Obras de S. Freud: Parte II. El sueño (1916 [1915-16]) – 12ª conferencia. Análisis de ejemplos de sueños

1. Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17 [1915-17])

Parte II. El sueño (1916 [1915-16])

12ª conferencia. Análisis de ejemplos de sueños

Señoras y señores: No se desilusionen ahora si les expongo de nuevo retazos de

interpretaciones de sueños, en vez de invitarlos a participar en la interpretación de un buen

sueño grande. Dirán ustedes que luego de tantos preparativos tendrían derecho a ello, y

expresarán su convencimiento de que, tras la interpretación lograda de tantos miles de sueños,

habría debido ser posible hace mucho reunir una colección de ejemplos destacados en que

pudieran demostrarse todas nuestras aseveraciones sobre el trabajo del sueño y los

pensamientos oníricos. Está bien; pero las dificultades que se oponen al cumplimiento del

deseo de ustedes son demasiadas.

Ante todo, debo confesarles que no hay nadie que cultive la interpretación de sueños como su

ocupación principal. Es que, ¿cuándo se llega a interpretar sueños? Ocasionalmente uno puede

ocuparse, sin un propósito particular, de los sueños de una persona amiga, o puede reelaborar

durante un tiempo los sueños propios con miras a adiestrarse para el trabajo psicoanalítico;

pero las más de las veces nos enfrentamos con los sueños de personas neuróticas que están

en tratamiento analítico. Estos últimos sueños son un material excelente, y en modo alguno le

van en zaga a los de personas sanas; empero, por la técnica del tratamiento nos vemos

precisados a subordinar la interpretación de sueños a los propósitos terapéuticos, y a dejar

estar toda una serie de sueños luego de haber sacado de ellos algo útil para el tratamiento (ver

nota(167)). Muchos sueños que emergen durante las terapias se sustraen enteramente a una

interpretación completa. Puesto que nacieron del conglomerado de un material psíquico que

todavía desconocemos, su comprensión será posible sólo después de concluido el tratamiento.

Además, la comunicación de tales sueños haría preciso revelar todos los secretos de una

neurosis; y ello no nos cuadra, entonces, ya que hemos abordado el sueño justamente como

preparación para el estudio de las neurosis.

Y bien; ustedes renunciarían de buena gana a este material y preferirían escuchar la elucidación

de sueños de hombres sanos o de sueños propios. Pero eso no se puede, a causa del

contenido de tales sueños. No es posible desnudarse a uno mismo o desnudar a otro, que ha

depositado en uno su confianza, tan inmisericordiosamente como lo requeriría la interpretación

en profundidad de sus sueños, que, como ustedes ya saben, atañen a lo más íntimo de la

personalidad. Aparte de esta dificultad para procurarse el material, hay otra relativa a la

comunicación. Ya han visto ustedes que el sueño se le aparece al soñante mismo como algo

ajeno, ni qué decir a otro que no conozca a la persona del soñante. Nuestra bibliografía no es

pobre en buenos y detallados análisis de sueños; yo mismo he publicado algunos en el marco

de historias clínicas(168); quizás el más bello ejemplo de interpretación de un sueño es el

comunicado por Otto Rank [1910a], sobre dos sueños entrelazados de una joven, que,

impresos, ocupan unas dos páginas; pero su análisis abarca 76 páginas. Yo necesitaría tal vez

un semestre íntegro para guiarlos a través de un trabajo así. Cuando se aborda un sueño

comparativamente más largo y más desfigurado, es forzoso aportarle tantos esclarecimientos,

aducir tanto material de ocurrencias y recuerdos, introducirse por tantos atajos, que una

conferencia sobre él resultaría enteramente inabarcable e insatisfactoria. Debo rogarles, por

eso, que se conformen con algo más accesible: la comunicación de pequeños fragmentos de

sueños de personas neuróticas en que puede individualizarse, aisladamente, esto o aquello. Lo

más fácil es ilustrar los símbolos oníricos y, además, ciertas peculiaridades de la figuración

regresiva en los sueños. Respecto de cada uno de los que siguen les indicaré la razón por la

cual los juzgué dignos de comunicarse (ver nota(169)).

1. Un sueño consta sólo de dos breves imágenes: Su tío fuma un cigarrillo, a pesar de que es

sábado. Una mujer lo acaricia y lo mima [al soñante] como si fuera su hijo.

Sobre la primera imagen, el soñante (es judío) observa que su tío es un hombre piadoso, nunca

ha hecho ni haría algo pecaminoso de esa naturaleza. Sobre la mujer de la segunda imagen, no

se le ocurre nada más que su madre. Estas dos imágenes o pensamientos, es evidente, han de

ponerse en relación recíproca. Pero, ¿cómo? Puesto que él ha impugnado expresamente la

realidad de la acción del tío, es sugerente introducir un «si». «Si mi tío, ese hombre santo,

fumara un cigarrillo el sábado, entonces me sería lícito dejarme acariciar por mi madre». Esto

significa, a todas luces, que el mimarse con la madre sería algo tan prohibido como el fumar en

sábado para el piadoso judío. Como recuerdan ustedes, les dije que en el trabajo del sueño se

dejan de lado todas las relaciones entre los pensamientos oníricos; estas son resueltas en su

materia prima, y es tarea de la interpretación el reintroducir los vínculos omitidos.

2. Por mis publicaciones sobre el sueño he pasado a ser en cierto sentido un consultor público

en estos asuntos, y desde hace muchos años recibo, de los más diversos lugares, cartas

donde se me comunican sueños o se los somete a mi juicio. Quedo agradecido, desde luego, a

todos aquellos que agregan al sueño suficiente material para posibilitar una interpretación, o la

dan ellos mismos. Ahora bien, a esta categoría pertenece el siguiente sueño de un estudiante

de medicina de Munich, de 1910. Lo expongo porque puede mostrarles cuán inasequible a la

comprensión es, en general, un sueño antes de que el soñante nos haya dado sus referencias

sobre él. En el fondo, lo sospecho, ustedes consideran que la interpretación de sueños por

remplazo del significado simbólico es la ideal, y querrían dejar de lado la técnica de la

asociación; me propongo sacarlos de ese pernicioso error.

«13 de julio de 1910: Hacia la mañana, sueño: Ando por las calles de Tubinga en bicicleta

cuando un dachshund» de pelaje pardo se me abalanza por detrás furioso y me muerde un

talón. Un poco más allá desmonto, me subo a una grada y empiezo a descargar una lluvia de

golpes sobre la bestia, que no quiere soltar. (No tengo sentimientos desagradables por la

mordedura ni por toda la escena.) Enfrente, están sentadas un par de damas ancianas que me

miran con sorna. Entonces despierto y, como ya me ha sucedido muchas veces en ese

momento del tránsito a la vigilia, el sueño íntegro me es claro».

En este caso, poco se consigue con símbolos. Pero el soñante nos informa: «En este último

tiempo me he enamorado de una muchacha sólo de verla por la calle, pero no se me ha

presentado la oportunidad de entablar relación con ella. La más grata para mí habría podido ser

el dachshund, tanto más cuanto que soy gran amigo de los animales, y esta cualidad la he

notado con simpatía también en la muchacha».

Agrega que repetidas veces, con gran habilidad y provocando a menudo el asombro de los

espectadores, ha intervenido para separar perros trenzados en furiosa pelea. Nos enteramos

también de que la muchacha que le gusta se dejaba ver siempre en compañía de ese perro en

particular. Ahora bien, en el sueño manifiesto la muchacha fue omitida; sólo permaneció el

perro, asociado con ella. Quizá las damas ancianas que lo miran con sorna ocupan el lugar de

la muchacha. El resto de su comunicación no basta para esclarecer este punto. El hecho de

que en el sueño ande en bicicleta es una repetición directa de la situación recordada. Siempre

había encontrado a la muchacha del perro andando él en bicicleta.

3. Cuando alguien ha perdido a un deudo querido, hasta mucho tiempo después produce

sueños de un tipo particular, en que el conocimiento de esa muerte y el ansia de revivir al

muerto conciertan el más asombroso de los compromisos. Ora el difunto está muerto y no

obstante sobrevive porque no sabe que está muerto y, si lo supiera, fenecería del todo; ora está

medio muerto y medio vivo, y cada uno de estos estados tiene sus indicios particulares. Sería ¡lícito llamar a estos sueños simplemente disparatados; en efecto, el resucitar no es para el

sueño más inadmisible que, por ejemplo, para el cuento tradicional, en el que aparece como

una peripecia ordinaria. Hasta donde he podido analizarlos, los sueños de esta índole son

susceptibles de una solución racional, pero el piadoso deseo de revivir al muerto se las ingenia

para trabajar con los más extraños medios. Les presento un sueño de estos, que suena harto

extraño y disparatado y cuyo análisis les ofrecerá mucho de aquello para lo cual se han ido

preparando mediante nuestras puntualizaciones teóricas. He aquí el sueño de un hombre que

hacía varios años había perdido a su padre:

El padre es finado, pero lo exhumaron y se te ve mal aspecto. Desde entonces sobrevive, y el

soñante lo hace todo para que él no lo note. (Después el sueño pasa a otras cosas, en

apariencia muy distantes.)

El padre es finado, eso lo sabemos. Que lo exhumaron, no corresponde a la realidad, que

tampoco cuenta para todo lo demás. Pero el soñante refiere: Después que estuvo de regreso

del sepelio de su padre, empezó a dolerle un diente. Quiso tratar a ese diente según el precepto

de la doctrina judía: «Si tu diente te fastidia, arráncalo»; y se fue a casa del dentista. Pero este

dijo: «Un diente no se arranca; uno debe tenerle paciencia. Le pondré algo para matarlo;

pasados tres días vuelva usted, y entonces le extraeré eso».

Ese «extraer», dice el soñante de súbito, eso es el exhumar.

¿Tendrá razón el soñante? Eso no encaja del todo, sólo aproximadamente, pues el diente

mismo no se extraerá, sino algo de él, lo muerto. Pero, según indican otras experiencias, hay

que creerlo al trabajo del sueño capaz de tales inexactitudes. Entonces, el soñante habría

condensado al padre finado con el diente muerto y, no obstante, conservado; los habría

fusionado en una unidad. Y no cabe asombrarse de que después en el sueño manifiesto

aparezca algo sin sentido, pues no puede convenir al padre todo lo que se dice del diente. Pero,

en definitiva, ¿dónde estaría el tertium comparationis entre diente y padre, que posibilita esa

condensación?

Y tiene que ser así, sin embargo, pues el soñante prosigue diciendo que para él es muy claro:

cuando uno sueña con la caída de un diente, eso significa que perderá a un miembro de la

familia.

Sabemos que esta interpretación popular es errónea o, por lo menos, sólo es correcta en un

sentido burlesco. Tanto más nos sorprenderá descubrir el tema así abordado tras los otros

fragmentos del contenido del sueño.

Y bien, sin que medie otra exhortación, el soñante empieza a contar sobre la enfermedad y la

muerte del padre, así como sobre su relación con él. El padre sufrió una larga enfermedad, el

cuidado y el tratamiento del enfermo le costaron a él, el hijo, mucho dinero. Y, no obstante,

nunca le molestó demasiado, nunca se impacientó, jamás tuvo el deseo de que ojalá terminara

de una vez. Se gloria de una genuina piedad judía hacia el padre, de la observancia estricta de la

ley judaica. ¿No nos salta a la vista ahí una contradicción dentro del pensamiento perteneciente

al sueño? El había identificado diente y padre. Con el diente quería proceder de acuerdo con la

ley judía, que conllevaba el veredicto de arrancarlo si deparaba dolor y fastidio. También con el

padre pretendía haber procedido según el precepto de la ley, que aquí, empero, ordenaba no

reparar en gastos ni en molestias, tomar sobre sí toda la carga y no dejar que emergiese ningún

propósito hostil hacia el objeto que deparaba el dolor. ¿La concordancia no sería mucho más

estricta si él realmente hubiera desarrollado hacia su padre enfermo sentimientos parecidos a

los que tuvo hacia su diente enfermo, vale decir, hubiera deseado que una pronta muerte ojalá

pusiera fin a su existencia superflua, dolorosa y costosa?

Yo no dudo de que esta fue, de hecho, su actitud hacia el padre durante la penosa enfermedad

de este, y que los presuntuosos aseguramientos de su devota piedad están destinados a

desviarlo de estos recuerdos. En tales condiciones, el deseo de muerte contra el progenitor

suele devenir activo y encubrirse con la máscara de una consideración caritativa, tal como: «No

sería sino un alivio para él». Pero observen bien ustedes que aquí hemos superado una barrera

dentro mismo de los pensamientos oníricos latentes. El primer sector de ellos fue sin duda

inconciente sólo de manera temporaria, es decir, durante la formación del sueño; pero las

mociones hostiles hacia el padre debieron de haber sido inconcientes permanentemente (ver

nota(170)); quizá provenían de épocas infantiles y, durante la enfermedad del padre, en

ocasiones se colaron, tímidas y disfrazadas, en la conciencia. Con mayor certeza todavía

podemos aseverar esto de otros pensamientos latentes que han prestado inequívocas

contribuciones al contenido del sueño. Es que de las mociones hostiles hacia el padre nada se

descubre en el sueño. Pero si pesquisamos en la vida infantil de un sujeto la raíz de esa

hostilidad hacia el padre, recordamos que el miedo a él nace porque ya en años tempranos ha

contrariado las prácticas sexuales del muchacho, como en general se ve forzado a hacerlo

nuevamente, por motivos sociales, en el período que sigue al advenimiento de la pubertad. Esta

relación con el padre se aplica también a nuestro soñante; en su amor hacia él iban mezcladas

una buena cuota de respeto y de angustia, que emanaban de la fuente de la intimidación sexual

temprana.

Ahora bien, por el complejo del onanismo se explican las otras frases del sueño manifiesto. Se

le ve mal aspecto alude, ciertamente, a un dicho ulterior del dentista, a saber, que a uno se le ve

mal aspecto cuando le falta un diente en ese lugar; pero al mismo tiempo remite a la mala

apariencia por la cual, en la pubertad, el joven delata o teme delatar su desmedida actividad

sexual. No sin verdadero alivio el soñante apartó de sí esa mala apariencia en el sueño

manifiesto desplazándola sobre el padre, una de las inversiones del trabajo del sueño que ya

ustedes conocen. Desde entonces sobrevive coincide con el deseo de resurrección, así como

con la promesa que le hizo el dentista de que el diente se conservaría. En extremo refinada,

empero, es la frase «el soñante lo hace todo para que él (el padre) no lo note», enderezada a

inducirnos a completarla: «que él es finado». Pero el único completamiento que posee sentido

deriva, otra vez, del complejo del onanismo, donde es obvio que el joven lo hace todo para

ocultar al padre su vida sexual. Recuerden, para concluir, que a los llamados sueños por

estímulo dentario debemos interpretarlos siempre por referencia al onanismo y a la punición que

se teme a causa de él.

Ahora ven ustedes el modo en que se produjo este sueño incomprensible: mediante el

establecimiento de una condensación extraña y despistante, mediante la omisión de todos los

pensamientos que constituían el centro de la ilación de pensamiento latente, y mediante la

creación de formaciones sustitutivas multívocas para los más profundos y los más alejados en el tiempo de estos pensamientos (ver nota(171)).

4. Ya hemos intentado repetidas veces asir el secreto de esos sueños sobrios y triviales que no

traen consigo nada disparatado o extraño, pero con respecto a los cuales se plantea esta

pregunta: ¿Por qué se sueña con algo tan insignificante. Quiero presentarles por eso un nuevo

ejemplo de este tipo: tres sueños interrelacionados, que una joven dama tuvo en una misma

noche.

a. Ella cruza el vestíbulo de su casa y se golpea la cabeza contra la araña, que pende muy baja,

provocándose una hemorragia.

Ninguna reminiscencia, nada que haya sucedido en la realidad. Su referencia sobre esto nos

guía por caminos enteramente diversos. «Usted sabe cómo se me cae el cabello. «Hija -me dijo

ayer mi madre-, si eso sigue así te quedará la cabeza como un trasero»». Por ende, la cabeza

hace las veces aquí del otro remate del cuerpo. A la araña, sin auxilio alguno, podemos

comprenderla simbólicamente: todos los objetos susceptibles de alargamiento son símbolos del

miembro masculino. Por tanto, se trata de una hemorragia en el remate inferior del cuerpo,

nacida del choque con el pene. Y esto, todavía, podría ser multívoco; sus ulteriores ocurrencias

muestran que está en juego la creencia de que la hemorragia menstrual nace del comercio

sexual con el hombre -una parte de la teoría sexual que goza de mucho crédito entre las

muchachas inmaduras-.

b. Ve en la viña un profundo foso, del que sabe que nació(172) por el desarraigo de un árbol.

Sobre esto, su observación de que el árbol le falta ahí. Arguye que en el sueño no ha visto al

árbol, pero esa misma frase, en su literalidad, sirve para la expresión de otro pensamiento, que

confirma enteramente a la interpretación simbólica. El sueño remite a otra parte de las teorías

-sexuales infantiles: la creencia de que las niñas tuvieron originariamente los mismos genitales

que los varones, y que su conformación posterior ha nacido de la castración (desarraigo de un

árbol).

c. Está frente al cajón de su escritorio, y se lo conoce tan a fondo que enseguida sabe si alguien

anduvo ahí. El cajón de! escritorio es, como todo cajón, cesta, caja, un genital femenino. Ella

sabe que los indicios del comercio sexual (y según cree, también del toqueteo) pueden

reconocerse en los genitales, y durante largo tiempo ha temido por el cuerpo del delito. Creo

que el acento, en todos estos tres sueños, está puesto en el saber. La soñante se acuerda del

tiempo de su investigación sexual infantil, de cuyos resultados estaba orgullosísima entonces

(ver nota(173)).

5. De nuevo una muestrita de simbolismo. Pero esta vez tengo que anticipar, en un breve

informe preliminar, la situación psíquica. Un señor que ha pasado una noche de amor con una

mujer pinta a su compañera como una de aquellas naturalezas maternales en las que el deseo

de tener un hijo impregna irresistiblemente el trato amatorio con* el hombre. Las circunstancias

de esa cita, empero, obligaron a una precaución en virtud de la cual la eyaculación fecundante

no alcanzó el regazo femenino. Esa noche, al despertar, cuenta la mujer un sueño, que es este:

Un oficial con una capa roja la persigue por la calle. Huye de él, sube volando la escalera, y él

siempre atrás. Sin aliento se mete en su casa y cierra tras sí las puertas con cerrojo. El se

queda ahí fuera y, lo ve a través de la mirilla, se sienta sobre un banco y llora.

Bien reconocen ustedes, en la persecución por el oficial de la capa roja y en la subida sin

aliento, la figuración del acto sexual. La soñante se cuida del perseguidor: considérenlo un

ejemplo de las inversiones que el sueño usa tan a menudo, pues en realidad fue el hombre el

que evitó completar el acto de amor. De igual modo, ella desplaza su duelo sobre el compañero;

él es quien llora en el sueño, con lo cual al mismo tiempo se alude a la eyaculación.

Sin duda habrán oído decir alguna vez que en el psicoanálisis se asevera que todos los sueños

poseen significado sexual. Ahora ustedes mismos están en condiciones de formarse un juicio

sobre la incorrección de este reproche. Han tomado conocimiento de los sueños de deseo, los

que tratan de la satisfacción de necesidades evidentísimas, del hambre, de la sed, de la

añoranza por la libertad; los sueños de comodidad y los de impaciencia, y también los de pura

codicia y egoísmo. Pero que los sueños muy desfigurados expresan predominantemente

-aunque no, digámoslo otra vez, de manera exclusiva- deseos sexuales, he ahí algo que

pueden, empero, guardar en la memoria como resultado de la investigación psicoanalítica.

6. Tengo un motivo especial para acumular ejemplos del uso de símbolos en el sueño. En

nuestra primera reunión me lamenté de lo difícil que es hacer demostración pública del

psicoanálisis y, por tanto, despertar convencimiento en su enseñanza. Desde entonces,

ustedes habrán convenido conmigo en ello. Ahora bien, las diversas tesis del psicoanálisis

forman una trama tan apretada que el convencimiento puede extenderse con facilidad desde un

punto hasta una parte mayor del todo. Podría decirse del psicoanálisis que si se le da el dedo

meñique, él se toma toda la mano. Quien halló obvio el esclarecimiento de las operaciones

fallidas ya no puede, en buena lógica, restar fe a todo lo demás. Un segundo punto de abordaje,

igualmente asequible, se nos ofrece en el simbolismo onírico. Les presentaré el sueño, ya

publicado, de una mujer de pueblo cuyo marido es policía y que, claro está, no ha oído ni hablar

de simbolismo onírico y psicoanálisis. juzguen ustedes por sí mismos si su explicitación con el

auxilio de símbolos sexuales puede llamarse arbitraria y forzada.

… Alguien entró con violencia en la casa y yo clamé angustiosamente por un policía. Pero este,

en compañía de dos pícaros, se ha ido a una iglesia a la que se sube por varios escalones.

Tras la iglesia había un monte y en lo alto un bosque espeso. El pol icía tenía casco, alzacuello y

manto. Llevaba barba entera, oscura. Los dos pillastres que van amigados con el policía tenían

delantales recogidos y anudados a la cintura, a modo de bolsas. De la iglesia sale un camino

que lleva al monte. A los lados había pasto y había malezas que se iban espesando hasta

hacerse en la cumbre del monte un bosque en serio (ver nota(174)).

Los símbolos usados los reconocen ustedes sin dificultad.

Los genitales masculinos están figurados por una trinidad de personas; los femeninos, por un

paisaje con iglesia, monte y bosque. De nuevo encuentran ustedes los escalones como símbolo del acto sexual. Lo que en el sueño, es llamado «monte», también en anatomía se dice así,

mons veneris, monte de Venus.

7. De nuevo un sueño que ha de solucionarse por remplazo de símbolos, y digno de nota y

probatorio por el hecho de que el soñante mismo los ha traducido a todos, aunque en su bagaje

no tenía ninguna clase de conocimientos teóricos previos para la interpretación de sueños. Esta

conducta es bien insólita, y las condiciones a que responde no se conocen con precisión (ver

nota(175)).

Va de paseo con su padre por un lugar que seguramente es el Prater (176), pues se ve la

rotonda, y en su parte frontal un pequeño pórtico donde hay fijado un globo cautivo que, empero,

parece bastante flojo. Su padre le pregunta para qué está allí todo eso; a él le asombra la

pregunta, pero se lo explica. Después llegan a un patio donde hay tirada una gran plancha de

hojalata. Su padre quiere sacarse un gran pedazo, pero avizora en torno para cerciorarse de

que nadie lo ve. El le dice que no necesita sino decírselo al guardián, y después puede tomarse

lo que quiera. Desde ese patio una escalera desciende hasta un pozo, cuyas paredes tienen un

blando acolchado, como de un sillón de cuero, Al final de ese pozo hay una plataforma más

extensa, y después empieza un nuevo pozo…

El propio soñante interpreta: «La rotonda son mis genitales; y el globo cautivo antepuesto es mi

pene, cuya flojedad me da motivo de queja». Así, ahondando la traducción, estamos autorizados

a decir que la rotonda es la cola -que el niño por regla general incluye en los genitales-, y el

pequeño pórtico antepuesto, el escroto. En el sueño, el padre le pregunta qué es todo eso, vale

decir, le inquiere por el fin y el funcionamiento de los genitales. Esto nos sugiere invertir la

situación, de modo que sea él quien pregunta. Puesto que en la realidad nunca preguntó eso a

su padre, debemos aprehender el pensamiento onírico como deseo o quizá tomarlo en sentido

condicional: «Si yo hubiese pedido esclarecimiento sexual a mi padre. . .». Muy pronto

encontraremos, en otro pasaje, la continuación de este pensamiento.

El patio donde está tirada la hojalata no debe entenderse en primera instancia simbólicamente,

sino que proviene del local donde tiene el negocio su padre. Por discreción he remplazado por

«hojalata» el verdadero material con que trafica su padre, pero sin modificar en ninguna otra

cosa la literalidad del sueño. El soñante entró en el negocio de su padre y le repugnaron

muchísimo las prácticas más bien deshonestas con que se granjea parte de la ganancia. Por

eso la continuación del pensamiento consignado sería: «(Si yo le hubiera preguntado), me

habría engañado, como engaña a sus clientes». Para el sacarse, que permite figurar la

deslealtad comercial, el propio soñante proporciona la segunda explicación: significa el

onanismo. Esto no sólo es claro para nosotros desde hace mucho, sino que también concuerda

muy bien que el secreto del onanismo se exprese por lo contrario (se puede hacerlo en público).

Y todo hacía esperar que la actividad onanista habría de atribuirse al padre, como lo fue la

pregunta en la primera escena del sueño. Al pozo lo interpreta sin vacilar, teniendo en cuenta el

blando acolchado de las paredes, como la vagina. Que el descender o el subir por escaleras

quiere describir el coito dentro de la vagina, yo lo introduzco por mi propia cuenta.

En cuanto a los detalles de que al primer pozo le siga una plataforma más extensa y después

un nuevo pozo, él mismo da una explicación biográfica. Copuló durante cierto período, luego

dejó de hacerlo a consecuencia de ciertas inhibiciones, y ahora espera volver a hacerlo con

ayuda del tratamiento (ver nota(177)).

8. Los dos sueños que siguen, de un extranjero con gran disposición a la poligamia, se los

comunico para documentar el aserto de que el yo propio aparece en todos los sueños, aun en

aquellos casos en que se lo ha ocultado para el contenido manifiesto. En estos sueños, los

baúles son símbolos de mujer.

a. El parte de viaje, su equipaje es acomodado en un coche para llevarlo a la estación, muchos

baúles amontonados, entre ellos, dos grandes y negros, como baúles de muestrario. Dice

consoladoramente a alguien: «Bueno, estos viajan conmigo hasta la estación, nomás».

Y en realidad, él viaja con sobrado equipaje, pero también sobradas historias de mujeres aporta

al tratamiento. Los dos baúles negros {schwarz} corresponden a dos mujeres de tez oscura

{schwarz} que en la actualidad desempeñan el papel principar en su vida. Una de ellas quiso

emprender viaje siguiéndolo a Viena; llevándose de mi consejo, él la hizo desistir por telegrama.

b. Una escena en la aduana: Otro viajero abre su baúl en la aduana, y dice, pitando

distraídamente un cigarrillo: «Ahí dentro no hay nada». El funcionario de aduana parece creerle,

no obstante rebusca otra vez dentro y halla algo muy particularmente prohibido. El viajero dice

entonces, resignado: «No hay nada que hacerle».

El mismo es el viajero, y yo el funcionario de aduana. Pese a ser en lo demás muy sincero en

sus confesiones, se había propuesto callarme una relación que él acababa de entablar con una

dama, porque tenía razones para suponer que ella no me era desconocida. La situación penosa

de serle pillado el cuerpo del delito la desplaza sobre una persona extraña, de suerte que él

mismo parece no estar presente en este sueño.

9. Ahora un ejemplo de un símbolo que todavía no he mencionado:

El se topa con su hermana en compañía de dos amigas, que a su vez son hermanas. Le da a

las dos la mano, pero a su hermana no.

Ningún anudamiento con un evento real. Sus pensamientos lo llevan más bien a una época en

que le dio que pensar la observación de que el busto de las muchachas se desarrolle tan tarde.

Las dos hermanas son entonces los pechos, que él de buena gana aprisionaría con la mano,

siempre que no fuera su hermana.

10. Ahora un ejemplo del simbolismo de la muerte en el sueño:

Marcha con dos personas cuyos nombres sabe, pero que al despertar ha olvidado, por una

pasarela de hierro, muy alta, empinada. De pronto esos dos desaparecen y él ve a un hombre

fantasmal con capa y uniforme de lienzo. Le pregunta si es el mensajero del telégrafo… No. ¿Es el carretero? No. Sigue avanzando entonces, y todavía en sueños tiene gran angustia y, tras

despertar, prosigue el sueño con la fantasía de que el puente de hierro de pronto se rompe y él

se precipita al abismo.

Personas acerca de las cuales se insiste que son desconocidas o que uno ha olvidado sus

nombres son la mayoría de las veces muy allegadas. El soñante tiene dos hermanos; si acaso

les hubiera deseado a ambos la muerte, bien justificado estaría que le afligiera por ello la

angustia de muerte. Sobre el mensajero del telégrafo observa que esos individuos siempre

anuncian desgracias. Por el uniforme también podría haber sido un farolero, quien por cierto

apaga los faroles, tal como el genio de la muerte extingue las antorchas. Con el carretero asocia

el poema de Uhland sobre el viaje por mar del rey Karl, y le viene a la memoria un peligroso viaje

por las aguas del lago con dos camaradas, en el cual cumplió el papel que hace el rey en el

poema(178).Sobre el puente de hierro, se le ocurre un accidente habido en los últimos tiempos,

y el tonto giro idiomático: «La vida es un puente colgante» (ver nota(179)).

11. Como otro ejemplo de figuración de la muerte, valga el siguiente sueño:

Un señor desconocido entrega para él una tarjeta de visita festoneada de negro.

12. El siguiente sueño les interesará por múltiples aspectos, aunque tiene como una de sus

premisas un estado neurótico [del soñante]

El viaja por ferrocarril. El tren se detiene en descampado. El cree que está por producirse un

accidente, hay que pensar en escaparse, va por todos los vagones del tren y mata a todos los

que le salen al paso, al inspector, al maquinista, etc.

Sobre esto, el recuerdo del relato de un amigo. En una línea del ferrocarril, en Italia, se

trasportaba a un demente en un compartimiento, pero, por descuido, se asignó lugar junto a él a

un viajero. El loco mató al compañero de viaje. El se identifica entonces con este loco y funda

su reclamo a ello con la representación obsesiva que de tiempo en tiempo lo tortura: ha de

«eliminar a los testigos», a todos ellos. Pero después halla una motivación aun mejor, que lleva

a la ocasión del sueño. Ayer en el teatro volvió a ver a la muchacha a quien quería desposar,

pero de la que se ha apartado porque le daba motivo de celos. Por la intensidad con que lo

asaltaban los celos, habría sido realmente loco querer desposarla. Esto es: la juzga tan infiel

que se habría visto forzado a matar por celos a todos cuantos se le cruzaran en el camino. Del

marchar por una serie de habitaciones, de vagones en este caso, ya hemos tomado

conocimiento como símbolo del estar casado(180) (opuesto a monogamia).

Sobre la detención del tren en descampado y el temor a un accidente, cuenta: Cierta vez,

cuando en un viaje por ferrocarril aconteció una repentina parada fuera de estación, una joven

dama, compañera de viaje, declaró que quizás era inminente un choque y la precaución más

atinada era ponerse con las piernas para arriba. Ahora bien, este «las piernas para arriba» había

jugado también un papel en los muchos paseos y escapadas al campo que él había emprendido

con aquella muchacha en el dichoso tiempo del amor primero. Nuevo argumento de que tendría

que estar loco para desposarla ahora. Que en él había un deseo de estar loco, por mi

conocimiento de la situación pude suponerlo con certeza.

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