Obras de S. Freud: Escritos breves (1910) – Contribuciones para un debate sobre el suicidio

Escritos breves (1910)

Contribuciones para un debate sobre el suicidio.

I. Palabras preliminares

Señores: Todos han escuchado con gran satisfacción el alegato del educador que no consintió

que gravitase sobre su querida institución una acusación injustificada. Sé que ustedes de todas

maneras no se inclinaban a juzgar, sin más, digna de crédito la inculpación de que la escuela

empuja a sus alumnos al suicidio. Empero, no nos dejemos arrastrar demasiado lejos por

nuestra simpatía hacia la parte aquí agraviada. No todos los argumentos del expositor me

parecen sostenibles. Si el suicidio juvenil no afecta solamente a los alumnos de la escuela

media, sino también a aprendices, etc., esa circunstancia por sí sola no aboga en favor de

aquella; acaso se la deba interpretar diciendo que la escuela media es, para sus educandos, el

sustituto de los traumas que los demás adolescentes encuentran en otras condiciones de vida.

Ahora bien, la escuela medía tiene que conseguir algo más que no empujar a sus alumnos al

suicidio; debe instilarles el goce de vivir y proporcionarles apoyo, en una edad en que por las

condiciones de su desarrollo se ven precisados a aflojar sus lazos con la casa paterna y la

familia. Me parece indiscutible que no lo hace y que en muchos puntos no está a la altura de su

misión de brindar un sustituto de la familia y despertar interés por la vida de afuera del mundo.

No es este el lugar para emprender una crítica de la escuela media en su

conformación presente. Pero acaso estoy autorizado a destacar un único factor. La escuela no

puede olvidar nunca que trata con individuos todavía inmaduros, a quienes no hay derecho a

impedirles permanecer en ciertos estadios de desarrollo, aunque sean desagradables. No

puede asumir el carácter implacable de la vida ni querer ser otra cosa que un juego o

escenificación de la vida {Lebensspiel}.

II. A modo de conclusión

Señores: Tengo la impresión de que a pesar del valioso material aquí presentado no hemos

llegado a una conclusión acerca del problema que nos interesa. Sobre todo, queríamos saber

cómo es posible que llegue a superarse la pulsión de vivir, de intensidad tan extraordinaria; si

sólo puede acontecer con auxilio de la libido desengañada, o bien existe una renuncia del yo a

su afirmación por motivos estrictamente yoicos. Acaso la respuesta a esta pregunta psicológica

nos resultó inalcanzable porque no disponíamos de un buen acceso a ella. Creo que aquí sólo

es posible partir del estado de la melancolía, con el que la clínica nos ha familiarizado, y su

comparación con el afecto del duelo. Ahora bien, ignoramos por completo los procesos

afectivos que sobrevienen en la melancolía, los destinos de la libido en ese estado, y tampoco

hemos logrado comprender todavía psicoanalíticamente el afecto duradero del penar en el

duelo. Pospongamos entonces nuestro juicio hasta que la experiencia haya resuelto esta tarea.

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