M. KLEIN, ANNA FREUD: Las primeras analistas de niños. Pensamiento psicopatológico (Planteamentos de Anna Freud)

EL PENSAMIENTO PSICOPATOLÓGICO EN LAS PRIMERAS ANALISTAS DE NIÑOS: M. KLEIN, ANNA FREUD.

II. Los planteos de Anna Freud (1896-1982)

Anna Freud, como se sabe, es la hija menor de S. Freud. Se diplomó de maestra –institutriz y entre 1918 y 1921 realizó su análisis didáctico con su padre.
En 1926 publica su primer libro, El Psicoanálisis del niño, donde formulará que, a diferencia del adulto, el niño es un ser inmaduro y dependiente.
Podrá parecernos un tanto obvia esta formulación que plantea que un niño no es un adulto y sin embargo, como veremos después con M. Klein, en el campo psicoanalítico esta cuestión no fue así desde el vamos ni lo es aún hoy.
Inmadurez y dependencia son dos ejes con los que A. Freud teorizará el tránsito por la infancia, haciendo hincapié en que este tránsito implica un crecimiento gradual.
Años después, en 1960, en su libro Normalidad y patología en la niñez, ese gradual crecimiento se expondrá en términos que van “desde las actitudes dependientes, irracionales, determinadas por el ello y los objetos hacia un mayor control interno y externo por parte del yo”. Para ilustrar este movimiento “desde y hacia” citemos algunos de los ejemplos que aparecen trabajados en su libro:
(…) por ejemplo, desde las experiencias del lactante con la amamantación y el destete, hasta la actitud racional, antes que emotiva, del adulto hacia la alimentación; desde el entrenamiento del control esfinteriano impuesto al niño por las presiones ambientales, hasta el control  más o menos integrado y establecido del adulto; desde la fase en que el niño comparte la posesión de su cuerpo con la madre hasta la exigencia del adoles-cente de su independencia y propia determinación en cuanto a la disposición de su cuerpo; desde el concepto infantil egocentrista del mundo y de los otros seres humanos hasta el desarrollo de sentimientos de empatía, mutualidad y compañerismo con los otros niños; desde los primeros juegos de carácter erótico con su propio cuerpo y con el cuerpo de su madre a través de los objetos de transición (Winnicott, 1953) hasta los juguetes, los juegos, los hobbies y finalmente hacia el trabajo, etcéte-ra.

La propuesta de lo que denomina “líneas de desarrollo” que seguiría el niño normal se sostiene en la existencia de procesos de maduración referidos al ello, procesos de adaptación en relación al desarrollo del yo, el superyo y el medio y procesos de estructuración donde interactúan todos los elementos organizados.

Esta perspectiva evolucionista determina que entienda las perturbaciones en el niño directamente relacionadas al grado en que impiden el curso de un desarrollo normal o, si se prefiere, pensar las perturbaciones en tanto dificultan “la adaptación del niño”.

Planteos como éste dieron lugar al surgimiento de la “psicología del yo”: “Se pone así al yo bajo observación, considerando linealmente que la distorsión de la función yoica es índice de patología, tesis fundamental de los representantes de la psicología del yo” . (1)
Comparando las conductas del “desarrollo normal” con los “trastornos patológicos” de este desarrollo se concluye en la indicación de una terapia analítica.  Para esta indica-ción tomará en cuenta algunas de las siguientes cuestiones:
 “Si un niño presenta un conocimiento defectuoso del mundo exterior, que está muy por debajo del nivel de su inteligencia, se ve gravemente alienado de sus propias emociones y presenta espacios en blanco en el recuerdo de su propio pasado que rebasan el alcance usual de la amnesia infantil, con un desdoblamiento de su personalidad, y con una motilidad incontrolada, entonces no puede caber mayor duda de que la neurosis es grave y de que es tiempo de adoptar una acción terapéutica”.
 
La cita es del libro El psicoanálisis infantil y la clínica de A. Freud y aparece comentada por una analista contemporánea, R. Hillert, quien nos agrega que “es indudable la indicación de terapia analítica cuando la energía de un niño se ve consumida por conflictos entre sus instancias psíquicas, cuando las defensas contra las pulsiones son inadecuadas, las ansiedades dominan la atmósfera interna, la regresión impide el desarrollo y la represión de la agresividad limita la productividad” . (2)
El pedido de atención para un niño aparecerá siempre mediado a través de los padres, en consecuencia, le resulta necesario considerar el trabajo que el analista realizará también con los padres cuando éstos consulten:
“(…) los padres que hicieron enfermar al niño y los que deben ayudarnos en su cura-ción siguen siendo las mismas personas (…). Sería peligroso dejarles librada la deci-sión sobre el futuro destino de la vida instintiva ya liberada, pues es harto problable que vuelvan a imponer al niño el camino de la represión y con ello el de la neurosis”. (3)
A. Freud propone reemplazar transitoriamente a los padres, entendiendo que el analista de niños cumplirá mejor la función que éstos no han podido llevar a cabo con éxito: la de educar al niño “como se debe”.
“Así, el analista reune en su persona dos misiones difíciles y, en realidad, diametral-mente opuestas: la de analizar y educar a la vez, es decir, permitir y prohibir al mismo tiempo, librar y volver a coartar simultáneamente. Si no lo consigue, el análisis se le convierte al niño en un salvoconducto para todas las maldades condenadas por la so-ciedad; pero si puede lograrlo corrige con ello toda una fase de educación equivocada y desarrollo anormal, ofreciéndole al niño, o a quienes deben decidir su destino, una nueva oportunidad para enmendar sus errores”. (4)

Notas:
1-  Hartmann, A. En busca del niño en la estructura. Manantial. Bs. As. 1993. Pág. 47
2-  Hillert, R. Niños y analistas en análisis. Homo Sapiens.Rosario.1994. Pág..29.
3-  Freud, A. Psicoanálisis del niño. Hormé, Buenos Aires, 1981. Pág. 74
4-  Ídem anterior, pág. 80/1.

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