Obras de S. Freud: Escritos breves (1910) – Carta al doctor Friedrich S. Krauss sobre Anthropophyteia.

Escritos breves (1910)

Carta al doctor Friedrich S. Krauss sobre Anthropophyteia.

Estimado doctor:

Usted me ha planteado qué valor científico puede a mi juicio reclamar una recopilación de

chanzas, chistes, chascarrillos eróticos. Bien sé que no ignora cómo justificarla usted mismo, y

sólo desea que desde el punto de vista del psicólogo yo testimonie en favor de la utilidad, y aun

de la imprescindibilidad, de ese material.

Trataré de hacer valer aquí sobre todo dos puntos de vista. Si los cuentecillos y chascarrillos

eróticos que usted presenta recopilados en los volúmenes de Anthropophyteia se han producido

y se han seguido contando, ello sólo se debe a que proporcionaban placer a quien los decía y a

su auditorio. No es difícil colegir qué elementos de la pulsión sexual, tan extremadamente

compuesta, han hallado satisfacción de ese modo. Estas pequeñas historias nos dan noticia

directa sobre cuáles pulsiones parciales de la sexualidad han conservado en cierto grupo de

seres humanos particular idoneidad para la ganancia de placer, y así corroboran a la perfección

las conclusiones que impuso la indagación psicoanalítica de personas neuróticas. Permítame

referirme al ejemplo más importante de esta clase. El psicoanálisis nos ha forzado a aseverar

que la región del ano -normalmente, y aun en individuos no perversos– es la sede de una

sensibilidad erógena y en ciertos aspectos se comporta en un todo como un genital. Médicos y

psicólogos a quienes se les habló de un erotismo anal y del carácter anal correspondiente

estallaron en indignación. Anthropophyteia acude en este punto en auxilio del psicoanálisis

mostrando cuán universalmente los hombres se entretienen con lo relativo a esta región del

cuerpo, sus desempeños y hasta el producto de su función. De otro modo, todas esas

pequeñas historias deberían provocar asco en quien las escucha, o bien el pueblo íntegro sería

«perverso» en el sentido de una psychopathia sexualis moralizante. No resultaría difícil mostrar

con otros ejemplos cuán valioso es el material recopilado por los autores de Anthropophyteia

para el conocimiento de la psicología sexual. Y quizás ese valor se vea realzado por la

circunstancia -que en sí misma no constituye una ventaja- de que los recopiladores nada saben

sobre los resultados teóricos del psicoanálisis y han reunido el material sin guiarse por

determinados puntos de vista.

Otra ganancia para la psicología, de naturaleza más amplia, deriva muy en especial del chiste

propiamente erótico, así como de los chistes en general. En mi estudio sobre el chiste [1905c]

expuse que el descubrimiento de lo inconciente de ordinario reprimido en el alma humana

puede, bajo ciertas reservas, convertirse en una fuente de placer y, de esa manera, en una

técnica de la formación de chistes. Hoy llamamos en el psicoanálisis «complejo» a un tejido de

representaciones con el afecto que depende de ellas, y estamos prontos a afirmar que muchos

de los chistes más estimados son «chistes de complejo», y por cierto deben su efecto liberador

y regocijante a la hábil revelación de complejos de ordinario reprimidos. Nos llevaría demasiado

lejos probar aquí esta tesis mediante ejemplos, pero es lícito enunciar, como resultado de tal

indagación, que los chistes eróticos y de otra índole que circulan en el pueblo son excelentes

auxiliares para la exploración de la vida anímica inconciente de los hombres, en un todo

similares en esto a los sueños, así como los mitos y sagas, de cuya valoración el psicoanálisis

ya se ocupa.

Es lícito entonces abrigar la esperanza de que cada vez se reconocerá más claramente el valor

del folklore para la psique, y de que pronto se volverán más estrechos los vínculos entre esa

rama de la investigación y el psicoanálisis.

Cuente usted, estimado doctor, con la seguridad de mi mayor estima.

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