Nuevas formas de lo femenino

Nuevas formas de lo femenino

Por Gloria Aksman

Los tiempos actuales hacen presente una modalidad de goce
sin medida, que en sus manifestaciones se ubica más allá del
falo; desde esa perspectiva nos interrogamos acerca de lo
femenino en juego. Seguimos aquí la tesis de J. A. Miller sobre
la feminización del mundo, como efecto de la hipermodernidad.
¿De qué modo el Otro goce desamarrado del falo se torna
devastador para el cuerpo? Un cuerpo que se presenta, o bien
como suelto, no concernido en el asunto, o bien tomado por
la lógica actual, en agrupamientos caracterizados por el rasgo
de goce (Miller).
De este modo, el diagnóstico diferencial se hace presente en
nuestros consultorios, lejos de su condición de excepción.
La defensa de lo femenino respecto de los derechos civiles
es un fenómeno que no debe leerse solamente desde una
conquista en la posición social, laboral, etc.; fue la base de
la construcción de una subjetividad diferente que introdujo
variaciones en las modalidades de goce y cuyas consecuencias
clínicas no tardaron en hacerse oír en los consultorios.
“¿A dónde se han ido las histéricas de antaño?”, rezaba el
comienzo de la clase del Seminario 24 en la que Jacques
Lacan sitúa el desplazamiento de este síntoma a lo social. Es
una subjetividad donde la posición sexual se puede resumir en
la fórmula “sedición fálica”, que el psicoanalista francés ya había
anticipado en 1960 en el escrito “Subversión del sujeto…”
Dice allí: “¿Deberá alcanzarnos la práctica, que tal vez algún día
tendrá la fuerza de la costumbre, de inseminar artificialmente
a las mujeres en sedición fálica con el esperma de un gran
hombre, para que saquemos de nosotros mismos sobre la
función paternal un veredicto?”[1] No nos deja de asombrar
esta lúcida anticipación de Lacan respecto de lo que acontece
con las vicisitudes del encuentro fallido entre los sexos.
Estamos en una época donde el goce se ha tornado un deber,
un imperativo “¡debes gozar!”. El antiguo desdoblamiento de
la vida amorosa con la que Freud describía la problemática de
los hombres frente a las mujeres, amar a una y gozar de otra,
ya no parece ser más de su exclusividad, y aún más: ellos,
gracias a la ciencia, ya no son condición necesaria para la
procreación. Los hijos no parecen ser más que un objeto que
cotiza en el mercado: a medida y listo para llevar.
Así lo advertía Lacan en 1956: “De una mujer puede salir un
número indefinido de seres. Podrían ser solo mujeres; por
otra parte, pronto llegaremos a ello, ya que los periódicos nos
dicen todos los días que la partenogénesis está en camino
y que las mujeres engendrarán pronto hijas sin ayuda de
nadie”[2]. En noviembre de 2006, los científicos Argentinos
Ester Polak y José Cibelli activaron por primera vez óvulos
humanos sin requerir espermatozoides, lo que puede permitir
obtener células madre sin formar embriones.

La sedición fálica
Las nuevas mujeres que encontramos articuladas a este
significante, no hacen conjunto. No es una nominación que
haga universal, ya sabemos que no hay tal universo de lo
femenino, simplemente destacamos la complicación actual en
la vía del síntoma. No parece tratarse de nuevas modalidades
de la histeria en las que solo cambia el amo de turno donde
hacer jugar la insatisfacción del deseo.
En la época en que el discurso imperante exige hacer posible
lo imposible, en la que parece postularse un sujeto sin deseo,
“lo que queda es un sujeto reflejo de sus propios objetos”[3]. Por
eso, la característica de los nuevos síntomas es que no se
prestan al trabajo con el inconsciente como suposición de
saber acerca de la causa.
La demanda se dirige en forma urgente al Otro diversificado en
la multiplicidad de ofertas al consumidor. Es la época donde
lo femenino, que aparece en su vertiente de goce estragante,
nos autoriza a recurrir al término “sedición fálica” para señalar
que lo que hace de límite a ese goce ha sido por lo menos
declinado cuando no cancelado.
Se desarrolla como síntoma de lo social rechazando toda
medida, y es en esta perspectiva que decir “nuevas mujeres”
tampoco ubica identidad alguna. La búsqueda siempre ilusoria
de una identidad perdida, que nos deja frente a la elección
forzada del rasgo de identificación, tampoco se cumple en
estos casos y así el cuerpo queda ofertado a la fragmentación
del mercado.
Sin embargo, la demanda también sigue evocando del lado
de la histérica esta petición de principios respecto del ser. En
cualquier caso es una cuestión que el analista deberá despejar
cada vez.

Construcción del sujeto
Un plus de trabajo espera al analista. Lo que advertimos cada
vez con más frecuencia es que ese cuerpo fragmentado, víctima
angustiosa de algún ataque clasificado por el DSM, nos aguarda
en la sala de espera habiendo fracasado en su intento de
mantener a raya lo insoportable. Entonces, el plus lo enunciamos
así: hay que transformar esa fragmentación en cuerpo.
Lo que hemos denominado “nuevas mujeres” se puede incluir
en este recorte en la categoría de “nuevos síntomas”, ya que
consideramos que son la emergencia de nuevas modalidades
de exigencia superyoicas de goce.
En esta lógica incluimos tanto el objetivo de hacer existir a LA
mujer sin excepción, o bien aquellas donde la emblemática
fálica brilla por su ausencia, y eso muchas veces sin psicosis. El
cuerpo tomado en la lógica virtual nos muestra las marcas en
la carne como consecuencia de ese discurso. Superyo feroz,
que satisfaciéndose cada vez allí donde no hay respuesta, no
cesa de exigirla.
La exigencia también se dirige al analista para que, sorteando
el tiempo de la transferencia, provea de respuestas pret a
porter satisfaciendo la pretensión de eficiencia del mercado.

La angustia y el deseo del analista
Hay algunas reflexiones que Javier Aramburu nos invita a
realizar en sus conferencias acerca de “El deseo del analista”
y sobre las cuales considero absolutamente pertinente volver.
La cuestión del saber del analista se confronta con la
demanda de eficiencia. Es una época en la que el saber
cotiza en el mercado, y esto no es algo que podamos ignorar
¿Sabrá el analista?
“Ahora, ¿saber qué? –dice J. Aramburu– porque la autoridad
paterna pretendía ser el supuesto que sabía cómo era ser una
mujer. No estamos pues, sobre la nostalgia de lo perdido, sobre
la restitución del padre, sino todo lo contrario, sobre llevar el
deseo hasta lo real de su causa, que dé certeza al sujeto en
tanto le deje un saldo de saber hacer con este deseo. Es decir,
que pueda desear lo que efectivamente quiera.”[4]
Y a partir de una serie de preguntas que dejará abiertas a
nuestra reflexión, nos convoca directamente como analistas
implicados en la posmodernidad, ¿qué respuesta tiene el
analista que tenga valor y peso que no sea un empuje al
goce mortífero? Preguntas que nos alertan acerca de la
particularidad de nuestra presencia en el mercado.
Concluye que es con el saber hacer que atañe al discurso
analítico que el analista se ve nuevamente convocado a tomar
partido por el inconsciente. Esto implica sostener la vía regia
que representa la angustia, que es “esa sensación corporal”, y
por eso nos pone sobre la pista del sujeto.
La urgente demanda de que cese la angustia se manifiesta
también como exigencia del superyo. Eso no espera. Aunque
no la fomentamos, sabemos que no se trata de acallarla
porque consideramos que hay que darle oportunidad al sujeto
para que advenga allí donde “eso goza”.
Implica considerar la posibilidad de construir un sujeto que,
a partir de introducirse en las determinaciones inconscientes,
intente situarse como responsable de su singularidad. En
otras palabras, que interrogue su implicancia en el malestar
que le toca vivir.

Notas
[1] LACAN, J. (1960) “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en
el inconsciente freudiano”, Escritos 2, Buenos AIres, Ed. Siglo XXI,
1988, pág. 792
[2] LACAN, J. (1956) “Las Psicosis” , Seminario III, Ed. Piados, pág.
455.
[3] ARAMBURU, J. (2000)”El deseo del Analista”, Ed. Tres Haches,
pág. 134
[4] ARAMBURU, J. Op.cit. pág.143
Conferencia expuesta durante las jornadas El Psicoanálisis hoy
(12, 13 y 14 de junio, Facultad de Psicología de la Universidad de
Buenos Aires).
Gloria Aksman es Lic. en Psicología, Profesora Adjunta Regular
de Psicopatología, Cátedra II. Coordinadora general de la Práctica
Profesional “El sujeto en la clínica – vicisitudes y obstáculos”

Fuente: INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA – UBA