Seminario 4: Clase 18, Circuitos, 8 de Mayo de 1957

¿Por qué el caballo? Del caballo al ferrocarril. Las idas y vueltas de Juan. Wegen y Wagen.

Si tuviera que recordaríes el carácter constitutivo de la incidencia de lo simbólico en el deseo humano, me parece que a falta de una adecuada acomodación en la experiencia más común y cotidiana, un ejemplo impactante podía encontrarse en la siguiente fórmula, que en su inmediatez y omnipresencia, a nadie puede pasarle desapercibida. Se trata de la formulación de aquel deseo que es tal vez el más profundo de todos los deseos humanos, en todo caso el más constante, deseo difícil de ignorar en algún momento decisivo de nuestra vida, la de cada cual, y en todo caso de la vida de quienes merecen nuestra mayor atención, quienes están atormentados por algún malestar subjetivo. Este deseo se llama, digamoslo de una vez, el deseo de otra cosa.

El deseo de otra cosa, ¿que puede querer decir en términos de coaptación instintual? ¿Qué puede significar en el registro de la relación de objeto, si se concibe como una evolución del desarrollo inmanente a sí misma, que crece con un empuje continuado que no se debería sino favorecer? Si la relación de objeto se remite a un objeto típico y de alguna forma preformado, ¿de donde puede venir el deseo de otra cosa?

Esta observación preliminar tiene la finalidad de ponerles, como dice Freud en alguna parte en sus cartas, a propósito de los dioses egipcios, en la (… )

Lo que acabo de decirles no carece de relación con mi tema, o sea con Juanito.

¿Qué tratamos de detectar hasta ahora en esta fomentación mítica que es la carácterística esencial de la observación de Juan?

Lo que llamo la fomentación mítica, son los distintos elementos significantes, tan ambigüos como les he demostrado que son cada uno de ellos, hechos para poder recubrir casi cualquier significado, pero no todos los significados a la vez. Cuando uno de los significantes cubre determinado elemento del significado, el resto de los elementos significantes en cuestión cubren otros distintos. Dicho de otra manera, la constelación significante opera por medio de lo que podemos llamar un sistema de transformaciones, es decir, un movimiento de rotación que, examinado en detalle, cubre en cada momento el significado de una forma distinta y, al mismo tiempo, parece ejercer sobre el una acción profundamente transformadora.

¿Por qué? ¿Cómo concebir la función dinámica de esta especie de operación de brujería, que tiene al significante como instrumento y, como fin o como resultado, una reorientación del significado, su repolarización o una reconstitución tras una crisis?

Si planteamos la cuestión bajo esta perspectiva, es porque creemos que se impone plantearía así En efecto, si nos interesamos en la fomentación mítica en el niño o, por decirlo con una expresión más corriente, aunque menos adecuada, que significa exactamente lo mismo, las teorías infantiles de la sexualidad, es porque no son algo superfluo, un sueño inconsistente, sino que contienen en sí mismas un elemento dinámico. De esto se trata en la observación de Juan, de otro modo no tendría ningún sentido.

Esta función del significante, tenemos que abordaría sin ideas preconcebidas y basándonos en esta observación, porque es más ejemplar que otras. Es que esta envuelta en el milagro de los orígenes, cuando, por así decirlo, el espíritu del inventor y de quienes le siguieron todavía no ha tenido tiempo de recuperar el lastre de toda clase de elementos tabú, y prescinde de la referencia a un real basado en prejuicios, los cuales vuelven a apoyarse en referencias anteriores, precisamente las mismas que son cuestionadas, demolidas, desvalorizadas, por el campo que se acaba de descubrir. La observación de Juan, en su frescura, conserva todavía todo su poder de revelación, casi diría todo su poder explosivo.

A lo largo de esta compleja evolución, el diálogo con el padre en el que esta enzarzado Juanito juega un papel inseparable del progreso de esa fomentación mítica. Ante cada una de las intervenciones del padre, la fomentación mítica, de alguna forma estimulada, se reanima, se pone a replicar y luego vegeta otra vez. Pero como Freud subraya expresamente, tiene sus leyes, sus necesidades propias. Lo que nos aporta Juan no es siempre, ni mucho menos, lo que esperábamos. Hace aportaciones sorprendentes, que el padre en todo caso ni se espera, aunque Freud nos indica que el sí las había previsto, pero también hace aportaciones más allá de lo que el propio Freud podía prever, porque Freud no disimula que muchos elementos permanecen aún sin explicación, a veces sin interpretación.

En cuanto a nosotros, ¿tenemos necesidad de que todos sean interpretados? A veces, podemos llevar un poco más lejos la interpretación hecha en colaboración por el padre y Freud. Pero lo que aquí tratamos de hacer es reconstituir las leyes propias de la gravitación, o de la coherencia, de ese significante aparentemente agrupado alrededor del caballo.

Freud nos lo dice expresamente, podríamos tener la tentación de calificar a la fobia por su objeto, en este caso el caballo, si no nos diéramos cuenta de que el caballo va mucho más allá del propio caballo. Se trata mucho más de una figura heráldica, que predomina, que centra todo el campo y está cargada de toda clase de implicaciones —ante todo implicaciones significantes.

Se requiere cierto número de puntos de referencia para indicar lo que a continuación será el progreso de nuestro camino.

No estamos abordando nada nuevo, porque el propio Freud lo articula de la forma más expresa. Este pasaje se sitúa tras el primer diálogo con el padre, cuando Juan empieza a extraer de la fobia lo que llamo sus implicaciones significantes. Lo que Juan es capaz de construir a su alrededor esta cargado de todo un aspecto mítico, incluso novelesco, ya que esta fantasmatización no concierne sólo al pasado, sino también a lo que le gustaría hacer con el caballo y en relación con el caballo. Sin duda, esto module su angustia y la acompaña, pero también tiene su propia fuerza de construcción. Tras la conversación de Juan con su padre, de la que luego volveremos a ocuparnos, Freud indica en otro momento que la fobia adquiere entonces mayor ímpetu, se desarrolla y muestra sus diversas fases. Y escribe —Aquí experimentamos lo difusa que es en realidad esta fobia. Se refiere al caballo, pero también al coche, así como al hecho de que los caballos se caigan, o que muerdan, caballos de determinada naturaleza, coches cargados o descargados—y patatín patatán, este es el tono que emplea Freud. Digamos sencillamente que todas estas particularidades dan en la clave, porque la angustia no tiene absolutamente nada que ver con los caballos, sino que secundariamente se ha trasladado a ellos y se ha fiado en el lugar—no del caballo, sino del complejo del caballo, más exactamente —en los elementos del complejo de los caballos, a los que se ha podido trasladar por lo tanto todo lo que se mostrará adecuado a determinadas transferencias.

Así que esta formulado en Freud de la forma más expresa —tenemos ahí dos polos. El polo principal es el de un significante que servirá de soporte para toda una serie de transformaciones, o sea para una reorganización del significado de acuerdo con todas las permutaciones posibles del significante. En principio —podemos suponerlo como hipótesis de trabajo, pues concuerda con todo lo que exige nuestra experiencia —el significado será al final distinto de lo que era al comienzo. Algo le habrá pasado al significado. En virtud del significante, el campo del significado se reorganizará o se extenderá de una forma cualquiera.

¿Por qué el caballo? Aquí podemos hacer filigranas. El caballo es un tema más bien rico en la mitología, las leyendas, los cuentos de hadas, en lo más constante, incluso lo más opaco de la temática onírica. La pesadilla se llama nightmare, o sea caballo de noche. Todo el libro del Sr. Jones se centra en esto. Nos muestra que no es por casualidad, que el caballo de noche no es tan sólo la aparición angustiante de la bruja nocturna, que el caballo, mare, sustituye a la bruja. Por supuesto, según lo acostumbrado, Jones busca por el significado, lo que le lleva a descubrir que todo esta en todo. No hay juego de la mitología antigua, ni incluso moderna, que se salve de ser de alguna forma, un caballo. Minerva e Hipias, Marte, Odin, Hermes, Zeus, todos tienen caballos, todos son caballos, todo es caballo en este libro. A partir de ahí no resulta difícil demostrar que la raíz MR, que es a la vez madre, mara y también la mer en francés, contiene en sí misma est a significación , tanto más fácil de encontrar cuanto que lo cubre casi todo.

Evidentemente, no vamos a proceder por esta vía. Es cierto que el caballo, como imagen, tiene toda clase de propensiones analógicas que hacen de él, en efecto, un receptáculo favorable para la simbolización de los elementos naturales con un lugar destacado en las preocupaciones infantiles en el momento en el que encontramos a Juanito. Pero no iremos a pensar que todas las explicaciones deben encontrarse por este lado. El acento que trato de dar aquí y que siempre y en todas partes se omite, es distinto —yo subrayo que en un momento crítico de la evolución de Juanito, interviene determinado significante con un papel polarizador, recristalizador. Esto, sin duda, de forma patológica pero no menos constituyente. Desde ese momento el caballo se pone a puntuar el mundo exterior con señales. Les recuerdo que Freud, más tarde, refiriéndose a la fobia de Juanito, hablará de la función de señal del caballo. Estas señales reestructuran para Juan el mundo, marcándolo profundamente con toda clase de límites, la propiedad y función de los cuales habremos de establecer seguidamente.

Una vez constituidos estos límites, se constituye al mismo tiempo la posibilidad, por el fantasma o el deseo, ya lo veremos, de una transgresión de dicho límite, a la vez que la posibilidad de un obstáculo, de una inhibición que detiene al sujeto antes del límite. Todo esto se hace con ese elemento que es un significante, el caballo.

La vía para comprender la función del caballo no es la de buscar el equivalente del caballo —si es el propio Juanito, o la madre de Juanito, o el padre de Juanito. Es sucesivamente todo esto y muchas otras cosas. Puede ser todo esto, puede ser cualquiera de estas cosas, porque Juanito hace lo que llamaré ensayos sucesivos para aplicar a su mundo el sistema significante coherente con el caballo con el fin de reestructurarlo, y en el curva de estos ensayos, el caballo va recubriendo sucesivamente determinados elementos de entre los componentes principales de su mundo en particular su padre, su madre, el mismo, Ana, su hermanita, sus compañeros, las niñas fantasmáticas y muchas otras cosas. La función del caballo, cuando se introduce como punto central de la fobia, es la de ser un término nuevo cuya propiedad consiste ante todo precisamente en ser un significante oscuro. El juego de palabras que acabo de hacerles, casi pueden tomarlo de forma completa —de alguna forma es insignificante. Aquí está su función más profunda —juega el papel de una reja de arado, con la función de refundir nuevamente lo real.
Podemos concebir su necesidad.

2)
Hasta que surge el caballo, todo le iba muy bien a Juanito.

La aparición del caballo es secundaria. Sigue a la angustia. Freud lo subraya, el caballo entra en funciones poco después de aparecer la señal difusa de la angustia. Y siguiendo hasta el final el desarrollo de esta función, o sea todo lo que se hace con el caballo, es como llegaremos a comprendería.

Juanito se encuentra pues de repente en una situación descompensada. ¿Por qué? Hasta determinado momento, el 5 o el 6 de Febrero de 1908, es decir, alrededor de un trimestre antes de su quinto aniversario, parece sobrellevarlo todo muy bien. Para decirlo de la forma más directa posible en los términos de referencia, los mismos que nos proporciona la observación, prosigue entre él y su madre ese juego engañoso y de seducción que hasta ahora había sido plenamente suficiente. La relación de amor con la madre introduce al niño en la dinámica imaginaria a la que poco a poco se va iniciando. Casi diría, por introducir aquí la relación con el seno bajo una nueva perspectiva, quiero decir en el sentido de regazo, que se insinúa. Ya hemos visto como se despliega en todo momento al principio de la observación el juego de Juan con el objeto oculto, en una especie de perpetuo velamiento y alzamiento del velo. Ahora bien, en estas relaciones con la madre que hasta entonces se desarrollaban en base a este juego, en este diálogo alrededor de lo presente o lo ausente simbólico, se produce algo, que es la introducción de determinados elementos reales. Y de repente, para Juan se violan todas las reglas.

Resultan dos cosas. La primera es esta. En el momento en que Juan se encuentra más en condiciones de responder cash a ese juego, quiero decir de mostrar al fin, y de verdad, en el estado más glorioso, su pequeña verga, es rechazado. Su madre le dice literalmente que no sólo está prohibido, sino que es una Schweinerei, una marranada, algo repugnante. No puede pasarnos desapercibido aquí un elemento esencial. Por otra parte, Freud subraya que los efectos de la intervención despectiva no se producen enseguida, sino en forma de contragolpes. Subraya literalmente ese término de après coup que promuevo hasta el agotamiento situándolo en un lugar destacado de la reflexión analítica. Dice nachtragliche Gehorsam, obediencia a posteriori. Gehor, es el oído y la audiencia, Gehorsam, la sumisión, la docilidad. Así, estas amenazas y bufidos no inciden inmediatamente, sino después de cierto tiempo.

Por otra parte, aquí no voy a ser nada parcial —el significante no es lo único que está en juego, también hay un elemento real de comparación, Vergleichung, que Freud subraya claramente y no sólo entre líneas. Juan había conseguido, mediante elementos de comparación entre lo grande y lo pequeño, situar en su justa medida el carácter reducido, ínfimo, ridículamente insuficiente del órgano en cuestión. Este elemento real sobreañadido lastra el bufido que, para él, hace tambalearse ya hasta los cimientos el edificio de las relaciones con su madre.

Añadan a esto —segundo elemento— la presencia de la pequeña Ana. De entrada es captada bajo diversos aspectos, desde múltiples puntos de vista, de acuerdo con modos de asimilación muy diversos. Pero cada vez más se convierte en la prueba de que, de algún modo, hay ahí muy presente otro elemento del juego, capaz de ser una amenaza para todo el edificio, los principios y las bases del propio juego, hasta convertiría a él posiblemente, dado el caso, en superfluo. Quienes tienen experiencia con niños saben que se trata de hechos de la experiencia común que el análisis del niño pone constantemente a nuestro alcance.

Lo que por ahora nos ocupa, es de que forma operará el significante en medio de todo esto. ¿Qué hay que hacer? Ir a los textos, saber leer y construir. Cuando las cosas se reproducen con los mismos elementos, pero ordenados de otra manera, es preciso saber registrarlos tal cual, sin buscar en ellos referencias analógicas lejanas, alusiones a acontecimientos interiores extrapolados que supongamos en el sujeto. No se trata, como decimos en nuestro lenguaje ordinario, del símbolo de algo que este cogitando, sino de otra cosa muy distinta —son leyes en las que se manifiesta la estructuración, no de lo real, sino de lo simbólico, y que interactúan entre ellas. Operan, por así decirlo, por sí solas de forma autónoma, o al menos por un tiempo nos conviene considerarlas asíi , para ver si en efecto esta operación de reorganización o de reestructuración es lo que opera en este caso.

Ahora voy a ilustrárselo.

El 22 de Marzo, como todos los domingos —punto esencial—, el padre ha llevado a su Juanito a Lainz a ver a la abuela. Representemos los lugares.

El núcleo de la ciudad de Viena se sitúa a villas de un brazo del Danubio. La casa de los padres de Juanito se encuentra en esta parte de la ciudad interior, rodeada por el Ring.

Detrás de la casa se encuentra el despacho de aduanas. Un poco más lejos, la famosa estación de la que a menudo se habla en la observación. Enfrente, tenemos un bello museo, el Museumfur Kunst Industrie. A esta estación es a donde Juan piensa ir cuando haya hecho algún progreso y consiga atravesar un campo que hay delante de casa. Todo me lleva a pensar que la casa está situada muy cerca del final de la calle de detrás de la aduana, pues en una ocasión menciona que están muy cerca de la vía del Nordbahn, y el Nordbahn está al otro lado del canal del Danubio. Hay no pocas pequeñas organizaciones de ferrocarriles en Viena, que vienen del Este, del Oeste, del Norte y del Sur, además de multitud de ferrocarriles locales, en particular una vía de circunvalación a un nivel inferior, probablemente aquella a la que se tiro la joven homosexual de quien les hablé a comienzos de este año. Por lo que se refiere a la aventura de Juanito, dos vías nos interesan especialmente. Hay un ferrocarril de enlace, Verbindungsbahn, que tiene la propiedad de conectar el Nordbahn con la Sudbahnstation, detrás del bloque de casas entre las cuales se encuentra la casa de Juanito, desde donde el puede ver las vagónetas —las draisines, como dice Freud— en las que tanto desea ir. Entremedias todavía se pasa por otra estación. Es este ferrocarril, en algunos tramos subterráneo, el que va a Lainz.

Ese domingo 22 de Marzo, el padre le propone a Juanito una ruta algo más complicada de lo habitual.

Tomarán el Stadtbahn y harán una parada en Schonbrunn, que es el Versalles vienés. Ahí se encuentra el jardín zoológico a donde va Juanito con su padre y que tan importante papel desempeña en la observación. Es un Versalles mucho menos grandioso. La dinastía de Habsburgo estaba probablemente mucho más cerca de su pueblo que la de los Borbones, porque se ve claramente que, aún tratándose de una época en la cual la ciudad era mucho menos extensa, el horizonte esta ahí mismo. Después de visitar el parque de Schonbrunn, tomarán un tranvía de vapor—en esa época el tranvía 60—que les llevará a Lainz. Para darles una idea de la escala, Lainz está más o menos a la misma distancia de Viena que Vaucresson de París. Ese tranvía continua hasta Mauer y Modling. Cuando van sólo a casa de la abuela, toman un tranvía que pasa mucho más al sur y llega directamente hasta Lainz. Hay otra linea de tranvías que enlaza esta línea directa con el Stadtbahn. EL trasbordo se hace en la estación del famoso Sankt-Veit.

Esto les permitirá entender lo que dice Juanito el día que fantasea que parte de Lainz para volver a casa, cuando afirma que el tren se va con él y su abuela, y el padre, que ha perdido el tren, ve llegar el segundo tren proveniente de Sankt-Veit. Esta red forma por lo tanto un bucle virtual —las dos líneas no se juntan, pero ambas permiten llegar a Lainz.

Algunos días después, en una conversación con su padre sobre las jirafas, Juanito produce algo que se incluye entre las cosas que declare haber pensado. Incluso cuando pretende a toda costa hacerle decir que las ha sonado, el subraya que se trata de cosas que ha pensado —Nein, nicht geträumt; ich hate’ mir’s gedacht.

El punto esencial a tener en cuenta es que aquí interviene el Verkehrskomplex. El propio Freud nos lo indica —es natural, dice, tal como están las cosas, que lo relaciónado con los caballos y todo lo que estos hagan, se extienda mucho más allá dentro del sistema de los transportes. En otras palabras, en el horizonte trazado por los circuitos del caballo, están los circuitos del ferrocarril.

Esto es tan cierto y evidente, que la primera explicación que le da Juan a su padre cuando le confía los detalles de la vivencia de su fobia está relaciónada con la presencia, enfrente de su casa, de un patio y una avenida muy ancha. Se comprende porque atravesarlos es para Juanito todo un desafío. Delante de la casa, las vagonetas arrastradas vienen a cargar y a descargar, se alinean a lo largo de una rampa de descarga.

Así, desde la primera ocasión en que Juanito empieza a explicarse un poco sobre su fobia al caballo, queda indicada con la mayor claridad la tangencia del sistema circuito del caballo respecto del sistema circuito del ferrocarril.

¿Qué dice Juanito el 5 de Abril? Que algo que le gustaría con locura sería trepar al coche, donde ha visto a los chicos jugar encima de los sacos y los paquetes. Pasaría deprisa, geschwind, y podría alcanzar la pasarela, o sea la rampa de carga. ¿De qué tiene miedo? De que los caballos se pongan en marcha, impidiéndole hacer todo eso rápidamente y luego, enseguida, bajarse.

De cualquier manera, esto debe tener algún sentido. Para comprender este sentido, como para comprender lo que sea en el sistema de funcionamiento significante, no hay que partir de una idea así —¿qué puede tener que ver la pasarela con todo esto? ¿Qué será el coche? ¿Qué será el caballo? Con toda seguridad, el caballo es algo, y al final podremos decir para que servía, cuando lo sepamos por su funcionamiento. Pero todavía no podemos saber nada.

Fijémonos en ese caballo. El padre lo hace, todo el mundo lo hace, menos los analistas, que releen sin cesar la observación de Juanito tratando de leer en ella otra cosa, por ejemplo los Tres ensayos. EL padre, por su parte, esta interesado y le pregunta a Juan por qué tiene miedo —¿Será tal vez porque no podrías volver? —Oh, no, jqué va!, dice Juanito, sé muy bien donde vivo, siempre podría decirlo y me traerían de vuelta. Hasta puede que viniera con el coche. No hay problema

Nadie parece fijarse, pero es patente que si Juan tiene miedo de algo, ese algo no es de ningún modo simplemente eso que a nosotros nos iría tan bien. Esto podría ir también en el sentido en el que yo les esbozo una comprensión de las cosas —en efecto, Juanito se ve arrastrado por la situación, y la historia del coche sería una bonita metáfora. Pues bien, no es así, sabe muy bien que siempre volverá a su punto de partida. Si tuviéramos un poquito de entendederas, podríamos decir que tal vez esta es la cuestión, o sea que en efecto, haga lo que haga, no hay manera de salir. Simple indicación que les hago de paso. Limitarnos a eso sería tal vez demostrar demasiada sutileza y no el suficiente rigor.

Mas bien debemos advertir que en la observación hay situaciones que por fuerza se han de comparar con esta. Debemos fijarnos, porque ahora vemos claro que eso es precisamente la fenomenología misma de la fobia. Vemos la completa ambigüedad entre lo deseado y lo temido. Podríamos creer que lo que angustia a Juanito es el hecho de irse y de ser arrastrado, pero de acuerdo con su propio testimonio, con el hecho de partir no es bastante, porque el sabe de sobra que uno siempre vuelve. En consecuencia, ¿que puede significar que en cierta forma quiera ir más allá?

Sin duda, podemos aceptar provisionalmente esta fórmula, quiere ir más allá, en una especie de construcción mínima. Si todo su sistema anda algo trastornado es porque ya no se respetan las reglas del juego, Juanito puede sentirse pura y simplemente atrapado en una situación insostenible —el elemento más insostenible de la situación es no saber ya donde situarse el mismo.

Examinaré ahora otros elementos que de alguna forma reproducir lo que indica el fantasma del temor fóbico.

Primer fantasma. Juanito va a marcharse con los caballos, la pasarela de descarga se alejara y luego el volverá a reunirse con su madre, algo demasiado deseado o demasiado temido, ¿quién sabe?

Tras leer y releer la observación, por lo menos recordamos otras dos historias.

En primer lugar, se trata de un fantasma que no surge en un momento cualquiera y en el aparece supuestamente el padre. Su fecha es el 11 de Abril. Esta vez, se trata también de una vía de ferrocarril, pero están dentro de un vagón. Juan esta con su padre, llegan a la estación de Gmunden, donde pasaran sus vacaciones de verano, recogen sus cosas, se cambian de ropa. Se diría que en aquella época, tal vez no tan ágil como la nuestra, hacer el equipaje y facturarlo representaba siempre un quebradero de cabeza. El propio Freud lo dice en la observación de la joven homosexual, comparándolo con el desarrollo de un análisis —la primera etapa del análisis corresponde a hacer el equipaje, la segunda a embarcarlo en el tren. Cuando el tren se va, Juan y su padre todavía no han tenido tiempo de vestirse de nuevo.

Luego está el tercer fantasma que Juan le cuenta a su padre el 21 de Abril y que llamaremos la escena del muelle. Se sitúa justo antes de lo que llamaremos el gran diálogo con el padre —esto son etiquetas convencionales destinadas a facilitar la localización posteriormente. Juan ha pensado que se iba de Lainz con la abuela, a quien va a ver con su padre todos los domingos. No nos dicen absolutamente nada de ella en toda la observación, lo que hace pensar en el carácter temible de la dame, porque a los contemporaneos les resultaba mucho más fácil que a mi situar a toda la familia. La de Lainz, como la llama Juanito, se ha embarcado supuestamente con el en el tren, antes de que su padre consiguiera cruzar la pasarela, y se van, pero como pasan muchos trenes y se ve la línea hasta Sankt-Veit, Juan cuenta que llega al anden a tiempo para tomar el segundo tren con su padre.

Si Juanito se había marchado ya, ¿cómo ha vuelto? Aquí está el obstáculo, y en verdad, un obstáculo que nadie ha conseguido dilucidar. Estas preguntas, el padre se las plantea , y la observación consagra doce líneas a lo que pudo haber pasado dentro de la cabeza de Juanito. En cuanto a nosotros, conformémonos con nuestros esquemas.

En el primer esquema, parten dos, él y la abuela. En el segundo, misteriosamente, esta la vía de lo imposible, de la no solución. En el tercero acaban volviendo a partir dos, el y el padre. En otros términos, hay algo que por fuerza llama la atención si se conocen ya los dos polos de la observación —al comienzo, el drama materno, que evidentemente se subraya, una y otra vez, y al final, ahora estoy con el padre. No puede pasar desapercibida la relación que hay entre esa ida y vuelta implacable hacia la madre y, un día. buen día al menos, el sueño de irse de una vez con el padre. Es una simple indicación, pero esta clara, sólo que es imposible y no se ve de ninguna manera como Juanito, si ya se había ido con la abuela, puede volver a irse con el padre. Sólo es posible en lo imaginario.

Lo que vemos aparecer aquí como en filigrana es el esquema fundamental que, como les he dicho, es el de todo progreso mítico —se parte de un imposible, de un obstáculo, para llegar a otro obstáculo y a otra imposibilidad. En el primer caso, es imposible librarse de esa madre, siempre se acaba volviendo a ella, no me digas que si estoy ansioso es porque ella no está. En el segundo caso, la idea es que no hay más que hacer una permutación e irse con el padre. El propio Juan lo pensaba —tanto es así, que se lo escribió al Profesor, el mejor uso que pueda uno hacer de los propios pensamientos. Pero en el texto del mito se revela que es imposible, que en alguna parte siempre hay algún hiato.

La cosa no se limita a esto. Los mismos elementos de este esquema nos permiten equipararlos con el esquema del enganche.

¿Con quién está uno enganchado? Este es seguramente uno de los elementos primeros de la aparición de la elección del significante caballo, o de su empleo. La dirección en la que se produce el acoplamiento es inútil discernirla, porque Juan opera en el sentido dictado por las ocasiones favorables aportadas por la función caballo. Podemos decir incluso que esto oriento su elección del caballo. El mismo se ocupa de mostrarnos su origen cuando nos dice en que momento cree haber pillado la tontería. Lo dice el 9 de Abril, en un diálogo con el padre, en un momento que no es cualquiera, como no lo es ningún otro, ya veremos después de que ocurre.

Juan estaba jugando a los caballos, y entonces ocurrió algo de gran importancia para proporcionar el primer modelo del fantasma de la herida, que luego se manifestará a propósito de su padre, pero primero fue extraído de lo real, precisamente en uno de esos juegos, cuando su amigo Fritz se hirió en un pie.

A una pregunta de su padre, Juan responde que el caballo puede ir ohne Wagen, sin coche, y en este caso el coche permanece en casa, o por el contrario el caballo puede ir enganchado a un coche. El propio Juan articula que el caballo es en primer lugar y ante todo un elemento hecho para ser enganchado, amovible, acoplable. Este carácter amboceptor que encontramos en todo momento en el funcionamiento del caballo, está presente en la experiencia misma de donde lo ha extraído Juan. El caballo, antes de ser un caballo, es un elemento que une y coordina, y precisamente en esta función de mediación lo encontramos a lo largo de todo el desarrollo del mito. Por si fuera necesario para fundamentar lo que confirmará completamente el desarrollo que luego haré de la función del significante, el propio Juan nos lo indica expresamente, se trata de ir en esta dirección, la de la coordinación gramatical del significante.

En efecto, en el mismo momento en que articula esto a propósito del caballo, el propio Juan dice—Entonces fue cuando pillé la tonteria, da hab’ich die Dummbeit gekriegt. EL verbo kriegen, pillar, empleado en todo momento a propósito de la tontería, se dice a propósito de pillar a niños —como se dice literalmente que una mujer pilla a un niño. Esto no pasó desapercibido a los autores, o sea el padre y Freud. Aquí hay una extensa nota de Freud, es algo que despierta el interés de todo el mundo, hasta el punto que se le plantea al traductor un pequeño problema, resuelto, por una vez, de forma muy elegante. Juan dice siempre —wegen dem Pferd, esta es su cantinela, a causa del caballo, pillé la tontería. Ahí Freud no puede equivocarse y reconoce que puede hacerse una asociación de palabras entre wegen y Wagen, en plural, que quiere decir de los coches. Así es como funciona el inconsciente.

En otras palabras, el cabal lo arrastra el coche exactamente de la misma forma que eso que arrastra la palabra wegen. Por lo tanto, no es abusivo decir que precisamente cuando Juan esta expuesto a algo que ni siquiera es un por qué —pues más allá del punto hasta donde se respetan las reglas del juego, sólo hay trastorno, falta de ser, falta de por qué — va arrastrando un porque que no responde a nada, con algo que es precisamente esa x pura y simple que es el caballo.

En otras palabras, en el nacimiento de la fobia, en el mismo punto donde surge, nos hallamos ante el proceso típico de la metonimia, es decir, ante el paso del peso del sentido, o más exactamente de la interrogación que supone esto que digo, desde un punto de la línea textual hasta el punto siguiente. Esta es la definición misma de la metonimia en su estructura. Si el término dem Pferd adquiere su valor articulatorio y asume todas las esperanzas de solución, es porque este es el término siguiente al que wegen transfiere todo su peso, el cual queda así velado. La hiancia de la situación de Juan está completamente vinculada con esta transferencia de peso gramatical.

A fin de cuentas, aquí volvemos a estar en las asociaciones concretas, no imaginadas en no se que hiperespacio psicológico, y las hay de dos clases —en primer lugar, la asociación metafórica, que responde a una palabra con otra que puede sustituirla, en segundo lugar, la asociación metonímica, que responde a una palabra con la siguiente palabra que pueda haber en una frase. Estas dos clases de respuestas, las ven ustedes en la experiencia psicológica. Lo llaman asociaciones porque pretenden que ocurra en algún lugar en las neuronas cerebrales. Yo, de eso no se nada. Como analista al menos, no quiero saber nada. Estos dos tipos de asociaciones que se llaman la metáfora y la metonimia, las encuentro donde están, en el texto de ese baño de lenguaje donde Juan esta sumergido.

Ahí es donde encontró el la metonimia original aportada por el caballo, primer término alrededor del cual se reconstituirá todo su sistema.