Seminario 5: Clase 23, del 14 de Mayo de 1958

Forderung por demanda

Begeheen por deseo

Bedurnis por necesidad

Trataremos de continuar avanzando en esta dirección en la que, ustedes ven, el tema del falo juega un rol completamente esencial, en tanto nos lleva a aprehender más de cerca lo que se dice en el análisis, lo que allí es proferido, y la forma en que nos servimos efectivamente de la noción del objeto.

Ustedes deben sentir que normalmente debemos a la vez aproximarnos, centrar nuestra atención, sobre la función efectiva que tiene esta relación de objeto en la práctica analítica presente, y que al mismo tiempo, centrando la forma en que nos servimos de ella, los servicios que eso rinde, intentar una articulación más elaborada de lo que, en definitiva, designamos de una manera muy precisa hablando del falo, lo que nos permite también criticar este uso de la relación de objeto.

Si tomamos un informe que ha adquirido su valor histórico con el tiempo, aquél que ha aparecido en la Revista Francesa de Psicoanálisis sobre el Yo de la neurosis obsesiva título totalmente inadecuado, porque en realidad no se trata más que de la relación de objeto con el obsesivo, sería tal vez algo para explorar  —tendremos una idea, la de saber por qué el autor ha querido hablar del Yo en la neurosis obsesiva, en un título; porque, en verdad, no se dice nada verdaderamente sobre el Yo en la neurosis obsesiva, a no ser que él es débil, o bien que él es fuerte.

Allí el autor al fin de cuentas advertido por algo que escuchaba entonces, permanece en una actitud de prudencia que no podríamos más que encontrar loable. Pero lo que domina este informe en el que culminan los dos artículos anteriores del mismo autor, a saber, el primero, es de Diciembre de 1948. aparecido en 1950 en la Revista Francesa de Psicoanálisis: «Las incidencias Terapéuticas de la crisis de conciencia, de la evidencia del pene en la neurosis obsesiva femenina» Este era su primer informe clínico sobre la función del pene en la N.O. . Es esta frescura de este primer abordaje la que da su valor totalmente importante a este artículo, en tanto que muestra cómo las cosas se han ido degradando a continuación, seguramente en el nivel en que una experiencia aún nueva — esta envidia del pene en la neurosis femenina — tiene algo totalmente interesante que refleja la experiencia fresca aún.

Después hay otro artículo que está publicado en la Revista Francesa de Psicoanálisis -Julio-Septiembre de 1948- que es: «De la relación homosexual de transferencia»

El tercer artículo es un informe sobre el Yo en la N.O.  Creo que hay ahí tres cosas para leer, puesto que no hay artículos escritos de tal manera en francés sobre este tema. En suma,  esto da bastante bien el nivel al cual las cosas han llegado aquí sobre estos problemas. Por otra parte, releerlos no puede dejar de producir una impresión de conjunto que dará de alguna forma un fondo a lo que nosotros podremos llegar aquí, me parece, a abordar de la articulación exacta de lo que permite situar, en suma, el valor y el alcance de una terapéutica así centrada.

Porque a fin de cuentas esta relación de objeto que se articula en los cuadros sinópticos en los que vemos la progresiva constitución del objeto en los sujetos, nos percatamos bien que hay ahí algo de falsa ventana. No creo que el » objeto genital » ni el » objeto pregenital «sean ahí lo extremadamente significativo e importante, salvo para la belleza de dichos cuadros sinópticos.

Pero en fin de cuentas lo que hace el valor de esta «Relación de Objeto», es lo que constituye su pivote, lo que en suma ha introducido la noción de objeto en la dialéctica analítica. Es ante todo lo que se llama «el objeto parcial», término tomado en préstamo del vocabulario y los términos de Abraham, de un modo por otra parte no del todo exacto, porque aquello de lo que Abraham ha hablado es de amor parcial del objeto, lo que no es, evidentemente, del todo lo mismo, y ya éste deslizamiento posee, él mismo, algo de significativo.

Este objeto parcial, no hay ninguna necesidad de un gran esfuerzo para reconocerlo, para identificarlo pura y simplemente con este falo del que hablamos, del cual debemos hablar, tanto más cómodamente cuanto que nosotros le hemos dado su alcance, el cual al mismo tiempo nos evita toda clase de enredos por servirnos de él como un objeto privilegiado.

Sabemos por qué merece este privilegio. Es justamente a título de significante, es justamente en razón de esta extraordinaria dificultad de dar a un órgano particular, que los autores han llegado justamente a no hablar más de él por completo, mientras que contrariamente es casi omnipresente en todo el análisis.

Efectivamente constatarán, si releen estos artículos, el uso absolutamente manifiesto; es un hecho enorme, de primer plano, que recorre todas las páginas, que es tomado por el analista, no solamente por éste psicoanalista en cuestión, sino por todos los que escuchaban. Es tomado al nivel del fantasma, a saber, que se puede decir que en la perspectiva del autor del que acabo de citar los tres artículos, la cura de la N.O. gira totalmente en torno a una incorporación — estos son los términos que emplea el autor — o de una introyección imaginaria de este falo que aparece en el diálogo analítico; se refiere a todas éstas fantasías bajo la forma del falo atribuido al analista.

Habría ahí en suma dos frases: una primera donde las fantasías de incorporación, de devoración de este falo fantásmático tendrían un carácter netamente agresivo — sádico como se dice — al mismo tiempo que experimentado como horrible y peligroso. También esta fantasía tendría pues un valor altamente revelador de algo que pertenecía a la posición misma del sujeto en relación a lo que se llama, en la perspectiva de la relación de objeto, el objeto correspondiente, el objeto constitutivo de su estadio, notoriamente … (ilegible ) ….. en la ocasión de una cierta segunda fase del estadio sádico — anal, en la que se pasaría de tendencias fundamentales a la destrucción del objeto hacia algo que comenzaría por respetar la autonomía de este objeto, por lo menos bajo esta forma parcial.

En suma toda la dialéctica, desde el momento en que se sitúa el momento subjetivo, como diríamos aquí, donde se sitúa el paciente, de la neurosis obsesiva, estaría como se nos explica, suspendida en el mantenimiento, de una cierta forma, de este objeto parcial, en torno al cuál podría instituirse un mundo que no estaría enteramente consagrado a una destrucción patrimonial, en razón del estadio inmediatamente subyacente a este equilibrio precario al cual habría llegado el obsesivo.

El obsesivo nos es enteramente representado como simple listo para arrojarse a una destrucción del mundo, puesto que estas cosas no pueden ser pensadas más que en términos de relación del sujeto con un entorno, en la perspectiva en que se expresa el autor, y es por el mantenimiento de ese objeto parcial —mantenimiento que precisa justamente todo un edificio, todo un andamiaje, que es justamente aquello que constituye la neurosis obsesiva que el obsesivo evitaría caer en una psicosis siempre amenazante. Esto es muy ciertamente  considerado por el autor como la base misma del problema.

No podríamos dejar de objetarle que cualesquiera sean los síntomas parapsicóticos, los síntomas por ejemplo de despersonalización, de confusión yoica, de sensación de extrañamiento, de crepúsculo del mundo; sentimientos concernientes evidentemente al color, quizás hasta la estructura del Yo, a pesar de todo eso no podemos impedirnos señalar  que los casos de transición entre la obsesión y la psicosis siempre han existido, pero han sido siempre muy raros.

Los autores se han percatado hace mucho que por el contrario habría ahí una suerte de falsa esperanza de incompatibilidad entre las dos afecciónes, pero por otra parte cuando se trata de una verdadera neurosis obsesiva, es lo de menos riesgo en un psicoanálisis. Se arriesga no curar al obsesivo, pero el riesgo de verlo entrar en la psicosis es verdaderamente un riesgo que nos parece extraordinariamente fantasioso, por ser extremadamente raro. El obsesivo, ya sea en el curso de un análisis, aún luego de una intervención terapéutica importuna, salvaje, que lo fuese a impulsar a la psicosis es muy, pero muy raro. Personalmente no lo he visto nunca en mi práctica, ¡gracias a Dios!. No he tenido nunca la impresión de correr ese riesgo con esos pacientes.

Algo tiene que haber en una apreciación como esa, que traiciona algo más que la simple experiencia clínica.

Esta necesidad de coherencia de la teoría que conduce el autor más allá de lo que quisiera, muy probablemente sea algo que va más lejos, una cierta posición de él mismo frente al obsesivo, que no deja entonces de abrir problemas sobre lo que puede llamarse lo no bien escuchado de una persona particular. En rigor no se trata ahí de hablar de la contratransferencia en el sentido más general en que se le puede considerar, como constituida por lo que llamo frecuentemente los prejuicios del analista; dicho de otro modo, el fondo e las cosas dichas o no sobre las que su discurso se articula.

Para empezar a situar lo que puede representar una práctica encaminada a poner enteramente su pivote en la terapéutica de la neurosis obsesiva en particular, en torno a una fantasía de incorporación imaginaria del falo, y del falo del analista, mostrando, a decir verdad un poco misteriosamente, pues no se ve bien en qué momento, ni por qué, se opera la reversión, si no es por  lo que puede suponerse ser una suerte de efecto de usura, de aceptación de algo por el sujeto — porque hay un momento, senos dice, en el que, en razón de un …. (falta de original) ….. de insistencia  de tratamiento, de su presencia de tratamiento, la incorporación de esta fantasía trágica es algo que le parece al sujeto tener un valor fálico.

Un valor diferente es, a saber, la introducción en él mismo de algo que es, de golpe, de una naturaleza completamente diferente, que parece haber sido la incorporación de un objeto peligroso, y en cierta forma rechazado en las fantasías, que deviene el objeto acogido, un objeto fuente de poder. Fuente, hay que decirlo — esta palabra está allí, no soy yo quien haya hecho las comparaciones ni las metáforas.

Esta suerte de introyección que deviene conservadora ¿no tiene rasgos comunes con la comunión religiosa? Se nos dice, página 172, por lo menos en la Neurosis Obsesiva , donde se engulle sin masticar, se agrega, puesto que es para comentar los sentimientos de felicidad en esta fantasía que no comparta ninguna destrucción semejante en ello a la fantasía de succión de la melancolía de Abraham.

Esta suerte de introyección no se podría calificar de pasiva parece mejor el nombre de conservadora. «¿No tiene rasgos comunes con la comunión religiosa, donde se traga sin masticar?».

No hay en eso rasgos elegidos, diría yo, de una manera tendenciosa. Melancolía de Abraham. Es en torno de algo que sentimos que se piensa, en torno de una suerte de práctica  o de ascesis que juega principalmente sobre las fantasías, que sin duda con un dosaje, con barreras, con un frenado, con etapas, con todas las precauciones que comporta la técnica, vemos realizarse esto que permitirá al sujeto de la neurosis obsesiva tomar relaciones de las que en fin de cuentas vemos mal lo que en ello se desea, pero que seguramente conciernen a lo que se llama la distancia con el objeto.

En suma, si comprendo bien, sobre el plano fantasmático, se trata de permitir al sujeto acercarse más, pasar por una fase donde esta distancia es anulada, para ser sin duda, por lo menos hay que esperarlo, reconquistada de inmediato; esta distancia, esta proximidad a un objeto que sucesivamente ha concentrado sobre sí todas las potencias del miedo, del peligro, para devenir en seguida, en suma, el símbolo por el cual se establece una relación libidinal que se considera como más normal, que se califica  de «genital «.

En verdad, seguimos siendo quizás, en tanto estamos en una cierta perspectiva, notoriamente la nuestra, un poco más severos que el autor para felicitarnos de haber alcanzado la meta, a propósito de una enferma, por haber recogido de ella al cabo de cierto número de meses de tratamiento, la declaración siguiente:

«Entonces ella me decía: ‘He tenido una experiencia extraordinaria, la de poder gozar de la felicidad e mi marido. Me emocioné muchísimo al constatar su alegría y su placer con el mío’.»

Les ruego que piensen estos términos; no carecen, ciertamente, de valor. Describen muy bien una suerte de experiencia que nos implica en absoluto, debo decirlo, ningún levantamiento de la anterior frigidez de dicha paciente. Experiencia extraordinaria de poder gozar de la felicidad de su marido; es una frase frecuentemente observada, pero eso no significa de ningún modo que la enferma haya alcanzado el orgasmo. En verdad, se nos dice, la enferma permanece, digamos, semifrígida. Es quizás porque se está un poco sorprendido que se agrega inmediatamente después:

«¿No es esto carácterizar de la mejor forma posible unas relaciones genitales adultas?»

Esta noción de relaciones genitales adultas es evidentemente lo que da a toda ésta perspectiva lo que yo llamo la constitución de las falsas ventanas en la relación genital adulta.

No se ve muy bien lo que en verdad quiere decir eso cuando se lo mira de cerca. Hemos visto que desde que los autores tratan de explicárselo no parece que encuentren la simplicidad ni la unidad que todo esto parece explicar.

«En cuanto a la afirmación de la coherencia del Yo, ella resulta no solamente de la desaparición de la síntomatología obsesiva, de los fenómenos de despersonalización, sino aún se traduce por el acceso a un sentimiento de libertad de la unidad que es una experiencia nueva para estos sujetos «.

Estas aproximaciones, optimistas, tal vez, no son tampoco por completo algo que, por lo menos para nosotros, corresponde a nuestra experiencia de lo que representa realmente un progreso y una curación de la neurosis obsesiva.

Dicho esto, vemos en qué medida, a qué especie de montaña, de muralla, de concepción acabada, nos enfrentamos cuando se trata de situar en alguna parte, de apreciar esto que no es más que una constitución, una estructura obsesiva, la forma en que ella es vivida y la forma en que evoluciona.

Aquí tratamos de articular las cosas en un registro enteramente diferente, porque creemos que por no ser más complicados que otros — no creo que, si ustedes llegan a familiarizarse, a contar los números de medidas que ponemos aquí en juego,  encuentren que finalmente eso genere demasiadas cosas más; simplemente que está tal vez articulado de otro modo, de una forma menos multilineal; ni por supuesto tampoco que el deseo de tener así un cuadro sinóptico correspondiente con u oponiéndose al de Mme. Brunswick, esté en el fondo del corazón de muchos de los oyentes. Alcanzaremos eso, tal vez, un día; pero evidentemente, antes de llegar allí convendría, quizás, ir paso a paso, y ver lo que queremos decir cuando pensamos que esta noción del objeto parcial del falo debe ser recriticada para ser puesta en uso, y tal vez para ver también los peligros de un cierto uso que es el presente, deba ser puesta en su lugar.

En este lugar el que tratamos de articular con este pequeño esquema. Se podría cubrir todo eso de signos y de ecuaciones, pero no quiero darles la impresión de artificio, aún cuando estas son las cosas que he tratado de reducir más a su necesidad esencial.

Ya hemos situado aquí la A mayúscula del Gran Otro, donde se encuentra el código y que acoge la demanda, y visto que es en el pasaje aquí de A al punto donde está el mensaje que se produce el significado del Otro, después de lo cuál la necesidad aquí atraída se reencuentra allá en el estado de transformación en lo que en diferentes niveles, se codifica diferentemente; lo que, si tomamos esta línea, por ser la línea de realización del sujeto, se traduce por algo que siempre resultará más o menos en una identificación, es decir, en el pasaje, en la remodelación, en la transformación también, en el pasaje al fin de cuentas  de la necesidad del sujeto por los desfiladeros de la demanda.

Sabemos que esto no alcanza para constituir un sujeto satisfactorio, un sujeto que se sostenga sobre el número de puntos de apoyo que le hacen falta — decimos cuatro, y quién sabe? Es justamente en ese más allá de la demanda que se articula un » ……… falta de orig …….. Ya hemos tratado de definirlo la última vez calificándolo de » …….. falta de orig ….. » del deseo, en su lugar topológico donde está bien formalmente como esto que les he presentado, donde hay de algún modo una necesidad ligada a esta topología, a lo que esto sea en el campo más allá de la demanda que venga a situarse y al mismo tiempo a articularse necesariamente, a sufrir esta articulación particular en éste más allá : el deseo sexual.

Hay allí, en suma una coincidencia entre el sitio donde puede encontrar lugar la pulsión sexual, la tendencia como tal, y la necesidad, estructural, que la liga a éste lugar en el más allá de la demanda. Es en suma, por lo tanto, que interviene este algo que, en el conjunto de los significantes sexuales viene a superponerse para hacer en eso un significado, es decir, es decir que no estamos habitualmente por debajo de la barra de nuestra articulación, S mayúscula sobre a minúscula, aquí el significado, que es primero un A significado.

El falo es pues este significante particular que esta en el cuerpo de los significantes, que está especializado en designar como tal el conjunto de los efectos del significante sobre el significado, en tanto, es decir, en tanto que son efectos del significante sobre el significado.

Eso llega lejos, y no hay miedo de ir menos lejos para su significación al falo, a saber este algo que hace que él ocupe aquí ese lugar privilegiado en lo que va a producirse como tal de significativo, en este más allá que llamamos aquí el más allá del deseo. Es, a saber, todo el campo que está ahí más allá del campo de la demanda.

En tanto que simbolizado este  más allá del deseo, está ahí, y en tanto que es así que veremos la posibilidad — es una simple articulación del sentido de lo que decimos — la posibilidad de que aquí halla una relación del sujeto a la demanda, no es necesario que él esté completamente incluido hasta el momento en que este más allá se constituye, si es que por hipótesis, él se constituye articulándose gracias al significante «falo «.

Es en aquél momento, más allá del puro y simple otro que hasta ahí hace toda la ley de la constitución del sujeto en la existencia, simplemente de su cuerpo; por el hecho de que la madre es un ser hablante — es algo absolutamente esencial — sea lo que sea lo que piense el analista ….. No hay solamente pequeños cuchi-cuchis, cuidados con Agua de Colonia al dar el alimento, para constituir una relación con la madre. hace falta que la madre le hable.

Todo el mundo sabe eso. No solamente que le hable, sino que cualquiera sabe que el niño, que tiene una relación muy particular, y que una nodriza muda no dejaría de acarrear algunas consecuencias bastante visibles en el desarrollo de la nutrición.

Más allá de este otro, si hay aquí algo que se constituye del significante que se llama el más allá del deseo, tenemos la posibilidad de esta relación sujeto, es decir, el sujeto como tal, un sujeto menos completo, es decir, que está barrado. Eso quiere decir que un sujeto humano completo no es nunca un puro y simple sujeto, como toda la filosofía lo construye, sujeto del conocimiento, correspondiendo magníficamente a éste percipicas de éste perceptum que es el mundo. Sabemos que no hay sujeto humano que sea puro sujeto del conocimiento, salvo que sea el sujeto humano en tanto que nosotros lo reducimos a cualquier cosa que sea que se a una célula fotoeléctrica o a un ojo, aún a lo que se llama filosofía de la conciencia. Pero como somos analistas, sabe que existe siempre una «spaltung», es decir que hay siempre dos líneas donde él se constituye, y es por eso, por otra parte, que surgen todos los problemas de estructura que son los nuestros.

Aquí —¿qué es lo que debe constituirse? Es precisamente lo que he llamado no ya el significado de A, sino el significado de A — S (A/) —en tanto que esta » spaltung «, él la conoce, ya que él mismo está estructurado por ésta » spaltung » dicho de otro modo, en tanto que él, A , ya ha sufrido los efectos de esta » spaltung «. Aquí, se revierte eso, quiere decir: está ya marcado por ese efecto de significado por el significante «falo».

El A pues, si ustedes quieren, en tanto que el falo está en el barrado, es llevado al estado de significante. Es otro, en tanto que castrado, el que aquí se representa en el lugar del mensaje. El mensaje del deseo, es eso.

El mensaje del deseo, es eso, No es decir sin embargo que sea fácil de recibir, porque precisamente todo el problema de ésta dificultad de articulación el deseo, hace que haya un inconsciente, dicho de otro modo, que en efecto lo que se presenta aquí como estando en el nivel superior, si se puede decir, del esquema, es por el contrario ordinariamente algo que debemos imaginarnos que está en el nivel inferior, que no está articulado en la conciencia del sujeto aunque esté magníficamente articulado en su inconsciente, que es, hasta un cierto punto —se trata justamente de saber cuál,  la cuestión que planteamos aquí— articulable en la conciencia del ¿Qué nos muestra la histérica de lo que hemos hablado la última vez? La histérica, por supuesto, no esta psicoanalizada, sino eso ella no seria más histérica, por hipótesis. La histérica, lo hemos dicho, este más allá, ella lo  plantea, ella lo sitúa bajo la forma de un deseo, en tanto que deseo del Otro.

Para fijar las ideas, lo justificaré un poquito más adelante, pero desde ahora, porque es preciso, si se intenta articular algo, comenzar por articular, por comentarlo — les diré que la cosas ocurren de este modo, del mismo en que aquí en el primerizo, el sujeto, por la manifestación de la necesidad, de su tensión, hace franquear esta vía de la primera línea significante de la demanda, del mismo modo, es aquí que podemos, para topologizar las cosas, poner la relación que es la del yo a la imagen del otro como tal,  y del mismo modo está aquí, es decir en suma en tanto que lo que en el Otro, en tanto que tal, en tanto que gran otro, no en el otro, en tanto que pequeño a, en el otro imaginario, lo que en el otro, en tan que gran A permite al sujeto abordar, este más allá significado que es precisamente el campo que estamos explorando: el de su deseo.

Esta d minúscula del deseo ocupa el mismo lugar que el a minúscula ocupa en relación al sujeto, lo que expresa esto es simplemente que es precisamente en este lugar donde el sujeto ha buscado articular su deseo, que el reencontrará el deseo del otro como tal, y lo que expresamos es justamente esto que esta fundado en la experiencia, y que desde hace tiempo he articulado para Uds. bajo otras formas, pero que he articulado también bajo aquella del deseo del que se trata, notablemente el deseo, en su función  inconsciente, es el deseo del otro. Es exactamente lo que hemos visto cuando hablamos la ultima vez de la histérica, a propósito del sueño. No son sueños elegidos. Tampoco es que les de Freud textos escogidos. Les aseguro, si Uds. me metieran, como parece que empieza a ocurrir a leer a Freud, no sabría aconsejarles demasiado leerlo por completo. Sin eso son Uds. los que se arriesgan a caer bajo pasajes que no serán tal vez escogidos, pero que mucho menos serán fuentes de toda clase de errores, aún falsos reconocimientos, si no ven en que lugar de tal o tal texto se sitúa en …. no diré en el desenvolvimiento de un pensamiento, aunque esto sea, hablando propiamente lo que conviene decir, aunque, desde el tiempo en que se habla del pensamiento, es un termino tan galvanizado que no se sabe nunca muy bien de que se habla. No alcanza con hablar del pensamiento para que se pueda decir que se habla de algo. Es el mismo desarrollo de una investigación, de un esfuerzo de alguien que tiene cierta idea de su polo magnético, si se puede decir, y que no puede alcanzarlo más que por cierto rodeo, y es por el conjunto del recorrido que hay que juzgar cada una de estas vueltas.

No he elegido los dos sueños de la vez pasada de la enferma, de la histérica, así como así. Les explique como los había tomado. Tomé el primer sueño porque lo encontré después de los otros que les explique las razones por las cuales no los había tomado primero.

Insistiré. Es a saber, porque el sueño de la monografía botánica, que puede ser algo que nos ayude a comprender lo que se trata de demostrar, es un sueño de Freud que convendrá explicar después.

Prosigo la articulación del sueño de la histérica. Lo que la histérica nos ha mostrado, es que ella encuentra, si puede decirse, su punto de apoyo, esto no son términos que sean sólo míos, si ustedes leen al Sr. Copter, cuando se ocupa de la neurosis obsesiva, verán que el emplea exactamente el mismo termino para decir que parece que cuando se ha retirado su obsesión al neurótico, le falta por ejemplo un punto de apoyo. Uds. ven que el uso que he hecho aquí de los términos es un uso que no es común con los otros autores, es decir que tratamos de metaforizar nuestra experiencia, nuestra pequeñas impresiones, la histérica toma su punto de apoyo en un deseo que es el deseo del otro, he dicho. Esto es esencial, esta creación de un deseo más allá de la demanda. Es algo que tenemos, creo yo, suficientemente articulado.

Se puede mencionar aquí un tercer sueño que no tuve tiempo de abordar la vez pasada, pero que muy bien puedo leerles ahora. «Ella pone una vela en un candelabro, la vela está rota, de manera que se sostiene mal. Las niñas de la escuela dicen que ella es torpe, pero la maestra dice que no es su culpa.».

En este caso vemos aún con Freud relacióna este sueño con los hechos reales: «Ella colocó ayer correctamente una vela en el candelabro, pero esa no estaba rota. Eso es simbólico. En x verdad se trata de lo que significa la vela.: si está rota si no se sostiene bien, eso indica la impotencia del hombre.»

Y Freud subraya: » no es su culpa.» «¿Cómo esta joven cuidadosamente educada, lejos de todas las cosas malas. puede conocer este empleo de la vela?» Allí aprehendemos que luego de un paseo en bote, ella ha escuchado una canción de estudiantes, muy indecente acerca del uso que la reina de Suecia, con los postigos cerrados, hacía de las Velas de Apolo. Ella no ha comprendido la última palabra. Su marido le ha  explicado bien los postigos cerrados, el Apolo y todo eso se reencuentra y se abate congruentemente en la ocasión.»

Lo importante es que aquí vemos aparecer entonces al desnudo, si puedo decirlo y aislado, en estado de objeto parcial, si no volante el significante falo, yo que el punto que es importante es claramente que no sabemos en que momento del análisis de esta enferma— porque es una enferma ciertamente en análisis— el tema de este sueño ha sido extraído. El punto importante está evidente mente aquí en «no es su culpa»

El no es su culpa es el hecho que esta al nivel de los otros. Es frente a todos los otros, es en función de la institutriz, que todos los pequeños camaradas de escuela no se burlan más. Aquí el símbolo es evocado, y es exactamente ahí que quiero llegar, el que recorta y confirma, si puede decirse lo que estaba ya en el sueño llamado «bella carnicera, es a saber que el acento en suma es un modo de constitución del sujeto que concierne precisamente a su deseo sexual, es el modo sobre el cual él ha adoptado lo que debe acentuarse en el caso de la histérica: propiamente la dimensión del deseo en tanto que se opone a la de la demanda.

Pero es primeramente y sobre todo en el término «deseo del otro» con una o mayúscula, la posición, el lugar en el otro que debe subrayarse.

Les he recordado como Dora vive hasta el momento en que  se descompensa su posición de histérica. Ella está muy cómoda, tiene sus pequeños síntomas, pero que son justamente los que la constituyen como histérica, y que se leen en la relación de la distinción, la «spaltung» de estas dos líneas. Volveremos sobre la manera en que podemos articular la sobredeterminación del síntoma. Esta está ligada a la existencia de dos líneas significantes como tales, pero lo que mostramos el otro día es que lo que Dora quería es que, en suma, ella subsistiera como sujeto en tanto que demanda el amor, sin duda como toda buena histérica, pero que sostiene el deseo del otro en tanto que tal. Es ella quien lo sostiene, es ella quien es su apoyo. Las cosas marchan muy bien, aunque para que las cosas, se armonicen entre su padre y la Sra. K.  se pasen lo más alegremente del mundo y sin que nadie tenga allí nada que ver, el termino que ella sostiene, el deseo del otro, es aquí el termino que mejor conviene al estilo de su acción y de su posición con relación a su padre, a la Sra. K, y es allí que les he indicado  una cosa: es porque ella logra identificarse con el Sr. K. que toda la pequeña construcción es posible. Es en una cierta relación con el otro, entonces imaginario, como tal, es por eso, que  frente a este deseo ella lo sostiene en este lugar, a saber en el lugar que le corresponde.

Ustedes vieron bien que, en suma, aquí se dibuja un pequeño cuadrado cuyos cuatro extremos están representados por moi, i(a), imagen del otro, relación del sujeto constituido entonces al otro imaginario como tal, y aquí, deseo S(a.

Encontramos así los cuatro pies sobre los que puede sostenerse normalmente un sujeto humano constituido como tal, es decir, donde el es capaz, más o menos de situarse en este componente esencial.

Es aquí y en este nivel, frente al deseo del otro, y por otra parte lo he mostrado la vez pasada, sin que sin embargo las cosas vayan más allá, porque a fin de cuentas se puede decir que en la histérica la línea de retorno estaba más borrada. Es precisamente por eso, por otra parte, que la histérica tiene toda suerte de dificultades con su imaginario, aquí representado en la imagen del otro, y susceptible de ver allí producirse efectos de fragmentación de desintegraciones diversas que son hablando con propiedad, lo que le sirve en sus síntomas.

Recuerdo simplemente esto (en el nivel de la histérica) ¿como vamos a poder articular lo que pasa en el nivel del obsesivo?. Quiero decir en una estructura obsesiva. La teoría clásica, yo digo, lo que Freud articula, lo que ella articula en Freud, en la última palabra de Freud sobre la neurosis obsesiva. Es netamente un poco más complicado que la neurosis histérica, pero no mucho mas.

Si se llega a puntuar las cosas en lo esencial se la puede articular, pero si no se ubican las cosas en lo esencial, lo que es seguramente el caso del autor del que les he hablado recién, se pierde literalmente uno allí, a saber, se nada entre lo sádico, lo anal, el sujeto parcial, la incorporación, la distancia del objeto.

No se sabe literalmente mas, a que santo encomendarse, para saber donde se está. Ahora bien, es excesivamente diverso clínicamente como lo muestra el autor en las observaciones que parecen apenas posibles de ser reunidas bajo la misma rubrica, bajo el nombre de Pedro y Pablo, sin contar las Mónicas, y las Juanas que están detrás. Quiero decir que en el material clínico del autor en el nivel de la relación sobre el Yo, no hay más que Pedros y Pablos.

Pedro y Pablo son manifestantes sujetos completamente diferentes desde el punto de vista de la textura de un sólo objeto. Apenas se los puede poner en la misma rúbrica, lo que propiamente no es en sí tampoco una objeción, puesto que nosotros no estamos particularmente en condiciones tampoco de articular por ahora otras rúbricas nosológicas.

 Es muy sorprendente ver, después de tanto tiempo que manipulamos la neurosis obsesiva, ver cuan incapaces somos de desnombrarla como manifiestamente la clínica nos lo impondría, vista la diversidad de aspectos que ella nos presenta. Se recuerda en Aristóteles aquello que se llama el corte justo del cuchillo del cocinero, aquel que pasa justo por las articulaciones. En el estado actual de las cosas nadie, particularmente los que se han ocupado de la N.O. es capaz de articularla convenientemente. Es claramente el índice de algunas carencias teóricas.

Retomamos las cosas desde donde estamos. ¿Qué hace el obsesivo para consistir como sujeto? El está igualmente que la histérica —  y como no se puede dudar hay una relación tan profunda entre la histérica y la neurosis obsesiva, que ya antes de Freud un señor Janet ha podido hace esta especie  de muy curioso trabajo de superposición geométrica si puede decirse, de correspondencia punto por punto de imagenes que se llaman en geometría, creo, transformaciones de figura, que hace que el obsesivo sea verdaderamente concebido como algo que es la figura de una histérica transformada, si se puede decir.

El obsesivo está también orientado, por supuesto, hacia el deseo : si no se tratara en todo esto, y ante todo, del deseo, no habría ninguna especie de homogeneidad de la neurosis. Veamos solamente la teoría clásica , la de  Freud, la última articulación de Freud —¿qué nos dice? Que la neurosis obsesiva— él ha dicho muchas cosas en el curso de su carrera, primero ha establecido que lo que se puede llamar el traumatismo primitivo se opone al de la histérica. En la histérica es una seducción sufrida, una intrusión una interrupción de lo sexual en la vida del sujeto. El ha visto muy bien que a pesar de que este trauma psíquico  soporta la crítica de la reconstrucción, se trata, al contrario, de algo en lo que el sujeto ha tenido un rol activo, decía él, donde ha obtenido placer.

Esa era la primera aproximación. En seguida viene todo el desarrollo en El hombre de las ratas, a saber la aparición de la extrema complejidad de las relaciones afectivas en el obsesivo, y notoriamente  ……. (ilegible) ….. la ecentuación de la ambivalencia efectiva, sobre la oposición fundamental activo-pasivo, masculino-femenino, y la más importante, el antagonismo odio-amor. Por otra parte, hay que releer el hombre de las ratas como la Biblia. El H. de las R. es aún rico en todo lo que queda todavía por decir sobre la neurosis obsesiva ; es un tema de trabajo.

¿A qué ha llegado finalmente Freud como fórmula meta psicológica última?. Es que, dice él, ha habido allí en aquel momento las experiencias clínicas y la elaboración metapsicológicas que han hecho poner al día las tendencias agresivas y que ya lo han llevado a hacer una distinción fundamental de instintos de vida e instintos de muerte, la que no ha cesado de atormentar a los analistas.

Lo que Freud nos dice, es que ha habido allí fusiones, intrincaciones precoces de los instintos de vida y de los instintos de muerte. Dicho de otro modo, que la desagregación como tal de las tendencias a la destrucción como tales se ha producido en  un estadio demasiado precoz en el obsesivo como para no haber marcado toda la secuencia de su desarrollo, a saber de su instalación en su subjetividad particular.

¿Cómo va a insertarse esto en esta dialéctica? Mucho más inmediatamente, concretamente, sencillamente, me parece. Estos términos, de «demanda» y de «deseo», si comienzan a encontrar su lógica en vuestro cerebro, les encontrarán un uso cotidiano, y, en todo caso, cotidiano para vuestra práctica analítica; completamente útiles.

Quiero decir que ustedes pueden hacer de ellos algo usual antes de que esto sea usado, pero ustedes se reencontrarán siempre allí preguntándose si se trata del deseo y de la demanda, o del deseo o  la demanda.

¿Qué quiere decir aquí lo que acabamos de recordar con respecto a los instintos de destrucción, es decir, algo que se manifiesta en la experiencia, en una experiencia que hay que tomar primero al nivel vulgar, común, de lo que nosotros conocemos del obsesivo, pero no sólo de los que analizamos, sino también de aquellos que como psicólogos advertidos somos capaces de medir las incidencias sobre su comportamiento .

Es bien cierto que el obsesivo tiende a destruir su objetivo. Es algo que es casi una verdadera experiencia. Se trata simplemente de no contenerse con eso, de ver lo que es esta actividad destructiva del obsesivo.

He allí lo que les propongo. Les propongo considerar que a diferencia de la histérica, como la experiencia lo demuestra, que vive totalmente a nivel del Otro — el acento, para ella, es estar a nivel del Otro, y es por eso que le hace falta un deseo del Otro, porque sin eso el Otro, qué seria si no es la ley? .

Pero es primero al nivel del Otro que se plantea, si puede decirse, el centro de gravedad del movimiento constitutivo de la histérica.

Por razones que no son del todo posibles de articular, y que son, en suma, idénticas a lo que Freud dice de la precoz fusión y defusión de los instintos, es la búsqueda, el apuntar el deseo como tal, del más allá de la demanda, el que es constitutivo del obsesivo.

Quisiera que tuviesen un poco de experiencia de la que es un niño que va a convertirse en obsesivo. Creo que no hay jóvenes sujetos en los que sea más sensible lo que he tratado de articularles la vez pasada cuando les representaba que, en éste margen la necesidad tiene forzosamente importancia limitada, como se dice » una sociedad de responsabilidad limitada»; la necesidad es siempre algo de importancia limitada. En este margen de la necesidad, de carácterísticas incondicionadas de la demanda de amor, se sitúa esto que he llamado el deseo —¿y lo he definido cómo, a este deseo como tal? Como algo que, justamente, porque eso debe situarse en este más allá, si puede decir, niega el elemento de alteridad que está incluido en la demanda del amor.

Pero para conservar este carácter incondicionado, transformándolo en carácter de condición absoluta del deseo, en el deseo como tal, en estado puro, el Otro es negado; pero la necesidad, por el hecho de que el sujeto ha tenido que franquear, conocer, este carácter último, límite, de lo incondicionado de la demanda de amor, he allí que éste carácter permanece transferido a la necesidad como tal.

El niño que se convertirá en un obsesivo es éste niño del que los padres dicen —he allí una convergencia de la lengua usual con la lengua de los psicólogos— : «tiene ideas fijas». No tiene ideas más extraordinarias que cualquier otro niño, si nos detenemos, por el contrario, en el material de la demanda, es , a saber, que pediría u…… una cajita.

No es verdaderamente gran cosa una cajita, y hay muchos niños en los que uno no se detendrá un sólo instante por esta demanda de la cajita, salvo los psicoanalistas, claro, que le verán toda la suerte de finas alusiones. En verdad no se estará equivocando, pero encuentro más importante ver que hay ciertos niños entre todos los otros, que piden cajitas, para los que los padres encuentran que esta exigencia de la cajita es, propiamente hablando, una experiencia intolerable. Y lo es.

Se estaría totalmente equivocado al creer que es suficiente con enviar a los susodichos padres a la escuela de padres, para que se reubiquen, porque contrariamente a lo que se dice, los padres por supuesto están allí para algo. Es decir que no es por nada que se es obsesivo. Hay que tener para eso en alguna parte el modelo.

Se escucha, pero en la recepción misma, el lado «idea fija» que acusan los padres es totalmente discernible, y siempre inmediatamente discernido, aún por personas que no forman parte de la pareja parenteral.

Es esta exigencia, muy particular, que se manifiesta en la forma en la que el niño pide una cajita, lo que hay de, hablando propiamente, de intolerable para el Otro, en la ocasión, es justamente esto que la gente llama aproximativamente la idea fija, es decir, que no es una demanda como las otras; dicho de otro modo : que eso tiene un carácter de condición absoluta, que es el que yo les designo ser el del deseo. Y el obsesivo, es justamente un niño que por razones cuya correspondencia con la que se llama en esta ocasión indicaciones, ustedes ven, pulsiones en esta ocasión fuertes, lo que va a ser el elemento, sí puedo decir, de la primera fundación de este trípode, que debe, enseguida, para mantenerse en pié, tener cuatro patas —el acento en él está puesto sobre el deseo— , no solamente sobre el deseo, sino sobre el deseo como tal, es decir, que en su constitución él comporta eta destrucción del Otro, es forja incondicionada de la necesidad, necesidad pasada al estado de condición absoluta; y justamente, a pesar de que se está más allá de ésta …… (ilegible)…… incondicionada del amor en cuya ocasión puede servir de prueba, pero como tal es algo que niega al Otro como tal, y es exactamente esto lo que lo vuelve, como el deseo de la cajita en el niño, tan intolerable.

Presten mucha atención, porque tienen que comprender bien que no digo lo mismo cuando digo es la destrucción del Otro, y cuando digo la histérica va a buscar su deseo en el deseo del Otro.

Cuando digo la histérica va a buscar su deseo en el deseo del Otro, es el deseo que ella atribuye al Otro como tal.

Cuando digo el obsesivo hace pasar su deseo, ante todo, eso quiere decir justamente que él va a buscarlo en un más allá, avistándolo como tal, en su constitución de deseo. Es decir, por lo tanto que, como tal, él destruye al Otro.

Y está allí el secreto de esta contradicción profunda que hay entre el obsesivo y el deseo. Es que visto así, el deseo lleva en sí mismo esta contradicción interna que hace  que el «impasse» del deseo  del obsesivo. Y que los autores tratan de traducir hablando de estas especies de perpetuo vaivén de alguna forma instantáneos entre introyección y proyección..

Debo decir que es algo extremadamente difícil de representarse, sobre todo cuando se ha indicado suficientemente, como lo hace el autor en algunos sitios, hasta qué punto el mecanismo de introyección y el mecanismo de proyección no tiene ninguna relación, ya se los he articulado más patentemente que ese autor, pero de todas maneras hay que partir de allí, a saber que el mecanismo de proyección es imaginario y que el mecanismo de introyección es un mecanismo simbólico. Eso no tiene absolutamente ninguna relación.

Por el contrario no me parece, ustedes pueden concebirlo, y por otra parte reencontrar en la experiencia, si observan bien a sus obsesivos, que el obsesivo está habitado de deseos que son justamente todos los que ustedes ve, a condición de que metan un poco la mano ahí, que vean hormiguear, en una especie de extraordinario vermes que, en una especie de medio de cultivo, particularmente adecuado, si ustedes dirigen en efecto, no hace falta gran cosa, alcanza con tener los elementos  de nuestra transferencia, de los que recién hablaba, si dirigen el cultivo de la neurosis obsesiva hacia el cultivo de la fantasía, verán la citada lombriz proliferar más o menos todo lo que se quiera. Es por eso que eso no dura mucho, el cultivo de la neurosis obsesiva.

Pero en fin, si ustedes procuran ver lo esencial, a saber lo que pasa cuando el obsesivo, de vez en cuando, tomando coraje a medias, se pone a intentar atravesar la barrera de la defensa, es decir, a partir a la búsqueda del objeto de su deseo : primero, no lo encuentra fácilmente, pero hay muchas cosas por lo menos puesto que tiene práctica, hay muchas cosas que pueden servirle de soporte, las cajita, no sería más que eso.

Es totalmente claro que sobre esta ruta le ocurren los más extraordinarios accidentes, a saber algo que intentaremos motivar a niveles diversos por la intervención del superyó y de mil cosas más que por supuesto existen.

Pero mucho más radicalmente que todo eso, el obsesivo, en tanto que su movimiento fundamental está dirigido hacia el deseo como tal, y ante todo a su constitución de deseo, implica en todo movimiento destinado a alcanzar un deseo, lo que llamamos la destrucción del Otro; ahora bien, es la naturaleza del deseo como tal el necesitar este soporte del Otro. No es una vía de acceso al deseo del sujeto; el deseo del Otro, es en el lugar del deseo. Y todo movimiento en el obsesivo hacia el deseo, se choca con algo que es absolutamente tangible, si puedo decirlo así, en el movimiento de su libido.

En la psicología  de un obsesivo, cuánto más algo juega el rol de  objeto ….. ( falta en el original ….) ….. del deseo, más la a ley de acercamiento, si se puede decir, del obsesivo, con relación a este objeto, estará condicionada por algo que se  manifiesta literalmente en lo que puede llamarse una verdadera caída de tensión libidinal, en el momento en que él se acerca, y hasta el punto en que en el momento en que alcanza este objeto de su deseo, para él no hay nada más eso. Esto lo observarán, es absolutamente observable.

Trataré de articulárselos, de mostrárselos en ejemplos. El problema para el obsesivo es pues por completo el de dar a este deseo (que para él condiciona esta destrucción del Otro, donde el deseo mismo viene a desaparecer) la única cosa que podría darle esta apariencia de apoyo, a saber este punto correspondiente que la histérica, gracias a sus identificaciones ocupa tan fácilmente, y que en esta ocasión, — porque justamente por el hecho de que no hay Otro, gran Otro aquí, digo en tanto por supuesto que se trata del deseo, yo no digo que el gran Otro no exista para el obsesivo, digo que cuando se trata de su deseo no lo hay, y es por eso que está a la búsqueda de la única cosa que podría mantener en su lugar este deseo en tanto que tal, fuera de este punto de referencia. Es algo que está en frente, que viene a tomar este lugar, y que es la otra fórmula, S/ en relación a «a», identificación de la histérica, lo que toma este lugar, es la función en el obsesivo, de un conjunto, y este conjunto está siempre bajo una forma velada, sin duda, pero es siempre perfectamente equivalente, identificable y reductible al significado falo.

Es en esto que debo terminar hoy. Verán en la continuación lo que esto comporta en cuanto al comportamiento del obsesivo frente a frente con este objeto, y también su comportamiento frente a frente con el pequeño otro.

Ustedes verán, se los mostraré la vez que viene, cómo allí se disuelven un cierto número de verdades de lo más corrientes, a saber por ejemplo que el sujeto no puede verdaderamente centrar su deseo más que oponiéndose a lo que llamaremos una virilidad absoluta, y que por otra parte, para ….. (ilegible) ….. que él debe mostrar su deseo, porque es para él la exigencia (¿esencial?), él no puede mostrarlo más que en otra parte que allí donde él está, …. (ilegible) …. precisamente mostrarlo en algo donde  él debe remontar la hazaña, quiero decir que la ….. (ilegible) ….. performance  de toda la actividad del obsesivo es algo que encuentra en eso sus razones y sus imperativos.