Obras de S. Freud: Prólogo a la traducción de H. Bernheim, De la suggestion (1888 [1888-89])

Nota introductoria:

El título completo del libro de Bernheim, era De la suggestion et de ses applications á la thérapeutique {De la sugestión y de sus aplicaciones a la terapéutica} (París, 1886; 2º ed., 1887). Un fragmento de la traducción de Freud apareció como adelanto, el 30 de junio de 1888, en Wiener med. Wochenschr,, 38, no 26, págs. 898-900, con el título «Hypnose durch Suggestion» {Hipnosis por sugestión}, y el prólogo de Freud fue publicado en su totalidad, a excepción de sus dos primeros párrafos, los días 20 y 27 de setiembre de 1888 en Wiener med. Blätter, 11, nº 38, págs. 1189-93, y nº 39, págs. 1226-8, con el título «Hypnotismus und Suggestion» {Hipnotismo y sugestión}.

Si bien la portada del volumen lleva la fecha «1888», en realidad la publicación no se completó hasta el año siguiente, como lo revela un «Posfacio del traductor» en la última página: «A raíz de circunstancias personales que afectaron al traductor, la aparición de la segunda parte [el libro se dividía en dos partes] ha sido pospuesta algunos meses más allá de la fecha prometida. Ni siquiera ahora habría llegado a su fin, probablemente, si no fuera porque mi respetado amigo, el doctor Otto von Springer, tuvo la gran amabilidad de hacerse cargo de la traducción de todos los historiales clínicos de la segunda parte, por lo cual le debo mi mayor agradecimiento. Viena, enero de 1889». Nada se sabe sobre esas «circunstancias personales»; se ignora, por ejemplo, si fueron las mismas «causas accidentales y personales» que, más o menos por esa época, impidieron a Freud completar su trabajo en francés sobre las parálisis orgánicas e histéricas (1893c).

Freud sólo agregó unas pocas y muy breves notas del traductor al texto de este volumen, en su mayoría referencias a ediciones alemanas de las obras mencionadas por Bernheim.

En su Presentación autobiográfica (1925d), Freud evidencia cierta confusión acerca de la fecha en que se publicó la presente obra. Luego de relatar su visita a Bernheim en Nancy, que tuvo lugar en el verano de 1889, concluye: «Mantuve con él varios diálogos incitantes, y me comprometí a traducir al alemán sus dos obras acerca de la sugestión y sus efectos terapéuticos» (AE, 20, pág. 17). En verdad, como hemos visto, este libro de Bernheim. ya había sido publicado antes de que él realizara esa visita, El segundo que Freud tradujo -Hypnotisme, suggestion, psychothérapie: études nouvelles {Hipnotismo, sugestión, psicoterapia: nuevos estudios} no se publicó en francés hasta dos años más tarde (París, 1891); la traducción de Freud apareció en 1892 con el título Neue Studien über Hypnotismus, Suggestion und Psychoterapíe (Leipzig y Viena: Deuticke). Este volumen no contuvo ni introducción ni notas del traductor.

En 1896 se dio a la estampa una segunda edición alemana de la primera de estas obras. Dicha edición, como veremos, fue totalmente revisada bajo la supervisión del doctor Max Kahane -uno de los más antiguos adherentes que tuvo Freud-, quien también tomó a su cargo la traducción del segundo volumen de las Leçons du mardi, de Charcot. En esa segunda edición, el presente prólogo fue, no abreviado, como se ha dicho, sino eliminado por entero y remplazado por el breve prefacio que reproducirnos en un «Apéndice».

James Strachey

Es de esperar que los lectores de este libro, ya recomendado calurosamente por el profesor Forel en Zurich, hallarán en él todas aquellas cualidades que movieron al traductor a verterlo en lengua alemana. Comprobarán que la obra de Bernheim, de Nancy, constituye una excelente introducción al estudio del hipnotismo, disciplina esta que el médico ya no tiene permitido descuidar; que en muchos aspectos es sugerente, y en algunos esclarecedora; y que es idónea para destruir la creencia de que el problema de la hipnosis seguiría rodeado, como asevera Meynert, de un «halo de absurdidad».

El logro de Bernheim (y de sus colegas de Nancy, que trabajan en el mismo sentido que él) consiste, justamente, en despojar las manifestaciones del hipnotismo de su rareza, anudándolas a consabidos fenómenos de la vida psicológica normal y del dormir. En la comprobación de los nexos que unen los fenómenos hipnóticos con procesos habituales de la vigilia y del dormir, en el descubrimiento de las leyes psicológicas válidas para las dos series de fenómenos, se sitúa, a mí entender, el principal valor de este libro. Así, el problema de la hipnosis es retrasladado por entero al ámbito de la psicología, y se postula a la «sugestión» como el núcleo y la clave del hipnotismo; además, en los últimos capítulos la significatividad de la sugestión se rastrea en ámbitos externos a la hipnosis. En la segunda parte del libro se ofrecen pruebas de que la aplicación de la sugestión hipnótica brinda al médico un potente método terapéutico -que, por añadidura, parece el más adecuado para combatir ciertas perturbaciones nerviosas, el que mejor respondería a su mecanismo-. Esto dota al libro de un significado práctico totalmente extraordinario; y la insistencia en que la hipnosis, así como la sugestión hipnótica, se puede aplicar a la mayoría de las personas sanas, y no sólo a los histéricos y neurópatas graves, es apropiada para difundir el interés por este método terapéutico entre los médicos, más allá del círculo estrecho de los neuropatólogos.(1)

La causa del hipnotismo ha tenido muy desfavorable recepción entre los hombres rectores de la ciencia médica alemana (si se prescinde de unas pocas autoridades como Krafft-Ebing, Forel y otros). No obstante, es lícito formular el deseo de que los médicos alemanes se ocupen del problema y del procedimiento terapéutico, recordando el apotegma de que en ciencias naturales la decisión última sobre aceptación y desestimación corresponde siempre a la sola experiencia, y nunca a la autoridad sin una experiencia mediadora. Las objeciones que hemos oído hasta ahora en Alemania al estudio y empleo de la hipnosis sólo merecen respeto, efectivamente, por el nombre de quienes las formularon, y no le fue difícil al profesor Forel refutar en un opúsculo todo un conjunto de ellas [1889]. (2)

Un punto de vista como el imperante hasta hace unos diez años en Alemania, que ponía en tela de juicio la realidad de los fenómenos hipnóticos y pretendía explicar los testimonios a ellos vinculados por la conjunción de credulidad -en el observador- y simulación -en los sujetos de experimentación-, hoy ya se ha vuelto imposible gracias a los trabajos de Heidenhain (3) y de Charcot, para mencionar sólo los nombres más grandes entre quienes han sustentado la objetiva realidad del hipnotismo. Lo notan, por otra parte, los más tenaces opositores de la hipnosis, y por eso en sus publicaciones, que siguen trasluciendo nítidamente la inclinación a desconocerla, suelen intentar también hacerse cargo de su explicación, con lo cual admiten la existencia de los fenómenos pertinentes.

Otro punto de vista hostil a la hipnosis la desestima por peligrosa para la salud mental del sujeto de experimentación, y la rotula de «psicosis producida por vía experimental». Ahora bien, probar que la hipnosis provoca en ciertos casos unos efectos nocivos no refuta su utilidad en líneas generales, lo mismo que decesos aislados en la narcosis por cloroformo no prohiben aplicar este con fines de anestesia quirúrgica. Nótese bien, sin embargo, que esta comparación no se puede llevar más allá. El mayor número de casos infortunados en la narcosis por cloroformo lo registran aquellos cirujanos que más operaciones realizan, mientras que la mayoría de los informes sobre efectos nocivos de la hipnosis son de observadores que han trabajado muy poco con ella, y todos los investigadores que disponen de una gran serie de experimentos hipnóticos coinciden en juzgar inocuo este procedimiento. Por tanto, si se quieren evitar los efectos nocivos de la hipnosis, probablemente sólo sea preciso proceder con prudencia, con la seguridad suficiente, y escoger con acierto los casos para hipnotizar. Cabe añadir que poco se adelanta designando « representaciones obsesivas» a las sugestiones y «psicosis experimental» a la hipnosis. Es probable, en efecto, que las representaciones obsesivas hayan de recibir más luz por su comparación con las sugestiones, que a la inversa; y si alguien se arredra ante el sambenito de «psicosis», que se pregunte si nuestro dormir natural tiene menos títulos para ese rótulo, siempre que valiera la pena repartir términos técnicos fuera de su ámbito genuino. No; desde este lado no amenaza peligro alguno a la causa del hipnotismo, y apenas una serie más numerosa de médicos pueden comunicar observaciones como las que se hallarán en la segunda parte del libro de Bernheim, quedará comprobado que la hipnosis es un estado inocuo, y que producirlo es una intervención «digna» del médico.

En este libro se elucida además otro problema, que divide a los partidarios del hipnotismo en dos campos enfrentados. Unos, como portavoz de los cuales aparece aquí Bernheim, aseveran que todos los fenómenos del hipnotismo tienen un mismo origen, a saber: proceden de una sugestión, de una representación conciente, que es instilada en el encéfalo del hipnotizado por un influjo exterior, y acogida en él como si se hubiera generado espontáneamente. Según eso, todos los fenómenos hipnóticos serían fenómenos psíquicos, efectos de sugestiones, Los otros, en cambio, sostienen que el mecanismo de los fen6menos hipn6ticos, o por lo menos de algunos, tiene como base unas alteraciones fisiológicas, vale decir, desplazamientos de la excitabilidad dentro del sistema nervioso sin participación de las partes que trabajan con conciencia; por eso hablan de los fenómenos físicos o fisiológicos de la hipnosis.

Tema de esta polémica es principalmente el «grand hypnotisme», los fenómenos que Charcot ha descrito en histéricos hipnotizados. A diferencia de la conducta de los hipnotizados normales, se sostiene que personas histéricas muestran tres estadios en la hipnosis, cada uno de los cuales se singulariza por un curiosísimo y particular signo distintivo físico (como la colosal hiperexcitabilidad neuromuscular, la contractura sonambúlica (4), etc.) Bien se advierte la significatividad que para este campo de hechos posee la diferencia de concepción antes indicada. Si los partidarios de la teoría de la sugestión están en lo cierto, todas estas observaciones de la Salpètriére pierden valor, y aun pasan a ser unos errores de observación. En tal caso la hipnosis de los histéricos no tendría caracteres propios; el médico podría instilar en sus hipnotizados la sintomatología que él quisiera; por el estudio del grand hypnotisme no averiguaríamos qué alteraciones de la sensibilidad dentro del sistema nervioso de los histéricos se relevan entre sí frente a diversos tipos de intervención, sino sólo qué propósitos sugirió Charcot a sus sujetos de experimentación, de una manera inconciente para él mismo; y esto es algo completamente indiferente para nuestra inteligencia tanto de la hipnosis como de la histeria.

Es fácil inteligir cuál sería el ulterior desarrollo de esta concepción, y cuán cómodo entendimiento de la sintomatología histérica en general prometería. Si la sugestión del médico ha falseado los fenómenos de la hipnosis histérica, es muy posible que ella se haya inmiscuido en la observación de la restante sintomatología histérica, a punto tal que para los ataques, parálisis, contracturas, etc., histéricos, haya establecido unas leyes que sólo se entramarían con la neurosis en virtud de la sugestión y perderían su validez tan pronto como otro médico, en diverso lugar, examinara al histérico. Es la conclusión que se debe extraer en toda lógica, y que en efecto se ha extraído. Hückel (5) expresa su convencimiento de que la primera trasferencia {Transfert} (trasferencia {Übertragung} de la sensibilidad [de una parte del cuerpo] sobre la parte correspondiente del lado opuesto) le fue sugerida al enfermo en cierta oportunidad histórica, y que desde entonces los médicos siguieron produciendo de continuo, por sugestión, este síntoma supuestamente fisiológico.

Estoy persuadido de que en Alemania, donde predomina todavía la tendencia a desconocer toda legalidad en los fenómenos histéricos, esta concepción será muy bienvenida. Así tendríamos un notabilísimo ejemplo de cómo un gran observador, por descuidar el factor psíquico de la sugestión, se vio llevado, de manera artificial y falsa, a crear un tipo [clínico] a partir de la total y arbitraría maleabilidad de una neurosis.

Empero, no es difícil demostrar pieza por pieza la objetividad de la sintomatología histérica. La crítica de Bernheim acaso esté plenamente justificada frente a indagaciones como las de Binet y Féré, y en todo caso se valorizará por el hecho de que en cualquier indagación futura sobre histeria e hipnotismo será indispensable poner conciente cuidado para excluir el elemento sugestivo. Pero los principales puntos de la sintomatología histérica ya no son sospechables de provenir de la sugestión médica; informes de épocas pasadas y de países remotos, compilados por Charcot y sus díscípulos, no dejan subsistir ninguna duda: las particularidades de los ataques histéricos, zonas histerógenas, anestesias, parálisis y contracturas, se han mostrado, en todo tiempo y lugar, tal como lo hicieron en la Salpétriére en la época en que Charcot realizó sus memorables indagaciones sobre la gran neurosis. Y por lo que toca a la trasferencia, que parece particularmente idónea para comprobar el origen sugestivo de los síntomas histéricos, es sin ninguna duda un proceso genuino. Se la observa en casos de histeria que no han sufrido influjo: a menudo se tiene oportunidad de ver enfermos cuya hemianestesia, típica en los demás aspectos, deja incólume un órgano o una extremidad, parte del cuerpo esta que ha permanecido sensible del lado insensible, en tanto que la parte correspondiente del otro lado se ha vuelto anestésíca.

Además, la trasferencia es un fenómeno inteligible en términos fisiológicos; como lo han mostrado indagaciones llevadas a cabo en Alemania y en Francia, no es sino la exageración de un nexo normalmente presente entre partes simétricas, y por eso es posible provocar su rudimentario esbozo en personas normales. Muchos otros síntomas histéricos de la sensibilidad tienen también su raíz en nexos fisiológicos normales, como lo han probado las brillantes indagaciones de Urbantschitsch. No es este el lugar para justificar en detalle la sintomatología histérica, pero es lícito admitir la tesis de que ella es en lo esencial de naturaleza real, objetiva, y no está falseada por la sugestión del observador. Con esto no se contradice que las manifestaciones histéricas obedezcan a un mecanismo psíquico, sino sólo que este no es el mecanismo de la sugestión que el médico ejercería.

Con la demostración de que hay en la histeria unos fenómenos objetivos, fisiológicos, queda salvada también la posibilidad de que el «gran» hipnotismo histérico presente manifestaciones no debidas a la sugestión del investigador. Que realmente existan, tendrá que verificarlo una investigación futura orientada por este punto de vista. A la escuela de la Salpêtrière incumbe, pues, demostrar que los tres estadios de la hipnosis histérica aparecen también en un sujeto de experimentación recién ingresado, con quien el investigador haya observado el más cauteloso de los procedimientos; y no pasará mucho tiempo hasta que lo haga. En efecto, la descripción del grand hypnotisme presenta, desde ya, síntomas que son terminantemente refractarios a ser concebidos como psíquicos. Me refiero al acrecentamiento neuromuscular de la excitabilidad en el estadio letárgico. Quien haya visto cómo en la letargía una presión suave sobre un músculo (sea del rostro o uno de los tres músculos exteriores del oído, que en toda la vida nunca se contraen) pone en tensión tónica a todo el haz muscular afectado por la presión; o cómo una presión ejercida sobre un nervio situado superficialmente revela la distribución terminal de ese nervio; quien tal haya visto, pues, sólo podrá suponer que este resultado tiene que derivar de fundamentos fisiológicos o de un adiestramiento conciente de su meta, y excluirá de las causas posibles, con toda certeza, la sugestión no deliberada. En efecto, la sugestión no puede producir algo diverso de lo que constituye el contenido de la conciencia o ha sido introducido en ella. Ahora bien, nuestra conciencia sólo sabe acerca del resultado final de un movimiento; no sabe nada acerca de la acción y ordenamiento de los músculos singulares, ni de la distribución anatómica de los nervios de aquellos. En un trabajo de próxima aparición (6) mostraré que la característica de las parálisis histéricas se entrama en esta constelación, y que es esta la razón por la cual la histeria no conoce ninguna parálisis de músculos singulares, ninguna parálisis periférica ni parálisis facial de carácter central. Bernheim no habría debido dejar de provocar el fenómeno de la hyperexcitabilité neuromusculaire por la vía de la sugestión, y esta omisión crea una gran laguna en la argumentación que él opone contra los tres estadios.

Existen también fenómenos fisiológicos al menos en el gran hipnotismo histérico. Pero en el pequeño hipnotismo normal, que, como acertadamente lo destaca Bernheim, posee la mayor significatividad para la inteligencia del problema, parece que todos los fenómenos sobrevendrían por el camino de la sugestión, por un camino psíquico; y aun el sueño hipnótico es como tal un resultado de la sugestión. El dormir sobreviene a raíz de la sugestionabilidad normal del ser humano, porque Bernheim ha despertado la expectativa del dormir. Empero, otras veces el mecanismo del dormir hipnótico parece ser diverso. Todo el que haya hipnotizado mucho habrá tropezado con personas a quienes es difícil hacer dormir apalabrándolas, pero en cambio ello se vuelve fácil si uno las hace fijarse (7) por algún tiempo. Más aún: ¿quién no ha vivenciado la caída en dormir hipnótico de un enfermo a quien no se proponía hipnotizar, y que ciertamente no tenía ninguna idea previa sobre la hipnosis? Se hace acostar a un enfermo para practicarle un examen de ojos o de laringe; ni el médico ni el enfermo tienen la expectativa de que este se duerma; pero tan pronto como el reflejo luminoso hiere sus ojos, se duerme y así queda hipnotizado, quizá por primera vez en su vida. Y bien; en ese caso estuvo excluido todo eslabón intermedio psíquico conciente. Es la misma conducta que muestra nuestro dormir natural, que Bernheim, tan certeramente, propone comparar con la hipnosis. Casi siempre producimos el dormir por sugestión, por preparación psíquica y expectativa de él, pero a veces nos sobreviene sin colaboración nuestra, a consecuencia del estado fisiológico de la fatiga. Tampoco se puede hablar en verdad de causación psíquica cuando se hace dormir a los niños acunándolos o se hipnotiza animales mediante sujeción. De este modo hemos llegado al punto de vista que sustentan Preyer y Binswanger en la ReaIenzyklopüdíe de Eulenburg: en el hipnotismo existen fenómenos tanto fisiológicos como psíquicos; la hipnosis puede producirse de una manera o de la otra. Y aun en la descripción que el propio Bernheim. hace de sus hipnosis, hay un factor objetivo, independiente de la sugestión. Si así no fuera, sería preciso, como consecuentemente lo exige Jendrassik (8), que la hipnosis tuviera rostros diversos según la individualidad del experimentador; no se entendería que el acrecentamiento de la sugestibilídad permita discernir una secuencia sujeta a ley, que la musculatura siempre pueda ser influida sólo hacia la catalepsia, y cosas semejantes.

Sin embargo, no podemos menos que admitir, con Bernheim, que la división de los fenómenos hipnóticos en fisiológicos y psíquicos deja una impresión de todo punto insatisfactoria: hace falta con urgencia un eslabón entre ambas series. Es que la hipnosis, se produzca ella de una manera o de la otra, es siempre la misma y muestra idénticos fenómenos; la sintomatología histérica (9) apunta en muchos aspectos a un mecanismo psíquico, que empero no necesita ser el de la sugestión; por último, la causa de la sugestión lleva mucha ventaja a la causa de los nexos fisiológicos, en la medida en que el modo de eficacia de la primera es indubitable y comparativamente trasparente, mientras que no tenemos más noticia sobre los influjos recíprocos de la excitabilidad nerviosa, a los cuales es preciso reconducir los fenómenos fisiológicos. En las puntualizaciones que siguen espero poder indicar la mediación buscada entre los fenómenos psíquicos y fisiológicos.

Creo que el uso oscilante y multívoco de la palabra «sugestión» crea el espejismo de unas tajantes oposiciones que en realidad no existen. Conviene indagar a qué es lícito llamar, en verdad, «sugestión». Por ella se entiende, ciertamente, una variedad del influjo psíquico, y yo diría que la sugestión se singulariza frente a otras modalidades del influjo psíquico -la orden, la comunicación o enseñanza, y otras- por ser despertada a raíz de ella, en un segundo cerebro, una representación cuyo origen no se somete a examen, sino que se acoge como si se hubiera generado espontáneamente en ese cerebro. He aquí ejemplos clásicos de estas sugestiones: El médico dice al hipnotizado: «Su brazo le quedará como yo se lo ponga», y entonces sobreviene el fenómeno de la catalepsia; o torna a levantarle el brazo cada vez que lo dejó caer, y así le hace colegir al paciente que lo desea levantado. Pero otras veces se habla de sugestiones cuando el mecanismo del proceso es evidentemente otro. Por ejemplo, en muchos hipnotizados la catalepsia sobreviene sin intimación alguna; el brazo levantado se mantiene así sin más, o el hipnotizado conserva inmodificada, si no se produce otra intervención, la postura que tenía cuando se durmió. Bernheim llama «sugestión» también a este resultado, pues la postura se sugiere a sí misma su conservación. Pero es evidente que el papel de la incitación externa es menor en este caso que en el anterior, y es mayor el papel del estado fisiológico del hipnotizado, que no deja surgir ningún impulso a alterar la postura. El distingo entre una sugestión psíquica directa y una indirecta -fisiológica- acaso se muestre con más claridad en el ejemplo siguiente. Si digo a un hipnotizado: «Tu brazo derecho está paralizado, no puedes moverlo», he ahí una sugestión psíquica directa. En lugar de esto, Charcot da un ligero golpe sobre el brazo del hipnotizado, o le dice: «Mira ese rostro abominable, dale de palos»; y lo apalea, y el brazo le pende paralizado (10). En estos dos últimos casos, la incitación externa produjo primero una sensación de agotamiento doloroso en el brazo, la que a su turno, de manera autónoma e independiente de la injerencia del médico, sugiere la parálisis -siempre y cuando «sugerir» siga teniendo aplicación aquí-. Con otras palabras: aquí no se trata tanto de sugestiones cuanto de una incitación a autosugestiones, que, como cualquiera advierte ‘ contienen un factor objetivo, independiente de la voluntad del médico, y revelan un nexo entre diversos estados de inervación o de excitación del sistema nervioso. Por vía de tales autosugestiones se generan las parálisis histéricas espontáneas, y la inclinación a ellas caracteriza a la histeria mejor de lo que lo haría la sugestionabilidad por el médico; y aquella no parece correr paralela con esta.

No necesito insistir en que también Bernheim trabaja generosamente con estas sugestiones indirectas, es decir, con incitaciones a la autosugestión. Su procedimiento para hacer dormir, tal como lo describe en las primeras páginas de este libro, es en lo esencial un procedimiento mixto: la sugestión fuerza unas puertas que de todos modos se abrirían poco a poco por sí mismas para la autosugestión.

Las sugestiones indirectas, en las cuales entre la incitación de afuera y el resultado se interpolan una serie de eslabones intermedios oriundos de la actividad propia de la persona sugerida, siguen siendo unos procesos psíquicos, pese a lo cual ya no reciben la plena luz de la conciencia, que sí cae sobre las sugestiones directas. Es que estamos mucho más habituados a prestar atención a las percepciones externas que a los procesos internos. Las sugestiones indirectas o autosugestiones han de llamarse, según eso, unos fenómenos tanto fisiológicos como psíquicos, y la designación «sugerir» tiene el mismo significado que el despertar recíproco de estados psíquicos siguiendo las leyes de la asociación. El cerrar los ojos hace dormir porque se enlaza con la representación del dormir como uno de sus fenómenos concomitantes más frecuentes; un sector de los fenómenos del dormir sugiere los otros que componen la manifestación total. Este enlace reside en la complexión del sistema nervioso, no depende del libre albedrío del médico; no puede subsistir sin- apoyarse en unas alteraciones dentro de la excitabilidad de las partes encefálicas en cuestión, dentro de la inervacíón de los centros vasomotores, etc., e igualmente ofrece una faz psicológica tanto como una fisiológica. Como todo encadenamiento de estados del sistema nervioso, este también admite un decurso en dirección diversa. La representación del dormir puede engendrar los sentimientos de fatiga en los ojos y músculos, y el correspondiente estado de los centros vasomotores; otras veces, el estado de la musculatura o una injerencia sobre los nervios vasomotores pueden por sí solos despertar al durmiente, etc. Sólo cabe decir que sería tan unilateral considerar únicamente el lado psicológico del proceso, como pretender imputar a la meta inervación vasomotora los fenómenos de la hipnosis.

Ahora bien, ¿qué se ha hecho de la oposición entre los fenómenos psíquicos y los fisiológicos de la hipnosis? Tenía significado mientras por «sugestión» se entendía el influjo psíquico directo del médico, que imponía al hipnotizado la sintomatología que se le antojaba; pero pierde ese significado tan pronto se discierne que tampoco la sugestión hace otra cosa que desencadenar series de fenómenos cuyo fundamento son las peculiaridades funcionales del sistema nervioso hipnotizado, y que en la hipnosis entran en vigencia otras propiedades del sistema nervioso además de la sugestionabilidad. Cabría preguntar, aún, si todos los fenómenos de la hipnosis tienen que pasar dondequiera por un ámbito psíquico; en otras palabras, pues es el único sentido que puede tener esta pregunta: si las alteraciones de excitabilidad en la hipnosis afectan siempre al ámbito de la corteza cerebral solamente. Esta reformulación del problema parece decidir ya la respuesta. No es lícito contraponer la corteza cerebral al resto del sistema nervioso, como allí se hace; es improbable que una alteración funcional tan profunda de la corteza cerebral no esté acompañada por unas alteraciones sustantivas en la excitabilidad de las otras partes del cerebro. No poseemos criterio alguno que permitiera separar con exactitud un proceso psíquico de uno fisiológico, un acto en la corteza cerebral de un acto en las masas subcorticales; en efecto, la «conciencia», sea ella lo que fuere, no corresponde a toda actividad de la corteza cerebral, ni siempre en la misma medida a cada una separadamente; no es algo ligado a una localidad dentro del sistema nervioso (11). Creo, entonces, que es preciso desautorizar de plano la pregunta sobre si la hipnosis muestra fenómenos psíquicos o fisiológicos, y someter la decisión a una indagación especial para cada fenómeno singular.

En esta medida, me considero autorizado a decir que la obra de Bernheim, si por un lado rebasa el campo de la hipnosis, por el otro deja sin tocar una parte del tema. Pero en cuanto a lo instructiva y significativa que resulta su exposición del hipnotismo desde el punto de vista de la sugestión, espero que habrán de reconocerlo también sus lectores alemanes.

Viena, agosto de 1888

Apéndice. Prólogo a la segunda edición alemana. (1896)

En la primera edición de este libro en lengua alemana se incluyó un prólogo del traductor que se ha vuelto innecesario reimprimir. Hoy ha cambiado de manera radical la situación científica en que aparecía aquella traducción de De la suggestion, de Bernheim: la duda acerca de la realidad objetiva de los fenómenos hipnóticos se ha acallado; se ha levantado la fatal proscripción que en aquel tiempo sufría todo neuropatólogo que considerara este ámbito de fenómenos digno de un empeño sustantivo y serio. Y tal cambio ha sido en no pequeña medida mérito de este libro, justamente, que abogó por la causa del hipnotismo científico con insuperable poder de convicción.

Cuando se hizo sentir la necesidad de poner por segunda vez al alcance de los lectores alemanes esta obra fundamental del médico de Nancy, el director de la colección y el editor resolvieron, de acuerdo con el autor, eliminar los capítulos que sólo contenían historiales clínicos y terapéuticos. (12) No podían equivocarse en ello: el lado fuerte de la obra de Bernheim no se situaba justamente allí. El doctor M. Kahane tuvo la amabilidad de aliviar a quien esto escribe del trabajo de revisar la nueva edición y acordar su texto con el de la última edición francesa.

Del contenido del prólogo incluido en la primera edición, el traductor sólo querría repetir una puntualización que sostiene hoy como entonces. Echa totalmente de menos en la exposición de Bernheim este punto de vista: la «sugestión» (o, mejor, el logro de ella) es un fenómeno psíquico patológico que ha menester de particulares condiciones para producirse. No ha de desorientarnos, en esta concepción, ni la frecuencia y facilidad de la sugestión, ni el considerable papel que desempeña en la vida cotidiana. La comprobación fáctica de esta última circunstancia ocupa en la obra de Bernheim un espacio tan grande que omite plantear el problema psicológico de saber cuándo y por qué las modalidades normales de influjo psíquico entre los hombres se vuelven sustituibles por la sugestión. Y mientras explica todos los fenómenos del hipnotismo por la sugestión, la sugestión misma permanece enteramente inexplicada, aunque se la rodea de la apariencia de no necesitar ella explicación alguna. Sin duda han advertido esta laguna todos los investigadores que, siguiendo a Forel, se han empeñado en obtener una teoría psicológica de la sugestión.

Viena, junio de 1896

Notas:
1- [Cf. «Informe sobre mis estudios en París y Berlín» (1956a)]
2- [Que luego fue ampliado hasta constituir un libro cuya reseña hizo Freud (1889a)]
3- [Rudolf Peter Heinrich Heidenhain (1834-1897) fue desde 1859 profesor de fisiología e histología en la Universidad de Breslau.]
4- [Charcot hizo algunas consideraciones sobre estos tres estadios del «grand hypnotisme» en la Lección XXII del volumen de conferencias que Freud había traducido poco tiempo atrás (Freud, 1886f, págs. 275 y sigs.).]
5- Hückel, 1888.
6- [En verdad, este articulo no se publicó sino cinco años más tarde (1893c)]
7- [Este término, empleado con frecuencia en la práctica hipnótica con el sentido de «mirar fijamente algo», fue utilizado en psicoanálisis con una acepción diferente; cf. «Un caso de curación por hipnosis … » (1892-93)]
8- Jendrassik, 1886.
9- Los nexos entre histeria e hipnotismo son por cierto muy íntimos, pero no llegan tan lejos como para que sea lícito presentar un ataque histérico común como un estado hipnótico de varios estadios, según lo ha hecho Meynert (1889) en la Sociedad de Medicina de Viena. En esa conferencia parece que se mezclaran nuestras noticias acerca de estos dos estados, pues se habla de cuatro estadios de la hipnosis según Charcot, cuando Charcot mismo sólo conoce tres estadios de ella; y el cuarto estadio, el llamado «somniante», no aparece citado en ninguna parte, salvo por Meynert. En cambio, es cierto que Charcot adjudica cuatro estadios al ataque histérico. [Véase, no obstante, «Histeria» (Freud, 1888b)
10- [Charcot, 1887-88 [Lección VII, caso 1, y Lección XVIII, caso 1,]
11- [Es pertinente citar, en este contexto, una nota al pie agregada por Freud, a modo de crítica, a un pasaje de su traducción del libro de Bernheim: «Creo injustificable e innecesario suponer que la localización de una acción ejecutiva en el sistema nervioso se modifica sí ella es iniciada de manera conciente y luego continuada inconcientemente. Por el contrario, es probable que la porción del cerebro en cuestión pueda operar con un monto variable de atención (o conciencia)».  Véase una puntualización de Breuer en su contribución teórica a Estudios sobre la histeria (1895d), AE, 2, pág, 238. Freud repitió lo que aquí sostiene en la sección 11 de «Lo inconciente» (1915e), AE, 14, pág. 170.]
12- [De hecho, se suprimió alrededor de la mitad del libro; la porción eliminada coincidía, según informa el «Posfacio», con lo que en la primera edición había sido traducido por Von Springer y no por Freud.]