INTRODUCCION, caso Richard

INTRODUCCION

Richard tenía diez años cuando empecé a analizarle . Sus síntomas habían llegado a un punto tal, que se le había hecho imposible ir al colegio desde los ocho años, edad en que el estallido de la guerra, en 1939, incrementó sus ansiedades. Tenía mucho miedo de los otros niños y esto contribuyó a que, en forma cada vez mayor, evitara salir solo. Además, desde los cuatro o cinco años había causado una gran preocupación a sus padres la progresiva inhibición de sus facultades y de sus intereses. Y junto con estos síntomas era hipocondríaco y frecuentemente caía en estados depresivos. Estas dificultades se hacían evidentes en su apariencia, pues tenía un aspecto muy preocupado y triste. Sin embargo, a veces -y esto ocurrió en forma sorprendente durante las sesiones analíticas-, su depresión desaparecía, y de pronto sus ojos cobraban una vida y un brillo que transformaban por completo su expresión.
Richard era en muchos sentidos un niño precoz y dotado. Tenía muchas condiciones para la música, cosa que demostró desde una edad temprana. Su amor por la naturaleza era muy pronunciado, aunque sólo se refería a sus aspectos agradables. Sus dotes artísticas se manifestaban, por ejemplo, en la manera como elegía las palabras, y en un cierto sentido por lo dramático que enriquecía su conversación. No se llevaba bien con los demás niños, sintiéndose más cómodo con los adultos, y en especial con las mujeres, a quienes trataba de impresionar con sus dotes de conversador; lograba así congraciarse con ellas de una manera un tanto precoz.
La lactancia había sido insatisfactoria y había durado probablemente sólo unas semanas . Siempre había sido delicado y desde su primera infancia había sufrido de resfríos y otras enfermedades. Su madre me habló de dos operaciones: circuncisión efectuada a los tres años y amigdalectomía a los seis. Richard era el menor de dos hermanos, habiendo entre los dos ocho años de diferencia. La madre, aunque no estaba enferma en el sentido clínico de la palabra, tenía una predisposición hacia la depresión. Le preocupaba mucho cualquier enfermedad de Richard, actitud ésta que ejercía cierta influencia sobre los temores hipocondríacos del niño. No cabía duda de que éste le había desilusionado, ni de que, aunque trataba de disimularlo, prefería a su hijo mayor, el cual había tenido mucho éxito en la escuela y nunca le habla causado preocupaciones. Aunque Richard la quería mucho, era un niño con el cual resultaba difícil vivir: no tenía ninguna ocupación que le interesara; estaba siempre demasiado ansioso y sentía un afecto desmedido hacia su madre, tanto que, por no poder soportar separarse de ella, se le colgaba de una manera persistente y agotadora. Sus temores hipocondríacos se referían tanto a la salud de la madre como a la propia.
Aunque ésta le cuidaba mucho y hasta cierto punto le mimaba, no parecía darse cuenta de la gran capacidad de bondad y de cariño que poseía el niño, y tenía poca confianza con respecto a su desarrollo futuro. Por otra parte, era muy paciente, como, por ejemplo, al no presionarle para que jugara con otros niños ni obligarle a ir al colegio.
El padre de Richard le quería mucho y era también bondadoso, pero parecía dejar en manos de su mujer la responsabilidad de educarle. Aunque existía una relación afectuosa entre los dos hermanos, éstos tenían poco de común entre sí. La vida familiar, en general, era tranquila.
La guerra había agudizado intensamente las dificultades de Richard. A causa de ella, sus padres se mudaron al campo y el hermano mayor fue evacuado con al escuela. Para poder iniciar el análisis conmigo, Richard y su madre vinieron a vivir a un hotel en "X", el pueblo donde yo vivía entonces, el cual no estaba lejos de su propia casa, situada en un pueblo al que llamaré "Y". Los sábados iban a pasar el fin de semana a su hogar. El abandono de la ciudad natal, que llamaré "Z", había causado en el niño mucha ansiedad. La guerra en general le había reactivado ansiedades tempranas, asustándole en forma particular los bombardeos y las bombas. Seguía muy de cerca las noticias sobre la guerra y tomaba mucho interés en los
cambios que se iban produciendo; esta preocupación apareció constantemente en el análisis.
En aquel entonces, para poder llevar a cabo el tratamiento de los niños, había yo alquilado un cuarto de juegos, ya que el sitio donde atendía a mis pacientes adultos no se prestaba para ellos. Este cuarto era grande y tenía dos puertas, una cocina y un cuarto de baño que daban a él. Richard identificó esta habitación conmigo y con el análisis, y por lo tanto estableció con ella una relación casi personal. Sin embargo presentaba algunos inconvenientes: a veces era usada por una agrupación de niñas exploradoras, razón ésta queme impidió sacar de ella los libros, cuadros y mapas que allí había. Otro inconveniente lo constituía el que no hubiera sala de espera ni nadie que atendiera la puerta. En cada sesión yo debía abrir con mi llave, y al salir, dejar la casa cerrada; y si Richard llegaba demasiado temprano, ocasionalmente venía a acompañarme durante un trecho del camino. Como yo abandonaba la casa tras cada sesión, esto hacía además que me esperara a la salida y me acompañaba hasta la esquina, que estaba a unos cien metros de la casa. En ocasiones en que yo me iba después al pueblo a hacer compras, me acompañaba un poco más. Cuando esto ocurría, aunque yo no podía negarme a conversar con el niño, trataba de no entrar en ningún tipo de interpretación ni de conversación que implicara detalles de mi vida íntima. Traté de mantenerme, dentro de lo posible, en el límite de los cincuenta minutos que duran las sesiones de los adultos.
Durante el curso de su tratamiento, Richard hizo varios dibujos. Es significativa la manera en que los ejecutaba, pues nunca comenzaba su labor con un plan preconcebido, y a veces se sorprendía al ver el cuadro terminado. Le di un material de juego variado, y además de los lápices y pinturas con los que hacía sus dibujos, los cuales también representaban en sus juegos el papel de personajes. El mismo trajo de su casa un juego de barcos de guerra. Cuando Richard quiso llevarse los dibujos a su hogar, le señalé que sería útil para su análisis el tenerlos guardados junto con los juguetes, ya que quizá quisiera volverlos a mirar alguna vez. Me di plena cuenta de que el niño comprendió que sus obras tenían para mí gran valor, cosa que durante el curso del análisis se vio confirmada repetidamente. En cierto sentido me estaba haciendo un regalo. De esta situación en que sus "regalos" eran aceptados y valorados, sacaba una sensación de seguridad, que vivió como una manera de hacer reparación. Todo este contenido fue debidamente analizado. El efecto de seguridad que produce en el niño la intención del analista de guardar sus dibujos, es un problema que el analista de niños debe enfrentar frecuentemente. Los pacientes adultos sienten a menudo deseos de ser útiles a su analista fuera de la situación analítica, y esto es similar al deseo del niño de hacerle un regalo. La mejor manera de manejar estos sentimientos es analizándolos.
Aunque me esforcé en general por tomar notas detalladas tras cada sesión, la cantidad de material recogido varió de una hora a otra, y sobre todo al principio, cuando algunas sesiones fueron tomadas de manera incompleta. Ciertos comentarios de mi paciente, que están transcriptos entre comillas, reproducen la versión literal de sus palabras, pero en general no pude lograr esto ni con lo que él decía ni con mis propias interpretaciones, así como tampoco pude anotar todas las que fueron pronunciadas. También hubo horas en las que la angustia del niño le hizo permanecer en silencio durante largos períodos, produciéndose por ello menos material. Fue imposible describir matices de comportamiento, gestos, expresiones faciales y la longitud de las pausas entre cada asociación, datos todos ellos, como sabemos, de una importancia particular en el trabajo analítico.
En mis interpretaciones traté de evitar, como suelo hacerlo tanto con niños como con adultos, el introducir comparaciones, metáforas o citas para ejemplificar lo que quiero decir. Por razones de brevedad, en este libro uso ocasionalmente términos técnicos cuando me refiero a algún detalle de sesiones anteriores. En la práctica nunca uso una terminología técnica, ni aun para recordar a mis pacientes un material anterior, actitud que mantengo también tanto con los adultos como con los niños. Por el contrario, me esfuerzo por usar, siempre que me sea posible, las palabras que el paciente mismo ha usado, y encuentro que esto tiene el efecto de disminuir sus resistencias y de hacerle retomar plenamente el material al que me estoy refiriendo. En el caso de Richard tuve que introducir, empero, términos que él desconocía, tales como "genital", "potente", "relaciones sexuales", o "coito". A partir de un determinado momento, Richard llamó al análisis "el trabajo". A pesar, sin embargo, de haberme esforzado siempre por enunciar mis interpretaciones de la manera más parecida que pude a su forma de expresión, al transcribirías sólo he podido dar una versión resumida de la misma. Además, a menudo he escrito en forma global lo que en realidad constituían varias interpretaciones, separadas entre sí por el juego del niño o por algún comentario. Esto puede dar la impresión de que las interpretaciones fueran más largas de lo que en realidad lo fueron originariamente.
He pensado que sería útil definir ciertos puntos del material y de las interpretaciones en los mismos términos que uso en mis trabajos teóricos. Como es lógico suponer, estas formulaciones no fueron usadas al dirigirme al niño, sino que han sido añadidas al texto, entre corchetes.
En cuanto a los detalles de los antecedentes del paciente, he hecho en ellos alguna leve alteración por razones de discreción; y de igual manera debo, al publicar este trabajo, evitar varias referencias a personas y a circunstancias externas. A pesar de todo esto, sin embargo, estoy convencida como dije antes, de que presento un cuadro esencialmente veraz del psicoanálisis de este niño y de mi técnica.
Desde un principio supe que sería imposible prolongar el tratamiento más de cuatro meses. Sin embargo, tras una detenida consideración decidí emprenderlo, pues la impresión que me hizo el niño me permitía suponer que aunque sólo pudiera esperar obtener un resultado parcial, podría conseguir mejorarlo. El tenía mucha conciencia de sus grandes dificultades y tanto deseo de ser ayudado, que no podía yo dudar de su cooperación. También sabía que no se le presentaría durante varios años la posibilidad de ser analizado. Su afán por que yo lo tratara se hacía mayor por el hecho de que un muchacho mucho mayor que él, a quien conocía, era también paciente mío.
Aunque hasta la última sesión me he adherido en todo lo esencial a mi técnica usual, al releer las notas me doy cuenta de que en este caso he contestado a más preguntas de las que suelo contestar en otros análisis de niños. Richard sabía también, desde el principio, que su tratamiento sólo duraría cuatro meses. Pero a medida que éste transcurría tomó perfecta conciencia de que necesitaba mucho más, y cuanto más nos acercábamos al fin del término, tanto más patético se tornaba su temor a quedarse sin él. Yo tenía conciencia de mi contratransferencia positiva, pero, como estaba en guardia, pude mantenerme dentro del principio fundamental de analizar firmemente, tanto la transferencia negativa como la positiva y las profundas ansiedades que iba encontrando. Estaba convencida de que, por más difícil que fuera la situación, el análisis de las ansiedades reactivadas por su miedo a la guerra  era el único medio que tenía para ayudarle eficientemente. Creo que he logrado salvar los peligros a los que puede llevar el sentir una gran simpatía por el paciente y por sus sufrimientos y la consecuente contratransferencia positiva.
El resultado de este análisis fue, tal como yo esperaba, sólo parcial; pero logró ejercer cierta influencia en el desarrollo del niño. Durante un tiempo pudo asistir a la escuela; más adelante recibió clases privadas. Las relaciones con los niños de su edad mejoraron, y disminuyó la dependencia de su madre. Se pudieron crear intereses científicos y existen en la actualidad posibilidades reales para que siga una carrera. Desde que finalizó la guerra le he visto varias veces, pero hasta ahora no ha habido ocasión de continuar su tratamiento.