Seminario 17: Clase 8, El amo castrado, 18 de Febrero de 1970

A esta altura debe estar empezando a parecerles que el revés del psicoanálisis  es eso mismo que yo desarrollo este año como el Discurso del Amo, por supuesto que no en forma arbitraria, este discurso del Amo ya tiene en la tradición filosófica lo que yo llamaría sus cartas de crédito. No obstante el discurso del Amo tal como trato de despejarlo toma acá un carácter particular dado por el hecho de que se puede decir que en nuestra época puede ser despejado con una especie de pureza por algo que nosotros experimentamos directamente a nivel de la política. Quiero decir con esto que comprende todo, incluso lo que se cree revolución. Más exactamente, para lo que románticamente se llama Revolución con R mayúscula, este discurso del amo realiza su revolución en el otro sentido del circuito que se cierra. En el horizonte de esta valoración un poco aforística, estoy de acuerdo pero, como corresponde al aforismo hecha para aclarar con un flash simple, en este horizonte está lo que nos interesa -a ustedes y a mí- que el discurso del Amo sólo tiene un contrapunto que es el discurso analítico todavía tan inapropiado. Lo llamo contrapunto porque su simetría -si es que existe alguna, y si, existe su simetría no en relación a una línea ni a un plano, sino en relación a un punto. En otras palabras surge de algo que es el cierre (del circuito) de ese discurso del Amo al que me refería recién. En otras palabras lo que no pude escribir en el pizarrón porque eso empieza a cansarme, a saber la disposición de las S tachadas o numeradas y del a, tal como lo hice la última vez y que espero que todos, más o menos, tengan la transcripción en sus papeles, esta inscripción que no tuve tiempo de hacer por el hecho de que me debatía con otra cosa, bien, esta inscripción muestra bastante esta simetría en relación a un punto que hace que el discurso analítico se encuentre precisamente en el polo opuesto del discurso del Amo. Miren. En éste discurso analítico, encontramos algunos términos que sirven de philum de la explicación, el del padre por ejemplo. A veces encontramos a alguien que trata de agrupar los principales datos.  Es un ejercicio penoso cuando se hace desde el interior de lo que se espera a esta altura de un enunciado psicoanalítico, a saber una referencia genética. Se creen obligados a propósito del padre, a partir de la infancia,  de las identificaciones, y entonces es realmente algo que puede ir desde un extraordinario parloteo hasta una extraña contradicción. Se nos hablará de la identificación primaria como lo que liga al niño a ]a madre, esto parece caer de su peso. Lo curioso es que, si nos remitimos a Freud y al discurso de 1921, el que se llama «Psicología de las Masas y Análisis del Yo»,  es precisamente a la identificación al padre que nos remitiremos como primaria. Y es indudablemente muy extraño ver que lo que en definitiva Freud puntúa allí es que primordialmente el padre se revela como. el que preside toda identificación primera, precisamente porque él es el que merece el amor de una forma privilegiada. Esto es muy extraño .y se opone, se coloca en contradicción con todo lo que el desarrollo de la experiencia analítica establece decididamente de la primacía de la relación del niño a la madre. Extrañas discordancias del discurso freudiano con el discurso de los psicoanalistas. Quizás estas discordancias son producto de alguna confusión. Y el orden que yo intento establecer en referencia a configuraciones de discurso de algún modo primordiales está para recordarnos que es estrictamente impensable enunciar nada ordenado en el discurso analítico, sino se tiene presente que antes de extraer de algo de lo que sabernos perfectamente que es el producto de una colaboración reconstructiva con aquel que está en la posición de analizante al que ayudamos, al que permitimos de alguna forma entrar en su carrera, debemos tener presente que lo que funda toda esta reconstrucción, esta posibilidad misma de ayuda bajo la forma de interpretación, este esfuerzo, que hacemos por extraer bajo la forma de pensamiento imputado como lo que ha -sido en efecto vivido por quien, en este caso, merece realmente el -título de «paciente», y es. algo que para ser eficaz no debe hacernos olvidar que la configuración subjetiva tiene en virtud de la ligazón significante, una objetividad perfectamente localizable: allí, en algún punto de ligazón, aquél absolutamente primero del Sl al S2, allí es posible que se abra esa falla que se llama el sujeto. Y allí, los efectos de la ligazón, de la ligazón en este caso significante, operan para que alguna parte de lo vivido que se llama con más o menos propiedad «pensamiento». se produzca o no. Allí se produce algo que mantiene una cadena exactamente como si fuera de pensamiento. Freud jamás dijo otra cosa cuando habla del inconsciente. Esta objetividad no sólo induce, sino que determina esta posición que se llama posición del sujeto en tanto que foco de las defensas.

Bueno, lo que adelanto, lo que voy a anunciar de nuevo hoy, es que al emitirse hacia los medios del goce que son lo que se llama el saber, el significante Amo -voy a volver sobre lo que hay que entender por esto-, el Significante Amo no sólo induce sino que determina la castración.

Partamos de lo que hemos expuesto del significante Amo, ¿Qué puede querer decir?. Seguramente en el punto de partida no está, todos los significantes se equivalen de algún modo para no jugar más que sobre la diferencia de cada uno con todos los otros de no ser los otros significantes. Es también de ahí que cada uno es capaz de llegar a la. posición de significante amo, y más precisamente en lo que es su función eventual -así la definí siempre- representar a un sujeto para todo otro significante. Sólo que el sujeto que él representa no es unívoco. Es representado sin duda, pero también no es representado. Algo, a ese nivel, queda oculto en relación a ese mísmo significante. Es alrededor de esto que se juega el juego del descubrimiento psicoanalítico que no deja por supuesto como cualquier otro, de haber sido preparado para esta indecisión que es más que una indecisión, que es esta ambigüedad sostenida bajo el nombre de dialéctica por Hegel cuando llega a plantear de algún modo al comienzo que el sujeto se afirma como sabiéndose, cuando osa partir de la Selbstbewubtsein en su más ingenua enunciación, a saber que toda conciencia se sabe como conciencia, y sin embargo trenzar esta misma especie de comienzo con una serie de crisis, d’Aufhebung como el dice, de donde resulta que esta Selbstbewsstsein misma, figura inaugural del Amo, encuentra su verdad por el trabajo del Otro, por excelencia, del que sólo se sabe haber perdido ese cuerpo, ese cuerpo del que él incluso se soporta, por haber querido preservarlo en su acceso el goce, dicho de otro modo el esclavo.

¿Cómo no intentar romper esta ambigüedad hegeliana? Cómo no dejarse conducir por otra vía tentativa a partir de lo que nos es dado por una experiencia donde se trata siempre de volver para ceñirla mejor, la experiencia psicoanalítica, y más simplemente a partir de un uso del Significante que puede definirse por partir esencialmente del clivaje de un Significante Amo justamente con ese cuerpo del que acabamos de hablar, ese cuerpo perdido por el esclavo para  que no devenga otra cosa que aquél donde se inscriben todos los otros significantes. Es de esta forma que podríamos imaginar ese saber que Freud definió poniéndolo en ese paréntesis enigmático del Uverdräng, lo que quiere decir justamente lo que no ha tenido que ser reprimido, porque lo está en el origen, ese saber sin cabeza si puedo decirlo, que es un hecho políticamente definible en estructuras. A partir de ahí, todo lo que se produce -en el sentido propio, el sentido pleno de la palabra «producir»- por el trabajo, todo lo que se produce concerniente a la verdad de Amo, a saber lo que esconde como sujeto, va a reunirse con ese saber en tanto que dividido, urverdrängt en tanto que es y que nadie comprende nada allí. Tal es el caso de algo que, espero tenga eco para ustedes, aunque no sepan si este eco viene de la izquierda o de la derecha, y que en principio se estructura en lo que se llama el soporte -mítico- de las sociedades que podemos analizar como etnográficas,  es decir, como escapando del discurso del Amo, porque el discurso del Amo comienza con la predominancia del sujeto justamente en tanto que tiende a no soportarse más que en ese mito ultrareducido de ser Idéntico a su propio significante. Es lo que les mostré la última vez que tiene de naturaleza afín con ese discurso lo que se llama la Matemática.  Allí «A» se representa a sí mismo, sin necesidad de un discurso mítico que le de sus relaciones en cualquier otra parte. Es por ahí que la Matemática representa el saber del Amo en tanto que constituido sobre otras leyes que el saber mítico.

El saber del Amo se produce como un saber totalmente autónomo del saber mítico, y es lo que se llama la ciencia cuya figura les señalé la última vez en una rápida evocación de la termodinámica y más allá de toda unificación del campo físico, la que reposa sobre la conservación de una unidad que no es más que una constante siempre reencontrada en la cuenta -incluso no digo en la cuantificación- en la cuenta, la manipulación de cifras que sea definida de tal modo que haga aparecer en todos los casos esta constancia en la cuenta, vean lo que basta, lo que simplemente soporta lo que es llamado el fundamente de la ciencia física, la energía.

He aquí lo que también le da un soporte que le permite aceptar fácilmente que la matemática no es construíble más que a partir de que el significante puede significarse a sí mismo, que el A que ustedes escribieron una vez puede ser significado por su repetición de A, posición que es estrictamente insostenible en relación a lo que es la función del significante: puede significar todo menos a sí mismo. Es de esta infracción a la regla, de este postulado inicial que hay que deshacerse para que se inaugure el discurso matemático. Más o menos, por esta infracción original en la construcción del Discurso de la energética, el discurso de la ciencia no se sostiene en la lógica más que haciendo de la verdad un juego de valores, eludiendo radicalmente toda su potencia dinámica. Como ustedes saben el discurso de la lógica proposicional, fundamentalmente tautológico, como se ha subrayado, conduce a ordenar las proposiciones compuestas de tal modo que siempre sean verdaderas sea lo que sea, verdadero o falso, el valor de las proposiciones elementales. ¿No es esto decir que es deshacerse de lo que recién llamé el dinamismo del trabajo de la verdad?.

Pues bien, la cuestión es propiamente lo que especifica y distingue al discurso analítico al plantear la pregunta de para qué sirve esta forma de saber que rechaza, excluye la dinámica de la verdad. La primera aproximación es la siguiente: sirve para reprimir lo que habita el saber mítico, pero al mismo tiempo excluyendo éste a no conocer más nada salvo bajo la forma de lo que encontramos bajo las especies del Inconsciente, la forma de un saber disperso, de residuos de ese saber, no es cierto que de ningún modo lo que va a ser reconstruido de ese saber disperso vuelva al discurso de la ciencia ni a sus leyes estructurales. Es decir que acá me diferencio de lo que enuncia Freud.

Ese saber disperso, tal como lo encontramos en el Inconsciente es ajeno al discurso de la ciencia, es justamente por eso que es impactante come se impone. Se impone exactamente como lo que yo enunciaba el otro día bajo esa forma, créanme que no encontré otra mejor, «que el no boludea», porque por más boludo que sea el discurso del Inconsciente responde a algo que corresponde muy precisamente a la institución del discurso mismo del Amo. Y es eso que se llama Inconsciente. Se impone a la ciencia como un hecho. Esta ciencia hecha, es decir ficticia, no puede desconocer lo que le aparece como artefacto. Es cierto. Sólo que le está vedado, precisamente por ser ciencia de Amo, plantearse la pregunta del artesano. Y esto hará el hecho aún más hecho. Poco después de la última guerra -hacia ya mucho. que yo había nacido- tomé en análisis tres personas del alto país de Togo que habían pasado su infancia allí. No pude tener en su análisis huellas de los usos y creencias tribales que ellos no habían olvidado, que ellos conocían pero desde el punto de vista del etnógrafo, lo que quiere decir, dado que eran valientes mediquitos que intentaban colocarse en la jerarquía médica de la metrópolis de la que no ignoramos- estábamos todavía en la época colonial- que todo estaba hecho para separarlos, lo que conocían pues a nivel de etnógrafos era más o menos al nivel del periodismo; pero su inconsciente funcionaba según las buenas  reglas del Edipo, es decir que era el inconsciente vendido junto con las leyes de la colonización, forma exótica del discurso del Amo, totalmente regresivo frente al capitalismo que es justamente lo que se llama imperialismo. Su inconsciente no era el de sus recuerdos de infancia, allí eso se tocaba; sino su Infancia retroactivamente vívida en nuestras categorías -escriban la palabra como les enseñé el año pasado- «femm-íl-iales»  y los desafío por más analistas que sean, aún sobre el terreno a contradecirme…

No es el psicoanálisis lo que puede servir para proceder a una encuesta etnográfica, siendo, por otra parte que dicha encuesta no tiene ninguna chance de coincidir con el saber autóctono, sino por referencia al discurso de la ciencia de lo que lamentablemente dicha encuesta no tiene la menor idea, porque tendría que relativizarla. Diciendo que no es por el psicoanálisis que se puede entrar en una encuesta etnográfica tengo seguramente la aprobación de todos los etnógrafos, pero quizás no la tendría tanto diciéndoles que precisamente para tener una pequeña idea de la relativización del discurso de la ciencia, es decir, para tener quizás una pequeña chance de hacer una encuesta etnográfica acertada, hace falta, lo repito, no proceder por el psicoanálisis, pero posiblemente habría que ser, si eso existe, un psicoanalista.

Acá desde la tribuna, enunciamos que lo que el psicoanálisis nos permite concebir, es por la vía que abrió el marxismo, a saber que el discurso está ligado a los intereses del sujeto.

Es lo que Marx llama la economía, porque en la sociedad capitalista sus intereses son totalmente mercantiles.

La mercancía está ligada al significante amo, de modo que no resuelve nada denunciarla así. La mercancía no está menos ligada a ese significante después de la revolución socialista.

Entonces lo que se trata de advertir es que las funciones propias del discurso tal como yo las enuncié, vamos a escribirlas con todas sus letras…
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Una puesta en funcionamiento del discurso se define por el clivaje, la distinción del significante amo en relación al saber.

Observen que por este motivo quisiera saber un poco más sobre las sociedades «primitivas», en tanto que las inscribo como no dominadas por el discurso del Amo. Es bastante probable  que el Significante Amo sea allí localizable con una economía más compleja. Precisamente a esto confinan las mejores investigaciones llamadas sociológicas sobre el campo de esas sociedades.

Regocijémonos, ya que no es por azar que el funcionamiento del significante Amo sea más simple en el discurso del Amo, que sea totalmente manejable con esta relación, S1  a S2 que Uds. ven escritas:
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El sujeto es precisamente lo que en el discurso se halla ligado, con todas las ilusiones que comporta, al Significante Amo, mientras que la inserción en el goce concierne al saber.

            Significante Amo                        Saber

                                                    —————>

                               Sujeto                                  Goce

Bueno., lo que yo, aporto este año es que esas funciones propias del discurso pueden encontrar distintas posiciones. Es lo que definió su rotación por esos cuatro lugares que ustedes ven acá designados en letras nada más que por su lugar, que yo llamo eventualmente arriba y a la izquierda, abajo y a la derecha, así un poco tardíamente para aclarar aún a aquellos que los hubieran designado por efecto de su modesto entender, por ejemplo el deseo y del otro lado la ubicación del Otro.

Así se representa lo que, en un viejo registro,  yo decía que el deseo del hombre, en la época en que yo me conformaba con semejante aproximación, es el deseo del Otro
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El lugar a representar bajo el Deseo es el de la Verdad, bajo el Otro el de donde se produce la Pérdida, la pérdida propiamente del goce del que como ustedes saben extraemos la función del plus-de-gozar. Acá cobra su valor el discurso de la Histérica: tiene el mérito de mantener en la institución discursiva lo que pasa con la relación sexual, a saber como puede tenerla un sujeto o, a decir mejor, como no puede tenerla. En efecto, la respuesta a saber como puede tenerla es: dejando la palabra al Otro y precisamente en tanto que lugar del saber reprimido.

Lo que tiene de interesante es esta verdad completamente extraña a su sujeto que se entrega al saber sexual. Es esto lo que originariamente se llama lo reprimido en el discurso freudiano. Pero lo que me importa no es eso que tomado puro no tiene otro efecto, si se puede decir que una justificación del oscurantismo. Las verdades que nos importan y no poco, están condenadas a ser obscuras. De ningún modo quiero decir que el discurso de la histérica es el testimonio de que el inferior está abajo. Al contrario, no se diferencia como batería de función de la asignada al discurso del Amo. Y es lo que permite representarlo con las mismas letras que nos sirven, $, S1, S2 y a minúscula:
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Simplemente revela la relación del discurso del Amo al goce, al ocupar el saber, en el discurso de la Histérica, el lugar del Goce. El sujeto histérico mismo se aliena al significante Amo como aquél que ese significante divide -dije aquél en masculino, aquél representa al sujeto- que se niega a hacerse el cuerpo. Porque se habla a propósito de la histérica de complacencia somática. Por más que el término sea freudiano no podemos dejar de darnos cuenta que es bien extraño y que se trata más vale de un rechazo del cuerpo,,,, siguiendo el efecto del significante Amo. La histérica no es esclava -y démosle ahora el género de sexo bajo el que más frecuentemente se encarna este sujeto: ella- ella hace a su manera una cierta huelga, ella no entrega su saber. Ella desenmascara sin embargo, la función del Amo con el que permanece solidaria, precisamente haciendo resaltar lo que tiene de amo en que es el Uno -con U mayúscula- del que ella se sustrae a título de objeto de su deseo. Esta es la función propia que hemos marcado desde hace tiempo, al menos en el campo de mi Escuela, bajo el título del Padre idealizado.

Vayamos al grano. Revoquemos a Dora que tengo que suponer conocida por todos los que me están escuchando. Los que todavía no lo han abierto, mala suerte!. Simplemente que se apuren!. Es necesario leer «Dora» y a través de las interpretaciones «recargadas» (contournées) -utilizo expresamente el término que Freud da de la economía de sus pesares -no perder de vista algo que me atrevería a decir que Freud encubre por sus prejuicios. Hago un pequeño paréntesis. Tengan o  no presente el texto, remítanse a él. Encontrarán frases que para Freud parecen caer de su peso: que una chica, por ejemplo, se arregle sola con semejantes engorros, a saber, cuando un señor le salta encima. No va a hacer escándalo una chica sana, por supuesto! Por qué? Porque Freud así lo cree. Más aún -lo que va más lejos- una chica normal no tiene que disgustarse cuando se le hace un cumplido. Esto parece caer de su peso. Hay que reconocer el funcionamiento de lo que llamo prejuicio en un cierto abordaje de lo que es revelado por nuestra Dora en cuestión. Y si se lee este texto aún manteniendo algunas de las indicaciones con las que trato de romper, la palabra «recargada» («countournée»), que mencioné hace un rato, se impondrá, quiero decir que no les parecerá ilegítimo pronunciarla  ustedes mismos. La prodigiosa sutileza, astucia de esas inversiones con las que Freud explica los múltiples planos, que se refractan, a través de tres o cuatro defensas sucesivas, la maniobra como yo la llamo, de Dora en materia amorosa, espero después de todo hacer eco con lo que él mismo designó su texto en la Traumdeutung les hará parecer que es un cierto modo de abordaje del que dependen esos subterfugios (conteurs). Porque no intentar conforme lo enuncié al principio de mi discurso de hoy, que la coyuntura subjetiva, por su articulación significante, reciba una especie de objetividad y no partir de que el Padre, punto pivote de toda la aventura o desventura, es propiamente un hombre castrado -me refiero a su potencia sexual- que es manifiesto que está en las diez de últimas, muy enfermo. En todos los casos de los «Stüdien Über Hysterie», él mismo hace apreciación simbólica observen porque después de todo un enfermo o un moribundo es lo que es, considerarlo como deficiente en relación a una función que no ocupa es otorgarle propiamente hablando una afectación simbólica. Es olvidar que el padre, o más exactamente es proferir implícitamente que después de todo padre no es sólo lo que es, lo que ese quiere decir. Es un titulo como el ex combatientes hasta el fin de su vida. Es implicar en la palabra padre algo siempre en potencia en acto de creación, y es e n relación a esto en el campo simbólico que hay que remarcar que el padre en tanto que juega ese rol pivote, ese rol mayor, ese rol amo en el discurso de la histérica, es precisamente aquél que se encuentra bajo este ángulo de la potencia de creación, pues bien se encuentra sosteniendo esta posición en relación a la mujer aún estando fuera de estado. Es esto lo que especifica la función, de algún modo la relación al padre de la Histérica. Es precisamente en esto que designamos como el Padre idealizado.

Observemos, para no desviarnos… -¿dije que iba a ir al grano?- yo tomo a Dora y les ruego que luego la relean para ver sí es cierto lo que digo- aquél que yo llamara curiosamente el tercer hombre, el señor K, pues bien, se trata de saber cómo se ordena, aunque lo dije hace tiempo, lo que en él conviene a Dora. ¿Por qué no atenernos también acá a la definición estructural tal como podemos darla con la ayuda del discurso del Amo? Lo que conviene a Dora es la idea de que él tiene el órgano. Dije órgano, ¡ojo!. Eso Freud lo percibe y señala precisamente que es eso lo que juega el rol decisivo en el primer abordaje la primera escaramuza, si puedo decirlo, de Dora con él cuando ella tiene 14 años y el otro la arrincona en un hueco. Esto no altera para nada las relaciones entre las dos familias. Por otra parte nadie tiene la menor intención de asombrarse. Como dijo Freud: una chica siempre se arregla sola con esas cosas. Lo que tiene de curioso es que justamente lo que sucede es que ella no se arregla más sola y quiere meter a todo el mundo en danza. Pero más tarde. ¿Por qué?. Ciertamente es el órgano lo que hace valiosa el tercer hombre, Sr. K, pero no para que Dora haga su felicidad, sí así puedo decirlo, para que otra la prive de ello. Lo que le interesa a Dora no es la joya incluso indiscreta. Como el primer sueño -recuerden que esta observación que dura tres meses está enteramente hecha para servirnos de cascabilla a dos sueños- lo que Interesa no es la joya sino el cofrecito. El sueño llamado del «cofrecito», el primero de esos dos sueños testimonia que: ella sólo goza con la envoltura del precioso órgano. Y ella sabe muy bien gozarla por sí misma como nos lo testimonia la importancia decisiva que tuvo en ella la masturbación Infantil, de la que por lo demás nada nos indica en la observación de Dora que fuese la forma sino que es probable que tuviese alguna relación con lo que llamaré el ritmo fluido, fluyente, cuyo modelo está en la enuresis, que se nos presenta muy precisamente en la historia como inducida a una edad tardía, por la de su hermano, un año y medio mayor que ella, que había llegado hasta los 8 años afectado por esta enuresis de la que de algún modo Dora toma la posta tardíamente.

Esto es muy carácterístico -hablo de la enuresis- es como si se puede decir, el estigma de la substitución imaginaria del niño al madre justamente como impotente. Invoco acá a todos los que del niño y de este episodio, porque es bastante frecuente que se haga intervenir al analista, puedan recoger de su experiencia. Entonces junto a todo esto la contemplación teórica de la Sra. K, si puedo expresarme así, tal como se desarrolla en la permanencia de Dora boquiabierta (béante) ante la Madona de Dresde, de esta Sra. K que puede sostener el deseo del padre idealizado, pero también contener al mismo tiempo privar a Dora del garante, si puedo decirlos que se encuentra así doblemente excluido de su presa, pues bien, este complejo es por ahí mismo la marca de la identificación a un goce, en tanto que es el del Amo. Pequeño paréntesis: no es moco de pavo recordar la analogía que se ha hecho entro la enuresis y la ambición. Pero confirmemos: la condición impuesta al regalo del Sr. K es ser el cofre. El no le da otra cosa que un cofrecito para joyas. La  joya es ella. Su propia joya indiscreta como decía hace un ratos buenos que vaya a meterla en otra parte y que se sepa: de ahí la ruptura, cuya significación yo he marcado hace tiempo, cuando el Sr, K dice: «Mi mujer no es nada para mí» Es cierto que en ese momento se ofrece a ella el goce del Otro, pero es ella la que no lo quiere porque lo que ella quiere es el Saber como medio del Goce y para hacerlo servir a la Verdad, a la Verdad del Amo que ella encarna. Y ella la encarna en tanto que Dora y esta verdad para decirlo de una vez por todas es que el amo está castrado. Y en efecto sí el único tose que puede representar la felicidad que yo definí la última vez como perfectamente cerrada, el del falo lo dominara ese Amo -vean el término que empleo: el Amo, justamente ella sólo puede dominarlo excluyéndolo- ¿cómo establecería el Amo esa relación al Saber que es mantenida por el esclavo esa relación al Saber cuya beneficio es la activación del plus-de-gozar?. Además el segundo sueño marca que el padre simbólico es precisamente el padre muerto, al que sólo se puede acceder como un lugar vacío sin comunicación. Recuerden la estructura de ese sueño y como, después de haber recibido el anuncio de su madre: «Ven, si quieres», dice la madre como en eco a lo que la  Sra. K le ha dicho antaño de ir al lugar donde debe producirse la ruptura con el marido de la susodicha de todos los dramas que hemos mencionados, «Ven, si quieres, tu padre ha muerto y lo vamos a enterrar». Y la forma como ella va, sin que se sepa nunca en el sueño por qué medios ha llegado, cómo ella va para llegar a un lugar donde tiene que preguntar si es allí donde vive ese señor, el señor su padre -como sí ella no lo supiera! En el cofre vacío de ese departamento abandonado por aquellos que después de haberle invitado han partido por en cuenta al cementerio… Dora encuentra fácilmente el substituto de ese padre en un grueso libro, el dicciónario, el dicciónario de donde uno sabe, de donde uno aprende la que concierne al sexo, marcando claramente que lo que le importa ,aún por encima de la muerte del padre, es lo que él produce de saber, no cualquiera sabe, saber sobre la Verdad. Esto es lo que para ella bastará de la experiencia analítica, dado que esta Verdad a lo que con preciosismo la ayuda Freud -y es lo que hace que ella se le una- ella tendrá la satisfacción de hacerla reconocer por todo el mundo, tanto cuales eran las verdaderas relaciones de su padre con la Sra. K, como las suyas con el Sr. K. Todo lo que los demás han querido enterrar de los episodios, con todo perfectamente auténticos de los que Dora se hacía la representante, se impone y esto le basta para concluir dignamente el análisis aunque Freud no parezca para nada satisfecho de su desenlace en cuanto a su destino de mujer.

Habría algunas pequeñas observaciones para hacer al pasar, que no son vanas dado que hay cosas que pasan como sí nada por una metáfora, cuando Freud por ejemplo deteniéndose en el análisis del sueño nos dice que no hay que olvidar, que para que un sueño se tenga en pie no basta con que represente una decisión, un vivo deseo del sujeto relativo al presente en esa ocasión. En el sueño de las Joyas, donde se trata de que Dora se vaya, deje el lugar porque el incendio amenaza, Freud necesita algo que preste apoyo al sueño en un deseo infantil y acá está lo que nos importa, es la referencia que él toma -se la tomo, les digo habitualmente como una elegancia- del empresario, el empresario de la decisión, por supuesto el capitalista cuyos recursos acumulados, en definitiva el capital de libido, al capitalista que permitirá a esta decisión pasar a acto. No es acaso divertido, después de lo que les dije de la relación del capitalista a la función del Amo, del carácter totalmente distinto de la que puede hacerse con el proceso de acumulación en presencia del plus-de-gozar, de la presencia del mismo plus-de-gozar con exclusión de lo que es el buen gozar, el gozar simple, el gozar que se realiza en la copulación desnuda, no es acaso de allí que el deseo infantil toma su fuerza, su fuerza de acumulación en relación al objeto, ese objeto que es la causa del deseos de lo que de capital de libido se acumula en virtud precisamente de la no-madurez infantil, la exclusión del goce que otros llamarán normal. He aquí lo que de golpe da su acento propio a la metáfora freudiana cuando se refiere al capitalismo.

Pero, por otra parte, si por su lúcido coraje Freud se encontró llevando a término un cierto éxito de Dora, como se explica su falta de habilidad para retener a su paciente?. Lean esas pocas líneas donde, a pesar suyos de algún modo Freud muestra cierta turbación que es conmovedora, patética, ante el hecho que quizás mostrándole más interés -¡y Dios sabe que lo manifiesta!, toda la observación lo testimonia- hubiera logrado sin duda impulsar más lejos la exploración de la que no se puede decir según su propia confesión que la haya conducido sin error. ¡Gracias a Dios! que no lo hizo, quiero decir que Freud dándole esas satisfacciónes de interés a lo que siente como su demanda, demanda de amor, no halla tomado como se acostumbra, el lugar de la madre. Porque una cosa es cierta, si esta experiencia pudo influir en la continuación de su actitud no le debemos acaso a esto el hecho de que de algún modo caigan sus brazos y él se descorazone al constatar que lo que él pudo hacer por las histéricas no conduce a otra cosa que lo que él añade del «penis-neid». Lo que quiere decir especialmente cuando se lo articula, al reproche hecho por la hija a la madre de no haberla creado varón, es decir saldo sobre la madre y bajo la forma de frustración, de lo que en su esencia significativa y tal como ella da su lugar, su función, viva al discurso de la Histérica en relación al discurso del Amo, se desdobla en por un lado castración del padre idealizado que entrega el secreto del Amo y por otra porte privación, asunción por el sujeto, femenino o no, del goce de ser privado.

¿Pero, por qué se equivocó Freud en este punto, cuando de algún modo si creemos en mi análisis de hoy, no tenía más que literalmente hacer lo que se le ofrecía en la mano?.

Porqué sustituye el saber que había recogido de todas esas bocas de oro, Anna, Emmy, Dora, por ese mito del complejo de Edipo? Ese complejo de Edipo que juega el rol del saber con pretensión de verdad, se ubica en alguna parte en esta figura que precisamente no está escrita,  que es la del discurso del analista, a saber, un cierto saber en la perspectiva que ya llamé recién de la Verdad:
seminario 17, clase 8
Si, es extraño que no se haya hecho totalmente claro mucho más rápidamente que, sí toda interpretación se compromete del lado de la gratificación o de la no-gratificación, de la respuesta o no a la demanda, resumiendo hacía una efusión siempre creciente hacia la demanda de lo que es la dialéctica del deseo, deslizamiento metonímico en el que se trata de asegurar el objeto constante, es probablemente de carácter estrictamente inutilizable… y en efecto, ¿quien lo utiliza?. ¿Qué lugar tiene en un análisis la referencia a ese famoso complejo de Edipo?. Les pido que respondan todos los que son artistas. Los que son del instituto, por supuesto no se sirven de el. jamás, los que son de mí Escuela hacen un pequeño esfuerzo, por supuesto eso no produce nada vuelven a lo mismo que los otros. Es estrictamente inutílizable, salvo ese grosero recuerdo del valor de obstáculo de la madre ante todo investimento de uno objeto como causa del deseo. Y las extraordinarias elucubraciones a las que llegan los analistas concernientes a «padres combinado», como ellos dicen, sólo significan una cosa: edificar un Gran A encubridor del goce es, decir lo que se llama generalmente Dios, con el cual vale la pena, hacer el doble o nada del plus-de-gozar; es de ese funcionamiento que se llama Superyó. ¡Ah! ¡yo los consiento hoy!. Todavía no había abordado ese asunto del Superyó. Tenia mis razones. Era necesario que llegara por lo menos al punto en que estoy ahora para que lo que el año pasado les enuncié de la Apuesta de Pascal pudiese volverse operativo y demostrar que el Superyó es exactamente -quizás algunos lo han adivinado- lo que yo comencé a enunciar cuando les dije que la vida, la vida provisoria que se juega a favor de una chance de vida eterna, es el a, pero que sólo vale la pena si el A no está barrado, dicho de otra manera, sí él es todo a la vez: no sólo que padres combinados no existe, está el padre de un lado y la madre del otro; como el sujeto eso tampoco existe, está igualmente dividido en dos, como el está barrado, se puede decir, es la respuesta que designa mi grafo en la enunciación resulta que es eso lo que pone seriamente en cuestión que se pueda jugar a doble o nada el plus-de-gozar con la vida eterna.

Si hay algo verdaderamente sensacional en ese recurso al mito de Edipo. Ciertamente vale la pena que lo escuchemos. Pensaba hoy hacerles sentir lo que hay de sorprendente en Freud por ejemplo en esa última conferencia, de esas que se llaman «Nuevas Conferencias sobre el psicoanálisis», al creer zanjada la cuestión del rechazo de la religión de todo horizonte válido pensar que el psicoanálisis juega allí un rol decisivo y creer haberle concluido por habernos dicho que el soporte de la religión no es otra cosa que ese padre al que el niño recurre en su infancia del que sabe que es de algún modo todo amor, que se adelanta previene todo lo que en el se puede manifestar como malestar. No se esto algo extraño cuando uno sabe lo que resulta de hecho de esta función del padre?. Ciertamente no es sola por ese lado que Freud nos presenta una paradoja. La idea de referirla a no se qué goce original de todas la mujeres, cuando se bien sabido que un padre alcanza apenas para una y además no es como para jactarse!. Un padre sólo tiene con el Amo. -hablo del padre tal como lo conocemos, tal como funciona- sólo tiene con el Amo una remotísima relación porque en suma, al menos en la sociedad con que tuvo que vérselas Freud, es él el que trabaja para todo el mundo. El tiene a su cargo a la femme-il de la que hablaba hace un rato. No es esto lo bastante extraño como para sugerirnos que después de todo lo que Freud preserva de hecho, sino de intención, es precisamente lo que designa como lo más substancial de la religión: la idea de un padre todo amor. Y es precisamente lo que designa la primera forma de las tres que él aísla en el artículo que yo evocaba hace un rato de «La Identificación» la identificación de puro amor al padre. El padre es amor, y lo primero que hay a amar en este mundo es el padre. Extraña supervivencia de algo con lo que Freud cree que va a evaporar la religión, cuando en realidad es la substancia misma lo que él conserva con ese mito bizarramente compuesto del padre.

Seguramente volveremos sobre esto pero ya pueden ver el rumbo, que todo esto conduce a la idea de homicidio, a saber que el padre, el padre original es aquel que los hijos han matado, después de lo cual es del amor de ese padre muerto que todo procede con un cierto orden, y no parece acaso que esto, en sus enormes contradicciónes, en su barroco, no es otra cosa que defensa contra eso que la abundancia de todos los mitos articula claramente mucho antes que Freud el elegir este restringiese esas verdades, a saber que lo que se trata de disimular es que el padre, desde el momento que entra en ese campo del discurso del Amo en el que nos estamos orientando el padre está desde el origen castrado.

Tal es la forma idealizada que le da Freud. Que este esta completamente enmascarado sobre lo cual no obstante sino los decires, al menos las configuraciones que lo ofrecía la experiencia de la histérica hubieran podido guiarlo; que el complejo de Edipo sea a nivel del análisis mismo a considerar como lo que sugiere que todo debe volver a ser puesto en cuestión, lo que hay que saber para que ese saber pueda ser puesto en cuestión desde la posición de la Verdad, este es el objetivo de lo que tratemos de desarrollar esto año.