Seminario 13: Clase 22, del 15 de Junio de 1966

Hemos oído, —digo esto para aquellos que forman, a la vez, parte de este Seminario cerrado y que asisten a los debates titulados Comunicaciones científicas en la escuela freudiana, hay aquí, por ejemplo, ciertamente una parte importante de la asamblea que realiza esta reunión de carácter … Evidentemente, hemos oído una comunicación muy, muy bien. Por otra parte, lo marqué, pero, en fin, ella está muy, muy bien en ubicar, si ustedes me permiten, esta cosa que debe tomarse con el grano de sal en la que constituye para mi la problemática de lo que se llama comunicación —ustedes vieron recién que no terminé—, comunicación científica en el psicoanálisis, eso no debe serle absolutamente particular al psicoanálisis. Debe haber muchas otras configuraciones en las cuales se produce el mismo efecto. En fin, por el psicoanálisis, ¿no piensan ustedes que eso vuelve siempre un poco al complot contra el enfermo?. No es eso lo que falsea la cosa, en fin, que hace que se lleguen a decir cosas que sobrepasan un poco, en fin, si puedo decir, el estricto pensamiento científico que podría ser aquel donde nos sostendríamos, si se tratara de verdaderas reuniones científicas. Como estamos a fin de año se me puede permitir un poco abrir mi corazón sobre las razones que tengo para ser reticente a ese estilo, en tanto que es el motor habitual del trabajo analítico y que se llaman las reuniones donde hay comunicaciones que se llaman científicas y que no lo son tanto como eso. Mediante lo cual, sobre el plano de la notación clínica algo centrado alrededor de la pareja perversa, Clavreul, del que deploro la ausencia acá porque le habría renovado mi felicitación, nos hizo algo excelente, no falta sino esto que fue dicho finalmente en la discusión, pero que nadie oyó, ya que no se lo dijo claramente. Es que en suma, para hablar totalmente científicamente de la perversión, seria necesario partir de esto que es, muy simplemente la base, en Freud. Se ha dicho, se ha traído tímidamente, estos Tres ensayos sobre la sexualidad. Bien, es que la perversión es normal. Hay que volver a partir de ahí de una buena vez, entonces, el problema, el problema de una construcción clínica seria saber por que hay perversos anormales. ¿Por qué hay perversos anormales?. Eso nos permitiría entrar en toda una configuración, por una parte histórica, porque las cosas históricas no son históricas únicamente porque sucedió un accidente, son históricas porque era muy necesario, que una cierta forma, una cierta configuración, saliera a la luz. Es muy claro que es el mismo problema que el de nuestro amigo Michel Foucault, que no está tampoco, no se creyó invitado al Seminario cerrado, es una lástima, nuestro amigo Michel Foucault, en suma, aborda con excelentes libros, —como aquéllos a los cuales nos hemos remitido, la Historia de la locura, o El nacimiento de la clínica. Ustedes comprenderán porqué, primero, hay perversos normales; segundo, hay perversos considerados como anormales, es lo mínimo; que si a partir del momento en que hay perversos anormales, hay también gente para considerarlos como tales a menos que las cosas estén en el orden inverso. Pero no es necesario forzar nada. Como quiera que sea, lamento la ausencia de Clavreul, porque le hubiera recomendado a él una lectura para esta próxima conferencia, que nos hará ciertamente aún más excelente, partiendo, como se lo aconsejé, de lo que yo apunté, a saber, que su referencia, la mejor en todo lo que nos dijo, no olvidemos que su conferencia estaba titulada La pareja perversa, como si las hubiera puras y simples parejas perversas, justamente es todo el drama. En fin, dejemos. La observación que es aquella etiquetada por Jean Genet de que hay siempre en el ejercicio del acto perverso un lugar donde el perverso sostiene por mucho que sea, ubicada la marca de lo falso. Le aconsejé volver a partir de ahí. Le aconsejaré hoy una lectura, que es una lectura para todos, por otra parte, que las aconsejo a todos y que las permitirá una ilustración muy simple y muy convincente de lo que estoy diciéndoles, de que es necesario partir del hecho de que la perversión es normal. Dicho de otro modo, que en ciertas condiciones eso puede no ser trabajo en absoluto, mediante lo cual este libro, que me tomo el cuidada de pasar por lo librería, para que ustedes vean que existe y yo no recordaba ya que había sido imprimido en el Mercurio de Francia, muy recientemente, por otra parte gracias a lo cual ustedes pueden verlo, que se llama Las memorias del abad de Choicy vestido de mujer, léanlo mediante lo cual ustedes verán dónde está el sano punto de partida concerniente al registro de la perversión. Ustedes verán a alguien no solamente totalmente a sus anchas en su perversión, y esto de cabo a rabo, lo que no le impidió ser alguien que llevó una carrera lograda en el respeto general, recibir todas las marcas de la confianza pública, incluso real, y escribir con una perfecta elegancia un informe de cosas que en nuestros días nos pondría, literalmente la cabeza al revés y nos empujaría, incluso, a hacer cosas tan exorbitantes como un peritaje médico legal sin contar el descrédito que recaería sobre el alto clérigo, no obstante, muy conocido por ser particularmente experto en esas prácticas, mientras que en nuestros días se cree forzado a disimular esas cosas que no son signos sino de una relación sana y normal a las cosas fundamentales. Esta es, pues, la lectura que les aconsejo. Naturalmente, algunas de las personas que están o no están acá verán ahí la confirmación de que, como se dice, soy un burgués de entre guerra. ¡Dios mío, que poco ve la gente!. Soy un burgués de antes de la Revolución Francesa, Entonces, ustedes se dan cuenta cómo me la adelantan. Bien, al cabo ustedes estarán convencidos de esta, después de este aprobación, esta estampilla: Libro para leer, que acabo de dar a este libro viejo. Ahí hoy quisiera que, ya que no solamente es un Seminario cerrado, sino que es el anteúltimo y que Dios mío, en el último, será muy necesario, que me de el aspecto de dar a ciertas cosas un cierre, vacilé sobre aquello sobre lo que cerraría. Quizás, después de todo, podrá, de todos modos, poner un punto a algo que fue al comienzo del Seminario cerrado este año, a saber, la discusión de las artículos de donde nuestro excelente amigo Stein produjo sus posiciones sobre el tema de la que llama la situación analítica, que quiso limitar a las condiciones de partida, en fin, a aquello con la que uno se compromete haciendo sesiones analíticas. Luego, después de eso, estuvo muy suavemente en la transferencia y la contratransferencia y se trata de entenderse sobre lo que pone bajo estas dos rúbricas. Y después de eso habló del juicio del psicoanalista. Hubo un debate, un debate al cual no asistí en todo porque, por una parte, la Doctora Irene Perrier-Roublef quiso sostener la dirección en mi ausencia. Todo eso perecería, seguramente, complemento, complemento y quizá, aclaración, aclaración y, quizás, un poco más, en fin, un poco más firme quiero decir. Quiero decir que, quizás, enseguida comenzaremos un poco a hablar de eso, si eso camina. Y bien, eso nos incitará también a pedir que venga Stein, la próxima vez, ya que también tampoco sería totalmente conveniente que se cierre fuera de su presencia. En fin, eso vendrá, quizás, de todos modos, enseguida, quiero decir el esbozo de esto. Lo que quisiera y aquello de lo que felizmente me aseguré una pequeña garantía de que tendría, al menos algo para responderme, lo que quisiera es que, después de todo, después de un año en que les dije cosas de las que debe haber en sus cabezas un gran residuo, al menos dije cosas, algunas que eran totalmente nuevas, al menos para una parte de ustedes, otras que estaban verdaderamente estructuradas por primera vez de una manera absolutamente no sólo ejemplar, sino incluso rigurosa y también me atreví ahí a agregar, tomando, por ahí, una especie de compromiso definitivo, considerando, por ejemplo, el esquema que les di de la función de la mirada. Bien, no estaría descontento, no deploraría que algunos me plantearan preguntas. Naturalmente, se confirma el rumor de que no es una caso para hacer bajo el pretexto de que el otra día tuve el aspecto de decir al Señor Audouard, quien, en suma es la única persona que sobre este plano me dió toda la satisfacción este año. Es decir que se arriesgó muy simplemente a lo que demando, es decir, a que se me responda. El Señor Audouard hizo, es verdad, un grueso error, un grueso error pegando en el esquema de la perspectiva al ojo del artista, en la que se puede, en suma, llamar el plano del cuadro. Esto en el momento de fundación de la perspectiva. Bien, sería necesario, de todos modos, que ustedes conciban esto, es que dado que cada uno está acá con su pequeño narcicismo en el bolsillo, es decir, la idea de no ridiculizarse, seria necesario, de todos modos decirles que lo que al Señor Audouard hizo es muy exactamente lo que en relación a Alberti les dije que estaba en este famoso esquema de la perspectiva. Lo dibujé en el pizarrón. En fin, me tomé mucho tiempo en lo que Alberti fundó y que un tal Viator era porque se llamaba Péllèrin — (Peregrino) muy simplemente en francés retomó, y bien, el error que cometió al señor Audouard es exactamente el error que cometió Alberto Durero. Es decir que, cuando uno se remite a los escritos de Alberto Durero se ve muy exactamente que ciertas faltas, un cierto desplazamiento del esquema que no deja de resonar, por otra parte, sobre lo que ustedes ven de bastante zozobrante en las perspectivas de Alberto Durero cuando ustedes lo observan de cerca, se ve, muy exactamente a un error inicial de esta especie. Ustedes ven, pues, que el señor Audouard no está en mala compañía. Esto, desde luego, no puedo demostrárselos, porque sería necesario, en fin, es muy fácil, les puedo dar a aquellos que les interese la bibliografía. Hay alguien que puso eso de una manera muy bonita en evidencia, es un americano que hizo algunas libritos ingeniosos sobre el arte y la geometría, de los cuales uno concierne especialmente a este estatuto de la perspectiva, en tanto que surge de Alberti, de Viator y de Alberto Durero y uno se explica todo eso muy bien, en función de esto justamente, de que Alberto Durero comenzó a plantearse el problema de la perspectiva a partir de lo que yo llamaría el camino radicalmente opuesto, aquel que surge de la consideración del punto luminoso y de la formación de la sombra, es decir, la posición antecedente, aquella que les mostré para ser totalmente antinómica de aquella de la construcción de la perspectiva que con fines totalmente opuestas, que no son fines de constitución del mundo iluminado, sino de constitución del mundo subjetivo si ustedes me permiten hacer esta oposición marcada y justificada por todo el discurso anterior. Es en la medida en que lo que interesa a Durero es la sombra de un cubo que no llega a ser la justa perspectiva del cubo. Bien, dicho esto y vuelto a poner al señor Audouard en su lugar, es decir, no habiendo sufrido sino del prestigio al cual otros que nosotros y que podemos decir más grande, sucumbieron, quisiera, que esto animara a aquellos que tuvieran algunas preguntas para plantear sobre lo que dije y, por ejemplo, sobre lo que dije la última vez sobre al esquema que culmina verdaderamente en plantear preguntes muy gruesas sobre este esquema, ¿no es que está ahí en un retraso donde nos encontramos con el sujeto en esta posición en relación al campo del Otro, que todo lo que concierne a su relación al goce debe venirle por intermedio de lo que está ligado al Otro y que se presenta así como ligado a una cierta función que no deja de ser… ?, ya que también lo que aparece ilustrado —mediante el ejemplo de Las Meninas— de la estructura que fue producida por Velázquez nos lo demuestra. Digamos que en el aparato de la perspectiva y de la mirada podemos concebir hacer coexistir no solamente aquello por lo que coexiste al registro narcisista. Todo mi primer esfuerzo en enseñanza fue el de despegarlo de lo que hay como articulación, que no es solamente como pueden coexistir, sino cómo a nivel de un cierta objeto, —la mirada—,uno puede dar la clave del otro y la mirada como efecto de…, ser el verdadero resorte, al verdadero secreto de la captura narcisista. Entonces, en esta relación del S al A podemos establecer la función de este del que hablé, si ustedes quieren con privilegio para uno de entre ellos, al menos estudiado y, sin embargo, el más fundamental para toda articulación de la cosa misma, y luego la correspondencia establecida, o, si ustedes quieren, la equivalencia que el — , es decir, el falo, en tanto que objeto en juego en la relación al goce, en tanto que exige la conjunción del Otro en la relación sexual… ¡Ah!, bien, helo aquí Stein, venga acá, lamentaba su ausencia. Y bien, esto evidentemente plantea, me parece, ofrecer la ocasión de todo tipo de preguntas. Cuando digo que rehago una segunda vez la vuelta, que redoblo la banda de Moebius freudiana, ustedes ven en esto no en absoluto, una ilustración, sino al hecho mismo de lo que quiero decir, en el hecho de que el drama del Edipo, que creo haber suficientemente articulado para ustedes tiene otra cara por la cual se podría articularla de cabo a rabo haciendo toda la vuelta. El drama de Edipo es el asesinato del padre y el hecho de que Edipo gozó de la madre. Se ve también que la cosa queda en suspenso de una eterna interrogación concerniente a la ley y todo lo que se engendra por este hecho de que Edipo, como la digo frecuentemente, no tenía el complejo de Edipo, a saber, que lo hizo muy tranquilamente, desde luego, lo hizo sin saberlo. Pero, se puede aclarar al drama de otra manera y decir que el drama de Edipo, en todo caso, el drama de la tragedia, y de la manera más clara, es el drama engendrado por el hecho de que Edipo es el hecho del deseo de saber. Pero, como ya les dije desde hace mucho tiempo, pero lo repito en este contexto, ya dije desde hace mucho tiempo cual es el término del Edipo: Edipo frente a la revelación sobre la pantalla vaciada de lo que hay detrás y con, lo dije en estos términos, sus ojos por tierra, digo arrancándose los ojos, lo que no tiene nada que ver con la visión, lo que es propiamente el símbolo de esta caída en este entre dos, en este espacio que Desargues designa con el nombre de eje y que identifiqué, es la única identificación posible a lo que llamamos el Dasein. Ahí ha caído la mirada de Edipo. Esto es el fin, la conclusión y el sentido de la tragedia. Al menos es también legítimo traducir esta tragedia en este reverso, como plantearla en el anverso, donde nos revela al drama generador de la fundación de la ley. Las dos cosas son equivalentes, por la razón misma que hace que la banda de Moebius no se una consigo misma realmente sino dando dos vueltas. Y bien hablando sido traída esto ya no se acompañará sino de una observación, es que la consideración del objeto a y de su función en la medida en que esta consideración sola nos lleva a plantearnos las cuestiones cruciales que conciernan al complejo de castración, a saber como surge el grupo —es necesario ampliar el término matemático— que permite el funcionamiento de un cierto — , del que nos hemos servido desde hace mucho tiempo, pero de una manera más o menos bien precisada en una estructura lógica. Y bien, ahí está la que introduce de decisivo al objeto a , a saber, aquello mediante lo cual nos permitirá abordar este terreno, hablando con propiedad, virgen, para un psicoanalista así, emitido en nuestros días, si puedo decir a saber, el complejo de castración. Está totalmente claro que nunca se habla de esto sino de una manera marginal haciendo como si se supiera lo que eso quiere decir. Evidentemente, se tiene una pequeña sospecha, porque yo hablé de esto un poco por aquí y por allá. Pero, en fin, de todos modos lo suficiente como para que el Señor Ricoeur, por ejemplo, hiciera entrar la menor parcela de esto en su libro que provocó tanto interés, incluso es notable que no haya huella de esto. Lo es, pues, que tampoco se hable de esto en otra parte, seria muy necesario que se pudiera decir algo del complejo de castración. Ahora bien, me parece que la última vez comencé a decir algo muy firmemente articulado sobre este punto. Evidentemente, en la medida en que podemos al menos, esbozar el programa para decir que el año próximo hablaremos da esta especie de lógica que pueda permitirnos situar la que muy específicamente surge de la función -phi? en relación a este primer plano que aseguramos este año concerniente al objeto a . Hay, en todo caso una cosa cierta, ya que hemos hablado del mito de Edipo, desde luego, que el edipismo es la piedra angular y que si no vemos que todo lo que construyó Freud está alrededor del Edipo no veremos jamás absolutamente nada, sólo que no basta todavía que se explique el Edipo para que ustedes sepan de qué hablaba Freud, a menos que ustedes lo sepan, estando hecho al vocabulario que desarrollé frente a ustedes, lo que se trata de articular, es el fundamento del deseo y que en tanto no vemos sino hasta ahí no hemos asegurado tampoco el campo de la sexualidad. El mito de Edipo no nos enseña nada, en absoluto, sobre lo que es ser hombre o mujer. Está absolutamente desplegado en Freud. Como lo dije la última vez, el hecho de que jamás promueva al par masculino-femenino, salvo para decir que no se puede hablar de eso, justamente prueba bastante esta especie de límite. No se comienza a plantear cuestiones que conciernen a la sexualidad, tanto masculina como femenina, sino a partir del momento en que entra en juego el órgano y la función fálica. A falta de hacer estas distinciones estaríamos en el embrollo más absoluto. ¿Es necesario decir que ahí hay algo que juega, quizá, en la base del hecho de que Freud no hizo, por qué no lo habría hecho él mismo, su segundo giro?, ¿Por qué lo habría dejado a algún otro para hacerlo?. Podemos también plantearnos esta pregunta. Es ahí que estoy muy embarazado. La experiencia me enseña, me enseña a pasar mío, y me aconseja no proceder sino con muy grandes precauciones. En verdad esto no es totalmente natural en mí, pero otros lo toman por mí. En suma, ya que esta treta apretada de acontecimientos que culminó un día en hacer que yo interrumpiera en mi primera lección un Seminario anunciado bajo el título de Los nombres del padre ustedes dirán que para psicoanalistas es muy natural dar un sentido a las acontecimientos y que cualquiera sean los desvíos contingentes, los vencimientos y las pequeños defectos de pronunciación que pudieron hacer fracasar justamente ese día al hecho de que, después de todo, personas, quizás más advertidas de la importancia de lo que ya tenía para decir velaron para que yo mantenga mi palabra de no decirlo en ciertas casos. Y bien, que había ahí, de todos modos, una razón y que toca este hecho delicado, precisamente del límite donde se detuvo Freud. Si tantas cosas de este orden, que culminan en estos singulares encuentros, de los que no se puede decir que en sí mismos sean progresivos, es que hay algo en Freud que no se puede soportar; si se los retiro, ¿en qué podrían soportarse?. Aquellos que se soportan justamente en suma, en lo que hay de insoportable en ese algo de lo que hay que creer que ya adelantaba bastante en un cierto sentido, ya que no se puede ir más lejos. De manera que, en suma, no es sino por una manera, un toque totalmente ligero: y de alguna forma como una sombra de factor negativo, que yo haría notar que debamos a Freud de todos modos, el hecho de que hasta el fin de su vida, parece, le pareció residir un misterio en la siguiente pregunta, que él expresaba así: ¿qué quiere una mujer?. Debemos eso a ese imbécil que nos lo refirió y frente a la cual él había así dejado abrirse su alcancía ventral. Hay momentos en que incluso los ídolos exponen sus mercancías. Hay que decir que son necesarios para esos espectáculos especialmente horrorizantes. ¿Que quiere una mujer?. Freud, como se expresa Jones, con un trazo que no puede, de todos modos, dejar de sorprender, esa trazo que no se expresa bien, que no se etiqueta bien sino en la lengua inglesa se llama a eso luxurius. En francés eso no está muy en uso. Nosotros no somos, quizás, lo bastante luxoriosos para eso. Pero, en fin, en un caso, como en al otro ya se lo sea o no, eso no es nunca sino la especificación de una posición que se tiene sobre esto punto para vanagloriarse. No es más feliz por serlo que por no serlo. El era lujurioso y no respecta a cualquiera. La mujer de César, se dice, no podría ser sospechada. Eso se usa mucho, es como cuando se dice el estilo es el hombre, por ejemplo. Es una cita inexacta, pero eso no importa. Son cosas que andan siempre ubicadas en algún lugar, eso no sufre discusión. ¿qué quiere decir eso?, ¿sospechada de qué?, ¿de ser una verdadera mujer quizás?. La mujer de Freud, de la que hay todo para apostar que era su única mujer, no podría ser objeto de una tal sospec ha. Tenemos bajo la pluma de Freud todos las huellas más extraordinarias. El empleo del término Sichsträuben, erizarse en el análisis del Sueño de la inyección de Irma, está en algo en este estilo, este Umschreibung este estilo torcido, casi el único caso en el que puede certificarme del suyo, no tras aquello hacia lo cual quería ir, desde luego, sin decírnoslo es que, al fin de cuentas, todo eso, una mujer, Sichsträult es como la señora Freud y es de todos modos, muy fastidioso. Si, este es, evidentemente, un punto de localización que nos da naturalmente la sensación de saber dónde se planteó el problema, dónde está la cuestión y dónde estamos nosotros, dónde están las barreras, de alguna manera estructurales inherentes a la estructura misma del concepto puesto en juego que explica muchas cosas, por ejemplo, la historia del psicoanálisis, luego, del modo bajo el cual se hicieron valer no solamente la femineidad y sus problemas, sino las mujeres mismas, lo que se puede llamar las madres en nuestra comunidad psicoanalítica. ¡Son extrañas madres!. Irene Perrier Roublef: —No se entiende. Lacan: —Y bien, quizás es mejor. Entonces, quisiera sobre esto, en suma, que algunas preguntas me fueron planteadas, ya que, en suma, por ejemplo, la última vez, planteando al sujeto frente a, si puedo decir, esta superficie de reflexión que constituye la dialéctica del Otro, para localizar ahí una manera que exige, en suma, ahí también un cierto orden de espejismo, al lugar del goce, les indiqué muchas cosas, fundamentalmente, y regulé está cuestión en el pasaje de lo que llamé el error de Hegel de que el goce está en el Amo. Se sorprendieron. Si el Amo tiene algo que ver con el Amo absoluto, es decir la muerte, que idea sagrada la de ubicar el goce del lado del Amo. No es fácil hacer funcionar la instancia de la muerte. Nadie imaginó aún que es, en este ser mítico que el goce resida. El error hegeliano es, pues, de ahí en más un error analizable. Y ahí palpamos en la estructura acá escrita en el pizarrón, inscripta en estas pequeñas letras donde yace la esencia del nudo dramático, que es propiamente aquel con al cual tenemos que ver; como sucede que sea en este lugar del A, en el lugar del Otro, en tanto que es ahí que se hace la articulación significante, que se para nosotros la meta de la localización que tiende al goce y propiamente al goce sexual. Que el – Φ es decir el órgano, el órgano particular del que les expliqué cuál, es la contingencia, quiero decir que no es en absoluto necesario en sí misma para el logro de la copulación sexual que tomó esta forma particular por razones que hasta que sepamos articular un muy pequeño comienzo de algo en materia de la evolución de las formas, y bien, nos contentaremos con tener la casa por lo que es. En tanto no se haya sustituido a algunos principios imbéciles, esta aprehensión primera de que basta observar primero un poquitito al funcionamiento zoológico de las animales para saber que el instinto no concierne sino a esto ¿Qué es lo que el viviente va a poder hacer con un órgano?. No solamente la función no crea al órgano, eso salta a la vista, y cómo podría hacerse eso incluso, sino que se necesita enormemente astucia para dar un empleo a un órgano. Esto es exactamente la que nos sustrae realmente el funcionamiento de las cosas cuando se la mira de cerca. El organismo viviente hace la que puede con lo que lo es dado como órgano y con el órgano peneano. Y bien, se puede sin duda, pero se puede poco. En todo caso es totalmente claro que entra en una cierta función, en un papel que es un poquitito más complicado que el de coger, que es esto que llamé, el otro día, para servir de muestra, al acuerdo entre el goce macho y el goce hembra. Ubicándose esto totalmente a expensas del goce macho no solamente porque el macho no podría acceder a eso, sino por hacer caer al órgano peneano al rango de función de objeto , sino con esto signo totalmente especial, que es el signo negativo del cual se tratará para nosotros, el año próximo, en sabias investigaciones lógicas, de ver, de precisar cuál es exactamente la función de este signo menos – Φ en relación a aquellos que están en uso y que se usan, por otra parte, hablo en lo habitual entre la mayoría de la gente que está aquí, por ejemplo, sin saber del todo lo que se hace, mientras que sería totalmente simple remitirse a excelentes libritos de matemáticas que ahora recorren las calles, porque todo eso ahora se divulga, —a Dios gracias—, con ciento cincuenta años de retraso, pero, en fin, nunca es demasiado tarde pare hacer bien las cosas. Pero, todo el mundo puede darse cuenta de que el signo – Φ puede tener, según los grupos, y hacer intervenir sentidos excesivamente diferentes. Se trata de saber pues, lo que es para nosotros. Pero, dejemos esto. Tomemos en bloque esto — y digamos que la relación que se trata de establecer en la unión sexual a un golpe deja, precisamente, el paso al goce fálico, que no tendría, en absoluto, esta importancia si no viniera, precisamente, a situarse en el lugar que marqué acá con el A, lugar del Otro. Esto no quiere decir, en absoluto, desde luego, que la mujer esté ahí más de entrada que nosotros los hombres, porque ella está exactamente en el mismo lugar del S, y ambos, las pobres queridas preciosas como en el cuento de Longus inmortal, están ahí con este bonito postre del – Φ en la mano mirándose, preguntándose que se va a hacer con esto para ponerse de acuerdo en cuanto al goce. Entonces, después de esto haremos mejor no hablándonos con estos datos de la maduración genital, de la existencia del arreglo perfecto. Porque, desde luego la oblatividad, esta sagrada oblatividad de la que acabo por ya no hablar sino muy poco y de la que no habría que hablar eternamente, seria necesario de una buena vez un día que se cerrara este paréntesis, sería necesario no crear tampoco que es un molino de viento. Tengo alumnos que lo toman por eso, se lanzan siempre a tontas y a locas con eso ahí donde, además no está en absoluto. Es de todos modos cierto que es necesario decir que hay cosas que habría que decir de todos modos. Así existe el marido oblativo, por ejemplo. Los hay que son oblativos como no se pueden imaginar. ¡Eso se encuentra!. Esto tiene orígenes diversos, no hay que echar el descrédito por anticipado. Esto puede tener orígenes nobles: el masoquismo, por ejemplo. Es una excelente posición. Desde el punto de vista de la realización sexual después comienzo a tener experiencia qué sí. Treinta y cinco años de todo eso comienza a ser algo. Naturalmente no vi demasiado mundo, no más que cualquiera. Tenemos tan poco tiempo, pero, en fin, jamás vi que en una mujer eso desencade —hablando con propiedad, ustedes saben—, eso. Eso desencadena muy, muy curiosas reacciónes y abusos que desde fuera, desde el punto de vista moralista, son totalmente manifiestas. En todos los casos una gran insistencia de parte de la mujer sobre las cantinelas de la castración del marido. Lo que no va de suyo lo que no está implícito en el esquema, ustedes comprenden, cuando hablo del falo – φ , ahí, como de la muestra vibrante que debe permitir el acuerdo. Eso no quiere decir que la castración está reservada al hombre, ya que, justamente, es todo el interés de la teoría analítica, es que nos damos cuenta de que el concepto de castración juega en tanto que lleva también a alguien que no lo es por naturaleza, castrado, inclusa, no serlo si se trata del pene. Es en esta perspectiva que convendría por ejemplo, interrogarse sobre la extraordinaria eficacia en cuanto a la revelación sexual porque eso existe, esa extraordinaria eficacia sobre muchas mujeres, por no decir la mujer, eso existe ahí a nivel del objeto a . El extraordinario valor, pues para esta operación de lo que se llama los hombres femeninos, su éxito no deja absolutamente ninguna duda. Se sabe eso desde siempre y, además, eso se ve siempre. Que una mujer que tuvo esta clase de marido, del tipo de oro, cortado con hoz, en fin, el carnicero de la bella carnicera, encuentre solamente un cantante con voz y ustedes me dirán las novedades. Son estos hechos, en fin, que son así de gruesos de observación habitual renovados todos los días, que llenan, nosotros, analistas, podemos saber el placer que tienen las mujeres con el cantante con voz. Es fantástico como ellas se reencontraron ahí. No les digo que ellas permanezcan ahí. Si ellas no permanecen ahí es porque es demasiado bueno. Todo al problema descansa en las relaciónas del deseo y del goce, Pero, es necesario saber, de todos modos, de que lado es accesible el goce. Siento que entro muy suavemente ahí en la pendiente de, —yo no sé—, de las memorias de treinta años del psicoanálisis. Y, además, es el fin de año, estamos, de todos modos, un poco entre nosotros. Ustedes me perdonarán decir cosas que están entre la banalidad y el escándalo. Pero, si se las olvidan terminarán verdaderamente por ser, justamente lo que abre la puerta, en fin, el decir boludeces más permanentes. Lo que está de todos modos, —a pesar de todos mis esfuerzos—, lo que permanece absolutamente en uso y dominante en este centramiento como en los vecinos, es necesario decirlo. Mientras estoy en esta pendiente sería necesario, de todos modos … Si, tengan, hablé de terminar con…de regular, de ya no hablar nunca de esta cuestión de oblatividad. Es necesario de todos modos recordar ya que hablé de contexto, en que medio, que pequeño circo estrecho esta idea hizo manejo, a saber, poner algunos nombres, la que no está en mi de todos modos, hacérselos volver a salir ¿no es cierto?. No salió de un mal lugar. Había un renombrado Edouard Pichon que no tenía sino una equivocación, era la de ser Maurasiano, eso es irremediable, No es el único, entra las dos guerras no había pocos. Fomentó eso con algunos clínicos, en fin, ¿no es cierto?, ya que se trata de entre dos guerras, los escapados de la primera ustedes saben, no era brillante. Entonces, eso fue retornado. Esto fue retomado yo no se por que, si… Pero, en fin, no está en mi decírselas. En un cierta contexto, entonces, mucho más reciente y nutrido por una historia que no tenía, en suma, nada que ver con la oblatividad y que era este modo de relación muy especial que surgía de una cierta técnica analítica, llamada, centrada sobre la relación de objeto, en tanto que hacia intervenir de una cierta manera al fantasma fálica y este fantasma fálico especialmente en la neurosis obsesiva. Helo, aquí, y entonces, todo la que se jugaba alrededor da este fantasma fálico, he, —Dios mío, muchas veces, en muchos momentos de mi Seminario— he hablado bastante, volví bastante para que, de todos modos, en sus detalles, en su uso técnico, se hayan visto bien, de todos modos, las mecanismos, las puntos de forzamiento, los puntos de abuso, y no puedo ahí sino verdaderamente decir, no puedo incluso decir algo que resuma todo lo que mostré de ello en detalle, sino simplemente que muestra el fondo de mi pensamiento. 

¿Que hay ahí dentro?. hay algo que encontró favor especialmente por el hecho, de que al deslizamiento general que hizo, que toda la teoría del análisis no haya tomado más que la referencia de la frustración. Quiero decir, hizo girar todo no alrededor del doble punto inicial de la transferencia y de la demanda sino muy simplemente de la demanda. Porque los efectos de la transferencia, desde luego, no estaban descuidados, sino simplemente puestos entre paréntesis ya que se esperaba que esto sucediera y que, por el contrario, la demanda, especialmente con este hecho de que pasan cosas sobre este punto y en efecto, pasan, no pasa en absoluto, lo que usted dice, Stein pero, en fin, si usted viene la próxima vez hablaremos de eso; la posición del analista en la sesión en relación a su paciente ciertamente es no la de ser este polo perturbador ligado a lo que usted llama el principio de realidad, creo que hay que volver, de todos modos, a esta cosa que es verdaderamente constitutiva, es que su posición es la de ser aquél que no demanda nada. Es la que hay de dudoso, como él no demanda nada, y que se sabe de dónde sale al sujeto, sobre todo cuando es neurótico, se le da lo que no demanda.
Ahora bien, lo que hay para dar es una sola cosa y un sólo objeto a .
Hay un sólo objeto a , que está en relación con esta demanda especificada por ser la demanda del Otro esto objeto que se encuentra también en los cielos, en el entre dos, ahí donde está caída también la mirada los ojos de Edipo y los nuestros frente al cuadro de Velázquez
cuando no vemos nada ahí, en este mismo espacio llueve mierda.
El objeto de la demanda del Otro, lo sabemos por la estructura y la  historia, después de la demanda al Otro, demanda del pecho, la demanda que viene del Otro y que instaura la disciplina y que es una etapa de la formación del sujeto de hacer eso en tiempo y en las formas.
Llueve mierda, ¡eh!, la expresión no va de todos modos, a sorprender a los psicoanalistas que saben un cacho, de esto. No se habla sino de esto después de todo. Pero, en fin, no es porque no se hable sino de eso que uno se da cuenta de todos los lugares donde está. En fin, la lluvia de
mierda es, evidentemente, menos elegante que la lluvia de fuego en Dante, pero no están tan lejos una de la otra.
Y, además, en el infierno también hay mierda, no hay sino una cosa que Dante no se atrevió a poner en el infierno, ni en el paraíso tampoco. Se los diré en otra oportunidad. Es, de todos modos, muy sorprendente. Y, además, que tengamos que cargar la cubeta nosotros, analistas, tampoco
es, de todos modos algo con la que nos vayamos a hacer coronas. Durante todo un siglo la burguesía consideró que este tipo de acarreo, que llamo acarreo de cubeta, era exactamente lo que había de educativo en al servicio militar. Y es por eso que envió ahí a sus hijos. No hay que
creer que la cosa haya cambiado enormemente, simplemente ahora se lo acompaña de puntapies en las tibias o de algunos otros ejercicios de cuerpo a tierra aplicados al reclutamiento o sobre la que a continuación se le confía, por ejemplo, cuando se trata de empresas coloniales. Es
una ligera complicación de la que, naturalmente, nos alarmamos legítimamente pero la base es eso: el acarreo de cubetas. No veo el mérito especial que introducen en este asunto los analistas.
Todo al mundo supo que la mierda tiene la relación más estrecha con toda especie de educación, hasta aquella, ustedes lo ven, de la virilidad ya que después de haber hecho eso se sale del regimiento hecho un hombre.
Lo que estoy diciendo, se trata de una teoría y algunas saben muy bien a cual apunto. Es que si ustedes releen atentamente todo lo que se dijo de esta dialéctica fálica, especialmente en el obsesivo, del tocar y del no tocar, y de la precaución y del aproximarse y todo eso, huele
mierda. Quiere decir que, aquello de lo que se trata es de una castración anal, es decir, de una cierta función que, en efecto interviene al nivel de la relación de la demanda del Otro o de la fase
anal, es decir, esta primer funcionamiento del pasaje de un lado al otro de la barra, que hace que lo que está de un lado con el signo más (‘+ ) esté del otro con el signo menos (‘- ). Uno da o no da, su mierda y así se llega o no se llega a la oblatividad.
Es totalmente de don y de regalo, como lo sabemos desde siempre, por lo que Freud no dijo nunca otra cosa. No se trata jamás, cuando se da lo que se tiene, que de dar mierda. Es por eso que cuando intenté definir para ustedes el amor, es una especie así de flash, es que al amor era
dar lo que no se tiene. Naturalmente no basta repetirlo, para saber lo que eso quiere decir. Me doy cuenta de que me dejo ir un poco por la pendiente de las confidencias y que voy a cerrar mediante algo que no será mal venido, ¿no es cierto Safouan?.
A continuación de lo que acabo de decir y para que usted les haga la pequeña comunicación que tuve la gentileza de ese modo de forjar, en todo caso, muy en la línea de lo que usted aporta. ¿Un cuarto de hora le alcanza?, sino retomamos la próxima vez. DUQUESNE: —Tenemos tiempo.
SAFOUAN: —Eso depende. LACAN: —¿Cuánto cree que tiene para decir lo que tiene que decir? SAFOUAN: —Veinte minutos. LACAN: —Y bien, empiece inmediatamente. Será a las 14.05, es la hora en que terminamos habitualmente; soy incorregible. SAFOUAN: —El tema de esta comunicación es el desdoblamiento del objeto femenino en la vida amorosa del obsesivo, es un tema que elegí, justamente, porque me lleva a las mismas cuestiones que Lacan anunció como siendo aquellas de las que va a tratar el año próximo y llevado a apreciar el interés y la importancia
que para un analista se enlaza a que esta cuestión sea tratada.
Antes de someterla al examen voy a presentarles, primero, un material que es en efecto bastante ejemplar para permitir una localización cómoda de la estructura subyacente a este desdoblamiento, pero de la que ustedes no dejarán seguramente, de ver el carácter totalmente típico. En
un momento dato de su análisis, un paciente cae enamorado y esto se acompaña de su impotencia en al plano sexual; Es como si cada parte de su cuerpo estuviera puesta en un cofrecito dice hablando de la persona que ama, de donde concluí en una presencia de una intención protectora
frente al cuerpo del objeto amado, pero también de su falo que no llega a poner en uso y partiendo de una identificación de estos dos términos. Esto, evidentemente, llama a muchas precisiones, que justamente, van a
desplegarse a continuación. Además, quizás no carece de interés subrayar esto de que el mismo objeto que lo fascinaba no dejaba de inspirarle, por momentos, un cierto disgusto. Por ejemplo, notando una falta de apego a nivel de la muñeca, lo que quiere decir también que no ha dejado
de detallar este objeto al indicio de que su relación no era totalmente extranjera a la dimensión narcisista. Digo, en efecto, porque es él mismo el que la calificaba así. Pero, lo importante es que paralelamente a este amor, calificado por el de narcisista, estaba también ligado a una manera que él calificaba de anaclítica a otra joven, que no solamente lo metía, sino que le demandaba expresamente dejarse meter en una posición enteramente pasiva a fin de verter sobre él todas las
excitaciones perversas que le complacían.
De manera que el conjunto de la situación se expresaba para él en este fantasma, a saber, dice: que él vuela hacia su bien amada, el falo erecto y dirigido hacia abajo — (le bas), pero la otra se interpone, le atrapa al vuelo, lo bombea y cuando llega está flácido. Y es en este contexto que el paciente contó un sueño donde vió a su amigo, que llamaré, pongamos, Baret, llevando una media — (bas) de nylon. Y la vista de su pierna y una parte de su muslo así revestido, lo puso
exactamente en el mismo estado de excitación que si se tratara de una mujer y él se pregunta: ¿qué es esta media?, sobre lo que le respondí,
Es un cofrecito.
Dejo de lado, —por el momento—, dejo de lado a los efectos ulteriores de esta interpretación que le hizo reencontrar por un tiempo su potencia sexual, pero lo importante es que sobre la marcha responde diciendo que iba a lanzarse en historias de homosexualidad pero cuenta que su amigo
Barat no está interesado en el asunto sino en razón de su nombre, por ejemplo: bas y Baret, que el nudo de la cuestión está en este cofrecito y que ahí roza verdaderamente la perversión. ¿Qué es este cofrecito y qué es lo que pone dentro?, y si él no puede impedirse decir si, después de
todo,—¿por qué no?— ya que es un cofrecito se ponen también joyas y las joyas son mierda. Lo que el encadena en relatos de masturbación anal, dice.
Ese es el material: el cofrecito es el telón, el telón en la temática del más allá del telón que el señor Lacan trató en su Seminario sobre la relación de objeto es decir, no tanto i(a), imagen real del cuerpo, sino i'(a), imagen virtual.
Si me refiero, evidentemente, al esquema óptico aparecido en el artículo del señor Lacan, en el Nº 6 DE LA PSYCHANALYSE, algo que merece ser subrayado a partir de este articulo, es el hecho de que no es el único, que la captación más inmediata no es de lo inmediato, sino de la mediato, y que i(a) no es nunca aprehendido fuera del artificio analítico, Quiero decir con esto que no habría, incluso, asunción. No habría, incluso, simple relación a lo que, de otro modo, no
solamente sería una contingencia indigerible, porque la noción de contingencia supone ya la noción de una red, sino lo que sería más bien duro de ser rechazado, a saber, la imagen especular surge de esta mediación del Otro a la cual al niño se da vuelta. Dicho de otro modo, que es de entrada, —¿no es cierto?—, como i (a), que al acto sexual funcionando en el campo del Otro que la imagen del cuerpo funciona y que todo un procedimiento, que es verdaderamente el procedimiento
analítico, pone al sujeto en posición desde donde puede ver i(a) realmente.

LACAN: —Jamás puede verlo, está construido en el esquema y
luego lo sigue siendo, es una construcción i(a).

SAFOUAN: —Si desde
luego, justamente, si. Pero, el contenido del cofrecito plantea más problemas. El contenido del cofrecito resulta, a veces, —¿no es cierto?—, demuestra ser, a veces, la mierda, a veces el falo. Este falo se encuentra identificado al objeto amado, de modo que se plantea la cuestión dé que, o bien hay error de traducción en alguna parte, o bien una traducción justa plantea la paradoja de este género lo que es probablemente el caso, dado que, dada la experiencia,
Entonces, para retomar esta traducción, esta equivalencia falo igual objeto amado, falo igual muchacha, nos damos cuenta de que la apoye sobra la presencia de una intención protectora.
¿De dónde se plantea la cuestión?, ¿protege de qué? Seguramente, no de la muchacha honesta, sino de la otra, la que él llama la perversa. Esto ilumina un hecho que hasta ahí yo no había subrayado, a saber, que estando toda su angustia comprometida efectivamente en sus relaciones
con su bien amada, es decir, aquella que era un polo del deseo, término del que se puede ver cuánto más adecuado as hablar simplemente del narcisismo como lo hace él, porque él no ve sino i(a), porque nada es visible en principio, sino i (a). Es ahí que toda su angustia estaba
comprometida: llegará, no llegará, mientras que esta angustia estaba perfectamente ausente en su relación con la muchacha perversa, que podemos, pues llamar, designar como polo de demanda, de lo que podemos ver cuanto más adecuado sería que hablar de relación anaclítica como lo
dice él mismo.
Es necesario, pues examinar desde más cerca la descripción de su comportamiento y de esta última. Se desprende de esto, esto que de esto de que ella se servía de él como de un falo, pero esto en al sentido de un objeto sometido al ejercicio, de sus caprichos y no en el sentido del
órgano del que es portador, porque es justamente este sentido el que está excluido en esta relación. Su falo real ella lo ponía fuera de circuito. Y, sin duda, ella se dedicó, con esta castración, a garantizar su deseo. Y, sin dude, la exasperación de estos ejercicios perversos recaía en la imposibilidad en que ella estaba de integrar, si puedo decir, su condición de ser realmente un objeto a , es decir, un objeto intercambiable.
Porque también sería muy difícil, evidentemente citar muchas observaciones que pondrían a la luz este estado de cosas, a saber que es en la medida misma en que un sujeto está en la imposibilidad, si puedo decir, de tenerse como objeto de goce, que pensará serlo, de donde, por otra partió la paradoja de un ser del que todo pensamiento sería necesariamente falso; por supuesto, no se sabe que esto mismo es Dios.
Es porque no se la sabe que la religión guarda siempre, y las formas de la vida religiosa guardan siempre, su conexión estructural con la culpabilidad.
Por otra parte, podemos también preguntarnos en que medida no se puede decir que al inconsciente es esto es decir, este saber falso del que al decir constituya, no obstante, lo verdadero y que no se sitúa en ninguna parte, salvo en esta hiancia de un tenerse demorado, pero con todas estas consideraciones que tienen aspecto filosófico hago sino anticipar sobre la conclusión clínica de este trabajo o de esta observación. Para volver entonces, al paciente, hay un malentendido o, quizás, una alianza,—¿no es cierto?. Es aquí que me es difícil zanjar tanto un
malentendido que calificaría de cómico, si no fuera que la gravedad de las consecuencias va a instalarse y marcar su relación a la muchacha perversa. Es un malentendido que se puede poner en claro. Es que a medida que se intensifican las tentaciones que lo pondrían enteramente a
su merced en el momento, pues, en que se intensifican las tentaciones, en suma, ligadas a esto de que i (a) intenta, en su modo de intercambio, coincidir con a , o, más simplemente, a que él se perciba como un objeto que no la calma, sino que calme algo en ella. El no tendrá otro recurso que garantizar la castración de ella con la suya, sin darse cuenta de que es cosa hecha, es decir, que no se dé cuenta que no solamente está castración es la misma de una parte y de la otra, sino en
el sentido en que es un sólo y mismo objeto el que falta a uno o a la otra, que no es, evidentemente el falo real, porque esto no le falta a él, y por lo que la concierne se puede decir que no la falta, porque es justamente esto lo que ella no quiere, sino que es la imagen ligada a este órgano, a saber, al falo imaginario, que de ahí en más va a funcionar como – φ, y es por ese sesgo que se puede decir que la posición fálica hace que al sujeto sea no ni hombre ni mujer, sino una o
la otra.
Dicho de otro modo, aquello de lo que se trata, al fin de cuentas, es esto: es que la neutralización y la puesta fuera de circuito, no de cualquier órgano, sino de su falo, va a promover la función de la imagen que se encadena ahí como – φ. En otros términos en otras palabras, cuanto más i (a), tiende a identificarse a a más el sujeto tiende, no a identificarse, sino a sutilizarse, si pueda decirlo, en – φ, es decir en un falo, siempre presente en otra parte.
A partir de lo cual se ve no como él identifica a la muchacha amada al falo, porque no es esta una operación que él lleva a cabo. Se trata, más bien, de una operación donde él está tomado. Pero, se ve como comprometiéndose en esta vía. El no ve sino narcisismo. El resto, es decir la identificación de la muchacha al falo, siendo el efecto de que la demanda del Otro se evocaba ya a partir de un deseo.
Cosa curiosa, pero eso me parece que merece más examen, en fin, iré más despacio. Se podría decir con rigor que este – φ que se significa en este enunciado es como si cada parte de su cuerpo estuviera puesta en un cofrecito, y este malentendido va a rebotar necesariamente en un mal don, si puedo decir, que va a marcar su relación a la muchacha amada como una marca de origen.
El mal don aquí no consiste en que la muchacha amada es al falo sino, por al contrario en que no lo es, o, más precisamente en que ella es – φ garantía de la castración del Otro. Es que en toda la medida en que la vida erótica del sujeto se coloca así bajo el signo de su dependencia de
la omnipotencia del Otro y aquí trato la cuestión, la otra cuestión, el otro problema que se plantea, a saber, que mi cuerpo estaba identificado a la mierda, entonces, esto se aclara, digo, a partir de
esto de que en toda la medida en que la vida erótica del sujeto se coloca bajo el signo de la dependencia, de la omnipotencia del Otro no nos sorprenderemos de que el mismo objeto bien amado se encuentre igualmente identificado a las heces.
La fórmula que clarifica este estado de cosas sobre la cual voy a concluir, es la siguiente, cuanto más el deseo de la madre se engaña en lo que va a funcionar de entrada, a la vista, para el sujeto como i (a), más el sujeto, no solamente hace regresión, sino que se aliena en un objete pregenital, aquí el escíbalo, el cual objeto no funcionará noobstante, sino por referencia a la hiancia que en este deseo del Otro se significa siempre como castración.
Pienso que es a partir de esto que se puede plantear correctamente el problema de la castración edípica normativizante —entiendo— la castración en tanto que regulariza, justamente, la posición fálica, la cual posición fálica es estrictamente idéntica, la hemos visto, a la castración imaginaria. Es a partir de esto que se puede plantear el problema de la castración edípica y se ve verdaderamente la cuestión de saber por qué encaminamiento se efectúa esta castración simbólica no podría ser resuelta sino estableciendo distinciones hasta ahora en todo
caso inéditas, no formuladas, concernientes a la negación.

LACAN: —Bien,
muchas gracias querido Safouan. Es excelente. Naturalmente como se dice, como de todo texto leído, valdría más que se lo releyera. Veremos, por ejemplo con Milner si no se podría colocar este en los CAHIERS….
Así todas las personas podrían tomar conocimiento de esto.
Voy, de todos modos para concluir la cosa de Safouan, a decirles algo que me vino a la mente, como se dice, no obstante ustedes oyeron bien que inmediatamente después de su doble compromiso con estos dos objetos tan diferenciados hizo este sueño concerniente a la pierna de su amigo en una media y es alrededor de esto que todo gira, y toda la fenomenología de la castración, que tan sutilmente les presentó Safouan.
Esto me recordó lo que Napoleón decía de Talleyrand: una media llena de mierda.

Green: —Una media de seda.

Lacan: —Si, pero eso plantea
problemitas. La pierna, Napoleón conocía un pedazo en cuanto a lo que resulta del amor. El decía que lo mejor que uno tenía que hacer era agarrarla de su cuello, las piernas, se entiende. La única victoria en amor es la huida. EL sabia hacer al amor, tenemos pruebas. Por otra parte, es evidente que la mierda tenía un lugar muy grande en la política de Talleyrand. En fin, él tenía también ciertas relaciones a la omnipotencia y que su deseo la haya encontrado bastante bien encaminado
es lo que no deja dudas. Es necesario, pues, también desconfiar de esto, del objeto del deseo del Otro:
¿qué es lo que nos conduce a pensar que es mierda?. En el caso de Napoleón, puede haber ahí un problemita concerniente a Talleyrand, que lo tuvo al fin de cuentas. Es esto. Era simplemente un orden de reflexión que quería proponerles y que vine como codicilo a lo que les dije del objeto a hoy.