Obras de M. KLein: LA INFLUENCIA MUTUA EN EL DESARROLLO DEL YO Y EL ELLO (1952)

LA INFLUENCIA MUTUA EN EL DESARROLLO DEL YO Y EL ELLO (1952)

En » Análisis terminable e interminable » (1937), donde Freud expone sus últimas conclusiones sobre el yo, dice: «… existen características del yo muy importantes que son innatas, diferenciadas y originales». He sostenido durante muchos años el punto de vista que expresé en mi libro El psicoanálisis de niños (1932), de que el yo funciona desde un comienzo y que entre sus primeras actividades está la de la defensa contra la angustia y la utilización de los procesos de introyección y proyección.

También dije en ese libro que la capacidad inicial del yo para tolerar la angustia depende de su fortaleza innata, es decir, de factores constitucionales. He sostenido repetidamente, además, que el yo establece relaciones de objeto a partir de sus primeros contactos con el mundo externo. Más recientemente definí la tendencia a la integración como otra de las funciones primarias del yo (1). Ahora consideraré el papel que desempeñan los instintos, en particular la lucha entre los instintos de vida y de muerte en relación con dichas funciones yoicas. Inherente a la concepción de Freud respecto de los instintos de vida y de muerte, es que el ello, como reservorio de los instintos, funciona desde un comienzo. Estoy totalmente de acuerdo con esa premisa. Sin embargo, difiero de Freud en que postulo la hipótesis de que la causa primaria de la angustia es el miedo a la aniquilación, el miedo a la muerte, que surge de la acción del instinto de muerte dentro de nosotros. La lucha entre los instintos de vida y de muerte emana del ello e involucra al yo. El temor primordial de ser aniquilado fuerza al yo a la acción y engendra las primeras defensas. La fuente última de esas actividades yoicas yace en la actividad del instinto de vida. Así lo revela la tendencia del yo hacia la integración y la organización; como dice Freud en El yo y el ello (1923b) «… la principal finalidad de Eros es la de unir y ligar…» Opuestos a la tendencia a la integración y alternando con ella existen procesos de disociación, los que junto a la introyección y la proyección constituyen los mecanismos tempranos fundamentales. Todos, desde un comienzo y bajo el dominio del instinto de vida, están al servicio de la defensa.

Debemos considerar además otra importante contribución de los impulsos instintivos a las funciones del yo. Mi concepción de la fantasía en la temprana infancia es que sus raíces son los instintos o, como dice Susan Isaacs, la fantasía es el corolario mental de los instintos. Creo que las fantasías operan desde un comienzo, al igual que los instintos, y son la expresión mental tanto del instinto de vida como de muerte. La fantasía subyace a los mecanismos de introyección y proyección que permiten al yo llevar a cabo una de las funciones básicas mencionadas, la de establecer relaciones de objeto. Mediante la proyección, dirigiendo hacia afuera la libido y la agresión y haciendo de ese modo que el objeto se vea imbuido de ellas, es que se establece la primera relación de objeto. Este, en mi opinión, es el proceso que subyace a la carga de los objetos.

A causa de la introyección, simultáneamente, este primer objeto es tomado dentro de sí. Desde un comienzo interactúan las relaciones con los objetos internos y externos. El primero de estos «objetos internalizados», como los he denominado, es un objeto parcial, el pecho de la madre. En mi experiencia, esto sucede aun si el bebé es amamantado con mamadera, pero me alejaría mucho del tema si tuviese que explicar ahora los procesos mediante los cuales se lleva a cabo esa ecuación simbólica. El pecho, al que pronto se le agregan otros rasgos maternos, influye como objeto internalizado de modo vital sobre el desarrollo del yo.

A medida que se va desarrollando la relación con el objeto total, tanto la madre como el padre y otros miembros de la familia son introyectados como personas en sus aspectos malos o buenos, de acuerdo con las experiencias del niño así como con sus variadas fantasías y sentimientos.

De ese modo se va creando un mundo de objetos buenos y malos y ésa es la fuente que origina tanto la persecución interna como la riqueza y la estabilidad interior. Durante los primeros tres o cuatro meses prevalece la angustia persecutoria, la que ejerce sobre el yo una presión que pone a prueba su capacidad de tolerar la angustia. Esta angustia persecutoria a veces debilita al yo, otras lo estimula a crecer, tanto en su integración como intelectualmente. Del tercero al sexto mes del primer año de vida, la necesidad que tiene el bebé de preservar el objeto interno amado que siente amenazado por sus impulsos agresivos, y la consiguiente angustia depresiva y culpa, también tienen un doble efecto en el yo: pueden amenazar con abrumarlo o bien estimular sus sublimaciones y reparaciones. Es de estos modos tan diversos, que sólo puedo esbozar aquí, que el yo es atacado y enriquecido por su relación con los objetos internos (2) .El especial sistema de fantasías centradas en el mundo interno del niño es de importancia fundamental para el desarrollo yoico. El niño experimenta que sus objetos internalizados tienen vida propia, que armonizan o luchan entre sí y con el yo de acuerdo con las experiencias y emociones del niño. Cuando él siente que contiene objetos buenos, experimenta confianza y seguridad. Si los objetos que contiene son malos, experimenta sospecha y persecución. Las buenas y malas relaciones con los objetos internos se desarrollan al mismo tiempo que las relaciones con los objetos externos y siempre influyen en su curso. Por otra parte, la relación con los objetos internos desde un principio se ve influida por las frustraciones y gratificaciones que forman parte de la vida cotidiana. Hay por esto una constante interacción entre el mundo de objetos internos, que refleja de un modo fantástico las impresiones que se obtienen del afuera, y el mundo externo, que decisivamente se ve influido por proyección.

Como he descrito con frecuencia, los objetos internalizados también forman parte del núcleo del superyó (3) , que se desarrolla durante los primeros años de la niñez y llega a su cúspide cuando, de acuerdo con la teoría clásica, llega a ser el heredero del complejo de Edipo.

Puesto que el desarrollo del yo y del superyó está ligado a los procesos de introyección y proyección, también están inextricablemente unidos desde un comienzo. Como además su desarrollo está vitalmente influido por los impulsos instintivos, las tres regiones de la mente están desde el comienzo de la vida en una íntima interacción. Me doy cuenta de que al mencionar las tres regiones de la mente me aparto del tema en discusión, pero mi concepción de la temprana infancia hace imposible considerar exclusivamente las influencias mutuas entre el yo y el ello.

A causa de que la perpetua interacción entre los instintos de vida y de muerte y el conflicto que surge de su antítesis (fusión y defusión) gobiernan la vida mental, hay en el inconsciente un flujo siempre cambiante de acontecimientos interactuantes, de emociones y angustias fluctuantes. He tratado de delinear la multitud de procesos centrándome en la relación entre los objetos internos y externos que desde los más tempranos estadíos existen en el inconsciente y ahora expondré algunas conclusiones:

1. La hipótesis que he esbozado aquí en términos generales representa una concepción más amplia de los tempranos procesos inconscientes que la implicada en la concepción de Freud sobre la estructura mental.

2. Si asumimos que el superyó se desarrolla a partir de estos tempranos procesos inconscientes que también moldean al yo, determinan sus funciones y dan forma a su relación con el mundo externo, debemos reexaminar los fundamentos del desarrollo del yo y el superyó.

3. Mi hipótesis lleva entonces a una revisión de la naturaleza y alcance del superyó y del yo, así como de la interrelación entre las partes de la mente que constituyen el si-mismo.

Finalizaré destacando nuevamente un hecho bien conocido, del cual nos convencemos cada vez más a medida que penetramos más profundamente en el conocimiento de la mente. Se trata del reconocimiento de que el inconsciente es la raíz de todos los procesos mentales y determina toda la vida mental y que sólo explorando el inconsciente en toda su extensión podremos analizar la personalidad total.

Notas:

[1] «Notas sobre algunos mecanismos esquizoides» (1946).
[2] La descripción mas actualizada de estos procesos tempranos se encuentra en mis trabajos.
[3] Surge la siguiente pregunta: ¿hasta dónde y en qué condiciones el objeto internalizado formaparte del yo, hasta dónde del superyó? Esta pregunta presenta problemas que aún son oscuros y que esperan ser esclarecidos. Paula Heimann (1952a) ha dado algunos pasos en esa dirección.