Obras de S. Freud: El chiste y su relación con lo inconciente. Introducción de James Strachey

El chiste y su relación con lo inconciente. (1905)
Der Witz und seine Beziehung zum Unbewussten

Ediciones en alemán

1905 Leipzig y Viena: F. Deuficke, ii + 206 págs.

1912 2º ed. La misma editorial, iv + 207 págs. (Con algunos pequeños agregados.)

1921 3º ed. La misma editorial, iv + 207 págs. (Sin modificaciones.)

1925 4º ed. La misma editorial, iv + 207 págs. (Sin modificaciones.)

1925 GS, 9, págs. 1-269. (Sin modificaciones.)

1940 GW, 6, págs. 1-285. (Sin modificaciones.)

1972 SA, 4, págs. 9-219.

Traducciones en castellano

1923 El chiste y su relación con lo inconsciente. BN (17 vols.), 3, págs. 5-300. Traducción de Luis López-Ballesteros.

1943 Igual título, EA, 3, págs. 7-274. El mismo traductor.

1948 Igual título. BN (2 vols.), 1, págs. 833-947. El mismo traductor.

1953 Igual título. SR, 3, págs, 7-287. El mismo traductor.

1967 Igual título. BN (3 vols.), 1, págs. 825-937. El mismo traductor.

1972 Igual título. BN (9 vols.), 3, págs. 1029-167. El mismo traductor.

Al examinar las relaciones entre los chistes y los sueños, Freud menciona una «ocasión subjetiva que me llevó a considerar el problema del chiste». Dicho brevemente, esa ocasión fue la queja de Wilhelm Fliess, mientras leía las pruebas de imprenta de La interpretación de los sueños en 1899, en cuanto a que en los sueños consignados abundaban demasiado los chistes. Freud ya se había referido a este episodio en una nota al pie de la primera edición del libro (1900a), AE, 4, págs. 304-5; hoy estamos en condiciones de establecer la fecha exacta en que ocurrió, pues contamos con la carta en que Freud respondió a la queja de Fliess. Fue escrita el 11 de setiembre de 1899 en Berchtesgaden, donde daba los toques finales a la obra, y en ella Freud le anuncia que tratará de añadir una explicación acerca de la curiosa presencia, en los sueños, de lo que semejan ser chistes (Freud, 1950a, Carta 118).

Sin duda, este episodio llevó a Freud a prestar mayor atención al tema; pero probablemente no fue el origen de su interés por él. Hay amplias pruebas de que venía meditándolo desde varios años atrás. Lo muestra el propio hecho de que tuviera pronta una respuesta para la crítica de Fliess, y lo confirma la referencia al mecanismo cle los efectos «cómicos», que aparece más adelante en La interpretación de los sueños (AE, 5, pág. 594) y anticipa uno de los puntos principales del capítulo final de la presente obra. Ahora bien, como era inevitable, tan pronto comenzó Freud su íntima investigación de los sueños, le resultó llamativa la frecuencia con que estructuras similares a las de los chistes aparecían figuradas en ellos o en las asociaciones a que daban lugar. La interpretación de los sueños está lleno de ejemplos en tal sentido, aunque quizás el más antigulo registrado sea el sueño «ingenioso» de Cácilie M. sobre el cual informa una nota al pie del historial de Elisabeth von R., en Estuclios sobre la histeria (1895d), AE, 2, pág. 194.

Con independencia de los sueños, ciertos datos indican ei temprano interés de Freud por los chistes. En una carta del 12 de junio de 1897 (1950a, Carta 65), tras relatar a Fliess un chiste sobre dos Schnorrer, le dice: «Te confesaré que en los últimos tiempos he estado reuniendo una serie de anécdotas judías de profunda significación»; meses más tarde, el 21 de setiembre, le narra otra historia judía «de mi colección» (ibid., Carta 69); varias otras aparecen en la correspondencía con Flíess y en La interpretación de los sueños. (Véase, en particular, su comentario acerca de estas anécdotas en AE, 4, pág. 209.) Por supuesto, de esa recopilacíón extrajo los numerosos ejemplos sobre los cuales se basaron en tan amplia medida sus doctrinas.

Otra influencia de cierta importancia en Freud por esa época fue la de Theodor Lípps (1851-1914), profesor de Munich que escribió sobre psicología y estética y a quien se le atribuye haber acuñado el término «Einfühlung» {«empatía»]. Probablemente despertó el interés de Freud por Lipps el trabajo sobre lo inconciente que este último levó en un congreso de psicología (1897) y que dio pie a tina larga discusión en el último capítulo de La interpretación de los sueños (AE, 5, págs. 599 y sigs.). Las cartas a Fliess nos anotician de que en agosto y setiembre de 1898 Freud estaba leyendo un libro anterior de Lipps, GruncItatsachen des Seclenlebens (Los hechos fundamentales de la vida anírníca} (1883), y de nuevo le impresionaron en esta oportunidad sus acotaciones sobre lo inconciente (Freud, 1950a, Cartas 94, 95 y 97). Y cuando ese mismo año apareció otro libro de Lipps, esta vez acerca de un tema más específico, Komik und Humor ILo cómico y el humor}, le sirvió de estímulo, como nos dice a comienzos del presente estudio, para embarcarse en él.

Fue en el terreno así abonado que cayó la semilla del comentario crítico de Fliess, aunque debieron trascurrir todavía varios años antes de que diera fruto.

A lo largo de 1905, Freud dio a publicidad tres escritos importantes: el historial clínico de «Dora» ( 1905e), los Tres ensayos de teoría sexual ( 1905d) y este libro sobre el chiste. En los dos últimos mencionados trabajó de manera simultánea: Ernest Jones (1955, pág. 13) nos dice que tenía los dos manuscritos en mesas contiguas, y seguIn su talante del momento escribía en uno u otro. Fueron publicados casi al mismo tiempo, no se sabe con total certeza cuál de ellos primero. En el código del editor, los Tres ensayos llevan la cifra 1124 y El chiste la cifra 1128; pero según Jones esta última era «errónea (1)», lo cual implicaría que el orden de aparición fue el inverso. No obstante, en el mismo pasaje Jones afirma categóricamente que El chiste «apareció inmediatamente después que el otro libro». La fecha de publicación tiene que haber sido anterior a los comienzos de junio, ya que el 4 de ese mes salió tina larga reseña favorable en el periódico vienés Die Zeit.

La historia ulterior del libro fue muy distinta que la de los otros trabajos fundamentales de este período. Tanto La interpretación de los sueños como la Psicopatología de la vida cotidiana (1901b) y los Tres ensavos fueron ampliados y corregidos en las sucesivas ediciones a punto tal de tornar casi irreconocible lo que en ellos había de la edición original: en cambio. al libro sobre el chiste se le hicieron una media docena de pequeños agregados en la segunda edición, de 1912, y de allí en adelante no hubo ninguna otra modificación. (2)

Es posible que esto se vincule con el hecho de que el presente libro ocupa, en cierto modo, un lugar aparte del resto de los escritos de Freud; así parece haber opinado él mismo. Hay en sus demás obras comparativamente pocas referencias a esta (3); en las Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17) sostiene que «me distrajo un poco de mi camino» (AE, 15, pág. 215), y en la Presentación autobiográlica ( 1925d), AE, 20, pág. 61, afirma en tono levemente peyorativo que fue una «digresión» respecto de su obra sobre los sueños. Pero, luego de un intervalo de más de veinte años, retornó imprevistamente el hilo del asunto en su breve trabajo sobre «El humor» (1927d), donde aplicó, para arrojar nueva luz sobre un oscuro problema, la concepción estructural de la psique que había propuesto poco tiempo atrás.

Ernest Jones dice que de todas las obras de Freud esta es la menos conocida, lo cual es sin duda válido (y nada tiene de sorprendente) para las personas que no leen en alemán.

«Traduttore-Traditore!». Esta frase -uno de los chistes que Freud analiza- podría con propiedad figurar como lema en la portada del presente volumen. Muchas de las obras de Freud plantean graves dificultades al traductor, pero este es un caso especial. Aquí, como en La interpretación de los sueños y en Psicopatología de la vida cotidiana, y quizás en mayor medida, nos enfrentamos con gran número de ejemplos en que hay un juego de palabras intraducible. Y como en los otros casos, todo cuanto podemos hacer es explicar la política, bastante inflexible, que hemos adoptado en esta edición. (4) Dos procedimientos se siguen habitualmente al abordar esos indóciles ejemplos: o se los elimina de plano, o el traductor los remplaza por otros de su propia invención. Ninguno de esos procedimientos parece adecuado en una edición que procura presentar a los lectores el pensamiento de Freud con la máxima exactitud. Nos hemos debido contentar, entonces, con dar las palabras alemanas problemáticas en su forma original, explicándolas con la mayor brevedad posible entre corchetes o en notas al pie. Desde luego, es inevitable que con este método se pierda el efecto del chiste; pero ha de recordarse que en cualquiera de los otros dos procedimientos que hemos mencionado queda fuera una porción (y a veces la más interesante) de las argumentaciones de Freud; y es de presumir que al lector le importan más estas argumentaciones que una momentánea diversión.

Este es un libro pleno de un fascinante material, gran parte del cual no vuelve a aparecer en ningún otro escrito de Freud. Sus minuciosas descripciones de complicados procesos psíquicos no tienen parangón fuera de La interpretación de los sueños, y en verdad son el producto de la misma floración súbita de genio que nos dio aquella gran obra

James Strachey.

Notas:
1) En una comunicación privada, jones atribuyó esta afirmación al propio Freud.

2) En la presente edición se han numerado, para facilitar las referencias, las secciones en que dividió el autor los capítulos largos.

3) Constituye una pequefia excepción el párrafo dedicado a los chistes eróticos en la carta abierta al doctor F. S. Krauss (Freud, 19101» AE, 11, pág. 233.

4) {Las siguientes consideraciones de la edición ingIcsa valen tam bién para la presente versión castellana.}