Seminario 15: Clase 17, del 15 de Mayo de 1968

Vine hoy como hace ocho días, previendo que habría algunas personas, para mantener el contacto

Hoy tampoco voy a hacer lo que acostumbro hacer acá con el nombre de curso o seminario, en la medida en que me atengo a la consigna de huelga del Sindicato de Enseñanza Superior, que creo que todavía subsiste.

Es una simple cuestión de disciplina. Lo que no significa estar, si se puede decir, lo que seria deseable, a la altura de los acontecimientos

En verdad, para muchos no es cómodo. Como yo sólo tengo que ocuparme de los psicoanalistas —siempre lo subrayo desde hace mucho tiempo, no voy a renegar ahora de lo que me preocupé de repetir siempre— sólo me dirijo a los psicoanalistas, es para los psicoanalistas que desde hace muchos años creo sostener, tarea que no es pequeña, hasta cierto punto diaria incluso que esta es una oportunidad de darme cuenta, porque el sólo hecho de no tener que preparar uno de estos seminarios (porque ya estaba preparado para la última vez) me hace sentir hasta que punto es un alivio para mi.

Naturalmente eso abre la puerta a toda clase de cosas. Al mismo tiempo puedo darme cuenta de algo que en el esfuerzo y el trabajo enmascaran siempre, a saber mis insatisfacciónes; eso me da la oportunidad de leer artículos que forzosamente dejo pasar con sólo ver la firma. Hay que leer hasta los artículos de la gente de la que uno sabe de antemano lo que se puede esperar. He llegado a sorprenderme mucho (¡Hablo por supuesto de los artículos de mis colegas!).

En fin por el momento, para estar a la altura de los acontecimientos, diría que, aunque los psicoanalistas aporten su testimonio de simpatía a los que tuvieron contactos bastante duros, para los que había que tener hay que subrayarlo muchísimo coraje, hay que haber recibido como nos puede pasar a nosotros los psicoanalistas, la confidencia de lo que se siente en esos momentos para dirnensionar mejor, en su justo valor, lo que representa ese coraje, porque desde afuera se admira por supuesto, pero no siempre se dan cuenta de que el mérito no es menor por el hecho de que los chicos sean arrastrados verdaderamente por el sentimiento de estar absolutamente unidos a los camaradas, como quiera que lo expresen, lo que tiene de exaltante el cantar la Internacional en el momento en que uno se hace fajar, es esta superficie; porque evidentemente la Internacional es un hermoso canto, pero no sé si tendrían ese sentimiento irreprimible de que no pueden estar en otra parte más que allí donde están si no se sintieran embargados por un sentimiento de comunidad absoluta en la acción con aquellos que están codo a codo, es algo que debería ser explorado —como se dice sin saber lo que se dice— en profundidad.

Quiero decir que no me parece, para volver a los psicoanalistas, que el hecho de firmar al respecto, aunque también estemos codo a codo (pero no es para nada de la misma naturaleza) uno puede ponerse con 75, ya que según parece ayer se decía que esa era la cifra de los que firmaron un texto de protesta contra el régimen y sus operadores (hablo de los operadores policiales), es meritorio y no se me ocurriría hacer desistir a nadie de firmar semejante protesta, pero es ligeramente inadecuado, es justamente insuficiente; si eso lo firmaran todos, gente proveniente de todos los orígenes y de todos los horizontes muy bien, pero firmar a título de psicoanalistas —por otra parte rápidamente abierto del lado de los psicólogos— me parece una manera demasiado cómoda de hacer lo que decía recién: considerarse como habiendo cumplido con los acontecimientos.

Parece que cuando se produce algo de ese orden, de naturaleza sísmica, quizás uno podría preguntarse cuando uno mismo ha tenido una responsabilidad; porque en definitiva los psicoanalistas han tenido una responsabilidad en; no se puede decir la enseñanza puesto que no están, ninguno de ellos, ni yo tampoco sobre el borde, sobre el margen, ninguno de ellos está propiamente hablando en la Universidad, pero en definitiva no sólo la Universidad es responsable a nivel de la enseñanza después de todo quizás se podría decir que los psicoanalistas no se han ocupado mucho de lo que sin embargo podría connotarse fácilmente en un nivel de relaciones que, no por relaciones colectivas caen menos directamente bajo cierto capítulo, bajo cierto campo, bajo cierto nudo que es el de ellos, tratemos de apelar a eso sin insistir excesivamente en el hecho de que después de todo nosotros mismos lo hemos marcado en alguna parte, en nuestros «Escritos», hay un texto que se llama «La Ciencia y la Verdad» que no es inoportuno para darnos una pequeña idea que no podría reducirse a lo que pasa con lo que llamaríamos efectos de turbulencia, un poco por todas partes.

Hay alguien a quien no puedo decir que yo no estime, es uno de mis camaradas, estábamos en los mismos bancos, con lazos comunes y nos hemos conocido bien; es un amigo: Raymond Arón, que esta mañana hizo un artículo en un diario que refleja el pensamiento de la gente honesta y que dice: eso se produce por todas partes . Pero para él eso quiere decir: justamente están por todas partes un poco agitados; hace falta que alguien los calme de acuerdo a lo que no anda en cada sitio; según parece ellos se agitan porque en cada sitio hay siempre algo que no anda . Por supuesto eso comienza en Columbia, como saben es decir en pleno New York, tuve ecos muy precisos recientemente y además llega hasta Varsovia: no necesito hacer la cartografía. Que uno no quiera preguntarse al menos, o al menos que se descarte resueltamente, como es el sentido de ese artículo, escrito en muy buen tono, que debe haber allí un fenómeno mucho más estructural —y ya que hago alusión a ese ángulo, a ese nudo, a ese campo, para mi esta bien claro que las relaciones del deseo y del saber están puestos en cuestión, que el psicoanálisis también permite anudar eso a un nivel de carencia, de insuficiencia que es propiamente hablando estimulada, evocada por esas relaciones que son las relaciones de la transmisión del saber. En eco resuenan toda clase de corrientes, de elementos, de fuerzas como se dice, toda una dinámica, y al respecto haré alusión de nuevo a ese articulo que he leído recientemente; se insistía sobre el hecho que, en un cierto orden de enseñanza —el mío para mencionarlo— se descuidaría la dimensión energética.

Me admira mucho que esos energetistas no se hayan dado cuenta de los desplazamientos de energías que pueden estar subyacentes, quizás esa energía tiene un cierto interés de evocación teórica, pero anudar las cosas al nivel de una referencia lógica en un momento en que se habla mucho de diálogo podría tener cierto interés.

En todo caso pienso, y me veo, me parece, confirmado por los acontecimientos, en el hecho que encontrar que allí está lo manejable, lo articulable de eso con lo que tenemos que vérnosla, no hago mal en recalcarlo todo lo que puedo; allí donde se prescinde, donde se cree poder prescindir, donde se hablara de buena gana de intelectualización —es la gran palabra como saben— no se da prueba de un particular sentido de la orientación en cuanto a lo que pasa ni tampoco de una justa estima del peso en juego y de la energética auténtica y verdadera de la cosa.

De paso menciono un pequeño y simple añadido para información: en una reunión de mi escuela ayer a la tarde, estuvo con nosotros una de las cabezas de esta insurrección —para nada una cabeza mal hecha, en todo caso no es alguien que se deje engañar ni menos que diga pavadas; sabe responder muy bien inmediatamente cuando le hacen una pregunta tan tocante como ésta: «Diga querido amigo, ¿en el lugar donde ustedes están, qué podrían esperar de los psicoanalistas?», ¡Lo que es verdaderamente una forma absolutamente loca de plantear una pregunta! Me canso de decir que los psicoanalistas deberían esperar algo de la insurrección; y están los que retrucan: ¿qué querría esperar de nosotros la insurrección? La insurrección le respondió: ¡por ahora lo que esperamos de ustedes es que nos ayuden a tirar ladrillos!

Para aligerar un poco la atmósfera yo señalé en ese momento —es una indicación discreta— que a nivel del diálogo el ladrillo cumple exactamente una función prevista, la que llamé el objeto (a). El ladrillo es un objeto (a) que responde a otro verdaderamente capital para toda ideología futura del diálogo cuando parte de un cierto nivel: es lo que llaman la bomba lacrimógena.

Dejemos eso. Hemos sabido en efecto por la boca autorizada, que tomó evidentemente una ventaja inmediata sobre lo que habría podido desarrollarse de otra manera que al inicio, todo lo que se agitó al principio en un cierto campo, especialmente en Nanterre (era verdaderamente una información) nos enteramos que las ideas de Reich fueron para ellos iluminadoras alrededor de conflictos muy precisos que se manifestaban en el campo de cierta ciudad universitaria. Es sin embargo interesante. Es interesante por ejemplo para los psicoanalistas que pueden considerar —es mi posición— que las ideas de Reich no son simplemente incompletas sino básicamente demostrables como falsas.

Si queremos articular toda la experiencia analítica y no considerarla simplemente como un lugar de torbellinos, de fuerzas confusas, una energética de los instintos de vida y de los instintos de muerte que allí están abrazándose, si queremos poner un poco de orden en lo que objetivamos en una experiencia que es una experiencia de lenguaje, veremos que la teoría de Reich está formalmente contradicha por nuestra experiencia de todos los días.

Sólo que, como los psicoanalistas no atestiguan nada sobre las cosas que verdaderamente podrían interesar a todo el mundo precisamente sobre ese tema, las relaciones entre uno y otro sexo, en ese orden las cosas están verdaderamente abiertas, a saber que cualquiera puede decir cualquier cosa, eso se ve a todos los niveles.

Ayer leía —ya que me queda tiempo para la lectura—  una pequeña publicación que se llama «Concilium» (circula a nivel de los curas). Había dos artículos bastante brillantes sobre la incorporación de las mujeres a las funciones sacerdotales, en las que se removían cierto número de categorías, las de las relaciones del hombre y la mujer. Es exactamente como si los psicoanalistas nunca hubiesen dicho nada al respecto; no es que los autores no lean la literatura psicoanalítica; leen todo, pero si leen esta literatura no encontrarán nunca nada que les aporte algo nuevo en relación a lo que se remueve desde siempre sobre esta noción confusa: entre el hombre y la mujer con respecto a todo lo que quieran, al Ser, quién es superior, más digno y todo lo que sigue. Porque, en definitiva, es impactante a pesar de todo que lo que ha sido denotado a nivel de la experiencia por los psicoanalistas, haya sido tan perfectamente ahogado por ellos mismos que, al fin de cuentas, es exactamente como si no hubiera habido psicoanalistas.

Evidentemente todo esto es un punto de vista que pueden considerar quizás como un poco personal. Es evidente que en esa especie de nota, con la que ere! tener que abrir con un cierto tono una cierta publicación que es la mía y que es la que yo acentúo con una denotación que llamo fracaso, a saber que aproximadamente todo lo que yo he tratado de articular y que, tengo que decirlo, bastará con tener una pequeña perspectiva para darse cuenta no sólo que está articulado sino que está articulado con una cierta fuerza y que quedará así fijado, como testimonio de algo donde uno puede encontrarse donde hay un norte y un sur, un este y un oeste, se advertirá esto quizás en suma, cuando ya no estén allí los psicoanalistas para dejarla absolutamente sin fuerza

Mientras tanto, firman manifiestos de solidaridad con los estudiantes como se podría hacer igualmente con los obreros en huelga, lo que no es lo mismo, o cualquiera que en una refriega podría hacerse zurrar.

Abreviando hay algo que a pesar de todo se realiza, algo que se puede encontrar escrito por adelantado. Dije que de todas formas, aún si los psicoanalistas no quieren estar, a ningún precio, a la altura de lo que tienen a su cargo, no por eso lo que tienen a su cargo existe menos ni dejara de hacer sentir sus efectos —primera parte de mis proposiciones, ¿estamos?— y será necesario que haya gente que trate de estar a la altura de cierto tipo de efectos que son los que de algún modo estaban allí ofrecidos y predestinados a ser tratados en cierto marco; si no son aquellos serán forzosamente otros, porque cuando los efectos se hacen un poco insistentes, hay que darse cuenta a pesar de todo de que están allí y tratar de operar en su campo.

Les he dicho esto así no más, para que no se hayan molestado para no escuchar nada.

Final del Seminario 15.