Psicología y Derechos Humanos: La práctica psicoanalítica en el «Centro de Atención por el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo», Área Psicoterapéutica

Psicología y Derechos Humanos

La práctica psicoanalítica en el «Centro de Atención por el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo», Área Psicoterapéutica

ALICIA LO GIÚDICE 

Este año se cumplen 32 años de democracia en nuestro país y 30 años del histórico juicio a las Juntas Militares responsables de la dictadura cívico-militar en Argentina entre los años 1976 y 1983 que puso en marcha métodos de Terrorismo de Estado, implementando una maquinaria perversa sobre la población produciendo la “desaparición forzada de personas” como forma de persecución política.

En un acto ético y ciudadano los familiares se organizaron como “Abuelas de Plaza de Mayo” para lograr la localización y restitución de identidad de alrededor de 500 niños que habían sido secuestrados junto a sus padres o nacidos durante su cautiverio ilegal. Haciendo uso de los aparatos del Estado han conseguido que 116 de ellos la recuperaran y con ello sus lazos familiares, la historia de sus padres, su familia y su lugar en el sistema de parentesco, anudando las tres generaciones necesarias para que una transmisión se cumpla.

Con el primer gobierno democrático lograron la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos, organismo creado en el año 1987 por la Ley 23511 para guardar las muestras de material genético de las familias denunciantes en Abuelas y así poder realizar las pruebas para determinar el índice de “abueleidad”, descubrimiento científico que lograron y que permite ubicar parentesco aún en ausencia de una generación. Asimismo lograron la creación de la CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) y la incorporación en los artículos 7, 8 y 11 del “Derecho a la Identidad” en la Convención Internacional de los Derechos del Niño sancionada en el año 1989 por las Naciones Unidas y que son conocidos en el mundo como los “artículos argentinos” e incidieron para que en dicha Convención cambiara el estatuto jurídico del niño que pasó a ser considerado “sujeto del derecho” haciendo caer la posición del objeto en que era considerado en las leyes vigentes hasta ese momento. Lo sancionado por dicha Convención pasó a ser incluido en la reforma de la Constitución Nacional en el año 1994.

En el siguiente cuadro podemos apreciar el estado actual de la búsqueda de Abuelas.

Psicología y Derechos Humanos: estado actual de la búsqueda de Abuelas

Datos relevados hasta mayo de 2015, aportados por el área “Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo”, coordinado por Marcelo Castillo.

Lo acontecido produjo una catástrofe social que como genocidio afectó a la comunidad convirtiéndose en un trauma histórico. Genocidio es un término acuñado por Raphäel Lemkin en el año 1944 que nombra el aniquilamiento de los pueblos (cidio: aniquilamiento, genos: grupos, clanes). En el año 1948 el término pasó a tener un estatuto legal con la aprobación, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, de la “Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio”, que lo definió como un crimen contra el derecho de gentes, sea cometidos en tiempos de paz o de guerra. Es el ejercicio criminal de la soberanía estatal. Dicha Convención incluye como genocidio el traslado por la fuerza de niños de un grupo a otro grupo, como ocurrió en nuestro país a partir de su secuestro y apropiación. Es recientemente que esta situación es reconocida en juicios por crímenes de lesa humanidad.

En el Juicio a las Juntas Militares el caso de los nietos buscados por las Abuelas no fue considerado como un plan premeditado sino que obedecía a “excesos” de los intervinientes en la represión. Abuelas no se conformó con lo planteado y como querellante inicia en el año 1996 un juicio para probar que hubo un Plan Sistemático de Apropiación de Niños que sufrió varias postergaciones y finalmente comenzó a celebrarse en el año 2011 y que concluyó el 5 de julio de 2012 y que tuvo como testigos también a los nietos que recuperaron su identidad. En la sentencia el Tribunal Oral Federal Nº 6 se expidió condenando a los acusados “por tratarse los hechos juzgados de delitos de lesa humanidad, implementados mediante una práctica sistemática y generalizada de sustracción, retención y ocultamiento de menores de edad, haciendo incierta, alterando o suprimiendo su identidad, en ocasión del secuestro, cautiverio, desaparición o muerte de sus madres en el marco de un plan general de aniquilación que se desplegó sobre parte de la población civil con el argumento de combatir la subversión, implementando métodos de Terrorismo de Estado durante los años 1976 a 1983 de la última dictadura militar”. A los máximos responsables se los condenó a cadena perpetua, entre ellos a Jorge Rafael Videla, quien falleció en el año 2013 mientras cumplía la sentencia.

Como practicantes del psicoanálisis nos interrogamos por la época que nos toca vivir y tomamos en consideración las subjetividades que produce, según nos recomendara Jacques Lacan, dado que la misma hace marca y da marco a nuestra historicidad y constituye las condiciones en las que ejercemos nuestra práctica.

Nos preguntamos qué incidencia puede tener el discurso analítico en un organismo de derechos humanos En principio, nos propusimos disponer un dispositivo analítico para alojar lo excluido del discurso totalitario, que en su forma más extrema tomó a la población infantil y produjo la “desaparición forzada de niños por razones políticas”.

Los niños fueron violentamente separados de sus padres y sus familias y entregados para su crianza a personas pertenecientes a las fuerzas armadas, a colaboradores y a cómplices. En unos pocos casos fueron dados en adopción haciendo pasar a los niños como abandonados, en esta práctica estuvo involucrado el “Movimiento Familiar Cristiano” que se dedicaba, en aquellos años, a facilitar adopciones. Los niños nacidos en campos de concentración y en cautiverio ingresaron en este sistema ilegalmente, facilitados por monjas que operaban con militares para la entrega de niños.

Ellos crecieron ignorando que el origen del vínculo con quienes los criaban “como si” fueran sus hijos se basaba en su secuestro y desaparición así como la de sus padres. Iniciaron sus vidas en una situación de desamparo radical ya que se los despojó de su familia, de su historia, de su cuerpo y de su nombre, viviendo en un estado de excepción sin saberlo, dado que su situación falsificada, así como su documentación, filiación e identidad. Su estatuto de ciudadano es paradójico ya que su estado de excepción se sitúa dentro y fuera del orden jurídico y el mismo se constituye como norma de vida.

Con esta práctica del secuestro de niños bajo un gobierno totalitario se consuma otro modo del exterminio dado que, al inscribirlos como propios, se produce otra forma de filiación que es la optimización racional del encierro que responde a una lógica concentracionaria y que reniega, en tanto mecanismo perverso, de lo acontecido.

La pista de esta lógica me la enseñaron algunas analizantes, una de ellas, quien había sido secuestrada junto a sus padres a sus veintitrés meses y que vivió durante seis años apropiada, en el análisis dice que “en esa época yo era medio tonta, no me preguntaba”, pasado más de quince años después del segundo tramo de su análisis, y retomando, ubica que “vivir con quienes me criaron era como vivir en un campo de concentración, lo vivía pero no me daba cuenta”; otra analizante que había nacido en un campo de concentración y exterminio, pues sus padres habían sido secuestrados y “desaparecidos” mientras su mamá cursaba un embarazo de 8 meses, en el espacio y tiempo analítico ubica que cuando era pequeña realizaba un juego que ahora le resulta extraño: se ataba las manos y se vendaba los ojos y trataba de recorrer la casa para ver si ubicaba lugares, también tenía por costumbre leer la guía de teléfono, entonces se pregunta ¿buscaba nombres, direcciones?

El psicoanálisis vincula la familia a la lengua, en tanto que la lengua que cada uno habla es cosa de familia, reservorio de los significantes con los que cada quien inscribe su deseo. La lengua nombra eso que nos vino de afuera y nos da vida. Lengua viva que anima y se anima en cuerpos vivos y hace posible una transmisión y es primordialmente el lugar donde se aprende la lengua materna y da lugar al equívoco. La designamos de acuerdo con Freud, como la “otra escena” que el lenguaje ocupa por su estructura elemental que se resume en la de parentesco.

Jacques Lacan nos aportó que las denominaciones de parentesco tienen el alcance de instituir el orden simbólico ya que anudan y trenzan, a través de las generaciones, el hilo de las estirpes. La confusión de las generaciones es lo que, en la Biblia, como en todas las leyes tradicionales, es maldecido como la abominación del verbo y la desolación del pecador.

Si la lengua crea el parentesco, el pequeño sujeto al ser secuestrado y apropiado, se lo despoja del contexto familiar donde se prende a sus marcas singulares. Es ahí donde se abre el espacio concentración ario, dado que obligados a tomar la lengua de quienes ejercieron las funciones materna y paterna, desde una particular perversión, con usurpación y banalización del amor, se vieron sometidos al estrago que produce una filiación falsificada, sostenida por una mentira acerca de su origen, en donde se niega la práctica del secuestro y apropiación, que incluyó una filiación basada en el asesinato de los padres. Ocultamiento doble ya que se negó también la búsqueda de la familia.

Proponemos la filiación como construcción, entonces hablaremos de parentalización, pues hay una elección de los padres, como hay una elección de los hijos, el lugar que el niño ocupa en la familia es una construcción. 

La parentalización implica una operación, es una acción a ser llevada a cabo por un sujeto que conlleva efectos. Subjetivar la cadena generacional supone que cada sujeto se responsabiliza por su lugar y su función. La filiación pensada como construcción implica un trayecto que permitiría hacerse hijo de los padres y padres de los hijos, así se introduce el acto, la responsabilidad y el deseo. El marco ético está configurado por la legalidad, el deseo, la responsabilidad subjetiva y el registro del amor.

El discurso canalla no se hace responsable de lo sucedido, callan y suelen dar vuelta la situación y hacer que la responsabilidad recaiga en otro lado, en muchos casos en los nietos que se animan a averiguar su origen y así develar el delito a que fueron expuestos. Poder localizar lo vivido y a que situación se vieron sometidos les abre un camino para reubicar responsabilidades y desarmar el discurso único de los apropiadores y del supuesto amor.

Esto genera un trabajo psíquico suplementario para aceptar lo vivido e iniciar un trabajo de duelo tanto por lo vivido como por la situación de sus padres «desaparecidos».

La conexión con la familia les abre un espacio a las preguntas sobre sus padres, sobre las expectativas que había en torno a su nacimiento que le permiten armar una versión acerca de los padres y de sí mismo y del deseo que estuvo en su origen, esto da lugar a la construcción de un relato en donde pueden hacerse hijos de esos padres «desaparecidos» y nietos de los abuelos y familiar de otros familiares y reconocerse en ese deseo para poder transmitirlo a la generación siguiente, sus hijos.

Encontramos en cada uno los efectos de la traición de la palabra, de aquellos que creían que eran sus padres y su familia, quienes mantuvieron la situación amparados en el Terrorismo de Estado. Así se pierde garantía de la palabra del otro al que se suponía protector y portaba los valores familiares. Lograr un nuevo espacio de confianza es costoso, pero el encuentro con la verdad histórica que le aportarán la familia y las Abuelas, abre una dimensión nueva de su propia vida y de la de sus padres, aun con el dolor que implica.

Se produce una alteración del tiempo porque lo organizado hasta ese momento se trastoca y los saberes disponibles se vuelven inoperantes. Ubicar lazos y funciones es un trabajo suplementario que implica aceptar que habían vivido y/o nacido en una situación traumática desconocida y renegada.

Saberse deseado, buscado y encontrado o que él mismo tomó el camino del encuentro hace que los vínculos construidos durante la apropiación se vayan deconstruyendo.

He sido testigo de como se anudan rápidamente a la historia y al deseo familiar, en muchos casos reconociéndose rápidamente en el nombre dado por los padres. Se trata de un verdadero acto del sujeto que se reconoce en ese deseo que lo anticipó.

En mi caso comencé mi práctica psicoanalítica en Abuelas a partir de atender la primer nieta restituida por orden judicial y con las pruebas genéticas, que mostraban parentesco con la familia que la había localizado y reclamaba su restitución de identidad y la recuperación de los lazos familiares, que incluyó la convivencia con su abuela materna.

Era el año 1985 y la niña había sido restituida en diciembre de 1984, en ese momento no pertenecía al equipo psicoterapéutico de Abuelas, pero a través de un familiar que me conocía solicita iniciar un trabajo analítico juntas. Es en el año 1990 tomo a mi cargo la coordinación del área a pedido de su presidenta Estela Carlotto y de la comisión directiva.

Dicha niña había sido secuestrada a sus 23 meses en el año 1978, en Montevideo, Uruguay, en donde estaba radicada junto a sus padres desde hacía un año. Este secuestro formó parte de lo que se conoce como el “Plan Condor” en donde los ejércitos de los países limítrofes podían actuar secuestrando o trasladando prisiones, libremente.

La apropia un policía de la Provincia de Buenos Aires y su esposa y la vuelven a inscribir en el Registro Civil como recién nacida y como hija propia, con datos filiación falsos, intentando borrar mágicamente los años vividos y obligándola a vivir de acuerdo a su nueva inscripción que implicó, asimismo, un atraso de dos años en su incorporación al sistema escolar.

Ante este arrasamiento de la subjetividad su actitud fue paradojal: por un lado, logró retener su primer nombre, pues era al único al que respondía y como no se lo pudieron cambiar quedó incluido en el nuevo documento falso; y por otro lado, hubo una detención de su desarrollo óseo durante dos años, detectado con posterioridad con exámenes forenses periciales, en el juicio por su restitución de identidad. Su acto retención del nombre lo podemos leer como resistencia del inconsciente a la apropiación y la detención de su desarrollo óseo como respuesta al desamparo radical en que quedó expuesta a partir del arrasamiento de la subjetividad al ser secuestrada, apropiada y privada de sus padres.

El juez que entendía la causa me solicitó en diferentes oportunidades un informe acerca de lo trabajado con la paciente, en los mismos sostenía la necesidad de un espacio familiar confiable para asegurarle una estabilidad a la pequeña a partir de la restitución jurídica.

Con dicho juez tuve que diferenciar padres de apropiadores, pues intentaba asimilar su situación a la de una adopción, ignorando o pretendiendo ignorar que la apropiación de niños es una ruptura de la legalidad, en este caso amparada en el Terrorismo de Estado.

Asimismo tuve que plantear a la Cámara Federal cuando sus apropiadores reclamaban visitas como si se tratara de niños de padres separados, que escuchen el “no” de la pequeña sujeto que se negaba a verlos cuando conoció la situación a la que estuvo sometida, pues si no escuchaban la posición de la niña y se producía una disociación de la personalidad la responsabilidad sería de la justicia y no sólo por la situación de apropiación. La Cámara aceptó los términos del informe y no otorgó las visitas.

El análisis tuvo tres momentos: el primero hasta la obtención de los documentos legales que demoraron tres años por la dificultad del Juez para diferenciar apropiación y adopción, el segundo tramo cuando solicita retomar entre sus catorce y dieciséis años y hace siete años nuevamente reinicia el trabajo analítico. Cuando comienza el juicio por Plan Sistemático es convocada como testigo ya que en dicho juicio está incluido su caso, conmovida por la situación solicita más frecuencia en sus sesiones y aparecen otros recuerdos de la época en que vivió con la familia que la apropió, confirmando lo que pensaba acerca de lo concentracionario. Ubica su situación de permanente extrañeza pero, sus fallidos intentos de alejarse, como en lugar de entrar en la casa donde vivían querer correr hacia otro lado, pero en ese momento, ninguna palabra le fue nombrada para ubicar lo que le ocurría, privándola del lenguaje que pudiese legitimar lo que había registrado.

Sigmund Freud plantea que los traumas son vivencias en el cuerpo propio o percepciones sensoriales de lo visto y oído, es decir impresiones recortadas de temprana infancia que marcan el cuerpo. Hay un anudamiento entre trauma y cuerpo dado que las percepciones sensoriales, lo visto y oído, vivencia o impresión siempre afectan y comprometen al cuerpo, a su sensibilidad. Solo el psicoanálisis es capaz de devolver a la memoria lo que se constituyó en traumático para cada uno, se trata de ubicar cómo el trauma opera para que desde el más allá, entre en el funcionamiento del principio del placer

Si el paradigma freudiano del trauma es la neurosis traumática extraída de la neurosis de guerra, su modo de tratamiento es el juego del fort-da. Sea que el exceso intrusivo venga del propio cuerpo, lo pulsional o del exterior -como aquello a lo que los cuerpos fueron sometidos durante en el Terrorismo de Estado- se trata para cada uno de cómo salir de la inermidad, del desvalimiento, del sin recursos y de su angustia correlativa.

Freud pone a consideración la lógica de lo que considera el primer juego simbólico creado por un niño, su nieto de un año y medio, que ponía en escena la ausencia materna a partir del uso del carretel y lo acompañaba de dos sonidos, leídos como fonemas: fort (fuera) cuando lo arrojaba por fuera de la cuna y da (acá), al retornarlo. 

El juego completo era entonces, desaparición y aparición, siendo la primera parte la que repetía reiteradamente pero, según Freud, el placer estaba ligado a la segunda. El juego ponía en escena la marcha de la madre y la renuncia a la satisfacción pulsional a la que el niño estaba dispuesto al permitirla. En la repetición del suceso desagradable -la partida de la madre-, el niño pasó de ser el objeto pasivo de esa ausencia a tomar un papel activo creando un juego a partir de la ausencia, que deja su caída como objeto para la madre, haciendo entrar este suceso dentro del principio del placer. Inventa un juego como modo consentir a la renuncia que dejó una ausencia haciéndose así, dueño de la situación.

Freud desprende de este juego el impulso a elaborar psíquicamente algo que ha causado intensa impresión, algo traumático, para así dominarlo. La disposición a la creación es del niño, el dominio es del principio del placer, el regocijo del juego y la dignidad es del sujeto que ha decidido hacer otra cosa que padecer lo desagradable dándole la vuelta a la impotencia. Esto que implica un cambio en el decurso de la pulsión de muerte y un cambio de decisión respecto de lo traumático vivido.

El trabajo analítico con la niña restituida que fue realizado en tres tramos con sus entradas y salidas a la manera del fort-da, le fueron posibilitando una apertura a un espacio propio y para poder ubicar las marcas particulares de la catástrofe vivida, logrando otro espacio para habitar, recordando que para habitar se necesita construir mundo.

Como política del psicoanálisis, desde nuestro Centro pusimos en marcha un dispositivo analítico que produce el inconsciente en acto y el analista, por su posición en el discurso, introduce una hiancia en el discurso común para dar lugar al discurso del inconsciente, que surge siempre en su dimensión de ruptura del sentido establecido y promueve el deseo de “pura diferencia” respecto de lo vivido, de las identificaciones y del objeto plus de gozar que habitan al ser hablante.

 

Restituirse, para cada uno de los nietos, habiendo recuperado sus derechos en el plano jurídico, será un trabajo de subjetivación que podrán realizar en el espacio analítico, como sitio de lo posible para que surja el sujeto del inconsciente, en donde podrá cernir las marcas singulares del estrago, con la deslocalización del goce que conlleva. En dicho espacio se trata de la búsqueda del sujeto que transporta una verdad, un saber no sabido, pero vivido.

 

Experiencia analítica para que otra lengua sea posible, como nos recuerda J.Lacan en la clase 10 del 13.4.76 del Seminario 23 “El sínthoma” cuando dice que “uno elige hablar la lengua que uno habla efectivamente. De hecho, uno no hace más que imaginarse elegirla, y lo que resuelve la cosa es que esta lengua, al fin de cuentas, uno la crea. Uno crea una lengua en tanto que en todo momento uno le da sentido (…). En todo momento uno da un pequeño retoque, sin lo cual la lengua no estaría viva. Ella sólo está viva en tanto que en todo momento uno la crea, y es en eso que no hay inconsciente colectivo, que solo hay inconscientes particulares, en tanto que cada uno, a cada instancia, da un pequeño retoque a la lengua que habla”. Se trata de recuperar lo más vivo de sí como modo de salida del discurso del Otro, que durante la apropiación lo petrificó y que da paso a un decir singular. Para llevar un “entre” a término se necesita decisión, dar lugar a ese tiempo propio que abre un camino nuevo para salir de lo siniestro silenciado y de lo forzosamente olvidado.

 

El deseo del analista se orienta hacia la construcción del síntoma en tanto creación, ya que porta memoria, memoria pulsional de lo vivido que resiste al discurso, así el sujeto podrá hacer síntoma en la historia, encarnarla, ya que a la historia se la crea con el síntoma. Invención que posibilita un espacio para la vida.

 

Para concluir comparto unos párrafos del escrito de María Eugenia Sampallo Barragán quien nació en cautiverio y recuperó su identidad en el año 2001 y que fue la primera nieta restituida que se incluyó como querellante en el juicio por su apropiación, para juzgar al matrimonio que la apropió y al militar que la entregó.

 

En la acusación que presenta al Tribunal dirá “la única huella que conservamos de aquella herencia y aquella historia fue nuestro cuerpo y nuestra sangre, que señaló, indicó, acusó, en cada momento de nuestra vida, la fisura que existía en el discurso de los apropiadores”. En el texto que presenta a la justicia incluye un fragmento del poema de Bertrolt Brecht “A los combatientes de los campos de concentración”.

 

El 31 de marzo de 2008 unos días previos a la sentencia del Tribunal que entendía su causa, lee un escrito en una conferencia de prensa ante los medios nacionales e internacionales en la sede de Abuelas.

 

“Normalmente, al difundirse las noticias sobre apropiaciones de menores durante la última dictadura, erróneamente emplean los siguientes términos para referirse a las personas que inscribieron como hijos propios a quienes no lo eran: se emplean las fórmulas “padres adoptivos”, “padres del corazón” o simplemente “padres”.

Lo que quiero destacar es que tanto en mi caso, como en muchos otros, no se trata de “padres adoptivos”, puesto que no existió ningún trámite de adopción. Yo fui inscripta como hija propia por estas personas, con una fecha de nacimiento falsa, un lugar de nacimiento falso, padres falsos, a partir de un certificado de nacimiento falso. 

(…)

En cuanto al término “padres del corazón”, imagino que se hace referencia a cierta relación filiatoria a partir del afecto.

Pero entonces podemos preguntarnos si una persona que robó a un recién nacido, que le ocultó que fue robado, que tal vez secuestró o torturó a sus padres, que lo separó de ellos y de su familia, que le mintió siempre respecto de sus orígenes, que –más frecuentemente de lo que uno quiere pensar- lo maltrató, humilló, engañó, en forma cotidiana, que lo separó de su familia a conciencia, si una persona que hizo todo esto, o algo de todo esto, puede saber y sentir qué es el amor filial.

Yo respondo que no, que el vínculo con este tipo de personas queda determinado por la crueldad y la perversión.

(…) creo que de ninguna forma es correcto llamarlos “padres”, puesto que padres fueron aquellos de los que nos separaron a la fuerza cuando nacimos o al ser muy pequeños.

(…) las personas que hoy se encuentran imputadas por mi apropiación me criaron sin ningún consentimiento por parte de mi familia, la cual me buscó desde antes de mi nacimiento, que tuvo lugar durante el cautiverio de mi madre.

(…) sé que la curiosidad de muchos los inclina a preguntarse qué es lo que siento yo para con mis apropiadores.

Puedo decir que no siento nada. Ningún vínculo emotivo me une a ellos.

Sólo me voy a referir a cierto sentimiento de culpa, que creo que en algún momento es inevitable sentir, puesto que la relación que diseñan los coloca en un rol “salvador”: en este sentido, mis apropiadores sostenían que yo había sido abandonada.

Hay un momento en el que lo perverso de la relación, construida en esos términos, se hace evidente: cuando comprobamos que el derecho a conocer nuestros orígenes implica develar el delito del que somos víctimas. Para mí primó mi derecho a conocer quiénes habían sido mis padres, qué había sucedido con ellos y conmigo.

(…)

En el alegato (…) expresamos que el robo de bebés, la apropiación de niños nacidos durante el cautiverio de sus padres o secuestrados junto a ellos, es un delito de lesa humanidad y entendemos que ya es hora de considerar su gravedad en estos términos y dejar de minimizar el impacto que tuvo y sigue teniendo en nosotros, en nuestras familias y en la sociedad en su conjunto.

Los precedentes pueden rastrearse a lo largo de la historia argentina y pueden analizarse las consecuencias desastrosas en el presente, en el tráfico de niños, por ejemplo.

Nuestros padres fueron perseguidos por razones políticas; muchos fueron asesinados o están desaparecidos, muy pocos viven y están separados de nosotros y nos siguen buscando. Nosotros fuimos apropiados por razones políticas.

(…)

Nuestras madres y nuestros padres no nos abandonaron. Vivimos gracias a ellos, que soportaron las más terribles condiciones durante su cautiverio ilegal. Solamente a la fuerza pudieron separarnos de ellos.

Concluye con estos interrogantes:

¿Cómo se puede mitigar la crueldad de cientos de secuestradores y secuestradoras? ¿Con la venganza? Creo que nos salva de ella conocer la noción de justicia, que es lo que mi familia, las Abuelas, yo y tantos esperamos durante 30 años. Ahora es el Tribunal Oral Federal N° 5 quien debe contraponer a estos 30 años de impunidad, la Justicia”.

Dicho Tribunal estaba integrado por los jueces Guillermo Andrés Gordon, Daniel Horacio Obligado y Ricardo Luis Farías, quienes el día 4 de abril de 2008, se expiden condenan a los acusados con penas muy menores respecto de lo solicitado tanto de la querella como de la fiscalía.

 

Hay historias que necesariamente tienen un nuevo comienzo, este comienzo es promesa y está garantizado por cada nuevo alumbramiento. Si “la verdad alumbra lo que perdura” como dice Victoria Montenegro, otra nieta restituida, también posibilita otro espacio para la vida.

 

Se tratará, entonces, de dejarnos enseñar por nuestra experiencia y ubicar no sólo lo que el psicoanálisis nos aporta sino lo que de dicha experiencia nos abre a la interrogación psicoanalítica.

 

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FUENTE:

Intersecciones Psi – Revista Electrónica de la-Facultad de Psicología de la UBA (Año 5 – Número 15 – Junio de 2015)