PSICOLOGÍA 2.0: Oportunidades y retos en Investigación Psicológica

PSICOLOGÍA 2.0: OPORTUNIDADES Y RETOS PARA EL PROFESIONAL DE LA PSICOLOGÍA EN EL ÁMBITO DE LA ESALUD

Fuente: Papeles del Psicólogo, 2015. Vol. 36(2), pp. 153-160

Manuel Armayones, Mercé Boixadós, Beni Gómez, Noemí Guillamón, Eulàlia Hernández,

Rubén Nieto, Modesta Pousada y Beatriz Sara

Grupo de Investigación PSiNET. Universitat Oberta de Catalunya

Oportunidades y retos en Investigación Psicológica

Como hemos apuntado en el apartado dedicado a la

evaluación, la potencial explotación de datos procedente

de técnicas y metodologías de Big Data abre grandes

posibilidades en el ámbito de la investigación sobre el

comportamiento humano. Así, la posibilidad de obtener

datos procedentes de distintos dispositivos, en el mismo

momento en el que se están generando y que se pueden

recoger de manera automática, puede revolucionar disciplinas

como la Psicometría (Markowetz cols., 2014),

tanto a nivel del estudio individual como en el ámbito de

la salud pública (Murdoch y Detsky, 2013). Nos situamos

en un escenario que posibilita disponer de una cantidad

ingente de datos contextualizados de forma

continuada, con mínima dependencia de la deseabilidad

social y de la memoria, y que permiten la identificación

de patrones (aunque también la aparición de correlaciones

espurias), la modelización y la máxima personalización.

Porque la verdadera potencia de este número de

datos está en la precisión que pueden aportar.

Otro ámbito de trabajo en la investigación va a ser el

análisis de en qué medida teorías y modelos de intervención,

que fueron desarrollados antes de la generalización

en el uso de dispositivos móviles que conocemos

ahora, siguen teniendo la misma vigencia en un contexto

social distinto a aquél en el que fueron definidas y validadas

(Riley cols., 2011). Por ejemplo, ¿dispondremos

de modelos teóricos capaces de analizar datos dinámicos

e incluso de reformularse en base a las evidencias

estadísticas que se puedan extraer de ellos?; ¿en qué

medida somos capaces de tener en cuenta las potencialidades

comunicativas de la Web2.0? Una apasionante

oportunidad para revisar modelos y variables que actualmente

enmarcan nuestra investigación.

El nuevo rol de pacientes, de ciudadanos, en el cuidado

y manejo de su salud van a proporcionar nuevas

fuentes no solo de datos, sino de preguntas de investigación

relativas al efecto que este tipo de implicación

de los usuarios puede tener en distintas variables psicológicas. Así, analizar el efecto psicológico

que puede tener para un paciente, familia, asociación, etc., su

participación activa en una red social online, especializada

en un determinado tipo de patología o trastorno

crónico, es ya un campo de trabajo que está dando

buenos resultados, concluyendo distintos autores en los

beneficios positivos de la participación de pacientes en

redes sociales sobre distinto tipos de trastornos: dolor

crónico (Becker, 2013), enfermedades de transmisión

sexual (Gabarrón, Serrano, Wynn, y Armayones,

2012), depresión (Bergman y Haley, 2009) enfermedades

minoritarias (Dellve, Samuelsson, Tallborn, Fasth, y

Hallberg, 2006), diabetes (Greene, Choudhry, Kilabuk,

y Shrank, 2011) e incluso constatándose que aquellos

que no participan activamente; es decir no producen

contenido (no escriben) sino que se limitan a leer el que

producen sus iguales, también mejoran su nivel de empoderamiento

(van Uden-Kraan, Drossaert, Taal, Seydel,

y van de Laar, 2008).

El ámbito de la investigación tiene también grandes retos

por delante. Por ejemplo, la posibilidad de influir en el estado

emocional de más de medio millón de personas a través

de filtrar el tipo de noticias que recibían en sus perfiles

de Facebook (Kramer, Guillory, y Hancock, 2014), y demostrar

que aquellas personas que recibían mensajes positivos

tendían a compartir más mensajes positivos que

negativos y viceversa, ha representado un escándalo por la

ausencia de consentimiento informado por parte de los

participantes. Imaginar que entre las 689.000 personas

que recibieron mensajes negativos podían encontrarse personas

en un grado de vulnerabilidad elevada, y que no

fueron informadas de la manipulación a la que estaban

siendo sometidas, nos mueve a todos a la reflexión sobre el

efecto que este tipo de prácticas puede tener en la salud

mental de los involuntarios participantes.

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