Obras de Winnicott: Necesidades ambientales; primeras etapas; dependencia total e independencia esencial (1948)

Necesidades ambientales; primeras etapas; dependencia total e independencia esencial (1948)

Ya me han escuchado en varias charlas. En lo que les dije hasta ahora traté de levantar un edificio, por decir así. Creo que ese edificio (el exterior) es lo que se puede apreciar de las charlas en este momento. (quiero considerar las distintas fases del desarrollo de los niños. Estaba pensando que podríamos compararlas tomando la palabra «moral».

Para los niños que alcanzaron cierta etapa, la de ser humano íntegro, diría que la moral es una transacción. Ellos tienen su propia idea acerca de lo que está bien y lo que está mal, pero, como saben, pueden darse cuenta de que el otro tiene su punto de vista, y entonces muy a menudo se produce una transacción o solución de compromiso. Hay una etapa un poco anterior en la que la moral parece representada por la reparación de la culpa; en este sentido, la culpa es tolerable si algo se hace al respecto. Cuando llegamos a estas cosas más primitivas, la moral se ha vuelto algo tremendo y terrible. No hay transacción: es la vida o la muerte. Si alguien no logró completar algo en estas primeras etapas, nada puede hacerse; esas personas no aceptarán ninguna solución de compromiso, preferirán pasar su vida en un hospital neuropsiquiátrico que ceder. Podemos entender qué significa eso cuando tomamos casos extremos ya sean nuestros o de niños que se las arreglan para sacar la cara por algo en ciertos momentos, por su integridad, por su individualidad, por sus derechos como seres humanos individuales. De todos modos, me parece que hay algo muy feroz en la moral del bebé, y en todo lo nuestro que corresponde a la infancia y al desarrollo infantil más temprano.

Ahora quiero referirme a la introducción de la realidad externa en el bebé humano, y no quiero que me entiendan mal si digo que sé lo que pasa entre una madre y su recién nacido. Un bebé viene al mundo y sin duda suceden muchas cosas de las que no estamos hablando, pero en cierto momento comienza a interesarse en algo externo; hay un vuelco de la personalidad hacia algo del exterior. Empieza a tener hambre. Está dispuesto a aceptar algo que viene de fuera de él y no tiene idea de lo que va a ser, pero tiende una línea hacia algo, la madre. Entonces, está la madre con su pecho, y tiene algo que ofrecerle y parece tan fácil, si uno no lo pensó. El bebé ve y siente lo que hay ahí y lo estimula, y a su vez el bebé estimula al pecho y a todo lo fisiológico, y es verdadero pero no suficiente. Tenemos que advertir que aquí hay una situación muy engañosa, que me hace temblar cuando pienso cuán fácilmente interfieren los médicos y las enfermeras. Está el bebé con su capacidad de alucinar algo, y está la madre, que tiene lo que ella sabe que es bueno para el bebé pero éste aún no lo sabe, y la madre debe ingeniárselas para situarse de modo que lo que el bebé desee encontrar sea efectivamente a ella misma. En tal caso, podríamos decir que se las ingenia para darle al bebé la ilusión de que lo que él obtiene, encuentra y toma es lo que creó a partir de sus propios sentimientos, de su propio poder de alucinar.

Esto, desde luego, es una cuestión de vivencia. La madre organiza de diversas maneras su trato y su contacto con el bebé, pero el asunto sigue adelante, y en el caso corriente, la madre se ha situado muchas veces en la dirección apropiada para el bebé y éste, poco a poco, ha llegado a tener, a partir de la experiencia real, material para alucinar, y se las ingenia para ver el pezón efectivo, y experimenta los detalles del pecho, su olor y todo eso, y gradualmente, a través de un largo y penoso proceso, es capaz de imaginar en qué va a convertirse realmente. Esto es algo que se hace, y cuando se hace con éxito, le da al bebé la base de su salud mental, y es muy difícil que la pierda. Pero nunca el éxito es completo, y ahora veremos qué pasa en el caso de haber fallas.

Las palabras «ilusión» y «realidad» aparecen en los escritos de psicólogos y filósofos… Podríamos afirmar que nos hablan de algo parecido a esto, pero es probable, les decimos, que dejen fuera la base, que es esta experiencia entre la madre y el bebé en los comienzos. No se trata de un concepto teórico. Si no hay dificultades, se le debe algo a alguien; éste es el factor externo. Parecería que pudiera decirse que cierto grado de falla es muy común, y a veces una falla total.

En un nivel muy temprano se produce una escisión de la personalidad, que es uno de los sentidos de la palabra «esquizofrenia». En ese caso el niño tiene dos relaciones con la realidad externa. En una hay sometimiento, el tomar efectivo sobre la base de la sumisión; y luego hay una experiencia puramente imaginaria con una realidad imaginada. En el caso extremo, tiene lugar muy poco contacto, el niño no tiene nada para imaginar salvo lo que está en él mismo, lo que equivale a chuparse el pulgar o hacer movimientos de vaivén, algo muy empobrecido. Por otro lado, puede haber tenido lugar para un bebé un contacto real y una ilusión suficientes para edificar un mundo con mucho dentro que, según podemos reconocer, proviene de nuestra realidad compartida. Y en el caso de que esto haya pasado a constituir un rasgo importante a raíz de un derrumbe posterior, y el niño vuelve a una escisión, con frecuencia tenemos un niño en un mundo extremadamente rico, rico de cosas que conocemos, propias de nuestra realidad compartida.

En los niños se aprecian dos relaciones con la realidad externa. Una parece a veces muy satisfactoria, en el sentido de que el niño toma todo, si hablamos de comida, o, si hablamos de aprendizaje, acepta todo y se comporta bien, pero uno tiene todo el tiempo la sensación de que algo falta, y no le sorprende encontrar, más adelante, que esta relación -que no era con la realidad externa sino con el mundo interno- se derrumba. Quiero referirme a una niña que permaneció dormida tres años, que había vivido durante un largo período en este mundo y luego hizo una regresión y se retiró al suyo. Cuando uno se encuentra con un niño que se retira ya sea por unos minutos, unas semanas o años enteros, le interesa tratar de averiguar qué habrá del mundo externo que todos conocemos en su experiencia interna del mundo.

Si hablamos de Shakespeare y de la capacidad de introducirse en el propio mundo interno, vemos que el mundo interno de Shakespeare era tan rico como el mundo en que vivimos. Todo lo que nos viene de él podría haberse basado en observaciones muy agudas sobre los seres humanos del mundo real. Todo lo que él conoció y sintió se le metió adentro, y cuando pudo sacarlo, lo reconocemos y verificamos. Podemos considerarlo a Shakespeare para mantener un sentido de proporción en esto. Pero si tomamos a un músico como Beethoven también encontraremos que ahí están representadas todas las emociones y los sentimientos y las relaciones humanas, no en persona sino en términos del «vaivén» de las fuerzas de la espontaneidad, sin que aparezcan seres humanos. Si ahora contemplan las actividades de «meterse adentro» de los niños que están al cuidado de ustedes, notarán que algunos no se preocupan mucho porque tienen un rico mundo interno, relacionado con el mundo externo, y su vida es rica; pero otros tienen un mundo interno muy empobrecido, tan separado que uno reconoce en eso una enfermedad.

Tomemos dos niños, ambos preocupados. Uno de ellos no nos inquietará si sabemos que está lleno de riqueza, pero el otro sí si lo sabemos enfermo, si su preocupación carece de riqueza; si en los comienzos no hubo nadie que le diera a este niño lo suficiente como para formarse una ilusión acerca de la realidad. La realidad permaneció para él como algo que nunca podrá ser totalmente aceptado.

En otra ocasión tuve la osadía de hablar acerca de la infancia de Julieta. Ocurre que Shakespeare se tomó el trabajo de decirnos mucho sobre la infancia de Julieta ( 1 ). Quizá no sea ajeno a nuestro tema. La cuestión es si se puede hablar de Shakespeare de esa manera. En el Sunday Times, Desmond McCarthy se enfadó mucho con un psicólogo por haber escrito un libro sobre Hamlet.»¿Cómo puede hablarse de la niñez de alguien que nunca vivió?» Afirmó que el motivo por el cual Shakespeare hizo que Hamlet tuviese un dilema… ¡era que la obra tenía que durar dos horas! Pero lo que yo creo es que cuando tomamos a alguien como Shakespeare, cualquier pequeño detalle de la conversación tiene algo que ver con los temas fundamentales de su obra. No creo que haya incluido el fragmento sobre la infancia de Julieta porque sabía que la primera noche iban a aparecer algunas parteras. Nos cuenta que la madre de Julieta tenía unos 13 años, y la nodriza 14, y el hijo de esta última había muerto y ella amamantó a Julieta. Así nos da a entender que la nodriza tenía mucha dulzura y conocía la diferencia entre amamantar al hijo propio y al de otro. Y Julieta tuvo dificultades semejantes a las de un hijo adoptivo. La nodriza no pudo destetarla hasta que tuvo casi tres años, después de que Julieta mantuvo una conversación espontánea con el marido de la nodriza el día anterior. La criatura había tropezado y caído, y el marido hizo unos comentarios risueños. Y cuando la destetó, no lo hizo de la forma habitual, sino de una manera indirecta, mediante el amargo áloe.

Ami parecer, Shakespeare intenta mostrarnos por qué Julieta debía tener esa división en su temperamento. El sometimiento a su madre y a todos está bien a cambio de lo otro, el romanticismo extremo, por el cual va a suceder lo imposible. Ella va a tener los máximos sentimientos amorosos con alguien que sobrevendrá, lo cual está destinado a terminar en la muerte, y de hecho por envenenamiento. Se ha hablado mucho de que el envenenamiento es una experiencia del pecho, que es bueno porque es malo. Todo esto implica que Shakespeare comprendía la necesidad de retrotraerse a la infancia para explicar la evolución posterior del tipo de vida de una persona. Pero el rico mundo interno de un individuo como Shakespeare tiende puentes entre los mundos interno y externo. Estaba describiendo a alguien que no tenía ningún puente tendido entre el mundo interno y la realidad externa.

Volviendo al asunto de los sentimientos de culpa y la reparación, les comenté qué enorme es lo que ustedes, maestros, brindan cuando se trata de reparar la culpa, al ser una persona o una configuración en la que el niño puede encontrar, con el correr del tiempo, el amor y la agresión y la culpa y la oportunidad de dar. Cuando mencionan cosas primitivas, están hablando de procesos que suceden permanentemente. Hacen mucho por un niño porque no pueden amoldarse a todos los niños. Permitirán que éste tenga algunas cosas pero no otras; pero estando ahí, confiables, les dan la oportunidad de experimentar su propio amor y odio. Ningún niño completa estas experiencias, ellas siguen en el trabajo escolar, donde los usan a ustedes para reforzar el buen comienzo que tuvieron.

Al tratar pacientes, vemos esto ilustrado numerosas veces. Ya les conté antes acerca de la paciente a quien voy a describir.

Durante un largo período no mantuvo ninguna relación conmigo a menos que yo estuviera esperándola, del otro lado de la puerta, cuando ella venía y tocaba el timbre. Yo tenía que estar ahí en ese momento, de un modo muy, muy real. Durante varios meses tuve que dejar de lado todo veinte minutos antes de su llegada, porque si lo hacía teníamos una buena sesión, pero si algo funcionaba mal, no había relación. Era una persona enferma, para ilustrar el caso extremo. Le llevó dos años a esta paciente derrumbarse y enfermar tanto como debía. Cuando acudió por primera vez, estaba aparentemente bien. Mantenía buenas relaciones con todos y todo el mundo la llamaba «mi pequeña amiga» y le decía: «Si hay alguien sano, eres tú». Y al fin, un día se derrumbó, por una enfermedad física que resultó ser producida en cierta forma por ella misma; pero todo esto llevó mucho tiempo. En los comienzos se lo había perdido. Era melliza, y la habían entregado a otra gente; así que yo debía proveerla de algo que nunca había tenido.

Un paciente o niño corriente es alguien que ha tenido una buena posición temprana, y ustedes pueden deslizarse en esa posición y reforzarla convirtiéndola en una posición creada por otras personas, guiando, ampliando y expandiendo su crecimiento; pero si ha habido una falla de entrada tendrán que hacer un trabajo difícil, ser como médicos, y esto sería imposible.

Pregunta: ¿Es importante, entonces, quedarse en la misma escuela varios años?

D. W W.: Es una pregunta interesante. Uno llega a conocer a los niños, todo eso se pierde si uno se va.

Siempre hay víctimas cuando un maestro se va, y un suspiro de alivio de uno 0 dos. Hay fases que los niños deben atravesar. Advertirán que algunos los usan en ciertos momentos con determinados propósitos. Algunos ya no los necesitan más por el momento. Creo que cuando un maestro se va, se crea un montón de trastornos; por otro lado, eso plantea todo el tema de si uno se lleva o no su clase consigo. Los adolescentes son como niños pequeños, con instintos tremendos, instintos que los arrastran, y luego esa particular necesidad de encontrar gente que refuerce lo que hay en su experiencia.

Un caso típico es un muchacho de 17 años que recientemente estaba en dificultades. Dijo en el colegio que debía ver a un psicólogo. Las autoridades del colegio se preocuparon, pero los padres me encontraron a mí.

Cuando vino, el muchacho se quedó mudo y no pasó nada, así que le dije: «Nos veremos alguna otra vez». Un día, me llama por teléfono y me pregunta: «¿Puedo verlo mañana?». Yo sabía que tenía que responderle que sí.

En una situación como ésa, uno o le falla al otro o hace lo correcto. Tuve que reorganizar todos mis planes, como una madre con su minúsculo bebé. Entonces el muchacho vino y tuvimos un encuentro de una hora y media sumamente rico, trabajamos muchísimo y con grandes efectos. Tomó su vida en sus manos, dejó el colegio, consiguió un trabajo en Londres para poder tener un largo tratamiento. Todo dependía de que yo hiciera todo por él en ese momento.

Hay momentos como ése, y otros en que a uno le parece estúpido renunciar a ciertas cosas para satisfacer las necesidades inmediatas del niño.

Pero si miran alrededor, se darán cuenta cuándo los niños están deprimidos… no lo pueden disimular. Si están enfermos, ustedes ya sabrán que si intentan establecer contacto con ellos, no podrán. Tienen que dejarlos que ellos mismos sientan la urgencia, y en ese caso estar disponibles.

Aunque a ustedes se los emplea para que asuman responsabilidad por los niños, mantener una relación con un niño es algo mucho más difícil. Tomemos el caso de un médico en una clínica. Es como si la comunidad tratase de averiguar si se le dará cabida para que haga eso tan difícil de ser un buen médico. Es extraño que los médicos respondan. ¿Por qué suponer que pedirán que se les dé cabida para que los llamen en medio de la noche? Tal vez piensen que de eso extraerán algo muy importante, pero si es cuestionado, renunciarán. Lo mismo pasa con las madres. No van a escoger hacer lo difícil, la responsabilidad de alimentar y criar al bebé, para luego entregárselo al Estado. Lo mismo con los maestros; no todos los maestros asisten a cursos como éste, que tornan su tarea aún más difícil. Quizás alguno pensaba que se la haría más fácil, pero en la práctica o no hay diferencia, o bien a medida que pasa el tiempo uno comprueba que está asumiendo una responsabilidad personal: la de hacer cosas, vivir experiencias con los niños que están a su cuidado; pensar cosas, arriesgar cosas que de otro modo habría soslayado o habría hecho dejándose guiar por un método práctico. Si han venido a este curso, significa que han reflexionado sobre estos temas. Si la psicología es dinámica y aporta algo, en cierto modo agrega tensiones y vuelve las cosas más difíciles. Lo arduo de la psicología es que si uno se sale de los carriles académicos y habla acerca de los sentimientos, esto no puede dejar de perturbarlo. De ahí que no sería una buena idea obligar a todos los maestros a asistir a conferencias de psicología, ya que así se reduciría la ira y el odio y la gente sería menos buena. Tampoco sería conveniente que todas las madres acudiesen a conferencias sobre la psicología de la infancia. Y si les dijesen a todos los artistas y poetas «Deben venir a esta charla sobre psicología», se toparían con terribles sentimientos de su parte, porque los mejores artistas abominan de la psicología.

Notas:

(1) En el acto 1, escena 3, de Romeo y Julieta.