Seminario 11: Clase 14, La pulsión parcial y su circuito, 13 de Mayo de 1964

Seminario 11, clase 14
Cuando leo en el Psychoanalitic Quaterly un artículo como el del Sr. Eduardo Glover, titulado Freudian or neo-freudian, y enteramente dirigido contra las construcciónes del Sr, Alexander, siento un sórdido olor a cerrado, al ver combatida en nombre de criterios en desuso una construcción como la del Sr, Alexander. ¡Dios mío! No dudé en atacarlo de la manera más formal, hace ya 14 años, en el Congreso de Psiquiatría de 1950, pero en fin, es la construcción de un hombre de gran talento, y cuando veo a qué nivel es discutida esta construcción, reconozco sus méritos a través de todos los avatares que encuentra mi discurso, aquí mismo y en otros lugares por supuesto podemos decir que este discurso obstaculiza a que la experiencia del análisis nos sea transmitida de una forma absolutamente cretinizante.

Reemprendo, a partir de ahí, mi discurso sobre la pulsión. Me he visto conducido a abordarla después de haber expuesto que la transferencia es lo que manifiesta en la experiencia la puesta en acto de la realidad del inconsciente, en tanto que es sexualidad. Me encuentro detenido en lo que implica esta misma afirmación.

Si estamos seguros de que la sexualidad está presente y en acción en la transferencia, es en tanto que en ciertos momentos se manifiesta al descubierto bajo la forma del amor. De esto es de lo que se trata ¿representa el amor el punto cumbre, el momento acabado, el factor indiscutible, que nos presentifica la sexualidad en el hic et nunc de la transferencia?

A ello se opone de la manera más clara el texto de Freud, no ciertamente aislado, sino central, que tiene por objeto las pulsiones y sus vicisitudes.

Este texto que empecé a abordar el último día intentando hacerles sentir bajo qué forma problemática, llena de preguntas, se presenta la introducción de la pulsión. Espero que una parte importante de mi auditorio habrá podido, en el intervalo, remitirse a este texto, tanto si se trata de personas capaces de leerlo en alemán, lo que me parece eminentemente deseable, o que, a falta de algo mejor, hayan podido leerlo, siempre más o menos impropiamente traducido, en las otras dos lenguas de la cultura, el inglés o el francés -doy ciertamente la peor nota a la traducción francesa, sin entretenerme en modo alguno en señalar las verdaderas falsificaciones que en ella pululan.

Incluso en una primera lectura, habrán podido darse cuenta de que este articulo está enteramente dividido en dos vertientes en primer lugar, el desmontaje de la pulsión en segundo lugar, el examen de das Lieben, el acto de amor. Vamos a abordar este segundo punto.

Está expresamente formulado por Freud que el amor no podría ser considerado en modo alguno como el representante de lo que Freud somete a discusión bajo el término de die ganze sexual Strebung, es decir, la tendencia, las formas, la convergencia del esfuerzo de lo sexual, en tanto que se terminaría en ganz, en un todo comprensible, que resumiría su esencia y su función.

Kommt aber auf damit nicht zuher, así eso no satisface en absoluto, exclama, en el momento de responder a esta sugestión ambiente. Nosotros, analistas, la hemos reproducido con toda clase de formulas que son igualmente engañosas. Todo el articulo nos enseña que con respecto a la finalidad biológica de la sexualidad, a saber, la reproducción, las pulsiones, tal como se presentan en el proceso de la realidad física, son pulsiones parciales.

Las pulsiones, en su estructura, en la tensión que establecen, estén ligadas a un factor económico. Este factor económico depende de las condiciónes en las que se ejerce la función del principio del placer a un nivel que recobraremos, cuando llegue el momento, bajo el término de Real-Ich. Digamos a continuación que podemos concebir el real-Ich como el sistema nervioso central en tanto que funciona, no como un sistema de relación, sino como un sistema destinado a asegurar una cierta homeostásis, de las tensiones internas.

A causa de la realidad del sistema homeostático la sexualidad no entra en juego más que bajo la forma de pulsiones parciales. La pulsión es precisamente este montaje por el que la sexualidad participa en la vida psíquica de una manera que debe acomodarse a la estructura de hiancia, que es la del inconsciente. Situémonos en los dos extremos de la experiencia analítica. Lo reprimido primordial es un significante, y lo que se edifica por encima para constituir el síntoma, podemos considerarlo siempre como un andamiaje de significantes- Lo reprimido y el síntoma son homogéneos, y reductibles a funciones de significantes- Su estructura, aunque se edifica por sucesión como todo edificio, es sin embargo, al final, inscribible en términos sincrónicos.

En el otro extremo está la interpretación. La interpretación concierne a este factor de una estructura temporal especial, que he intentado definir por metonimia. La interpretación, en su término, apunta el deseo, y en cierto sentido es idéntico a él. El deseo es, en suma la interpretación misma.

En realidad, si la sexualidad, bajo la forma de  las pulsiones parciales, no se hubiese manifestado como toda la economía del intervalo, nuestra experiencia se reduciría a una mántica, a la que entonces podría convenir el término neutro de energía psíquica, pero faltaría lo que ahí constituye la presencia, el Dasein, de la sexualidad.

La legibilidad del sexo en la interpretación de los mecanismos inconscientes siempre es retroactiva. Sólo pertenecería a la naturaleza de la interpretación si, en cada instante de la historia, no pudiésemos estar seguros de que las pulsiones parciales han intervenido eficazmente en tiempo y lugar oportunos. Y ello, no, como se pudo creer al principio de la experiencia analítica, bajo una forma errática. Que la sexualidad infantil no es un bloque de hielo errante arrancado al gran banco de hielo del adulto, que interviene como seducción sobre un sujeto maduro es algo que se comprobé en seguida en el análisis y con una imposición que, fuera de tiempo, puede sorprender.

Desde los Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad, Freud pudo plantear la sexualidad como esencialmente polimorfa, aberrante. Se rompió el encanto de una pretendida inocencia infantil. Esta sexualidad, por haberse impuesto tan pronto, diría casi demasiado pronto, nos ha hecho pasar demasiado rápidamente sobre el examen de lo que representa en esencia, a saber, que con respecto a la instancia de la sexualidad, todos los sujetos están en igualdad de condiciones, desde el niño hasta el adulto. que sólo tienen que ver con lo que, de la sexualidad, pasa a las redes de la constitución subjetiva, a las redes del significante; que la sexualidad se realiza sólo por la operación de las pulsiones en tanto que son pulsiones parciales, parciales con respecto a la finalidad biológica de la sexualidad.

La integración de la sexualidad en la dialéctica del deseo pasa por la puesta en juego de lo que, en el cuerpo, merecerá que designemos con el término de aparato entendiendo por ello eso con lo que el cuerpo, con respecto a la sexualidad, puede emparejarse, a distinguir de eso con lo que los cuerpos pueden aparearse.

Si todo está embrollado en la discusión de las pulsiones sexuales se debe a que no vemos que la pulsión sin duda representa, pero sólo representa, y parcialmente, la curva de la realización de la sexualidad en lo viviente. ¿Cómo extrañarse de que su último término sea la muerte? Puesto que la presencia del sexo en lo viviente está ligada a la muerte.

Hoy he hecho reproducir en la pizarra un fragmento de Heráclito, recogido en la obra monumental en la que Diels ha reunido lo que nos queda disperso de la época pre-socrática, Biós, escribe -y esto nos emerge en sus lecciónes de sabiduría de las que podemos decir que, antes de todo el circuito de la elaboración científica, van a la meta, y en línea recta- al arco ha dado el nombre de la vida -Bíos, el acento está sobre la primera sílaba- y su obra es la muerte.

Lo que la pulsión integra de golpe en toda su existencia es una dialéctica del arco, incluso diré del tiro al arco. Por allí podemos situar está lugar en la economía psíquica.

Freud nos introduce ahora en la pulsión por una de la vías más tradicionales, usando en todo momento los recursos del lengua, y no dudando en basarse en algo que sólo pertenece a ciertos sistemas lingüísticos las tres vías activas, pasivas y reflejas. Pero eso es sólo un envoltorio. Debemos ver que otra cosa es esta reversión significante, otra cosa lo que lo cubre. Lo fundamental, al nivel de cada pulsión es el ir y volver en el que se estructura.

Es de resaltar que Freud sólo pueda designar estos dos polos usando de eso que llamamos verbo. Schen und gesehen werden, ver y ser visto, quälen y gequält atormentar y ser atormentado. Ocurre que, desde el principio, Freud nos presenta como adquirido el que ninguna parte de este recorrido puede ser separada de su ir-y-volver, de su reversión fundamental, del carácter circular del recorrido de la pulsión.

Asimismo es de resaltar que, para ilustrar la dimensión de esta Verkehrung, elija la Schaulust, el goce de ver, y lo que sólo puede designar con la reunión de dos términos, el sadomasoquismo. Cuando hable de estas dos pulsiones, y más especialmente del masoquismo, marcará bien que no hay dos tiempos en estas pulsiones, sino tres. Hay que distinguir bien la vuelta en circuito de la pulsión de lo que aparece -pero también de no aparecer- en un tercer tiempo, a saber la aparición de ein neues Subyect que hay que entender del siguiente modo: no es que ya hubiera uno, a saber, el sujeto de la pulsión, sino que lo nuevo es ver aparecer un sujeto. Este sujeto que es propiamente el otro, aparece mientras la pulsión ha podido cerrar su recorrido circular. Sólo con su aparición a nivel del otro puede realizarse lo que hace a la función de la pulsión.
Seminario 11, clase 14
Es sobre esto que me propongo atraer la atención de ustedes- Ven aquí, en la pizarra, un circuito dibujado por la curva de esta flecha ascendente y redescendente que franquea, Drang es al principio, la superficie constituida por lo que les definí el último día como el borde, que es considerado en la teoría como la fuente, la Quelle, es decir, la zona llamada erógena en la pulsión. La tensión es siempre argolla, y no puede desolidarizarse de su retorno sobre zona erógena.

Aquí va a aclararse el misterio del zielgehemmt, de esa forma que puede tomar la pulsión, de alcanzar su satisfacción sin alcanzar su fin –en tanto sea definido por la función biológica, por la realización del apareamiento reproductivo. Pues ese no es el fin de la pulsión parcial. ¿Cuál es?

Dejemos todavía en suspenso la respuesta pero examinemos este término y los dos sentidos que puede presentar para diferenciarlos, he elegido aquí el anotarlos en una lengua en la que son particularmente expresivos, el inglés, aim -alguien a quiere encargar una misión, no quiere decir lo que debe traer, quiere decir por qué camino debe pasar. The aim, es el trayecto. El fin tiene otra forma, es el goal. El goal, no es tampoco, en el tiro al arco, el fin, el blanco no es el pájaro que usted abate, tras haber marcado el golpe y con ello alcanzado su fin.

Si la pulsión puede satisfacerse sin haber alcanzado lo que, con respecto a una totalización biológica de la función sería la satisfacción en su finalidad de reproducción, se debe a que es pulsión parcial, y que su fin no es otro que ese retorno en circuito.

Esta teoría está presente en Freud. En algún lugar nos dice que el modelo ideal que podría darse del autoerotismo es una sola boca que se besa a sí misma -metáfora luminosa, deslumbrante incluso, como todo lo que se encuentra bajo su pluma, y que no exige sino que se la complete con una pregunta.

En la pulsión, no es esta boca la que se podría llamar una boca ensartada, una boca cosida en la que vemos, en el análisis, despuntar al máximo, en ciertos silencios, la instancia pura de la pulsión oral, cerrándose en su satisfacción.

En todo caso, lo que obliga a distinguir esta satisfacción del puro y simple autoerotismo de la zona erógena, es este objeto que demasiado a menudo confundimos con éste en el que la pulsión se cierra -este objeto, que no es de hecho más que la presencia de un hueco, dé un vació, ocupable nos dice Freud, por cualquier objeto y cuya instancia no conocemos sino bajo la forma del objeto perdido a minúscula. El objeto a minúscula no es el origen de la pulsión oral. No queda introducido a titulo de alimento primitivo, queda introducido por el hecho de que ningún alimento satisfacerá jamás a la pulsión oral, a no ser contorneando el objeto que eternamente falta.

La cuestión radica para nosotros ahora en saber dónde se empalma este circuito y, en primer lugar, si está revestido de una carácterística de espiral, es decir, si el circuito de la pulsión oral continúa con la pulsión anal, que seria así el estadio siguiente. ¿Se da ahí un progreso dialéctico que se engendra en la oposición? Esto es llevar ya la cuestión muy, lejos para esta gente que nos ha acostumbrado, en nombre de no se qué misterio del desarrollo, a tener a la cosa por adquirida, inscripta en el organismo.

Esta concepción parece sostenerse en el hecho de que, efectivamente, por lo que respecta a la emergencia de la sexualidad bajo un forma llamada acabado, tenemos que vérnosla con un proceso orgánico. Pero no hay razón alguna para extender este hecho a la relación entre las otras pulsiones parciales. No existe ninguna relación de engendramiento entre una de las pulsiones parciales y la siguiente. El paso de la pulsión oral a la pulsión anal no se produce por un proceso de maduración, sino por la intervención de algo que no pertenece al campo de la pulsión -por la intervención, la inversión, de la demanda del Otro. Si hacemos intervenir las otras pulsiones cuya serie puede establecerse, y cuyo número es bastante pequeño, resulta totalmente evidente que se verían ustedes en un aprieto para situar en relación con las pulsiones que acabo de mencionar, en una sucesión histórica, la Schaulust o pulsión escópica, incluso lo que en su momento distinguiré como la pulsión invocante, y establecer entre ellas la misma relación de deducción o de génesis.

No existe ninguna metamorfosis natural de la pulsión oral en, pulsión anal. Cualesquiera que sean las apariencias que pueda darnos, si llega el caso, el juego del símbolo que constituye, en otros contextos, el pretendido objeto anal, a saber, las heces, con respecto al falo en su incidencia negativa, no podemos en grado alguno -la experiencia lo demuestra- considerar que existe continuidad de la fase anal a la fase fálica; que existe relación de metamorfosis natural.

Debemos considerar la pulsión bajo la rúbrica de la konstante Kraft que la mantiene como una tensión estacionaria. Notemos hasta en las metáforas que Freud nos da para expresar estas salidas, Schub, dice, que traduce inmediatamente por la imagen que sostiene en su mente, la de un fundido de lava, emisión material de la deflagración energética que se produce en diversos tiempos sucesivos, que tan, al venir unas tras otras, esta forma de trayecto de retorno, ¿No vemos en la metáfora freudiana encarnarse esta estructura fundamental -algo que sale de un borde, que redobla su estructura cerrado, siguiendo un trayecto que da la vuelta, y del que nada asegura la consistencia más que el objeto, en calidad de algo que debe ser contorneado?. Esta articulación nos conduce a convertir la manifestación de la pulsión en una forma de sujeto acéfalo, pues todo se articula en términos de tensión, y no tiene mis relación con el sujeto que de comunidad topológica. He podido articularles el inconsciente como situándose en las hiancias que la distribución de las catexis significantes instaura en el sujeto, y que se representan en el algoritmo con un rombo (() que coloco en el centro de toda relación del inconsciente entre la realidad y el sujeto. ¡Y bien! Por cuanto algo en el aparejo del cuerpo está estructurado de la misma manera, es a causa de la unidad topológica de las hiancias en juego, que la pulsión halla su papel en el funcionamiento del inconsciente.

Sigamos ahora a Freud cuando nos habla de la Schaulust, ver, ser visto. ¿Es lo mismo? ¿cómo es incluso sostenible que pueda ser así, si no es para inscribirlo en términos de significantes? Lo es que hay entonces algún otro misterio? Hay otro, y, para introducirles en él, basta con considerar que la Schaulust se manifiesta en la perversión. Subrayo que la pulsión no es la perversión. Lo que constituye el carácter enigmático de la presentación de Freud, depende de que él quiere indicarnos una estructura radial en la que el sujeto no se encuentra aún ubicado. Lo que por el contrario define la manera como el sujeto se sitúa en ella.

Hay que considerar atentamente él texto de Freud. Lo precioso de los textos de Freud, en esta materia donde descifra, es que a la manera de los buenos arqueólogos, deja el trabajo de la excavación ,en el sitio de forma que, incluso si queda inacabada, podemos saber lo que quieren decir los objetos desenterrados. Cuando el señor Fenichel pasa por ahí actúa al modo de antaño. Lo recoje todo, mete todo en bolsillos y en vitrinas, sin orden, o por lo menos en un orden completamente arbitrario, de tal modo que nadie puede encontrar ya nada.

¿Qué ocurre en el voyeurismo? En el momento del acto del voyeur, ¿dónde está el sujeto, dónde el objeto? Lo dije, el sujeto, en tanto se trata de ver, no está ahí al nivel de la pulsión de ver. Está ahí en tanto perverso, y no se ubica sino al término de la argolla. En cuanto al objeto es lo que mi topología escrita en la pizarra no puede hacerles ver, pero les permite admitirlo- la argolla gira a su alrededor, él es un proyectil, y con él, en la perversión, el blanco es alcanzado.

El objeto es aquí mirada -mirada que es el sujeto, quien lo alcanza, quien hace diana en el tiro al blanco. Sólo tengo que recordarles lo que dije del análisis de Sartre. Si este análisis hace surgir la instancia de la mirada, no es al nivel del otro cuya mirada sorprende al sujeto mientras ve por el agujero de la cerradura. Ocurre que el otro le sorprende a él, el sujeto, como siendo todo él mirada oculta.

Ustedes captan la ambigüedad de lo que está en cuestión cuando hablamos de la pulsión escópica. La mirada es este objeto perdido, y de repente reencontrado, en la conflagración de la vergüenza, por la introducción del otro, hasta aquí, ¿qué intenta ver el sujeto? Intenta ver, sépanlo ya, el objeto en tanta ausencia. Lo que el voyeur busca y encuentra no es más que una sombra, una sombra detrás de la cortina, ahí fantaseará cualquier magia de presencia la cosa más graciosa, incluso si en el otro lado sólo hay un atleta peludo. Lo que busca no es, como se dice, el falo; sino, precisamente su ausencia, y de ahí la preeminencia de ciertas formas como objetos de su búsqueda.

Lo que se mira es lo que no se puede ver. Si la estructura de la pulsión aparece gracias a la introducción del otro, sólo se completa realmente en su forma invertida, bajo forma de retomo, que es la verdadera pulsión activa. Lo apuntado por el sujeto en el exhibicionismo es lo que se realiza en el otro, a quien el deseo verdaderamente apunta es al otro, en tanto que apremiado, más allá de su implicación en la escena. No es sólo la víctima la interesada en el exhibicionismo, es la víctima en tanto que referida a algún otro que la mira.

Es así que en este texto tenemos la clave, el nudo, de lo que tanto ha obstaculizado la comprensión del masoquismo- Freud articula de la forma más firme que al principio de la pulsión sadomasoquista el dolor no aparece para nada. Se trata de una Herrshaft, de una Bewältigung, de una violencia ¿Hecha a qué ? A algo que tiene tan poco nombre que Freud llega, y al mismo tiempo vacila, a encontrar su primer modelo, de acuerdo con todo lo que yo os enuncio, en una violencia que el sujeto se hace, con fines de dominio, a sí mismo.

Vacila. Y por buenas razones. El asceta que se flagela lo hace para un tercero, ahora bien, no es de eso lo que se propone apoderarse. Quiere sólo designar al retomo, la inserción en el propio cuerpo del principio y el final de la pulsión.

¿En qué momento, dice Freud, vemos introducirse, en la pulsión sadomasoquista, la posibilidad del dolor? -la posibilidad del dolor sufrido por lo que se ha convertido, en este momento, en el sujeto de la pulsión En el momento, nos dice, que la argolla se ha cerrado, que de un polo a otro ha habido reversión, donde el otro ha entrado en juego, donde el sujeto se ha tomado por término, terminal de la pulsión. En ese momento, el dolor entra en juego en tanto que el sujeto lo experimenta del otro.

Se convertirá, podrá convertirse, en esta deducción teórica, en un sujeto sádico, en tanto que la argolla cerrada de la pulsión habrá hecho entrar en juego la acción del otro. Lo que está en juego en la pulsión se revela por fin aquí: el camino de la pulsión es la única forma de transgresión permitida al sujeto con respecto al principio del placer.

El sujeto advertirá que su deseo es sólo un vano rodeo que busca pescar, enganchar el goce del otro -por cuanto que al intervenir el otro advertirá que hay un goce más allá del principio del placer.

El forzamiento del principio del placer por la incidencia de la pulsión parcial he ahí como podemos concebir que las pulsiones parciales, ambigüas, se instalen en el límite de una Erhaltungstrieb, del mantenimiento de una homeostasis, de su captura por esa figura velada que es la de la sexualidad.

En la medida que la pulsión da testimonio de ese forzamiento del principio del placer, queda testimoniado para nosotros que mis allá del Real Ich interviene otra realidad, de la que veremos por qué retorno, en último término, es ella quien ha dado a este Real ich su estructura y su diversificación.

J, A. Miller: –La pregunta se refiere a la relación de la pulsión con lo real y a las diferencias entre el objeto de la pulsión, el de la fantasía y el del deseo.

J. LACAN: -El objeto de la pulsión debe ser situado al nivel de lo que llamé metafóricamente una subjetivación acéfala una subjetivación sin sujeto, un hueso, una estructura, un trazo que representa una cara de la topología- La otra hace que un sujeto, por sus relaciones con el significante, sea un sujeto agujereado. Estos agujeros provienen de algún sitio.

En sus primeras construcciónes, sus primeras redes de encrucijadas significantes que se estabilizan, Freud apunta a algo que, en el sujeto, está destinado a mantener al máximo lo que he llamado homeostasis. Esto no quiere decir simplemente rebasamiento de un cierto umbral de excitación, sino también repartición de vías. Freud incluso emplea metáforas que asignan un diámetro a estas vías, que permiten el mantenimiento, la dispersión siempre igual, de una cierta catexis.

En algún lugar Freud dice formalmente que la presión de lo que, en la sexualidad debe ser reprimido para mantener el principio del placer -la libido-, es lo que ha permitido el progreso del propio aparato mental en tanto tal y por ejemplo, la instauración en el aparato mental de esta posibilidad de catexia que llamamos Aufmerksamkeit, posibilidad de atención. La determinación del funcionamiento del Real Ich, que a la vez satisface al principio de placer y, al mismo tiempo, está catectizado sin defensa por los ascensos de la sexualidad: esto es lo responsable de su estructura.

A este nivel, no estamos incluso obligados a tomar en consideración subjetivización del sujeto. El sujeto es un aparato. Este aparato es algo lagunar, y es la laguna que el sujeto instaura la función de un cierto objeto, en tanto que objeto perdido. Se trata del estatuto del objeto a en tanto que esta presente en la pulsión.

En la fantasía, el sujeto pasa frecuentemente inadvertido, pero siempre está ahí, ya sea en el sueño, en la ensoñación o en cualquiera de sus formas más o menos desarrolladas. El propio sujeto se sitúa como determinado por la fantasía.

La fantasía es el sostén del deseo, no es el objeto el que sostiene al deseo. El sujeto se sostiene como deseando con respecto a un conjunto significante siempre mucho más completo. Esto se ve bastante bien en la forma de escenario que ella toma, donde el sujeto, más o menos reconocible, está en algún lugar, escindido, dividido, habitualmente doble, en su relación con este objeto que muy a menudo ya no muestra más su verdadera figura.

El próximo día retomaré a lo que he llamado estructura de la perversión. Se trata propiamente hablando de un efecto inversa del de la fantasía. El sujeto se determina a sí mismo como objeto en su encuentro con la división de la subjetividad.

Les demostraré que -hoy sólo pude detenerme un momento a causa de la hora y lo deploro- lo que sostiene la realidad de la situación de lo que se llama pulsión sadomasoquista, es exactamente el sujeto asumiendo este papel de objeto. En la medida que el sujeto se hace el objeto de otra voluntad, no sólo se clausura, sino que la pulsión sadomasoquista se constituye.

Sólo en un segundo tiempo, como Freud indica en este texto, el deseo sádico es posible con respecto a una fantasía. El deseo sádico existe en una infinidad de configuraciones, también en las neurosis, pero todavía no se trata del sadismo propiamente dicho.

Les ruego se remitan a mi articulo a Kant con Sade, verán que el sádico ocupa el lugar del objeto, pero sin saberlo, en beneficio de otro, para cuyo goce ejerce su acción de perverso sádico.

Pueden ver ahí, por tanto, diversas posibilidades de la función del objeto a, que jamás se encuentra en posición de objetivo del deseo Es, o presubjetivo, o fundamento de una identificación del sujeto, o fundamento de una identificación denegada por el sujeto. En este sentido, el sadismo no es más que la denegación del masoquismo. Esta formula permitirá esclarecer muchas cosas en lo referente a la verdadera naturaleza del sadismo.

Pero el objeto del deseo, en su sentido común, o es una fantasía que en realidad es el sostén del deseo, o un señuelo.

El análisis que realiza Freud del amor nos permitirá progresar sobre este tema del señuelo, que usted ha emitido hace un momento con respecto a la relación del sujeto con lo real.

La necesidad de Freud de tener que referirá a la relación del Ich con lo real para introducir la dialéctica del amor cuando, propiamente hablando, lo real neutro es lo real desexualizado- no ha intervenido al nivel de la pulsión. Esto será para nosotros de lo más enriquecedor, en cuanto a lo que debemos concebir de la función del amor -a saber, de su estructura fundamentalmente narcisa.

Que hay ahí real, no es en absoluto dudoso. Que el sujeto no tiene relación constructiva con ese real más que en estrecha dependencia con el principio del placer, el principio del placer no forzado por la pulsión, tal el punto de emergencia -lo veremos el próximo día– del objeto de amor. Toda la cuestión radica en saber cómo este objeto de amor puede llegar a desempeñar un papel análogo al objeto del deseo –en qué equívocos reposa la posibilidad de que el objeto de amor se convierta en objeto de deseo.

¿Les he aportado algunas luces con esta exposición?

Intervención: -Algunas luces y algunas sombras-