Relevancia de Foucault para la Psicología: De la arqueología del saber a la genealogía del poder

Relevancia de Foucault para la Psicología

Juan Pastor
Universidad de Oviedo

De la arqueología del saber a la genealogía del poder

Las palabras y las cosas (Foucault, 1997, original de 1966) es
una arqueología de las Ciencias Humanas decepcionante. Así como
en Historia de la locura Foucault explicaba el tránsito de una
etapa a otra, aquí no hace lo mismo y se limita a describir tres
«epistemes» (tres maneras de pensar la realidad humana) sin explicar
el paso de una a otra. El problema es que Foucault, dejándose
llevar por cierta embriaguez estructuralista, se olvida del sujeto,
lo que le lleva a hacer la arqueología de un saber como si éste
fuese independiente de los sujetos que lo generan. En Historia de
la locura Foucault atiende al desarrollo de un saber y al ejercicio
de un poder, a lo decible (prácticas discursivas) y a lo visible
(prácticas no discursivas). Pero en Las palabras y las cosas sólo
atiende a prácticas discursivas (saber), olvidándose de las no discursivas
(poder), fundamentales para entender los cambios y mutaciones
en la forma de pensar. En definitiva, Foucault describe pero
no explica, al prescindir del poder, por qué el hombre se
convierte en objeto de conocimiento. Foucault no volverá a cometer
semejante error, y La arqueología del saber (Foucault, 1983,
original de 1969) es una rectificación a Las palabras y las cosas
donde la cuestión del poder está ya presente.
En El orden del discurso (Foucault, 1987a, original de 1971),
el poder se instala ya, definitivamente, en la arqueología; una arqueología
que, con la inclusión explícita del poder, será ya genealogía,
culminando así Foucault su viaje nietzscheano del saber al
poder, de los juegos de lenguaje a los juegos de poder, de la epistemología
de las ciencias a la filosofía política. En esta obra, que
ya no es epistemológica sino política, Foucault nos habla de los
procedimientos para limitar, excluir, organizar, dominar y controlar
el discurso, que aparece claramente caracterizado como «práctica
discursiva» (Íñiguez, 2003) imbricada en prácticas no discursivas
y que se materializa en instituciones, saberes, tecnologías de
poder y procesos de subjetivación; práctica discursiva (decir es ya
«hacer») que no sólo está sujeta, como todas las prácticas sociales,
a relaciones de poder, sino que es, en sí misma, todo un ejercicio
de poder (no es que el poder entre en el discurso, es que el discurso
es poder). A Foucault no le interesa ni el sentido ni el significado,
oculto y profundo, del discurso (fenomenología), sino su uso
estratégico (Nietzsche).
La verdad existe, qué duda cabe, pero ni es un tesoro escondido
ni una creación mágica y de la nada, sino que es una construcción
humana ligada, como toda construcción humana, al poder. Y
eso es, siguiendo a Nietzsche, lo que le interesa a Foucault: la
«historia política de la verdad», sus condiciones de emergencia; a
través de qué luchas, negociaciones, conflictos e intereses crece y
se desarrolla. Foucault ni descubre la verdad oculta ni propone su
verdad subjetiva, sino que analiza cómo se construyen nuestras
verdades. De tal manera que podríamos decir, con Miguel Morey
(1983), que Foucault no busca la verdad del pasado, sino el pasado
de la verdad. A Foucault le interesan los «juegos de la verdad»
propios de las Ciencias Humanas (juegos por los que algo adquiere
estatus de verdad, convirtiéndose por ello en verdadero); juegos
de verdad que no son ajenos, como nos recuerda Nietzsche, a los
juegos de poder. Ahora bien, que los juegos de verdad estén ligados
a juegos de poder no implica ni que no exista la verdad ni que
los juegos de verdad sean meros juegos de poder. La verdad existe
pero es de este mundo; está ligada, por ello, al poder que la produce
y a los efectos de poder que induce.
Y el sujeto psicológico que conoce, ese que Foucault borró en
Las palabras y las cosas, también es de este mundo y también está
sujeto a relaciones de poder.

Continúa en «El ejercicio del poder«