Seminario 5: Clase 22, del 7 de Mayo de 1958

Vamos a partir ahora de lo que hayan podido apreciar los que asistieron anoche a la comunicación científica de la Societé. Se les habló de la relación heterosexual. Justamente, es de lo que también tratamos de hablar.

La relación heterosexual se presentaría en esta perspectiva, como esencialmente formadora. Sería, en suma, un primer dato de la tensión evolutiva entre los padres y el niño. Lo que aparece en otra perspectiva y que es exactamente nuestro punto de partida, es sin ninguna duda, conforma a una primera experiencia, lo que justamente se cuestiona: es la relación heterosexual entre los seres humanos algo simple? No parece, en verdad, si nos atenemos a la experiencia. Si fuera algo simple, parece que estaría hecha, al menos, para constituir en el interior del mundo humano, una serie de islotes de armonía, al menos para los que hubieran llegado a separar la paja del trigo. No nos parece, hasta el momento, que podamos considerar una sola voz, por parte de los analistas, y después de todo, es necesario invocarlos más allá, ya que aún habiendo llegado a su maduración, la relación heterosexual en el hombre se presenta como algo (…falta palabra en el original…) ya que precisamente lo menos que podemos decir es que todo su problema —tomemos los escritos de Balint por ejemplo, que están bastante centrados en eso, ya en el título mismo del informe sobre el «Genial Love», gira alrededor de esto.

Comprobamos la coexistencia de una «spaltung» completamente terminal;  la yuxtaposición de la corriente deseo y la corriente de ternura. Es alrededor de esta yuxtaposición que se compone todo el problema de la relación heterosexual.

Esto no le quita interés a lo que se nos dijo ayer, bien lejos de eso, salvo por los términos de referencia que han sido empleados, por ejemplo esa condición estética, esa valorización consciente y estética, para retomar los términos de la conferencia, que constituye en su perspectiva, una etapa fundamental en la relación del Edipo.

Su sexo, su símbolo, se presenta, nos dijo Mme. Dolto como una bella y buena forma. El sexo es bello, agregó. Evidentemente, esta perspectiva corre por cuenta de quien lo dice y seguramente es halagüeña para los portadores de ese sexo masculino. Para que no parezca ser un dato que podamos adoptar de forma unívoca, quiero decir que si nos remitimos a todas las reservas de una persona que ha intervenido, y con autoridad, sobre este tema, que nos ha hecho lo que podemos llamar observaciones etnológicas;  más aún, si nos remitimos a los salvajes, a esos buenos salvajes que han sido siempre término de referencia de los antropólogos, no parece en verdad que esto sea un dato primario. Tan es así que el salvaje es el primero … de esa bella y buena forma de falo… (falta el original)

Para decirlo todo, del conjunto de documentos —ni siquiera hablo de los documentos eruditos, de esas cosas que se elaboran en el escritorio de un etnógrafo— sino de la experiencia que podemos encontrar en esos etnógrafos que han trabajado sobre el terreno, que han estado en medio de los llamados salvajes, buenos o malos— parece, precisamente, que una verdadera base y principio de la relación entre los sexos, aún en las tribus más atrasadas, es que al menos esto que es la erección del falo esté escondida. La existencia, aún en las tribus que no poseen sino el modo de vestimenta más primitivo, que consiste precisamente en esconder el falo con el estuche peniano por ej. a veces, como nos lo testimonia la mayoría de la gente, como estricto residuo o que queda de lo que puede haber de vestimenta, es algo sorprendente.

Por otra parte, numerosos etnógrafos han testimoniado como una reacción verdaderamente primaria la especie de irritación que las personas de sexo femenino experimentan en presencia de las manifestaciones propias de la erección del falo. Por ejemplo en el raro caso en que la vestimenta falta completamente— entre los Nam bikuara— a los que, como ustedes saben nuestro amigo Levy-Strauss me testimonió sobre la cuestión que le planteabas en este campo, y por otra parte lo que les digo ahora no es sino el reflejo de lo que él mismo dice en su libro: que jamás observó por sí mismo la erección en el macho, delante del grupo. Las relaciones sexuales se realizan sin especial ocultamiento, a dos pasos del grupo, de noche, alrededor de la hoguera; pero la erección, sea de día, sea en ese momento, no se ve en público, no se produce. Esto no es del todo indiferente a nuestro tema.

Por otra parte, esta noción de bella y buena forma  —si es necesario situar la significación del falo como tal— es una perspectiva según veremos bastante unilateral.

Del otro lado, sé bien que está la bella y buena forma de la mujer. Seguramente está valorizada por todos los elementos de la civilización, pero en fin, no podríamos hablar de una bella y buena forma de manera unívoca, no sólo en razón de su diversalidad individual. Digamos prácticamente que esta bella y buena forma deja en todo caso más fluctuación que la otra. Sin duda, detrás de cada mujer se dibuja la forma de la Venus del Milo o de la Afrodita de Euclides, pero en fin, no siempre con resultados unívocamente favorables. Mucho se ha reprochado a Daum mierel haber dado a los dioses de Grecia las formas… digamos un poco abundosas de los burgueses y las burguesas de su época.

Esto se le ha reprochado como un sacrilegio. Es precisamente aquí donde se sitúa el problema que indica: es que si, evidentemente, es tan deplorable humanizar los Dioses es sin duda porque los humanos no siempre se divinizan tan fácil mente.

En suma, es totalmente claro que si las necesidades de perpetuación de la raza humana estuviera librada al asunto de la bella y la buena forma, el conjunto indica entonces que nos contenemos con exigencias medias, que en el término de la bella y la buena forma no está quizás completamente destinado a satisfacernos y permanece en todo caso bastante enigmático.

En efecto, todo lo que ha sido dicho y oportuno, de notable, para varonizar esta bella y buena forma falo, es justamente lo que está en cuestión allí, lo que no elimina para nada su carácter de forma obsequiosa, de forma prevalente que prolonga directamente, no sólo el discurso sino la experiencia freudiana, está hecho para darnos otra idea de ésta significación de falo.

El falo no es una forma, no es una forma objetal, en tanto que esto sigue siendo en forma cautivante la forma fascinante, al menos en un sentido, pues el problema permanece íntegramente en el otro. La atracción entre los sexos: la cosa es infinitamente más compleja, como nos lo revela toda la economía de la doctrina analítica, y en lo que nos comprometemos es en dar a eso soluciones, según esta fórmula que naturalmente no es en sí misma otra cosa que una fórmula que debe ser desarrollada para ser comprendida: es que el falo no es un fantasma, ni una imagen, ni un objeto —aunque fuera parcial, aunque fuera interno; que es un significante, el hecho de que sea un significante es el único que no permite articular, concebir las diversas funciones que toma en los diversos niveles del encuentro inter-sexual.

Un significante. No es suficiente decir que un significante. ¿Cuál es? Es en significante, el significante del deseo y eso replantea una pregunta que va más lejos: el significante del deseo: Qué quiere decir? cierto es que el alcance de esta afirmación, que es el significante del deseo, implica que sepamos, que sigamos, y que articulemos de entrada lo que es en esta fórmula el deseo.

Justamente, el deseo no es algo que valla de suyo en la función que ocupa en nuestra experiencia. No es simplemente el apetito intersexual, la atracción  intersexual, el instituto sexual; es claro que tampoco esto elimina la existencia de tendencia más o menos acentuada, variable según los individuos, que tienen ese carácter primario de manifestarse como algo, digámoslo a grosso modo, de más o menos potencia de tal o cual individuo, en vista a la unión sexual; que esto es algo que no resuelve para nada la constitución del deseo, tal como lo vemos en tal o cual individuo sea neurótico o no.

La constitución de su deseo es otra cosa que lo que tienen, si ustedes quieren como bagaje de potencia sexual.

Es por lo que vamos a tratar de volver a ponernos en vía, después de que este descarrilamiento que ha podido acarenciarnos tal vez la perspectiva de ayer, vamos buenamente a retomar el texto de Freud.

Debo decir que no es desde hoy que lo advierto, aunque, si quiero hoy comunicárselos: estamos maravillados por la existencia de éste texto de la Traumdeutung, estamos maravillados como por una suerte de milagros, porque verdaderamente no es demasiado decir, que se lo puede leer como es, un pensamiento en marcha. Más aún, las cosas son llevaderas en tiempos que corresponde a una composición de varios planos sobre determinado. Esta palabra está ahí bien empleada, lo que hace que tomándola simplemente como les dije que lo hacía la última vez, es decir los primeros sueños, el alcance de lo que parece el primer lugar, rebasa en  mucho las razones dadas en los títulos para ponerlo ahí.

Es el propósito de los recuerdos de la víspera en tanto entra en línea de cuanta en un determinismo de los sueños, que algunos de estos primeros sueños —por ejemplo aquél que comenté con ustedes la vez pasada, a saber el de la bella carnicera, como lo he llamado— se presenta allí.

Ustedes vieron que por otra parte es verdaderamente para abordar las cuestiones de la demanda y el deseo — no he sido yo quien lo puso en el sueño, ellos están ahí, la demanda y el deseo están ahí y Freud, nos los pone, él los ha leído ahí mismo, el vio que la enferma tenía necesidad de crearse un deseo insatisfecho.

Es Freud quien lo dice, y aunque fuese para él mismo, como todo lo que sabemos luego yo por supuesto, cuando Freud lo escribió no era para nombrarlo en una iluminación, él había tomado una cierta perspectiva sobre las cosas. Si él pone las cosas en ese orden es impulsado para la necesidad de aproximación y de composición que bien puede ir más allá de la división de sus capítulos, y de hecho, este sueño tiene algo verdaderamente especial introductorio sobre el problema que es fundamental en la perspectiva que trata aquí de promover; el deseo pues, y allí, la demanda. Casi no hay necesidad de decir que ella también está por todos lados, porque si el sueño se produjo, fue porque una amiga le pidió para cenar a su casa. Por otra parte, en el mismo sueño la demanda está ahí bajo la forma más clara. La enferma sabe que todo está cerrado ese día, que no podrá suplir su falta de material, o para hacer frente a la cena que deseo ofrecer, y entonces ella pide de la forma más clara la más aislada en la que se presenta una demanda, ella pide por teléfono lo que en la época no era de uso corriente, en la primera edición de la Traumdeutung, y está verdaderamente allí con su plena potencia simbólica.

Vayamos un poco más lejos. ¿Cuáles son los primeros sueños que vamos a encontrar? Entramos pues en los elementos de la fuente del sueño y nos encontramos primero con el sueño de la monografía botánica, que es un sueño de Freud. Yo a pasar este sueño, no porque no aporte exactamente lo que podremos esperar ahora, a saber, lo que voy  a tratar de mostrarle ahora, justamente, funcionar las relaciones de significado fálico con el deseo, sólo que como en un sueño de Freud naturalmente sería un poquito largo, y un poquito complicado para mostrárselos. Lo haré si tengo tiempo. Es absolutamente claro, estructurado exactamente según el pequeño esquema que les di la última vez, el que comencé a dibujarles la última vez a propósito del deseo de la histérica. Pero Freud no es pura y simplemente un histérico; si el tiene con la histérica la relación que comporta todas las relaciones con el deseo, es de una forma algo más elevada.

Soltamos pues los sueños de la monografía botánica y llegamos a un paciente de la cual Freud nos dice que es una histérica y retomamos el deseo de la histérica.

 «Una joven inteligente y fina, reservada, del tipo de agua mansa, cuenta: soñé que llegaba al mercado demasiado tarde, que no encontraba nada en la carnicería ni en la verdulería. He aquí seguramente un sueño inocente; pero un sueño no se presenta nunca de ésta manera. Pide un relato detallado. Helo aquí: ella iba al mercado con su cocinera que llevaba la canasta. El carnicero le dijo, después de que ella le hubo pedido algo, que de eso ya no se puede tener más. Quiso darle otra cosa, diciéndole: está bueno, pero ella se negó. Fue a la verdulería. La verdulera quiso venderle legumbres de un singular aspecto, de una singular especie, atada en un paquete pequeño y de un color negro. ella dijo: no conozco, no llevo.»

El comentario de Freud es aquí esencial, ya que no somos nosotros los que hemos analizado a esta enferma. De lo que se trata es de ver lo que Freud cree poder …falta en el original… en una obra que para la época era más o menos como si hubiera salido la primera obra sobre la teoría atómica sin ninguna especie de relación o preparación con la física que la preside. Por otra parte, fue acogido en efecto con un silencio casi total. Es pues en la primeras páginas de su libro que para hablar de la presencia de lo resiente y de la indiferente en los sueños, tranquilamente Freud añade en sus lectores el siguiente comentario: (trata de conectar este sueño con los acontecimientos de la jornada) «Ella realmente había ido al mercado demasiado tarde, ella no había encontrado más nada. La carnicería ya estaba cerrada». Pero él no dice que es la enferma quien ya lo había dicho, él se adelanta muy rápido diciendo que éste se impone como tal. Sin embargo, alto, «esto es una forma del todo común de hablar, que se relacióna con una negligencia en las vestimentas de un hombre!». Dicho de otro modo, parece que en el lenguaje vienes, se hablaría así de aquel que se hubiera olvidado de abrocharse el pantalón, y que sería acostumbrado, al menos en términos familiares, indicándole con la frase: tu carnicería no está cerrada por otra parte la soñante no emplea esa palabra, nos dice Freud, y agrega: ella quizás las ha olvidado. Dicho esto, busquemos más lejos: cuando en un sueño algo tiene el carácter de un discurso, es algo dicho u oído, en lugar de ser pasado, se le distingue ordinariamente sin dificultad».

Se trata pues de la palabra en tanto que ella estabas inscripta en el sueño con una banderola. No son implicaciones de la situación. Se trata de lo que se distingue sin esfuerzo, nos dice Freud, el material del lenguaje, que él nos invita a tomar siempre como un material que vale por sí mismo.

«Esto previene de los discursos de la vida despierta (vigilia). Sin duda, estos son tratados como materia bruta; se lo fragmenta, se los transforma un poco, sobre todo se lo separa del conjunto al que pertenecía. El trabajo de interpretación puede partir de estos tipos de circunstancia de donde vienen pues la s palabras del carnicero: de eso ya no se puede tener más».

«Das ist nicht mehr zu haben»

Esta frase está formada por Freud en el momento en que escribió «El hombre de los lobos», como testimonio que él da al lector de que hace tiempo que se interesa en esta cuestión de la dificultad que hay para reconstruir lo que es preamnésico en la vida del sujeto, lo que estaba antes de la amnesia infantil.

Es como este propósito que dijo esto en el paciente o: —»Yo mismo la he pronunciado he explicándole algunos días antes que no podemos tener sino la más antigua vivienda de la infancia, que no son abordadas como tales; que la teníamos, pero que nos diera devuelta por la transferencia de los sueños en el análisis. Yo soy por consiguiente, el carnicero, y ella ha rechazado lo transmitido de la antigua manera de pensar y sentir de donde vienen las palabras de otro lado que ella pronuncia en el sueño: «no conozco, no llevo».

Lo que en francés es traducido agregado: ça.

«El analista debe divisar ante mí esta misma frase, cuando algunos días antes, en el lugar cursó una discusión, ella dijo a su carnicera no sé qué es eso, y agregó, le ruego que sea correcta. «Benchmen Su Sichenstándq»

Poco importa lo que ella dijo a la cocinera, ya que esto está a título de elemento de frase que es tomado, y como Freud lo dice es precisamente la medida (das Kennsich nich; das nehme ich nicht) en la que lo retiene de esta frase es precisamente la parte que no tiene significación, la que precisamente la censura tiende a separar de la que es dicho además a la sirvienta.

Freud subraya que es en la medida en que esto es retenido en lo que se sueña, que en sentido corresponde a «Das Kenne ich nicht; das nehme ich nicht».

Se podría agregar todavía una cosa, si fuéramos más rigurosos.: «das konne ich nicht Benchmen su sichauis tándrq»

Tomamos el desplazamiento de las dos frases dichas a la cocina la que. La que ella ha rechazado correspondería sólo al resto del sueño. Se dice: «sea correcto, se lo ruego», a uno que sea voluntariamente descuidado de su vestimenta».

Lo que tampoco es una traducción muy correcta pues se trata del texto alemán: «se dirá que alguien que ose tener exigencias inconvenientes y que olvide cerrar su carnicería». La traducción es fantasiosa.

«La exactitud de nuestra interpretación está aprobada por su concordancia con la alusión que estaba en el fondo del incidente de la vendedora de legumbres. Una legumbre alargada, que se vende en manojos. Una legumbre negra. ¿Puede esto ser otra cosa que la confusión producida en el sueño del espárrago y el rábano negro?.

No tengo necesidad de interpretar el espárrago para nadie, pero la otra legumbre me parece ser casi una alusión».

La palabra alusión no está en el texto alemán. Se relacióna, dice el texto alemán con un término sexual.

«Ese mismo tema sexual nosotros ya lo habíamos adivinado desde el comienzo, cuando queríamos simbolizar todo el relato por la frase: La carnicería está cerrada. No tenemos necesidad de descubrir todo el sentido de este sueño, no estaba con haber demostrado que está pleno de significaciónes, y no es, de ningún modo, inocente,».

Me excuso si esto ha podido parecer un poco largo.

Deseaba simplemente reconcentrar las cosas en ese pequeño sueño, ahora que sabemos más y que tenemos tendencia a leer un poco más rápido.

He aquí, y de la forma más clara, representaba otra relación de la histérica como algo que es este superyó.

Centremos por este momento nuestro fin. La última vez indiqué que la histérica en sus sueños y en el de sus síntomas, necesitaba que en algún lado sea marcado el lugar del deseo como tal.

Aquí se trata de otra cosa, del lugar del significante falo. Mezclamos nuestros discursos teóricos con estas diferencias al sueño concerniente a la histérica, de manera de variar un poquito para ustedes, y también para desfatigar nuestras atenciones. Hay una continuación otros tres sueños de la misma enferma y haremos uso de ellos cuando convenga. Detengámonos por un instante sobre lo que se trata por ahora de poner en evidencia. Es el mismo problema, es el mismo fenómeno del que se trataba el otro día, a saber, es el lugar a dar al deseo. Pero no es el lugar marcado en el campo exterior del sujeto, de un deseo como tal, en tanto ella se lo rechaza más allá de la demanda, en tanto en que el sueño ella lo asume conociendo el deseo del otro, de su amiga. Se trata de un deseo o en tanto es soportado por su significante, el significante falo por hipótesis, ya que es de todo que estamos hablando.

Se trata de saber que función juega en esta ocasión el significante.

Freud, como ustedes lo ven ahí introduce sin ninguna clase de duda, sin ningún tipo de ambigüedad, el significante falo, y es eso de lo que está en tela de juicio cuando se trata de algo que es el único elemento que el no valora como tal en su análisis, por que era más que necesario que nos dejara algo para hacer, aunque es totalmente sorprendente. En efecto, toda la ambigüedad de la conducta del sujeto en relación al falo, si el falo no es el objeto del deseo, si no el significado del deseo, toda esta ambigüedad va a residir en este dilema, que es haber que este significante, el sujeto puede tenerlo o puede serlo. Es justamente porque es un significante que éste dilema se propone y este dilema es absolutamente esencial, es el que está en el fondo de todos los deslizamientos, de todas las transmutaciones, de todas las prestidigitaciones, yo diría del complejo de castración.

¿Porqué el falo aparece en éste sueño?.

No creo que a partir de esta perspectiva nos extralimitemos hacia lo abusivo sin decirnos que este sueño es actualizado, que el falo es actualizado como tal en el sueño de la histérica alrededor de la frase de Freud: «Das is nicht mehr zu haben».

Me he hecho confirmar el uso de «tener», yo diría absoluto, tal cual se manifiesta en este uso lingüístico, que nos hace decir «el» tener o no, o más aún en francés, tenerlo o no lo que significa tiene su alcance en alemán. Aquí se trata en esta frase del falo, en tanto surge como el objeto que falta, a quién?. Es perfectamente claro que conviene saberlo, pero nada es más cierto que se trate simplemente, pura y simplemente, del objeto que falta al sujeto en tanto que sujeto biológico.

Digamos que de entrada y ante todo, éste se presenta en términos significantes, y tanto como que es una frase la que lo introduce, una frase articulada como que está ligada a la frase que dice «Das ist  mehr zu haben», que esto es de lo que no se puede tener más, no es una experiencia frustrante, es una significación, es una articulación significante de la falta de objeto como tal.

Esto claramente concuerda con la noción que es la que yo puse aquí por una parte en primer plano, que es el que el falo es aquí el significante, en tanto no lo tiene ¿quien?. que no lo tiene el otro, porque se trata de algo que se lo articula en el plano del lenguaje, y que se acentúa como tal en el plano del Otro, en el significante del deseo en tanto que el deseo se articula con el deseo del otro. Volveré enseguida sobre esto.

Tenemos hora el segundo sueño.

El segundo sueño del que se trata de la misma enferma, es un sueño digamos inocente, según ella, su marido pregunta: «¿Nos hace falta afinar el piano?»

Ella responde: «no vale la pena». «Es lohnt nicht».

Esto quiere decir algo así como «eso no paga».

Desde luego es necesario hacerlo recubrir. Es la repetición de un suceso real procedente, pero ¿por qué?. En sueños ella dice que ese piano es una caja asquerosa que tiene mal sonido, que su marido lo tenía ya antes de casarse. Así como el análisis no nos lo mostrará, ella dice lo contrario de lo que piensa, es decir que su marido no lo tiene ante de casarse.

«Pero la solución no será dada por la frase: No vale la pena. Ella le dijo ayer, dice Freud, estando de visita en lo de una amiga».

«Se la inducirá a quitarse su chaqueta, ella se lo negó diciendo: voy a tener que irme. Pienso entonces que ayer durante el análisis, ella llevó bruscamente la mano hacia su chaqueta, de la que se le había desprendido un botón. Era como si se hubiera dicho se lo ruego, no mire ese lado. Así, ella reemplaza «caja» por «pecho» y la interpretación del sueño nos remite entonces a la época de su desarrollo. Ella empezaba entonces a estar contenta con su forma. Si ponemos cuidado en el «asqueroso», «mal sonido», recordamos cuantas veces los pequeños hemisferios del cuerpo femenino reemplaza a los grandes. El análisis nos remite todavía a la infancia».

Aquí nos encontramos en la otra cara de la cuestión. Si el falo es el significante del deseo, y del deseo del Otro, el problema para el sujeto es el primer paso de éste dialecto del deseo y he aquí la otra vertiente -será: se o no ser el falo.

Confiemos sin rodeo en esta función del significante que acordamos al falo, diciendo esto: así como no se puede ser y haber sido, tampoco se puede ser y no ser, y si es necesario que lo que no se es sea lo se es, queda no ser aquello que se es, es decir a rechazar en el parecer aquello que se es y lo que es muy exactamente la posición de la mujer en la histérica. En tanto a mujer, ella se hace máscara y ella se hace máscara para delatar de esa máscara ser el falo, y de todo el comportamiento de la histérica, ese comportamiento que se manifiesta por esa mano llevada al botón para el ojo de Freud, quien desde hace mucho nos ha habituado a ver sus sentidos, aunque acompañado de la frase: «no vale la pena».

¿Por qué no vale la pena?.

Por supuesto porque se trata de no mirar detrás, porque se traba bruscamente de que el falo está ahí detrás, allí detrás al falo, es decir el significante del deseo.

Esto nos lleva quizás a empezar a preguntarnos como habría que definir muy estrictamente este deseo, de modo que ustedes pudieran asimilar sentir de qué hablamos; quiero decir, nos limitamos a lo que alguien llamó en un diálogo conmigo— a mi entender bastante felizmente— a propósito de mi pequeña líneas— trama, que le vuelve a servir de tiempo en tiempo, y que no hay que dejar de perder de vista, he llamados un pequeño móvil de Calder.

¿Por qué?

Tratemos de articular lo que queremos decir por deseo como tal. Planteamos el deseo en este dialéctico como se lo encuentra en el pequeño móvil, más allá de la demanda, ¿Por qué hay necesidad de un más allá de la demanda?. Hay necesidad de un más allá de la demanda por lo mismo que le he dicho, que la demanda, por sus necesidades articulatorias, desvía, cambia, transpone la necesidad. Hay pues la posibilidad de un residuo. Es en tanto que el hombre es tomado en la dialéctica significante que hay algo que no va, piensen lo que piensen las personas optimistas que no indican sin duda lo que acontece de impronta feliz del otro sexo entre los niños y los padres. No falta sino una cosa, y es que esto vaya así de bien entre los padres. Ahora bien, está justamente ahí todo lo que el nivel en lo que abordamos la cuestión.

Hay pues un residuo. ¿Cómo se presenta? ¿Cómo debe necesariamente presentarse?

No se trata ahora del deseo sexual. Vamos a ver por qué el deseo sexual debe venir de éste lugar. Pero desde el momento en que hallen el hombre relación general de una necesidad con el significante nos encontramos ante esto, que es saber si alguien restituye el margen de desviación marcado por la indecencia del significante sobre las necesidades, y cómo se presentan esto en más allá, y si se presenta y que es eso que llamamos deseo, pero con forma posible de su presentación veamos como podemos más o menos articularlo.

La forma en que la que el deseo donde presentarse en el sujeto humano depende de lo que está detenido por la dialéctica de la demanda. Si la demanda tiene un cierto efecto sobre la necesidad, por otra parte tiene su carácterística propia. Ya he articulado aquí esa carácterística propia. Es que fundamentalmente en su existencia, por el sólo hecho de articularse como demanda, coloca, aún si no lo pide expresamente al otro como ausente o presente, y dando a ésta ausencia o a ésta presencia, es decir como demanda de amor; de ese algo que no es nada, ninguna satisfacción particular, que es lo que el sujeto aporta por la pura y simple respuesta de la demanda.

Es aquí que situada la originalidad de la introducción de los símbolos bajo la forma de la demanda. Es en éste incondicionado de la demanda, a saber que era que es demanda, que es sobre el fondo de la demanda de amor que se sitúa en la originalidad de la introducción de la demanda en la relación a la necesidad.

Si esto comporta alguna pérdida de relación a la necesidad, bajo la forma de que sea—  ¿Debe esto reencontrarse más allá de la demanda?. Es bien claro que si aquello debe reencontrarse más allá de la demanda es decir que lo que en suma aporta como extorsión de la necesidad esta dimensión de la demanda, debemos reencontrar por lo tanto más allá algo donde el otro pierde prevalencia donde, si ustedes quieren la necesidad en tanto parte del sujeto, recobra el primer puesto. Sin embargo, ya que la necesidad pasó por el filtro de la demanda al plano y al estadio de los incondicionados, no ha sido a título, si podemos decirlo, de una segunda necesidad que vamos a reencontrar más allá que se trata precisamente de encontrar, que es el margen de lo que se ha perdido en la demanda; y en el más allá es precisamente el carácter de condiciono absoluta que tiene el deseo, lo que se presenta en él  pero no vale la pena ir a ver ya que justamente no se lo encontrará ahí.

Es así para la histérica como Freud inmediatamente nos lo aporta en una nota dirigida a los que él llama «Die Wisbigrerige», que en francés se lo traduce por «a los que quieran profundizar». Esto quiere decir: a los amantes del saber, más exactamente para ser más riguroso. esto nos llevará al corazón de los que quizás ya se les ha significado como ´ este término tomado en préstamo de un moral que a pesar de todo sigue siendo (ilegible) de una experiencia humana quizás más rica que muchas otras, la moral teológica que se llama La Cupido Scociendi, que nos da el término que podemos escoger para irradiar deseo. Son cuestiones delicadas equivalentes entre las lenguas. A propósito del deseo, sé que ya he obtenido de mis alumnos germanófonos …falta palabra original… se lo encuentra en Hegel, pero algunos se encuentran que es demasiado animal. Es gracioso que Hegel lo haya empleado a propósito del amor y del esclavo, cosa que no está demasiado impregnado de animalidad…

«Haré notar pues, dice Freud, que este sueño encierra una histérica continua y conducida provocando de mi parte da defensa de la suya».

En suma, él nos vuelve a indicar lo que en efecto es una conducta fundamental de la histérica, al mismo tiempo, en ése texto, veamos sus sentidos. La provocación de la histérica es justamente algo que tiende a constituir el deseo, pero más allá de eso que se llama defensa, a indicar el lugar más allá de esta apariencia, de ésta máscara, de algo que esencialmente es lo que se presenta al deseo y que por supuesto, no puede ser ofrecido a su acceso, ya que es algo que está presentado detrás de un velo, aunque por otra parte y por supuesto no puede ser encontrado ahí. No valdrá la pena que ustedes abrieran mi corpiño porque no encontrarían allí el falo, pero si llevo en la mano mi corpiño es para que ustedes designen deseo como tal eso que por supuesto está tomado en préstamo de la necesidad.

¿Cómo haríamos nuestro deseos si no tomamos prestadas las materias primas de nuestras necesidades?. Pero eso pasa a un estado no de incondicional, puesto que se trata de algo tomado en préstamo de una necesidad particular, sino de condiciones absolutas, sin medida alguna de proporcionar la necesidad de un objeto cualquiera, y en tanto que esta condición es quizás invocada justamente, en esto que de ella abuelo de la dimensión  del Otro, que es una exigencia donde el otro no puede responder si o no.

Es esta la dimensión, el carácter fundamental del deseo humano como tal.

El deseo, cualquiera fuese, en estado de puro deseo es esto, es este algo arrancado al terreno de la necesidad que toma forma de condición absoluta en relación del otro. Es precisamente el margen, el resultado, de la sustracción, si se puede decir de la exigencia de la necesidad en relación de la demanda de amor. Es decir que el deseo, inversamente, se va a presentar como lo que en la demanda de amor es señal (repére) de toda reducción de una necesidad, por que en realidad, eso satisface nada más que así mismo, es decir el deseo como condición absoluta.

Es en razón de eso que el deseo sexual va a venir a este lugar, justamente en la medida en que el deseo sexual se presenta en relación al objeto, en relación al individuo, como esencialmente problemático,. y en los dos planos, en el plano de la necesidad —no es Freud del primero que lo señaló — : desde que el mundo es mundo uno se pregunta como el ser humano que es un ser que tiene la propiedad de reconocer lo que le es ventajoso, como encaja, como admite una necesidad que es incontestable lo empuja a extremos aberrantes, en razón de no corresponder a ninguna necesidad inmediatamente racionalizable, pero que introduce en el individuo, digamos lo que se ha llamado la dialéctica de la especie.

Por su naturaleza la necesidad sexual se presentará ya y en cierta problemática para un sujeto que sea precisamente lo que acaba de decir, aún si los filósofos lo han articulado de otro modo, es decir, alguien que pueda racionalizar sus necesidades, es decir, articular el término de equivalencias, es decir de significantes.   

Por otra parte, en cuanto a la demanda de amor, la expresión del deseo sexual, va a venir deseo, justamente, y se llamará deseo, porque no puede ubicares más que ahí, en nivel del deseo, tal como acabamos de afirmarlo. Desde luego que el deseo sexual se presenta, en cuanto a la demanda de amor de una forma problemática, dígase lo que se diga y cualquiera sea el agua bendita conque se trata de recubrirlo bajo el término de oblatividad; la cuestión del deseo en cuanto a la formulación de aquello que se llama en todas las lenguas, fórmula de demanda, es problemático en tanto que, para expresar las cosas bajo la forma más común de lengua, que es aquí reveladora, se trata al fin de cuentas, cualquiera fuese el modo el cual se formule la demanda, que se perfile esto: Es que el otro entra en juego, a partir del momento en que el deseo sexual está en cuestión, bajo la forma de instrumento del deseo.

Esta es la razón por la cual es al nivel del deseo tal como nosotros los hemos definido que se plantea al deseo sexual, en tanto es cuestión, es decir en tanto es interrogante, en tanto no puede verdaderamente articularse.

No hay verdaderamente palabras escúchenlo de mi boca, ya que quizás no vendrá mal que les diga que no todo es reductible al lenguaje. Siempre lo ha dicho, por supuesto, pero si esto no ha sido escuchado, no hay palabras para expresar algo, y algo que tiene nombre, y es justamente el deseo, para expresar el deseo, con la sabiduría popular lo sabe más que bien, no hay si no baratijas.

La cuestión del significante del deseo se plantea pues como tal y es por eso que lo que lo expresa no es un significante como los otros; es algo que en efecto es tomado en préstamo a una forma prevalente de la interrupción del flujo vital en ese orden, pero que no es menos tomando en este dialecto a título del significante, con ese pasaje al registro del significante, con lo que comporta de mortificación para lo que todo lo que accede a ésta dimensión del significante. Aquí la modificación ambigüa se presenta muy precisamente bajo la forma del velo, el velo que vemos reproducirse bajo la forma del corpiño de la histérica, es decir la posición fundamental de la mujer en la relación al hombre concerniente al deseo, a saber que allí detrás de la blusa sobre todo ni vallan a ver, porque por supuesto no hay nada, no hay nada más que el significante. Lo que no es nada justamente, más que el significante del deseo.

Detrás de ese velo hay, o algo que no hay que mostrar y es en lo que el demonio del que les hablaba la vez pasada o la anterior o posterior del develamiento del falo en el misterio antiguo, se presenta y se articula y se denomina como el demonio del pudor, y el pudor tiene sentidos y alcances diferentes en el hombre y en la mujer. Hice ilusión en esto, cualquiera sea el origen; si es el horror que a eso tiene la mujer o si es algo que surge muy naturalmente del alma delicada de los hombres. Hace alusión al velo que recubre muy recubre muy regularmente el falo del hombre. Es exactamente las mismas cosas que recubre más o menos normalmente la totalidad del ser de la mujer, en tanto de que lo que se trata justamente es que este detrás; lo que este velado es el significante del falo. Y el develamiento de algo que no mostrará más que nada, es decir la ausencia de lo que es develado, es muy precisamente a esto que se refiere lo que Freud ha llamado a propósito del sexo femenino (…falta una palabra en el original…), a propósito de la cabeza de Medusa, o el horror que representa a la ausencia revelada como tal.

A fin de cuentas, de lo que se trata en esta perspectiva, es decir de este juego del sujeto del deseo y del significante del deseo, es algo que no está agotado, al punto en que hemos arribado, que está solamente iniciado, pero ustedes lo ven bien, ello invierte completamente la noción por ejemplo como ésta que ocurre toda esta dialéctica del aporte del otro en la relación sexual y diciéndose madurada por la relación sexual, que el proceso sería de un objeto parcial o de un objeto total.

Hablando por su propiedad se puede decir que hay allí un verdadero camuflaje, escamoteo, pues para decir las cosas en términos propios, el problema sería  más bien lo que se pone en relieve el hecho de que accediendo al lugar del deseo, el otro no viene del todo como se nos dice el objeto total, si que viene totalmente objeto, en tanto instrumento del deseo. Esto es lo que deviene y se trata de mantener como compartible esta posición del otro en tanto Otro, es decir en tanto lugar de la palabra, ese al cual se dirige la demanda y ese cuya irreductibilidad radical del Otro se manifiesta en tanto puede dar amor, es decir algo que es tanto más gratuito como que no hay ningún soporte del amor, que como se lo he dicho: dar su amor es muy precisamente y esencialmente dar como tal nada de lo que se tiene, pues es en tanto justamente que no se tiene nada, que se trata del amor.

Se trata de esta discordancia entre lo que hay de absoluto en la subjetividad, que da o no da el amor, el hecho de que su acceso a él como objeto de deseo, es muy precisamente necesario que se haga totalmente objeto.

Es en este corte esencialmente vertiginoso, esencialmente nauceoso, para llamarlo por su nombre, que se sitúa la dificultad de acceso en el abordaje del deseo sexual.

En algún lado Freud hace alusión de la forma más precisa al síntoma que , en la histérica, se manifiesta bajo la forma de la náusea y el asco, acercándolos a fenómenos de vértigo en tanto( …falta palabra en el original …) No es Freud quien lo dice pero está en el texto de Bleuler. El texto de Bleuler se refiere a M … y a los trabajos de M… sobre las sensaciones motrices, pero marcan una intuición que es la de la discordancia y la relación óptica  y las sensaciones motrices que yacen al resorte esencial de ése fenómeno laberinto que se manifestaría y en el que vinieran dibujándose enseries: vértigo, náusea y asco.

Efectivamente es perfectamente observable y yo ya lo he observado en más de uno que la realización, la percepción del aporte del otro en el deseo, bajo la forma del significante falo, con esta suerte del corto circuito que resulta en el punto donde el análisis de algo preside es posible eso corto circuito que se establece de este significante de falo como algo que entonces en ese momento en el sujeto no puede permanecer más que vacío a saber, el lugar que el órgano debe ocupar normalmente, quiere decir entre las piernas, que en ese momento no es evocado sino como lugar, es algo que se acompaña —y yo tendría para proponerles diez observaciones, bajo toda suerte de formas, sean totalmente limpias, crudas y claras, sea bajo otra forma diversamente simbólica— el sujeto diciéndolo a pesar de todo claramente, que en tanto que el otro como objeto de deseo, es percibido como falo, y como tal es percibido como falta en el lugar de su propio falo, que el experimenta algo parecido aún muy curioso vértigo, que alguien ha llegado aún hasta a compararlo a una suerte de vértigo metafísico experimentando en otras circunstancias los más raros encuentros en los sujetos a propósito de la noción misma del ser, en tanto está subyacente en todo lo que es.

Es allí que terminaré por hoy. Volveremos pues sobre esa dialéctica del ser o del tener de la histérica. Iremos más lejos verán hasta donde esto nos lleva al obsesivo.

Les anuncio enseguida que ustedes deben así mismo sentir que esto no carece de relación con toda una dialéctica, otra e imaginaria, de la cual se les propuso solamente la teoría, pero que se les escucha de forma más o menos forzada a los pacientes en una cierta técnica concerniente a la neurosis obsesiva en tanto que el falo, como elemento imaginario, juega allí un rol prevalente. Veremos las rectificaciones que pueden aportar tanto teóricas como técnicas, las consideraciones del falo, no ya con imagen y con fantasma, sino con significante.