Seminario 17: Clase 11, (Complemento). Radiofonía, 8 de Abril de 1970

No sé que habrán hecho ustedes durante este tiempo que estuvimos separados, espero que de un modo u otro lo hayan aprovechado. En lo que a mí respecta hice un hallazgo, le señalo a la persona que tan amablemente quiso presentarse ante mí como una a-studée de la Sorbona, le señalo que lo encontré, hice venir de Copenhage, el Sellin del que les había hablado, a saber ese librito de 1922 que también produjo después cierto rechazo sobre la pluma de Sellin y que es el libro entorno al cual Freud hace girar su certeza de que Moisés fué «ma tudé» (tudé).

Ciertamente aparte de Jones y quizás uno o dos más, no hubo muchos psicoanalistas, que yo sepa, que se hayan interesado en obtenerlo, es evidente que este Sellin merece ser examinado en su texto, examinado dado que Freud consideró que tenía los méritos suficientes si puedo decirlo. Es precisamente por eso naturalmente que es conveniente seguirme para poner a prueba esta consideración. Me parece que está en la línea de lo que expongo este año sobre el revés del psicoanálisis. Pero como no hace más que cinco días que tengo este libro escrito en un alemán muy escabroso, mucho menos aireado de lo que estamos acostumbrados en los textos de Freud, se darán cuenta que a pesar de la ayuda que tuvieron la amabilidad de darme algunos rabinos, grandes y pequeños -bueno, no hay pequeños rabinos, hay judíos- todavía no estoy listo para hacerles hoy una reseña, al menos que me satisfaga.

Sucede por otra parte que me solicitaron -debo decir que no es la primera vez, esta solicitud es extensible- responder en la radio belga, a través de un hombre que a decir verdad se ganó mi estima -el señor Georgin para nombrarlo- se ganó mi estima por haberme remitido un largo texto que al menos prueba que él contrariamente a muchos otros, ¡ha leído mis «Escritos»!.  El ha extraído de ellos, mi Dios, lo que pudo, pero no es ninguna pavada después de todo y verdaderamente yo me sentí más bien halagado.

Ciertamente no por esto me siento más inclinado hacia ese ejercicio que consiste en hacerse grabar por la radio. Se pierde siempre mucho tiempo. Sin embargo, como parece que él arregló las cosas para que se haga del modo más rápido, posiblemente cederé, el que por el contrario quizá no ceda es él, dado que para responder a sus preguntas de las que voy a darles tres ejemplos, creí mejor no dejarme librado a la inspiración del momento, a ese frayage que hago acá cada vez que estoy frente a ustedes, pero nutrido con abundantes notas, y que pasa, mi Dios, porque ustedes me ven víctima de ese frayage. Incluso quizás sea lo único que justifica la presencia de ustedes acá.

Sin embargo las condiciones son evidentemente diferentes al hablar para algunas decenas de mil -¿quien sabe? -incluso centenas- de oyentes y ante los cuales el texto abrupto por presentarse sin el soporte de la persona puede causar otros efectos. No obstante yo me negaré en cualquier caso a dar otra cosa que esos textos ya escritos. Es tener gran confianza en esa condición porque ya verán que las preguntas que me plantearon son forzosamente del intervalo de lo que se produce entre una articulación construida y lo que espera lo que Yo llamaría una conciencia común, y una conciencia común quiere decir también una serie de fórmulas comunes, ese lenguaje que ya los Antiguos, los Griegos habían llamado en su lengua.

No voy a decir eso en francés, sin esperar más, transcribir directamente la «couinée», eso chilla (couine)!. No desprecio para nada la couinée, simplemente creo que no es desfavorable a que se produzca allí ciertos efectos de precipitación al introducir justamente el discurso, por más abrupto que sea.

Por esta razón hoy los voy a hacer participar en mis respuestas a tres de esas preguntas, no sólo para ahorrarme el esfuerzo, pueden creerme que me significará un esfuerzo mucho mayor  leerles estos textos que proceder como de costumbre.

Para no demorar más voy a articular la primera: EN LOS ESCRITOS USTED AFIRMA, me dice, QUE FREUD ANTICIPA SIN DARSE CUENTA LAS INVESTIGACIONES DE SAUSSURE Y LAS DEL CIRCULO DE PRAGA, ¿PUEDE EXPLICARSE SOBRE ESE PUNTO?.

Es lo que hago pues, sin improvisar, como les previne respondiendo que:

Su pregunta me sorprende, digo, por tener una pertinencia que dilucida las pretensiones de la charla que tengo que dejar de lado, es incluso una pertinencia redoblada mejor dicho en dos grados. Me prueba que ha leído mis Escritos, lo que aparentemente no se considera necesario conseguir para entenderme. Usted elige allí una observación que implica la existencia de otra forma de información, que la mediación de masas. Que Freud anticipe a Saussure no implica que un ruido haya pasado del primero al segundo. De modo que al citarme usted me hace responder antes de que yo lo decida, es lo que llamo «sorprenderme».

Partamos del punto de llegada: Saussure y el Círculo de Praga producen una lingüística que no tiene nada en común con lo que antes llevaba ese nombres, la que habrá encontrado sus claves en manos de los estoicos, ¿pero, qué hicieron ellos con eso?.

La lingüística con Saussure y el Círculo de Praga se instituye con un corte que es la barra puesta entre el significante y el significado para que prevalezca la diferencia de la que se constituye absolutamente el significante, pero también se ordena con una autonomía que nada tiene que envidiarle a los efectos de cristal en el sistema del fonema por ejemplo, que es el primer hallazgo. Se quiere extender este hallazgo a toda la red de lo simbólico admitiendo sentido sólo a lo que la red responde, incidencia de un efecto, sí, un contenido, no. Es la apuesta que se sostiene del corte inaugural. El significado será o no científicamente pensable según tenga o no un cambio significante que por su material se distinga de todo campo físico obtenido por la ciencia. Lo que implica una exclusión metafísica tomándola como producto de des-ser (désêtre). Ninguna significación será en lo sucesivo considerada como cayendo de su peso: que sea claro cuando es de día por ejemplo, en lo que los estoicos nos han precedidos pero ya he preguntado: con qué fin?. Aunque tuviera que llegar a descuidar algunos desarrollos de la palabra, yo llamaría semiótica a toda disciplina que parte del signo tomado como objeto, para marcar que está ahí lo que hacía obstáculo a la captación del significante como tal. El signo supone el alguien al que hace signo de algo. Es el alguien cuya sombra ocultó la entrada a la lingüística. Llamen a ese alguien como quieran, siempre será un disparate. El signo basta para que ese alguien se apropie del lenguaje como de un simple instrumento. De la abstracción el lenguaje no es más que soporte, como de la discusión medio con todos los progresos de la crítica, como yo digo, del pensamiento a la clave.

Tendría que anticipar, retomando la palabra de yo a yo (de moi a moi) con lo que pienso introducir bajo la grafía del acosa (l’ achose)  – l – a – c – o – etc. para hacer sentir en qué efecto toma posición la lingüística. No es un progreso, más bien una regresión.  Es lo que necesitamos contra la unidad del oscurantismo que ya se agrupa a los fines de prevenir el acosa. Nadie parece darse cuenta alrededor de qué se hace la unidad y que en el momento en que «alguien recogía allí la «signatura de las cosas», «signatura rerum», no se presumía tanto de la estupidez cultivada para osar inscribir el lenguaje en el registro de la comunicación.

El retorno a la comunicación protege, si me atrevo a decirlo, las espaldas de la lingüística que perime cubriendo el ridículo que a menudo no se revela más que a posteriori, a saber lo que, en la ocultación del lenguaje, sólo hacía papel de mito llamándose «telepatía». Hijo perdido, mendigo del pensamiento de lo que se alardeaba de la transmisión sin discurso, llega sin embargo el mito, el mito a cautivar a Freud que no desenmascara al rey de esta corte de los milagros cuya limpieza él anuncia. Milagros, viene el caso decirlo, cuando todos remontan al primero en operarse de lo que se «telepatiza» de la misma madera de lo que se pacta. Contrato social, en sumar efusión comunicativa de las promesas de diálogo aunque todo hombre, «que no sabe lo que es», es mortal ¡ah! ¡simpaticemos por estar metidos en la misma bolsa!. Hablemos de todo -viene al caso decirlo- de todo junto, salvo de lo que incita a la cabeza del silogista metiendo a Sócrates en el baile porque de allí surge que sin duda la muerte es administrada como el resto, para y por los hombres, pero sin que estén del mismo lado en lo que hace a la telepatía que transmite una telegrafía cuyo sujeto no cesa de estorbar cada vez que se llega a ese descocado.

Que ese sujeto sea poco comunicable, está bien determinado en lo que la lingüística toma fuerza y hasta meter al poeta, sí al poeta, en su bolsa. Porque el poeta se produce por ser -que se me permita traducirlo al que lo demuestra, mi amigo Jakobson-… devorado por versos que encuentran entre ellos su arreglo, sin preocuparse -es manifiesto- de lo que el poeta sabe de donde la consistencia, en Platón, del ostracismo con que golpea al poeta en su «República» y de la viva curiosidad que muestra en el «Cratilo» por esos bichitos que parecen ser las palabras obrando sólo a su antojo.

Se ve hasta qué punto era importante el formalismo para sostener los primeros pasos de la lingüística.

Pero es sin embargo de los tropezones en los pasos del lenguaje, en lo que se llama la palabra (parole) que ella tomó su impulso. Que el sujeto no sea él que sepa lo que dice, cuando evidentemente se dice algo por la boca donde se lo pone, ciertamente, pero también en las torpezas de una conducta que se pone por su cuenta en los sesos, de los que él sólo se vale para dormir, verificándose que el único alcance subjetivo de este órgano es reglar el sueño, he aquí lo que Freud devela como el inconsciente. Porque mi pasaje por el mundo, en nombre de Lacan, habrá consistido en articular que es eso y que no es otra cosa. Cualquiera puede cerciorase ahora, sólo con leerme. Cualquiera pues, que opere según esas reglas, debe atenerse a ello para psicoanalizar, salvo que lo pague cayendo en la estupidez. De allí, enunciando que Freud anticipa la lingüística, yo digo, lo que se impone y que es la fórmula que entrego ahora: el inconsciente es la condición de la lingüística. Sin la erupción del inconsciente, no había forma de que la lingüística saliera de la ambigüa luz con que la Universidad, en nombre de las ciencias humanas, hace todavía eclipse a la ciencia. Coronada en Kiev gracias a los esfuerzos de Balduino de Courtenay, hubiese sin duda permanecido allí. Pero la Universidad no ha dicho su última palabra, va a hacer de eso tema de una tesis: influencia sobre el genio de Raymond de Saussure del genio de Freud, demostrar por donde le llegó al primero el viento del segundo, antes de que existiera la radio!. Como si ella no se las hubiera arreglado siempre sin radio para ensordecer igual. Y porque Saussure se habría dado cuenta, para tomar los términos de su cita, le digo al señor Georgin, mejor que el mismo Freud, de lo que Freud anticipaba, especialmente la metáfora y la metonimia lacanianas, lugares donde Saussure generó a Jakobson.

Si Saussure no publica los anagramas que descifra en la poesía saturniana, es porque conoce su verdadero alcance. La canallada no lo vuelve tonto, porque él no es analista. En esta posición en cambio, los malos procedimientos con que se inviste la Infatuación universitaria no os dejan escapar su hombre -hay allí una esperanza- y lo arrojan directamente en un bolazo como el decir que el inconsciente es la condición del lenguaje, cuando se trata de hacerse autor a expensas de lo que yo he dicho, incluso machacado a los interesados, a saber que el lenguaje es la condición del inconsciente. Me río todavía del procedimiento transformado en estereotipia, hasta el punto que otros dos, pero para el uso interno de una Sociedad que su bastardía universitaria ha matado, se atrevieron a definir el pasaje al acto y el acting-out exactamente con los términos que yo les había propuesto para oponer el uno al otro, sólo que invirtiendo lo que yo atribuía a cada uno, pensando así apropiarse de lo que nadie había sabido articular antes.

Sí yo desfalleciera ahora, no dejaría otra obra que esos desechos escogidos de mi enseñanza con lo que hice tope a la información, de lo que es decir todo que ella se difunde. Lo que yo he enunciado en un discurso confidencial no ha sin embargo desplazado la audición común al punto de traerme un auditorio que me testimonie ser estable en su barbaridad.  Me acuerdo de la incomodidad con que me interrogaba un muchacho que había asistido a la producción de mi «Dialéctica del deseo y subversión del sujeto» frente a un público formado por gente del Partido, el único, entre los cuales él se había extraviado como marxista. Amablemente, amable como, soy siempre, puntué a continuación de ese desecho en mis Escritos la respuesta de estupefacción  que tuvo. «Cree usted, me decía, que basta que usted haya dicho algo, inscripto unas letras en el pizarrón para esperar un resultado?». Semejante ejercicio llevó, sin embargo, a los fondos de la  Fundación Ford que motivaba esa reunión, tengo la prueba a sólo título de un desecho que le hizo justicia en mi libro, a tener que enjugarlos habiéndose agotado impensablemente al mismo tiempo.

El efecto que se propaga no es de comunicación de la palabra (parole), -esto va para ustedes- sino desplazamiento del discurso. Freud incomprendido, quizá por sí mismo por haber querido hacerse escuchar, es menos ayudado por sus discípulos que por esa propagación, aquella sin la cual las convulsiones de la historia quedan como enigma, como los meses de Mayo de los que se desvían los que se empeñan en volverlos siervos de  un sentido cuya dialéctica se presenta como burla.

Vean, si no están cansados voy a enunciarles lo que respondí a la segunda pregunta que se formula así -verán que es importante- LA LINGÜÍSTICA, LA PSICOLOGÍA Y LA ETNOLOGÍA TIENEN EN COMÚN LA NOCIÓN DE ESTRUCTURA, A PARTIR DE ESTA NOCIÓN, me interroga el Sr. Georgin, ¿NO PODRÍA IMAGINARSE EL ENUNCIADO DE UN CAMPO COMÚN QUE REUNIRÍA UNIDOS PSICOANÁLISIS, ETNOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA?.

Yo contesto y pienso que esta respuesta tiene más importancia que la primera, impresionista, a la que me entregué. Respondo lo siguiente:

Estructura es la palabra con que se indica la puesta en juego del efecto del lenguaje, a  partir de que es una petición de principio hacerla una función individual o colectiva, es decir que sería el apoyo de un supuesto en la existencia que, sea el que sea, yo (moi) u organismo adaptado de conocimiento implica el alguien del que hablaba recién. Función por donde alguien se representa, si se puede decir, las relaciones que hacen lo real,  planteado este último término como categoría lacaniana. Al contrario de la presencia ya en la realidad, la que no es categórica, pero dada por la presencia, no de relaciones en primer plano, sino de las fórmulas de la relación que toman cuerpo en el lenguaje del que partimos para seguir el efecto, que es propiamente la estructura. Es así que un discurso puede dominar la realidad sin suponer consenso de nadie, porque es él el que determina la diferencia, haciendo barrera entre sujeto de los enunciados y sujeto de la enunciación. Nada más excepto de idealismo, ninguna necesidad por otra parte de encerrar a los estructuralistas, a menos que se quiera endosarles la herencia de podredumbre cubierta, no digo causadas por el existencialismo. Localizar cualquier cosa en la estructura, siempre estará bien. Presiente acá mi respuesta a la reunión -se acuerdan: psicoanálisis, etnología y no sé que más, lingüística- a la reunión que usted me propone. Nota: lo particular de la lengua es eso por lo que la estructura cae bajo el efecto de cristal mencionado más arriba. Calificar este particular de arbitrario es lapsus cometido por Saussure porque, a regañadientes, es cierto, pero por eso mismo más expuesto al tropezón, lo tomó a partir de ese discurso universitario del que muestro que el encubrimiento es justamente ese significante que domina el discurso del Amo, el significante de lo arbitrario. Vemos que hablar de cuerpo no es una metáfora cuando se trata de simbólico, porque dicho cuerpo constituye el cuerpo tomado en sentido ingenuo (naif), una determinante. El primero hace al segundo por incorporarse. De donde lo incorporal que queda marcar el primer tiempo por estar en incorporación. Rindamos justicia a los Estoicos por haber sabido signar con ese término, lo incorpóreo, que lo simbólico se refiere a -cuerpo. Incorpóreas son lo que ya voy a llamar, a saber la función, no la del sujeto, sino la que hace realidad, la matemática, la aplicación del mismo efecto para hacer realidad, la topología o el análisis en un sentido amplio para la lógica. Pero está incorporado que la estructura produce el afecto, ni más ni menos, afecto sólo que tomándolo de lo que del ser por serlo se articula no siendo más que ser de hecho, o sea de ser dicho en alguna parte. Por lo que se verifica que es secundarlo que el cuerpo, esté vivo o muerto. Quien no conoce el punto crítico donde datamos en el hombre al  ser hablante: la sepultura; o sea donde se afirma de una especie que, al contrario de cualquier otra, el cuerpo muerto conserva lo que al viviente daba el carácter cuerpo. «Corpse», resto que no deviene carroña, el cuerpo que habitaba la palabra (parole) que el lenguaje «corpsificaba» (corpsifiait). La zoología puede partir de la pretensión del individuo de hacer el ser del viviente, pero es para que se le bajen los humos, basta solamente con que lo persiga a nivel de polípero.

El cuerpo, si se lo toma en serio, es de entrada lo que puede portar la marca apropiada para ordenarlo en una sucesión de significantes. A partir de esta marca es soporte de la relación, no eventual sino necesaria porque hasta substraérsele es aún soportarla.

Desde siempre Menos-Uno designa el lugar llamado del Otro (con la sigla del gran A) por Lacan. Del Uno-en-Menos está hecha la cama a la intrusión que avanza de la extrusión, es el significante mismo. Así no cualquier carne sirve. Los únicos que imprimen el signo al negativizarlos, suben, por lo que se separan del cuerpo los nubarrones, aguas superiores de su goce, cargados de rayos para volver a distribuir cuerpo y carne. Repartición quizás menos contable pero nadie parece darse cuenta que en la sepultura antigua figura ese «conjunto» mismo del cual se articula nuestra más moderna lógica. El conjunto vacío de las osamentas es el elemento irreductible del cual se ordenan, los elementos, los instrumentos del goce, collares, cubiletes, armas: más sub-elementos para enumerar al goce que para hacerlo entrar en el cuerpo. ¿Animé yo la estructura? Bastante, creo, en el terreno que la uniría al psicoanálisis, para que nada lo destina a los dos que usted menciona especialmente.

La lingüística puede definir al material del psicoanálisis, o sea al aparato de su operación. Deja en blanco de donde se produce lo que lo hace efectivo, o sea lo que al articularlo como acto analítico yo creí aclarar más de algún otro acto.  Un campo sólo se domina con un operador. El inconsciente puede ser, como yo decía la condición de la lingüística, eso no da a la lingüística el menor ascendiente sobre él. Pude comprobarlo cuando le pedí su colaboración al más grande de los lingüistas franceses para ilustrar la salida de una revista creada por mí, que por esta razón yo hubiese querido más específica en su título: «El psicoanálisis» se llamaba, para recordárselo a los que han hecho poco caso de ello. De esta demanda al lingüista yo esperaba un adelanto en el problema de las palabras antitéticas, que como bien se cree no me asombra que Freud haya introducido. Si el lingüista no puede hacer nada mejor, como se vio, que formular que la comodidad del significado exige una elección en la antítesis, eso debe ocasionarle tantas molestias a la gente que por hablar árabe tiene mucho que ver con semejantes palabras, como estar parado sobre un hormiguero.

No hay ninguna barrera del lado de la etnología. Un encuestador que dejara a su informante indígena galantearlo en sus sueños se haría llamar al orden si lo pone a cuenta de lo que se llama el campo. Y el censor al hacer ese llamado al orden, no me parecerá, así sea el mismo Lévi-Strauss, mostrar desprecio por mis dominios. A dónde iría a parar el campo si se empapara de inconsciente?. No le haría, más allá de lo que se sueñe, ningún efecto de perforación sólo charco de nuestra cosecha. Porque a una encuesta que se limite -es su definición- a la recolección de un saber, es con un saber de nuestro tonel con lo que la alimentaríamos. Que no se espere de un psicoanálisis enumerar los mitos que han condicionado a un sujeto así haya crecido en Togo o en Paraguay. Porque el Psicoanálisis -ya se los hice notar acá-, se opera del discurso que lo condiciona y que yo definí, este año tomándolo por su revés.

No se obtendrá otro mito que el que queda en nuestro discurso: el Edipo freudiano. Del material del que se hace el análisis del mito, escuchamos a Levi-Strauss enunciar que es intraducible, entendiendo esto bien, porque lo que literalmente dice es que importa poco en qué lengua son recogidos. Serán siempre analizables por sí mismos por teorizarse en grandes unidades -es el término de Lévi-Strauss- en las que una mitologización definitiva los articulará. Se capta acá el espejismo en un nivel común con lo que yo llamaría la universalidad del discurso psicoanalítico, pero, por ahora de quien lo demuestra Lévi-Strauss en ese caso, sin que se produzca una ilusión. Porque no es con un juego de mitemas que opera el psicoanálisis. Que sólo pueda darse en una lengua particular que se llama una lengua positiva aunque se juegue la traducción en el curso del análisis, da garantías de «que no hay metalenguaje» según mi fórmula. El efecto del lenguaje sólo se produce por el cristal lingüístico. Su universalidad sólo es la topología redescubierta por lo que un discurso se desplaza especificado, ese discurso, porque la mitología se reduzca al extremo. Yo agregaría que el mito en la articulación de Lévi-Strauss, o sea: la única forma etnológica para motivar su pregunta, le digo a Georgin -la reunión- que el mito pues, en esta sola articulación rechaza todo lo que yo promoví de la instancia de la letra en el inconsciente. El mito no opera ni con metáfora ni tampoco con ninguna metonimia. No condensa, explica. No desplaza, habita, aún cambiando el orden de las tiendas. No juega más que combinando sus unidades pesadas donde el complemento al asegurar la presencia de la pareja demuestra el peso de un saber. Es precisamente ese saber lo que invalida la aparición de su estructura. Así en el psicoanálisis -porque también en el- inconsciente- el hombre de la mujer, sabe nada, ni la mujer del hombre. Al falo se resume el punto de mito en que lo sexual está implicado en la pasión del significante. Que por otra parte ese punto parezca multiplicarse he aquí lo que fascina especialmente al universitario en cuyo discurso ese punto hace defecto. De dónde procede el reclutamiento de los novicios de la etnología. Donde se marca el efecto de humor, negro por supuesto, pintándose con los favores del sector.

¡Ah! a falta de una Universidad  que sería etnia, vamos de una etnia a hacer una universidad. De donde lo increíble de esta pesca que definió al campo como el lugar donde hacer    escrito de un saber cuya esencia es de no trasmitiese por escrito. Desesperando de ver nunca la última clase, recreemos la primera, el eco de saber que hay en la clasificación. El profesor sólo vuelve al alba… diría yo en contrapunto con Hegel. Ustedes conocen la historia de la lechuza y el crepúsculo.

Mantendré incluso distancia, es decir la mía con la estructura: en nombre de lo que su pregunta pone en juego del psicoanálisis. Empezando porque, bajo pretexto de que yo definí al significante como nadie se había atrevido, no se imaginan que pueda tener algo que ver con el signo!. Precisamente al contrario es la primera, será también la última. Pero era necesario este desvío. Lo que yo denuncié de una semiótica implícita cuyo sólo desarrollo habría permitido la lingüística, no impide que sea necesario rehacerla, y con ese mismo nombre, porque en definitiva es a aquella a hacer que referimos la antigua.

Si el significante representa un sujeto, dice Lacan -no un significado- para otro significante -insistimos: no para otro sujeto- ¿cómo puede entonces caer al signo que en memoria de lógico, representa algo para alguien? Pienso en el budista, queriendo animar mi cuestión crucial, la que acabo de plantear, la caída del significante al signo, la animaré con: no con humo sin fuego. Psicoanalista, es contra el signo que estoy prevenido. Si no señala el algo con que tengo que tratar, yo sé, por haber podido con la lógica del significante romper el señuelo del signo, que ese algo es la división del sujeto, dicha división se sustenta en que el otro sea el que hace el significante, para lo cual no podría representar un sujeto más que siendo uno del otro. Esta división repercute en los avatares del asalto, tal como esta división lo ha enfrentado al saber de lo sexual, traumáticamente, en que ese asalto sea por adelantado condenado al fracaso por la razón que dije, que el significante no es apropiado para dar cuerpo a una fórmula de la relación sexual. De ahí mi enunciación: no hay relación sexual, sobreentendido: formulable en la estructura. Ese algo en lo que el psicoanalista interpretando, hace intrusión de significante, ciertamente me extenúo desde hace veinte años para que él no lo tome por una cosa puesto que es falla y de estructura. Pero que quiera hacerlo alguno es lo mismo puesto que tiene que ver con la personalidad en persona, total, cuando se presenta la ocasión el excremen-(ordure) canta. El menor recuerdo del inconsciente exige sin embargo mantener en ese lugar algún otro, con ese suplemento de Freud que no podría satisfacer ninguna otra reunión que esta lógica que se inscribe: o el uno o el otro. Si así es desde el punto de partida del que el significante vira al signo, dónde encontrar ahora el alguno que hay que procurarle de urgencia? Es el híc que no se hace nunca más que siendo psicoanalista, pero también lacaniano.

Todos saben que pronto todo el mundo lo será -mi audiencia constituye el prodromo- por lo tanto los psicoanalistas también. Bastará  con el ascenso al cenit social del objeto llamado por mí pequeño a, por el efecto de angustia que provoca lo evidentemente -lapsus producido por nuestro discurso producido- por nuestro discurso por faltar a su producción. De que sea de semejante caída que el significante cae al signo, nos da la evidencia el que, cuando uno ya no sabe a qué santo encomendarse dicho de otro modo, cuando no hay más significante para joder (frire) -esto es lo que el santo provee, ustedes lo saben- se compra no importa que, especialmente un cacharro, a que hacerle signo de inteligencia, si se puede decir, de su aburrimiento, o sea del afecto del deseo de Otra cosa con una gran A. Eso no dice nada del pequeño a porque no es deducible más que a la medida del psicoanálisis de cada uno, lo que explica que tan pocos psicoanalistas lo manejen bien aún, obteniéndolo de mi seminario.

Hablaré en parábola, es decir para despistar. Mirando de más cerca el paso del humo, si me atrevo a decirlo quizás franquearemos el de darnos cuenta que ese paso hace signo al fuego. De qué hace signo es conforme a nuestra estructura, puesto que desde Prometeo el humo es sobre todo el signo de ese sujeto que representa un fósforo, primer significante. Para su caja, el segundo, y que  a Ulises abordando un río desconocido, una humareda en primera instancia deja presumir que no es una isla desierta. Nuestro humo es pues el signo, ¿por qué no del fumador? Pero vayamos al productor del fuego: será más materialista y dialéctico a pedido.  Que Ulises sin embargo dé el alguien está puesto en duda con recordar que tampoco es nadie. En todo caso es alguien en lo que allí se equivoca una fatua polifemia. Pero la evidencia de que no es para hacer signo a Ulises, que los fumadores acampan, nos sugiere más rigor en el principio del signo. Porque nos hace sentir como al pasar que lo que se pesca viendo al mundo como fenómeno es que el nóumeno al no poder desde ese momento hacer signo más que allí, o sea: a alguien supremo, signo de inteligencia siempre; demuestra con qué pobreza se procede suponiendo que todo hace signo: es el alguien de alguna parte, de ninguna parte que debe urdir todo. Que eso nos ayude a poner el paso de humo sin fuego al mismo paso que plegaria sin dios para que se entienda lo que cambia. Es curioso que los incendios de bosques no muestren el alguien al que el sueño imprudente del fumador se dirige. Y que sea necesaria la alegría fálica, la urinación primitiva con que el hombre, dice el psicoanálisis, responde al fuego para poner sobre el camino de que haya, Horatio, en el cielo y sobre la tierra otras materias para hacer sujeto que los objetos que imagina vuestro conocimiento. Por ejemplo los productos a la calidad de los cuales en la perspectiva marxista de la plus-valía, los productores antes que el amo podrían pedir cuentas de la explotación que sufren. Cuando se reconozca la clase de plus-de-gozar que hace decir «eso, es alguien» estaremos en el camino de una materia dialéctica quizás más propicia que la carne de Partido, conocida por hacerse baby~sitter de la historia. Podría ser el psicoanálisis si su pase fuera aclarado.

Acá tienen lo que respondo a la segunda pregunta. Hay una tercera que es esta: ¿NO SERIA UNA DE LAS ARTICULACIONES POSIBLES ENTRE PSICOANÁLISIS Y LINGÜÍSTICA EL PRIVILEGIO ACORDADO A LA METÁFORA Y A LA METONIMIA POR JAKOBSON EN EL PLANO DE LA LINGÜÍSTICA Y POR USTED EN EL PLANO PSICOANALÍTICO?

No les voy a leer mi respuesta a esta pregunta porque es tan Impertinente que me embola. Ya hubo bastante parloteo sobre si yo he tomado o no la metáfora y la metonimia de Jakobson. Cuando las introduje yo creía que por lo menos entre mis oyentes había algunos que sabían quién era Jakobson.

Recién lo descubrieron quince días después porque yo lo  dije a la salida de mi estratagema. Simplemente me dijeron: Miren lo que hace Lacan, no lo cita a Jakobson!. Después de lo cual leyeron a Jakobson y se dieron cuenta que yo tenía motivos para no citarlo a Jakobson, que yo decía algo muy diferente. Entonces me dijeron: ah, el atropella a Jakobson, lo distorsiona!. Bueno, en fin, no son más que anécdotas.

PREGUNTA IV: USTED DICE QUE EL DESCUBRIMIENTO DEL INCONSCIENTE DESEMBOCA EN UNA SEGUNDA REVOLUCIÓN COPERNICANA -¡eso les trastorna el corazón!- ¿EN QUE ES EL INCONSCIENTE UNA NOCIÓN CLAVE QUE SUBVIERTE TODA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO?

Bien, vamos y después dejamos.

Su pregunta va a excitar las esperanzas, teñidas de asústame que inspira el sentido atribuido en nuestra época a la palabra: revolución. Podríamos observar el pasaje de esta palabra a una función superyóica en la política, a un rol de ideal en el historial del pensamiento. Hago notar que no soy yo el que hace jugar acá esas resonancias cuya amortización sólo puede combatir el corte estructural, hablo de las resonancias. Digo que sólo el corte estructural puede dar pleno sentido a la palabra revolución. ¿Por qué no partir de la ironía que hay en poner la revolución en la cuenta de las revoluciones celestes que no dan para nada la nota?,  ¿Qué es lo que hay de revolucionario en el centramiento del sol alrededor del mundo solar?. Después de todo escuchando lo que yo articulo este año de un discurso del Amo, se puede descubrir que éste concluye muy bien su revolución, por el meandro tomado por la ciencia, el  que yo demuestro ser su mira vuelve a su punto de partida de un significante amo absoluto que se representa por el sol. En la conciencia común la idea de que eso da vueltas alrededor, he ahí el helio-centrismo -lo que me fascina es que Gloria hizo un error de máquina, porque ella pasó a máquina esto, está mañana ella escribió: el  hegocentrismo, h.e.g.o.; ¡me parece sublime!- y esto implica dar vueltas en redondo, sin pensarlo más. ¿Podría poner yo a cuenta de Galileo la insolencia política del Rey-Sol?  Los Antiguos, por el contrario han encontrado el uso de algún modo dialéctico a que se prestan la apariencias que resultan de la báscula de la tierra sobre la eclíptica. Las imagenes de luz y sombra son allí propicias para un discurso articulado. Colocaré en oposición al heliocentrismo un fotocentrismo como mucho menos avasallador. La metáfora que Freud toma de Copérnico connotándola, si ustedes recuerdan su texto, apunta de hecho a esperar el centrismo mismo exactamente, más con un efecto de caída que de subversión, apunta en efecto a esperar el centrismo, exactamente, la pretensión recibida de una psicología que se puede decir tan poco refutada en su época como lo es aún en la nuestra: la pretensión de la conciencia de querer inventariar de lo que dispone en el registro de la representación. Resulta claro, al leerlo que esta figura de englobamiento perfectamente indiferente, diremos, a las exigencias de una topología a la que simplemente ignora, es lo que está enfocado en la metáfora. Es al profundizar ésta que uno encuentra su pertinencia y es en eso que la retomo. Porque la historia tomada en el texto en que la revolución copernicana se inscribe, demuestra que no es el cambio de centro lo que hace su factor preponderante, hasta el punto que entre paréntesis para el mismo Copérnico era lo que menos le importaba.  Alrededor de lo que gira -pero precisamente es la palabra que no hay que usar- alrededor de lo que gravita el efecto de un conocimiento en vías de descubrirse como imaginario es netamente -lo leemos, haciendo el diario con Keyré del estudio de Kepler- para destrabarse de la idea que la forma circular por ser la más perfecta pueda ser la única conveniente a la afección del cuerpo celeste. Introducir en efecto la trayectoria elíptica es hacer que apunte a acercar el foco ocupado por el cuerpo-amo, pero así también al otro, tan vacío como obscuro en el que ella se reduce. He ahí donde reside la importancia de Galileo, no en esta elipse que no parece haberlo interesado tanto, pero en todo caso en otra parte que en la escaramuza de su proceso, del que indiqué hace un rato que lo que está en juego es ambigüo, sino el partido a tomar. Su importancia está en los primeros pasos que él hace dar a la investigación sobre la caída de los cuerpos con lo que se va a aclarar esa elipse. Lo que quiero decir, es que si hay algo en la historia, para ilustrar de la forma más opaca por otra parte la definición que di de la estructura, es en definitiva la fórmula en la que Newton pone la clave de esta caída de los cuerpos explicando definitivamente por ella el camino de los astros.  Porque es también la presencia en todo punto de lo real,  dicho de otro modo en cada elemento de masa, de la fórmula de la atracción tomada en sí misma, o sea una ecuación de segundo grado. Dado que es eso lo que hemos logrado enterrar hasta no pensar más en ella, tirando a la mierda la sorpresa y el escándalo que testimonian los contemporáneos de Newton, porque cada rincón del mundo sea advertido a cada instante (…………) en juego para atraerlo tan lejos como se extiende el mundo. Es necesario recordar acá que el campo de gravitación se distingue de los otros campos por su debilidad, electromagnética por ejemplo, puesta en juego por la física y que resiste más allá del ideal casi realizado sin embargo de la unificación del campo. Sea la que fuere, el retorno de la estética trascendental -entendiendo estos términos en el sentido de Kant- que constituye la rectificación einsensteniana, en su materia, curvatura del espacio, y en su justificación, necesidad de una transmisión que la velocidad limitada de la luz no permite anular, queda que la revolución newtoniana se afirmó por ser impensable -es lo que admite el mismo Newton con la «hypotheses non finge»- confirmando mi fórmula que «lo Imposible es lo Real». Es inútil subrayar que en el….LA, L.C.K. alunizante se trata de la misma fórmula realizada esta vez en aparato. De donde yo subrayo el acto, mismo de la realidad presente. De ningún modo queremos decir con esto que Newton deba ser puesto a la cabeza del estructuralismo, ni siquiera a cuenta de la estructura, sino más bien que nuestra ciencia se encuentra en el campo de las exactas, ya articulada con eso cuyo problema se plantea en el campo de las conjeturales. Para subrayar a continuación que la forma que se podría llamar ineluctable en la teoría del conocimiento se especifica en la psicología. Dado que si, como se pretende, Kant se justifica por una pretendida cosmología a renovar de acuerdo a Newton, cómo es posible que no se articule allí nada de lo que Newton produjo con la fórmula de la relación como intrusa en lo real? La Cosa-en-Sí por el contrario, la que le hace falta a Kant, no es otra cosa que la psicología, que allí se enuncia como de Wolf, incluso de Lambert. Asimismo será el «yo (moi) autónomo» restablecido como billete premiado por la pandilla de New York a pesar de la revolución freudiana. Encendamos nuestra linterna sobre ese yo (moi) y esa Psicología: la Cosa-en-sí es el conocimiento que el mundo tiene de sí mismo. No es sorprendente que las formas de este conocimiento se definan a-priori puesto que este mundo es, por esto, total. Pero, ¿qué tienen que ver estas formas con la ecuación de Newton y lo que de ella se deduce como aceleración?  Nada sorprendente que la razón pura o práctica esté fuera de estado acá por hacer ver nada más que no son como órgano, en este concepto como el resto, tan intrínsecamente especularizadas tomo puede serlo un sólido cuando está en revolución, o sea haciendo notar una geometría intuitiva y nada revolucionaria. Señalo acá que la revolución, por más R mayúscula que le haya suministrado la francesa, estaría sin embargo reducida al presente a lo que ella es para Chateaubriand: retorno al amo, apuesta, la grande, la nuestra, no haciendo otra cosa que precipitar para un historiador, Tocqueville digno de ese nombre las ideologías del Antiguo Régimen, incluso para otro, Taine, una locura suficiente para una internación preventiva hasta que se calme. Sin hablar del desenfreno retórico supuesto descalificarla. Así sería si Marx no le hubiera dado sus razones de estructura, al explicarla a partir del discurso capitalista con el descubrimiento que comporta de la Plus-valía como forcluída en ese discurso pero animando por esto la conciencia de clases, o sea permitiendo la obra política con la que Lenin hace el pasaje al acto. Es en lo que mi análisis de Freud reitera a Copérnico por otro sesgo de metáfora. Freud en el inconsciente descubre la incidencia de un saber tal que no por escapar a la conciencia, no por estar fuera del alcance de su control, no por eso se denota menos articulado, estructurado digo como un lenguaje impensable de otro modo en los efectos por los que se indica, pero además no implicando nada que se conozca en el doble sentido de: conocerse como se conoce el artesano cómplice con una naturaleza a la que él nace simultáneamente con ella, y de reconocerse del modo en que la conciencia hace creer que no hay saber que no se sepa sabiendo. Tal es ese saber llamado inconsciente del que parece que se cree sin que yo lo sancione al punto, que una vez más, es lo imposible que lo arroja en lo real. Si existe, basta para descalificar la ilusión de un conocimiento simple, no sin que subsista pero como espejismo contradicho. Conocimiento es función de la naturaleza, que acá sólo se sabe por una desnaturalización producida en relación con ese saber, por una sucesión de retorsiones las primeras de las cuales afectan a este saber por producir represiones de significantes, la figura eminentemente negativa, agregándose la condición de representabilidad a la que, por más material que sea, el significante repele. Mientras que retorna, retorsión expresamente articulada -y esto es lo que le da su valor- la desmentida -subrayo el término- que le corresponde en Freud, Verleügnung, la desmentida que aporta el inconsciente a lo que podría, por sus efectos que acabo de mencionar, interpretarse con un sentido. Porque el inconsciente sólo muestra júbilo del sinsentido, del «nonsense» precisamente, más aún no participa de la naturaleza más que para evitar su encuentro. Sólo recuerdo a título informativo para los ignorantes esas macanas (bateaux) lacanianas que me deben el estar inscriptas bajo la rúbrica de las »formaciones del inconsciente». Y lo subrayo para decir, acá que allí yo no articulo las neurosis. Si hace falta que yo complete esas macanas es para que sea rechazado ese juego de la insistencia del saber inconsciente a partir de sujeto concebible de pronunciar lo que Freud llama el veredicto -recuerden sus términos: juicio que rechaza y condena- que,  como yo digo,  forcluído de lo simbólico ese saber reaparece en lo real de la alucinación. Para fijar correctamente estos términos durante años tuve que revolcarme a los pies de aquellos de los que era la experiencia cotidiana, sin arrancarlos de unos sueños bastante representables para ellos como para continuar durmiendo. Bastaba que, preocupados por un eventual despertar, creyeran en mi realidad para que me echasen de esas delicias simbólicas. De donde de vuelta en lo real de …. la E.N.S., Ens, del siend (l’étant) pues -si quieren pueden escribirlo con una q- de estanque (l’étang) de la Escuela Normal Superior, yo me vi desde el primer día conminado a declarar que ser le acordaba a todo eso. Respondí que la pregunta me parecía impropia, que yo no creía deberle a mis oyentes ninguna ontología. Al romperlos con mi logía (logie) yo los avergonzaba de su onto. Tengo mucha onto, mucha onto tragada desde hace tiempo, mis respuestas lo atestiguan. No voy a andarme con rodeos ni a esconder el árbol en el bosque: el ser sólo nace de la falla que produce el siendo (l’étant) por decirse. Fórmula que relega al autor a poner el acto en su medio. Le hace falta (q) entonces a este siendo el tiempo de decirse. Ese «falta el tiempo» es precisamente por lo que el ser nos solicita en el inconsciente. Es precisamente del ser que responde cada vez que «hará falta tiempo», pero escuchen, yo juego desmadejando el cristal de mi lengua para refractar al significante, para descomponer al sujeto. Hará falta tiempo (y faudra le temps): es del francés que les hablo, espero que no del pesar. Lo que hará falta de la falta de tiempo dice de la falla de la que partí. Es sobre el término: «lo que hará falta»  (ce qui faudra) que yo juego. Y aunque en una gramática hecha para prevenir a los belgas de sus belgicismos -un libro que aprecio mucho- no sea recomendado el empleo de ese hace falta, es reconocido. De otro modo la gramática faltaría a sus deberes. Tampoco hace falta para eso, que con ese poco ustedes palpan la prueba de que es precisamente de la falta (manque) que el verbo falloir pasa a la necesidad. Mientras que el «estuet» -porque eso se decía así: «est opus», «est opus temporis» a veces- que el estuet partió a la deriva si puedo decirlo, del estuario del viejo francés.  Inversamente este falloir retorna a la falla (faille), no por azar, a través de la modalidad subjuntiva, en el fallo (défaillance): a menos que haga falta (qu’il faille) … ¿En qué nivel encontrar el enlace del decir al ser, para la articulación del inconsciente?  Seguramente lo que del tiempo le hace tela no es por un curso imaginario, sino digamos que sea textil, hecho de nudos que sólo quieren decir de los agujeros que allí se encuentran. Ese nivel no tiene En-sí, salvo lo que cae de masoquismo. Es precisamente lo que el psicoanalista marca por relegarlo a alguien que va a soportar el «hace falta tiempo», tanto tiempo como haga falta para que a ese decir, el siendo haga ser algo.  Saben que hace unos meses yo quise introducir la enormidad del acto psicoanalítico. Ese alguien marcado por el psicoanalista es de lo que el ser a venir se determina según la forma como alguien definió el camino de lo verdadero. Fue obra de los Estoicos, no sin coherencia -les pido perdón, estoy cansado, me salteé un párrafo-. Sólo hay un saber para hacer la mediación de lo verdadero, es la lógica que no se desvió del buen camino haciendo de lo verdadero y lo falso puros significantes, las letras V mayúscula, F mayúscula o como también se dice valores. Fue obra de los Estoicos no sin coherencia con la moral de un masoquismo politizado. Las negativas de la mecánica griega han barrado el acceso a la lógica matemática de donde únicamente se pudo edificar un verdadero de textura pura. Por eso los Estoicos pudieron ser acosados por los Escépticos, cuya crítica sólo se sostiene -paradójicamente- sobre la suposición de un verdadero de naturaleza, aunque lo tienen por inaccesible. Es precisamente lo que refuta la experiencia analítica, enseñando que lo verdadero de naturaleza se resume al goce que permite lo verdadero de textura. El intervalo en el que a cada uno le toca intervenir en el psicoanálisis sólo puede figurarse como la distancia del escrito a la palabra. Sólo del escrito pudo sustentarse una lógica, la lógica llamada matemática, en la que los Escépticos tuvieron la sorpresa de constatar que obtiene la seguridad irrefutable de lo verdadero sobre aserciones tan poco vacías como, por ejemplo: -un sistema definido como del orden de la aritmética no obtiene consistencia para clasificar siempre lo verdadero y lo falso más que confirmándose como incompleto, o sea por exigir lo indemostrable de las fórmulas que se verifican en otra parte,- o aún, este indemostrable indica por otra parte que una demostración se decide independientemente de su verdad. O aún, hay un indecidible (indécidable) por lo que lo indemostrable no podría incluso siquiera ser decidido.

Los cortes del texto articulatorio del inconsciente deben ser reconocidos con una estructura semejante, a saber por lo que ellos dejan caer. Porque he aquí que una vez más voy a sacar partido del cristal de la lengua, remarcando que ese caído, por ser falsus del latín, liga ciertamente lo falso, totalmente distinto en su sentido de opuesto a lo verdadero, a nuestro «falta de tiempo» (faut du temps) y a su «faillir», porque es del participio pasado de fallere del que provienen los dos verbos faillir  y falloir  cada uno por su rodeo. Observen que sólo hago intervenir la etimología como sostén del efecto de cristal homofónico. Es que también la dimensión de lo falso debe corregirse cuando se trata de la interpretación. Es precisamente por ser «falsa» ni siquiera bien caída, como opera una interpretación para que el ser quede al costado. No olviden que en psicoanálisis lo falsus es causal del ser en proceso de verificación. Freud sin duda en su época sólo podía conocer en ese campo el apoyo de Brentano, lo que es perfecta aunque discretamente localizable en un texto como el de la Verneinung. Bastaría indicar dónde el alguien hace peso del lado del analista, aún yo no forzara el camino a su pureza de ludión lógico. Pero allí se agrega en Freud ese rasgo que yo creo decisivo, la fe única que él otorgaba a esos judíos de la que por otra parte él rechazaba lo que hay que marcar bien en su designación de adversión: el ocultismo. Esta fe única estaba hecha para no flaquear (faillir) en el sismo de la verdad. Por qué ellos y no otros, sino porque el judío -y Freud terminó como ellos- es el que a través de los siglos, a partir del regreso de Babilonia, adonde sea que haya ido supo leer y el Midrash es su camino, el Nidrasch es lo que yo les voy a decir. Por tener el libro del más histórico estilo, el más antimítico posible, la Biblia, el pueblo hebreo lo interroga al pie de cada una de sus letras y de éstas solamente por una inflexión de desinencia por un juego de inversión, por una vecindad mismo no considerada como preconcebida, interroga al libro por ejemplo sobre lo que no pudo decir de la infancia de Moisés. Por qué en ese intervalo donde Freud vio jugar tan claramente lo falso, tuvo que empujar la muerte del padre y no se contentó, otro efecto de cristal, simplemente con la guadaña (la faux) del tiempo?.