Seminario 17: Clase 16, La impotencia de la verdad, 10 de Junio de 1970

No estamos en un momento del año en el que sean  convenientes las largas pruebas. Bueno, voy a tratar de aligerar un poco esto. Tengo la impresión de que se arrastra, como se dice, yo mismo tendría una tendencia a dejar las cosas así, si no tuviera que darles cuanto menos un pequeño complemento destinado, en suma, a señalar lo esencial de lo que espero haber introducido, este año, como una puntita para el futuro. Quiero decir haber dejado entrever, siguiendo un poco más de cerca ciertas nociones algo nuevas, que en una palabra tienen ciertamente esta marca que subrayo siempre y que puede confirmar los que están trabajando conmigo a un nivel más práctico, que tienen esta marca de ser a ras de una experiencia.

Que eso pueda servir, por otra parte, a nivel de algo que está pasando, en este momento naturalmente cuando las cosas pasan, en el momento en que pasan, no se sabe nunca bien lo que es, sobre todo cuando se recubre esas cosas con informaciones pero en fin sucede que pasa algo en la Universidad, que en diversos lugares están sorprendidos: ¿qué mosca le pica a esos estudiantes,  nuestros tesoritos, nuestros favoritos, los niños mimados de la civilización, qué es lo que les pasa? Son los que hacen el papel de imbéciles: están pagados para eso… Si de todas formas algo, de lo que articulo que es a relación del discurso del analista, el discurso del Amo, podría mostrar la vía por donde puede justificarse de una cierta manera, entenderse lo que están pasando ahora cuya importancia todos rivalizan en minimizar, pequeñas manifestaciones falidas, contenidas, que se producirían cada vez más aisladas, en el preciso momento en que me digo que algún modo debería explicarlo, hacerlo comprender, yo quisiera que ustedes escucharan esto que, en la medida en que yo consiga hacerles entender algo, ustedes podrán estar seguros que los he cagado. Pues en suma, a eso se limita lo que quería articular hoy tan simplemente como pueda.

Es que hay una relación entre unas cosas que me atrevo a manipular desde hace un rato -en fin lo que, por ese hecho, da una cierta garantía de que ese discurso se sostenga. que me atrevo a manipular de una manera fin de cuentas absolutamente salvaje, no vacilo y además, desde hace muchísimo tiempo, en suma incluso por ahí, hice mis primeros pasos en esta enseñanza- en hablar de lo real llegado el caso y además por los años salió una formulita, que lo imposible es lo real. Y además Dios sabe que: no abusé de entrada. He hecho adelante de ustedes más de una referencia, en fin, eso es más habitual seguramente a la Verdad. Hay que hacer sin embargo, algunas observaciones muy importantes -y es por eso que me creo obligado a hacer algunas hoy- muy importantes antes de dejar todo eso al alcance de los inocentes para que lo utilicen a tontas y a locas, lo que a veces es verdaderamente moneda corriente a mi alrededor.

En Vincennes, donde fui a dar una vuelta hace ocho días, para que quedara sucintamente marcado el hecho de que había respondido a la incitación, empecé a adelantar lo que por otra parte les había anunciado también acá la última vez que para darles de alguna manera el buen punto de arranque. Es una referencia que está lejos de ser inocente, Es incluso para eso que hay que leer a Freud. Leemos, el «Análisis Terminable e Interminable» algo que concierne al analista: se hace remarcar que sería un grave eeror demandarle un exceso de normalidad o de corrección psíquica, porque eso lo volvería demasiado raro y además bruscamente «unendlich», no es «es ist nicht zu vergenssem», no ha olvidado que la relación analítica está fundada «auf Wahrheitslieben» sobre el amor a la Verdad «da heit auf der Anerkennung der Realität», sobre el amor a la Verdad, lo que quiere decir reconocimiento «der Realität». Es una palabra que, aún si no saben alemán, ustedes reconocen  porque está calculada de nuestro latín. Coincide en los empleo que se hace Freud, con la palabra «Wirkchkweit» que también, en ese caso, significa lo que los traductores sin buscar más lejos traducen unánimemente en los dos casos por realidad. Es muy curioso, al respecto, tengo un pequeño recuerdo de una especie de estado de rabia furiosa que se produjo en una pareja, y especialmente uno de ellos -hace falta de todos modos nombrarlo- no es por azar, es uno llamado Laplanche, del que todos saben que ha tenido un cierto rol en los avatares de mis relaciones con el análisis. Ante el pensamiento que, ante el hecho de otro que voy a nombrar también ya que nombré al primero, uno llamado Kaufman, había expresado la idea de que había que distinguir ese Wirklichkleit y ese Realität. Pues bien, la especie de pasión que había desencadenado en el primero de esos dos personajes, el hecho de ser aventajado por el otro en esta nota que era en en efecto absolutamente novedosa, importante, el seudo-desprecio mostrado por ese refinamiento, es sin embargo algo bastante interesante. Y la frase se acaba: «und jeden Schein und Trug ausschli e» excluyendo de esta relación analítica todo Schein; toda apariencia engañosa, Trug: estafa. Y bien, una frase como esa es muy rica, porque, por otro lado, enseguida, en las líneas que siguen en que en suma -es lo que se pone de manifiesto a pesar del pequeño saludo de amistad que hace Freud al analista al pasar– es que en suma hay «beinahe den Anscheine» tiene verdaderamente toda la apariencia de que «das Analysieren»,  la función analítica, el acto analítico -en verdad, no quiere decir otra cosa que este término que utilicé como título de uno de mis seminarios- sería el tercero de cada uno de esos «unmoglichen Beruf», de esas profesiones y «unmoglichen» es puesto entre comillas, debo decir que cita, cita en fin,  una cantinela, una cosa que por otra parte, en una de sus obras anteriores, Freud cita de alguna manera haciendo él mismo referencia al hecho que ya lo habría dicho, no sé… no pude encontrar dónde lo habría dicho por primera vez, quizás mi búsqueda sea incompleta, quizás haya sido en las cartas a Fliess. En fin, esas tres profesiones en cuestión la llama en el pasaje anterior el «Re

gieren», Erzichen» y el «Kurieren», lo que evidentemente conforma al uso hecho del lugar común que haya, «Kurieren» -pues el análisis es nuevo y Freud ubica allí el análisis evidentemente en sustitución a lo que se dice del hecho de curar– que son tres profesiones, si es que de profesionales se trata, imposible, es pues el «Regieren», el «Erzichen» y el «Analysieren», es decir gobernar, educar y analizar. No se puede dejar de ver el recubrimiento, la exactitud con que se ajustan esos tres términos con los que distingo este año como constituyendo lo radical de tres y hasta cuatro discursos, entendiendo esos discursos con una articulación significante, un aparto cuya sola presencia domina el estatuto existente de alguna manera y gobierna todo lo que puede surgir en ocasión de la palabra. Los discursos en cuestión -lo dije también una vez- son discursos sin palabra, la palabra viene a alojarse a continuación como puede y hace mucho tiempo que puedo decirme que a propósito de este fenómeno embriagador llamado de la toma de palabras, hay una cierta localización del discurso en el cual éste se inserta que sería quizás de vez en cuando de naturaleza tal como para no tomarla sin saber lo que se hace. Lo digo eso como nota, lo pongo al margen, pero en definitiva es bien evidente que en un cierto uso del tipo «emoción de Mayo» de la Palabra, no puede dejar de ocurrírseme que uno de los representantes seguramente de a, tiene un nivel que no hay que situar en los tiempos históricos, sino más bien pre-históricos en el animal doméstico. Y en este caso entonces, creo que no he empleado precisamente las mismas letras, pero a nivel del animal doméstico, es claro que lo que corresponde a nuestro S -hizo falta un cierto saber para domesticarlo, al perro por ejemplo-  y bien, es el ladrido. Y entonces no es posible a pesar de todo dejar de pensar que, si el ladrido es precisamente eso, es dar la voz, el S1 toma un sentido que, ustedes lo verán. En fin no tiene nada de anormal localizar al nivel donde nosotros lo situamos, en un nivel de lenguaje; todos saben que el animal doméstico, sólo está implicado en el lenguaje por un saber primitivo, pero no lo tiene él. Y entonces lo que le queda, es evidentemente remover, remover, lo que se le ofrece como más cercano al significante. Sí, carroña.  Ustedes deben saber sin embargo, ustedes deben haber tenido un buen che-rro (che-ien) ya sea de caza o guardián o cualquier otro, en fin, alguien con quien ustedes hayan tenido familiaridad, la carroña es irresistible, ellos adoran eso. Si alguna vez Erzebet Batory, la encantadora de Hungría, a la que le gustaba de tiempo en tiempo descuartizar a sus sirvientes, lo que seguramente es lo mínimo que uno puede ofrecerse en una cierta posición, bastaba que ella dejara dicho despojos un poquito demasiado a ras de tierra, para que sus perros se los volvieran a traer rápidamente muy contentos. Es la faz un poco ignorada del perro. Si ustedes no lo malcriaran siempre a la hora del almuerzo o de la cena dándole cosas que no quiere más que porque vienen de vuestro plato, es eso lo que él os traería. Pero hay que prestar atención a esto a un nivel más elevado que es el de un objeto a de otra especie que trataremos de definir enseguida y que nos volverá a conducir a ese viejo «astudé» del que ya hablé, la palabra puede muy bien jugar el rol de carroña. No es mucho más apetitosa en todo caso. Y en verdad, evidentemente ha hecho mucho para que se captase mal toda la importancia del lenguaje; es que se ha confundido esta suerte de manipulación de esta palabra que no tiene otro valor simbólico, se la ha confundido con lo que había del discurso. Gracias a lo cual no importa ni cuando ni como la palabra funciona como carroña.

Evidentemente convendría prestar atención porque, a fin de cuentas, el objetivo de estas observaciones en definitiva viene a esto: extrañarse, plantearse al menos la cuestión de cómo puede ser que el discurso del amo que se escucha tan maravillosamente bien por haber mantenido su dominación, como lo prueba a pesar de todo ese hecho que se dimensiona poco, es que explotados o no, los trabajadores trabajan. Jamás se honró tanto al trabajo desde que la humanidad existe. Queda excluido, en definitiva, que uno no trabaje. Es un éxito. Eso permite que lo que llamo el discurso del amo -debo decir que para eso fue necesario que superase varios límites- para decirlo todo, se llega a algo cuya mutación traté de puntuarles, espero que se acuerden, pero si no se acuerdan, lo que es bastante posible, se los voy a recordar enseguida- esta mutación que da su estilo al capitalista y también al capital. Entonces, por qué razón, mi Dios, es que esto que no pasa por azar, nos equivocaríamos si creyésemos que, en alguna parte hay sabios políticos que calculan exactamente todo lo que hay que hacer, nos equivocaríamos igualmente si creyésemos que no los hay; los hay. No es seguro que estén siempre en el lugar desde donde se puede actuar congruentemente; pero en el fondo quizás no tiene tanta importancia.

Es suficiente que estén aún en otro lugar para que, a pesar de todo, lo que es del orden del desplazamiento del discurso se transmita. Y entonces si uno se plantea la cuestión, mi Dios, como es que esta sociedad capitalista puede darse el lujo de permitir el relajamiento de ese discurso universitario que no es, sin embargo, más que una de sus transformaciones tal como yo lo expongo por lo menos; es el cuarto de giro en relación al discurso del Amo; es una cuestión que de todas formas vale la pena considerar, considerar en lo siguiente, que la pregunta que va a plantearse es esta; ¿es que de alguna manera, abundando en ese relajamiento, hay que decirlo, ofrecido, no se cae en una trampa? No es una idea nueva, ya he escrito esto en un pequeño artículo que me habían pedido expresamente para ser publicado en un diario de estilo singular por ser el único, que tenía una reputación de equilibrio y de honestidad, y que se  llama «Le Monde»; me habían insistido mucho para que redacte algunas páginas, era a propósito de la reorganización de la psiquiatría, pero en definitiva hablé un poco de la reforma, a propósito de todo eso. Bueno, en fin, a pesar de esta insistencia es bastante impactante que ese articulito que les leeré algún día así no más a remolque, no haya salido. Es evidente que en ese momento – se titulaba «Una reforma en un agujero» – hablaba justamente de ese agujero, de ese agujero turbulento cuando manifiestamente se trataba, en esa ocasión, de tomar un cierto número de medidas concernientes a la universidad. Y, ¡mi Dios!, creo que hay momentos donde se puede tener ciertos escrúpulos, digamos en el actuar, para remitirse correctamente a lo que yo llamo los términos de cierto discursos fundamentales, se puede mirar dos veces antes de precipitarse para aprovecharse de semejante  línea que se abre; es una responsabilidad vehiculizar la carroña por esos pasillos

Y a eso debe en suma articularse las observaciones que introduzco hoy, porque después de todo, no son habituales, no son comunes y es como un aparato: se debería al menos tener la noción de que eso podría servir de palanca, de pinza o que eso pueda atornillarse, o que eso puede construirse de tal o cual manera. He aquí, pues bien, hay muchos términos. Si yo sólo les pongo aquí esas letritas en el pizarrón, evidentemente no es por azar, es porque no quiero poner cosas que tienen una apariencia de significado, porque no quiero de ningún modo autorizar esos significados. Autorizarlos es ya un poco más que escribirlos. Ya hablé de lo que constituye los lugares donde esos significantes se inscriben.

Falta desde la página 39 hasta el final.