco, en este mismo momento hay muchos que están contemplando a sus hijos, preguntándose qué piensan y sienten y, también, si están en condiciones de proporcionarles todo lo que desean y necesitan. Me gustaría meditar unos minutos con ustedes sobre estos problemas. Aquí están los chicos de regreso en sus hogares, llenándonos los oídos con ruidos que hacía mucho no escuchábamos. La gente había olvidado que los niños son ruidosos, pero ahora lo recuerdan muy bien. Las escuelas vuelven a abrirse. Los parques abren sus brazos para recibir a sus antiguos visitantes: madres y cochecitos, niños de todos los tamaños, formas y colores. Las callejuelas de barrio se han convertido en canchas de cricket, en las que los niños se adaptan gradualmente al tránsito urbano. A la vuelta de muchas esquinas surgen pandillas de nazis o de otra clase de criminales, con armas fabricadas con trozos de madera, cazadores y perseguidos que por igual ignoran ‘al transeúnte. Las marcas de tiza reaparecen en las veredas, para que las niñas sepan en qué cuadro deben saltar, y cuando reina buen tiempo y no hay otra cosa que hacer, niños y niñas se dedican a realizar proezas acrobáticas y a caminar con las manos o pararse cabeza abajo. En mi opinión, el momento más fascinante es el de la comida, cuando esos niños corren hacía sus hogares para comer lo que su propia madre les ha preparado. La comida en la propia casa significa muchísimo, tanto para la madre que se toma el trabajo de conseguir los alimentos y prepararlos, como para los hijos que la disfrutan. Y después viene el baño nocturno, o el cuento a la hora de dormir, y el beso de despedida; todas estas cosas son íntimas y no las vemos, pero no las ignoramos. Este es el material Con que está hecho un hogar. Sin duda, es con estas cosas aparentemente triviales dentro y fuera del hogar que el niño teje todo lo que una rica imaginación puede tejer. El ancho mundo es un excelente lugar para los adultos que buscan escapar al aburrimiento, pero los niños comunes no están aburridos y pueden experimentar todos los sentimientos que son capaces de soportar dentro de su propia casa o a pocos pasos de la puerta de calle. El mundo resulta principalmente importante y satisfactorio si crece para cada individuo a partir de la calle en que está su casa o del patio de atrás.. Hay algunas personas curiosas, supongo que muy optimistas, para quienes la evacuación constituyó algo que traería nueva vida a los niños pobres de las ciudades. No podan considerar la evacuación como una tragedia, de modo que la eligieron como una de las ocultas bendiciones de la guerra. Pero alejar a los niños de sus hogares sanos nunca podía ser algo bueno. Y por hogar no entiendo, como ustedes saben, una hermosa casa con todas las comodidades modernas. Por hogar entiendo una o dos habitaciones que en la mente del niño han llegado a asociarse con la madre y el padre, y los otros niños y el gato, y el estante o el aparador donde se guardan los juguetes. Sí, la imaginación de un niño tiene amplio lugar para desplegarse en el pequeño mundo de su propio hogar y de su calle y en realidad lo que permite al niño jugar y, en muchas otras formas, disfrutar de su capacidad para enriquecer el mundo con sus propias ideas es la seguridad real que proporciona el hogar mismo. Aquí surge una seria preocupación cuando tratamos de reflexionar sobre las cosas, e intentar explicarles a qué me refiero. Digo que cuando un niño está en su casa puede experimentar allí toda la escala de sus sentimientos, y ello sólo puede resultar provechoso. Al mismo tiempo, no me alegran demasiado las ideas que surgen en la mente del niño con respecto al hogar cuando se aleja de él durante largo tiempo. Cuando está en su casa, sabe realmente cómo es por eso puede modificarla en su fantasía a los fines de su juego. Y el juego no es simplemente placer, es algo esencial para su bienestar. Cuando está lejos, por otro lado, no tiene oportunidad de saber minuto a minuto cómo es su hogar, y as sus ideas pierden contacto con la realidad en una forma que fácilmente lo atemoriza. Una cosa es estar en casa y librar batallas a la vuelta de la esquina, para regresar y comer cuando llega el mediodía, y otra muy distinta ser evacuado, perder el contacto e imaginar asesinatos en la cocina. Una cosa es pararse sobre la cabeza en la calle por el placer de ver a la propia casa al revés antes de entrar en ella, y otra muy distinta estar a doscientas millas de distancia, convencido de que la casa está en llamas o destruida. Si una madre se trastorna cuando su hijo se queja de que el hogar no es como él esperaba, puede estar segura de que tampoco es tan malo como él esperaba. Si eso es cierto, verán cuánto más libre es un niño cuando está en su casa que cuando se encuentra lejos. Su regreso al hogar puede iniciar una nueva era de libertad para el pensamiento y la imaginación, siempre y cuando pueda tomarse tiempo para comprobar que lo que es real es real. Esto lleva tiempo, y es necesario permitir un lento despertar de la confianza. qué ocurre cuando un niño comienza a sentirse libre, libre para pensar lo que le place, para jugar a lo que se le ocurre, para encontrar las partes perdidas de su personalidad? Sin duda, también comienza a actuar libremente, a descubrir impulsos que habían estado dormidos mientras estuvo lejos, y a mostrarlos. Comienza a ser descarado, a perder el control, a desperdiciar la comida, a preocupar a la madre y molestarla en sus otros intereses. Es probable que trate también de ver qué pasa cuando roba, para verificar hasta qué punto es cierto que se trata realmente de su madre y de que, en un cierto sentido, lo que le pertenece a ella también le pertenece a él. Todos estos signos pueden constituir un paso hacia adelante en el desarrollo, la primera etapa de un sentimiento de seguridad, aunque enloquecedora desde el punto de vista de la madre. El niño ha tenido que ser su propia madre y su propio padre severos mientras estuvo lejos, y la madre puede estar segura que ha tenido que ser demasiado estricto consigo mismo para estar seguro, a menos que no haya podido soportar la situación y se haya visto envuelto en dificultades en su hogar adoptivo. Sin embargo, ya de vuelta en el hogar, podrá tomarse unas vacaciones del autocontrol, por la sencilla razón de que dejar ahora el control en manos de la madre. Algunos niños han estado viviendo un autocontrol artificial y exagerado durante años, y cabe suponer que cuando comiencen a permitir que la madre se haga cargo del control, una vez más se convertirán hasta cierto punto en una molestia. Es por eso que resultara tan conveniente que el padre estuviera también de regreso ahora. Creo que algunas madres se preguntan genuinamente si les es posible dar tanto en Paddington, en Portsmouth y Plymouth como la gente que cuidó de su hijo en el campo, donde había prados y flores, vacas y cerdos, verduras y huevos frescos. Puede competir el hogar con los albergues dirigidos por personas experimentadas, donde había juegos organizados, carpintera para los das de lluvia, conejos que aumentaban de número en jaulas construidas por los niños, paseos de fin de semana por los alrededores, y médicos que se ocupaban del cuerpo y la mente de los niños? S que todas estas cosas se hacían muy a menudo y muy bien en los hogares de refugio y en los albergues, pero no hay muchos que se atrevan a afirmar que todo eso constituye un buen sustituto de un buen hogar. Estoy seguro de que, en general, por simple que sea el hogar del niño, es más valioso para él que cualquier otro lugar en que viva. La comida y el alojamiento no son las únicas cosas que cuentan, y ni siquiera el hecho de proporcionar ocupaciones para los momentos de ocio, aunque todos sabemos muy bien que esas cosas son bastante importantes. Es posible proporcionarlas en abundancia y, sin embargo, lo esencial falta si los padres de un niño, o sus padres adoptivos o tutores, no son las personas que se responsabilizan por su desarrollo. Está también el problema, ya mencionado, sobre la necesidad de tomarse unas vacaciones del autocontrol. Para que un niño crezca de tal modo que pueda descubrir la parte más profunda de su naturaleza es necesario que alguien sea desafiado, e incluso odiado por momentos, y quién sino los padres del niño están en condiciones de ser odiados sin que exista el peligro de un rompimiento definitivo en la relación? Con el regreso de los hijos, quienes han logrado mantener a flote un hogar durante esos años de amarga separación, pueden comenzar ahora, como padre y madre, a reparar el daño infligido al desarrollo de sus hijos por la falta de continuidad en su manejo. Esos padres asumieron una responsabilidad conjunta por su venida al mundo, y creo que ahora anhelan asumir nuevamente esa responsabilidad conjunta, pero esta vez para ayudarlos a convertirse en ciudadanos. Como vimos, este asunto del hogar y la familia no es un lecho de rosas; el regreso de un hijo no significa que ahora la madre tiene quién le haga las compras (salvo que su propio impulso lo lleve a hacerlo) y el retorno de una hija no significa que la madre tiene ahora alguien que le lave los platos (salvo, nuevamente, que el impulso la lleve a hacerlo). Su retorno significa que la vida de la madre ser más rica, pero menos privada. Habrá pocas recompensas inmediatas. A veces desear que los chicos vuelvan a sus ubicaciones anteriores. Todos comprendemos lo que le pasa a esa madre, y a veces las cosas le resultarán tan difíciles que necesitar ayuda. Lo que pasa es que algunos de los niños han sido tan lastimados por la evacuación que manejarlos está más allí de la posibilidad de los padres. Pero si éstos logran salir adelante, y los hijos se convierten en ciudadanos, habrán realizado la mejor tarea del mundo. S de buena fuente que es maravilloso ayudar a los hijos a alcanzar la independencia y establecer sus propios hogares, y también a trabajar en algo que les produzca placer y a disfrutar de las riquezas de la civilización que deben defender y promover. Los padres tendrán que ser fuertes en su actitud para con los hijos, as como comprensivos y cariñosos y si eventualmente han de mostrarse firmes vale la pena comenzar con firmeza. Resulta bastante injusto mostrar firmeza repentinamente cuando ya es tarde, cuando el niño ya ha comenzado a ponerlos a prueba y a comprobar hasta qué punto puede confiar en ellos. Y ahora, qué diremos del niño que soñaba con regresar a su casa y ordeñar las vacas? Resulta evidente que no sabía mucho sobre las ciudades y la vida urbana, pero no creo que eso importe demasiado. Lo que pensó cuando o esa frase fue que el niño tena una idea, y bastante buena. Asociaba regresar al hogar con algo directo y personal. Había visto ordeñar vacas en la granja vecina a su albergue, pero nunca pudo hacerlo él mismo. Ahora que la guerra ha terminado, volvemos a casa y basta de intermediarios! Ordeñemos las vacas nosotros mismos! No es una mala actitud para los evacuados que retornan. Confiemos en que haya habido una madre y un padre esperando a Ronald, dispuestos, como él, a la expresión afectuosa directa, dispuestos a un abrazo fácil para darle el comienzo de una nueva oportunidad de entenderse con un mundo difícil. Donald Winnicott, 1896-1971