Imaginario social, comunicación e identidad colectiva (Institución e imaginario: lo instituyente y lo instituido)

Imaginario social, comunicación e identidad colectiva

Daniel H. Cabrera
Prof. de Teoría de la Comunicación
Facultad de Comunicación
Universidad de Navarra
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Institución e imaginario: lo instituyente y lo instituido

Como ya se ha dicho, la sociedad sólo existe en tanto se instituye y es instituida y es impensable sin la significación. Sin embargo, sólo es posible acercarse a esta última con cierta plausibilidad en tanto se refiere a las significaciones segundas o sociedad instituida. No cuando se trata de significaciones imaginarias centrales o primeras o sociedad instituyente. Las “significaciones centrales” o “primeras” son creadoras de objetos y organizadoras del mundo, en tanto mundo ‘exterior’ a la sociedad como mundo social, e inherencia recíproca de ambas. En este sentido, la significación central de una sociedad debe ser considerada como lo que opera en lo implícito sin que necesariamente nadie piense en ella en tanto tal. Aparece en la búsqueda de una cantidad indeterminada de fines particulares coordinados para los participantes en significaciones parciales que enseguida se revelan como sobredeterminadas por esta significación central, a punto de instituirse. Esta significación central se deja aprehender, retrospectivamente, como condición efectiva. Por ello, las “significaciones centrales” no establecen significaciones “de algo” ni, tampoco, a no ser en un sentido secundario, significaciones agregadas a algo o referidas a algo. Porque son estas significaciones centrales las que dan existencia, para una sociedad particular, a la articulación de objetos, actos e individuos que aparecen como heteróclitos. No podemos hablar de “referente” de estas significaciones en tanto instituyen el modo de ser de las cosas y los individuos como referidos a ellas. Significaciones que, en tanto centrales, no son necesariamente explícitas para la sociedad que las instituye. El imaginario central como imaginario instituyente no es ni formalizable, ni localizable como tal. Las significaciones primeras aparecen presentificadas y figuradas, se hacen evidentes, por medio de la totalidad de las instituciones explícitas y las significaciones segundas de la sociedad que ellas instrumentan e instituyen. Por esto, las significaciones imaginarias centrales condicionan y orientan la acción y el representar social, en y por los cuales continúan ellas mismas alterándose, en un feed back continuo. En tanto el imaginario central instituye la sociedad, ésta no puede evidenciarse más que en y por la institución; y lo social es simultáneamente lo que llena la institución, lo que se deja formar por ella, y lo que la fundamenta, la crea, la mantiene en la existencia, la altera y la destruye. Existe lo social instituido suponiendo siempre lo social instituyente. Es lo que se denomina “históricosocial”: unas estructuras e instituciones “materializadas” (sean materiales o no) y, por otro lado, lo que estructura, instituye, materializa. “En una palabra, es la unión y la tensión de la sociedad instituyente y de la sociedad instituida, de la historia hecha y de la historia que se hace” (Castoriadis 1975, 1:185). La institución, en el sentido tratado aquí, es obra humana, es una creación original de lo histórico-social -colectivo anónimo- que sobrepasa toda producción posible de los individuos o de la subjetividad. La institución es una red simbólica, socialmente sancionada, en la que se combinan un componente funcional y un componente imaginario. La institución no es una creación de individuos designables sino del imaginario colectivo anónimo e instituyente o poder instituyente. Poder que nunca es plenamente explicitable y que se manifiesta en la socialización de todo recién nacido a través del lenguaje y de su mundo. El poder instituyente, como el imaginario primero o central, nunca puede ser explicitado completamente, en gran parte queda oculto en los trasfondos de la sociedad. Al mismo tiempo, toda sociedad instituye un poder explícito sin el cual no puede vivir. Este poder explícito está ligado a la noción de lo político. Un poder que reposa no tanto en la coerción como en la interiorización, por los individuos socialmente fabricados, de las significaciones instituidas por la sociedad considerada. La institución es necesaria por dos razones. En primer lugar, porque la institución (ley, nomos) se refiere a lo específico de cada sociedad. La instituciónconvención se opone al orden “natural” de las cosas (physis). Y, en segundo lugar, la institución-ley constituye a los hombres en tanto que no pueden existir fuera de la comunidad política (polis), la que a su vez es imposible sin ley. “El nomos, la ley, tiene siempre estas dos caras: es siempre la institución/convención de una sociedad determinada; es, al mismo tiempo, el requisito transhistórico para que haya sociedad” (Castoriadis 1999a:117). Por ello y en el contexto de la Teoría de la Institución Imaginaria: “…la institución primera de la sociedad es el hecho de que la sociedad se crea a sí misma como sociedad y se crea dándose instituciones animadas por significaciones sociales específicas de determinada sociedad…(egipcia, hebrea, griega, etc.)… Y esta institución primera se articula en y se sirve de las instituciones segundas (lo que de ningún modo quiere decir secundarias), que podemos dividir en dos categorías. Algunas de ellas son, abstractamente consideradas y según su forma, transhistóricas. Tales son, por ejemplo, el lenguaje: …no hay sociedad sin lenguaje; o el individuo: …no hay sociedad que no instituya algún tipo de individuo; o la familia: …no hay ni puede haber sociedad que no asegure la reproducción y la socialización de la siguiente generación… Y hay instituciones segundas que son específicas de determinadas sociedades y cumplen en ellas un papel absolutamente primordial, en tanto que son esenciales portadoras de aquello que es de una importancia vital para la institución de cada sociedad, sus significaciones imaginarias sociales” (ídem p.122). La polis griega y la empresa capitalista, por ejemplo, son instituciones segundas específicas en tanto encarnan y son portadoras de las significaciones sociales centrales de la sociedad a la que se refieren. La textura concreta de una sociedad está entretejida por las instituciones segundas, las transhistóricas y las específicas.

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