Seminario 3: Clase 16, Secretarios del alienado, 25 de Abril de 1956

La lectura. El asesinato de almas. Las implicaciones del significante. Los hombrecitos. Las tres funciones del padre.

Que Schreber tuviese dotes excepcionales, como el mismo lo expresa, para la observación de los fenómenos de los que es sede, y para la investigación de su verdad, da un valor incomparable a su testimonio.
Lectura de las Memorias

1)
Detengámonos un momento. Comencé por esta lectura para indicar qué me propongo hacer hoy, a saber, llevarlos a cierto número de lugares que escogí entre los mejores en las aproximadamente cuatrocientas o quinientas páginas del libro de Schreber.

Aparentemente nos contentaremos con hacer de secretarios del alienado. Habitualmente se emplea esta expresión para reprochar a los alienistas su impotencia. Pues bien, no sólo nos haremos sus secretarios, sino que tomaremos su relato al pie de la letra; precisamente lo que siempre se consideró que debía evitarse.

¿No es acaso cierto que por no haber insistido lo suficiente en su escucha del alienado, los grandes observadores que hicieron las primeras clasificaciones rebajaron el material que se les ofrecía? Hasta el punto que les terminó pareciendo problemático y fragmentario.

El viernes presenté una psicosis alucinatoria crónica. ¿No les impactó, a quienes allí estaban, ver hasta qué punto se obtiene algo mucho más vivaz si, en lugar de tratar de determinar como sea si la alucinación es verbal, sensorial o no sensorial, simplemente se escucha al sujeto? La enferma del otro día hacía surgir, inventaba, mediante una especie de reproducción imaginativa, preguntas que se veía claramente habían estado implícitas de antemano en su situación, sin que expresamente la enferma las hubiese formulado. Obviamente, no basta contentarse con esto para comprenderlo todo, ya que se trata de saber por qué ocurren así las cosas. No obstante hay que comenzar tomando las cosas en su equilibrio, y ese equilibrio se sitúa a nivel del fenómeno significante-significado.

Esta dimensión está lejos de haber sido agotada por la psicología o la metapsicología o la parapsicología clásica tradicional, que utilizan categorías de escuela: alucinación, interpretación, sensación, percepción. Sentimos claramente que ése para nada es el nivel en que se formula el problema, y que incluso es un punto de partida pésimo, que no deja esperanza alguna de formular correctamente la pregunta sobre qué es el delirio, y sobre el nivel en que se produce el desplazamiento del sujeto, en relación a los fenómenos de sentido.

Nunca está de más sugerirles a los psicólogos y a los médicos que recurran a lo que, por más que sea, es accesible al hombre del común. Les propongo un ejercicio. Reflexionen un poquito sobre qué es la lectura.

¿A qué llaman lectura? ¿Cuál es el momento óptimo de la lectura? ¿Cuándo están realmente seguros de que leen? Me dirán que al respecto no tienen duda alguna, tienen la impresión de la lectura. Muchas cosas se oponen a esto Por ejemplo, podemos tener claramente la impresión de leer algo en los sueños, cuando, manifiestamente, no podemos afirmar que hay correspondencia con un significante. La absorción de determinados tóxicos puede crear la misma impresión. ¿Acaso esto no hace pensar que no podemos fiarnos de la aprehensión sentimental de la cosa, y que es necesario hacer intervenir la objetividad de la relación del significante y el significado? Entonces, comienza verdaderamente el problema, y con el las complicaciones.

Se da el caso de alguien que simula leer. En una época lejana en que yo viajaba por países que acababan de conquistar su independencia, vi a un señor, el intendente de un príncipe del Atlas, tomar un papelito que le estaba destinado, y comprobé de inmediato que no podía comprender absolutamente nada porque lo tenía al revés. Pero, con mucha gravedad, articulaba algo, cosa de no pasar vergüenza ante su respetuoso circulo. ¿Leía o no leía? Indudablemente leía lo esencial, a saber, que yo estaba acreditado.

El otro extremo, es el caso en que se saben de memoria lo que esta en el texto. Ocurre más a menudo de lo que se cree. Puede decirse que saben de memoria los textos de Freud que son de uso corriente en vuestra formación medica y psicológica. No leen lo que ya se saben de memoria. Esto permite relativizar de modo singular lo que hace el fondo de la literatura llamada científica, al menos en nuestro ámbito. A menudo se tiene la impresión de que la intención que dirige profundamente al discurso tal vez no sea otra que la de permanecer exactamente en los límites de lo que ya ha sido dicho. Parece que la intención última de este discurso es hacer señas a sus destinatarios, y probar que quien lo firma es, si me permiten la expresión, no-nulo, capaz de escribir lo que todo el mundo escribe.

Se observa aquí una falta flagrante de correspondencia entre las capacidades intelectuales de los autores, que con seguridad varían dentro de amplios límites, y la llamativa uniformidad de lo que nos proporcionan con su discurso. La vida científica más común ofrece estos desniveles patentes. ¿Por qué entonces juzgar por adelantado la caducidad de lo que proviene de un sujeto que se presume pertenece al orden de lo insensato, pero cuyo testimonio es más singular, y hasta cabalmente original? Por perturbadas que puedan ser sus relaciones con el mundo exterior, quizá su testimonio guarda de todos modos su valor.

De hecho, descubrimos, y no simplemente a propósito de un caso tan notable como el del presidente Schreber, sino a propósito de cualquiera de estos sujetos, que si sabemos escuchar, el delirio de las psicosis alucinatorias crónicas manifiesta una relación muy específica del sujeto respecto al conjunto del sistema del lenguaje en sus diferentes ordenes. Sólo el enfermo puede dar fe de ello, y lo hace con gran energía.

No tenemos razón alguna para no recoger como tal lo que dice, so pretexto de un no sé qué sena inefable, incomunicable, afectivo; ustedes saben, todas esas elucubraciones que se hacen sobre los pretendidos fenómenos primitivos. El sujeto da fe efectivamente de cierto viraje en la relación con el lenguaje, que se puede llamar erotización o pasivización. Su modo de padecer el fenómeno del discurso en su conjunto nos revela, ciertamente, unas dimensiones constitutivas, siempre y cuando no busquemos el menor común denominador entre los psiquismos. Esta dimensión es la distancia entre la vivencia psíquica y la situación semi-externa en que, en relación a todo fenómeno de lenguaje, esta, no sólo el alienado, sino todo sujeto humano.

Metodológicamente, tenemos el derecho de aceptar entonces el testimonio del alienado sobre su posición respecto al lenguaje, y tenemos que tomarlo en cuenta en el análisis del conjunto de las relaciones del sujeto con el lenguaje. Este es el interés mayor y permanente del legado que Schreber nos hizo en sus memorias, cosa memorable efectivamente y digna de ser meditada.

2)
Schreber mismo nos indica que algo en él, en un momento dado, se vio profundamente perturbado. Cierta fisura apareció en el orden de sus relaciones con el otro, a la que misteriosamente llama asesinato de alma.

Este queda en la penumbra, nuestra experiencia de las categorías analíticas nos permite, empero, situarnos al respecto. Se trata de algo que esencialmente está en relación con los orígenes del yo, con lo que para el sujeto es la elipse de su ser, con esa imagen en la que se refleja bajo el nombre de yo.

Esta problemática se inserta entre la imagen del yo y esa imagen sobrelevada, encumbrada con respecto a la primera, la del Otro con mayúscula, la imago paterna, en tanto instaura la doble perspectiva, dentro del sujeto, del yo y del ideal del yo, para no hablar en esta ocasión del superó. Tenemos la impresión de que en tanto no adquirió, o bien perdió a ese Otro, que se encuentra con un otro puramente imaginario, el otro disminuido y caído con quien sólo son posibles relaciones de frustración: este otro lo niega, literalmente lo mata. Este otro es lo más radical que puede haber en la alienación imaginaria.

Ahora bien, la captura por el doble es correlativa de la aparición de lo que puede llamarse el discurso permanente subyacente a la inscripción que se hace en el curso de la historia del sujeto, y que dobla todos sus actos. Por cierto, no es imposible ver surgir este discurso en el sujeto normal.

Daré un ejemplo casi accesible a una extrapolación vivida, el del personaje aislado en una isla desierta. Robinson Crusoe es, en efecto, uno de los temas del pensamiento moderno, aparecido por vez primera, a mi entender, en Baltasar Gracian. Es un problema psicológico accesible, si no a la imaginación, por lo menos a la experiencia: ¿qué ocurre cuando el sujeto humano vive totalmente sólo? ¿Qué deviene el discurso latente? ¿Al cabo de dos o tres años de soledad, qué ocurre con el orden de vocalización voy a vender leña?

También preguntarse qué devienen las vocalizaciones para una persona perdida en la montaña, y sin duda no es casual que el fenómeno sea más nítido en las montañas, ya que éstas son lugares quizá menos humanizados. Lo que ocurre, a saber, la movilización sensible del mundo exterior en relación a una significación lista para saltar en cualquier rincón, puede dar idea de ese aspecto siempre a punto de aflorar de un discurso semi-alienado. La existencia permanente de ese discurso puede considerarse análoga a lo que ocurre en el alienado: los fenómenos de verbalización en Schreber no hacen, en suma, más que acentuarlo. La cuestión ahora es saber por que, al margen de que, para significar que, movilizado por que, el fenómeno aparece en el delirante.

Tomo otro pasaje, también elegido al azar, porque esto es algo tan insistente en Schreber que por todos lados encontramos una confirmación de los fenómenos que indico.

Lectura de las Memorias, págs. 298-99

Encontramos luego algunas consideraciones acerca del enlentecimiento de la cadencia. Es ahí donde debemos hacer avanzar nuestro análisis.

Es esencial para los fenómenos de significación que el significante no se puede cortar. No se seccióna un pedazo de significante como se seccióna una cinta magnetofónica. Si cortan una cinta magnetofónica la frase se interrumpe, pero e! efecto de la frase no se detiene en el mismo punto. El significante entraña en sí mismo toda suerte de implicaciones, y no por ser escuchas o descifradores profesionales pueden en ciertos casos completar la frase. La unidad de significación muestra de manera permanente al significante funcionando de acuerdo a ciertas leyes. El hecho de que las voces, en el seno del delirio, jueguen sobre esta propiedad no puede ser considerado indiferente, y no podemos eliminar la hipótesis de que el motivo fundamental sea precisamente una relación más radical, más global, con el fenómeno del significante.

A partir de allí nos preguntaremos por qué el sujeto emplea, en efecto, todas sus capacidades en la relación con el significante. Abordar el problema a este nivel, no cambia en lo más mínimo la función de la energética, no supone en modo alguno rechazar la noción de libido. Se trata tan sólo de saber que significa, en la psicosis, el interés electivo por la relación con el significante. Veamos una nota breve acerca de la relación entre la inteligencia divina y la inteligencia humana.

Lectura de las Memorias.

Por elaborada que parezca, la equivalencia entre los nervios y las palabras presentificadas está fundada en la experiencia primitiva del sujeto. Los nervios son ese palabrerío y esos estribillos, esa insistencia verbalizaba que se ha convertido en su universo. En cambio, al mismo tiempo, las presencias accesorias de su medio se ven afectadas de irrealidad, y se vuelven hombres hechos en un dos por tres. Las presencias que cuentan se han vuelto esencialmente verbales, y la suma de esas presencias verbales es idéntica para él a la presencia divina, la sola y única presencia que es su correlato y su garante.

La noción de que la inteligencia divina es la suma de las inteligencias humanas se enuncia en fórmulas asaz rigurosas y elegantes para darnos la impresión de estar ante un trocito de sistema filosófico. Si hubiese preguntado de quien era, quizá habría faltado poco para que me respondiesen: Spinoza.

La cuestión es saber cuánto vale el testimonio del sujeto Pues bien, nos da su experiencia, que se impone como la estructura misma de la realidad para él.

El quinto capítulo concierne particularmente a la lengua llamada fundamental, de la que, ya les dije, según el testimonio del sujeto, esta hecha de una especie de viejo alemán particularmente sabroso, y entremezclado de expresiones arcaicas emanadas de las subyacencias etimológicas de esa lengua.

Lectura de las Memorias, págs. 63-64

Nos acercamos. Se siente que el sujeto ha meditado hasta el momento, sin duda más que nosotros, sobre la naturaleza del surgimiento de la palabra. Claramente se da cuenta de que la palabra se sitúa en un nivel muy distinto al de la puesta en marcha de los órganos que pueden materializarla. Notaran que introduce el sueño como perteneciendo esencialmente al mundo del lenguaje. No es vano señalar el sorprendente ilogicismo que esto representa por parte de un alienado que se supone no conoce el carácter altamente significante que damos al sueño después de Freud. Es indudable que Schreber no tema ninguna idea de ello.

3)
La nota de la página 65 es una fenomenología muy rica de las significaciónes ambiente en el contexto de una burguesía alemana de tradición bastante amplia, ya que podemos ubicar la historia de los Schreber a partir del siglo XVIII. Formaron parte de la vida intelectual de su país de modo bastante brillante, volveré a hablar luego de la personalidad del padre de Schreber. Los temas que surgirán en un segundo primer tiempo del delirio están ligados manifiestamente a ese complejo de cerco cultural cuya expansión vimos tristemente con el celebre partido que lanzo a toda Europa a la guerra. El cerco por los eslavos, por los judíos, todo ya esta presente en este buen hombre que no parece haber participado en ninguna tendencia política pasional, salvo, durante el período de sus estudios, en esas corporaciones estudiantiles que menciona.

Volveremos sobre la existencia de las almas que son el sostén de las frases que perpetuamente incluyen al sujeto en su tumulto. Llegarán con el paso del tiempo a achicarse hasta esos famosos hombrecitos que tanto atrajeron la atención de los analistas. Katan, en particular, consagro un articulo a estos hombrecitos que dieron pie a todo tipo de interpretaciones más o menos ingeniosas, como, por ejemplo, la de asimilarlos a los espermatozoides que el sujeto, habiendo rechazado a partir de determinado momento la masturbación, rehusa perder. No hay razón para rechazar una interpretación de este tipo, pero aún cuando la admitamos, ella no agota el problema.

Lo importante es que se trata de personajes regresivos que han vuelto a su célula procreadora original. Katan parece olvidar los muy antiguos trabajos de Silberer, quien fue el primero en hablar de sueños donde figuraban algunas imagenes del espermatozoide, o de la primitiva célula femenina del óvulo. En esa época, que puede parecer arcaica, Silberer había visto muy bien, sin embargo, que el problema era sobre todo saber que función cumplían esas imagenes, aunque fuesen fantasmáticas u oníricas. Por otra parte, es curioso ver, en 1908, a alguien tomar en cuenta la noción de que significan esas imagenes. Según el, su aparición tiene una significación mortal. Se trata de un retorno a los origenes. Es equivalente a una manifestación del instinto de muerte. En el presente caso, lo palpamos, ya que los hombrecitos se producen en el contexto del crepúsculo del mundo, fase verdaderamente constitutiva del movimiento del delirio.

En todo caso, no podemos dejar de preguntarnos en esta ocasión si no está en juego en Schreber cierta incompletitud de la realización de la función paterna. Todos los autores, en efecto, intentan explicar la eclosión del delirio de Schreber en relación a su padre. No es que Schreber en ese momento estuviese en conflicto con su padre, quien habla desaparecido hacia ya largo tiempo. No es que estuviese en un momento de fracaso en el acceso a funciones paternas, puesto que al contrario había entrado en una etapa brillante de su carrera, y estaba colocado en una posición de autoridad que parecía exigirle asumir verdaderamente una posición paterna, ofrecerle un apoyo para idealizar esa posición y referirse a ella. El delirio del presidente Schreber parece depender pues de un vértigo del éxito más que del sentimiento de fracaso. La comprensión que ofrecen los autores del mecanismo de la psicosis, al menos en el plano psíquico, gira a su alrededor.

Daré, por mi parte, tres respuestas acerca de la función del padre.

Normalmente, la conquista de la realización edíptica la integración y la introyección de la imagen edípica, se hace a través—Freud lo dice sin ambigüedad—de la relación agresiva. En otros términos, la integración simbólica se realiza a través de un conflicto imaginario.

Hay una vía de otra índole. La experiencia etnológica muestra la importancia, por más residual que sea, del fenómeno de la couvade: en este caso la realización imaginaria se hace por la puesta en juego simbolice de la conducta. ¿Lo que pudimos situar en las neurosis no es acaso algo de esta índole? El embarazo del histérico, descrito por Hasler, que se produce luego de una ruptura traumática de su equilibrio, no es imaginario, sino en verdad simbólico.

¿No hay una tercera vía, encarnada de algún modo en el delirio? Esos hombrecitos son formas de reabsorción, pero también son la representación de lo que sucederá en el futuro: el mundo será repoblado con hombres-Schreber, con hombres de espíritu schreberiano, a menudo seres fantasmáticos, procreación de después del diluvio. Tal es la perspectiva.

En suma, en la forma normal, el acento recae sobre la realización simbólica del padre a través del conflicto imaginario; en la forma neurótica o paraneurótica en la realización imaginaria del padre a través de un ejercicio simbólico de la conducta. Y aquí ¿qué vemos? Ni más ni menos que la función real de la generación.

Esto es algo que no le interesa a nadie, ni a los neuróticos, ni a los primitivos. No digo que estos no conozcan la función real que el padre desempeña en la generación. Simplemente, no les interesa. Les interesa el engendramiento del alma, el engendramiento del espíritu por el padre, el padre en tanto simbólico o en tanto imaginario. Pero, curiosamente, en el delirio, vemos surgir, en forma imaginaria, la función real del padre en la generación, al menos si admitimos la identificación que hacen los analistas entre los hombrecitos y los espermatozoides. Hay un movimiento giratorio entre las tres funciones que definen la problemática de la función paterna.

Estamos dedicados ahora a la lectura de este texto, y a la empresa de actualizarlo al máximo en el registro dialéctico significante-significado.

A todos y cada uno de los que aquí están, les diré lo siguiente: si abordan, como es seguramente legítimo hacerlo, la pregunta por el ser, no la tomen desde muy arriba. En la dialéctica fenoménica articulada que presenté, la palabra es realmente el centro de referencia.