Seminario 17: Clase 4, El amo y la histérica, 17 de Diciembre de 1969

 Me es útil tener acá estas cuatro fórmulas como referencia; los que asistieron a mi primer seminario pudieron escuchar allí la evocación de la fórmula que el significante, a diferencia del signo, es lo que representa, siendo el término «representa» por supuesto acentuado por la palabra «representante» y no por la palabra «representación», dado que representa un sujeto para otro significante. Como nada indica que el otro significante esté enterado del asunto, es claro que no se trata de representación, sino de representante. Mediante lo cual, ese mismo día, creo haber podido ilustrar lo que llamé el discurso del Amo, el discurso del Amo, en tanto que justamente, si podemos verlo reducido a un sólo significante, implica que representa alguna cosa que ya es mucho llamar alguna cosa que representa x que es justamente lo que hay que dilucidar en el asunto. Porque nada indica en qué impondrá el Amo su voluntad. Que necesite un complemento, está fuera de duda y que Hegel, llegado al caso, solo: pueda referirse a la muerte, como significante del amo absoluto, es por una vez, un signo, un signo que no resuelve nada por este seudo-origen, porque además para que esto continúe no ha muerto nadie, ni el amo del que después de todo celó se demostraría que es el amo si hubiera resucitado, o sea que hubiera pasado efectivamente por la prueba: en cuanto al esclavo, lo mismo da: precisamente ha renunciando a enfrentársele. El enigma de la función del amo no se revela inmediatamente. Esbocé, indico, porque es ya por la senda que no hace falta que finjamos descubrir, por la senda por la que, no la teoría del inconsciente, sino el descubrimiento de algo que nos asegura que no cae de su peso que todo saber, por ser saber, se sepa coma tal, ya que lo que descubrimos en la experiencia del más mínimo psicoanálisis es que es algo del más preciso orden del saber, no del conocimiento, no de la representación, sino muy precisamente algo que liga, en una relación de red, un significante S1, si quieren, a otro significante S2; es en los términos más polvorientos que puedo encontrara usando metáforas, como conviene tomar en este caso al término saber. Es en una relación semejante, y por lo tanto justamente que no se, sabe, que reside la base de lo que se sabe, lo que se articula tranquilamente como pequeño amo, como yo (moi), como el que sabe un montón, se ve sin embargo que de tiempo en tiempo eso se desequilibra, y se produce la erupción de toda la cara de lapsus, de tropiezos donde se revela el inconsciente. Pero es mucho mejor y de más alcance que a la luz de la experiencia analítica nos permitamos leer una biografía cuando tenemos los medios, cuando tenemos suficientes documentos que atestigüen lo que cree, lo que ella creyó haber sido su destino paso a paso, incluso, a veces, como creyó concluir ese destino.

Sin embargo, se pone de manifiesto, a la luz de esta noción que no es seguro que un saber se sepa, que podemos leer a nivel de que saber inconsciente hizo el trabajo que revela lo que es efectivamente la verdad de todo lo que se creyó ser, que para operar con el esquema del discurso del Amo, está invisiblemente el trabajo del esclavo, el que constituye un inconsciente no revelado que nos deja de esta vida, que bien vale que se hable de ello, lo que de verdad, de verdad verdadera, hizo surgir tantos rodeos, ficción y error.

El saber pues es puesto en el centro, en el banquillo por la experiencia psicoanalítica, Esto, por sí mismo, nos impone un deber de interrogación que no tiene ninguna razón para restringir su campo para decir todo. La idea de que el saber pudiese hacer, de alguna manera, ni en algún momento, aunque fuese de esperanza en el futuro, totalidad o cláusula, por supuesto, no necesitó al psicoanálisis para parecer dudosa. Pero de todas formas está claro que esta puesta en duda fue abordada quizás un poco superficialmente por los escépticos -hablo de los que se llamaron así, en la época en que eso constituía una escuela- de que esto pueda constituir una escuela, sólo tenemos una pálida idea. Pero, después de todo ¿que sabemos?. De lo que nos queda de los escépticos, quizá más vale juzgar que, sabiendo que no tenemos más que lo qué han sido capaces de recoger de ellos, los otros, todos los que no sabían: ellos partían de su fórmula de radical puesta en cuestión de todo saber, con mayor razón de su totalización.

Es una idea que muestra cuán poco evoca la incidencia de las escuelas, que el saber pueda hacer totalidad, es una idea inmanente a la política en tanto que tal. Se sabe desde hace tiempo. La idea imaginaria del todo, tal como es dado por el cuerpo, forma parte de la prédica política apoyándose en la buena forma de la satisfacción, lo que hace esfera al limite: que puede ser más hermoso, pero también que puede ser menos abierto, que puede parecerse más al cierre dé esa satisfacción!. La colisión de esta imagen con la idea de la satisfacción, es ese algo contra lo que tenemos que vérnoslas, cada vez que encontramos algo que hace nudo en ese trabajo de la puesta al día de algo por las vías del inconsciente, es el obstáculo, es el limite, o más bien es el algodón en el cual perdemos el sentido, nos vemos obstruidos.

Es importante saber que siempre fue usado en la política y que es extraño, que es singular, que es singular ver que una doctrina, como la de Marx, que instauró la articulación sobre la función de la lucha, la lucha de clases, no impidió que surgiera ese algo que es por el momento el problema que se no ha presentado a todos o sea el mantenimiento del discurso del Amo, obviamente no ton la estructura del

M

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                U

antiguo, en el sentido en que instalase en el lugar indicado por las letras sobre esa M, sino aquel que a la izquierda yo introduzco con la U -les diré porqué- y donde lo que ocupa el lugar que provisoriamente llamaremos dominante, lo que justamente se especifica como, no saber de todo -no estamos ahí- sino ser todo saber, que se debe entender como ese algo que se afirma no ser otra cosa que saber y que llamamos en el lenguaje común la burocracia. Y no se puede decir que no haya acá algo problemático. Si partimos además de lo que partí yo en mi primera enunciación, hace tres semanas, o sea que en el primer estatuto del discurso del Amo, el saber, es la parte del esclavo. Por esta razón creí poder indicar -lamento que un pequeño contratiempo me haya impedido retomarlo la última vez para dar algunas indicaciones suplementarias -creí poder indicar que lo que se opera del discurso del amo antiguo al del amo moderno que llaman capitalista, es que algo se ha modificado en el lugar del saber. Creí incluso poder llegar a decir que la tradición filosófica tenla su responsabilidad en esta transmutación, de modo tal que si es por haber sido desposeído de algo -es sobre todo, por supuesto, de la propiedad comunal que el proletariado se hace calificable de ese término «desposeído» que justifica la empresas, tanto como el éxito de la revolución- no es sensible que lo que se le restituye no es forzosamente su parte? Ese saber del que efectivamente la explotación capitalista lo despoja volviendo inútil, le es restituido en un tipo de subversión, es otra cosa que le es restituido: un saber de Amo. Es por eso que no ha hecho más que cambiar de amo. Lo que queda es en efecto la esencia del Amo, o sea que él no sabe lo que quiere porque es esto lo que constituye la verdadera estructura del discurso del Amo. El esclavo sabe muchas cosas, pero lo que mejor sabe, aún cuando éste no lo sepa -que es lo corriente, porque sino no sería un amo- el esclavo lo sabe: esa es su función de esclavo. Es también por eso que esto funciona, y que ha funcionado durante tanto tiempo. El hecho de que el todo-saber haya pasado al lugar del Amo, es lo que lejos de aclarar, opaca un poco más lo que está en cuestión, o sea la verdad de donde sale que haya un significante Amo, está muy enroscado, el S1 del Amo, mostrando el hueso de lo que resulta la nueva tirahía del saber, haciendo imposible que en este lugar que es el lugar donde teníamos la esperanza de ver aparecer en el curso del movimiento histórico lo que hay de la verdad, ese signo está ahora en otra parte: está a ser producido por aquellos que han sustituido al esclavo antiguo resultando ellos mismos los productos, como se dice, y tan consumibles como los otros, por una sociedad llamada de consumo, el material humano como se lo llamó en una época en que fueron aplaudidos por algunos que allí vieron ternura. Esto merece ser puntualizado, porque también nos concierne. Lo que nos concierne ahora, es interrogar eso de lo que se trata el acto psicoanalítico. No lo tomaré en el nivel en el que había esperado que pudiera rizar el rizo, hace dos años, y que quedó interrumpido, como él acto donde se asienta, donde se instituye como tal el psicoanalista; lo tomaré a nivel de la experiencia y de sus intervenciones una vez instituida la experiencia en sus límites precisos. Si hay un saber que no se sabe -ya lo dije- hay que situarlo a nivel del S2 , o sea al que yo llamo el otro Significante; ya he insistido bastante al respecto el año pasado. Este otro Significante no está solo: el vientre del Otro, de gran A esta lleno; es este vientre el que le da como, un caballo de Troya monstruoso, asiento a ese fantasma de un saber totalidad. Sin embargo es evidente que su función implica que algo viene a golpear del afuera, sin eso nunca saldría nada y Troya jamás hubiera sido tomada. ¿Qué es lo que instituye el analista ? Escucho hablar mucho del discurso del psicoanálisis, como si eso quisiera decir algo. Está, si carácterizamos un discurso centrando lo sobre lo que es su dominante, está el discurso del analista, y no se confunde con el discurso del psicoanalizante, con el discurso sostenido efectivamente en la experiencia analítica. Lo que el analista instituye como experiencia analítica, puede ser dicho simplemente: es la histerización del discurso, dicho de otro modo es la introducción estructural en condiciones artificiales del discurso de la histérica, él indicado acá con una H,

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                    H

ese que traté de puntualizar el año pasado, diciendo que es el discurso que existió y existirá siempre esté o no el psicoanálisis allí, que era un discurso lo dije de una forma gráfica porque le di su soporte más común, del que salió para nosotros la mayor experiencia, es decir el desvío, el trazado en zigzag sobre el que reposa ese malentendido de la especie humana, que en la especie humana constituye la relación sexual. Como se tiene el significante, es necesario que uno se entienda, y es justamente por eso que uno no se entiende; justamente el significante no está hecho para la relación sexual. Desde que el ser humano es hablante, perdido, acabado, ese algo, imposible por otra parte de localizar en ninguna parte en la naturaleza, que seria el carácter perfecto, armonioso de la copulación. La naturaleza presenta especies infinitas y que por otra parte en su mayoría no comportan ninguna copulación, lo que evidentemente demuestra que lejos está de las intenciones de la naturaleza que eso haga, como decía recién, un todo, una esfera.

En todo caso hay algo que es cierto, es que, sí para el hombre eso anda más o menos es gracias a un truco que lo permite, pero que de entrada lo vuelve insoluble. Esto es lo que quiere decir el discurso de la histérica, industriosa como ella es si la hacemos mujer -ese no es su privilegio, muchos hombres se hacen analizar, y por ese sólo hecho, se ven forzados también, a pasar por el discurso de la histérica, puesto que es la ley, la regla del juego-. Se trata de saber lo que se puede sacar en limpio en lo que respecta a la relación entre hombres y mujeres. Vemos entonces a la histérica fabricar un hombre como puede, un hombre animado por el deseo de saber.

En mi último seminario planteé la pregunta, pregunta que resurge aquí de que, si constatamos que históricamente el amo ha despojado lentamente al esclavo de su saber para convertirlo en un saber de amo, seguía siendo misterioso cómo el deseo -porque del deseo pueden creerme, podía prescindir muy bien, dado que el esclavo lo colmaba incluso antes de que supiera lo que podía desear – como pudo venirle el deseo. Sobre esto se hubieran dirigido mis reflexiones la ultima vez si esa cosa encantadora surgida de lo real -me afirmaron que es del real de la descolonización, un hospitalizado crónico en la antigua Argelia y colocado acá; como ven, una encantadora picardía – gracias a eso, no sabrán, al menos durante un tiempo – porque debo seguir adelantando – qué parentesco hago entre el discurso filosófico y el discurso de la histérica precisamente en esto de que parece que fuese el discurso filosófico el que inspiró en el amo el deseo de saber. Que tiene que ver la histérica en este asunto? Hay acá un terreno virgen.

Si hay algún pensamiento que le guste hilar un poquito más de lo que dice el orador, acá tiene una ocasión de mostrar su talento, que les aseguro, al menos me parece, prometedora. Como quiera que sea, para dar una fórmula más amplia que localizarlo en la relación hombre-mujer, digamos solamente que leyendo lo que yo inscribo acá del discurso de la Histérica, por supuesto todavía no sabemos qué es este $, pero si se trata de su discurso y del que yo digo que pasa, cuando se trata del hombre, por que haya un hombre animado del deseo de saber, qué es lo que se trata de saber? A qué precio ella es ella misma, esta persona que habla. En tanto que objeto a, ella es caída de este efecto de discurso con el contorno siempre roto en alguna parte. Lo que en última instancia la histérica quiere que él sepa, es que por el lenguaje, por ese lenguaje que resbala sobre la amplitud de lo que, como mujer, ella puede abrir sobre el goce, pero no es esto lo que importa a la histérica. Lo, que importa a la histérica; es que el otro, el otro que es hombre, sepa qué objeto precioso deviene ella en el contexto de discurso. Y después de todo, no es eso el fondo mismo de la experiencia analítica, si digo que al otro le da lugar dominante en el discurso de la histérica, si él histeria su discurso, si constituye ese sujeto al que se le pide  abandonar toda otra referencia que jala de las cuatro paredes que lo ciernen y producir significantes que son esta asociación libre dueña del campo para decirlo todo. Cómo puede conducir a algo decir no importa qué, si no estuviera determinado que no hay nada en eso que, quizás, surgido al azar, no se relacióna justamente por ser significante, con ese saber que no se, sabe y que es lo que verdaderamente trabaja? Sólo que, no hay ninguna razón para que él sepa algo más por ahí. Qué puede advenir de esta copiosa producción de S1 si el analista no toma la palabra? Muchas cosas, seguramente. El analista que escucha puede registrar muchas cosas con lo que un contemporáneo medio puede enunciar, si no se cuida de nada, se puede hacer el equivalente de una pequeña enciclopedia; eso dará muchísimas claves. Si fuera registrado, se podría incluso después de construirlo, hacer una pequeña máquina electrónica.

Es por otra parte la idea que pueden tener algunos, de que construyen la máquina electrónica gracias a lo que el analista sólo tiene que sacar una especie de ticket para darle la respuesta.

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       A

 Es lo que está en juego acá en el discurso del Analista… porque en la experiencia, es él el amo. Lo que habrá que ver es bajo que forma, por supuesto, lo que reservo a nuestros próximos encuentros. Porque bajo la forma a, me limito a señalarlo ya lo he subrayado en otra parte. Pero lo que es destacable, es que de su lado, es de su lado que hay S2 que hay saber, ya sea que ese saber lo adquiera escuchando a su analizante o que sea saber ya adquirido, marcación de lo que a un cierto nivel se puede limitar al saber-hacer analítico. Lo que hay que comprender de estos esquemas, como ya fui indicado al colocar S2 en el discurso del Amo en el lugar del esclavo y al colocarlo a continuación en el discurso del amo modernizado en el lugar del amo, que no es él mismo saber. En cual lugar está aquí? En el lugar que en el discurso del Amo, Hegel, el más sublime de los histéricos, nos designa como el de la verdad, porque no se puede decir que la «Fenomenología del Espíritu», consiste en partir del Selbslbewsstsein tomado al nivel más inmediato de la sensación e implicando que todo saber se sabe desde el punto de partida. Si no se tratara de otra cosa a qué viene toda esta fenomenología?. Solamente hace falta decir que lo que yo llamo la histeria de ese discurso consiste precisamente en lo que allí elude esta mínima distinción que permitiría darse cuenta que incluso si algún día este desarrollo histórico, que es de hecho el desarrollo de las escuelas, y nada más, desembocara en un saber absoluto, no sería más que para marcar la anulación, el fracaso, el desvanecimiento al término de lo único que explica la función del saber: su dialéctica con el goce, lo que haría que el saber absoluto, fuera pura y simplemente la abolición de ese término. Cualquiera que lea con atención el texto de la Fenomenología no puede tener ninguna duda al respecto.

¿Qué es lo que aporta esta posición de S2 en el lugar de la verdad? Qué es la verdad como saber? Viene al caso decirlo: como el saber sin saber? … Es un enigma … entre otros. Voy a darles otro ejemplo de lo que esto también puede ser. Los dos tienen la misma carácterística, que es la propia de la verdad: es que sólo puede decírsela a medias. Si nuestra querida verdad de la imaginaria de Epinal sale del pozo, siempre es sólo a medio-cuerpo. En Italia, en una de las conferencias que me habían pedido -no se porqué- y a la que encaré bastante mediocremente- ¿por qué? – me valí de la quimera en la que se encarna precisamente el carácter original del discurso de la histérica. Ella plantea un enigma al hombre Edipo, que quizás ya tenia un complejo, pero no forzosamente … seguramente no aquel al que habla de dar su hombre. El le responde de una cierta forma y es así como de viene Edipo. A lo que le ha pedido la quimera, él podría haber tenido muchas otras respuestas: cuatro patas, dos patas, tres patas, él hubiera podido decir: ¡es el esquema de Lacan! ¡Esto hubiera producido un resultado distinto!. El dice: «Es un hombre ,y todavía precisa un hombre en tanto que niño de pecho». Niño de pecho, ha comenzado sobre 4 patas, se levanta sobre 2 o retoma una tercera, es el bebé y al mismo tiempo sale disparado, derecho como una bala, al vientre de su madre. Es lo que se llama, con justicia, el complejo de Edipo. Supongo que ven lo que quiere decir acá la función del enigma: un semi-decir, como la quimera aparece a semicuerpo a riesgo de desaparecer totalmente cuando se ha dado la solución.

Un saber en tanto que verdad, eso define lo que debe ser la estructura de lo que se llama una interpretación. Si he insistido mucho sobre la diferencia de nivel entre la enunciación y el enunciado, es para que tome sentido lo que es la función del enigma, pero de otra que voy a mencionar ahora. El enigma, es propiamente: una enunciación. Les encomiendo convertirlo en un enunciado. Arréglense con eso como puedan, como hizo Edipo, sufrirán las consecuencias. Vean pues de qué sé trata el enigma. Pero hay otra cosa en la que casi no se piensa, que he aflorado así, tocado de vez en cuando, porque a decir verdad me concernía a ese respecto bastante a menudo como para que me resultara cómodo hablar con soltura, y es la cita. La cita, consiste en el curso de un texto en el que avanzan más o menos bien: si ustedes están en los buenos lugares de la lucha social de golpe citan a Marx, ustedes agregan: Marx dijo … ; si son analistas, en ese momento citan a Freud. ¡Es capital! El enigma, es la enunciación y arréglenselas con el enunciado.

La cita es: yo planteo el enunciado y, por lo demás, es el sólido apoyo que ustedes encuentran en el nombre del autor que se hace cargo. Esto no tiene nada que ver con el estatuto más o menos oscilante de la función del autor. Cuando se cita a Marx o Freud -no es al azar que elegí estos dos nombres- es en función de la parte de un discurso tomada por el supuesto lector que se los cita. Esta es la importancia de la función de la cita: es que a su manera es también un semi-decir. Es un enunciado del que se les indica que sólo es válido en tanto que ustedes ya participan de un cierto discurso, y, un discurso estructurado al nivel de las estructuras fundamentales que están en el pizarrón. Ustedes observaran que acá está el punto central -pero no podía explicarlo hasta ahora- de la cita, el hecho de que se cite o no a un autor, puede tener importancia en un segundo grado. Se los voy a explicar -espero que no lo tomen a mal- con algo muy familiar. Supongan que en el segundo tiempo se cita una frase indicando el nombre del autor, SR. Ricoeur por ejemplo. Supongan que se cita la misma y que se la coloca bajo mi nombre, eso de ningún modo puede tener, el mismo sentido en los dos casos. Espero hacerles entender con esto, que es lo que llamo la cita.

Pues bien, aquí tienen en estos dos registros, en tanto que justamente participan del semidecir, lo que da el medium y si se puede decir la ética bajo la que interviene la interpretación. La interpretación -los que se valen de ella lo advierten- la interpretación es así mismo y a medias enigma, enigma tanto como puede ser tomada en la trama del discurso del psicoanalista, enigma que el intérprete no puede de ningún modo completar por sí mismo, que no puede considerar como testimonio sin mentir, y por otra parte cita, o sea tomada en el mismo texto que tal enunciado, tal enunciado que puede pasar por testimonio solamente si lo unen a todo el contexto; recurriendo a aquel que es el autor. Porque lo que impacta en lo que resulta de esta institución del discurso analítico y lo que es el resorte de la transferencia, no es como algunos han creído entender, y de mí, que el analista sea el que está ubicado en función del sujeto supuesto saber. Si la palabra es entregada tan libremente al, psicoanalizante, es precisamente así como recibe esta libertad: es que se le reconoce que puede hablar como un amo, es decir como un chorlito y que eso dará tan buenos resultados como en el caso de un verdadera amo, que es supuesto conducir a un saber, a un saber del que se hace prenda el rehén, el que acepta de antemano ser el producto de las cavilaciones del psicoanalizante, o sea precisamente el psicoanalista en tanto que, como ese producto, está destinado al fin a la pérdida, a la eliminación del proceso, en tanto que pueda asumir este lugar. Si, al nivel del discurso del Amo, queda claro ya en el simple funcionamiento de las relaciones del amo y del esclavo que el deseo del amo es el deseo del Otro, puesto que es el deseo que el esclavo prevé, es otra cuestión saber que es de eso de lo que el analista toma el lugar para desencadenar este movimiento de investidura del sujeto supuesto saber, sujeto que por ser reconocido como tal está en su sitio de avance fértil de ese algo que llaman transferencia. Seguramente es demasiado fácil ver pasar acá la sombra de una satisfacción de ser reconocido. Pero eso es lo esencial. Al suponerlo el sujeto saber lo que hace, más aún que la histérica de la que es la verdad de la conducta, pero no el ser mismo, él, el analista se hace causa del deseo del analizante. ¿Que quiere decir esta rareza? ¿Debemos considerarla como un accidente, una emergencia histórica aparecida por primera vez en el mundo, sin antecedentes? Es un camino que posiblemente nos arrastre por un largo desvío. Observarán sin embargo que es la función ya aparecida y que no por nada Freud recurría preferentemente a tantos presocráticos, Empédocles entre otros, como ya lo saben.

Como sé que a las dos hay algo en este anfiteatro, terminaré en lo sucesivo, como hoy, a las dos menos cuarto, nos volvemos a encontrar el segundo miércoles de Enero.