Seminario 14: Clase 1, del 16 de Noviembre de 1966

Voy a arrojar algunos puntos que participarán más bien de una promesa.

Lógica del fantasma, he titulado este año lo que cuento con poder presentarles, se impone en el punto en el que estamos, de cierto camino. Camino que implica, lo recordaré hoy con fuerza, esta fuerza de retorno tan especial que hemos visto ya el año pasado inscripto en la estructura y que está en todo lo que descubre el pensamiento freudiano fundamental, este retorno se llama repetición.

Repetir no es reencontrar la misma cosa. Como lo articularemos siempre, al contrario de lo que se cree, esto no es forzosamente repetir indefinidamente. Volveremos por lo tanto a temas que ya he situado de una cierta manera, desde hace largo tiempo.

También porque estamos en el tiempo de este retorno y de su función, que he creído no poder tardar más en remitirlos a lo que hasta aquí había estimado necesario como puntuación mínima de este recorrido, a saber este volumen que tuvieron a vuestro alcance, esta relación al escrito que después de todo esforzaba hasta el presente en retardar, es porque este año, podrá ser posible profundizar la función, que creí debía franquear este paso.

He elegido cinco puntos indicativos:

1) Recordarles el punto donde nos concierne la articulación lógica del fantasma que será mi tema.

2) Recuerdo de la relación de esta estructura del fantasma con la estructura como tal del significante.

3) Algo verdaderamente fundamental que conviene recordar, lo que le debemos este año (si ponemos en primer plano lo que he llamado la lógica) a una observación esencial atinente al universo del discurso.

4) Algunas indicaciones relativas a su relación a la escritura como tal.

5) El recuerdo de lo que nos indica Freud de la relación del pensamiento al lenguaje y al inconsciente.

Partiremos de la escritura, de lo que ya he armado, a saber: la fórmula $ à a.

Recuerdo que la $ representa, tiene el lugar en esta formula de lo que retorna concerniente a la división del sujeto, se encuentra al principio de todo el descubrimiento freudiano y consiste en esto: que el sujeto está por una parte barrado de lo que lo constituye propiamente en tanto función del inconsciente.

¿Esta formula es algo que tiene un lazo, una conexión entre este sujeto así constituido y otra cosa que se llama a?es un objeto del que yo extraigo lógica del fantasma que consistirá en determinar el estatuto en una relación lógica. Cosa extraña sobre la cual ustedes me permitirán no extenderme, quiero decir que lo que sugiere a la relación la fantasía, a la imaginación, al término fantasma, yo me complacería en marcar el contraste con el término de lógica con el cual entiendo estructurarlo. Es sin duda que el fantasma tal como pretendemos instaurar su estatuto, no es tan radicalmente antinómico como se lo puede pensar.

El término a nos aparecerá (mejor aún a medida que marquemos lo que permite carácterizarlo como valor lógico) mucho menos emparentado con el dominio de lo imaginario. Lo imaginario que se engancha, se acumula ahí, el objeto a es otro estatuto.

Sería bueno que los que me escuchan este año hayan podido tomar algo de esto.

Este objeto a, para aquéllos para quienes es el centro de su experiencia, no es bastante familiar para ver sin temor que él les sea presentificado.

¿Que necesidad tiene usted me decía uno de ellos de inventar este objeto a?. Pienso que al tomar el asunto hace mucho tiempo, sin que este objeto a, del cual las incidencias se han hecho sentir bastante, me parece que lo que se hace como análisis de la subjetividad de la historia contemporánea que hemos vivido, es algo que hemos bautizado bajo el nombre de totalitarismo; cada uno que lo haya comprendido podrá aplicarse a poner ahí la función, la categoría del objeto.

El $ en su relación con a, ligado en esta fórmula por ◊: punzón, signo para conjugar en él lo que ahí puede aislarse.
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Lo que sugiere en primer plano de esta conjunción: la relación de inclusión o de implicación a condición que la hagamos reversible, con tal que se enlace en la articulación lógica que se llama: «Si».

$ es en este sentido, a saber: el punzón rombo siendo dividido por la barra vertical, el sujeto en relación de Si y de a.

Esto nos detiene, existe por lo tanto un sujeto: he aquí lo que lógicamente estamos forzados a escribir del principio de una formula tal. Algo se nos plantea que es la división de la existencia de hecho y de la existencia lógica.

La existencia de hecho nos relacióna al existir de: ser o no hablado. Esto es en general viviente, en general porque eso no es del todo forzado. Digo el convidado de piedra porque no existe solamente sobre la escena que Mozart anima, él se pasea entre nosotros todo el tiempo.

La existencia lógica es otra cosa, y como tal tiene otro estatuto a partir del momento en el cual nosotros hacemos lógica en el cual vamos a manejar significantes.

En cuanto a la existencia de hecho: a saber que algo resulta del sujeto en el nivel de los seres que hablan, es algo que, como toda existencia de hecho, necesita que sea establecida una cierta articulación.

Ahora bien, nada prueba que esta articulación sea tomada en forma directa. Que esto sea directamente del hecho que haya seres vivientes u otros que hablan, que sean, por tanto, de una manera inmediata determinados como sujetos, el si y el si solamente, están allí para recordárnoslo.

Las articulaciones por las cuales nosotros tendremos que volver a pasar son bastante inhabituales por lo que creo que debo indicarles la línea general de mi proyecto en lo que yo he de explicar ante ustedes.

a resulta de una operación de estructura lógica efectuada no in vivo, no sobre lo viviente mismo, no en el sentido confuso que guarda para nosotros el término cuerpo, (no es necesariamente la libra de carne, aunque pueda serlo después de todo, cuando lo es no arregla tan mal las cosas). Pero, en fin, constata que en esta entidad tan poco aprehendida del cuerpo, hay alguna cosa que se presta a esta operación de estructura lógica que nos queda por determinar. Es el seno, el escíbalo, la mirada, la voz, estas piezas separables, sin embargo, profundamente religadas al cuerpo, he aquí de lo que se trata en el objeto a; para hacer el a por lo tanto limitémonos, ya que nos obligaremos a cierto rigor de la lógica, a señalar que es necesario lo listo para proveerlo. Esto puede momentáneamente bastarnos. No arregla nada para lo que tenemos que avanzar, para hacer el fantasma hace falta lo listo para llevarlo.

Me permitiré aquí articular algunas tesis provocantes ya que también se trata de desembrollar este dominio de los campos de captura que nos hacen volver a las ilusiones más fundamentales de la experiencia psicológica; es lo que fundará la consistencia de todo lo que voy desarrollar este año para ustedes.

Desarrollar, yo ya lo he dicho, hace largo tiempo que está hecho, cuando en el cuarto año de mi seminario yo he tratado la relación de objeto concerniente al objeto a. Todo esta dicho en cuanto a la estructura de la relación de a al Otro, especial y suficientemente atractiva en la indicación: que es del imaginario de la madre que va a depender la estructura subjetiva del niño. Lo que se trata aquí de indicarnos es en qué, esta relación se articula en términos propiamente lógicos, es decir, relevando radicalmente la función del significante. Pero es de notar que para quien resumía entonces, lo que podía indicar en ese sentido la menor falta concretamente a la pertenencia de cada uno de los términos de esas tres funciones que podían designarse como objeto, en el sentido de objeto de amor, y del más allá de esto, nuestro actual objeto a, la referencia a la imaginación del sujeto podía oscurecer la relación que se trataba de situar. No de situar en el campo del Otro, la función del a; en el estatuto del perverso es la función del falo; la teoría sádica del coito no es nada de eso, sino que es a nivel de la madre que eso funciona.

¿Qué es lo que lleva el fantasma? Esto que lleva el fantasma tiene dos nombres que conciernen a una sola y misma sustancia, si ustedes quieren reducir ese término a esta función de superficie tal como lo he articulado el último año. Esta superficie primordial que nos hace falta para hacer funcionar nuestra articulación lógica, de la que conocen algunas formas. Son superficies cerradas, del orden del globo, estamos cerca de decir que ellas no son esféricas, llamémosle globo, veremos lo que motiva, a qué se amarrará la existencia de los globos en lo real.

Esta superficie que llamo globo tiene dos nombres: el deseo y la realidad.

Es totalmente inútil fatigarse en articular la realidad del deseo, porque primordialmente el deseo y la realidad son una relación de textura sin corte, ellos no tienen por lo tanto necesidad de costura, necesidad de ser recosidos.

No hay más realidad del deseo que aquella de la que sea justo decir el anverso del derecho; hay una sola y misma estofa que tiene un anverso y un derecho, esta estofa está tejida de tal manera que se pasa sin percatarse de ello (puesto que ella esta sin corte y sin costura) de una a otra de sus caras, y es por eso que hago ante vosotros uso de una estructura como el plano proyectivo representado en la mitra o cross-capp. Que se pasa de una cara a la otra sin darse cuenta dice bien que no hay allí más que una cara; no resta de eso menos en las superficies que acabo de evocar, de la cual la forma parcelaria está en la banda de Moebius, en la que no hay un derecho y un anverso.

Es necesario plantearlo de una manera originaria, para recordar cómo se funda esta distinción del derecho y del anverso, en tanto que antes de todo corte esta claro que quien (como los animálculos de los cuales sacaron partido los matemáticos) esté allí en esa superficie implicado, no vera nada de esta distinción en derecho y reverso.    

Las superficies, de las que he aprovechado ante ustedes, desde el plano proyectivo hasta la botella de Klein las propiedades extrínsecas, las superficies no son las propiedades de la superficie, es en una tercera dimensión que eso toma su función, aún el agujero que está en medio del toro; un ser puramente tórico no crean que se percata de esa función, sin embargo, esta función no es sin consecuencias puesto que es después de ella hace ya seis años y desde entonces, que he tratado de articular para aquellos que me escuchaban las relaciones del sujeto al Otro en la neurosis. Es en efecto, de esta tercera dimensión del Otro que se trata, es por relación al Otro, y en tanto que hay ahí esta otredad, que se puede tratar de distinguir un derecho de un anverso; esto no es aún distinguir realidad y deseo. Lo que es derecho o anverso primitivamente en el lugar del Otro, el discurso del Otro, que se juega a cara o seca, no concierne en nada al sujeto por la razón de que no hay ahí, todavía nada de eso.
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El sujeto comienza por el corte, si tomamos de esta superficie la más ejemplar, por ser la más simple de manejar, el cross-cap, plano proyectivo, un corte, pero no importa cual; lo recuerdo para quienes estas imagenes tienen alguna presencia.

En estos trazos imaginarios en los cuales las paredes anteriores y posteriores vienen a cruzarse, si es así que nos representamos la estructura de lo que se trata, todo corte que franquee esta línea imaginaria instaurara un cambio total de la superficie, a saber, que toda entera deviene lo que hemos aprendido a recortar en esta superficie como objeto a, es decir, que toda entera, la superficie deviene un disco aplastable, con un derecho y un anverso, del cual se debe decir que no se puede pasar de uno a otro salvo franqueando un borde. Este borde es precisamente lo que vuelve a este franqueamiento impasable, del cual lo menos que podemos así articular es su función in initio, el globo por ese primer corte, rico de una implicación que no salta enseguida a la vista por este corte deviene un objeto a. Este objeto a queda, porque esta relación la tiene desde el origen para que esto sea posible de ser explicado, una relación fundamental con el Otro.

En efecto, el sujeto no ha aparecido en absoluto todavía con sólo el corte, por donde este globo que instaura el significante en lo real deja caer de entrada este objeto extraño, que es el objeto _.

Hace falta y es suficiente, en la estructura indicada, darse cuenta del corte, para percatarse también que tiene la propiedad redoblándose simplemente, de reencontrase. Dicho de otra manera, que es la misma cosa hacer un sólo corte que hacer dos.
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Se puede considerar la hiancia que hay entre las dos vueltas que no son más que una, como el equivalente del primer corte. Pero si hago el tejido en el cual se trata de ejercer este corte un doble corte, desprendo de eso, restituyo en eso, lo que ha sido percibido en el primer corte, a saber: una superficie de la cual el derecho se continúa con el anverso. Restituyo la no separación primitiva de la realidad y del deseo.

Cómo definiremos realidad, lo que yo he llamado en todo momento lo listo para llevar del fantasma, es decir, lo que hace su orden; veremos entonces que la realidad, toda la realidad, no es otra cosa que montaje de lo simbólico y lo imaginario.

Que el deseo en el centro de este aparato, de este cuadro que nosotros llamamos realidad, es también lo que cubre como yo lo he articulado, lo que importa distinguir de la realidad humana y que es hablando propiamente lo real que no es más que entrepercibido, entrepercibido como la máscara fácil que es aquella del fantasma, lo mismo que ha aprehendido Spinoza, cuando ha dicho que el deseo es la esencia del hombre.

En verdad, esta palabra hombre es un término de transición imposible de conservar en un sistema ateológico, lo que no es el caso de Spinoza, en esta fórmula spinoziana; tenemos que sustituir simplemente esta fórmula, cuyo desconocimiento ha conducido al psicoanálisis a las aberraciones más groseras a saber, que el deseo es la esencia de la realidad.

Pero esta relación al Otro, sin la cual nada puede ser vislumbrado del juego real de esta relación, es lo que yo he tratado de dibujar para ustedes, recurriendo al viejo soporte de los círculos de Euler, relación fundamental, seguramente insuficiente como representación, pero si la acompañamos de lo que ella soporta en lógica, puede servir para hacer resurgir la relación del sujeto al a, se dibuja como un primer circulo que otro viene a recortar, el a es su intersección;
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Es por ahí qué siempre en esta relación de un vel originalmente estructurado, que es aquel donde yo he tratado de articular para ustedes hace ya tres años la alienación, el sujeto no sabría instituirse más que como una relación de falta al a que es del Otro, al querer situarse en el Otro, al no haberlo, más que amputado de este objeto a.

La relación del sujeto al objeto a comporta lo que la imagen de Euler toma como sentido cuando es llevada a nivel de simple representación de dos operaciones lógicas:

1) Reunión: ligazón del sujeto al Otro

2) Intersección: define al objeto a

El conjunto de estas operaciones lógicas son las que yo he puesto como originarias diciendo que el a es el resultado efectuado de operaciones lógicas que deben ser dos. ¿Qué es decir esto?. Que es esencial en la representación de una falta en tanto que corta, que se instituye la estructura fundamental del globo que nosotros hemos llamado de entrada: la estofa del deseo. Aquí, en el plano de la relación imaginaria, se instaura una relación exactamente invertida de aquella que liga el yo a la imagen del Otro. El yo es doblemente ilusorio, ilusorio en que está asumido a los avatares de la imagen, es decir, librado a la función del falso semblante. También en esto: que instaura un orden lógico, pervertido, del cual veremos en la teoría psicoanalítica su fórmula, en tanto que ella franquea imprudentemente esta frontera lógica que en un momento cualquiera, y que se supone primordial de la estructura, esto que es rechazado puede llamarse no-Yo. Precisamente eso que nosotros constatarnos del orden que implica sin que se lo sepa y en todo caso, sin que se lo diga, la entrada en juego del lenguaje, no admite de ninguna forma una tal complementariedad, lo que nos hará poner en el primer plano de nuestra articulación, la discusión de la función de la negación.

Cada uno sabe que podrá darse cuenta en esta compilación que está puesta a vuestro alcance, lo que he articulado en Santa Ana, después de un seminario: la secundariedad, la Verneinunung, escandida por Hyppolite, está articulada allí de un modo bastante preciso para que de ahora en más no pueda de ninguna manera ser admitido que ella sobrevendría de entrada al nivel de esta primera escisión que nosotros llamamos: placer y displacer.

Porque, en esta falta instaurada por la estructura del globo que hace a la estofa del sujeto, no es de ninguna manera cuestión delimitarnos a los términos en adelante desusados por las confusiones que él implica, en términos de negatividad.

El significante no es solamente lo que aporta, lo que no está ahí, el fort-da en tanto que representa la presencia o la ausencia maternal no está allí la articulación exhaustiva de la entrada en juego del significante, lo que no esta allí el significante no lo designa, lo engendra, lo que no está en el origen es el sujeto. Dicho de otra manera, en el origen no hay Dasein sino en el objeto a, es decir, que es bajo una forma alienada que permanece marcada hasta en su termino toda enunciación del Dasein.

¿Es necesario recordar que no hay sujeto más que por un significante y para otro significante?
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La Urverdrängung o represión originaria, es esto: lo que un significante representa para otro significante, eso no muerde nada, no constituye absolutamente nada, se acomoda a una ausencia absoluta de Dasein. Durante dieciséis siglos, al menos, los jeroglíficos egipcios han quedado solitarios tanto como incomprendidos en la arena del desierto. Está claro, estuvo siempre claro para todo el mundo, que esto quería decir que cada uno de los significantes grabados en la piedra, como mínimo, representaba un sujeto para los otros significantes. Si no fuera así nadie habría tomado esto por una escritura.

No es de ninguna manera necesario que una escritura quiera decir algo para que sea una escritura y que como tal manifieste que cada signo representa un sujeto para aquel que le sigue.

Si nosotros llamamos a esto Urverdräng, quiere decir que nos parece conforme a la experiencia pensar que lo que pasa, es a saber, que un sujeto emerge, el sujeto barrado, como alguna cosa que viene de un lugar, donde está supuestamente inscripto, a otro lugar donde va a inscribirse nuevamente. Es lo mismo que he estructurado en otra ocasión como la función de la metáfora, en tanto modelo del retorno de lo reprimido.
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Es, por tanto, con respecto a este significante primero, que vamos a ver cuál es, que el S/ (sujeto barrado) que él abolió, viene a surgir a un lugar donde vamos a poder dar hoy una formula que no ha sido aún dada. El sujeto barrado como tal es lo que representa para un significante este significante de donde ha surgido un sentido; entiendo por sentido exactamente esto que les he hecho entender al principio de un año bajo la fórmula Colorless green ideas sleep furiously que puede traducirse así: Las ideas rigurosamente fulgurosas se adormecen con furor. Falta saber que ellas se dirigen todas a este significante de la falta del sujeto que deviene un primer significante desde que el sujeto articula su discurso, esto de lo cual todos los psicoanalistas están bien percatados (aunque no supieran decir nada que valga), el objeto a que a este nivel cumple la función que Frege distingue del signo bajo el nombre de Bedeutung. En la primera Bedeutung el objeto a, el primer referente la primera realidad, la Bedeutung que queda porque ella esta después de todo lo que resta del pensamiento, al fin de todos los discursos, a saber, lo que el poeta puede escribir sin saber lo que dice. Cuando el se dirige a su madre inteligencia para dejarla escurrir en el foso: ¿Cuál es esta negligencia que deja agotar su leche?. A saber, una mirada aprendida, aquella que se transmite en el nacimiento de la clínica, lo que uno de mis alumnos en el Congreso de la Universidad John Hopkins ha llamado la vois en el mito literario. También lo que queda de tanto pensamiento mal pensado bajo la forma de un fardo seudocientífico y que se puede llamar por su nombre, lo he hecho hace mucho tiempo en la literatura analítica, se llama la mierda de la confesión, por otra parte de los autores. Quiero decir que hay todo un pequeño desfallecimiento de razonamiento cercano, atinente a la función del objeto a, de entre ellos se puede articular que no hay ningún soporte del complejo de castración más que en lo que se llama el objeto anal. No es acá un detalle de pura y simple apreciación, sino más bien la necesidad de una articulación de la cual el sólo enunciado debe retenerse, ya que después de todo no se formula nociones calificadas, puesto que ese será este año nuestro método concerniente a la lógica del fantasma, mostrando en la teoría analítica donde aullé viene a tropezar.

Que se entienda bien que esta falta es razonada, es decir, razonable, no es obligatorio y el objeto a en cuestión puede anunciarse, puede elevarse totalmente desnudo.

Es lo que nosotros tendremos ocasión de mostrar.

Quiero igualmente marcar lo que impide admitir ciertas interpretaciones que han sido dadas de la función de la metáfora, de la que acabo de darle el ejemplo menos ambigüo que cualquiera que se haga en una suerte de relación proporcional.

Cuando se ha escrito que la sustitución, el hecho de injertar un significante sustituido a otro significante sobre la cadena significante, está en la fuente, en el origen de todas las significaciónes, es esto que he articulado hoy bajo la forma: el surgimiento de este sujeto barrado como tal, les he dado la fórmula, esto que exige de nosotros la tarea de darle un estatuto lógico. Pero para mostrarles de inmediato la urgencia de esta tarea, observen que la confusión fue de esta relación de cuatro: la S’. la S y la s del significado en las relaciones de proporción con que uno de mis oyentes, autor de la teoría de la argumentación, promoviendo una retórica abandonada, articula la metáfora, viendo allí la función de la analogía, y que es de la relación del significante a otro, que un tercero lo reproduce haciendo surgir un significado ideal; así funda la función de la metáfora. A lo que he respondido en su tiempo, es de una tal metáfora que puede surgir la fórmula que ha sido dada, a saber:
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El otro registro sustantificando el inconsciente, estaría constituido por esta relación extraña un significante a otro significante, se nos agrega que es de ahí que el lenguaje tomaría su lastre. Esta formula del lenguaje reducido, pienso que ustedes la saben ahora, reposa sobre un error que es el de introducir en esta relación de cuatro la estructura de una proporcionalidad. Se ve mal lo que puede salir de eso ya que la relación del S al S deviene difícil de interpretar.

El inconsciente esta estructurado como un lenguaje, hay que tomarlo más que nunca al pie de la letra.

Ya que se confirma que no lleno los cinco puntos hoy, quiero escandir lo que es clave de toda estructura, y lo que deja la empresa que se ha encontrado así articulada, al principio de una pequeña compilación del informe de mi ponencia en el Congreso de Bonneval, es erróneo estructurar sobre un mito del lenguaje reducido a ninguna deducción de lo inconsciente por la razón siguiente: es de la naturaleza de todos y cada uno de los significantes no poder en ningún caso significarse a sí mismo.

La hora es bastante avanzada para que no les imponga la prisa de la escritura de este punto inaugural de toda teoría de conjuntos, que implica que esta teoría no puede funcionar más que a partir de un axioma llamado de especificación, es a saber: que no hay interés en hacer funcionar un conjunto si existe otro conjunto que pueda cernir por la definición de ciertas x en el primero como satisfaciendo libremente a una cierta proporción, libremente quiere decir independiente a toda cuantificación.

Resulta que comenzaré mi próxima lección por estas fórmulas. Planteando un conjunto cualquiera, definiendo allí la proporción que he indicado como especificante de x, suponiendo que x no sea un miembro de sí mismo; lo que nos interesa es que se impone desde que se quiere introducir el mito de un lenguaje reducido, que hay lenguaje que no lo es, es decir, que constituye por ejemplo el conjunto de los significantes. Lo propio del conjunto de los significantes, se lo mostraré en detalle, comporta esto de necesario: si admitimos solamente que el significante no podrá significarse hay algo que no pertenece a este conjunto: no es posible reducir el lenguaje simplemente. Las respuestas a esto son: que el lenguaje no podría constituir un sistema cerrado, dicho de otra manera que no hay universo de discurso.

Las verdades que acabo de enunciar son simplemente que aquellas que han aparecido de una manera confusa en el período ingenuo de la instauración de la teoría de conjuntos, -la paradoja de Russell no es una paradoja sino una imagen- el catálogo de los catálogos que no se contienen, o bien él se contiene a sí mismo y falta a su misión; esto no es de ninguna manera una paradoja, se ha declarado que al hacer un catálogo no se lo puede empujar al tope. ¡Y con causa!.

Lo que les he enunciado, que en el universo de discurso no hay nada que contenga todo, he aquí lo que nos incita a ser especialmente prudentes en cuanto a mínimo de lo que se llama todo y parte. Y exigir en el origen que distingamos el Uno de la totalidad, que justamente acabo de refutar diciendo que a nivel del discurso no hay universo, lo que queda aún en suspenso, distinguir este Uno del uno contable, que por naturaleza se escapa y se desliza a ser uno, a repetirse a volver a cerrarse sobre sí mismo, instaurando la falta de la que se trata, cuando se trata de instituir el sujeto.