Obras de Winnicott: La integración del yo en el desarrollo del niño 1962

La integración del yo en el desarrollo del niño 1962

El término yo puede utilizarse para describir la parte de la personalidad humana en crecimiento que en condiciones adecuadas tiende a integrarse en una unidad. En el cuerpo de un infante anencefálico pueden producirse hechos funcionales e incluso localizaciones instintivas; esos hechos podrían denominarse experiencias de la función del ello si hubiera un cerebro. Podría decirse que, de haber habido un cerebro normal, se habría producido una organización de esas funciones, y a esa organización podría habérsele asignado el rótulo de «yo». Pero sin ningún aparato electrónico no puede haber ninguna experiencia, y por lo tanto ningún yo. Ahora bien, normalmente el funcionamiento del ello no se pierde; todos sus aspectos se reúnen y se convierten en experiencia del yo. De modo que no tiene sentido utilizar la palabra «ello» para designar fenómenos que no son abarcados, catalogados, experimentados y finalmente interpretados por el funcionamiento del yo. De modo que en las etapas muy tempranas del desarrollo del niño, el funcionamiento del yo debe considerarse un concepto inseparable del de la existencia del infante como persona. La vida instintiva que exista al margen del funcionamiento del yo puede ignorarse, porque el infante no es todavía una entidad que tenga experiencias. No hay ningún ello antes del yo. Sólo a partir de esta premisa se justifica el estudio del yo. Se verá que el yo se ofrece para su estudio mucho antes de que la palabra «self» tenga alguna pertinencia. La palabra self llega después de que el niño ha comenzado a utilizar el intelecto para mirar lo que los otros ven, sienten u oyen, y lo que conciben ante su propio cuerpo infantil (en este capítulo no estudiaremos el concepto de self). La primera pregunta sobre el denominado yo es la siguiente: ¿existe un yo desde el principio? La respuesta es que el principio está en el momento en que empieza el yo (1). Surge entonces la segunda pregunta: ¿es el yo fuerte o débil? La respuesta depende de la madre real y de su capacidad para satisfacer la dependencia absoluta del infante real al principio, antes de que separe el self de la madre. En mi terminología, la madre suficientemente buena es capaz de satisfacer las necesidades del infante al principio y de hacerlo tan bien que el infante, cuando emerge de la matriz de la relación infante-madre, puede tener una breve experiencia de omnipotencia. (Esta experiencia debe distinguirse de la omnipotencia, que es el nombre de una cierta calidad de sentimiento.) La madre puede hacer esto gracias a haberse entregado temporariamente a una tarea única, la de cuidar a su bebé. Lo que hace posible esta tarea es el hecho de que el bebé posee la capacidad de relacionarse con objetos subjetivos cuando la función de ego auxiliar de la madre opera como corresponde. En este sentido, el niño puede satisfacer el principio de realidad aquí y allí, en un momento y otro, pero no en todas partes a la vez; es decir que conserva áreas de objetos subjetivos, junto con otras áreas en las cuales hay una relación con objetos percibidos objetivamente, u objetos «no-yo». Es tanta la diferencia que existe entre el principio de un bebé cuya madre puede cumplir adecuadamente esta función y el principio de otro bebé cuya madre no está en condiciones de hacerlo, que resulta totalmente inútil describir bebés en sus etapas más tempranas si no es en relación con el funcionamiento de la madre. Cuando no hay un quehacer materno suficientemente bueno, el infante es incapaz de iniciar la maduración del yo, o bien el desarrollo del yo queda necesariamente distorsionado en ciertos aspectos vitalmente importantes. Debe comprenderse que cuando hacemos referencia a la capacidad adaptativa de la madre, esto tiene poco que ver con su capacidad para satisfacer los impulsos orales del infante, por ejemplo proporcionándole un alimento satisfactorio. Lo que aquí examinamos corre paralelo con una consideración como ésa. Es sin duda posible gratificar un impulso oral y al hacerlo violar la función yoica del infante, o lo que más tarde se custodiará celosamente como el self, el núcleo de la personalidad. Una satisfacción alimentaria puede ser una seducción y tener un efecto traumático si le llega a un bebé sin la protección del funcionamiento del yo. En la etapa que analizamos es necesario no considerar al bebé como una persona que tiene hambre y cuyos impulsos instintivos pueden ser satisfechos o frustrados, sino pensarlo como un ser inmaduro que está constantemente al borde de una angustia inconcebible. Lo que mantiene a raya esa angustia inconcebible es la función de la madre vitalmente importante es esta etapa: su capacidad para ponerse en el lugar del bebé y darse cuenta de lo que éste necesita en el manejo general del cuerpo y, por lo tanto, de la persona. El amor en esta etapa sólo puede -demostrarse a través del cuidado del cuerpo, como en la última etapa de un embarazo a término. La angustia inconcebible tiene sólo unas pocas variedades, cada una de las cuales es la clave de un aspecto del crecimiento normal. (1) Fragmentarse. (2) Caer interminablemente. (3) No tener ninguna relación con el cuerpo. (4) No tener ninguna orientación. Se reconocerá que estas variedades son la materia prima específica de las angustias psicóticas, y que en términos clínicos corresponden a la esquizofrenia o a la emergencia de un elemento esquizoide oculto en una personalidad en otros sentidos no psicótica. En este punto es necesario interrumpir la secuencia de ideas para examinar el destino del bebé al que le falta un cuidado suficientemente bueno en la etapa temprana anterior a la separación del «no-yo» y el «yo». Se trata de un tema complejo debido a todos los grados y variedades de la falla materna. Resulta útil referirse en primer lugar a: (1) las distorsiones de la organización del yo que establecen las bases de las características esquizoides, y (2) la defensa específica del autosostén, o desarrollo de un self protector y organización de un aspecto de la personalidad que es falso (en cuanto lo que se muestra no deriva del individuo sino del aspecto del quehacer materno en la pareja infante-madre); esta es una defensa cuyo éxito puede generar una nueva amenaza al núcleo del self, aunque esté destinada a ocultarlo y protegerlo. Las consecuencias de un yo auxiliar materno deficiente pueden ser severamente mutiladoras. Entre ellas se encuentran las siguientes. A. Esquizofrenia infantil o autismo Este es un grupo clínico bien conocido que incluye los trastornos secundarios a las lesiones cerebrales o la deficiencia física, y también algún grado de todos los tipos de fracaso de los detalles más tempranos de la maduración. En una cierta proporción de los casos no existe ninguna prueba de defecto o enfermedad neurológicos. Es común en el campo de la psiquiatría infantil que el clínico no pueda decidir entre un diagnóstico de deficiencia primaria, una enfermedad de Little leve, una falla puramente psicológica de la maduración temprana en un niño con el cerebro intacto, o una mezcla de dos o tres de estos cuadros. En algunos casos hay pruebas de la existencia de una reacción a la falla del yo auxiliar, del tipo que describo en este capítulo. B. Esquizofrenia latente Hay muchas variedades clínicas de esquizofrenia latente en niños que pasan por normales, o que incluso presentan un intelecto especialmente brillante o un desempeño precoz. La enfermedad se pone de manifiesto en la fragilidad del «éxito». Pueden desencadenarla los esfuerzos y el estrés en etapas ulteriores del desarrollo. C. Autodefensa falsa El empleo de defensas, en especial de una defensa falsa exitosa, les permite a muchos niños parecer promisorios, pero finalmente un colapso revela que en el escenario está ausente el self verdadero. D. Personalidad esquizoide En estos casos es común el desarrollo de un trastorno de la personalidad debido a un elemento esquizoide oculto en una personalidad en otros sentidos sana. Ciertos elementos esquizoides graves quedan socializados en la medida en que puedan ocultarse en una pauta de trastorno esquizoide aceptado en la cultura local de la persona. Estos grados y tipos de defectos de la personalidad pueden relacionarse, en la investigación de casos individuales, con diversos tipos y grados de fracaso del sostén, la manipulación y la presentación de los objetos en la etapa más temprana. Esto no significa negar la existencia de factores hereditarios, sino más bien complementarlos en aspectos importantes. El desarrollo del yo se caracteriza por varias tendencias: La principal tendencia del proceso de maduración puede resumirse en los diversos significados de la palabra «integración». La integración en el tiempo se suma a lo que podríamos denominar integración en el espacio. El yo se basa en un yo corporal, pero sólo cuando todo marcha bien la persona del bebé empieza a estar vinculada con el cuerpo y las funciones corporales, con la piel como membrana limitadora. Para denominar este proceso he empleado la palabra «personalización», porque «despersonalización» parece significar fundamentalmente una pérdida de la unión firme del yo con el cuerpo, incluso con los impulsos y satisfacciones del ello. (El término despersonalización tiene un significado más complejo en los escritos psiquiátricos.) El yo inicia las relaciones objetales. Con un quehacer materno suficientemente bueno al principio, el bebé no está sometido a las gratificaciones instintivas, salvo en la medida en que haya participación del yo. En este sentido, no se trata tanto de proporcionarle satisfacciones como de permitirle que encuentre y concuerde con el objeto (el pecho, el biberón, la leche, etcétera). Cuando tratamos de evaluar lo que hizo Sechehaye (1951) al darle a su paciente una manzana en el momento oportuno (realización simbólica), tiene poca importancia que la paciente comiera la fruta, sólo la mirara o la guardara después de tomarla. Lo importante era que esa paciente pudo crear un objeto, y Sechehaye no hizo más que permitir que el objeto tomara forma de manzana, de modo que la niña creó una parte del mundo real, una manzana. Parece posible poner lado a lado esos tres fenómenos del crecimiento del yo con tres aspectos del cuidado del infante y el niño: La integración forma pareja con el sostén. La personalización forma pareja con la manipulación. Las relaciones objetales forman pareja con la presentación objetal Esto conduce a considerar dos problemas asociados con la idea de integración: (1) Integración, ¿a partir de qué? Resulta útil pensar el material del que surge la integración en términos de elementos motores y sensoriales, la materia prima del narcisismo primario. Esta adquiriría una tendencia a sentir la existencia. Puede utilizarse otro lenguaje en la descripción de esta parte oscura del proceso madurativo, pero para afirmar que ha empezado a existir un nuevo ser humano y a recoger experiencia que pueda llamarse personal es preciso postular los rudimentos de una elaboración imaginativa del funcionamiento puramente corporal. (2) Integración, ¿con qué? Todo esto tiende al establecimiento de un self unitario, pero nunca se subrayará demasiado que lo que sucede en esta etapa muy temprana depende de la protección del yo proporcionada por la madre de la conjunción infante-madre. Puede decirse que la protección del yo suficientemente buena proporcionada por la madre (respecto de las angustias inconcebibles) le permite a la nueva persona humana erigir una personalidad sobre la base de la pauta de una continuidad del «seguir siendo». Todas las fallas (que podrían producir angustia inconcebible) generan una reacción del infante, y esta reacción corta el «seguir siendo». Si el reaccionar que quiebra el «seguir siendo» se reitera persistentemente, inicia una pauta de fragmentación del ser. El infante con una pauta de fragmentación de la línea de continuidad del ser tiene una tarea de desarrollo que casi desde el principio se inclina hacia la psicopatología. De modo que en la etiología de la inquietud, la hiperquinesia, la falta de atención (más tarde denominada incapacidad para concentrarse) podría haber un factor muy temprano, que data de los primeros días u horas de vida. Corresponde observar aquí que, sean cuales fueren los factores externos, lo que importa es la visión (fantasía) que el individuo tiene de ellos. Pero además es necesario recordar que existe una etapa anterior al repudio del no-yo por el individuo. En esa muy temprana etapa no hay factores externos; la madre forma parte del niño, y la pauta de éste incluye la experiencia que él tiene de la madre, tal como ella es en su realidad personal. Parecería que lo opuesto de la integración es la desintegración. Esto es cierto sólo en parte. Para designar lo opuesto necesitamos al principio una palabra como no integración. En el infante, la relajación significa no sentir la necesidad de integrarse, mientras da por sentada la función del yo auxiliar de la madre. Para comprender los estados de no excitación en los términos de esta teoría necesitamos una consideración adicional. El término «desintegración» se utiliza para describir una defensa compleja, que consiste en una producción activa de caos como defensa contra la no integración en ausencia del yo auxiliar materno, es decir, contra la angustia inconcebible o arcaica que resulta del fracaso del sostén en la etapa de la dependencia absoluta. El caos de la desintegración puede ser tan «malo» como la inconfiabilidad del ambiente, pero tiene la ventaja de que lo produce el propio bebé y por lo tanto es no ambiental. Está dentro del ámbito de la omnipotencia del bebé. En términos psicoanalíticos, es analizable, mientras que las angustias inconcebibles no lo son. La integración está estrechamente vinculada con la función ambiental del sostén. La integración logra la unidad. Primero aparece el «yo», que incluye «todo lo otro no es yo». Después viene «yo soy, yo existo, yo recojo experiencias, me enriquezco y tengo una interacción introyectiva y proyectiva con el no-yo, como mundo real de la realidad compartida». Se suma lo siguiente: «Alguien me ve o comprende que yo existo». Y después: «Me es devuelta (como un rostro visto en un espejo) la prueba que necesito de que he sido reconocido como un ser». En circunstancias favorables, la piel se convierte en el límite entre el yo y no-yo. En otras palabras, la psique ha empezado a vivir en el soma y se ha iniciado una vida psicosomática individual. El establecimiento de un estado de yo soy, junto con el logro de una residencia o cohesión psicosomática, es un estado de cosas acompañado por un afecto específico de angustia que tiene una expectativa de persecución. Esta reacción persecutoria es inherente a la idea del repudio del «no-yo», que es paralela a la limitación del self unitario en el cuerpo, con la piel como membrana limitadora. En la sintomatología de un tipo de enfermedad psicosomática hay insistencia en la interacción de psique y soma; esta interacción se mantiene como defensa contra la amenaza de una pérdida de la unión psicosomática, o contra una forma de despersonalización. Por manipulación se entiende la provisión ambiental que se corresponde estrechamente con el establecimiento de una asociación psicosomática. Sin una manipulación activa y adaptativa suficientemente buena, realizar la tarea desde dentro bien puede resultar muy arduo, y quizá demuestre que es realmente imposible que ese desarrollo de la interrelación psicosomática quede adecuadamente establecido. La iniciación de la relación objetal es compleja. Sólo puede producirla la provisión ambiental de la presentación del objeto, realizada de un modo tal que el bebé cree el objeto. La pauta es la siguiente: el bebé desarrolla una vaga expectativa que tiene su origen en una necesidad no formulada. La madre adaptativa presenta un objeto o una manipulación que satisface las necesidades del bebé, de modo que éste empieza a necesitar exactamente lo que la madre le presenta. De esta manera llega a tener confianza en ser capaz de crear objetos y de crear el mundo real. La madre le proporciona al bebé un período breve en el cual la omnipotencia es algo que se experimenta. Debo subrayar que al referirme a la iniciación de la relación objetal no estoy hablando de las satisfacciones y las frustraciones del ello, sino de las precondiciones, tanto internas como externas del niño, que establecen una experiencia del yo a partir de un amamantamiento satisfactorio (o de una reacción a la frustración). Resumen Mi objetivo consiste en realizar una exposición esquemática de mi concepción de los inicios del yo. Empleo el concepto de integración del yo y de su lugar en la iniciación del desarrollo emocional del niño, en el niño que está continuamente pasando de una dependencia absoluta a la dependencia relativa y a la independencia. También rastreo los principios de la relación objetal dentro del marco de la experiencia y el crecimiento del bebé. Más adelante trato de evaluar la importancia del ambiente real en las etapas más tempranas, es decir, antes de que el bebé haya separado al «no-yo» del yo. Hago contrastar la fuerza del yo del bebé que obtiene un yo auxiliar de la conducta adaptativa real de la madre, o amor, y la debilidad del yo del bebé para el que la provisión ambiental es deficiente en esta etapa muy temprana. . NOTAS: (1) Conviene recordar que el principio es una suma de principios.