Psicofisiología: Los vómitos psicogénicos

Los vómitos psicogénicos

Vómitos psicogénicos son aquellos vómitos que acompañan a reacciones emocionales intensas o a alguna situación de estrés.
Los vómitos psicogénicos son comunes en la niñez, cuando el niño muestra rechazo (acti-tud de oposición) o desinterés por la comida, lo que puede indicar que existen conflictos entre su entorno y su equilibrio emocional. Para muchos niños estos vómitos son sínto-mas de inmadurez física o mental.
Cuando los vómitos se establecen como síntoma, la comida deja de ser la simple ingesta de alimento para metamorfosearse en fenómeno de angustia que complica la interacción libre del niño con la figura nutriente. La que, en su ansiedad, pierde la disponibilidad para soportar al hijo y recurre a cualquier técnica (chantaje, amenaza,…) para lograr introducir-le en la boca algo de comer y apaciguar sus miedos.
Estos sentimientos, tal vez instintivos, a menudo se despiertan, cuando una madre se torna testigo de la resistencia obstinada de una hija que, sufriendo de la anorexia, rehúsa comer.
Los vómitos psicogénicos más reconocidos, en toda la ciencia médica, son los del emba-razo.
En otros artículos relacionados con los vómitos del embarazo, he discutido los aspectos psíquicos de la gestación normal, ya que los embarazos que son complicados, muy a menudo se acompañan con el vómito pernicioso, condición de consecuencias graves.

El embarazo
El embarazo normal del ser humano, como antes hemos estudiado, es el resultado imper-fecto de una adaptación que hizo la Naturaleza, de nuestra anatomía, para lograr la lo-comoción bípeda. La estación bípeda y esta misma forma de marcha fue necesaria para acomodar la expansión de nuestro cerebro, terminando en la contingencia de que el feto de nueve meses (o de gestación a término) nace como si fuera un feto o un bebé prema-turo, aun sin completar. Por eso somos tan indefensos al nacer, ya que el desarrollo fetal continúa fuera de la matriz.
Por razones de espacio, aquí se omitirá mención del parto de nuestra especie, un expe-rimento de la Naturaleza, que, cuando se instaurara, costaría muchas muertes a ambos mamá y bebé.
Prosigamos
Para la primípara ese primer embarazo puede evocar sentimientos conflictivos de gozo y de temor, ya que es una experiencia asociada con el misterio y la ignorancia. Para hacer-lo todo peor, en culturas como la nuestra donde todos opinan, son expertos y dan conse-jos, la aprensión natural puede convertirse en un verdadero terror.

Los vómitos
Los vómitos en nuestro medio son parte esperada del embarazo y así lo acatan muchas mujeres, cuya preñez se anuncia por la aparición temprana de los vómitos matutinos. Así todos, incluyendo los animales domésticos y los vecinos más distantes, se enteran.
Para otras, los vómitos, pronto son seguidos por la intemperancia gastronómica, o el hambre excesiva, que culmina en empaches caprichosos. Estos últimos resultando en aumentos de pesos, a veces enormes, tanto como para la madre como para el bebé no-nato o recién nacido.
Los vómitos del embarazo, entonces, no pueden ser naturales, ya que en la Naturaleza la comida no existe en exceso y la madre expectante debe retener lo poco que, en el estado natural, se logra.
En nuestro mundo civilizado las intuiciones y planes genéticos se oscurecen porque ce-samos de usar los mensajes de nuestros instintos que indican que comamos con modera-ción. En su lugar nos abarrotamos con azúcar y grasas para “alimentar a dos seres” (a la mamá y al desafortunado bebé, considerado así porque el pobre no sabe cómo, ni puede defenderse).

No todas las mamás engordan durante el embarazo. Las mujeres campesinas residentes de las montañas de nuestro país, las pobres haitianas y las que habitan el África Ecuato-rial, no engordan porque no les conviene y también porque, careciendo de la comida en exceso (gracias a Dios) no pueden.
Las víctimas de la anorexia nervosa, no engordan porque no quieren. Y las bulímicas dividen el resultado por la mitad. Unas sí y otras nyet!

El rol del hipotálamo
El hipotálamo regula nuestra ingesta de comida y su destino final en nuestro cuerpo. También reacciona a la eliminación innecesaria de alimentos como hacemos cuando vo-mitamos comidas no venenosas, (lo que sucede con los vómitos del embarazo) o cuando pasamos por el hambre dolorosa de las dietas restrictivas.
El hipotálamo asimismo reacciona al consumo en exceso de calorías, ya que el empache tampoco es actividad adaptiva. Puede, de este modo, disponer de métodos que, para lo-grar equilibrio nutricional, permiten el vómito o aun lo hacen placentero, para que éste se provoque, evitando de ese modo la gordura indeseable.

Al hipotálamo no le agradan los gordos, quizás será porque acaparan más de lo que todos necesitan para el placer de unos cuantos desventurados.
En nuestra experiencia muchos niños jóvenes fueron dotados al nacer con un reflejo de náusea muy irritable. Estos niños vomitaban con facilidad, y su crecimiento se atrofiaba o se dilataba, proporcionalmente a la pérdida global de nutrientes en la dieta.
Otros niños nacen con un deseo implacable de comer y se habitúan con facilidad a la in-gestión de todo lo que al final los engordará.
Muchos de estos últimos niños sufren de dificultades en la regulación cerebral. De lo que, en otras ponencias, hablaremos.

El vómito psicogénico
Nuestro conocimiento de la medicina psicosomática incorpora en sí el simbolismo que abunda en las metáforas que nuestra mente produce cuando efectúa ese brinco misterio-so de que hablara la psicoanalista Hélène Deutsch, cuando escribiera su clásica ponen-cia: Del Brinco Misterioso de la Mente al Cuerpo. Fenómeno que he descrito en un artícu-lo con el mismo nombre y que publicara en el pasado.
El vómito es una metáfora que a veces usamos en nuestras expresiones:
• Él me da náuseas
• ¡Qué asco! ¡No lo hagas! Me dan ganas de vomitar
• No digas que hizo eso, (escupiendo — acto simbólico), ya que vomito o me des-mayo
• Mi amiga Julia es repugnante
• No la puedo tragar
• No lo puedo digerir
• Él es un come m… (presumiblemente, aunque en ese caso sí que debiera vomi-tar). Y, no lo hace, porque la m… le gusta, o porqué no puede vomitar.
• Una variedad de lo arriba descrito, se refiere a una coprofagia sutil: Eso me sabe a m…
Cuando el estrés nos sorprende, entonces, el organismo funcionando en una modalidad de emergencia y bajo la dirección programada, pero ciega, del hipotálamo responde con evacuación renal o gastrointestinal y con la cesación de funciones que no son esenciales para mantenernos vivos. Esas evacuaciones, de acuerdo a muchos poseen elementos de adaptación.
El orinar con frecuencia y la diarrea, frente al estrés, son funciones altamente adaptivas. La sudoración profusa, la erección del pelo en toda nuestra epidermis, la cesación del hambre y la inhibición del instinto sexual; como asimismo son la náusea y el vómito — todas, constituyen manifestaciones de un desajuste importante de nuestro equilibrio gene-ral. Un desajuste que, de no ser breve, puede acarrear serias consecuencias a largo pla-zo.
Cuando el embarazo nos estresa, cuando rehusamos aceptar esa imposición masculina en nuestro cuerpo, cuando tememos el efecto que esa “barriga” va a significar en nuestro futuro. Entonces, el “brinco misterioso”, de que Deutsch escribiera, se hace posible como síntoma psicogénico y el vómito resulta.
Lo que es muy curioso, y aquí debe ser resaltado, es el hecho paradójico que algunas mujeres no vomitan sino que engordan, usando la preñez como un trampolín desde don-de se zambullen en la pileta de su glotonería, de antes reprimida, por la necesidad de “mantenerse en línea”.
Para estas mujeres los peligros residen en la obesidad del producto de su gestación, en la propia, y en las complicaciones que a veces ocurren al parir. La eclampsia, como ejem-plo.

Bibliografía
Deutsch, H: Of the Mysterious Leap from the Mind to the Body
Larocca, F. E. F: Los Vómitos del Embarazo: ¿Condición? o ¿Condicionados?)

Los vómitos del embarazo:
¿Condición o condicionados? Una reflexión Darvinista

No todos los seres humanos contemplan la vida de la misma manera. Por ejemplo, en las sociedades, y en los países que se consideran civilizados y prósperos, el embarazo; la causa primordial de nuestra existencia, a veces se torna en una pesadilla o adquiere las característi-cas inusitadas de una enfermedad.
De hecho el término “embarazo”, significa un estorbo y no el estado más deseable (cuando es que se desea) y la culminación de las funciones especiales que son el atributo único de la hembra de la especie humana.
En nuestra sociedad, el salir encinta, a veces ocurre como la actuación prescrita de un guión preestablecido. Es como si la Naturaleza dificultara esta función, tan normal, con riesgos ma-yores de los que ya ha introducido para complicar más aun la reproducción del ser humano.
Primero comienzan las náuseas y los vómitos matutinos.
Estos fenómenos se acompañan de otros malestares vagos que involucran generalmente to-dos los sentidos y que incapacitan a la mujer en estado.
Seguido por este malestar tan indeseable son las actividades protectivas de otros miembros de la familia cuyos consejos son más mito doméstico que realidades establecidas: se evitan cier-tas cosas o actividades, mientras que otras se procuran.
La mujer, frecuentemente, a partir del primer trimestre descubre que, como ya perdió su figura, que no tiene que preocuparse por sus apariencias, ni por lo que come dejándose engordar sin pensar en las consecuencias.
De estas actitudes surgen las aseveraciones que se oyen muy a menudo de que “yo era del-gadísima hasta mi primer embarazo… entonces fue que gané las cincuenta libras que llevo de sobrepeso…”
Bueno… pero ocupémonos, simplemente, con las náuseas comunes del embarazo, las cuales, en algunos casos extremos son tan devastadoras que debido a su alto porcentaje de mortali-dad reportada (50%) se conocen con el nombre ominoso de Hiperémesis Gravídica.

El malestar matutino de las embarazadas se desconoce en un sinnúmero de culturas en las cuales las mujeres laboran, como si nada les ocurriese hasta el fin de su gestación. Estas mu-jeres acarrean cargas pesadísimas sin quejárseles a nadie y, limitan sus visitas al médico, ya que ellos no existen.
Cuando van a tener su bebé, generalmente lo hacen en la compañía de otras mujeres de la tribu, bajo el cuidado experto de una comadrona. No se reportan anemias, ni necesidad para los suplementos vitamínicos y férricos, ya que no habiéndose diagnosticado la reducción (muy a menudo normal en el embarazo) de la hemoglobina, nadie se preocupa.
El parto se efectúa de un modo lógico y fisiológico: la mujer se agacha y, asistida por las fuer-zas gravitacionales tiene a su hijo sin muchas dificultades normalmente. El uso cosmético de las cesáreas para evitar el dolor, para incrementar los honorarios del tocólogo o para satisfacer el deseo de tener el niño a la voluntad de todos no se puede programar.
Como dije, las comadronas son mujeres; mientras que la mayoría de los gineco-obstetras son hombres.
Veamos, porque el vómito del embarazo es una condición innatural, por nosotros manufactu-rada.
En la Naturaleza, el clima y las condiciones ambientales, acopladas con la provisión adecuada de comida, permiten la reproducción de las diferentes especies que pueblan nuestro planeta. De ello sigue, que si un embarazo ocurre a una mujer de nuestra especie, que la Naturaleza, evitaría, en lugar de permitir, el desperdicio energético que representa el acto de vomitar y la pérdida subsiguiente de la comida ingerida. Tan simple.
El entrenamiento en la Teoría de la Evolución, propuesta por Darwin y Wallace, toma en con-sideración el análisis de todo hallazgo que como epifenómeno se encuentra presente en toda función natural. El embarazo, la más importante de todas.
Analicemos aquí: ¿Por qué persiste el himen? ¿Por qué la tensión premenstrual? ¿Por qué el cordón umbilical carece de nervios de dolor? ¿Por qué existe la depresión… qué ventajas nos esta última confiere y cómo ayuda a nuestra especie? ¿Qué funciones tienen los sueños y qué funciones tienen las pesadillas? ¿Por qué existen mujeres que quieren ser tan flacas que mue-ren? ¿Porqué hay otras personas que mueren de la gordura y sin lograr el anhelo de ser fla-cas? ¿Por qué muchas gentes sucumben a la guadaña de la muerte a una edad temprana, mientras que otras viven vidas centenarias? Estas preguntas son algunas de las que preten-demos investigar en el transcurso de nuestra experiencia.
Para poner a prueba la teoría de que los vómitos del embarazo eran condicionados por las culturas donde aparecían, hicimos un experimento informal y pequeño. Hace unos cuarenta años, que durante nuestro entrenamiento, fuésemos testigos de un experimento el cual se lle-vó a cabo entre los miembros jóvenes de los médicos y las enfermeras de una escuela de medicina en los EE.UU. A todas las parejas jóvenes quienes esperaban tener hijos dentro de los doce meses siguientes, se les instruyó con el conocimiento experimental de que las náu-seas y los vómitos del embarazo no eran fenómenos que tenían razón de ser. Que si pensa-ban en que así era, que a lo mejor los podían evitar. Eso fue todo.
Durante el año que transcurriese, doce mujeres informaron a los “investigadores” que sa-lieron encinta, pero ninguna reportó molestia alguna. De hecho, la mayoría describió el alivio de que “ese asunto tan malo pudo haberse evitado”.
En este “estudio” sencillo participaron 15 parejas de voluntarios.
La Naturaleza no falla.

Bibliografía
Suministrada por solicitud.

Dr. Félix E.F. Larocca
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