Psicología, clínica y educación; la «intervención clínica», Telma Reca y la higiene mental infantil

Psicología, clínica y educación; la «intervención clínica», Telma Reca y la higiene mental infantil

Eugenesia e higiene mental: usos de la psicología en la Argentina, 1900-1940
Ana María Talak (UBA, Argentina)

Capítulo de: Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo, Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI de Argentina Editores, Buenos Aires, 2005, pp. 563-599.

8. Psicología, clínica y educación: la «intervención clínica», Telma Reca y la higiene mental infantil.

En Estados Unidos, en la primeras décadas del siglo XX,  comenzó a desarrollarse una nueva modalidad de intervención institucional para niños con dificultades: las Child Guidance Clinics, con un importante apoyo económico por parte de fundaciones privadas. El propósito que orientaba a estas clínicas era la convicción de que la conducta antisocial, que muchas veces terminaba como delincuencia infantil o juvenil, podía ser abordada por medios psiquiátrico-psicológicos [53]. Los problemas cotidianos del niño común, y no sólo el niño enfermo, comenzaron a ser abordados, desde una concepción preventiva más amplia y desde un modelo de tratamiento que integraba de manera novedosa a la psiquiatría, la psicología y la asistencia social. Por esta vía, entonces los “niños comunes” comenzaron a ser objeto de intervención psiquiátrica en el contexto de una especialización jurídica y social que buscaba metodologías propias para intervenir sobre la criminaldiad infantil.

Sus antecedentes pueden vincularse con la Primera Corte Juvenil instalada en 1899 en Chicago, y con el Instituto Psicopático Juvenil, bajo la dirección del médico neurólogo Willian Healy, creado en 1909 por la iniciativa de un grupo de mujeres comprometidas con el problema y preocupadas por entender el origen, la prevención y el tratamiento de la delincuencia. De este modo, los primeros abordajes de una psiquiatría infantil se vincularon a la comunidad antes que a las facultades de medicina y sus principales impulsores fueron maestros, jueces, trabajadores sociales y cientistas sociales más que los médicos. [54]

En Argentina, en cambio, fueron los médicos, especialmente la Dra. Telma Reca,  quienes apostaron al desarrollo de un modelo de abordaje de los trastornos infantiles de niños que ponía el acento en la prevención y en el tratamiento de los factores externos –familia, escuela y medio ambiente en general.

El interés original de la Dra. Telma Reca también fue la delincuencia infantil. Su tesis de Doctorado en Medicina en 1932 fue precisamente sobre este tema y la ayudó a conseguir una beca para estudiar en el John Hopkins Hospital en Estados Unidos. Telma Reca volvió al país con la intención de crear un ámbito de trabajo similar al observado en las Child Guidance Clinics. En 1934 comenzó a trabajar en un consultorio que se llamó de Higiene Mental en el Hospital de Clínicas, dependiente de la Cátedra de Pediatría del Prof. Mamerto Acuña.

Los primeros años, no obstante, los pacientes que llegaban al consultorio eran casos neuropsiquiátricos[55], y por consiguiente, no se realizaba psicoterapia. El tratamiento se limitaba a las indicaciones de orden médico, cuando esto era necesario y a los consejos relativos a la educación y a la organización de la vida del niño.[56] Recién a principios de la década del ’40, el panorama se modificó y con el apoyo del Dr. Garraham se llevaron a cabo mejoras en el espacio físico y se consiguieron nuevos recursos que permitieron el trabajo de un equipo más grande. El consultorio cambió su nombre por el de Centro de Psicología y Psiquiatría. Este pasaje de la higiene mental infantil a la psicología y psiquiatría se relacionó también con un cambio de orientación en los tratamientos que fue de los “consejos a padres” a la psicoterapia. En 1942 Telma Reca viajó nuevamente a Estados Unidos para volver a ponerse en contacto con las Clínicas de Orientación Infantil e interiorizarse en las modalidades de enseñanza de la psiquiatría infantil en ese país.

Las intervenciones durante los primeros años incluían “tratamiento físico” (por ejemplo,  indicaciones sobre alimentación, consulta a un especialista en garganta, odontólogo, etc), “tratamiento escolar” (intervenciones en la escuela, propuestas de cambio, etc), “tratamientos sociales” (propuestas de cambios en las condiciones de vida), consejos a los padres y en algunos casos “tratamiento psiquiátrico directo”, es decir psicoterapia, que podía estar dirigida al niño, a su madre o a ambos. En 1944 distinguió tres tipos de niño “problema” en función de tres grupos de síntomas: los trastornos y variaciones en el rendimiento escolar, los trastornos que afectan la esfera de la conducta y de las relaciones sociales, y los trastornos en el estado de salud (física y psíquica).  Cuestionó la idea de normalidad basada en los “estándares” del grupo social en el que el niño estaba inserto, criterio que lo hacía depender de las normas y de las valoraciones sociales.  A partir de la idea de que las condiciones que definen la adaptación son variables, propuso tres criterios de normalidad: el escolástico (que depende de la apreciación de la escuela y los maestros), el social y el “psicobiológico”. Telma Reca rechazó la noción de “anormalidad de carácter” porque implicaba una causalidad “endógena” y por lo tanto inmodificable. Utilizó, en cambio, la noción de “personalidad” y de “desviaciones de la personalidad” con el objeto de correr el eje de análisis de los factores internos a los factores externos que determinan la patología infantil y entendiendo a la conducta desde una perspectiva “reaccional”. Al diferenciar el criterio escolar y el criterio psicobiológico de normalidad, consideró que los síntomas de carácter físico-psíquico (la tendencia al aislamiento, la falta de contacto con el grupo infantil, el humor deprimido, la indiferencia, la ensoñación y ‘distracción’ excesivas) son más graves que los de la esfera de la conducta y el rendimiento escolar[57]. Por lo tanto, el síntoma que se revelaría como más preocupante en un niño sería la ausencia de respuesta (retraimiento, “distracción excesiva”, aislamiento, etc) o la respuesta interpretada como “huida” frente a la realidad (síntomas del sistema nervioso vegetativo: diarreas, vómitos recurrentes, entre otros). Desde este marco, los trastornos de conducta o “antisociales” eran leídos como un intento de “solución positiva de los problemas del sujeto”. Si bien podían ser muy molestos en el aula, darían cuenta de una actividad por parte del niño que no se encontraría en las “desviaciones de la personalidad” más profundas.

Por otro lado, Telma Reca fue una de las primeras introductoras del tratamiento psicoterapéutico en niños basada en una lectura norteamericana del freudismo, pero al mismo tiempo, en su análisis de las dificultades infantiles utilizaba las nociones clásicas de retardo y deficit intelectual.

Desde comienzos de la década del ’40, Telma Reca articuló intervenciones psicopedagógicas e intervenciones clínicas. Por un lado, promovió el desarrollo de establecimientos educativos especiales, de “clases diferenciales” en la misma escuela para atender los requerimientos de “los niños con particularidades anormales” (por ejemplo, los niños con deficit de la inteligencia, con déficit sensoriales o del lenguaje). Sostuvo también la necesidad de contar con Consejeros Escolares en cada escuela, para realizar el diagnóstico y seguimiento de los niños que evidenciaran problemas de conducta y/o de aprendizaje, y para asesorar a los padres y educadores acerca del mejor abordaje de estos niños. Por otro lado, desde una intervención de carácter “clínico” defendía el modelo de las Clínicas de Orientación Infantil norteamericanas, donde trabajaban en conjunto psiquiatras, psicológos y asistentes sociales. Desde su punto de vista, la tarea de estas clínicas era psicológica en términos de diagnóstico y tratamiento (psicoterapia), pero también era educativa porque se proponían formar a padres y maestros en pos de un mejoramiento de la salud mental de la población.

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