Miedo a la libertad (Erich Fromm), tercera parte

II- LA LIBERTAD EN LA EPOCA DE LA REFORMA

La sociedad medieval y el Renacimiento

Lo que caracteriza a la sociedad medieval, en contraste con la moderna, es la ausencia de libertad individual. Todos se hallan encadenados a una determinada función dentro del orden social (un hombre tenia pocas probabilidades de trasladarse socialmente de una clase a otra). El orden social era concebido como un orden natural, y el ser una parte definida del mismo proporcionaba al hombre un sentimiento de seguridad y pertenencia.
La sociedad medieval no despojaba al individuo de su libertad, porque el «individuo» no existía todavía; el hombre estaba aún conectado con el mundo por medio de sus vínculos primarios, y no se concebía a sí mismo como individuo. No se había desarrollado todavía la conciencia del propio yo individual, del yo ajeno y del mundo como entidades separadas. «El hombre era consciente de sí mismo tan solo como miembro de una raza, pueblo, partido, familia o corporación; tan solo a traves de alguna categoría general» (Jacob Burckhardt).

La estructura de la sociedad y la personalidad del hombre cambiaron en el periodo posterior de la Edad Media. La unidad y la centralización de la sociedad medieval se fueron debilitando. Hay que tener en cuenta que todo este proceso no tenía el mismo significado para el pequeño grupo de los capitalistas ricos que para las masas campesinas o para la clase media urbana. Así, las masas que no participaban del poder y la riqueza del grupo gobernante perdieron la seguridad que les otorgaba su estado anterior, volviéndose un conjunto informe siempre víctimas de las manipulaciones y la explotación de los detentadores del poder; al lado del nuevo individualismo surgió un nuevo despotismo. Estaban así entrelazadas la libertad y la tiranía, la individualidad y el desorden. El Renacimiento no fue una cultura de pequeños comerciantes y de pequeños burgueses, sino de ricos, nobles o ciudadanos. Su actividad económica y su riqueza les proporcionaban un sentimiento de libertad y un sentimiento de individualidad. Pero a la vez esta misma gente había perdió algo: la seguridad y el sentimiento de pertenencia que ofrecía la estructura social medieval. Eran mas libres, pero a la vez se hallaban mas solos.

En la sociedad medieval la organización económica de la ciudad fue relativamente estática.  Las corporaciones se hallaban basadas en la cooperación mutua y ofrecían una relativa seguridad a sus miembros.
El sistema social medieval quedo destruido y con él la estabilidad y la relativa seguridad que ofrecía al individuo. Con los comienzos del capitalismo todas las clases empezaron a moverse. Dejó de haber un lugar fijo en el orden económico que pudiera ser considerado como natural, como incuestionable. El individuo fue dejado solo; todo dependía de su propio esfuerzo y no de la seguridad de su posición tradicional. El papel creciente del capital, del mercado y de la competencia condujo la situación personal de los individuos hacia la inseguridad, el aislamiento y la angustia. Pero hay que tener en cuenta que también fue el capitalismo el que liberó al individuo de la regimentación del sistema corporativo. El individuo se convirtió en dueño de su destino: suyo sería el riesgo pero suyo también sería el beneficio, y el esfuerzo individual podía conducirlo al éxito y a la independencia económica.

RESUMEN: El derrumbamiento del sistema medieval de la sociedad feudal posee un significado capital que rige para todas las clases sociales: el individuo fue dejado solo y aislado. Estaba libre y esta libertad tuvo un doble resultado. El hombre fue privado de la seguridad de que gozaba, del incuestionable sentimiento de pertenencia, y se vio arrancado de aquel mundo que había satisfecho su anhelo de seguridad tanto económica como social. Se sintió solo y angustiado. Pero también era libre de obrar y pensar con independencia, de hacerse dueño de sí mismo y de hacer de su propia vida todo lo que era capaz de hacer, y no lo que le mandaban hacer. Sin embargo, estos dos tipos de libertades poseían una importancia distinta según la situación vital efectiva de los miembros de las diferentes clases sociales, y solamente la clase mas afortunada de la sociedad pudo beneficiarse
de la nueva situación.
Nos encontramos con un carácter ambiguo de la libertad: el hombre es liberado de la esclavitud que entraña los lazos económicos y politicos. También gana en el sentido de la libertad positiva, por el papel activo e independiente que ejerce en el nuevo sistema. Pero a la vez se ha liberado de aquellos vínculos que le otorgaban seguridad y un sentimiento de pertenencia. La vida ya no transcurre en un mundo cerrado cuyo centro es el hombre; el mundo se ha vuelto ahora ilimitado y, al mismo tiempo, amenazador. Sus relaciones con los demás hombres, ahora que cada uno es un competidor potencial, se han tornado lejanas y hostiles; es libre, esto es, esta solo, aislado y amenazado.
La nueva libertad esta destinada a crear un sentimiento profundo de inseguridad, de impotencia, de duda, de soledad y de angustia. Estos sentimientos deben ser aliviados si el individuo ha de obrar con éxito.

El periodo de la Reforma

Es en este periodo histórico cuando surgen el luteranismo y el calvinismo, ofreciendo al individuo soluciones capaces de permitirle hacer frente al sentimiento de inseguridad, que de otro modo hubiera sido insoportable.
La influencia de toda idea o doctrina depende de la medida en que responda a las necesidades psíquicas propias de la estructura del carácter de aquellos hacia los cuales se dirige. Solamente cuando la idea responda a poderosas necesidades psicológicas de ciertos grupos sociales llegara a ser una potente fuerza histórica. Así, la búsqueda compulsiva de la certidumbre, tal como la hallamos en Lutero, no es la expresión de una fe genuina, sino que tiene su raíz en la necesidad de vencer una duda insoportable. Y la solución que proporciona Lutero es análoga a la que encontramos hoy en muchos individuos que no piensan en términos teológicos: el hallar la certidumbre por la eliminacion del yo individual aislado, tornandose en instrumento en manos de un fuerte poder exterior al individuo (para Lutero este poder era Dios).

La duda es el punto de partida de la filosofía moderna; la necesidad de acallarla constituyó un poderoso estímulo para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia modernas. Pero aunque muchas dudas racionales han sido resueltas por medio de respuestas racionales, la duda irracional no ha desaparecido y no puede desaparecer hasta en tanto el hombre no progrese desde la libertad negativa a la positiva: la duda misma no desaparecerá hasta tanto el hombre no supere su aislamiento y hasta que su lugar en el mundo no haya adquirido un sentido expresado en función de sus humanas necesidades.

La concepción del hombre sustentada por Lutero refleja el dilema ya comentado: el hombre se halla libre de todos los vínculos que lo ligaban a las autoridades espirituales, pero esta misma libertad lo deja solo y lo llena de angustia, lo domina con el sentimiento de insignificancia e impotencia individuales. Esta experiencia aplasta al individuo libre y aislado. La teología luterana manifiesta tal sentimiento de desamparo y de duda. La imagen del hombre que Lutero expresa en términos religiosos describe la situación del individuo tal como había sido producida por la evolución general, social y económica.

Pero Lutero hizo algo más que poner de manifiesto el sentimiento de insignificancia que prevalecía en las clases sociales que recibían su predica: también ofreció una solución: el individuo podía tener la esperanza de ser aceptado por Dios no solamente por el hecho de reconocer su propia insignificancia, sino también humillándose al extremo, abandonando todo vestigio de voluntad personal, renunciando a su fuerza individual y condenándola. La relación de Lutero con Dios era de completa sumisión. La «fe» de Lutero consistía en la convicción de que solo a condición de someterse uno podía ser amado.

La personalidad de Lutero, así como sus enseñanzas, muestran ambivalencia con respecto a la autoridad; por un lado, experimenta un extremo temor a ella, y por el otro se rebela contra ella. La teología de Calvino, que debía adquirir para los países anglosajones la misma importancia que la de Lutero para Alemania, muestra en esencia el mismo espíritu, tanto del punto de vista teológico como psicológico. Aun cuando él también se oponga a la autoridad de la Iglesia y a la acepción ciega de sus doctrinas, la religión, según él, está arraigada en la impotencia del genero humano; la humillacion de sí mismo y la destruccion del orgullo del hombre constituyen el leitmotiv de todo su pensamiento: solamente el que desprecia este mundo puede dedicarse a su preparacion para el mundo futuro.

La actividad asume un carácter compulsivo: el individuo debe estar activo para poder superar su sentimiento de duda y de impotencia. Este tipo de esfuerzo y de actividad no es el resultado de una fuerza intima y de la confianza en sí mismo; es, por el contrario, una manera desesperada de evadirse de la angustia. Así, el éxito en la vida terrenal, resultante del esfuerzo, es un signo de salvación.

Esta nueva actitud con respecto a la actividad y al trabajo considerados como fines en sí mismos, puede ser estimada como la transformación psicológica de mayor importancia que haya experimentado el hombre desde el final de la Edad Media. Lo nuevo en la sociedad moderna fue que los hombres estaban ahora impulsados a trabajar, no tanto por la presión exterior como por una tendencia compulsiva interna. Sin duda, el capitalismo no se habría desarrollado si la mayor parte de las energías humanas no se hubieran encauzado en beneficio del trabajo.

Expresado en términos más generales: el proceso social, al determinar el modo de vida del individuo, esto es, su relación con los otros y con el trabajo, moldea la estructura del carácter; de esta se derivan nuevas ideologias (filosoficas, religiosas o políticas) que son capaces a su vez de influir sobre aquella misma estructura y, de este modo, acentuarla, satisfacerla y estabilizarla; los rasgos del carácter recién constituidos llegan a ser, también ellos, factores importantes del desarrollo económico e influyen así en el proceso social. Si bien esencialmente se habían desarrollado como una reacción a la amenaza de los nuevos elementos económicos, lentamente se transformaron en fuerzas productivas que adelantaron e intensificaron el nuevo desarrollo de la economía.

Miedo a la libertad: continuación