Obras de Winnicott: Nuevas reflexiones sobre los bebés como personas -1947-

Nuevas reflexiones sobre los bebés como personas – 1 9 4 7 –

EL DESARROLLO del ser humano es un proceso continuo, tanto en el aspecto corporal como en el de la personalidad y la capacidad para las relaciones. Es imposible saltear o frustrar etapas sin efectos nocivos.

La salud es madurez, madurez adecuada a la edad. Si no se tienen en cuenta ciertas enfermedades accidentales, esto resulta aplicable también al cuerpo, y en psicología prácticamente no existen otivos por los que salud y madurez no signifiquen la misma cosa. En otras palabras, en el desarrollo emocional de un ser humano, si no hay tropiezos o distorsiones en el proceso del desarrollo, hay salud.

Eso significa, si estoy en lo cierto, que todo el cuidado que una madre y un padre dedican a su bebé no es simplemente un placer para ellos y para el bebé, -sino también algo absolutamente necesario, sin lo cual el bebé no puede crecer y convertirse en un adulto sano o valioso.

En las cuestiones relativas al cuerpo resulta posible cometer errores que incluso lleguen a provocar raquitismo; y a pesar de ello criar un niño sin ningún defecto peor que el de tener las piernas arqueadas, pero en el aspecto psicológico, un niño privado de algunas cosas bastante comunes pero necesarias, como el contacto afectuoso, inevitablemente resultará perturbado en cierta medida, en su desarrollo emocional, y ello se manifestará como una dificultad personal a medida que crezca. Para plantearlo en otros términos: a medida que un niño se desarrolla y pasa de una etapa a otra en el complejo desarrollo interno y el desarrollo de la capacidad para las relaciones, los padres comprenden que el buen cuidado que le dedicaron constituyó un ingrediente esencial. Esto encierra significado para todos nosotras, pues se deduce que, en tanto seamos razonablemente maduros o sanos como adultos, cada uno de nosotros debe reconocer que alguien proveyó un buen comienzo para nuestra vida. Es este buen comienzo, esta base para el cuidado infantil, lo que intentaré describir.

La historia de un ser humano no comienza a los 5 años, ni a los 2, ni a los 6 meses, sino en el momento de nacer, e incluso antes; y cada bebé es desde el comienzo una persona, y necesita de alguien que lo conozca. Nadie puede llegar a conocer a un bebé tan bien como su propia madre.

Estas dos afirmaciones nos llevan muy lejos, pero ahora, ¿cómo proseguir? ¿Puede la psicología enseñar a ser madre o padre? Creo que este camino no nos lleva a ninguna parte. Estudiemos, en cambio, algunas de las cosas que los padres y las madres hacen naturalmente, y tratemos de explicarles por qué las hacen, para que se sientan más seguros.

Tomaré un ejemplo.

He aquí una madre con su niñita. ¿Qué hace cuando la alza? ¿La agarra por los pies, la arrastra, afuera de la cuna? ¿Sostiene un cigarrillo en una mano mientras la levanta con la otra? Tiene una manera muy distinta de hacerlo. Creo que tiende a advertir a la niña de su intención, que coloca las manos de tal manera que la hace sentir segura antes de moverla; en realidad, obtiene su cooperación antes de levantarla; y entonces la traslada de un lugar a otro, de la cuna a su hombro. ¿No aprieta entonces el bebé contra ella y le acomoda la cabeza en su cuello, de modo que el bebé pueda comenzar a sentirla como una persona?

He aquí a la madre con un bebé. ¿Cómo lo baña? ¿Lo pone simplemente en la máquina de lavar y deja que el proceso de higiene ocurra mecánicamente? De ningún modo. Sabe que el momento del baño es algo especial para ella y para el bebé. Se prepara para disfrutar de él. Realiza eficazmente toda la parte mecánica, controlando la temperatura del agua con el codo, e impidiendo que el bebé se resbale cuando está enjabonado, pero además de todo esto permite que el baño sea una experiencia placentera que enriquece la relación, no sólo de ella con el bebé, sino de éste hacia ella.

Por qué se toma todo ese trabajo? ¿No podríamos decir simplemente, y sin ser sentimentales, que es por amor; que es a causa de que se han desarrollado en ella sentimientos maternales; a causa de la profunda comprensión que tiene de las necesidades de su bebé y que surge de su amor por el?

Volvamos al problema de levantar al bebé. ¿No podríamos decir que, sin ningún esfuerzo consciente, la madre lo hizo todo en etapas? Convirtió el hecho de ser alzada en algo aceptable para su bebita del siguiente modo:

1) advirtiendo al bebé;

2) obteniendo su cooperación;

3) haciéndola sentir segura;

4) llevándola de un lugar a otro y con un simple propósito que ella puede comprender.

La madre se abstiene también de producir un choque al bebé debido a la frialdad de las manos, o de pincharlo cuando le ajusta el pañal.

La madre no involucra al bebé en todas sus experiencias y sentimientos personales. A veces el bebé grita y llora hasta que ella siente impulsos asesinos, pero a pesar de eso lo levanta con el mismo cuidado, sin ánimo de venganza, o por lo menos no demasiado. Trata de no convertir al bebé en la víctima de su propia impulsividad. El cuidado de un niño, como la práctica médica, es una prueba de confiabilidad personal.

Hoy puede ser uno de esos días en que todo sale mal. El hombre de la lavandería llama antes de que la lista esté preparada; suena el timbre de la puerta de calle y alguien llama por la puerta de servicio. Pero una madre aguarda hasta haber recuperado la compostura antes de alzar a su bebé, cosa que hace con su técnica habitual que el bebé llega a conocer como una parte importante de la madre. Su técnica es altamente personal, algo que el bebé busca y reconoce, como su boca, sus ojos, sus colores y su olor. Una y otra vez, la madre maneja sus estados de ánimo, ansiedades y excitaciones en su propia vida privada, y reserva para el bebé lo que pertenece al bebé. Esto proporciona una base sobre la que el bebé puede comenzar a construir una comprensión de eso extremadamente complejo que es una relación entre dos seres humanos.

¿No podríamos decir que la madre se adapta a lo que el bebé puede comprender, que se adapta activamente a sus necesidades? Esta adaptación activa es precisamente el elemento esencial para el crecimiento emocional del bebé, y la madre se adapta a las necesidades del bebé sobre todo al comienzo, en un momento en que sólo pueden apreciarse las circunstancias más simples posibles.

Debo tratar de explicar por qué una madre se toma todo este trabajo, incluso mucho más de lo que puedo incluir en esta breve descripción. Uno de los motivos por los que debo hacerlo es el de que un grupo importante en el mundo psicológico (incluso psicoanalítico) de hoy cree honestamente y enseña que en los primeros seis meses la madre no cuenta mayormente. Se afirma que en los primeros seis meses de vida sólo importa la técnica, y que un hospital o un asilo pueden proporcionar una buena técnica a través de personal especializado.

Estoy seguro de que, si bien es posible enseñar esa técnica e incluso leer sobre ella en libros, el cuidado del propio bebé es enteramente personal, una tarea que nadie puede asumir y realizar con igual eficacia. Mientras los científicos examinan el problema en busca de pruebas que justifiquen su creencia, convendrá que las madres insistan en que ellas son necesarias desde el comienzo. Puedo agregar que mi opinión no está basada en la opinión de las madres, en conjeturas o en una mera intuición; antes bien, es la conclusión que me he visto obligado a sacar después de muchas investigaciones.

La madre se toma todo ese trabajo porque siente (y creo que está acertada al hacerlo) que para que el bebé humano se desarrolle bien y espléndidamente, el cuidado personal desde el comienzo es esencial, y si es posible realizado por la misma persona que ha concebido y llevado al bebé en su seno, la que tiene un interés profundamente arraigado en permitir que se imponga el punto de vista del bebé, y que está dispuesta a ser todo el mundo para ese bebé.

Ello no significa que un bebé de pocas semanas conozca a la madre como lo hará a los seis meses o al año. En los primeros días, lo que percibe es la pauta y la técnica del cuidado materno, y también el detalle de sus pezones, la forma de sus orejas, la cualidad de su sonrisa, el calor y el olor de su aliento.

Desde muy temprano un niño puede tener una idea rudimentaria de una suerte de totalidad de la madre en ciertos momentos particulares. Sin embargo, aparte de lo que puede percibir, el niño necesita que la madre esté continuamente allí como una persona entera, pues sólo como ser humano maduro y entero puede tener el amor y el carácter necesarios para la tarea.

Una vez arriesgué este comentario: «No hay una cosa tal como un bebé», queriendo decir que sí uno se propone describir un bebé, se encontrará siempre con que debe describir a un bebé y a alguien. Un bebé no puede existir solo, sino que constituye una parte esencial de una relación.

También es necesario considerar a la madre. Si la continuidad de la relación con su bebé se interrumpe, se pierde algo que resulta imposible recuperar. El hecho de apartarla de su bebé durante unas cuantas semanas para luego devolvérselo, y esperar que la madre continúe como si la interrupción no se hubiera producido, revela una increíble falta de comprensión en cuanto al papel de la madre. Clasificación de las necesidades

Trataré de clasificar alguna de las formas en que la madre resulta necesaria.

a) En primer lugar, quiero decir que la madre es necesaria como una persona viva. El bebé debe poder sentir el calor de su piel y su aliento, saborear y ver. Esto es de vital importancia. Debe haber pleno acceso al cuerpo vivo de la madre. Sin la presencia viva de la madre la más experta técnica resulta inútil.

Lo mismo ocurre con los médicos. El valor de un clínico general en una aldea es en gran medida el mero hecho de que esté vivo, de que esté allí y sea accesible. La gente sabe el número de la patente de su automóvil, y conoce la forma de su sombrero. Se necesitan años para ser médico, y la carrera puede absorber todo el capital de un padre; pero al final lo realmente importante no es el conocimiento ni la habilidad de un médico; sino el hecho de que la aldea sabe y siente que está vivo y disponible. La presencia física del médico satisface una necesidad emocional. Lo mismo ocurre con la madre, pero en mucho mayor medida.

Aquí se unen el cuidado físico y el psicológico. Durante la guerra, estuve con un grupo de gente que discutía sobre el futuro de los niños que habían sufrido la misma en Europa. Me pidieron una opinión en cuanto a las actitudes psicológicas más importantes que debían asumirse con respecto a esos niños al finalizar la contienda. Me encontré diciendo: «Hay que darles comida». Alguien contestó: «No nos referimos a cosas físicas, sino a cosas psicológicas». Pero seguí pensando que darles comida en el momento adecuado significaría satisfacer su necesidad psicológica. Fundamentalmente, el amor se expresa en términos físicos.

Desde luego, si cuidado físico significa vacunar al bebé, esto nada tiene que ver con la psicología. Un bebé no puede comprender la preocupación médica por evitar una epidemia de viruela en la comunidad, aunque el ataque del médico contra su piel produce, desde luego, llanto. Pero si cuidado físico significa darle 1,a comida adecuada a la temperatura adecuada y en el momento adecuado (adecuado desde el punto de vista del bebé, por supuesto), entonces también es cuidado psicológico. Creo que ésta es una regla útil. El cuidado que un bebé puede apreciar satisface necesidades psicológicas y emocionales, por mucho que parezca estar relacionado con simples necesidades físicas.

En esta primera manera de considerar las cosas, el hecho de que la madre esté viva y el manejo físico proporcionan un ambiente psicológico y emocional esencial, esencial para el temprano crecimiento emocional del bebé.

b) En segundo lugar, la madre es necesaria para presentar el mundo al bebé.

A través de las técnicas de la persona o de la gente que se ocupa del asunto, el bebé toma contacto con la realidad externa, al mundo circundante. A lo largo de toda la vida habrá una lucha constante en este sentido, pero aquí se necesita ayuda sobre todo al comienzo. Explicaré a qué me refiero con algún detalle, porque muchas madres pueden no haber pensado nunca en la alimentación del niño en estos términos; por cierto que médicos y enfermeras rara vez parecen considerar este aspecto de la alimentación. Esto es lo que quiero decir.

Imaginen a un bebé que nunca ha sido alimentado. Aparece el hambre, y el bebé está listo para crear una fuente de satisfacción, pero no hay ninguna experiencia previa que muestre al bebé lo que puede esperar. Si en ese momento la madre coloca el pecho allí donde el bebé está listo para esperar algo, y si se le da tiempo al bebé para que se familiarice con la situación, usando la boca y las manos, y quizás también el sentido del olfato, el bebé «crea» precisamente lo que se puede encontrar allí. El bebé eventualmente tiene la ilusión de que ese pecho real es exactamente el resultado de la creación surgida de la necesidad, la avidez y los primeros impulsos de amor primitivo. La vista, el olfato y el gusto se registran en alguna parte, y después de un tiempo el bebé puede crear algo muy parecido al pecho que la madre le ofrece. Mil veces antes del destete es posible dar al bebé este contacto particular con la realidad externa a través de una mujer, la madre. Mil veces ha existido el sentimiento de que lo deseado fue creado, para descubrir luego que estaba allí. A partir de todo esto se desarrolla la creencia de que el mundo puede contener lo que uno desea y necesita, con el resultado de que el bebé abriga esperanzas en el sentido de que hay una relación viva entre la realidad interna y la externa, entre la creatividad primaria innata y el mundo en general compartido por todos.

Por lo tanto, una alimentación exitosa constituye una parte esencial de la educación del bebé. Del mismo modo, pero no desarrollaré este tema aquí, el niño necesita de la forma materna de recibir las excreciones. El niño necesita que la madre acepte una relación expresada en términos de excreción, una relación que está en su apogeo mucho antes de que el niño pueda contribuir a ella mediante un esfuerzo consciente y de que pueda (quizás a los 3, 4 ó 6 meses) desear dar algo a la madre, debido a un sentimiento de culpa; es decir, a reparar por su ataque ávido.

c) De todo lo que podría decirse, agregaré una tercera manera en que la madre resulta necesaria, la madre misma y no un equipo de excelentes personas especializadas. Me refiero a la tarea materna de desilusión. Una vez que le ha dado al bebé la ilusión de que el mundo puede crearse a partir de la necesidad y la imaginación (lo cual, desde luego, no es posible en cierto sentido, pero preferimos dejar el problema al filósofo), cuando ha establecido la creencia en las cosas y la gente que describí como una base sana para el desarrollo, tendrá que hacer pasar al niño por el proceso de desilusión, que constituye un aspecto más amplío del destete. Lo más aproximado que puede ofrecerse al niño es el deseo de los adultos de tornar las exigencias de la realidad tolerables, hasta que el bebé pueda soportar todo el impacto de la desilusión y hasta que la capacidad creadora pueda desarrollarse a través de la actitud madura y convertirse en una verdadera contribución a la sociedad.

Las «sombras de la prisión» me parecen la descripción poética del proceso de desilusión, y de su dolor esencial. Gradualmente, la madre capacita al niño para aceptar que, si bien el mundo puede proporcionar algo parecido a lo que se necesita y se desea, y que por lo tanto podría crearse, no lo hace automáticamente, ni en el momento mismo en que se experimenta el deseo o surge la necesidad. ¿Se dan cuenta cómo voy pasando gradualmente de la idea de necesidad a la idea de deseo? El cambio indica un proceso de crecimiento y una aceptación de la realidad externa, con el consiguiente debilitamiento del imperativo instintivo.

Temporariamente la madre se ha entregado entera al niño. Al comienzo se ha colocado en sus manos.

Pero, eventualmente, este niño comienza a estar en condiciones de abandonar la dependencia que corresponde a la más temprana etapa, cuando es el ambiente el que debe adaptarse, y puede aceptar dos puntos de vista coexistentes, el de la madre y el propio. Pero la madre no puede privar al niño de sí misma destete, desilusión), a menos que antes haya significado todo para el niño.

No es mi intención afirmar que toda la vida del bebé queda destruida si hay un fracaso real en la etapa del pecho. Desde luego, un bebé puede arreglarse físicamente con la mamadera si se la ofrecen con razonable habilidad, y una madre que se queda sin leche puede hacer casi todo lo necesario mientras le da la mamadera. No obstante, sigue siendo válido el principio de que el desarrollo emocional de un bebé en el comienzo sólo puede construirse a partir de la relación con una persona que debería ser, idealmente, la madre. ¿Qué otra persona puede sentir y proveer lo necesario?