Obras de S. Freud: Trabajos sobre técnica psicoanalítica (Introducción de James Strachey)

Trabajos sobre técnica psicoanalítica. (1911-1915 [1914])

En su contribución a Estudios sobre la histeria (1895d), Freud hizo una circunstanciada descripción del procedimiento psicoterapéutico que había desarrollado a partir de los descubrimientos de Breuer. Ese procedimiento, al que cabría denominar «técnica de la presión sobre la frente», incluía aún considerables elementos de sugestión, si bien avanzaba rápidamente hacia lo que él pronto habría de llamar «método psicoanalítico». Si se examina la lista de los escritos de Freud sobre técnica que incluimos, podrá comprobarse que, prescindiendo de dos trabajos muy esquemáticos de los años 1903 y 1904, durante más de quince años no dio a publicidad ninguna descripción general de su técnica. Lo poco que conocemos del método por él empleado en ese período hay que inferirlo principalmente de consideraciones suyas incidentales -p. ej., en La interpretación de los sueños (1900a)- y, en especial, de lo que se revela en sus tres grandes historiales clínicos de esa época: el de «Dora» (1905e), el del pequeño Hans (1909b) y el del «Hombre de las Ratas» (1909d). (Digamos de paso que los dos últimos se sitúan casi al final de este período de relativo silencio.)

Nos informa el doctor Ernest Jones (1955, págs. 258 y sigs.) que ya en 1908 Freud acariciaba la idea de escribir una Allgemeine Technik der Psychoanalyse {Exposición general de la técnica del psicoanálisis}, de alrededor de cincuenta páginas, treinta y seis de las cuales habían sido escritas a fines de ese año. Pero en ese momento se produjo una interrupción, y resolvió postergar su completamiento hasta las vacaciones veraniegas de 1909. Ahora bien: cuando llegaron estas, tuvo que terminar el trabajo acerca del «Hombre de las Ratas» y preparar su visita a Estados Unidos, con lo cual la obra sobre técnica fue dejada a un lado una vez más. No obstante, ese mismo verano dijo a Jones que proyectaba «un pequeño memorándum de preceptos y reglas de técnica» para distribuirlo privadamente sólo entre sus partidarios más cercanos. A partir de allí, nada más se volvió a saber del tema hasta fines de marzo del año siguiente, cuando leyó en el Congreso de Nuremberg «Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica» (1910d). En este trabajo tocó cuestiones de técnica y anunció que dedicaría «próximamente» sus empeños a una Allgemeine Methodik der Psychoanalyse {Metodología general del psicoanálisis} -presumiblemente una obra sistemática- (cf. AE, 11, pág. 134). Pero, otra vez, si se exceptúa el comentario crítico de unos meses más tarde sobre el psicoanálisis «silvestre» (1910k), hubo una demora de más de dieciocho meses, y no fue sino a fines de 1911 cuando inició la publicación de los seis artículos que a continuación presentamos.

Los cuatro primeros se sucedieron con poco intervalo en los quince meses siguientes (diciembre de 1911 a marzo de 1913). Sobrevino otra pausa, y los últimos dos aparecieron en noviembre de 1914 y enero de 1915, aunque en realidad estaban concluidos a fines de julio de 1914 (poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial). Si bien su redacción abarcó aproximadamente dos años y medio, Freud parece haber estimado que constituían una serie, como se aprecia por la nota al pie inicial del cuarto de ellos y el hecho de que los cuatro últimos tuvieran en su origen un título común; además, en 1918 los reimprimió juntos, con el título «Zur Technik der Psychoanalyse», en su cuarto tomo de artículos breves, Sammlung kleiner Schriften zur Neurosenlehre (Viena, 5 vols., 1906-22). Por ello, en este caso hemos creído conveniente soslayar la cronología e incluir en el presente volumen la serie íntegra de esos seis trabajos.

Estos abarcan gran número de temas importantes, pero difícilmente pueda considerarse que conforman una exposición sistemática de la técnica psicoanalítica. Representan, no obstante, la mayor de las aproximaciones de Freud a una exposición de esa índole, ya que en los veinte años que siguieron a su publicación apenas hizo un par de contribuciones más explícitas en tal sentido: ellas son su examen de los métodos «activos» de tratamiento, en el trabajo que presentó en el Congreso de Budapest (1919a), y una sucinta reunión de consejos prácticos sobre la interpretación de los sueños (1923c). Aparte de ello, tenemos que remitirnos fundamentalmente, como antes, al material que aparece de manera ocasional en sus historiales clínicos, en particular en el análisis del «Hombre de los Lobos» (1918b [19141), que fue más o menos contemporáneo de estos artículos. Cabe agregar, por supuesto, la extensa enunciación de los principios básicos de la terapia psicoanalítica en la 27º y la 28º de sus Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17) -aunque tal vez no corresponda ver en estas un aporte directo a cuestiones técnicas-. En verdad, sólo al final de su vida, en 1937, retornó Freud a esta temática en dos importantes artículos de naturaleza expresamente técnica: «Análisis terminable e interminable» (1937c) y «Construcciones en el análisis» (1937d).

La comparativa exigüidad de los escritos de Freud sobre técnica, así como sus vacilaciones y demoras en torno de los que produjo, sugieren que existía en él cierta renuencia a dar a publicidad esta clase de material. Y realmente parece haber ocurrido así, por varias razones. Sin duda le disgustaba la idea de que los futuros pacientes conocieran demasiado acerca de los detalles de su técnica, y sabía muy bien que ellos leerían con avidez todo cuanto escribiese al respecto. (Como ejemplo de esta renuencia tenemos su ya mencionada propuesta de restringir la circulación de un trabajo sobre técnica a una cantidad limitada de analistas.) (1) Pero, además, era muy escéptico en cuanto al valor que pudiera tener para los principiantes lo que cabría titular «elementos auxiliares para jóvenes analistas». Sólo en el tercero y el cuarto artículos de la serie se encuentra algo que trasluzca esto; en parte porque, como nos dice en «Sobre la iniciación del tratamiento» (1913c), «la extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas intervinientes» (incluida la personalidad del analista) se opone a la fijación mecánica de una regla. Tales reglas sólo tendrían valor si se comprendieran y asimilaran en forma apropiada sus fundamentos; y de hecho una gran proporción de estos artículos está destinada a exponer el mecanismo de la terapia psicoanalítica y, ciertamente, de la psicoterapia en general. Una vez aprehendido ese mecanismo, es posible entender las reacciones del paciente (y del analista) y formarse un juicio acerca de los probables efectos y méritos de cualquier procedimiento técnico.

Empero, como trasfondo de todas sus puntualizaciones sobre la técnica, Freud nunca dejó de insistir en que su apropiado dominio sólo podía adquirirse a partir de la experiencia clínica, y no de los libros; la experiencia clínica con los pacientes, sin duda, pero ante todo la que el analista obtiene de su propio análisis. Freud pensaba, cada vez con mayor convencimiento, que esa era la necesidad primordial de todo analista en ejercicio. Ya había lanzado esta idea, algo tentativamente en un principio, en «Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica» (1910d), AE, 11, pág. 136; la expresa de manera más definida en un artículo de esta serie, y en «Análisis terminable e interminable» (1937c) declara que todo analista debería retomar su propio análisis periódicamente, quizá cada cinco años. Resulta evidente que los trabajos sobre técnica que aquí siguen deben leerse teniendo siempre en vista esta condición que los rige.

Por último, cabe señalar que en la presente serie Freud no hace referencia al problema de que la posesión de un diploma médico sea un atributo no menos indispensable de todo analista. Aquí parece dar por sentado que el analista será médico, y la mayor parte de las veces se dirige a él como tal: abunda en estos escritos la palabra «Arzt» {«médico»}. Freud abordó por primera vez la posibilidad de que surgieran psicoanalistas no médicos en su introducción a un libro de Pfister contemporánea del último de estos trabajos y que se incluyen el presente volumen. Su discusión de este tópico fue muy posterior, en su folleto ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (1926e (2)) y el «Epílogo» a este (1927a). Cabe conjeturar que si hubiese escrito los actuales trabajos en un momento posterior de su carrera, la palabra «Arzt» no habría figurado en ellos con la misma frecuencia. En verdad, en sus dos trabajos más tardíos sobre técnica (1937c y 1937d) no aparece en absoluto: su lugar es ocupado dondequiera por «Analytiker» {«analista»).

James Strachey.

1) Otro ejemplo podría ser la ausencia en sus escritos de un examen cabal de la «contratrasferencia»
2) Digamos al pasar que el capítulo V de esa obra contiene buen número de trozos tomados, a veces casi palabra por palabra, de la presente serie de artículos.