Seminario 4: Clase 3, El significante y el Espíritu Santo, 5 de Diciembre de 1956

La imagen del cuerpo y su significante. La factoría del yo El significante, el significado y la muerte. La transmisión significante del objeto. Su discordancia imaginaria.

Ayer escucharon una exposición de la señora Dolto sobre la imagen del cuerpo. Las circunstancias quisieron que únicamente pudiera decir lo bien que me parecía. De haber tenido que hablar de el, hubiera sido para situar ese trabajo en relación con lo que estamos haciendo aquí, es decir, en suma, para producir enseñanza, y esto es algo que me disgusta hacer en un contexto de trabajo científico, que es algo de una naturaleza muy distinta. Así que de todas formas no me molesta no haber tenido que hacerlo.

Si ahora partimos de la imagen del cuerpo tal como ayer nos fue presentada, para situarla en relación con este seminario, diría algo que todos ustedes saben de sobra y es evidente como algo primordial —la imagen del cuerpo no es un objeto.

Si ayer noche se hablo de objeto, fue para tratar de definir los estadios del desarrollo, y en efecto la noción de objeto es importante en este sentido. Sin embargo, no sólo la imagen del cuerpo no es un objeto, sino que además no puede convertirse en un objeto. Esta observación tan simple, que nadie ha hecho sino de forma indirecta, les permitirá situar exactamente el carácter de la imagen del cuerpo en oposición a otras formaciones imaginarias.

Efectivamente, en la experiencia analítica nos ocupamos de objetos a propósito de los cuales podemos preguntarnos por su naturaleza imaginaria. No digo que su naturaleza sea imaginaria, sino que esta es la cuestión central que nos planteamos como introducción al nivel de la clínica que ahora nos interesa en la noción del objeto. Esto no quiere decir que nos atengamos a la tests del objeto imaginario, ni que sea nuestro punto de partida —tanto es así, que precisamente es lo que cuestionamos.

Este objeto posiblemente imaginario tal como se da de hecho en la experiencia analítica, ustedes ya lo conocen. Para fijar las ideas, ya tome dos ejemplos en los que, como ya dije, voy a centrarme —la fobia y el fetiche.

Se equivocarían si pensaran que estos objetos ya han revelado su secreto Ni mucho menos. Por muchos ejercicios, acrobacias, contorsiones o génesis fantasmática que se hayan llegado a hacer, sigue siendo de todos modos bastante misterioso que en ciertas épocas de su vida, los niños, machos o hembras, se consideren obligados a tener miedo de los leones, si el león no es un objeto que suela encontrarse demasiado a menudo en su experiencia. Es difícil hacer surgir su forma de un dato primitivo, inscrito por ejemplo en la imagen del cuerpo Puede uno empeñarse en eso, como en cualquier otra cosa, pero queda sin embargo un residuo Ahora bien, los residuos en las explicaciones científicas son siempre lo más fecundo Si se tienen en cuenta, y en todo caso como se progresa no es ocultándonos, sin lugar a dudas.

Del mismo modo, ya han podido ustedes constatar que el número de fetiches sexuales es bastante limitado ¿Por que? Aparte de los zapatos, cuyo papel es tan sorprendente que podemos preguntarnos por que no se les presta más atención, encontramos ligas, calcetines, sujetadores y poca cosa más—todo ello muy próximo a la piel. Lo principal es el zapato ¿Como se podía ser fetichista en la época de Cátulo? Aquí también hay un residuo.

He aquí objetos a propósito de los cuales nos preguntaremos si son objetos imaginarios. ¿Como concebir su valor cinético en la economía de la libido?. Se trata de algo que pueda resultar de una génesis, es decir, a fin de cuentas, de una ectopía con respecto a determinada relación típica? Surgen estos objetos simplemente de la sucesión típica de lo que llaman estadios?

De cualquier forma, estos objetos, si lo son, de los que ayer se ocuparon ustedes, nos resultan muy incómodos. A juzgar por el interés suscitado en la asamblea y la importancia de la discusión, el tema es fascinante. A primera vista se trata, como se dijo, de construcciónes que ordenan, organizan, articulan algo vivido Pero lo más chocante es el uso que de dichas construcciónes hace —uso que no dudamos ni por un instante que sea eficaz— la operadora, en este caso la Sra. Dolto. Sin duda se trata de un hecho que sólo puede situarse a partir de las nociones de significado y de significante, que sólo así puede entenderse. Este objeto, o supuesto objeto, esta imagen, la señora Dolto la use como un significante. Como significante participa la imagen en su diálogo, como significante representa algo. Esto es particularmente evidente por el hecho de que ninguna se sostiene por si misma. Cada una de esas imagenes adquiere en relación con otra su valor cristalizador, orientador, penetra en el sujeto en cuestión, o sea en el niño pequeño.

Así que una vez más nos encontramos con la noción del significante.

1)
Como aquí se trata de una enseñanza y no hay nada más importante que los malentendidos, empezaré destacando que he podido constatar, directa e indirectamente, que algunas de las cosas que dije la última vez cuando hablé de la noción de realidad no se entendieron.

Dije que los psicoanalistas tenían de la realidad una noción tan mítica que resulta ser como la que durante decenios ha obstaculizado el progreso de la psiquiatría, cuando se hubiera podido creer que el psicoanálisis iba a liberarla. Este obstáculo consiste en ir a buscar la realidad en algo cuya carácterística sería la de ser más material. Para hacerme entender, di el ejemplo de la central hidroeléctrica y dije que era como si, frente a los distintos accidentes posibles, incluyendo entre estos accidentes la disminución de actividad, sus ampliaciones o sus reparaciones, se pretendiera estar razonando correctamente sobre lo que se debe hacer remitiéndose a la materia primitiva que interviene para hacerla funcionar, en este caso el salto de agua.

En esto, vinieron a decirme —¿Que busca ahí? Imagínese que para el ingeniero todo se reduce a ese salto de agua. Habla usted de energía acumulada en la central , pero esta energía no es más que la transformación de la energía potencial dada de antemano en el lugar donde instalamos la central. Para calcularla, le basta al ingeniero con medir la altura del pantano con respecto al nivel al que ha de caer el agua. Todo esto ya esta comprendido en la energía potencial. La potencia de la central esta ya determinada por las condiciones anteriores.

Esta objeción reclama diversas observaciones. En primer lugar, para hablarles de la realidad, empece definiéndola por la Wirlichkeit, la eficacia del sistema, en este caso el sistema psíquico Por otra parte, quise precisarles el carácter mítico de cierta concepción de la realidad y la situé con el ejemplo de la central eléctrica. No tuve tiempo de exponerles la tercera perspectiva que puede servir para presentar el tema de lo real, es decir, precisamente, poner el énfasis en lo que esta antes.

Siempre nos encontramos con esto. Desde luego, es una forma legítima de considerar la realidad fijarse en lo que hay antes de que se haya producido un funcionamiento simbólico, incluso es lo más sólido del espejismo que sostiene la objeción que me hicieron. No estoy en absoluto negando que antes haya algo. Por ejemplo, antes de que Yo [Je] advenga, había algo, estaba el ello. Se trata simplemente de saber que es este ello.

En el caso de la central hidroeléctrica, me dicen, lo que hay antes es la energía. Nunca he dicho lo contrario. Pero entre la energía y la realidad natural, hay un mundo La energía sólo empieza a contar en cuanto la medimos. Y ni siquiera puede pensarse en contarla antes de que haya centrales en funcionamiento. Estas nos obligan a hacer numerosos cálculos, incluyendo en efecto la energía de la que se deberá disponer. En otros términos, la noción de energía se construye efectivamente a partir de la necesidad que se impone una civilización productiva que quiere que le salgan las cuentas —¿qué trabajo se debe invertir para obtener una retribución disponible de eficacia?

Esta energía, la medimos siempre por ejemplo entre dos puntos de referencia; No existe una energía absoluta de un deposito natural, hay una energía de este deposito con respecto a un nivel inferior al que irá a parar el líquido que fluye cuando se añada al deposito un canal de vertido Pero por si sólo el canal de vertido no baste para permitir el calculo de la energía —la energía sólo es calculable en relación con el nivel inferior del agua.

Pero no es esta la cuestión. La cuestión es que se requieren determinadas condiciones naturales para que haya el menor interés por medir la energía. No importa cual sea la diferencia de nivel en el descenso del agua, que se bate de chorritos o incluso de gotitas, eso puede suponer ciertamente en potencia cierto valor de energía en reserva, sólo que no le interesa a nadie. Hace falta todavía que, en la naturaleza, las materias que empleará la máquina se presentan en cierta forma privilegiada y, por decirlo todo, de forma significante. Sólo se instala una central allí donde algunas cosas privilegiadas se presentan en la naturaleza como utilizables, como significantes y, dado el caso, como mensurables. Es preciso que se este ya en la vía de un sistema tomado como significante. Esto no admite discusión. Lo importante es la similitud que he establecido con el psiquismo Veamos ahora como se plantea.

La noción energética condujo a Freud a forjar una noción que debe usarse en el análisis de forma comparable a como se use la de la energía. Se trata de una noción que, como la de la energía, es completamente abstracta y consiste en una simple petición de principio, destinada a permitir cierto juego del pensamiento Sólo permite plantear, y aún de forma virtual, una equivalencia, la existencia de un término de comparación, entre manifestaciones que se presentan como muy distintas cualitativamente. Se trata de la noción de libido.

No hay nada menos fijado a un soporte material que la noción de libido en el análisis. Hay quien se maravilla de que Freud, en los Tres ensayos, hablara por primera vez, en 1905, del soporte psíquico de la libido en términos tales que la difusión ulterior de la noción de hormona sexual no le obligo apenas a modificar este pasaje. No hay de que maravillarse. La referencia a un soporte químico no tiene estrictamente hablando ninguna importancia tratándose de la libido Freud lo dice —que sea una, o que hayan varias, o una para la feminidad y una para la masculinidad, dos o tres para cada una de ellas, o que sean intercambiables, o que haya una y sólo una como en efecto es muy posible que suceda, todo eso no tiene ninguna importancia porque, de todos modos, la experiencia analítica nos exige pensar que no hay más que una sola y única libido Así, Freud sitúa enseguida la libido en un piano, si puedo decirlo así, neutralizado, por paradójico que este término les parezca.

La libido es lo que vincula el comportamiento de los seres entre si y les daré, por ejemplo, una posición activa o pasiva —pero, nos dice Freud, esta libido tiene, en todos los casos, efectos activos, incluso en la posición pasiva, pues desde luego hace falta una actividad para adoptar la posición pasiva. De este modo viene Freud a indicar que, por este hecho, la libido se presenta siempre bajo una forma eficaz y activa, aspecto que la emparentaría más bien con la posición masculina. Freud llega a decir que sólo la forma masculina de la libido esta a nuestro alcance.

Todo esto sería muy paradójico si no se tratara simplemente de una noción que sólo esta ahí para permitirnos encarnar ese vínculo que se produce a un nivel determinado, estrictamente hablando el nivel imaginario, en el cual el comportamiento de un ser vivo en presencia de otro ser vivo le está vinculado por los lazos del deseo, la apetencia , efectivamente uno de los resortes esenciales del pensamiento freudiano para organizar lo que esta en juego en todos los comportamientos de la sexualidad.

Estamos acostumbrados a considerar el Es como una instancia estrechamente relaciónada con las tendencias, los instintos, la libido Pero ¿qué es el Es? ¿Con qué nos permite compararlo la noción de la central eléctrica? Pues bien, precisamente con la central, tal como se le presenta a alguien que no sabe en absoluto como funciona. El personaje inculto que la ve, cree tal vez que el genio de la corriente se pone a hacer de las suyas en el interior y transforma el agua en luz o en fuerza.

El Es es lo que, en el sujeto, es susceptible, por mediación del mensaje del Otro, de convertirse en Yo (Je). He Aquí la mejor definición.

Si el análisis nos aporta algo, es esto—el Es no es una realidad bruta, ni simplemente lo que est a antes, el Es ya esta organizado, articulado, igual como esta organizado, articulado, el significante.

Esto es cierto igualmente para lo que produce la maquina. Toda la fuerza que ya esta ahí podrá ser transformada, sólo con una diferencia, que no sólo se transforma, también se puede acumular. Este es incluso el interés esencial del hecho de que se bate de una central eléctrica y no sólo de una central hidromecánica, por ejemplo Aunque toda esa energía este antes, sin embargo, una vez construida la central, nadie puede discutir que hay una diferencia sensible, no sólo en el paisaje, sino en lo real.

La central no se ha construido por intervención del Espíritu Santo. Más exactamente, se ha construido por intervención del Espíritu Santo, y Si lo dudan, se equivocan.

Si les hago esta teoría del significante y del significado, es precisamente para recordarles la presencia del Espíritu Santo, que es absolutamente esencial para el progreso de nuestra comprensión del análisis .

2)
Planteemos esto a otro nivel, el del principio de realidad y el principio de placer.

¿En que sentido los dos sistemas, primario y secundario, se oponen? Si nos atenemos únicamente a lo que los define desde fuera, podemos decir esto —lo que sucede en el sistema primario esta gobernado por el principio del placer, es decir, por la tendencia a volver al reposo, y lo que sucede en el sistema de realidad se define por lo que fuerza al sujeto a la conducta del rodeo en la realidad, como suele decirse, exterior. Ahora bien, nada en estas definiciones concuerda con la sensación resultante del carácter conflictivo y dialéctico del uso de estos dos términos en la práctica, en su uso concreto, al que ustedes se libran todos los días. Nunca usan de estos sistemas sin añadirles un índice particular que es de alguna forma, para cada cual, su propia paradoja, a veces eludida, pero nunca olvidada en la práctica.

La paradoja del principio del placer es esta. Lo que en el ocurre se presenta sin dude, tal como se indica, como vinculado con la ley del retorno al reposo, la tendencia del retorno al reposo. Sin embargo, si Freud introdujo la noción de libido, y el lo dice formalmente, es porque el placer en el sentido concreto, el Lust, tiene en alemán un sentido ambigüo que el subraya —es a la vez el placer y la apetencia, es decir, el estado de reposo pero también la erección del deseo. Estos dos términos, aún pareciendo contradictorios, no están menos eficazmente vinculados en la experiencia.

No es menor la paradoja que se encuentra en el nivel de la realidad. Del mismo modo que en el principio del placer hay, por una parte, el retorno al reposo, pero por otra parte esta la apetencia, igualmente no sólo hay esa realidad contra la cual se tropieza, también esta el rodeo, el desvío de la realidad.

Esto parece mucho más claro si, correlativamente a la existencia de los dos principios, hacemos intervenir los dos términos que los vinculan y permiten su función dialéctica —es decir los dos niveles de la palabra expresados en las nociones de significante y de significado.

Ya situé en una especie de superposición paralela el curso del significante, o el discurso concreto por ejemplo, y el curso del significado— en el, y como significado, se presenta la continuidad de lo vivido, el flujo de las tendencias en un sujeto y entre sujetos.
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Esta representación es tanto más valida, cuanto que no puede concebirse nada, no sólo de la palabra, ni del lenguaje, sino tampoco de los fenómenos que se presentan en el análisis, sin admitir la posibilidad de perpetuos deslizamientos de significado bajo el significante y de significante sobre el significado. Nada se explica en la experiencia analítica sin este esquema fundamental.

Este esquema supone que lo que es significante de algo puede convertirse en todo momento en significante de otra cosa, y todo lo que se presenta en la apetencia, la tendencia, la libido del sujeto, esta siempre marcado por la impresión de un significante —lo cual no excluye que haya tal vez alguna otra cosa en la pulsión o en la apetencia, algo que de ningún modo esta marcado por la impresión del significante. El significante se introduce en el movimiento natural, en el deseo o en la demanda, término al que recurre la lengua inglesa como expresión primitiva del apetito, calificándolo como exigencia, aunque el apetito no este de por si marcado por las leyes propias del significante. Así, puede decirse que la apetencia se convierte en significado.

La intervención del significante plantea un problema que me llevo a recordarles hace un momento la existencia del Espíritu Santo, que hace dos anos ya vimos que era para nosotros, que es en el pensamiento y en la enseñanza de Freud. El Espíritu Santo es la entrada del significante en el mundo.

Esto es sin lugar a dudas lo que Freud aporto bajo el término de instinto de muerte. Se trata de ese límite del significado nunca alcanzado por ningún ser vivo, que incluso nunca se alcanza en absoluto, salvo en este caso excepcional, probablemente mítico, porque sólo lo encontramos en los escritos últimos de cierta experiencia filosófica. Con todo, se trata de algo que se encuentra virtualmente en el límite de la reflexión del hombre sobre su vida, que le permite entrever la muerte como condición absoluta, insuperable, de su existencia, tal como lo expresa Heidegger. Las relaciones del hombre con el significante eh su conjunto se encuentran vinculadas de forma muy precise con esta posibilidad de supresión, de puesta entre paréntesis de todo lo vivido.

Lo que se encuentra en el fondo de la existencia del significante, de su presencia en el mundo, vamos a ponerlo Aquí, en nuestro esquema, como una superficie eficaz del significante donde se refleja, de algún modo, lo que podemos llamar la última palabra del significado, es decir, de la vida, de lo vivido, del flujo de las emociones, del flujo libidinal. Se trata de la muerte, como soporte, base de la operación del Espíritu Santo que hace existir al significante.
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Este significante que tiene sus leyes propias, sean o no reconocibles en un fenómeno dado, ¿es esto lo que se designa como Es Planteamos esta pregunta—y la resolveremos. Para comprender algo de lo que hacemos en el análisis, hay que responder—sí

El es del que se trata en el análisis, es significante que ya esta en lo real, significante incomprendido. Ya esta ahí, pero es significante, no se trata de no se que propiedad primitiva y confusa correspondiente a no se que armonía preestablecida, hipótesis a la que vuelven siempre quienes no dudare en llamar esta vez Espíritus débiles.

Entre los más destacados, se presenta un tal Sr. Jones, de quien más tarde les contaré como aborda el primer desarrollo de la mujer y su famoso complejo de castración, el cual les plantea un problema insoluble a todos los analistas desde que vinieron al mundo.

El error consiste en partir de la idea de que hay el hilo y la aguja, la chica y el chico, y entre el uno y el otro una armonía preestablecida, primitiva, de forma que si se manifiesta alguna dificultad, debe tratarse únicamente de algún desorden secundario, algún proceso de defensa, algún acontecimiento puramente accidental y contingente. Cuando uno se imagine que el inconsciente significa que lo que hay en un sujeto sirve para adivinar que le corresponde en otro, esta suponiendo una armonía primitiva, nada más y nada menos.

A esta concepción se opone la observación tan simple de Freud en sus Tres ensayos, a saber que lamentablemente no hay nada en el desarrollo del niño, y precisamente en su relación con las imagenes sexuales, que indique que ya estén construidos los carriles del libre acceso del hombre a la mujer y viceversa. No se trata en absoluto de un encuentro obstaculizado tan sólo por los accidentes que puedan producirse por el camino. Lo que dice Freud es todo lo contrario o sea que las teorías sexuales infantiles, cuya huella quedara impresa en el desarrollo de un sujeto, en toda su historia, todo lo que será para el la relación entre los sexos, están relaciónadas con la primera maduración del estadio genital, la cual se produce antes del desarrollo completo del Edipo, o sea la fase fálica.

Si esta fase se llama fálica, en este caso no es en nombre de una igualdad energética fundamental, que sólo figura a título de una comodidad para el pensamiento, no es porque haya únicamente una libido, sino porque en el piano imaginario sólo hay una representación primitiva del estado, del estadio genital —el falo en cuanto tal.

El falo no es el aparato genital masculino en su conjunto, es el aparato genital masculino exceptuando su complemento, el escroto por ejemplo La imagen erecta del falo, esto es lo fundamental. Sólo hay una. No hay más elección que una imagen viril o la castración.

No es que ratifique lo que dice Freud. Les indico que este es su punto de partida cuando reconstruye el desarrollo. Se pueden tratar de encontrar referencias naturales para esta idea descubierta en el análisis, y sin dude eso hizo todo lo que precede a los Tres ensayos. Pero el análisis subraya precisamente que la experiencia nos ha hecho descubrir multitud de accidentes que están muy lejos de ser tan naturales.

Lo que ahora estoy poniendo en el principio de la experiencia analítica es la noción de que hay significante ya instalado y ya estructurado. Ya hay una central construida y en funcionamiento No la han hecho ustedes. Esta central es el lenguaje, en funcionamiento desde hace tanto tiempo como puedan ustedes recordar. Literalmente, no pueden recordar más allá, me refiero a la historia de la humanidad en su conjunto Desde que hay significantes en funcionamiento, los sujetos están organizados en su psiquismo por el propio juego de esos significantes. Por este hecho, el Es, que van a buscar ustedes a las profundidades, no es nada tan natural, y menos aún que las imagenes. A decir verdad, la existencia en la naturaleza de la central hidroeléctrica producto de la operación del Espíritu Santo es incluso lo contrario de la noción de naturaleza

En lo escandaloso de este hecho —en eso radica la posición analítica. Cuando abordamos al sujeto, sabemos que hay ya en la naturaleza algo que es su Es, el cual esta estructurado según la modalidad de una articulación significante que marca todo aquello que se produce en el sujeto con sus huellas, con sus contradicciónes, con su profunda diferencia respecto de las coaptaciónes naturales.

Me ha parecido que debía recordar estas posiciones que me parecenfundamentales. Detrás del significante, les he puesto en el esquema esta realidad última, completamente velada para el significado, como también para el uso del significante —la posibilidad de que nada de lo que hay en el significado exista. En efecto, el instinto de muerte no es sino darnos cuenta de que la vida es improbable y completamente caduca. Nociones de esta clase no tienen la menor relación con ninguna especie de ejercicio de la vida, porque esta consiste precisamente en trazar un pequeño camino en la existencia exactamente como lo hicieron todos aquellos que nos precedieron en el mismo linaje típico.

La existencia del significante sólo esta vinculada con el hecho, porque es un hecho, de la existencia del discurso, y que este se introduce sobre un fondo, más o menos conocido o desconocido, el cual curiosamente Freud sólo pudo carácterizarlo, llevado por la experiencia analítica, diciendo que el significante funciona sobre el fondo de cierta experiencia de la muerte.

La experiencia en cuestión no tiene que ver en absoluto con nada de lo vivido. Si nuestro comentario de Más allá del principio del placer de hace dos años consiguió mostrar algo, es que se trata nada más y nada menos de una reconstrucción, motivada por ciertas paradojas de la experiencia, precisamente por la de este fenómeno inexplicable —que el sujeto se ve llevado a comportarse de una forma esencialmente significante, repitiendo de forma indefinida algo que le resulta mortal, hablando con propiedad.

Y a la inversa, igual que la muerte se refleja en el fondo del significado, del mismo modo el significante toma en préstamo toda una serie de elementos vinculados con un término profundamente comprometido en el significado, es decir el cuerpo. Tal como en la naturaleza hay ya determinadas reservas, hay en el significado cierto número de elementos que en la experiencia se den como accidentes del cuerpo, pero el significante los tome, y tome así de ellos, por así decirlo, sus primeras armas. Se trata de esas cosas inaprehensibles y sin embargo irreductibles, entre las cuales esta el término fálico, la pura y simple erección. La piedra erigida es uno de sus ejemplos, la noción del cuerpo humano, como cuerpo erecto, es otro así es como cierto número de elementos, vinculados todos ellos con la efigie corporal y no tan sólo con la experiencia vivida del cuerpo, constituyen elementos primeros, tomados de la experiencia, pero completamente transformados por el hecho de ser simbolizados. Simbolizados quiere decir que han sido introducidos en el lugar del significante propiamente dicho, carácterizado por el hecho de articularse de acuerdo con leyes lógicas.

Si en cierta ocasión les hice jugar al juego de par e impar a propósito del instinto de muerte, si les enseñé a escribir series de más y de menos agrupadas de dos en dos o de tres en tres en una secuencia temporal, era para recordarles que hay leyes últimas y estas son las leyes del significante, presentes en todo inicio, sin dude implícitas, pero ineludibles.

Volvamos ahora al punto donde dejamos las cosas la última vez, en el terreno de la experiencia analítica.

La relación central de objeto, la que es dinámicamente creadora, es la de la falta. En la experiencia, toda Findung del objeto, nos dice Freud, es una Wiederfindung.

No se pueden leer los Tres ensayos como si se tratara de una obra escrita de un tirón. Cierto es que no hay obra de Freud que no haya estado sujeta a revisión, todas llevan notes añadidas, las modificaciones del texto son extremadamente frecuentes. Pero si la Traumdeutung, por ejemplo, se enriqueció, fue sin alterar en nada su equilibrio original. Por el contrario, si leyeran la primera edición de los Tres ensayos, se quedarían estupefactos —porque no reconocerían ninguno de los temas que tan familiares les resultan en el libro tal como lo leen habitualmente, con las adiciones hechas principalmente en 1915, varios anos después de la Einfurung des Narzissmus. Eso es lo primero que deberán tener en mente al estudiar este texto Todo lo que concierne al desarrollo libidinal sólo es concebible tras la aparición de la teoría del narcisismo y una vez aisladas las teorías sexuales del niño con sus malentendidos fundamentales, consistentes, dice en particular Freud, en el hecho de que el niño no tiene ninguna noción ni de la vagina, ni del esperma, ni de la generación. Ese es su principal defecto La promoción de la noción de fase fálica sólo llegará después de la última edición de los Tres ensayos, en el artículo de 1923 sobre La organización genital infantil. Este momento crucial de la genitalidad en el desarrollo queda fuera de los límites de los Tres ensayos. Pero aún sin llegar del todo a ese punto, el progreso de estos ensayos en la investigación de la propia relación pregenital sólo se explica por la importancia de las teorías sexuales. Lo mismo ocurre con la propia teoría de la libido.

El capítulo titulado La teoría de la libido concierne a la noción del narcisismo propiamente dicho. Si podemos dar cuenta del origen de la idea de teoría de la libido, Freud nos lo dice, es después de disponer de la noción de una Ichlibido como reserva de la libido que constituye los objetos, y añade, a propósito de esta reserva —solo podemos echar un vistazo por encima de las murallas. En suma, es la noción de la tensión narcisista, de la relación del hombre con la imagen, lo que introdujo la idea de la medida común libidinal, y al mismo tiempo la del centro de reserva a partir del cual se establece toda relación objetal como fundamentalmente imaginaria. Dicho de otra manera, una de las articulaciones esenciales es la fascinación del sujeto por la imagen, que a fin de cuentas siempre es una imagen que lleva en sí mismo. Esta es la última palabra de la teoría narcisista.

Si luego, en determinada orientación psicoanalítica, se les pudo reconocer a los fantasmas un valor organizador, es porque no se supon1a una armonía preestablecida, una conveniencia natural del objeto para el Sujeto Tal como nos muestran los Tres ensayos en su primera versión, la original, el desarrollo de la sexualidad infantil se carácteriza por un escalonamiento en dos tiempos. Debido al período de latencia, es decir, la memoria latente que atraviesa este período, el objeto primero, precisamente el objeto materno, es rememorado de una forma que no ha podido cambiar, y es, dice Freud, irreversible, de manera que el objeto nunca será sino un objeto vuelto a encontrar, wiedergefunden, y seguirá llevando la marca del estilo primero del objeto. Siempre hay por lo tanto una división esencial, fundamentalmente conflictiva, en el objeto recobrado y en el hecho mismo de su reencuentro, hay siempre por lo tanto una discordancia del objeto recobrado con respecto al objeto buscado. Esta es la noción a partir de la cual se introduce la primera dialéctica freudiana de la teoría de la sexualidad.

Esta experiencia fundamental supone que hay, durante el período de latencia, conservación del objeto en la memoria, sin saberlo el sujeto, es decir, transmisión significante. Luego este objeto resultara discordante, tendrá un papel perturbador, en toda relación de objeto ulterior del sujeto. En este marco, con ciertas articulaciones idóneas y en momentos determinados de esta evolución, se descubrirán las funciones propiamente imaginarias. Todo lo que corresponde a la relación pregenital esta capturado en el interior de este paréntesis. En una dialéctica que de entrada es esencialmente, en nuestro vocabulario, una dialéctica de lo simbólico y de lo real, se introduce entonces la capa imaginaria.

La introducción de lo imaginario, que luego llego a gozar de tal preeminencia, se produjo únicamente a partir del artículo sobre el narcisismo, no se articula con la teoría de la sexualidad hasta 1915, no se formula a propósito de la fase fálica hasta 1920, pero entonces se afirma de forma tan categórica, que desde ese momento lo cambia todo y deja a toda la audiencia analítica sumida en la perplejidad, de forma que la dialéctica llamada de la etapa pregenital, y no preedípica, como les he advertido, quedo situada con respecto al Edipo.

El término preedípico fue introducido a propósito de la sexualidad femenina, y diez años más tarde. En 1920, se designa como relación pregenital el recuerdo de las experiencias preparatorias de la experiencia edípica, pero que tan sólo se articularan en esta última. La relación pregenital sólo puede aprehenderse a partir de la articulación significante del Edipo. Las imagenes y los fantasmas que constituyen el material significante de la relación pregenital provienen en sí mismos de una experiencia que se ha producido en el contacto con el significante y el significado. El significante extrae su material de alguna parte en el significado, de cierto número de relaciones vivas, efectivamente ejercidas o vividas. Todo este pasado es tomado a posteriori y entonces se estructura aquella organización imaginaria que ante todo se presenta, en cuanto la descubrimos, con un carácter paradójico. Más que concordar con ella, se opone a la idea de un desarrollo armónico regular. Se trata por el contrario de un desarrollo crítico, en el cual desde el origen los objetos, tal como se les llama, de los distintos períodos, oral y anal, ya se toman por algo distinto de lo que son. Se trata de objetos ya trabajados por el significante, y revelan estar sometidos a operaciones de las que es imposible extraer la estructura significante.

Esto es precisamente lo que se designa con todas las nociones de incorporación, que son las que las organizan, las dominan y permiten articularlas.

Esta experiencia, ¿como organizarla? Tal como les dije la última vez, debemos hacerlo en torno a la noción de la falta del objeto.

Ya les mostré los tres niveles de esta falta, que es esencial situar cada vez que se produce una crisis, o un encuentro, o una acción eficaz en el registro de la búsqueda del objeto, que en sí misma tiene siempre un carácter crítico. Estos niveles son los siguientes —castración, frustración, privación. Lo que son cada uno como falta, la estructura central de cada uno de ellos, son cosas esencialmente distintas

En las lecciónes siguientes, situaremos el punto exacto donde se instalan la teoría moderna y la práctica actual. Los analistas de hoy en día reorganizan en efecto la experiencia analítica a partir del nivel de la frustración, y descuidan la noción de castración, que sin embargo fue el descubrimiento original de Freud junto con el del Edipo. Así, el próximo día partiré de un ejemplo tomado al azar del volumen 3-4 del Psychoanalytic Study of the Child, aparecido en 1949, que contiene una conferencia de Anneliese Schnurmann, alumna de Anna Freud.

Schnurmann observo el desarrollo de una fobia, durante un corto período, en una de las niñas confiadas al cuidado de la Hampstead Nursery de Anna Freud. Esta observación, una entre mil, la leeremos, veremos qué podemos entender en ella, también trataremos de ver que entiende la misma que la narra con una apariencia de fidelidad ejemplar, sin excluir el uso de categorías preestablecidas. Lo que recoge es suficiente para aportar la noción de una sucesión temporal en el curso de la cual aparece y luego desaparece una fobia, es decir, una creación imaginaria privilegiada, que prevalece durante cierto tiempo y tiene toda una serie de efectos en el comportamiento del sujeto. Tendremos que valorar si al autor le resulta en verdad posible articular lo esencial en esta observación a partir de la noción de frustración tal como se concibe actualmente, relaciónándola con la privación de un objeto privilegiado, el correspondiente al estado en que se encuentra el sujeto en el momento de la aparición de dicha privación. Efecto más o menos regresivo, que puede incluso ser progresivo en algunos casos, ¿por qué no?—pero, ¿puede entenderse un fenómeno como el de la fobia sólo a partir de su posición en determinado orden cronológico? No se explican mejor las cosas si nos referimos a los tres términos que he enumerado? Ya lo veremos.

Tan sólo voy a subrayar lo que quiere decir cada uno de estos términos. En la castración, hay una falta fundamental que se sitúa, como deuda, en la cadena simbólica. En la frustración, la falta sólo se entiende en el piano imaginario, como daño imaginario. En la privación, la falta esta pura y simplemente en lo real, límite o hiancia real.

Cuando digo que, en el caso de la privación, la falta esta en lo real, quiero decir que no esta en el sujeto. Para que el sujeto accede a la privación, ha de concebir lo real como algo que puede ser distinto de como es, es decir, que ya lo simbolice. La referencia a la privación tal como aquí la planteamos consiste en poner lo simbólico antes —antes de que pudiéramos decir cosas sensatas. Se opone así a la génesis del psiquismo como habitualmente se plantea.

En la psicogénesis corriente que actualmente nos hacen en el análisis, todo se produce al estilo de un sueno idealista—cada sujeto es como una arena que extrae de sí mismo todo el hilo de su tela, ahí esta envolviéndose de seda en su propio capullo, y toda su concepción del mundo debe sacarla de el y de sus propias imagenes. Así, se ve que el sujeto va secretando sus relaciones sucesivas, en nombre de no se que maduración preestablecida, con objetos que acabaran siendo los objetos del mundo humano, el nuestro. Se libran a tal ejercicio porque, en efecto, según todas las apariencias el psicoanálisis lo hace posible. Pero eso es porque, de la experiencia, sólo se quieren tomar los aspectos que van en esa dirección, y si se hacen un lío, entonces creen que sólo se trata de una dificultad de lenguaje, cuando es una manifestación del error en el que están. La somatognosia, la imagen del cuerpo como significante, lo demuestra claramente.

Sólo se puede plantear correctamente el problema de las relaciones de objeto a partir de cierto marco que debe considerarse como fundamental para su comprensión. Este marco, o el primero de estos marcos, es que, en el mundo humano, la estructura como punto de partida de la organización objetal es la falta del objeto. Esta falta de objeto, debemos concebirla en sus diferentes estratos en el sujeto—en la cadena simbólica, que se le escapa, tanto en su principio como en su fin—en el piano de la frustración, donde en efecto el mismo se instala en lo vivido como pensable—pero también hemos de considerar esta falta en lo real porque cuando hablamos de privación no se trata de una privación sentida.

La privación es el eje de referencia que necesitamos. Hasta tal punto, que todo el mundo se sirve de ella, pero la beta consiste, y así es como procede el Sr. Jones, en hacer de la privación en un momento dado el equivalente de la frustración. La privación esta en lo real, completamente fuera del sujeto. Para que el sujeto capte la privación, antes ha de simbolizar lo real. ¿Qué lleva al sujeto a simbolizarlo? ¿Cómo introduce la frustración el orden simbólico? Esta es la pregunta que nos plantearemos, y veremos que el sujeto ni esta aislado, ni es independiente, y que no es el quien introduce el orden simbólico.

Es sorprendente que nadie hablara anoche de un pasaje fundamental en lo que nos aporto la señora Dolto, a saber, según ella, sólo se convierten en fóbicos los niños de uno u otro sexo cuya madre ha tenido que soportar un trastorno en la relación objetal que la vinculaba con su progenitor—de ella, de la madre—del sexo opuesto. Esta noción sin dude hace intervenir algo muy distinto que las relaciones del niño con la madre, y por eso he planteado el trío de la madre, el niño y el falo.Junto al niño, para la madre siempre esta el falo, la exigencia del falo que el niño simboliza o realiza más o menos. Por su parte, el niño, en su relación con la madre, no tiene ni idea. Cuando ayer se hablo de imagen del cuerpo a propósito del niño, hay algo que sin dude debieron advertir—Si esta imagen del cuerpo es efectivamente el niño, si incluso es accesible al niño, ¿acaso la madre ve necesariamente as; a su hijo? Esta es una pregunta que hasta ahora no se ha planteado.

Del mismo modo, ¿en que momento es capaz el niño de advertir que eso que la madre desea en el, lo que satura y satisface con el, es su propia imagen fálica, la de la madre? ¿Qué posibilidad tiene el niño de acceder a este elemento relaciónal? ¿Es algo as; como una efusión directa, una proyección? ¿No equivaldría esto a suponer que toda relación entre sujetos es semejante a la relación de la Sra. Dolto con su sujeto? Me sorprende que nadie le preguntara si, aparte de ella misma, que ve todas estas imagenes del cuerpo, y un o una analista, y además de su escuela, alguien más las ve. Sin embargo, el punto importante es este.

El hecho de que, para la madre, el niño este lejos de ser sólo el niño, porque es también el falo, constituye una discordancia imaginaria, y se plantea la cuestión de saber como se induce, como se introduce al nido en ella, tanto el macho como la hembra . Esta al alcance de nuestra experiencia. Ciertos elementos que de ella se desprenden nos muestran por ejemplo que el acceso del niño sólo se produce después de una época de simbolización, pero en ciertos casos el perjuicio imaginario ha sido abordado de una forma en cierto modo directa—no el suyo, sino el de la madre, por la privación del falo. ¿Es un imaginario lo que aquí se refleja en lo simbólico? ¿Es por el contrario un elemento simbólico lo que aparece en lo imaginario? Estos son los puntos cruciales en torno a los cuales nos planteamos esta pregunta, tan esencial en el desarrollo de la fobia.

Para no dejarles del todo en ascuas y para empezar a ver claro, les diré además que se trata de plantear, con el triple esquema de la madre, el niño y el falo, la cuestión del fetichismo. La cuestión de la fobia es muy distinta, y seguramente nos llevara lejos.
seminario 4, clase 3
¿Por qué llega el niño a ocupar más o menos la posición de la madre con respecto al falo?. O por el contrario, en algunas formas muy particulares de dependencia en las que pueden presentarse anomalías con toda la apariencia de la normal, la posición del falo con respecto a la madre ? ¿Qué le conduce hasta ahí? Lo que esta en juego es el vínculo que el niño establece entre el falo y la madre. ¿Hasta que punto pone de su parte?. La relación madre-falo se le plantea al niño de forma espontanea y directa? Todo se produce simplemente porque contempla a su madre y advierte que lo que desea es un falo? Desde luego, parece que nq Volveremos a ocuparnos de ello.

La fobia, cuando se desarrolla, no es en absoluto de este orden. No se base en ese vínculo. Constituye otra forma de solución al difícil problema introducido por las relaciones del niño con la madre. El año pasado ya se lo mostré —para que haya los tres términos del trío, se requiere un espacio cerrado, una organización del mundo simbólico, que se llama el padre. Pues bien, la fobia es más bien de este orden. Esta relaciónada con ese vínculo asediante. En un momento particularmente crítico, cuando ninguna vía de otra naturaleza se abre para la solución del problema, la fobia constituye una llamada de socorro, la llamada a un elemento simbólico singular.

¿En qué consiste su singularidad? Digamos que se manifiesta siempre como extremadamente simbólica, es decir, extremadamente alejada de lo imaginario. En el momento en que se le pide auxilio para mantener la solidaridad esencial, amenazada por la hiancia que introduce la aparición del falo entre la madre y el niño, el elemento que interviene en la fobia tiene un carácter verdaderamente mítico.