Obras de S. Freud: Materiales del cuento tradicional en los sueños (1913)

Nota introductoria:
El segundo de los dos ejemplos sobre los cuales se informa en este trabajo fue tomado del análisis del «Hombre de los Lobos», quien en el momento de su publicación todavía se encontraba bajo tratamiento con Freud. Toda esta parte del artículo fue incorporada sin modificaciones al historial clínico de aquel, «De la historia de una neurosis infantil» (1918b [1914]), AE, 17, págs. 29 y sigs., donde se prosigue extensamente el análisis del sueño.

James Strachey

No es ninguna sorpresa enterarse también por el psicoanálisis de la significatividad que nuestros cuentos populares han cobrado para la vida anímica de nuestros niños. En algunas personas, el recuerdo de sus cuentos preferidos ha reemplazado a sus recuerdos infantiles propios; han elevado los cuentos tradicionales a la condición de recuerdos encubridores.

Ahora bien, elementos y situaciones provenientes de estos Cuentos tradicionales se hallan a menudo, asimismo, en los sueños. Al interpretar los pasajes respectivos, al analizado se le ocurre el cuento tradicional significativo para aquellos. De tal ocurrencia, muy habitual, daré aquí dos ejemplos. Pero apenas podremos insinuar los vínculos de los cuentos tradicionales con la historia infantil y con la neurosis de los soñantes, corriendo así el riesgo de desgarrar unos nexos valiosísimos para el analista.

I

Sueño de una señora joven que pocos días antes ha recibido la visita de su marido: Está en una habitación toda marrón. A través de una pequeña puerta se llega a una empinada escalera, y por esta entra en la habitación un raro hombrecillo, pequeño, de cabellos blancos, calva y una roja nariz, que se pone a danzar ante ella en la habitación, hace muy cómicos ademanes y luego se vuelve a ir por la escalera. Lleva un vestido gris, que deja ver todas sus formas. (Corrección: Lleva un largo saco negro y unos pantalones grises.)

ANÁLISIS: Las señas personales del hombrecillo se ajustan sin más cambios a su suegro. (ver nota) Pero de pronto se le ocurre el cuento de Rumpelstiltzchen, quien se pone a danzar de manera tan cómica como el hombre del sueño, y así delata su nombre a la reina; pero de tal suerte ha perdido su título sobre el primer hijo de la reina y en su furia se parte a sí mismo por el medio.

El día del sueño ella misma estaba así de furiosa con su marido, y le manifestó: «Podría partirte por el medio».

La habitación marrón ofrece al comienzo dificultades. Sólo se le ocurre el comedor de sus padres, una habitación así revestida de madera marrón, y después narra unas historias sobre camas en las que se duerme muy incómodo de a dos. Hace unos días, cuando la conversación recayó sobre camas de otros países, ha dicho algo muy torpe -con propósito inocente, sostiene-, a raíz de lo cual los presentes echaron a reír a carcajadas.

El sueño ya se ha vuelto inteligible. La habitación de madera (2) marrón es ante todo la cama y, por la referencia al comedor, una cama matrimonial. (3) Ella se encuentra, pues, en el lecho conyugal. El visitante sería su joven esposo, quien tras una ausencia de varios meses ha acudido a ella para desempeñar su papel en el lecho conyugal. Pero, en primer lugar, es el padre del marido, el suegro.

Tras esta primera interpretación se entrevé un contenido puramente sexual situado a mayor profundidad. La habitación es ahora la vagina. (La habitación está dentro de ella; en el sueño es a la inversa.) El hombrecillo que hace sus muecas y se comporta de manera tan cómica es el pene; la puerta estrecha y la empinada escalera confirman que la situación es concebida como una figuración del coito. Estamos habituados a que el niño simbolice al pene, pero comprenderemos que el hecho de que aquí sea aducido el padre como subrogante del pene tiene pleno sentido.

La resolución del resto de sueño que aún falta nos dará total certidumbre en la interpretación. El vestido gris y trasparente se delata a sí mismo como un preservativo. Acaso averiguaríamos que entre los incitadores de este sueño estuvieron unos intereses por prevenir la concepción, unos temores de que esta visita del marido hubiera dejado la semilla para un segundo hijo.

El saco negro: uno así le sienta de perlas a su marido. Ella quiere hacer que lo lleve siempre en lugar de su ropa habitual. Con saco negro, entonces, su marido se ve como a ella le gusta. Saco negro y pantalón gris; en dos estratos diferentes, que se superponen el uno al otro, significa: «Así vestido quiero tenerte. Así me gustas».

Rumpelstilzchen se enlaza con los pensamientos actuales del sueño -los restos diurnos- mediante una bella referencia por oposición. En el cuento, él llega para tomarle a la reina su primer hijo; el hombrecillo del sueño llega como padre porque probablemente ha traído un segundo hijo. Pero Rumpelstilzchen abre también el acceso al estrato más hondo, infantil, de los pensamientos oníricos. El tipejo farsesco cuyo nombre una ni siquiera sabe, cuyo secreto una anhelaría conocer, que es capaz de artificios tan extraordinarios (en el cuento, trasformar paja en oro) … la furia que una le tiene, que en verdad tiene a su poseedor, a quien una envidia por esa posesión, la envidia del pene en las muchachas: he ahí unos elementos cuyo vínculo con las bases de la neurosis, como hemos dicho, sólo indicaremos aquí al pasar. Y al tema de la castración pertenecen también, sin duda, los cabellos cortados del hombrecillo del sueño.

Si en ejemplos trasparentes se estudiara qué hace el soñante con los cuentos tradicionales, y en qué lugar los sitúa, acaso se obtendrían también unas pistas para la interpretación, todavía pendiente, de esos cuentos.

II

Un joven (4) me narró el siguiente sueño. El podía circunscribir temporalmente sus más tempranos recuerdos por la circunstancia de que sus padres se habían mudado de la finca en que vivían a otra poco antes de tener él cinco años; el sueño, que según dijo fue el más antiguo que tuvo, le sobrevino cuando aún se encontraba en la primera finca.

«He soñado que es de noche y estoy en mi cama. (Mi cama tenía los pies hacia la ventana, frente a la ventana había una hilera de viejos nogales. Sé que era invierno cuando soñé, y de noche.) De repente, la ventana se abre sola y veo ton gran terror que sobre el nogal grande frente a la ventana están sentados unos cuantos lobos blancos. Eran seis o siete. Los lobos eran totalmente blancos y parecían más bien como unos zorros o perros ovejeros, pues tenían grandes rabos como zorros y sus orejas tiesas como de perros al acecho. Presa de gran angustia, evidentemente de ser devorado por los lobos, rompo a gritar y despierto. Mi aya se precipita a mi cama para averiguar qué me había ocurrido. Pasó largo rato hasta convencerme de que sólo había sido un sueño, tan natural y nítida se me había aparecido la imagen de cómo la ventana se abre y los lobos están sentados sobre el árbol. Por fin me tranquilicé, me sentí como librado de un peligro y torné a dormirme.

»En el sueño, la única acción fue el abrirse la ventana, pues los lobos estaban sentados totalmente tranquilos y sin hacer movimiento alguno sobre las ramas del árbol, a derecha e izquierda del tronco, y me miraban. Parecía como si hubieran dirigido a mí toda su atención. – Creo que este fue mi primer sueño de angustia. Tenía tres, cuatro, a lo sumo cinco años. Desde entonces, y hasta los once o doce años, siempre tuve angustia de ver algo terrible en sueños».

Además, realizó un dibujo del árbol con los lobos, confirmatorio de su descripción. (5) El análisis del sueño trae a la luz el siguiente material.

El siempre puso este sueño en relación con el recuerdo de que en esos años de su infancia mostraba una angustia intensísima ante la imagen de un lobo figurada en un libro de cuentos tradicionales. Su hermana mayor, que le aventajaba en mucho, solía embromarlo poniéndolo bajo cualquier pretexto ante esa imagen, tras lo cual empezaba a gritar despavorido. La imagen mostraba al lobo erguido en posición vertical, avanzando con una de sus patas traseras, las zarpas extendidas y las orejas tiesas. Cree haber conocido esta imagen como ilustración del cuento «Caperucita Roja». (6)

¿Por qué son blancos los lobos? Esto lo lleva a pensar en las ovejas, de las que había grandes majadas en las proximidades de la finca. En ocasiones el padre lo llevaba a inspeccionar esas majadas y él siempre quedaba muy orgulloso y contento. Luego –según averiguaciones practicadas, es posible que fuera poco antes de este sueño– estalló una peste entre esas ovejas. El padre llamó a un discípulo de Pasteur que inoculó a los animales, pero tras la vacunación morían en cantidades aún mayores.

¿Cómo llegan los lobos a subirse al árbol? Sobre esto se le ocurre una historia que escuchó contar al abuelo. No puede recordar si fue antes o después del sueño, pero su contenido aboga terminantemente en favor de lo primero. He aquí la historia: Un sastre está sentado en su cuarto dedicado a su labor; de pronto la ventana se abre y salta dentro un lobo. El sastre le pega siguiéndolo con la vara … no -se corrige el paciente-; lo toma por el rabo y se lo arranca, de modo que el lobo sale corriendo aterrorizado. Tiempo después el sastre se interna en el bosque y de repente ve acercarse una manada de lobos, de los que se refugia subiéndose a un árbol. Al comienzo los lobos se desconciertan, pero el mutilado, que está entre ellos y quiere vengarse del sastre, propone que se monten uno sobre otro hasta que el último alcance al sastre. El mismo -es un lobo viejo y vigoroso- quiere formar la base de esta pirámide. Así lo hacen los lobos, pero el sastre a todo esto ha reconocido a su castigado visitante y exclama de pronto como aquella vez: « ¡Toma al viejo {Grau} por el rabo! ». El lobo rabón se aterra con este recuerdo, sale disparando y los otros caen dando tumbos.

En este relato aparece el árbol sobre el cual están sentados los lobos en el sueño. Pero contiene también un anudamiento inequívoco al complejo de castración. El lobo viejo fue privado de su rabo por el sastre. Los rabos de zorro de los lobos en el sueño son, entonces, compensaciones de esta falta de rabo.

¿Por qué hay seis o siete lobos? Esta pregunta parecía no tener respuesta hasta que puse en duda que su imagen angustiante pudiera ilustrar en verdad el cuento de Caperucita Roja. Este sólo da ocasión a dos ilustraciones: el encuentro de Caperucita con el lobo en el bosque y la escena en que el lobo está en la cama con la cofia de la abuelita. Por tanto, tenía que esconderse otro cuento tras el recuerdo de la imagen. El mismo descubrió enseguida que sólo podía tratarse de la historia «El lobo y los siete cabritos». En esta se encuentra el número siete, pero también el seis, pues el lobo se come sólo a seis cabritos (el séptimo se había escondido en la caja del reloj). También el color blanco aparece en esta historia, pues el lobo se hace enharinar la pata en casa del panadero después que en su primera visita los cabritos lo reconocieron por la pata gris {grau}. Por lo demás, los dos cuentos tienen mucho en común. En ambos se encuentra el devorar, el abrir la panza, el sacar afuera a las personas devoradas, su sustitución por pesadas piedras, y, por último, en ambos muere el lobo malo. En el cuento de los cabritos aparece, además, el árbol. El lobo, tras el banquete, se echa bajo un árbol y ronca {schnarchen).

A raíz de una circunstancia particular, deberé volver a ocuparme en otro lugar de este sueño, e interpretarlo y apreciarlo a fondo entonces. Es que se trata de un primer sueño de angustia recordado de la infancia, cuyo contenido, entramado con otros sueños que le siguieron pronto, así como con ciertos episodios de la infancia del soñante, despierta un interés de índole muy especial. Aquí nos circunscribirnos al nexo del sueño con dos cuentos tradicionales que tienen mucho en común: «Caperucita Roja» y «El lobo y los siete cabritos». La impresión que estos cuentos tradicionales produjeron en este niño soñante se exterioriza en una auténtica zoofobia que, respecto de otros casos parecidos, se singulariza por el hecho de que el animal angustiante no es un objeto fácilmente accesible a la percepción (como el caballo o el perro), sino que sólo se tiene noticia de él por un relato y un libro ilustrado.

En otra ocasión expondré la explicación de estas zoofobias y la intencionalidad a que responden. (7) Sólo anotaré, anticipándome, que esa explicación armoniza muy bien con el carácter principal que la neurosis de nuestro soñante permite discernir en épocas más tardías de su vida. La angustia frente al padre había sido la más intensa fuerza motora {Motiv} para la contracción de su enfermedad, y la actitud ambivalente frente a cada sustituto del padre gobernaba su vida así como su conducta en el tratamiento.

Si en mi paciente el lobo no fue más que el primer sustituto del padre, cabe preguntarse si el contenido secreto de los cuentos sobre el lobo que devora a los cabritos, y el de Caperucita Roja, es otro que la angustia infantil frente al padre. (8) Por otra parte, el padre de mi paciente tenía la peculiaridad de reprenderlo con el «regaño tierno» que tantas personas muestran en el trato con sus hijos, y en los primeros años, cuando ese padre, más tarde severo, solía jugar con su hijito y mimarlo, bien pudo pronunciar más de una vez la amenaza en broma: «Te como». Una de mis pacientes me refiere que sus dos hijos no podían encariñarse con el abuelo porque este, en sus juegos tiernos, solía asustarlos con que les abriría la panza.

Notas:
1) Salvo el detalle de que el hombrecillo lleva el cabello corto, mientras que el suegro lo lleva largo.

2) Como es sabido, la madera es a menudo un símbolo femenino, materno (materia, Madeira, etc.), Cf. La interpretación de los sueños (1900a), AE, 5, pág. 361.

3) Mesa y cama representan {repräsentieren}, por cierto, al matrimonio. En el bajo latín, para designar la separación legal de los conyuges se empleaba la frase «separatio a mensa et toro» {«separación de mesa y cama»}. En inglés, «bed and board» {«cama y comida»} significa, asimismo, el estado matrimonial. Cf. Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17), AE, 16, pág. 240n.

4) [El «Hombre de los Lobos». Cf. mi «Nota introductoria supra]

5) [Este dibujo se reproduce en «De la historia de una neurosis infantil» (Freud, 1918b), AE, 17, pág. 30.]

6) [«Rotkäpchen», Grimm, 1918, 1, pág. 125, nº 26.]

7) Esta explicación se da en el historial clínico del «Hombre de los Lobos» (1918b).

8) Véase la semejanza, destacada por O. Rank (1912a), entre estos dos cuentos tradicionales y el mito de Cronos.