Seminario 14: Clase 2, del 23 de Noviembre de 1966

Quisiera hoy poner a vuestra disposición algunas relaciones esenciales y fundamentales para asegurar de entrada lo que hace este año a nuestro tema.

Espero nadie objete esto por abstracto ya que sería un término impropio, como van a verlo. Nada más concreto que lo que les propondré, aún si este término no responde a la espesura, que para algunos lo connota.

Se trata de volverles sensible tal proposición que hasta aquí no he adelantado más que bajo la apariencia de una suerte de aforismo que habría jugado cierto giro con nuestro discurso, el rol de tal axioma: no hay metalenguaje. Fórmula que tiene el aspecto de ir en contra de lo que esta dado, sino en la experiencia al menos en los escritos de aquellos que tratan de fundar la función del lenguaje. En muchos de los casos parten de un lenguaje objeto y sobre esta base edifican cierto conjunto de diferenciaciones, el acto de esta operación parece implicar que para hablar del lenguaje se usa algo y que lo envolvería de otro orden que el que lo hace funcionar.

Creo tiene la solución a estas contradicciónes aparentes se manifiestan en el discurso, en lo que se dice, está en encontrar una función que me parece esencial deslindar, al menos por el sesgo donde voy a tratar de inaugurar hoy, de deslindar especialmente para nuestro propósito; pues la lógica del fantasma me parece que no podría de ninguna manera articularse sin una referencia a, lo prendo con alfileres, la escritura. No es seguro decir que eso que conocen bajo las anotaciones ordinarias de esta palabra, pero si la elijo es porque debe haber alguna relación con lo que vamos a enunciar.

Un punto sobre el cual vamos a tener que jugar hoy sin cesar: es que esto no es lo mismo después hayamos dicho algo antes de escribirlo, o bien de escribir lo que se dice. Pues la segunda operación esencial a la operación de la escritura, precisamente desde el ángulo donde hoy quiero mostrarles la importancia que hay a nuestras referencias de este año, desde el principio se presenta con consecuencias paradójicas.

Después de todo porqué no, para ponerlos en alerta, volver a partir de lo que desde entonces por un sesgo presente ante ustedes sin que se lo pueda decir, creo que me repito, que es de la naturaleza de las cosas que se tratan aquí que emerjan bajo algún sesgo, alguna espina que perfore la superficie, sobre la cual, por el sólo hecho de hablar, estamos forzados a sostenernos.

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El número entero más pequeño que no está escrito en el pizarrón

Esto podría haber sido escrito de manera diferente, hubiera podido sin inscribirlo preguntarles, o así mismo hacer un pequeño personaje de la boca del cual saldría esto que se llama en historieta un globo, el número entero más pequeño que no está inscripto en el pizarrón.

Es el número 5.

Está claro que a partir del momento en que esta frase se inscribe, el número 5 estando de hecho escrito está excluido ahí, ustedes, no tendrían más que buscar si no sería él número 6.

Esta paradoja no es quizá inútil para introducir la función de la escritura, por esta vía donde les puede presentar algún enigma. Es un enigma lógico, y esta no es una peor manera que otra de mostrarles que hay alguna relación estrecha entre el aparato de la escritura y lo que se puede llamar la lógica. Esto merece ser recordado en el momento en que la mayor parte de los están aquí tuviesen de eso una noción suficiente, aún para los que no tuvieran ninguna; esto podría, servir de enganche para recordar que si hay algo que carácteriza los pasos novedosos, novedosos en el sentido que están lejos de poder contenerse y reabsorber en la lógica clásica y tradicional, esos pasos están enteramente ligados a juegos de escritura.

Planteamos entonces una cuestión, desde el tiempo en que hablo de la función del lenguaje, desde que para articular que hay allí del sujeto, de lo inconsciente, he construido, ha hecho falta que lo haga piso por piso y ante una audiencia que se hacía a mi entender tirar de las orejas, he construido el grafo que esta hecho para ordenar precisamente lo que en la función de la palabra esta definido por ese campo que necesita de la estructura del lenguaje y lo que se llama las vías del discurso o aún los desfiladeros del significante.

En alguna parte de ese grafo esta escrita la letra A, a la derecha sobre la línea inferior. Esta A, en un sentido que puede identificarse al lugar del Otro, es el lugar donde se produce todo lo que puede enunciarse, es decir, lo que constituye el tesoro del significante. No se limita en principio a las palabras del dicciónario, cuando correlativamente a la construcción de ese grafo he comenzado a hablar de la palabra de ingenio, tomando las cosas por ese sesgo que era indispensable para evitar toda confusión, el trazo non sensical, no-sentido que hay en la palabra de ingenio.

Para hacer entender la dimensión que se trataba de deslindar les mostré el parentesco, al menos al nivel de la recepción timpánica, que tiene con lo que fue, para nosotros, en un tiempo de prueba, el mensaje personal, es decir: todo enunciado en tanto que se recorta no sensicalmente. He hecho alusión la última vez a esto.

El conjunto de los enunciados forma también parte de este universo de discurso que está situado en A. La cuestión de estructura que se plantea, que da su sentido a esto, es: que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, lo que es un pleonasmo en mi enunciación, puesto que identifico estructura a este lenguaje común en la estructura que voy a hacer funcionar ante ustedes.

Que es en este universo de discurso, que implica el juego el significante en tanto define esas dos dimensiones, la metáfora por lo cual la cadena puede siempre insertarse en otra cadena por vía de una operación de sustitución. Que por esencia ella significa que este deslizamiento tiende a que ningún significante tienda a ninguna significación.

Así mismo recordar esta dependencia del universo de discurso que permite un mar de variaciones de lo que constituye las significaciónes, este orden esencialmente movedizo y transitorio donde nada, como lo he dicho en su tiempo, no se asegura más que de lo que llamé bajo una forma metafórica los puntos de almohadillado. Es eso hoy, el universo de discurso, que se trata de interrogar a partir de este axioma del cual se intenta saber lo que en su interior puede especificar, axioma que he adelantado la última vez: ¿el significante que hemos definido hasta aquí como representando un sujeto para otro significante, qué representa frente a él mismo, en su repetición de unidad significante?.

Esto está definido por el axioma: que ningún significante, aún siendo reducido a su forma minimal, que llamamos la letra, podría significarse a sí mismo.

El uso matemático tiende a esto: que cuando tenemos alguna parte, y no solamente en un ejercicio de álgebra, planteada una letra A, la retomamos enseguida como si fuera, la segunda vez quede ella nos servimos, siempre la misma.

Sepan que ninguna enunciación de un uso cualquiera de la letra próxima a nosotros, por ejemplo el uso de una cadena de Markov, necesitará de todo enseñante la etapa propedéutica de hacer sentir que tiene de impasse, de arbitrario, de absolutamente injustificable en este empleo de A totalmente aparente para representar la primera A como si fuera siempre la misma. Es una dificultad que está en el principio del uso matemático, de esta pretendida identidad no tenemos aquí que expresamente que hacer hoy, puesto que no es de matemáticas que se trata. Quiero recordarles que el fundamento (el significante no está fundado para significarse), está admitido por que los que no pueden hacer un uso contradictorio de este principio, al menos en apariencia; sería fácil ver porqué intermedio esto es posible. Pero no quiero extraviarme.

Mi propósito es abordar cual es la consecuencia de este universo de discurso, del principio que el significante no podría significarse a sí mismo, que especifica este axioma en este universo de discurso, que está constituido por todo lo que puede decirse. ¿Cuál es la suerte de especificación que este axioma determina?, ¿forma parte del universo del discurso?. Si no forma parte, es seguramente para nosotros un problema. Lo que especifica el enunciado axiomático, que el significante no sabría significarse, tendría por consecuencia especificar algo que como tal no estaría en el universo de discurso, mientras que acabamos de admitir en su seno [de decir] que engloba todo lo que pueda decirse. Nos encontramos con algo deducido que significa esto: lo que así no puede formar parte del universo de discurso, no podría decirse de alguna manera puesto que hablamos de esto en lo que los guío, no es evidente para decirle que es lo inefable. Temática de la cual se sabe que por pura coherencia, si estar por ello con la escuela de Wittgenstein es inútil hablar antes de arribar a una fórmula de la que ven no les ahorro el relieve ni el impasse que constituyen, puesto que nos va a hacer falta volver allí; hago esto para facilitar el acceso, para que me sigan.

Tengamos en principio el cuidado de poner a prueba lo que especifica el axioma: el significante no podría significarse a sí mismo, formando parte del universo de discurso.

¿Qué vamos entonces a plantear?.

Lo que especifica la relación que enuncié (que el significante no podría significarse [a sí mismo]).
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Tomamos un pequeño signo que se funda sobre esta lógica, esta w donde reconocerán la forma de mi punzón en el cual se habría basculado el sombrero, que sirve para designar en la lógica de conjuntos la exclusión, la v latina que se designa para uno u otro en su función repetida funciona la primera vez o la segunda; entre uno y otro hay una hiancia radical.

Que el significante no podría significarse, lo hemos dicho; lo que determina este axioma como especificación en el universo de discurso vemos designarlo por un significante B, un significante esencial del cual remarcarán que puede adecuarse que el axioma precise que no podría en cierta relación engendrarse ninguna significación. B es precisamente este significante del cual nada objeta que sea especificado: que marca esta esterilidad, el significante en sí mismo carácterizado porque no es obligatorio, esta lejos de ser el sujeto, que engendre una significación.
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Es lo que me permite decir que la relación del significante a sí mismo no engendra ninguna significación. Partamos de esto que parece imponerse: que algo que estoy anunciando forma parte del universo de discurso.

Me sirvo momentáneamente de mi pequeño punzón para decir que B forma parte de A, les he indicado su complejidad descomponiendo este signo de todas las maneras.

Se trata de saber si no hay alguna contradicción que resulte de eso, a saber: si del hecho de que hayamos escrito que el significante no podría significar podemos escribir que esta B no se significa a sí misma, formando parte del universo del discurso puede ser considerada como algo que, bajo el modo que carácteriza una especificación, puede escribirse que B forma parte de sí misma.

Está claro que la pregunta se plantea: ¿B forma parte de sí misma? Dicho de otra manera, lo que arrastra la noción de especificación, lo que hemos aprendido a distinguir en muchas variedades lógicas, es que el conjunto no es superponible a la clase. Todo debe enraizarse en una lógica de especificación.

Nos encontramos ante algo, además, cuyo parentesco debe suficientemente dar razón a la paradoja de Russell, en los términos que nos interesa: la función de los conjuntos, en cuanto hace algo que no he hecho todavía, pues no estoy aquí para introducirla, sino para mantenernos en un campo que lógicamente por aquí anda. Es la ocasión de captar lo que funda la puesta en juego del aparato llamado teoría de conjuntos, que hoy se presenta como totalmente original a todo enunciado matemático y a quien, para quién, la lógica no es otra cosa que lo que el simbolismo matemático puede asir, será también el principio, y eso que pongo en cuestión del fundamento de la lógica. si es una lógica del fantasma, es porque es principal con relación a toda lógica que se funde en los desfiladeros formalizadores, donde se revela en la época moderna tan fecunda.

Trataremos de ver lo que quiere decir la paradoja de Russell cuando cubre algo que no es ley de lo que no está ahí en el pizarrón, simplemente promete como envolvente un tipo de significante que toma por una clase; extraño error decir por ejemplo que la palabra obsoleta, representa una clase donde estaría incluía bajo pretexto que esta palabra sea obsoleta. Es una pequeña treta que no tiene más interés que fundar como clase los significantes que no se significan a sí mismos, mientras que precisamente planteamos como axioma, que en ningún caso el significante podría significarse y que es de allí que hace falta partir, desembrollarse; no sería más que para percibir que hace falta explicar de otra manera que la palabra obsoleta pueda ser clasificada de obsoleta. Es indispensable hacer entrar ahí lo que introduce la división del sujeto.

Pero partamos de la oposición que pone un Russell a señalar lo que sería una contradicción en la fórmula que se enunciaría así de un subconjunto B, del cual sería imposible asegurar el estatuto a partir de esto: que sería especificado en otro conjunto A que no se contenga a sí mismo.

Es fácil en esta condición mostrar la contradicción, no tenemos más que formar un elemento y formando parte de B para darnos cuenta de las consecuencias que hay desde entonces al hacerlo a la vez elemento de A, y no siendo elemento de sí mismo.
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La contradicción consistiría en poner B en lugar de y, cada vez que hacemos B elemento de B resulta, puesto que forma parte de A, que no debe formar parte de sí.

Si por otra parte B, sustituida en el lugar de esa B, no forma parte por lo tanto de sí en uno de esas y, elemento de B. He aquí la contradicción en la que nos pone la paradoja de Russell, se trata de saber si en nuestro registro podemos quedarnos con esto, al percatarnos que significa la contradicción valorizada en la teoría de conjuntos, lo que nos permitirá poder decir porqué la teoría de conjuntos se especifica en la lógica, a saber, que paso constituye en relación con aquello que tratamos de distinguir.

La contradicción en este nivel donde se articula la paradoja de Russell, tiende como el sólo uso de las palabras nos lo libra, a lo que les digo. Porque si no lo digo, nada impide tener escrita esta fórmula, la segunda a tener como tal, y nada dice que su uso se detendrá, esto que digo no es un juego de palabras, pues la teoría de conjuntos no tiene otro soporte más que el que escribo como tal: todo lo que puede decirse de una diferencia entre elementos está excluido del juego escrito. Manipular el juego lateral que constituye la teoría de los conjuntos consiste en escribir lo que digo, a saber que el primer conjunto, puede estar cerrado a la vez por la simpática persona que esta tipeando mi discurso, empañando este vidrio; esto constituye un conjunto porque digo que ninguna otra diferencia existe más que la constituida por el hecho de que he podido aplicar sobre estos objetos que acabo de nombrar, heteróclitos, un rasgo unario sobre cada uno.

He aquí lo que hace que no estando al nivel de tal especificación, puesto que pongo en juego el universo de discurso, mi pregunta no reencuentra la paradoja de Russell, a saber que no se deduce ningún impasse, ninguna imposibilidad en que B (de la cual he comenzado a suponer que podría formar parte de mi universo de discurso, aunque haga la especificación de que el significante no podría significarse a sí mismo) pueda quizás tener consigo esta suerte de relación que escapa a la paradoja de Russell, de mostrarnos algo que sería su propia dimensión. Vamos a tener en este estatuto forma parte del universo de discurso. En efecto, me he tomado el cuidado de recordarles la existencia de la paradoja de Russell, quisiera poder servirme de eso para hacerles percibir algo.

Voy a hacerles notar eso de la manera más simple y continúa, de una forma un poco más rica.

Se los haré sentir de la manera más simple porque estoy dispuesto desde hace algún tiempo a dar todas las concesiones. Se quiere que diga cosas simples, y bien, diré cosas simples.

Están ya bastantes formados en esto, gracias a mis cuidados, para saber que no es una vía tan directa para comprender, aún si esto que les digo parece simple desconfiaran.

Un catálogo de catálogos, desde el principio de se trata de significantes. Qué vamos a sorprendernos de que no se contenga a sí mismo, puesto que esto nos parece exigido desde el principio. Nada impediría que el catálogo que no se contiene se imprima él mismo. Nada lo impedirá, ni aún la contradicción de Russell.

Consideremos esta posibilidad: para no contradecirse no se escribe en él mismo; no hay más que cuatro catálogos, no se contienen a sí mismo: A, B, C, D; supongamos que parece otro catálogo que no se contiene, E. Que hay de inconcebible en pensar un primer catálogo que contenga a A, B, C, D, un segundo que contenga B, C, D, E, sin maravillarnos de que a cada uno le falte la letra que los designaría a sí mismo. Pero a partir del momento que ustedes engendran esta sucesión (no tienen más que ordenarla sobre el contorno de un disco), apreciaran que eso no es así porque a cada catálogo le faltará uno, aún con un número mayor que el círculo de estos catálogos no harán el catálogo de todos los que no se contienen a sí mismos. Simplemente lo que constituirá esta cadena tendrá esta propiedad de ser un significante en más que se constituye del cierre de una cadena, un significante incontable y que por eso podrá ser designado por un significante, pues no estando en ninguna parte no hay ningún inconveniente en que un significante surja que lo designe como el significante en más, aquel que no es tomado en la cadena.

Tomo otro ejemplo, de los catálogos que no son hechos desde el principio para catalogar catálogos. Los catálogos de los objetos están ahí a titulo de algo (la palabra titulo teniendo ahí toda su importancia), sería fácil engancharse en esa vía, la dialéctica del catálogo de los catálogos, pero voy a ir a una vía más viviente.

Volveremos a entrar con el libro aparentemente en el universo de discurso, sin embargo, en la medida en que el libro tenga algún referente y en donde también pueda ser un libro que tenga que cubrir una cierta superficie que registra algún título, comprenderá una bibliografía. Lo que quiere decir, algo que se presenta para representarnos lo que resulta que un catalogo viva o no en el universo de discurso. Si hago el catalogo de todo los libros que contienen una bibliografía, naturalmente no es de bibliografías que hago el catálogo, sin embargo, al catalogar estos libros, puedo muy bien recubrir el conjunto de toda las bibliografías. Es aquí que puede situarse el fantasma que es propiamente el fantasma poético por excelencia, que obsesiona a Mallarmé, el del libro absoluto, es en donde las cosas se renuevan al nivel del uso no del puro significante sino del significante purificado, en tanto que digo y escribo que el significante está articulado como distinto de todo significado, veo entonces la posibilidad de este logro absoluto, del que lo propio seria que englobara toda la cadena significante, propiamente en que ella puede no significar más nada, hay algo que se distingue como fundado en la existencia al nivel del universo de discurso que no tenemos que supeditar a la lógica del fantasma, pues la única que podemos decirnos de que manera en esta región pende el universo de discurso, seguramente no está excluido del entre ahí o en otra parte, ahí se especifica no por esta purificación de la cual hablaba siempre, pues la purificación no es posible en lo esencial del universo de discurso, a saber, la significación. Les hablaré cuatro hora más de este libro absoluto, todo los que les digo tiene un sentido.

Lo que carácteriza la estructura de este B en tanto que sepamos situarla en el universo de discurso, dentro o fuera, es lo que he anunciado haciendo este A, B, C, D, E, que simplemente al cerrar a la cadena resulta que cada grupo de cuatro puede dejar fuera de sí al significante extraño que significa para representar al grupo; por el hecho de no estar ahí presente la cadena total será constituida por el conjunto de todos estos significantes hace surgir esta unidad en más incontable como tal, esencial a toda serie de estructura, desde la cual fundé desde 1960 toda mi operatoria de la identificación, la volverán a encontrar en la estructura del toro. Dando el bucle sobre el toro un cierto numero de vueltas completas hasta un corte, haciendo el numero que quieran, siempre hay una en más; es satisfactorio pero oscuro, basta hacer dos para ver aparecer esta tercera vuelta necesaria para que la línea se muerda la cola, será esta tercera vuelta asegurada por la vuelta en bucle alrededor del agujero central por donde es imposible no pasar para que se vuelva a cortar.

Dije bastante para que me entiendan, y demasiado poco para que les muestre para qué hay al menos dos cadenas en el origen por las cuales esto puede efectuarse, el resultado no es el mismo para el surgimiento de este uno en más.

Esta indicación sugestiva no agota la riqueza de lo que nos suministra al menos estudio topológico. Es que se trata hoy de indicar que lo específico de este modo de la escritura es justamente distinguirse del discurso porque puede cerrarse, y cerrándose sobre sí surge esta posibilidad de un uno que tiene otro estatuto del Uno que unifica y engloba: Pero de este Uno que ya del simple cierre y sin que sea necesario entrar en el estatuto de la repetición, sin embargo, ligado estrechamente nada más que a su cierre, hace surgir lo que tiene estatuto de uno en más, puesto que no se sostiene más que de la escritura, no obstante abierto en su posibilidad en el universo de discurso, ya que basta que escriba, pero es necesario que esta escritura tenga lugar. Esto que digo de la exclusión de este uno basta para engendrar otro plano, donde se desarrolla toda la función de la lógica, siéndonos suficientemente indicado por el estímulo que la lógica ha recibido por someterse al juego de la escritura, cerca de esto que le falta siempre para recordarse; esto no reposa más que sobre la función de una falta que está escrita y que constituye el estatuto de la función de la escritura.

Digo cosas simples aún a riesgo de hacerles parecer que este discurso sea engañoso. Harán mal en no ver que esto se inserta en un registro de cuestiones, que dan desde entonces la función de la escritura algo que no podría más que repercutir hasta la más profunda de toda concepción posible de la estructura, pues la escritura de la que hablo no se soporta más que de ese retorno sobre sí y de un corte.

Henos aquí llevados a esto, que las actitudes fundamentales ligadas al progreso del análisis matemático, nos han puesto así mismo a aislar la función del borde. Mientras que hablamos de borde, no hay nada que nos puede hacer sustantificar esta función, en tanto que ustedes deducen indebidamente que esta función de la escritura es delimitar el movimiento de nuestros pensamientos, o el del universo del discurso. Lejos de ello, si es algo que se estructura como borde, lo que lo limita a sí mismo, esta en situación de entrar a su turno en la función bordeante.

Está ahí lo que vamos a tener que hacer, o bien es otra vía sobre la cual entiendo terminar, es el recuerdo de lo que donde siempre es conocido en esta función del rasgo unario.

Terminaré evocando el verso veinticinco de un libro para hacer entender que se trata en la función significante: El libro de Daniel.

El pantalón de un Zuavo designa en una palabra, lo que se llama anopak, al menos que sea de donde parten los personajes en cuestión.

En El libro de Daniel tienen la teoría del sujeto surgiendo en el límite de este universo de discurso, es la historia del festín dramático del cual no encontramos la menos huella, en los Anales. «MENE, MENE, TEKEL, UPHARSIN». MENE decir contar, como lo remarca Daniel, lo dice dos veces para mostrar la repetición más simple. Basta contar hasta dos para que la raíz de la repetición se ejerza contrariamente a lo que es en la teoría de los conjuntos, no se lo dice. No se dice que lo que la repetición busca repetir es precisamente lo que escapa a la función de la marca, ya que la marca es original en la función de la repetición.

Es por eso que la repetición se ejerce de lo que repite la marca, pero para que la marca provoque la repetición buscada hace falta que sobre lo buscado, la marca se borre a nivel de lo que ha marcado, está porque en la repetición lo buscado, que por su naturaleza se borra, deja perder esto: que la marca no podría redoblarse más que borrando, repitiendo la marca primera, es decir, dejándola desdoblar fuera de su alcance. MENE, algo falta en el punto. TEKEL, el profeta Daniel le interpreta a los príncipes que quiere pasarles alguna falta, esta falta radical que emana de la función de contar en tanto tal. Este uno en más que se puede y no se puede contar, es lo que constituye esta falta de la que se trata que demos la función lógica, aquella que hace estallar el universo de discurso, el globo, insuficiencia de lo que se encierra en la imagen de todo imaginario; he aquí por que vía se alcanza el efecto de la entrada de lo que se sitúa en el punto radical.

La letra de la que se trata en tanto que falta, puesto que hoy rehago una irrupción sobre esta tradición judía de lo que tengo tantas cosas que decir, donde he estado hasta recolectar, todo aquello de lo que me queda algo. «Comienza el libro… por esta beth… «, esta letra que hemos empleado, la A, la Aleph, no era hoy aquella de donde volver a sacar toda la creación, de alguna manera religada sobre sí; es porque una de esas letras está ausente que la otras funcionan, es sin duda en su falta que reside toda la fecundidad de la operación.