Psicología Evolutiva: Educación sexual (6 a 12 años). Amigas y amigos

La educación sexual de niñas y niños de 6 a 12 años
(Autoras: Graciela Hernández Morales, Concepción Jaramillo Guijarro)

7- Amigas y amigos.

Iniciar y elegir los vínculos:

Hay niñas y niños a los que les cuesta iniciar relaciones, dar el primer paso, aunque se muestren afectivos y entusiastas con sus amistades. A veces, empujarles un poquito les ayuda, simepre y cuando esto no implique incitarles a ir más allá de donde se sienten bien. En este sentido, es interesante enseñarles a acercarse a niñas y niños desconocidos, a tomar iniciativas y a comprender que si alguien rechaza algunas de sus propuestas no significa que sus deseos no tengan valor.
Algunas actividades como el teatro, el deporte, la música o el baile les permiten abrirse,
mostrar algunas facetas que habitualmente están ocultas y conocer a otras niñas y niños. Puede ser interesante también, por ejemplo, ofrecerles la oportunidad de asistir a campamentos con gente de su misma edad, donde podrán experimentar una intensidad y complicidad diferente, sin la presencia de sus mayores.

Las pandillas:

A medida que crecen, tienden a juntarse en pandillas. En ellas experimentan nuevas formas de relación, de juegos y de sensaciones. A veces, en este proceso, dejan en un segundo lugar la relación ‘tú a tú’. Sin embargo, estas relaciones son necesarias para que puedan compartir y reconocer aquello que viven y sienten en el gran grupo, y también para buscar el modo de estar en él sin dejar de lado su propia singularidad: sus gustos, sus opiniones, sus aficiones.
Aprender a andar en ese hilo delgado que les permite formar parte de un grupo sin perderse
en él es importante porque, a menudo, quieren formar parte de un grupo para tener una identidad clara y consistente. Querer ser como el resto para tener reconocimiento y visibilidad hace que demasiados chicos y chicas dejen de ser fieles a sus propios gustos, ideas y sentimientos para acoplarse a las señas de identidad de su pandilla. Asimismo, aferrarse a una identidad colectiva es poner una barrera en la relación con otras pandillas que tienen otra identidad diferente, en una lógica donde ser diferente les separa en lugar de enriquecerles.

La amistad entre niñas:

Gran parte de las niñas considera que la amistad con otras niñas es algo fundamental en sus
vidas, son vínculos a los que dan un gran valor. Suelen hablar mucho entre sí y expresar sus afectos, tanto con las palabras como con sus cuerpos a través de gestos, abrazos o besos.
Suelen verter mucha energía en el cuidado de estas relaciones. Analizan todo lo que en ellas pasa y se interesan por cada palabra, gesto, muestra de afecto, acercamiento, alejamiento o dificultad.
Viven sus relaciones con tanta intensidad y pasión que, a veces, les cuesta poner medida
a lo que sienten, dicen y experimentan. Cuando esto ocurre, se sienten desbordadas y les cuesta manejarse bien con todo lo que les pasa.
Asimismo, lo que viven y comparten en los espacios sólo de niñas suele permanecer oculto o minusvalorado en el mundo común de niñas y niños. Imaginemos, por ejemplo, a un hombre que se acerca a una sala donde están varias mujeres y les pregunta: ¿estáis solas? Esta pregunta sólo tiene sentido si se considera que los espacios femeninos están incompletos sin la presencia de hombres.
En la amistad entre niñas, los conflictos suelen tener que ver con la dificultad para aceptar que la otra tiene necesidades o gustos diferentes a los suyos. Esto es así porque tienden a sentir las relaciones afectivas como una fusión (‘si nos queremos, tú y yo estaremos juntas en todo y para todo’).
Es necesario, por tanto, ayudarlas a reconocer con seguridad que los espacios creados por ellas son valiosos, que cada niña es única y diferente y que, por tanto, tendrá algo único y diferente que aportar a esos lugares y a esas relaciones, que podemos querer a muchas personas sin que esto signifique disminuir el amor que sentimos hacia otras.

La amistad entre niños:

Para gran parte de los niños, la amistad entre ellos es algo que tiene un gran valor, pero lo suelen expresar de un modo diferente a como lo hacen las niñas. Aunque también intercambian afectos y sentimientos, no suelen hablar tanto sobre lo que les pasa en sus vínculos y, a excepción del enfado o la rabia, no suelen expresar tan abiertamente sus emociones. Ellos suelen juntarse con otros para hacer cosas y no tanto para hablar o estar simplemente juntos.
Un niño de 6 años hizo un cuento precioso. En él había un animal que buscaba a un amigo. Al
finalizar el cuento, se juntan varios animales para sacar un pez espada de una caja, pero, una vez que lo hacen, se despiden. Su educadora dedujo que este niño necesita amigos y que él considera que ser amigos es juntarse para hacer cosas y poco más.
A muchos niños se les enseña, más que a estar centrados en sí, a estar encerrados en sí. Algunos crecen con la idea de que la libertad es ‘hacer lo que me da la gana’, como si tuvieran que defenderse de los otros, en vez de pactar con los otros, para poder dar rienda a sus deseos. Y esta concepción de las relaciones produce miedos, dificultades y conflictos. Por eso, es necesario ayudarles a entender que abrirse a los demás, aunque les hace más vulnerables, les hace también ser más felices y, aunque pueda parecer paradójico, más libres.
Este modelo es alimentado por el ‘fantasma del mariquita’. A esas edades, como ya hemos dicho, la expresión ‘ser marica’ no se refiere tanto a un homosexual (sentir atracción sexual por otros hombres), sino a un chico afeminado (ser como las niñas). Y, por tanto, en esta lógica, los niños que comparten abiertamente sus sentimientos son minusvalorados.
Pero, a pesar de esta presión, muchos niños son capaces de prestar atención a los sentimientos.
Un niño de siete años, en lugar de reírse de otro que se muestra bastante torpe en clase, dice de él lo siguiente ‘él quiere hacer una cosa pero su mente no le responde’. Este niño se relaciona poniendo en juego la empatía y por ello es capaz de comprender mejor a los y las demás.
Es más, hay niños que, sin jugar a pegarse o a ser el más fuerte, están rodeados de amigos. Algunos, con su empatía, simpatía o inteligencia, son referentes para otros niños que no quieren seguir ese modelo de masculinidad tradicional y que no saben cómo salirse de él. Es importante escuchar, reconocer y dar la palabra a estos niños para que no se sientan obligados a imitar un modelo que rechazan para ser valorados.

Los conflictos:

Niñas y niños viven muchos conflictos en sus relaciones. Los conflictos se dan cuando dos o más personas sienten que sus deseos, necesidades o intereses son incompatibles. Cuando esto ocurre, es necesario encontrar una manera de intercambio en la que nadie tenga que dejar de expresar lo que realmente siente, para que lo que parece incompatible deje de serlo, y para que la propia relación pueda seguir existiendo.
A veces, el escollo no está en la dificultad para encontrar un acuerdo que permita mantener
viva la relación, sino en la dificultad para reconocer y poner palabras al conflicto. Sin las palabras adecuadas no es posible abrir el conflicto de un modo claro y sin hacer daño.
Una madre ha observado cómo su hijo de diez años ha pasado por muchas subidas y bajadas en la relación con uno de sus amigos. Ha visto como han pasado de ser muy amigos a tratarse como si se odiaran. Ante esto, la madre buscó un momento de complicidad y serenidad para devolver a su hijo su mirada sobre esa relación. Le explicó que nadie puede ser un amigo perfecto, y difícilmente existe un enemigo de tal calibre que no exista nada rescatable en su persona. Le propuso que, ante cada dificultad, se parase a pensar donde está realmente el problema y donde la dificultad para entenderse.
Esta madre buscó una manera de ayudar a su hijo a poner nombre a lo que vive, a entender
qué le pasa, para que poco a poco, pueda dejar de arrastrarse de un modo tan impulsivo por sensaciones y emociones que no termina de encajar bien. Y así, él podrá entender que un desencuentro no significa que su amigo sea de pronto su enemigo, sino simplemente que han tenido una dificultad en la relación. Esto le permitirá empezar a entender que una relación no se sostiene de un modo mágico, sino con el cuidado, la comunicación, la atención y la creatividad. Saber esto, le ayudará a evitar la ruptura impulsiva de relaciones.
A veces, las niñas, por su gran necesidad de verbalizar lo que sienten y viven, se ven inmersas en situaciones de una gran complejidad afectiva a la hora de afrontar conflictos, porque, cuanto más decimos sobre lo que somos y lo que sentimos, más cosas ponemos sobre la mesa y más compromiso tendremos en una relación.
Una niña de 9 años escribió una nota en la que le dijo a su amiga que la quería mucho y que la consideraba su mejor amiga. Esta nota significó para ella un mayor compromiso en la relación porque la palabra escrita no la borra el viento con tanta facilidad como la hablada. Por eso, cuando tuvo un conflicto con esa niña, sintió un entramado de sensaciones muy intenso, porque había muchas cosas puestas en juego. En medio de una gran bronca, le dijo ‘¡devuélveme la nota que te di!’.
El liderazgo suele ser una fuente importante de conflictos. Una niña genera simpatía a muchas niñas y a algunos niños también. Suelen elegirla como delegada de clase, todo el mundo quiere ir a su casa a jugar con ella, etc. Pero, cuando ella no acepta alguna propuesta o relación, se desatan sentimientos de frustración que, a veces, implican que otras niñas la insulten o agredan. Ella sufre y entiende lo que le pasa, pero no entra al trapo. Sabe que puede hacer mucho daño con su fuerza física, por eso no la quiere utilizar.
Con 10 años, una niña se ve acosada por otra niña que la quiere dominar y manejar. Con el
apoyo de su madre y de su padrastro, afronta la situación poniendo fin a esta relación y explicándole que quiere ser amiga de todas las niñas y no sólo de una.
Estas situaciones han podido desenvolverse de una manera sensata porque ambas niñas han sabido ejercer su empatía sin perder su centro, sin obviar sus necesidades y deseos.
Algunos niños que han optado por seguir el modelo de “hombre duro, fuerte y bruto” sienten
que aquellos que no responden a ese rol son unos traidores porque, con su manera de estar, ponen en cuestión el poder de los hombres. En este tipo de contextos, hay niños a los que no les gusta el fútbol, la play-station o las peleas, pero que se esfuerzan por cumplir este rol para no ser marginados.
Y esto es también un modo violento de resolver su conflicto interno, se obligan a sí mismos a ser de un modo diferente al que realmente son, e incluso marginan y violentan a otros que sienten como él para ser aceptados y valorados. Es importante ayudarles a no mantener esa dinámica que les hace daño y a descubrir el modo de expresarse tal como son.
Cuando un niño o una niña no es capaz de aceptar sus propios deseos, vive un conflicto. Un
niño de siete años ha decidido no celebrar su cumpleaños con sus amigas y amigos. Ha dicho que prefiere compartir ese día con su familia. Pero, en el fondo, lo que le pasa, es que le da vergüenza ser el protagonista, le da pánico escénico pensar que ese día tendría que ser amable con todo el mundo, portarse bien, recibir felicitaciones, dar muchos besos, etc. Estas sensaciones le confunden y no le permiten saber a ciencia cierta si quiere o no quiere celebrar su cumpleaños. Termina evitando la situación antes que buscar su propia manera de ser anfitrión.
Los conflictos internos tienen que ver con cómo sentimos la percepción que las y los demás
tienen de nosotros y nosotras, con cómo conjugar nuestros deseos con la imagen que damos. Son conflictos que no siempre tienen que ver con el miedo a sufrir infravaloración, a veces, ocurre todo lo contrario. Una niña de 9 años es una referencia para las demás niñas, si ella se pone un aparato en la boca, las demás también se lo quieren poner, si ella se pone el pantalón de alguna manera especial, todas lo quieren llevar también así. Y eso le pesa.

Relación / separación entre niñas y niños:

Si observamos cualquier parque o patio de una escuela, vemos que, aunque con menos rigidez
que en otros tiempos, las niñas y los niños tienden a separarse. Pero, si sus educadoras y educadores se lo proponen, suelen aceptar el reto de jugar conjuntamente. Es común que, en este proceso, los niños sientan resistencias para jugar a lo que habitualmente juegan las niñas e intenten imponer sus gustos. Es habitual también que las niñas muestren resistencias para jugar a lo que suelen jugar los niños, aunque tampoco es extraño que algunas hayan incorporado algunos de esos juegos a sus prácticas cotidianas. Por eso, es importante diversificar las propuestas. Por ejemplo, si los niños superan una primera etapa de rechazo hacia ‘la comba’, ¡a ver quien consigue que dejen de saltar!
Una niña se ha llevado siempre muy bien con los niños porque a ella le gustan los juegos a los que ellos suelen jugar. Pero esto ha hecho que se sintiera un poco desplazada por las otras niñas.
Pero, con la ayuda de su padre, descubrió que en realidad, además de amigos, también tiene amigas, o sea, es diferente a las demás niñas porque se relaciona no sólo con las de su sexo.
Los niños a los que les gusta jugar con las niñas a los juegos que ellas suelen jugar son considerados raros. Pero ellas, aunque los encuentren raros, suelen acogerlos y jugar con ellos de buen grado. Los niños, en cambio, suelen tener más dificultad para aceptarlos.
Algunos niños sienten necesidad de marcar territorio para darse valor y, no sólo no dialogan con las niñas, sino que incluso las agreden (*). Un niño de diez años, cada vez que se cruzaba con una niña le daba con un balón, como un juego. A ellas no les hacía ninguna gracia. La maestra preguntó a las niñas ‘¿a vosotras os gusta que os den con la pelota?’ Ellas dijeron que no con la cabeza. Entonces la maestra les animó a decirlo en voz alta y una niña se plantó y dijo ‘¡no nos gusta que nos des con el balón en la cabeza.’
Es importante que las niñas descubran que pueden expresar lo que sienten en los espacios mixtos.
No sólo lo que les disgusta, sino también lo que desean, viven, les interesa. Es habitual que las niñas hablen más, se expresen con más facilidad, se cuenten con minuciosidad muchas experiencias, pero no en el mundo común de niñas y niños. Si observamos como se relacionan entre sí, podemos descubrir que este silencio no responde a una incapacidad para expresarse. Los intereses y formas de actuar de los niños siguen siendo la norma, lo visible, lo significativo en muchos lugares, de modo que ellas se sienten extrañas o relegadas. Algunas incluso optan por imitar a los niños para ver si así son reconocidas y valoradas. Es como si sintieran que todo eso que les interesa, como son los sentimientos y las relaciones, no está muy bien visto en el mundo común. Y, para hablar en público sobre este tipo de cuestiones, hace falta confianza, saber que se va a tomar muy en serio lo que van a decir.
En este sentido, es importante también que los niños descubran que pueden decir en público y abiertamente todo aquello que sienten, y que, al hacerlo, no dejarán de ser hombres valiosos, sino todo lo contrario. Para ello, tendrán que aprender una concepción diferente y más profunda de la valentía: es más valiente aquel que se atreve a ser él mismo a pesar de la presión del grupo que aquel que reproduce con violencia lo que el grupo le dicta. Y esto les permitirá estar cerca de las niñas sin sentir que pierden algo.

(*) Según los datos del informe “violencia entre compañeros en la escuela”, elaborado por el ‘Centro reina Sofía para el estudio de la violencia’ en el año 2005, entre quienes agreden, 8 de cada 10 son niños, y entre quienes sufren la agresión, 6 de cada 10 son niñas.

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