Relación entre cuerpo y cultura: patologías psicosomáticas y virtualidad (red, SMS, etc.)

“Los deportes extremos (Levy, 1995) y las patologías psicosomáticas podrían ser pensadas también como intentos de re-situar el cuerpo, de actualizarlo frente a los nuevos patrones culturales que pregonan una licuidificación del mismo en las redes. La noción de hipocuerpo podría servirnos para pensar cómo los sujetos en la actualidad viven esa limitación del cuerpo único, como una pérdida no acorde con las representaciones socioculturales actuales que prometen esa multipresencia corporal o el olvido del cuerpo”.

La “cura por la palabra” freudiana había mostrado la inextricable relación entre el discurso y el cuerpo en la histeria de conversión. Las relaciones cuerpo-mente en la era victoriana seguramente diferían del vínculo que tienen en la actualidad. Los trabajos en la línea psicosomática (Marty, Gaddini, Ali, Mc. Dougall, Winnicott, etc.) han continuado profundizando en las relaciones ente-cuerpo, buscando delimitar el pasaje de lo psíquico a lo corporal y viceversa. Pero sin dudas esas relaciones no existen por fuera de los requerimientos culturales.
El vértigo de la actual vida cotidiana somete a los cuerpos a estar ahí y allá, desdoblados, partidos. La proliferación de patologías somáticas ha sido en general entendida desde la óptica del funcionamiento intrapsíquico o vincular, relacionado a la alexitimia de nuestra sociedad. Ese enfoque, es en parte acertado, pero quizás no explicativo del todo. Los efectos de la tecnología en la fantasía no han sido abordados con profundidad salvo contadas excepciones (Turkle, 1995; Elliot, 1996).
Existe una dimensión imaginaria de multipresencia y ubicuidad de la que no es fácil desasirse, y que implica una carga extra para los cuerpos de esta era. Los sujetos buscan desesperadamente “desenchufarse”, “desconectarse” para descansar; metáforas que dan cuenta de esa conexión a las redes propia de la vida actual. Las propias drogas muchas veces cumplen esa función de “bajar a Tierra”, “desacelerar” a los sujetos inmersos en el vértigo, la velocidad de la vida urbana y sus requerimientos.

Las representaciones del cuerpo en las redes han sido abordadas por distintos autores (Stone, 1991; Turkle, 1995; Levy, 1995; De Kerckhove, 1995, 1997) quienes han resaltado las posibilidades que ofrecen las redes para superar las limitaciones espaciales y manejarse en el ciberespacio con representantes del self. La noción de cuerpo se ha visto interpelada por el SMS ya que en ésta es posible dejar el cuerpo atrás y sin embargo navegar y entrar en contacto con distintas personas a lo largo y ancho del mundo, manejando la presentación a antojo (Littler, 1999). Sin embargo, lo que ha quedado relegado en estos estudios, no es la ganancia, sino la pérdida que estos entornos generan.
El mundo virtual puede simular todo, inclusive hasta la propia muerte -como en una fantasía diurna compartida- pero lo que no puede evitar es la materialidad única del cuerpo. Ese es el límite infranqueable que la realidad impone hasta el momento. Ese es el límite sin posibilidad de retorno que la naturaleza ha impuesto desde siempre y que quizás el futuro a través de la clonación pueda revertir. Esa limitante es justamente lo que la virtualidad aún no puede eludir. SMS permite “jugar con las identidades, trabajarlas inclusive”, crear escenarios en donde podemos simular la muerte de otros y la nuestra propia, pero no escapar a ese límite último que marca el fin de lo lúdico y lo vital. Las posibilidades deconstructivas de la personalidad, el viajar del cuerpo por el ciberespacio, encuentran el tope del cuerpo real, material.