Seminario 13: Clase 11, del 23 de Febrero de 1966

PERRIER-ROUBLEF:
 —  Lacan nos pidió asumir hoy su Seminario.
Vamos a retomar la discusión sobre los tres artículos de Stein que ustedes conocen. Pero, antes que nada, quisiera introducir un debate centrado sobre las nociones de transferencia y de neurosis de transferencia para intentar restituir estos elementos en el marco de la conferencia de Stein sobre la transferencia y la contratransferencia. Esta exposición, viniendo después de la de Stein, estaría en mejor lugar antes, al menos en su primera parte. Esta primera parte comporta en efecto un sobrevuelo de la noción de transferencia en Freud y otros psicoanalistas, mientras que Stein profundiza esta noción en la cura misma. Como sostén de la cura, y al mismo tiempo como obstáculo, Stein introduce el masoquismo que se despliega sobre el diván y del que se trata de reconocer la economía —del masoquismo, no del diván— y el narcicismo desarrollado a favor de la regresión tópica en la situación psicoanalítica.

En la segunda parte de mi exposición se introduce lo que Lacan nos enseña concerniente al objeto a, que nos permitirá sobrepasar el obstáculo del complejo de castración con el cual Freud tropezó en sus psicoanálisis interminables o, mejor, infinitos.

En este debate sobre las nociones de transferencia y de neurosis de transferencia la cuestión que se plantea es esta: ¿se puede pronunciar indefinidamente estos dos términos?

Para abordar este tema me pareció juicioso citar un artículo de Lacan, tomado en La dirección de la cura y los principios de su poder. Lacan decía ahí, en sustancia, a propósito de la transferencia, si es el mismo efecto que liga al paciente al analista el que más tarde lo hará instalarse en la trama de satisfacción que se califica de neurosis de transferencia, donde es necesario ver un callejón sin salida del análisis. Entendamos que el análisis se declara impotente para resolverlo, culminando en un punto muerto.

¿Es el mismo efecto, aún, el que da al análisis en el segundo estadio la dinámica que le es propia y que simboliza la escansión tríadica —frustración, agresión, regresión— donde se motiva su proceso?. ¿Es el mismo efecto, en fin, por el cual el analista viene del todo o en parte, a ocupar los fantasmas del paciente?.

Esto es aquello sobre lo cual podemos asombrarnos —dice Lacan— de que la luz no haya sido hecha. La razón de esto fue dada por Ida Macalpine —The development of the transference. Es que en cada etapa de la puesta en cuestión de la transferencia, la urgencia del debate sobre las divergencias técnicas jamás dejó lugar a una tentativa sistemática de concebir la noción —de esta transferencia— de otro modo que por sus efectos. Nos es forzoso, pues dar cuenta de las prácticas donde la transferencia es evocada en los trabajos actuales. En la técnica que Lacan califica de correctiva la transferencia es apreciada en la medida en que permite captar en una conducta actual del paciente lo que se concibe como un pattern inactual, ocasión de reflejar la introducción en la realidad de una exigencia que la deforma y no podría, como tal, recibir ahí respuesta. Esta tendencia está orientada por la creencia hecha en la noción del yo inconsciente. Dicho de otro modo, en un factor de síntesis que organiza las defensas del sujeto contra sus propias tendencias, mediante una serie de mecanismos, de los que Anna Freud armó el inventario.

Lacan piensa que esta teoría es insuficiente por no haber podido especificar, en la génesis, el orden de aparición y la jerarquía de estos mecanismos y su coordinación en las etapas del desarrollo instintual. Porque no sirve de nada ordenar el tratamiento de la superficie a la profundidad si la noción de sus relaciones está oscurecida. La transferencia no está solamente ligada a la dinámica de la separación entre la realidad y los síntomas como tales, juega en el tratamiento un papel positivo y es, incluso, en las que Abraham viene a formular que: la capacidad de transferencia, siendo la capacidad de amar, permitía medir la capacidad de adecuación a lo real del enfermo.

Es este punto de vista de Abraham lo que constituye el fondo de la concepción que Lacan califica de madurativa del tratamiento subrayando la confusión que se acumuló alrededor de la noción de transferencia. En lo que concierne a la neurosis de transferencia la confusión es aún más grande y en Freud mismo no es muy claro. Al consultar algunos trabajos me parece que se pueden despejar dos nociones bastante comúnmente admitidas: la transferencia que se inscribe inevitablemente en la situación analítica, es un factor de eficiencia del tratamiento, por el contrario, la neurosis de transferencia implica el franqueamiento de un umbral más allá del cual el mundo del enfermo se cierra sobre la persona del analista. Se instala, entonces una resistencia masiva que será difícil de cortar. Entre la transferencia y la neurosis de transferencia hay, así estos son los términos de Nacht —en La presencia del analista, franqueamiento de un umbral. Más allá de este umbral hay proliferación, organización, utilización, a título defensivo, de la relación psicoanalítica por el neurótico, la cual, no siendo ya un medio deviene un fin en sí.

¿Se trata ahí de un proceso inherente a la estructura creada por la metodología freudiana?. No lo parece y sabemos de esto bastante para poder afirmar de entrada que cuando una neurosis de transferencia se instala así, el analista está ahí por algo. Dicho de otro modo, ¿esta neurosis de transferencia, por qué sobreviene?, ¿cuál es la causa, el sentido, la función?. Finalmente, ¿cómo evitarlo?.

Volvamos a esto, primero, en los textos clásicos sobre la transferencia. Entre los autores que se preocuparon por este problema, Freud primero y muchos otros a continuación, juzgan que la transferencia y la neurosis de transferencia no hacen sino reproducir transponiéndolas, la neurosis infantil y las relaciones que el niño tuvo con su entorno, es la transferencia de emociones y de afectos de Freud.

En su artículo Recuerdo, Repetición y Elaboración, Freud escribe: el enfermo repite todo lo que emanado de las fuentes de lo reprimido impregna ya toda su personalidad; sus inhibiciones, sus actitudes inadecuadas, sus rasgos de carácter patológicos, repite igualmente durante el tratamiento todos sus síntomas y poniendo en evidencia esta compulsión a repetir, no hemos descubierto ningún hecho nuevo, sino que adquirimos una concepción más coherente del estado de las cosas. Constatamos claramente que el estado mórbido del analizado no podría cesar desde el comienzo del tratamiento y que debemos tratar su enfermedad no como un suceso del pasado, sino como una forma actualmente presente. Es fragmento por fragmento que este estado mórbido es traído al campo de acción del tratamiento y, mientras que el enfermo lo experimenta como algo real o actual, nuestra tarea consiste en referir lo que vemos al pasado.

Más tarde, en las conferencias de 1916, Introducción al psicoanálisis, Freud insiste sobre el hecho de que seria irrazonable pensar que la neurosis del enfermo en tratamiento deja de ser un proceso activo, ella sólo modificó su punto de impacto. Es en la relación transferencial que ella carga todo su peso. Es por esto que vemos frecuentemente al enfermo abandonar los síntomas de su neurosis. Esta se expresa, de ahí en más bajo otra forma gracias a la transferencia, que representa, pues, una reedición camuflada de su antigua neurosis. La ventaja es que ésta podrá ser mucho mejor captada en lo importante y elucidada ya que el terapeuta representa esta vez su centro. Se puede decir que tenemos, entonces, no ya que ver con la enfermedad anterior del paciente, sino con una neurosis nuevamente formada que reemplaza a la primera.

Freud agrega: superar esta nueva neurosis artificial es suprimir la enfermedad engendrada por el tratamiento. Estos dos resultados van a la par y cuando son logrados, nuestra tarea terapéutica está concluida.

Expresa así claramente que el fin de la cura y su éxito depende de la posibilidad de resolver la neurosis de transferencia. Sabemos que es a esto a lo que se abocó en Análisis terminable e interminable.

¿En la neurosis de transferencia, el analista es su centro?. Dicho de otro modo, como Lacan plantea la cuestión, ¿posee este objeto que focaliza la transferencia del otro?. Y más allá de tenerlo ¿qué es él mismo?

Fue muy temprano, en la historia del análisis, que apareció la cuestión del ser del analista. Que haya sido por aquel que fue más atormentado por el problema de la acción psicoanalítica no debe sorprendernos. Se puede decir, en efecto, que el artículo de Ferenczi, Introyección y transferencia, que data de 1909 es acá inaugural y que anticipa en mucho sobre todos los temas ulteriormente desarrollados. La transferencia agrupa, para Ferenczi, los fenómenos concernientes a la introyección de la persona del médico en la economía subjetiva. Ya no se trata aquí de esta persona como soporte de una compulsión repetitiva, de una conducta inadaptada o como figura de un fantasma. Se trata de su absorción en la economía del sujeto por todo lo que él mismo representa de problemática encarnada. La cuestión es saber cómo él mismo se encarna en la problemática proyectada sobre él.

Si volvemos a Freud —Mas allá del principio del placer capítulo III— y a la diferencia que hace entre repetir y recordar, recordaremos que el psicoanalista debe esforzarse en limitar el campo de la neurosis de transferencia, poniendo el esfuerzo lo más posible en el recuerdo y lo menos posible en la repetición. Lo deseable nos dice Freud en que el enferma conserve un cierto margen de superioridad, gracias a la cual la realidad de lo que reproduce será reconocida como un reflejo, como la aparición en el espejo de un pasado olvidado.

Cuando se tiene éxito en la tarea, se termina por obtener la convicción del enfermo y las consecuencias terapéuticas que la siguen.

Todo esto define a la transferencia y su manejo, y no la neurosis de transferencia, en tanto que es lo que se debe evitar, según el decir mismo de Freud. El mismo no la evita, si es verdad que en Análisis terminable e interminable se cree poseedor de ese algo a lo que apunta el analizado en su deseo.

Para ir más lejos hay que evocar lo que Lacan enseña concerniente al objeto porque en la dialéctica del erastés y del eramenón o bien este objeto su sitúa en una problemática encarnada y ahí está la contratransferencia, o bien se sitúa entre el analizado y el analista. Es la comprensión de esto a lo que pueda ayudar, más bien que plantearse la pregunta al final de una sesión.

¿Qué es lo que eso quiere decir en la transferencia?, ¿Qué es lo que el paciente quiere decirme a mi, el analista?. Porque si el analista es un Yo, esto hasta para determinar esta especie de relación dual que no puede ser sino una relación situada en el registro de la identificación al analista o a su deseo.

La neurosis de transferencia, —en lo que tiene de entorpecedora, en su peso—, cuanto más se analiza la transferencia, más se establece, y esto a falta de saber cómo formular de otro modo la transferencia.

En efecto, ¿cómo se puede formularla de otro modo?. El elemento de repetición va de suyo. Pero, este elemento histórico no basta. interviene ahí un elemento estructural. Ciertos elementos en la estructura vienen a jugar un papel de pivote. Si no se concibe el modo de comprensión de diferentes puntos de la transferencia, si no se hace entrar en juego los puntos pivotes en la manera en que conviene abordar el análisis en la relación entre el analizado y el analista, por más que se analice la transferencia no se hará sino estabilizar un cierto tipo de relación estructural. Una imagen alienante como clave en la neurosis. Se instituiría una neo-neurosis: la neurosis de transferencia.

Hay que tener en cuenta, no solamente la estructura de la neurosis, sino el hecho de que ella está interesada en la relación completa que se produce en la relación psicoanalítica.

En Mas allá del principio del placer capítulo VII, la imagen ideal de la relación de transferencia, que se quiere lo más reducida posible, es una imagen superada, ella va hacia la estructura. La causa de la neurosis de transferencia es el modo en el cual se analiza la transferencia. Será necesario articular una formula precisa de la relación a la imagen especular, i(a) en el álgebra lacaniana.

Un correcto análisis de la transferencia no es preguntarse en todo momento qué es lo que el paciente me quiso decir. Es necesario analizar lo que el paciente aprehende del deseo del Otro a propósito del objeto a. Ubicar el grado de emergencia del objeto a  en cada sesión, alrededor de lo cual pueda hacerse el análisis de la transferencia. Tomar el yo del analista como medida de la realidad basta para que una neurosis no pueda alojarse sino ahí. Todo depende de la manera en que el analista piensa la situación. Recordemos las grandes líneas de la teoría lacaniana para situar a este objeto a del neurótico. Por una parte, todo el investimento narcisístico no pasa por la imagen especular, hay un resto: el falo (- j). En la imagen real del cuerpo libidinizado el falo aparece en menos, en blanco, no está representado. Incluso está recortado de la imagen especular. Por otra parte, el sujeto barrado en relación al Otro, dependiente del Otro, está marcado por el significante en el campo del Otro. Pero hay un resto, un residuo, que escapa a las estatutos de la imagen especular. Este objeto cualquiera es a, el objeto de la angustia. La angustia se constituye cuando un mecanismo hace aparecer algo en el lugar natural de (- j) aquel que ocupa el objeto a. No hay imagen de la falta. Si algo aparece ahí la falta viene a faltar. Si no falta, la angustia aparece. Lo que puede pues, venir a señalarse en este lugar (- j) es la angustia y es la angustia de castración en su relación al Otro.

El último punto al que Freud llegó es la angustia de castración. Para Lacan, no es ella lo que constituye el último callejón sin salida del neurótico, es la forma de la castración. Es hacer de la castración lo que falta en el Otro. Es hacer de esto la garantía de esta función del Otro, este Otro que se sustrae en la remisión indefinida de las significaciónes. El sujeto no puede engancharse en este universo de las significaciónes sino por el goce. A este no puede asegurarlo sino por medio de un significante que falta forzosamente. Es el complemento en este lugar faltante que el sujeto está llamado a hacer por signo lo que llamamos la castración, consagrar su castración a esta garantía del Otro, frente a lo cual el neurótico se detiene. Es ella lo que lleva al análisis. Y es la angustia la que nos va a permitir estudiarlo. El neurótico para defenderse de la angustia, para recubrirla se sirve de sus fantasmas que lo organiza. Es el objeto a el que funciona en sus fantasmas. Pero, un a postizo es en esta medida que le defiende contra la angustia. Es también el cabo con el cual mantiene al Otro —se puede citar el ejemplo de Breuer que se dejó tomar por este cabo analizando a Anna O.. Freud no su dejó tomar, se sirvió de su propia angustia frente a su deseo, para reconocer que lo que se trataba de hacer era comprender para qué servía todo esto y admitir que Anna O. apuntaba a él. Es a esto que debemos el haber entrado por el fantasma en el análisis y en su uso racional de la transferencia. Y es lo que nos va a permitir ver que lo que funciona en el neurótico en este nivel del objeto es algo que hace que haya podido hacer la transferencia del  a en el Otro. Lo que es necesario enseñarle a dar al neurótico es nada y es, justamente, su angustia.

Voy ahora a intentar recordar algunas partes del articulo de Stein sobre la transferencia y contratransferencia, disculpándome de entrada por no haber tenido tiempo de tomar conocimiento de sus otros dos artículos, así como de las respuestas que hizo a Melman y a Conté.

Cuando Stein introduce en la copera de la intervención del analista el corte entre el paciente y el analista, entre el mundo interno y el mundo externo, corte por donde se introduce un poder heterogéneo, parece que estuviera, entonces, en presencia dos seres: el sujeto y el objeto, el analista y el paciente, Esta espera es experimentada como displacer. El analista parece frustrar al paciente del placer que siente en su tendencia a la expansión narcisista. Y es la frustración que el paciente siente en este corte, es este fenómeno lo que es la transferencia. Esto desde el artículo de Stein.

El paciente dota al analista de un poder que no es el suyo. Parece, a primera vista como dijo Conté, que en esa dialéctica de la frustración la situación analítica remite a una relación dual entre el sujeto y el objeto.

Por mi parte, quizás, está también implicado en el texto de Stein, aunque no lo haya explicitado. Pienso que la transferencia está sostenida por la regla analítica y no por la relación a la persona del analista, que justamente por su acción está desposeído de su persona.

En el trasfondo de esa dialéctica se perfila al tercer jugador, el Otro lacaniano. El analista se encuentra capturado en un desdoblamiento constitutivo de la situación. Y este desdoblamiento no tiene nada que ver con una relación dual. Hay ahí una contradicción que crea la ambigüedad. Si se lo olvida, es que este jugador, este tercer jugador, es el analista para el Otro. Ya que para el analista es el Otro el que le dicta sus golpes. Parece que se encuentra acá el objetivo sádico del que habla Stein: que el analista puede dejarse engañar en la transferencia y tomar el lugar en el cual el paciente lo sitúa, es decir, como origen del poder de la frustración.

Es sobre la frustración que lleva mi segunda observación, En mi opinión, la frustración en el análisis no tiene por fuente el displacer causado por la espera de la intervención, la espera que introduciría un corte. Por el contrario, nacería sobre un horizonte de no respuesta a todas las demandas que al paciente formula incluida la que no formula. Es por intermedio de la demanda que todo el pasado se entreabre hasta el fondo último de la primera infancia. Es porque me callo que frustro a mi paciente. Es por esta vía solamente que la regresión analítica es posible. La abstinencia del analista que se rehusa a gratificar la demanda, la separa del campo del deseo y la transferencia es un discurso donde el sujeto tiende a realizarse más allá de la demanda y en relación a ella. No obstante, me parece que en este artículo de Stein todo deja pensar que cuando dice frustración es de castración de lo que se trata. Y, entonces, todo encajaría muy bien como vamos a ver. Stein sitúa el fin del análisis por el acceso al saber sobre la frustración. Para Freud las fronteras del análisis se detienen en el complejo de castración y mantiene su significación prevalente. Es decir primero, que el hombre puede tener el falo sobre el fondo de no tenerlo. Segundo que la mujer no tiene el falo sobre el fondo de que lo tiene. Y si Freud marcó el carácter infinito de ciertos análisis es que no vio que la solución del problema de la castración no está alrededor del dilema de tenerlo o no, porque esto no es sino cuando el sujeto se da cuenta de que no lo es, que puede normalizar esta posición natural de cuánto no lo tiene.

Para volver al artículo de Stein, si el progreso del paciente tiende hacia lo interminable, en esto balancea entre el progreso aparente en el mundo y la exigencia del estatuto que en la posición del masoquismo que pone a la transferencia bajo el signo de la incertidumbre; quizás se podría ver ahí una manifestación justamente de la neurosis de transferencia culminando en un punto muerto. Esta incertidumbre inherente al análisis es como lo dijo también Stein, aquella que Freud veía en el temor de perder o en el anhelo de tener un atributo sin precio.

Volvemos a caer ahí en los análisis infinitos de Freud, a falta de haber diferenciado los planes del ser y del tener. Es, por otra parte, lo que dice Stein sin explicitarlo: el temor de perder o el anhelo de tener retorna en la transferencia en la posición de serlo para el analista: por su placer o su cruz.

STEIN: —Voy a intentar ser muy breve al menos en un primer tiempo. Volveré sobre algunos puntos si eso parece necesario.

Esto, evidentemente, me interesó mucho, mucho, mucho. Y se lo agradezco. Tomo los puntos en el orden en que los anote muy rápidamente, en lo que concierne a la observación de la Señora Macalpine, que dice que no hay concepción de la noción de la transferencia fuera de sus efectos, para ella es una constatación de hecho y no un juicio de lo que debería ser. Ella tiene razón en decir esto. Pero, ella no sabe por qué esto es así. Creo que si se quisiera saber por qué esto es así habría que notar una cosa que me parece muy evidente. Es la siguiente: ustedes saben que Freud descubrió la transferencia al mismo tiempo que la resistencia desde el comienzo de la puesta en obra de su técnica, de su cura catártica. La transferencia aparecía ahí como un accidente, una complicación del análisis que rápidamente reconoció ineluctable. A continuación Freud cambió de opinión. Y hoy se nos enseña en todos los organismos de enseñanza del mundo que la cura psicoanalítica consiste, en primer lugar en analizar la transferencia. Es posible. Es no solamente posible es incluso verdadero, creo, no puedo desarrollar la cosa acá. Es una idea que, en mi opinión, merecería ser indagada. Creo que si las cosas están todavía hoy en el punto en que están es que, a pesar de esta afirmación de que el análisis es el análisis de la transferencia, el planteo de esta concepción inicial según la cual la transferencia es una complicación de la cura, este planteo continua ejerciéndose sobre nosotros. Es decir que en una cierta medida los psicoanalistas aunque digan lo contrario continúan considerando a la transferencia como una complicación, como un accidente de la cura.

Ahora, en cuanto a la cuestión de la diferencia entre transferencia y la neurosis de transferencia, que no esta muy clara en Freud debo decir que no soy partidario en todo caso, no en la formulación que usted citó, que creo es de Nacht, aquella del umbral. Es evidente que, si la transferencia puede ser el motor del análisis, que no puede aparecer ahí como un obstáculo casi irreductible. No hay ahí franqueamiento del umbral, en el sentido de una cuestión de cantidad. Usted presentó bien eso.

Si comprendí bien, yo no tenía esta cita presente en mi mente, como si se tratara de una cuestión de cantidad de transferencia. Es evidente que no es una cuestión cuantitativa, sino una cuestión de estructura de la transferencia.

Pero, no creo que se pueda distinguir la transferencia y la neurosis de transferencia, que son una sola y misma cosa. Lo que se puede distinguir son modalidades de la transferencia, modalidades en su estructura, para emplear el término que usted tomó de Lacan en su segunda parte.

Cuando usted dijo que había que concebir a la transferencia en su dimensión histórica y también en su dimensión estructural, este no es un término de Freud, es de Lacan. Y yo estoy totalmente de acuerdo con esta distinción. Voy incluso, quizás, más lejos que Lacan y es su evocación del artículo de Ferenczi lo que me lo hizo pensar. Creo yo que toda la técnica del reencuentro del pasado, de la reconstrucción del pasado a través de las reminiscencias, porque la reminiscencia es algo actual y no algo pasado, que toda esta técnica de reencuentro es un medio del análisis y ninguna otra cosa, y que es un medio que es bueno emplear en ciertas coyunturas o que no es bueno emplear en otras. Lo que el paciente aprehende del deseo del Otro, a propósito del objeto a  y la cuestión de la castración como garantía de la función del Otro, creo que son estos los temas lacanianos que me inspiraron para este segundo artículo. Son estos sin ninguna duda aunque yo no empleo el álgebra de Lacan, porque por una razón o por otra no soy sensible a la ventaja de este tipo de formulación. Quizás, estoy en un error. Pero, en fin, es ahí que se encuentra mi fuente de inspiración lacaniana. Es importante notarlo. Por supuesto, no se puede desarrollar la cuestión ahora.

Entonces, en las observaciones que usted hace concernientes a mi artículo, el corte donde se introduce un poder heterogéneo, este corte que separa yo no digo dos seres en presencia, sino que digo dos personas por una razón muy precisa que usted no puede conocer. Es porque di en otro lugar una definición muy precisa de la noción de persona. Ahí tampoco quiero lanzarme. Es evidente que estoy obligado a rechazar su observación, concerniente como ya lo hice a propósito de la observación similar de Conté, concerniente a la noción de una relación dual entre sujeto y objeto. Las razones de esto son múltiples. Pero, ante todo le hago notar que, incluso, en la descripción que doy en este texto, que está lejos de constituir la obra acabada, ya que aquellos de entre ustedes que asistieron al Seminario de Piera Aulagnier oyeron un capítulo suplementario que tituló El juicio del analista y que no es todavía el último. Pero incluso, en este texto ustedes notarán una cosa, es que si hay personas en presencia, hay al menos tres ya que está la del paciente y del psicoanalista en el corte y está aquella mítica que se podría describir como todo está en uno y uno está en todo. Es decir, esta persona donde el psicoanalista y el paciente no están presentes, ni el uno, ni el otro, en tanto que sujeto. En la medida en que la regresión tópica en el curso de la situación analítica se logra de una manera, de la que se puede decir que es lo que desarrollé a propósito de las argumentaciones de Conté y de Melman que ello habla, el paciente habla el psicoanalista habla. Son dos y en la otra coyuntura, que jamás es perfectamente lograda, —como tampoco la coyuntura de la separación es jamás perfectamente lograda—, ello habla.

Entonces, ustedes tienen ya, al menos, tres personas. No quiero decir que no se puedan describir sino estas tres personas. En otro estadio del desarrollo. Tres personas aparecen en una formulación diferente, pero es muy cierto que no puede haber dos. Y creo, incluso, que en la conversación o en el intercambio de palabras más banal no se puede considerar que haya, como lo quiere una teoría muy en boga hoy en día, que haya intercambio de información, una especie de insuflación de información entre dos interlocutores. Tal cosa no existe. La información de la que se ocupa la teoría de la información, si es verdadera, son ondas sonoras. Y es una cuestión de física y fisiología cerebrales, eso pasa por la oreja y va al lóbulo temporal. No es eso lo que nos ocupa. Para que estos fenómenos físicos sean significantes es necesario otra cosa que esta teoría de la comunicación de una información entre dos personas y es necesario que haya en algún lugar la referencia a una tercera. Eso tampoco puedo desarrollarlo. Entonces, no es cuestión de relación dual, que la transferencia está sostenida por la relación analítica. Anoté eso, no sé si es usted quien lo dice o si usted me cita.  

PERRIER-ROUBLEF: —Lo cito.

STEIN: —Bien, estamos totalmente de acuerdo, en todo caso. Pero, creo ahí también —no puedo desarrollar la cosa— que sería necesario dar su plana dimensión a este término sostenido. Creía que usted lo decía en su objeción. No tengo mi texto perfectamente de memoria. No, creo que es su objeción. Pero, es necesario ver que la transferencia está sostenida por la relación analítica o algo así. En fin, poco importa, ya que estamos de acuerdo. Sostenido, es necesario dar el plano sentido a este término porque estoy cada vez más persuadido, no puedo desarrollárselos, no podría incluso hacerlo muy bien porque es una idea reciente, pero no creo que se pueda considerar que la situación analítica crea la transferencia. Crea que la situación analítica es una reveladora de la transferencia.

PARTICIPANTE: —La Señora Perrier-Roublef dijo: la regla…

STEIN: —Yo marqué relación. Bien usted tiene razón y yo marqué otra cosa probablemente porque tenía ganas de hablar de eso. Continuo, de todos modos, mi argumentación, para volver muy rápido a la regla.

Entonces, pienso que ella no crea la transferencia. Pienso que ella la revela y nos permite tomar conocimiento. Pero creo que la transferencia es, justamente, este factor antropológico universal, donde falla toda teoría de la comunicación como concebida como intercambio de la formación. Eso tampoco puedo desarrollarlo. En cuanto a la cuestión de la transferencia sostenida por la regla analítica, es decir, la puesta en valor de la importancia de la regla analítica, no quiero intervenir en eso ahora. Pero precisamente el primer párrafo del capítulo que expuse en el Seminario de Piera Aulagnier y Clavreul está consagrado a eso. Entonces sería un poco largo lo que mostré ahí. Primero mostré una cosa que es de experiencia creo bastante corriente, es que es perfectamente inútil formular lo que tenemos la costumbre de formular, como siendo la regla fundamental, es decir, que no es, en absoluto, necesario decir al paciente que debe decir todo lo que lo venga a la cabeza, etc. Es perfectamente inútil. Pero, lo que intenté despejar es que incluso, si no se lo dijera, el planteo de la regla seguiría siendo el mismo, habría al menos algo que estarla impuesto de una manera unilateral. Sería, por ejemplo, el horario de las sesiones. Es decir que, a pesar de todo, incluso, si el psicoanalista no formulara ninguna regla y ustedes dijeran que lo recibirían tres o cuatro o cinco veces por semana tal día a tal hora: —venga, acuéstese sobre el diván, y no lo dijeran nada más, esto basta para ejercer un planteo totalmente análogo al de la regla formulada.

También hice notar a esto respecto que lo que es, al menos, muy importante es que hay, al menos una intervención del psicoanalista en cada sesión, intervención que puede ser esperada, que es aquella que marca el fin de la sesión no se escapa a eso. Entonces pensar que el psicoanalista no intervino porque no dijo nada ese día, eso no es totalmente exacto. Es evidente que haber intervenido para decir algo o haber intervenido por haber marcado el fin de la sesión no es lo mismo. Pero, es, de todos modos una intervención. La prueba de esto es que hay pacientes que se van por sí mismos antes del fin de la sesión porque no soportan que el fin de la sesión sea indicado por el psicoanalista. No creo que haya muchos pacientes que lo hagan de manera constante en todas las sesiones. Pero, en la práctica de cada analista eso sucede de tiempo en tiempo. La cuestión del analista engañado que estaría en el origen del poder, creo que estamos totalmente de acuerdo en eso. La frustración, me dice, está, por el contrario, sobre un horizonte de no respuesta. Estoy de acuerdo.

PERRIER-ROUFLET: —A la demanda.

STEIN: —Si, por supuesto. Cuando hablo de la espera de la intervención del psicoanalista es que este horizonte … Estoy totalmente de acuerdo para decirle que la frustración está sobre un horizonte de no respuesta a la demanda. Pero, este horizonte: ¿de qué está hecho si no es de esta espera de la intervención del psicoanalista?. No creo que haya ahí argumentos contradictorios. Pero, creo, en cuanto a mí que es necesario porque es esto lo que sostiene la transferencia en una definición estricta, poner el acento en este horizonte de no respuesta sobre la espera de la intervención del psicoanalista, Es decir, sobre su intervención imaginada o sepultada. Eso es lo que hace, por otra parte, buena parte del discurso del paciente durante la sesión: Usted va a decirme que… y yo imagino que… . Con ciertos pacientes jamás, cuando eso nunca tiene lugar ustedes saben con qué tipos de resistencias nos la tenemos que ver. Tenemos que ver con el tipo de resistencia que Blouvet llamó la resistencia a la transferencia.

Mientras que la resistencia que es analizable es, más bien, la resistencia de la transferencia, es decir, mediante la transferencia. No, yo no pienso en absoluto que esto sea contradictorio. Pero, creo que es necesario poner el acento sobre lo que viene a amueblar este horizonte de no respuesta que es la suputación de la intervención esperada y luego lo que pasa siempre, que es importante de considerar, es su no conformidad de la intervención, cuando ella se produce finalmente con lo que era esperado.

Ultimo punto; usted dice que ahí donde hablo de frustración sería necesario hablar de castración. En eso no puedo darle una respuesta absolutamente firme y definitiva, porque es posible que usted tenga razón y que para mi este problema no está todavía totalmente zanjado. Sin embargo, creo que en un primer tiempo es necesario poner el acento sobre la noción de frustración, como lo hago en este artículo. Porque ¿qué es la frustración?. En francés, la frustración es la supresión, la privación de algo a lo cual se tiene derecho, a diferencia de la privación. Frustrar a alguien es quitarle algo a lo cual tiene derecho.

Ahora bien, ¿de qué derecho se trata si no es del derecho imaginario de la omnipotencia narcisista?. Dicho de otro modo, el derecho en cuestión aquí está lejos de ser un derecho en sentido jurídico, por supuesto. No se trata de frustración de un derecho en el sentido del código. Se trata por el contrario, de frustración en el sentido de lo que el paciente, en su narcisismo, quiere plantear como un derecho y que es su deseo. Entonces, creo que es necesario en este nivel hablar de frustración. La frustración como dice Lacan, es de orden imaginario.

Ahora bien, el derecho narcisista, el derecho del deseo a ser consumado, si se puede hablar de derecho ya que es lo contrario del derecho en el sentido del código es de orden imaginario. Por otra parte, es eso lo que sostiene el fantasma.

En cuanto a la castración, como dice Lacan es necesario considerar que sigue siendo de orden simbólico. Ya entonces, justamente llegamos ahí a propósito de este fin del análisis que en un sentido, como dije, eso no resuelve la cuestión, que es, en un sentido, saber sobre la frustración. Pero, ¿saber sobre la frustración en qué?. Justamente, en el hecho de asumir la castración en al sentido simbólico es decir, en el sentido de la constitución del ideal del yo. Y cuando Freud dice que el ideal del yo es al heredero del narcisismo primario. Y bien, en esta herencia tenemos justamente el pasaje del registro imaginario de la frustración porque uno no asume una frustración, uno se queja de la frustración. No es concebible que sea de otro modo. Entonces, en esta herencia tenemos el pasaje del registro imaginario de la frustración al registro simbólico de la castración con constitución del ideal del yo, constitución del ideal del yo de la que será necesario, justamente, estudiar el lugar en relación a aquel del que su sentimiento de frustración el paciente pone al analista, en tanto que origen del poder. El ideal del yo … el fin del análisis no está, como se dijo frecuentemente en una identificación al psicoanalista. Es una noción que es absolutamente insostenible. Pero en un sentido se puede decir que el fin del análisis está la identificación al ideal del yo, el ideal del yo del que se sabe en la medida en que el saber sobre la frustración nos indica que este ideal del yo está en otro lugar que aquel donde está el psicoanalista.

Escuchen, ya hablé mucho más tiempo del que quería.

PERRIER-ROUFLET: —No quisiera, tampoco prolongar el debate sino simplemente responderle dos o tres cositas. Primero, sobre Ida Macalpine totalmente de acuerdo. Sobre la diferencia que usted hace entre transferencia y neurosis de transferencia, o más bien que usted no hace, creo, en efecto, que no es cuestión en absoluto de una diferencia cuantitativa. Es evidentemente una diferencia de estructura. Y la neurosis de transferencia, si se comprendió bien lo que yo quería decir, era justamente el callejón sin salida al cual se llega en un análisis donde no se puedo ir más allá de aquello con lo que nos tropezamos en el complejo de castración, cuando lo ubicamos en al plano del ser, del ser en el lugar del tener.

En cuanto a Ferenczi, totalmente de acuerdo sobre lo que usted dijo. Estoy también de acuerdo cuando usted dice que sin hablar de significante, de objeto a , de Otro, etc., si a usted no lo gusta al álgebra lacaniana, pero que usted se sirve de ella, estoy totalmente de acuerdo con usted ya que lo digo yo misma en una observación, que lo hago cuando le hablo de relación dual con … Parece, dije, que habría dos seres en presencia. Entonces, la palabra ser quiero sacarla, al sujeto y el objeto, el analista y el analizado, es usted quien lo dice. Yo dije que me parece, sin que usted lo haya explicitado, que eso no es así y que, en efecto, en el fondo se perfila el tercer jugador, que es el Otro lo dije por usted. Ahora, quisiera una palabra sobre lo que se llama la relación dual. Eso no quiere decir, en absoluto que hay un señor y otro señor, un señor y una señora que estén ahí cara a cara y luego eso es todo. Porque, como usted lo dijo, sería necesario, entonces, estar en una isla desierta, no hablar para que hubiera una relación dual. Queda entendido que lo que se llama una relación dual en la enseñanza lacaniana no es, en absoluto, que no haya otros términos, hay forzosamente un tercero, sino que eso se ubica en la dialéctica del niño y de la madre, lo que no quiere decir que el padre no aparezca. Aparece forzosamente, ya que ha concebido al niño.

STEIN: —No comprendo muy bien, si eso se ubica en una dialéctica del niño y la madre, donde el padre aparece, ¿qué otra dialéctica se puede concebir?.

PERRIER-ROUFLET: —El padre no aparece ahí de la misma manera que cuando se aborda el Edipo. Sé bien que para usted el Edipo existe de entrada. Pero, esas no son las nociones que tenemos de la cosa. Y para nosotros el Edipo comienza a partir de un cierto momento del desarrollo muy temprano, por otra parte, mucho más temprano que los análisis clásicos. Pero, en fin, lo que se llama la relación de tres, si usted quiere que no sea relación dual, es cuando el padre aparece en la relación entre la madre y el niño. El Nombre del Padre, yo no le digo que el padre no dio su esperma.

STEIN: —¿En ese momento es una relación de tres?.

PERRIER-ROUFLET: —Si a partir del Nombre-del-Padre y a partir del momento en que el deseo del niño es reenviado hacia el deseo del padre por intermedio de la madre.

En fin creo que, se podría discutir eso mucho tiempo.

STEIN: —Ahí podría, de todos modos, responderle públicamente lo que le dije por teléfono ayer. Es que creo que lo que usted escribe ahí es el hecho más originario y más fundamental que pueda existir, que no se puede concebir nada antes, porque cuando usted dice que en una relación dual se trata de una relación entre el niño y la madre, donde el padre aparece ¿cómo aparece?.

PERRIER-ROUFLET: —No, yo no dije eso. Yo dije, por supuesto, que el padre figuró porque hizo el niño con la madre. Pero no aparece en esta primera relación de la madre y el niño. En la relación del lactante.

STEIN: —Yo no creo en la existencia de tal cosa.

PERRIER-ROUFLET: —Será necesario que retomemos este debate. Eso sería, verdaderamente demasiado largo.

Ahora, sobre la toma de la frustración usted dice que la espera de la intervención del analista y la no respuesta son la misma cosa. Yo creo que, de todos modos, no son totalmente la misma cosa.

STEIN: —Yo digo que la no respuesta es la condición de esta espera.

PERRIER-ROUFLET: —Eso no es del todo la que usted dice en su artículo cuando usted habla de que esta espera de la intervención del analista provoca la intervención de un poder heterogéneo que provoca el corte. Yo no creo … En fin, quizás se podría decir lo mismo en la no respuesta. Creo que lo que es importante es que la no respuesta lleva a la demanda y que se tiene la impresión de que en lo que usted describe en sus textos eso lleva al deseo. Y es por eso que digo que no es de la frustración que se trata, sino que es de la castración. Y que en el fondo usted dice lo mismo que nosotros decimos pero que usted lo llama de otro modo. Por otra parte usted no tiene sino que ver el fin de su texto. Usted dice exactamente palabra por palabra lo que Lacan decía, que cuando Freud no llega a terminar un análisis es porque se cree poseedor de un objeto muy precioso. Pero, ¿qué es este objeto muy precioso sino el falo?.

STEIN: —Si, pero retomemos eso. Cuando usted dice no respuesta, el horizonte de no respuesta, usted se pone, por supuesto, digamos, en el lugar del paciente, por decirlo. No hay no respuesta por fuera de la evocación de una respuesta.

PERRIER-ROUFLET: —Desde luego. Stein: el paciente dirá: — él no me responde.

PARTICIPANTE: ¿él, quién?

STEIN: —Eso es otra cuestión. La no respuesta es un juicio negativo hecho sobre la existencia de una respuesta. Entonces, es necesario que esta respuesta esté presente en el espíritu, en tanto que posibilidad. Entonces, no crea que sea tan diferente.

PERRIER-ROUFLET: —Creo que será necesario rever todo esto, ya que, quizás, no tenemos mucho tiempo. Justamente quería dar la palabra a Melman y a Conté.

MELMAN: —Sí, sobre esta cuestión de…, sobre esta frase: la frustración sobre un horizonte de no respuesta a la demanda, y sobre esta discusión que introdujo Irene de saber si el término frustración es aquí exacto, está aquí bien empleado, o bien si sería el término castración el que estaría en su lugar. Me parece que es, precisamente una de las cuestiones fundamentales que se despejan, que se plantean en la lectura de su texto y donde debo decir que, por mi parte, tendría tendencia, no solamente, quizás, por razones de comodidad de lectura o de facilidad, tendría tendencia a lamentar que finalmente el álgebra lacaniana no sea aquí, después de todo; utilizada. Porque, después de todo, horizonte de no respuesta a la demanda es, en todo caso en esta dimensión que tendría tendencia a ver lo que es la instalación muy precisamente de la transferencia. Es decir que, horizonte de no respuesta a la demanda, la demanda ejercida en tanto que formulada y en tanto que, justamente, se encuentra ahí ese interlocutor tan singular que le da su verdadero dimensión a esta demanda, es decir, aquella de ser al fin verdaderamente oída, y oída no porque vendría inmediatamente a gratificarla, sino, de hecho, a constituir este fondo, digámoslo, tan traumatizante de desconocimiento que forma parte de nuestras relaciones habituales, convencionales, normales. Pero en fin esta instalación de la demanda en su verdadero registro, es decir, aquel de la no respuesta para que, precisamente, esta dimensión del deseo sobre el cual la demanda viene a instalarme puede ser entendida. Me parece que únicamente, pues, la no respuesta, en tanto que precisamente y en tanto que no respuesta, en tanto que gratificante, me parece que ya viene a cubrir aquí, justamente, la dimensión de la transferencia.

Desde luego creo que en la cura el paciente es llevado por supuesto, a prestarnos todas las respuestas, en fin, a comprometernos en ese diálogo que evocabas tan bien recién. Es decir, a prestarnos así todas las respuestas que podríamos hacerles todos los sentimientos que podría suponernos.

Dicho esto, crea que ni nos entregáramos, llamamos a eso un pasaje al acto, es decir, a decirle, después de todo, a responderle a su demanda, ¿no es cierto?; creo que ejerceríamos en eso momento un efecto propiamente traumatizante y de desconcierto, que, en fin, puede ser perfectamente perceptible. En fin, percibido o notado en tal  o cual circunstancia, en tal o cual observación. Lo que hace que después de todo, digo bien, después de todo nos servimos del álgebra lacaniana y nos planteamos la cuestión de saber dónde se sitúa la ausencia de respuesta, finalmente hechas todas las cuentas, hechas todas las sesiones donde se sitúa la ausencia fundamental de respuesta a la demanda y por ahí mismo el despliegue en esta dimensión del deseo. Dicho de otra modo, pienso que si se hace intervenir aquí al Otro, la posición respectiva de los diversos partenaires en la cura se encuentra en mi opinión mucho mejor precisada. Y esta posición respectiva de los partenaires en la cura recién Stein evocaba tres, lo que parece en todo caso ciertamente, un mínimo. Pero, pienso que ella se encontraría, en todo caso igualmente mejor precisada por esta pequeña notación muy, en fin, me parece muy fino, muy preciso lo que haces a propósito de lo que el analista, de la intervención implícita del analista al comienzo y al final de sesión. Dicho de otro modo que incluso si después de todo, el analista se calla, pero el sólo hecho de que fija la hora de la sesión y por el sólo hecho de que es llevado en un momento dado a decir: dejémoslo ahí, la sesión ha terminado, es llevado implícitamente a intervenir. Creo que es, de hecho, una cuestión. Debo decir que eso no me parece, después de todo, tan simple como esto, porque pienso que hay una técnica de la cura por ejemplo, donde justamente se plantea el problema de saber si el analista, fijando la hora de la sesión y marcando su final, interviene o no interviene. Debo decir que me parece que hay, por ejemplo, una técnica de la cura. Supongamos así la cura, la cura ideal, en fin, donde las sesiones son: lunes, miércoles, viernes a tal hora, duración estrictamente determinada se sabe que tan admirablemente el inconsciente de los enfermos calibra el tiempo y cómo los enfermos, incluso sin mirar el paciente, sin incluso mirar sus relojes, saben perfectamente el momento en quien una sesión cuyo tiempo esté así estrictamente fijado, en qué momento va a caer el fin de la sesión. Y bien, pienso que, entonces, en esta técnica, con estas sesiones de hora fija, día fijo, pienso que no estoy seguro de que haya intervención del analista. No estoy seguro porque me pregunto si justamente, ya que yo introducía la función del Gran Otro, para intentar situar, repartir la posición de los partenaires en la cura me pregunto si no hay, de hecho, una declaración implícita que sería un poquitito diferente y que sería, más bien, quizás, la sumisión del analista como del paciente, a una relación al tiempo en tanto que, por supuesto, hace intervenir siempre una relación al Otro. Sumisión, de alguna manera, declaración implícita o intencional de la identidad entre el analista y el paciente en esta relación al tiempo y donde la dimensión en fin, no vamos a comprometernos en una discusión como eso. Pero, en fin, quisiera, de todos modos, decir que entre los diversos partenaires que están presentes en una sesión, donde la dimensión, digamos, de un cuarto, que sería, en este caso, este muerto así que se evoca de tiempo en tiempo, se encuentra en mi opinión, introducido de manera muy precisa.

Bien, quizás no respondí a tu preocupación, a tus preguntas, pero, en fin, escuchándote esto es lo que me vino.

PERRIER-ROUFLET: —Le agradezco estas observaciones y voy a, quizás, a preguntar a Conté si quiere hablar.

CONTÉ: —Son simplemente algunas observaciones terminológicas porque me parece que es importante emplear o no el álgebra lacaniana. Pero, un fin, al menos sobre los términos tener, de todos modos, acepciones comunes. Por ejemplo, para emplear el término frustración, privación, castración, tengo la impresión de que hubo una cierta mezcla y que eso no concluye, justamente, en un esclarecimiento porque desde mi lugar, en tanto que oyente no comprendí demasiado de la discusión que se desarrolló sobre el tema de la frustración y de la privación, sobre todo cuando Stein habló de que es a nivel de la castración que se puede hablar de ideal del yo. Me parece recordar bien que en la terminología lacaniana, es necesario atenerse aquí a una terminología, puede ser que se pueda hablar de esto en términos lacanianos, se que el ideal del yo se ubica más al nivel de la privación. Aún es necesario definir bien los términos. El término de frustración es introducido por Freud, en fin Freud no emplea el término frustración, es el término Versagung, que es traducido frecuentemente por Lacan bajo el término de retractación. Y, en, efecto, es en la dimensión, en el registro imaginario que se ubica la frustración. Pero, él precisa bien que es empleado el término Dam, de daño imaginario, pero de algo real. Por ejemplo, si se quiere un ejemplo clínico, digamos, de la frustración es cuando, por ejemplo, se tiene algo para decir. Es, quizás, un poco grosero. Admitamos que estamos en la sala, que tenemos ganas de decir algo y que por razones de sesión o de tiempo no se lo puede decir. Parece que eso es del registro de la frustración. En este sentido, que el dicho que se tiene en la cabeza para decir es verdaderamente, retractación y, al mismo tiempo hay una especie de efecto de estalido, incluso, del decir, dispersión del decir que es, por supuesto, un daño imaginario pero que puede ir lejos, que puede dar, crear toda una síntomatología.

Mientras que en la castración es un registro simbólico, paro que alcanza un objeto imaginario. Pero, porqué dije recién que el hecho de que estas observaciones, diciendo que el ideal del yo, pensar que no está al nivel de la privación sino en uno de los primeros esquemas, digamos, de la ubicación antes del Edipo, justamente en este pasaje, justamente donde el padre va a intervenir en este especie de coalescencia del niño con la madre, este primer esbozo de la identificación es a nivel de la privación que eso se hace.

Sería necesario desarrollarlo con muchos ejemplos, pero pienso que no tenemos tiempo y que yo no tengo los medios aquí.

Ahora, en la transferencia, es evidente en la transferencia, es de todos modos a nivel de la demanda que eso… Sería, necesario volver a hablar de la demanda muy en detalle. Pero es en este nivel de la demanda que aparece, a efectos de la transferencia, el impacto del ideal del yo. Es decir, esta es una primera terminología. Ahora otra observación. Es a nivel de la relación dual, tengo la impresión de que siempre un término muy poco feliz de emplear, el término dual, que, en efecto, como lo hacía notar Stein, basta una simple conversación, las bases mismas de la lingüística lo demuestran, que en toda comunicación hay siempre un referente o un contexto todo sobre la noción, retomado por Lacan del Otro lo que los lingüistas llaman también la comunidad lingüística el lugar del código, etc. Es seguro que no hay simplemente dos protagonistas. Pero, es un hecho que haya de todos modos, un momento digamos histórico en la evolución de la personalidad donde aparece una triangulación. Y más bien que hablar del pasaje un poquitito fantasioso de dos a tres, lo que, quizás no quiero decir gran cosa pero es ahí que interviene la función especular. Es a nivel del estadio del espejo. La importancia en el metabolismo, justamente, de la relación de esa asunción imaginaria, mediante la función del estadio del espejo. Es alrededor de eso que se va a jugar a continuación la triangulación. Pero, es necesario decir que ya el estadio del espejo no tiene sentido más que si a tomado él mismo en un sistema simbólico. Es necesario decir que lo que precede a lo imaginario es lo simbólico. Y gracias a eso es que frecuentemente Lacan esquematiza en el estadio del espejo dibujando ese espejo mismo, poniendo que es al Otro el espejo en el cual se refleja el yo en este desconocimiento. Parece ahí que, en efecto hay un pasaje de un sistema, digamos, indeterminado, especular, a un sistema de triangulación en el cual interviene de una manera más específica, digamos, el Nombre-del-Padre o la ley, etc.  Se podría desarrollar todo eso, pero, en fin, es simplemente para marcar que hay, de todos modos, quizás, una terminología a definir de una manera más precisa antes de llevarnos lejos una discusión, sin lo cual tengo la impresión de que …

PERRIER-ROUFLET: —Es muy justo lo que usted dice de que la relación dual, en efecto, sería necesario ahí hacer intervenir la imagen especular. En cuanto a lo que usted dice sobre la frustración, es muy evidente que la frustración es un daño imaginario que alcanza a un objeto real. Usted olvida que su agente era la madre simbólica. Pero, esto nos reenvía siempre a algo que no se puede llamar de otro modo que la relación dual, porque por el momento no tenemos otro término para llamarlo. Es muy evidente que es un término totalmente impropio, La relación dual puede implicar un número muy grande de personas —de n o de cualquier letra del alfabeto.

STEIN: —Voy a intercalar unas palabras, unas palabras para decir que cuando se habla de la castración tal como creo la entiende Lacan, que es en esto freudiano, no hay en absoluto separación. No hay ninguna oposición de Lacan a Freud en esta materia. Cuando se habla de la castración no hay que olvidar jamás que para nosotros el concepto de castración es un concepto positivo. Es el concepto del acceso a un poder verdadero y es ahí que se sitúa su relación con el ideal del yo. Es un concepto positivo figurado mediante una imagen negativa de una falta. Todo lo que se sitúa en el margen entre la positividad de este concepto y su figuración que es aquella negativa de una falta, es algo esencial a la problemática del análisis. Tenemos tendencia frecuentemente a confundir la castración con lo que los pacientes de Freud decían cuando hablaba de esto en Análisis terminable e interminable: de todas maneras, todo este trabajo que hemos hecho desde hace algunos años, está muy bien, pero yo no tendré pene —si se trata de una mujer—, o yo estoy, de todos modos, siempre expuesto a los riesgos de perderlo, ya que existe, ya que tengo uno, puedo perderlo. —si soy un hombre. Ahora bien, justamente eso es el complejo de castración. El complejo de castración y la castración, en el sentido en que lo entiende Lacan, no son la misma cosa. Creo que era algo que había que decir. Es justamente ahí que el enfermo introduce este señuelo por el cual Freud, quizás, se dejó tomar. Porque, en definitiva, colocando las cosas sobre un plano mucho más llano de lo que se puedo decir al paciente somos, de todos modos, llevados a mostrarle, y es ahí que interviene justamente la estructura de la transferencia de la que usted hablaba citando a Lacan, opuesta a su historicidad se puede, de todos modos, ser llevado a mostrarle, por ejemplo, cuando es una dama que se queja de no tener pene, de decirle que, de todos modos, el analista no le da uno y que aquello de lo que ella se queja, de no tener pene, que su envidia, la envidia del pene, no es nada más que aquello con lo cual ella intenta presentar al psicoanalista un señuelo, porque no es verdad que ella tenga envidia del pene, no es verdad en términos absolutos. Es verdad en la medida en que esta envidia lo permite mantener al psicoanalista en la posición que designé como siendo aquella de la contratransferencia. Sería necesario decir eso de una manera más precisa.

PERRIER-ROUFLET: —Es exactamente aquella en la que Breuer se dejó tomar con Anna O., Lacan dice lo mismo. Y, por otra parte, el ideal del yo está en relación con la castración, ya que aparece en Freud en La declinación del complejo de edipo.

CONTÉ: —Eso no es contradictorio con lo que dije sobre la privación … Hay que ver, justamente, los orígenes del ideal del yo.

MICHAUD: —Es muy, muy marginal la discusión, pero es a propósito de una observación que hizo Stein hace un rato sobre lo que cree acerca de la transferencia como no revelada por el analista. Finalmente, como revelada por el analista y como pre-existente. Pienso que no se puede sino ir en ese sentido. Freud es el primero que la definió así, como algo que es revelado por la situación psicoanalítica y que pre-existe y que no es retomado, que no es rearticulado fuera pero que pre-existe a la situación psicoanalítica. Se puede decir igualmente que a partir del momento en que puede existir otro soporte que la situación analítica es por eso que encuentro que el término dual no en sino un elemento parcial, sino una definición parcial de aquello de lo que se trata, que, entonces, a partir del momento que puede existir una situación donde el mecanismo de la transferencia pueda ser retornado y articulado, se puede, quizás, llevarlo a la luz y servirse de él de la misma manera en que podemos servirnos de él en análisis. Por ejemplo si se puede decir muy brevemente, la transferencia en análisis, en fin, el analista es aquel sobre quien, en fin, quien es el revelador de la transferencia sobre quien recae la transferencia, quien es, al mismo tiempo, el destinatario, pues, del mensaje y el lector del mensaje más o menos, si, por ejemplo, en un organismo, en una institución de asistencia donde existen estos mecanismos, donde en alguna parte una estructura puede estar en posición de polarizar este mecanismo u otra estructura o la misma, donde una persona en la posición analítica, ya sea el analista o ya sea el médico, pueda servirse de este fenómeno, creo que se puede en ese momento retomar mecanismos de transferencia que son forzosamente superponibles a la transferencia de la situación psicoanalítica. Es por eso que el término dual es un término, en fin, se puede situar al análisis como situación dual a partir del momento en que está situada como negativo en relación a un Gran Otro. Definir, en fin, un Gran Otro, en fin, se puede decir en términos de exclusión. Justamente, en análisis, en fin, el analista no tiene ni relaciones con la familia, ni relaciones con los amigos. Se sitúa en espejo en relación a lo que va a ser proyectado ahí. En una institución en un grupo terapéutico, la situación es totalmente diferente. No hay este sistema de exclusión. Y, justamente la posibilidad de polarizar todo lo que de otra parte es vivido como sistema de exclusión y que debe ser retornado para ser terapéutico, para que justamente los mecanismos de transferencia no puedan escapar al tratamiento a la terapéutica del enfermo globalmente. Y para evitar el pasaje al acto eso se transforma en acting-out. Es decir, digamos mecanismos que hacen sentido para el deseo en fin, para la demanda, digamos de aquel que está en esta situación y pueda ser retomado en otra parte sobre el plano terapéutico. En fin, creo que ahí hay algo para desarrollar.

PERRIER-ROUFLET: —Gracias por haber intervenido. ¿Alguien más quiere tomar la palabra?. ¿Bernard? No. ¿Nadie más?. Stein, ¿usted quiere decir algo?.

STEIN: —Escuche, creo que hablé mucho. Gracias, no.

PERRIER-ROUFLET: —Usted podría tener algo que decir en respuesta a la Srta. Michaud…

STEIN: —No, todo lo que puedo decirle es que no es posible discutir ahora, todo lo que puedo decirle es que esta cuestión me interesa. Yo no me ocupo, en absoluto, de otra cosa que de análisis. Pero eso se sitúa yo no creo que eso se superponga, sino que eso se sitúa en la misma problemática que algunas palabras que tuve ocasión de decir a propósito de una conferencia que Guesclin hizo en La evolución psiquiátrica o sobre la terapéutica institucional. Y creo que es una cosa que puede interesar al psicoanalista, digamos, en tanto que teórico, incluso si no tiene ocasión de ocuparse o la intención de ocuparse él mismo de instituciones psiquiátricas. Digamos que pienso que hay algo que aprender en lo que la gente, puede como usted se ocupa de esto, tiene para decirnos. Eso me parece muy cierto. Es decir, que no pienso que la teoría de la asistencia de los enfermos en instituciones pueda ser otra que la teoría psicoanalítica. Y es lo que usted confirma totalmente Por lo tanto, eso me interesó mucho. Entonces, para terminar quisiera agradecerles.

PERRIER-ROUFLET: —Le agradezco también. Se levanta la sesión.