Obras de S. Freud: Psicopatología de la vida cotidiana. Olvido de nombres y de frases

Olvido de nombres y de frases. (1)

Experiencias como las que acabamos de consignar, sobre el proceso de olvido de un elemento dentro de una frase en lengua extranjera, son aptas para despertar nuestro apetito de saber si el olvido de frases en la lengua materna pide un esclarecimiento esencialmente diverso. La gente no suele asombrarse de que sólo con modificaciones y lagunas pueda reproducir, pasado algún tiempo, una fórmula o una poesía aprendidas de memoria. Pero como ese olvido no afecta en igual medida a todo lo que se aprendió entramado, sino que parece desflecar sólo elementos singulares, bien podría merecer la pena someter a indagación analítica algunos ejemplos de tales reproducciones defectuosas.

Conversaba conmigo un colega más joven, y manifestó la conjetura de que el olvido de poesías en la lengua materna podría estar motivado de manera semejante al olvido de elementos aislados dentro de una frase en lengua extranjera, al tiempo que se ofreció como objeto de indagación. Le pregunté con qué poesía quería hacer la prueba, y eligió «La novia de Corinto» (2), poema este al que amaba mucho y del que creía conocer de memoria por lo menos algunas estrofas. Al comienzo de la reproducción le salió al cruce una incertidumbre en verdad llamativa. Preguntó: «¿Quiere decir que él «viajó desde Corinto a Atenas» o que «viajó a Corinto desde Atenas»?». También yo vacilé por un momento, hasta que señalé, sonriendo, que el título del poema, «La novia de Corinto», no dejaba subsistir ninguna duda sobre el camino recorrido por el joven. Luego, la reproducción de la primera estrofa sobrevino sin tropiezos, o al menos sin llamativa falsificación. Después del primer verso de la segunda estrofa, mi colega pareció rebuscar un instante; enseguida retomó su. recitado:

«¿Mas habrá de ser él acaso bienvenido ahora que cada día trae algo nuevo?

Pues sigue siendo, con los suyos, un pagano, y ellos son cristianos y están bautizados (getauft} ». (3)

Ya antes que terminara agucé mis oídos, extrañado; al concluir el segundo verso, ambos estuvimos de acuerdo en que ahí se había producido una desfiguración. Pero no consiguiendo rectificarla, nos precipitamos a la biblioteca para consultar el poema de Goethe y hallamos, con sorpresa, que el segundo verso de esta estrofa tenía un texto totalmente diverso; la memoria de mi colega había arrojado fuera ese texto, por así decir, sustituyéndolo por algo en apariencia ajeno. La versión correcta decía:

«¿Mas habrá de ser él acaso bienvenido si a ese favor él caro no lo paga {erkauft}?».

Con «erkauft» {«él paga»} rimaba «getauft» {«bautizado»}, y me pareció raro que la constelación «pagano», «cristiano» y «bautizado» lo hubiera ayudado tan poco para restablecer el texto.

¿Puede explicarse usted -pregunté a mi colega- cómo es que tachó así por completo ese verso de una poesía que presuntamente le era tan familiar, y vislumbra el nexo desde el cual pudo tomar el sustituto?

Fue capaz de dar un esclarecimiento, si bien era manifiesto que no lo hacía de muy buen grado:

«El verso «ahora que cada día trae algo nuevo» se me antoja consabido; seguramente he empleado hace poco estas palabras con referencia a mi práctica profesional, de cuya prosperidad, como usted sabe, estoy ahora muy contento. Pero, ¿por qué se acomodó ahí esa oración? Sabría indicar un nexo. Es evidente que el verso «si a ese favor él caro no lo paga» no me resultaba grato. Esto se entrama con mi cortejo a una dama, rechazado la primera vez, y que me propongo ahora repetir en vista de mí situación material muy mejorada. No puedo decirle más, pero por cierto no me resultará muy grato, de ser aceptado ahora, acordarme de que en un caso como en el otro una suerte de cálculo inclinó la balanza».

Me pareció iluminador, aun sin poder conocer yo las circunstancias con más detalle. Pero le pregunté todavía: «¿Cómo ha dado usted en mezclar su persona y su situación privada con el texto de «La novia de Corinto»? ¿Puede ser que existan en su caso unas diferencias de credo religioso como las que cobran significación en el poema?».

(«Cuando una nueva fe germina, amor y fidelidad suelen ser arrancados cual maleza dañina».)

Yo no había conjeturado rectamente, pero fue notable presenciar cómo esa sola pregunta bien dirigida hizo que nuestro hombre lo viera todo claro, de modo que pudo darme una respuesta que sin duda él mismo desconocía hasta ese momento. Me echó una mirada que reflejaba una mezcla de martirio y disgusto, murmuró para sí un pasaje posterior del poema:

« ¡Mírala bien! Mañana estará gris». (4)

y agregó, escuetamente: «Ella es algo mayor que yo». Para no causarle más pena, interrumpí la averiguación. El esclarecimiento me pareció suficiente. Pero me sorprendió, eso sí, que el empeño por reconducir a su fundamento una operación fallida de la memoria hubiera de tocar en la persona investigada unos asuntos tan alejados, tan íntimos e investidos de tan penoso afecto.

Citaré según Carl G. Jung (5), y con las palabras del autor, otro ejemplo de olvido dentro de una frase de un famoso poema.

«Un señor quiere recitar el famoso poema «Un abeto se yergue solitario. . . » (6), etc. Pero en el verso «Está dormido (7)» se atasca sin remedio, ha olvidado por completo «con una blanca túnica». Me pareció llamativo que olvidara ese verso tan consabido, y le pedí que reprodujera cuanto se le ocurriese a raíz de «con una blanca túnica». Salió la siguiente serie: «A raíz de una blanca túnica uno piensa en un paño mortuorio -una mortaja con que se cubre a un Muerto -(pausa) – ahora se me ocurre un amigo íntimo – su joven hermano ha tenido una muerte repentina – se dice que ha muerto de apoplejía – es que era también muy corpulento – mí amigo es también corpulento y por cierto he pensado que podría ocurrirle también lo mismo a él – es probable que no haga el suficiente ejercicio – cuando me enteré del triste caso de pronto me entró la angustia de que también a mí pudiera ocurrirme, porque en nuestra familia tenemos natural tendencia a la adiposidad, y también mi abuelo murió de apoplejía; a mí mismo me encuentro demasiado corpulento y por eso en estos días he iniciado una cura de adelgazamiento»».

Y puntualiza Jung: «Vale decir que este señor se identificó enseguida, inconcientemente, con el abeto envuelto por un blanco sudario».

El siguiente ejemplo (8) de olvido de una frase, que debo a mi amigo (9) Sándor Ferenczi, de Budapest, se refiere, a diferencia del anterior, a un dicho acuñado por la persona misma, no a una oración tomada de un poeta. Es apto también para ilustrarnos el caso, no del todo habitual, de un olvido que se pone al servicio de nuestra prudencia cuando esta corre peligro de sucumbir a un gusto momentáneo. De tal suerte, la operación fallida adquiere una función útil.

Ya recobrada nuestra sobriedad, daremos razón a esa corriente interna que antes sólo pudo exteriorizarse por un denegar -un olvidar, una impotencia psíquica «En cierta reunión alguien pronuncia el dicho «Tout comprendre c’est tout pardonner» (10). Hago notar que basta con el primer miembro de la frase; el «perdonar» es una arrogancia, hay que dejarlo a Dios y a los sacerdotes. Uno de los presentes encuentra muy buena esta observación; yo me envalentono y -probablemente para asegurarme la buena opinión del benévolo críticodigo que no hace mucho se me ha ocurrido algo mejor. Pero cuando quiero contarlo … no se me ocurre. – Enseguida me retiro y pongo por escrito las ocurrencias encubridoras. – Primero acuden el nombre del amigo y de la calle de Budapest que fueron los testigos del nacimiento de aquella ocurrencia (la buscada); después, el nombre de otro amigo, Max, a quien solemos llamar Maxi. Esto me lleva a la palabra «máxima» y al recuerdo de que esa vez (como en el caso mencionado al comienzo) se trató de la modificación de una máxima consabida. Cosa rara, a raíz de ello no se me ocurre una máxima, sino esto: «Dios creó a los hombres a su imagen»; y esta versión alterada: «El hombre creó a Dios a la suya». Acto seguido aflora el recuerdo de lo buscado: Mi amigo me dijo esa vez, en la calle Andrássy: «Nada humano me es ajeno»; a lo cual yo, por alusión a las experiencias psicoanalíticas, repliqué: «Deberías proseguir y confesar que nada animal te es ajeno».

»Ahora bien, luego de obtener el recuerdo de lo buscado, menos todavía pude contarlo en la reunión donde me encontraba. La joven esposa del amigo a quien yo le había recordado la animalidad de lo inconciente estaba también entre los presentes, y yo sabía que en modo alguno estaba preparada para anoticiarse de unas intelecciones tan poco agradables. El olvido me ahorró una serie de preguntas molestas de parte de ella, y una discusión infecunda; tiene que haber sido ese, precisamente, el motivo de la «amnesia temporaria».

»Es interesante que como ocurrencia encubridora me acudiera una sentencia en que la divinidad es degradada a invención del hombre, mientras que en la sentencia buscada se aludía a lo animal en el hombre. O sea que lo común es la capitis diminutio (11). Evidentemente, todo esto no es sino la continuación de la ilación de pensamiento que la plática incitó, sobre el comprender y el perdonar.

»Que en este caso lo buscado se me ocurriera tan rápido, quizá lo debo a la circunstancia de haberme retirado yo enseguida, de la reunión donde eso era censurado, a una habitación sin otra presencia humana».

Los numerosos análisis (12) que desde entonces he emprendido sobre casos de olvido o reproducción defectuosa de una frase me inclinan, dado el resultado coincidente de tales indagaciones, en favor del supuesto de que el mecanismo de olvido en los ejemplos de «aliquis» y de «La novia de Corinto» es de validez casi universal. Las más de las veces no es muy cómodo comunicar tales análisis, pues, como los que acabo de citar, conducen siempre a cosas demasiado íntimas y penosas para el analizado; por eso no he de multiplicar el número de tales ejemplos. Lo común a todos estos casos, sin que el material importe diferencia, es que lo olvidado o desfigurado ha entrado en conexión, por algún camino asociativo, con un contenido inconciente de pensamiento del cual parte el efecto que se hace visible como olvido. Vuelvo ahora al olvido de nombres, del cual todavía no hemos agotado la casuística ni los motivos. Como en mí mismo puedo observar a veces abundantemente esta variedad de operación fallida, no me ha de resultar difícil presentar ejemplos. Las migrañas leves (13) de que todavía sigo padeciendo suelen anunciarse horas antes por un olvido de nombres, y en la culminación de ese estado, mientras no me obliga a abandonar el trabajo, suelen pasárseme de la memoria todos los nombres propios. Ahora bien, casos como el mío podrían dar lugar a una objeción de principio contra nuestros empeños analíticos. ¿No habría que inferir de tales observaciones que la causación de la desmemoria y, en especial, del olvido de nombres se sitúa en perturbaciones de la circulación y, en general, de la función cerebrales, lo que volvería ocioso todo intento de explicación psicológica de tales fenómenos? Opino que de ningún modo; ello significaría confundir el mecanismo de un proceso, uniforme en todos los casos, con sus variables y no necesarias circunstancias propiciadoras. En vez de una refutación detallada, ofreceré un símil para tramitar esa objeción.

Supongamos que yo haya sido tan desprevenido como para irme a pasear de noche por unos lugares desiertos de la gran ciudad, donde me asaltan y roban mi reloj y mi cartera. Formulo mi denuncia en el próximo puesto de policía con estas palabras: «He estado en esta y estotra calle, y allí la soledad y la oscuridad me arrebataron reloj y cartera». Aunque con tales palabras no habría dicho nada incorrecto, corro el riesgo de que consideren, por el texto de mi denuncia, que no estoy bien de la cabeza. La única manera correcta de describir este estado de cosas sería la siguiente: «La soledad del lugar era propicia, y al amparo de la oscuridad unos malhechores desconocidos me robaron mis objetos de valor». Y bien, no tiene por qué ser otra la situación provocada por el olvido de nombres; la fatiga, una perturbación circulatoria y una intoxicación propiciaron que un desconocido poder psíquico me robara la posesión sobre nombres propios que están bajo la jurisdicción de mi memoria, ese mismo poder que en otros casos es capaz de producir igual denegación de la memoria no obstante gozar uno de salud y productividad plenas. (14)

Notas:
1- Este capítulo se agregó a la obra en 1907. En él se incorporó mucho material nuevo, como luego aclaro.
2- [«Die Braut von Korinth», balada de Goethe.]
3- [Además de la inclusión de un segundo verso totalmente ajeno al poema, como se puntualiza en el siguiente párrafo, hay pequeñas diferencias en la cita de los versos tercero y cuarto, que rezan: «Sigue siendo, con los suyos, un pagano, y ellos son ya cristianos y están bautizados».]
4- Por lo demás, mi colega modificó un poco estos hermosos pasajes de! poema, tanto en su texto como en su aplicación. La espectral muchacha dice a su novio:
«Te he dado mi cadena;
me quedo con tu rizo.
¡Míralo bien! Mañana estarás cano
y sólo aquí seguirá tu pelo castaño».
{El tercer verso es «Sieb sie an genau!», que podría traducirse también «¡Mírala bien!»; aquí, el contexto obliga a referirlo al «rizo».}
5- Jung, 1907, pág. 64
6- Heine, Lyrisches Intermezzo, XXXIII.
7- [Los versos correspondientes son:
«Ihn schläfert; mit weisser Decke
Umhüllen ihn Eis und Schnee».
{«Está dormido; con una blanca túnica
lo cubren el hielo y la nieve».}
8- Este párrafo y los cuatro siguientes fueron agregados en 1910.
9- En 1910 decía aquí «colega»
10- {«Comprenderlo todo es perdonarlo todo».}
11- {Pérdida de derechos civiles; rebaja en la condición que uno tenía.}
12- Lo que sigue, data de 1907.
13- Freud sufrió de migraña durante toda su vida. Cf. Jones, 1953, pág. 339
14- [Esta analogía del «asalto en una noche oscura» fue nuevamente utilizada por Freud en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17), AE, 15, pág. 41.

Continúa en ¨Olvido de nombres y de frases (segunda parte)¨