Seminario 5: Clase 24, del 21 de Mayo de 1958

A través de la exploración que proseguimos, de las estructuras neuróticas, en tanto que ellas están condicionadas por lo que llamamos la formación del inconsciente, hemos llegado a la vez pasada a hablar del obsesivo. Terminamos nuestro discurso sobre el obsesivo diciendo, en suma, que él debe constituirse en alguna parte frente a su deseo evanescente. Hemos comenzado a indicar en la fórmula del deseo como siendo el deseo del Otro porque en el obsesivo este deseo es evanescente. Este deseo es evanescente en razón de una dificultad fundamental en su relación con el Otro, con el gran Otro como tal, este gran Otro, en tanto que es el lugar donde el significante ordena el deseo.

Es esta dimensión que buscamos aquí articular, porque creemos que hace falta introducirse para tener de ello la dimensión, y la dificultad en la teoría, y también la desviaciones la práctica. Queremos en el curso tejer de alguna forma en el interior de este discurso, hacerles sentir— es el sentido del conjunto de la obra de Freud, si la mira después de un recorrido suficiente— que este descubrimiento es el significante que ordena el deseo pero por supuesto en el interior de éste femenino el sujeto busca expresar, manifestar, en un efecto de significante en tanto que tal, lo que pasa por su propio abordaje del significante.

Hasta cierto punto la obra de Freud se presenta en ella misma en este esfuerzo.

Se ha hablado mucho a propósito de la obra de Freud, de un naturalismo: esfuerzo de reducción de la realidad humana a la naturaleza. No es nada de eso. La obra de Freud es una tentativa de pacto entre este ser del hombre y la naturaleza, y un pacto que seguramente es buscado en otra parte que en una relación de innatismo.

Es a partir del hecho de que el hombre está constituido, se constituye en tanto que el sujeto de la palabra (I), en tanto que yo del acto de palabra (II), que el hombre es siempre experimento de la obra de Freud; ¿Y cómo negarlo, puesto que justamente en el análisis, él no experimenta de otro modo?. El se encuentra pues esencialmente frente a la naturaleza, en otra postura, que como portador de la vida. Es el interior de esta experiencia que se hace sujeto de la palabra, que el lazo, que su relación, la naturaleza debe encontrar como articularse. como formularse.

Esta relación con la vida, es ella la que se encuentra simbolizada en esta suerte de señuelo que él arranca en las formas de la vida bajo el significado del falo, y es allí que se encuentra el punto central el punto más sensible, el más significativos de todas estas encrucijadas significantes que exploramos en el curso del análisis del sujeto.

El falo es en alguna forma la cima, el punto de equilibrio, el significante por excelencia de esta relación del hombre con el significado, y seguramente, por este mismo hecho, está en una posición, diremos, donde la inserción del hombre en la dialéctica del deseo sexual está abocado a una problemática absoluta es especial; la primera es que ella debe hallar lugar en alguna de la que ha precedido, que es la dialéctica de la demanda, en tanto que la demanda siempre algo que es más, y más allá de la satisfacción a que a ella llama; de donde, si puede decirse, el carácter ambigüo del lugar donde debe situarse el deseo. Este lugar siempre problemático y está más allá de esta demanda, por supuesto, él está más allá a pesar de que la demanda a punta de la satisfacción de la necesidad, y está más acá a pesar de que la demanda, por el hecho de estar articulada en términos simbólicos es una demanda que va más allá de todas las satisfacciónes a la que ella hace apelaciones, y en tanto que ella es demanda de amor, en tanto que es demanda dirigida al ser del Otro, a obtener del Otro esta presentificación esencial que hace que el Otro dé algo que está más allá de toda satisfacción posible, que es su ser mismo, que es justamente a lo que se apunta en el amor.

Es en este especial virtual entre el llamado de la satisfacción y la demanda del amor  que el deseo debe organizarse y tomar su lugar, y es en eso que nos encontramos para situar el deseo en esta posición siempre doble que hace en la relación a la demanda algo que está a la vez más allá y más acá, según la cara o el aspecto bajo el que encaremos la demanda, a saber, en tanto que demanda en relación a una necesidad, o demanda en tanto estructurada en término del significante, que, como tal, sobrepasa siempre todas las especies de respuesta que está al nivel de la satisfacción, que pide asimismo una suerte de respuesta absoluta, que desde luego va a proyectar su carácter esencial de condición absoluta sobre todo lo que va a organizarse en este intervalo, este intervalo interior en suma a dos planos de la demanda, al plano significado y al plano significante, donde el deseo debe articularse, tomar su lugar.

Es justamente porque debe articularse y tomar su sitio en este lugar, que por el abordaje de éste sujeto a éste deseo el otro deviene el conmutador (III), el Otro en tanto que lugar de la palabra y precisamente en tanto que es él que se dirige a la demanda va a ser también el lugar donde debe ser descubierto el deseo, donde debe ser descubierta la formulación posible del deseo. Es allí que se ejerce en todo momento la contradicción, porque en el interior del Otro en tanto él está poseído por el deseo, por un deseo que, en suma, inauguralmente y fundamentalmente es extraño al sujeto, las dificultades de la formulación de este deseo va a ser aquello a la que el sujeto va a tropezar, y en tanto significativamente tropezará, cuanto que precisamente lo vemos desarrollar la estructura que el descubrimiento analítico ha permitido dibujar.

Lo hemos dicho: ellas son diferentes, éstas estructuradas, según que el acento esté sobre el carácter de insatisfacción esencial de este deseo —es el modo por el cual la histérica aborda ese campo de la necesidad— o según que el acento esté puesto sobre el carácter esencialmente dependiente del Otro, del acceso a éste deseo, y es el modo bajo éste abordaje se propone el obsesivo.

Lo hemos dicho al terminar la vez pasada: aquí pasa algo que es diferente de esta identificación histérica que pertenece esencialmente a lo que la histérica, para encarar este deseo que para ella es un punto enigmático, es algo a lo que nosotros aportamos siempre, una suerte de interpretación forzada, que carácteriza todos los primeros abordajes que Freud ha hecho del análisis de la histérica.

Freud no ha dicho que el deseo está situado para la histérica en una posición tal que, de decirle: «mirá, esto es lo que deseas», es siempre una interpretación forzada, siempre una interpretación inexacta, siempre una interpretación lateral. No hay un ejemplo de que una histérica, ya sea en la primera observación que Freud ha dado, ya sea más tarde, ya sea en el caso de Dora, o aún, si extendemos el sentido de histeria en caso de la homosexualidad que hemos cometido aquí, que Freud no haya de algún modo errado y tampoco en todas la cosas alcanzadas en ninguna especie de excepción, al rechazo de la paciente de acceder por el sentido del deseo de sus síntomas y de sus actos, cada vez que ha procedido así. En efecto el deseo de la histérica es esencialmente y como tal, no deseo de un objeto, sino deseo de un deseo, esfuerzo por mantenerse frente a ese punto donde ella llama su deseo, el punto donde está el deseo del Otro. Ella se identifica por el contrario, a un objeto.

Dora se identifica como el Sr. K. . La mujer de la que les he hablado, Elizabet Von R. se identifica igualmente a diferentes personajes de su familia o de su entorno. Es desde el punto donde ella se identifica a alguien para quien el determina de que yo o de ideal del yo son igualmente impropios cuando se trata de la histérica, alguien que deviene para ella su otro — yo, precisamente este objeto del cual la elección de la identificación siempre fue expresamente articulada por Freud de un modo conforme a lo que estoy diciéndoles, a saber, que es en tanto que ella o él reconoce a un otro o en una otra los indicios, si puede decirse, de su deseo, a saber, que ella o él están frente a un mismo problema del deseo de ella o que él, que se produce la identificación y todas las formas de contagio, de crisis, de epidemias, de manifestaciones sintomáticas que son carácterísticas de la histérica.

El obsesivo tiene otras soluciones, por la razón de que el problema del deseo del Otro se le presenta de un modo totalmente diferente. Para articularlo vamos a tratar de hacer allí por las etapas que nos permiten la experiencia concernida al obsesivo.

Diré que de una cierta forma poco importa por qué extremos debemos tomar la vivencia del obsesivo. De lo que se trata de no olvidar la diversidad. Las guías trazadas por el análisis, el camino por el que nuestra experiencia a tientas, hay que decirlo, nos ha incitado a resolver, a encontrar las soluciones del problema del obsesivo, son parciales o parcelarias: ellas libran, por supuesto, para ellas mismas, un materia; las formas en que ese material es utilizado, podemos explicarlos de diferentes maneras por relacióna los resultados obtenidos.

En principio, podemos también criticarlas asimismo. Esta crítica debe ser de alguna manera convergente. La impresión de tener al deletrear esta experiencia tal vez como ella se ha orientada la práctica es incontestable que la teoría tanto como la práctica tienden a sentarse sobre la utilización de fantasías (IV) del sujeto. Este rol de la fantasía en el caso de la neurosis obsesiva tiene algo de enigmático a pesar de que el término de la fantasía no está nunca definido. Hemos hablado mucho aquí y desde hace mucho de las relaciones imaginarias de las funciones de la imagen como guía, si puede decirse, del instinto como canal, indicaciones sobre el camino de las realizaciones instintuales. Sabemos por otra parte hasta qué punto es reducido, es delgado, es empobrecido en el hombre, este uso, en tanto que se lo puede detectar con certeza, de la función de la imagen, puesto que ella parece reducirse a la imagen narcisista, a la imagen especular; está, yo diría, reducida a una función extremadamente polivalente: no digo naturalizada, puesto que igualmente funciona sobre el plano de la relación agresiva y de la relación erótica.

¿Cómo podemos articular las funciones imaginarias incontestables esenciales, prevalentes, de la que todo el mundo habla, que está en el corazón de la experiencia analítica, las de la fantasía en el punto al que hemos arribado?.

Creo que en este lugar debemos ver que en el esquema aquí presentado nos abre la posibilidad de articular, de situar las funciones de la fantasía. Es sin duda por una suerte de cerco institutivo de esta tipología que les pido que empiecen primero por representarlos. Desde luego no se trata de un espacio irreal, sino que se trata de algo donde puede dibujarse este homologías.

Si la relación con la imagen del otro se relacióna en efecto de algún lugar a nivel de la experiencia que está integrada al circuito de la demanda., al primitivo circuito de la demanda —esto en lo que el sujeto se dirige primeramente al Otro para las satisfacciónes de sus necesidades— y así es en algún lugar sobre este circuito que se realiza esta suerte de acomodación transitiva de efecto de presentación que pone al sujeto en una cierta relación con sus semejantes en tanto que tal, si entonces la relación de la imagen se allá ahí al nivel de la experiencia y del tiempo mismo de entrar en el juego de la palabra en el límite del pasaje del estado infans al estado hablante, diremos esto: en este campo donde buscamos las vías de la realización del sujeto por el acceso al deseo del Otro, es el punto homólogo que se encuentra la función de la función de la fantasía.

La fantasía la definiremos, si queremos, con el imaginario que es tomado en un cierto uso de insignificante. Si bien esto es importante y se manifiesta y se observa de manera carácterística, no sólo cuando hablamos de fantasía.—la fantasía sádicos por ejemplo, que juegan un papel tan importante a la economía del obsesivo— no nos basta con calificar esas manifestaciones fantastmáticas por el hecho de que ellas representan algo que es una tendencia calificada de sádica en relación con una cierta obra literaria, que ella misma, no se presenta como una investigación de los instintos sino como un juego del término de imaginario estaría muy legos de bastar para calificar, puesto que es una obra literaria, que son escenas, para decirlo todo, que son cuestiones, lo cual es algo profundamente articulado en el significante, de lo que se trata.

Y a fin de cuentas, cada vez que hablamos de fantasías no debemos desconocer el lado guión, en el costado libreto, que una forma de sus dimensiones esenciales. No es si puede decirse, una suerte de imagen cierta del instinto de destrucción, no es algo en el cual el sujeto, si se puede decir —por más que yo me haga la imagen para explicarles lo que quiero decir— vea de golpe tono rojo de lente de su ..(ilegible)… de que se trata. No es localmente algo que el sujeto articula en un guión, sino algo donde el sujeto se pone asimismo en el juego en este guión.

La formula $ con la pequeña barra es decir el sujeto en el punto más articulado de su presentación en relación a «a» minúscula, es algo valedero en toda especie de duplicación propiamente fantasmática de lo que llamaremos en esta ocasión la tentación sádica, en tanto que ella puede estar implicada en el guión o del obsesivo.

Usted notará que hay siempre escenas en las que el sujeto es presentado como tal baja forma diversamente enmascarada en el libreto, bajo la forma de implicaciones en imagenes diversificadas del otro, en las que un otro en tanto que semejante, en tanto que también refleja del sujeto, está allí presentificado.

Diría más: no se insiste lo suficiente sobre el carácter de presencia de un cierto tipo de instrumento.  Ya he hecho alusión, luego de Freud, a la importancia de la fantasía que Freud articuló especialmente que parecía jugar con un rol muy particular. Era una de las caras de su artículo de la comunicación precisa que él ha hecho sobre este tema. Es sobre su papel en el psiquismo femenino. Lo he hecho porque lo he abordado bajo este ángulo de su experiencia. Seguramente ésta fantasía está lejos de estar limitada al campo o a los pasos de los que Freud ha hablado en esta ocasión, pero si se mira ahí más de cerca, su campo está por completo legítimamente limitado en tanto esta fantasía juega un rol particular en un cierto giro del desarrollo y en un punto particular del desarrollo de la sexualidad femenina, y muy particularmente en tanto que la intervención de la función del significante falo, que juega un rol particular en el interior de la neurosis obsesiva, y de todas las cosas donde vamos emerger las  fantasías  llamadas sádicas.  

La presencia, la predominancia de éste elemento a fin de cuentas enigmática da su prevalencia en este instrumento del que se puede decir que de ningún modo la función biológica lo explica bien. Se lo podría imaginar o encontrar, en él, no se de que relación con las excitaciones superficiales , las estimulaciones de la piel. Ustedes sienten hasta que punto esta tendría un carácter incompleto, un carácter casi artificial y, más claro que en la función que aparece con tanta frecuencia en el interior de la fantasía de éste elemento. En esta función se agrega una plurivalencia significante que pone todo el peso en la balanza más bien del lado del significado que de cualquier cosa que pudiera remitirse a una reducción del origen biológico, del origen de la necesidad, del origen que sea.

Esta noción de la fantasía pues como de algo que sin ninguna duda participa del origen imaginario pero que no toma su función de fantasía en la economía y en cualquier punto donde se articule más que por su función significante es algo que nos parece — eso no ha sido formulado hasta ahora como tal — que nos parece esencial para hablar de la fantasía. Diré mas, no creo que haya otro medio de hacer concebir lo que se llaman las fantasías inconscientes.

¿Qué son las fantasías inconscientes sino la latencia de algo que, lo sabemos por todo lo que hemos aprendido de la organización, de la estructura del inconsciente, que es solamente posible en tanto cadena significante? Que haya en el inconsciente cadenas significantes que subsisten como tal que desde allí estructuren, actúen sobre el organismo, influencien lo que aparece por fuera como síntoma, esto es todo el fondo de la experiencia psicoanalítica. Es como más fácil de conseguir la instancia, la  inconsciencia inconsciente de los que esto tenga de imaginario, que poner la fantasía misma a nivel de lo que por lo común es lo que se presenta para nosotros al nivel del inconsciente, a saber al nivel del significante.

La fantasía es esencialmente un imaginario tomado en una cierta función del  significante.

No puedo articular más lejos, por el momento, este  abordaje, en una cierta forma simplemente de proponerles lo más tarde será articulado de manera más precisa, a saber, la situación del punto y  S en la relación al «a» minúscula del hecho fantasmático, el hecho fantasmático, para decirlo todo, siendo él mismo una relación articulada y siempre compleja, un argumento. Esto es una carácterística, es algo que puede sobrepasarse en consecuencia, y permanecer latente durante largo tiempo en un cierto punto del inconsciente, que de todas formas está de aquí en más organizada como un sueño, por ejemplo, que no se concibe más que si la función del significante se basa para darle su estructura en su conciencia, y asimismo su insistencia.

Esta fantasía sádica por ejemplo, de la cual es un hecho de experiencia común y del primer abordaje de la investigación analítica de lo sucesivo de nuestra percepción del lugar que eso tiene en el obsesivo —que eso tiene pero que no tiene forzosamente de una forma patente y manifiesta,— pero en el metabolismo de la transformación obsesiva la tentativa que el sujeto como tal hace hacia una reequilibración de lo que es el sujeto de su búsqueda, equilibrante, a saber esto que es reconocerse en relación a su deseo. Seguramente cuando vemos un obsesivo en bruto, en estado natural, tal como nos llega o es posible que nos llegue a través de la observación publicada, lo que encontramos en alguien que nos habla entre todos de todo tipo de impedimentos, de inhibición, de barrera, de miedo, de dudas, de prohibiciones. También tenemos que dar ahora el más no es en éste momento que él nos hablará de esta vida fantasmática. Sabemos también que en lo obsesivo en lo que, ya sea la intervención terapéutica, ya sean las tentativas automáticas de soluciones, de salidas, de su elaboración de su propia dificultad propiamente obsesiva, que debemos aparecer  de una forma más o menos predominante, la investigación de su vida interior, y en su vida psíquica, de ésta fantasía que califica a la ocasión como una simple etiqueta de sádica, a saber de esta fantasía que nos propone ya y si se puede decir, el enigma, en tanto que nos podemos contener de articular como una manifestación de una tendencia, pero con una organización ella misma significante de las relaciones del sujeto del otro como tal.

Ustedes saben, por otra parte, cuanto esta fantasía pueden tomar en algunos sujetos una forma verdaderamente invasora, absorbente, cautivante, que puede engullir, si puede decirse, pedazo, trozo entero de su vida psíquica, y de sus vivencias y de sus ocupaciones mentales. Es precisamente en el rol económico que esta fantasía en tanto que aquí articulada y subsistente, que será tratada en tantas ocasiones intentar darnos una fórmula.

Esta fantasía que tienen por carácterística la de ser fantasía en los que los sujetos permanecen en el estado de fantasía, es que no son realizadas más que una forma totalmente excepcional, y que de toda forma para el sujeto por otra parte es siempre decepcionante sin embargo precisamente nosotros observamos en esta ocasión la mecánica de ésta relación del sujeto con el deseo, a saber, a medida que él puede intentar en la vía que le son repuesta aproximdas, es precisamente en esta medida que llega a la extinción al amortiguamiento y la desesperación de la aproximación y de sus deseos.

El obsesivo es un Tántalo, diría, si Tántalo no fuera una imagen que no es presentada, por la iconografía infernal auténtica que es bastante rica, como una imagen ante todo oral. Pero no es sin embargo para que yo se los presente, y como tal porque veremos que está subyacencia oral es lo que constituye el punto de equilibrio, el nivel, la situación del fantasma obsesivo como tal, es preciso igualmente que exista puesto que a fin de cuentas es tan pleno el que sobre el plano fantasmático es lo encontrado por el terapeuta, por el análisis mismo, en tanto que como lo han visto, como he hecho ya alusión a propósito de la línea terapéutica trazada en la serio de los tres artículos, es una suerte de obsesión fantasmática que cierto terapeuta en una gran parte de la práctica analítica se ha prometido, con los incontestablemente ciertos resultados que faltan criticar, se ha comprometido para encontrar la vía en la que el nuevo modo de equilibración, con un cierto temperamento si puede decirse, es dado al acceso el obsesivo en esta vía de la relación de su deseo.

Observamos sin embargo que tenemos las cosas por este extremo no vemos más que una cara del problema. Del otro lado, es bien preciso que despleguemos este abanico sucesivamente, y que no desconozcamos lo que presenta de la manera más aparente en los síntomas del obsesivo, lo que habitualmente es representado bajo la forma de lo que se llama la exigencia del Super Yo.

Es de la forma en que debemos concebir esta exigencia en el obsesivo, es de la raíz de ésta exigencia el obsesivo que va a tratarse ahora.

Lo que pasa en el obsesivo, creo que podemos indicarlo y leerlo al nivel de éste esquema, de una forma que creo que revela enseguida ser no menos frecuente.

Podría decirse que el obsesivo está siempre pidiendo permiso. Cree que esto lo reencontrará al nivel de lo concreto, al nivel de lo que le dice el obsesivo de sus síntomas. Aún más, esto está inscripto y muy frecuentemente articulado. él está siempre pidiendo permiso, y veremos cual es el paso siguiente, pero el hecho de que si nos fijamos en este esquema, lo que pasa en este nivel es importante. Pedir un permiso, es justamente tener como sujeto una cierta relación con su demanda. Un permiso para obsesivo a fin de cuenta restituir este Otro que es justamente lo que hemos dicho, y para entrar en esta dialéctica que está cuestionada para él, puesto que en tela de juicio, aún, puesto en peligro; es meterse en la más extrema dependencia en relación al otro, es decir al Otro en tanto que habla. Ella algo que nos indica hasta que punto es esencial para el obsesivo mantener este lugar. Diría aún que es justamente ahí que vemos las pertenencias, en Freud, de lo que él llama siempre «Versagung», rehusamiento (V) y permiso por otra parte implica en el fondo, el pacto de algo que es recusado (refusé), si puede decirse, sobre el fondo de promesa, en el lugar de hablar de frustraciones.

No es a nivel de la demanda pura y siempre que se plantea el problema de las relaciones con el Otro en tanto que se trata de un objeto completo. Esto se plantea también cuando hacemos un intento de recurso al «desarrollo»,  cuando nos imaginamos un niñito más o menos importante frente a su madre, es decir cuando nos imaginamos un objeto, alguno que está a merced de algún Otro.

Pero desde que el sujeto está en esta relación con el otro que hemos definido por palabra, hay más allá de toda respuesta del Otro, y muy precisamente en tanto que la palabra crea más allá de su respuesta, hay un punto en el lugar virtual —sin duda no solamente en virtual, sino en verdad, si no huera análisis no podríamos responder que nadie acceda ahí, salvo en esta suerte de análisis maestro y espontáneo que superamos siempre posible en alguien que relacióna perfectamente el «conócete tú mismo» — (VI).

Pero es cierto para nosotros que tenemos toda la razón para pensar que en este unto nunca ha sido designado hasta ahora de una forma estricta más que en el análisis. Lo que lo designa noción de «Versagung»es, hablando con propiedad, en sí mismo, ésta situación del sujeto a la demanda; y he aquí lo que quiero acentuar es esto (y diré que en este pequeño paso que les pido que hagan sobre el mismo frente de avance que el que les ha pedido a propósito de la fantasía).

De lo que hablábamos cuando hablábamos de estadio de relación fundamental con el objeto; lo que calificamos de oral, de anal, o aún de genital —Qué es? hay aquí una especie de espejismo que se establece por el hecho de que proyectado todo esto en el desarrollo, aprendemos la noción, pero que no es nunca más una función central, es algo que define en el desarrollo de su relación con el mundo.

Dándole a todo lo que le llega en su entorno una significación especial.—esto no esta tampoco habitualmente articulado de una manera tal elaborada—, precisamente el hecho de que todas esta acciones, por ejemplo del entorno, sufriría, si puede decirse, la refracción a través del objeto típico: oral, anal, genital. Esto es, con mucha frecuencia eludido.

Se habla pura y simplemente del objeto, luego se habla, aparte, del entorno. No se cuida un sólo instante de ver la diferencia que hay entre el sujeto típico de una cierta relación definida por un cierto estadio —de desecho— en el sujeto, y en el entorno concreto con su incidencia múltiple, a saber la pluralidad de este objeto al que el sujeto, cualquiera que sea está siempre sometido, y esto, como quiera que se diga, desde la más tierna infancia.

La pretendida ausencia de lo sujeto, la pretendida …(eleg.)… del alimento de algo sobre lo que, hasta nuevo orden, debemos tomar con la mayor de las dudas. Debo decirles, de ahora en más si ustedes quieren creerme, tendrán esta noción puramente ilusoria, puesto que se trata mediante el recurso de la observación directa en todos los niños, de saber que no hay nada de eso: que los objetos del mundo son para él tan múltiples como interesantes y estimulantes.

¿De qué se trata pues?

Los descubrimientos que hemos hecho podemos definirlos y articularlos como que son, en efecto un cierto estilo de la demanda del sujeto.

¿Los hemos descubierto dónde, a esta manifestación que nos ha hecho hablar de relaciones sucesivamente orales, anales y aún genitales, con el mundo?. Los hemos descubierto en análisis que era hecho en gente que desde hace mucho tiempo había pasado por los estadios en cuestión, en tanto que son estadios del desarrollo infantil, y decimos que el sujeto regresa a éste estadio.

¿Qué queremos decir cuando decimos que regresamos a estos estadios?

Creo que quiero decir que hay algo que sea lo que sea, que se parece a un retorno a la misma etapa imaginaria, a la medida en que ella son concebibles, aunque —supongamos las admisibles—, que son las de las fantasías. Es algo que nos engaña (VII) y que nos libra la verdadera naturaleza del fenómeno. Cuando hablamos de fijación por ejemplo a cierto estadio en el sujeto neurótico ¿Qué podemos tratar de articular que sea más satisfactorio que lo que nos da habitualmente?. Si efectivamente de lo que se trata lo que es nuestro fin, lo que es en todas las cosas nuestro camino, es en suma lo que vemos en el análisis, a saber, lo que el sujeto articula en el curso de la regresión, y veremos mejor, de inmediato, lo que quiere decir entonces éste término de regresión: articula su demanda actual en el análisis en términos que nos permite reconocer una cierta relación respectivamente oral, anal, genital, con un cierto objeto.

¿No ven ustedes que esto quiere decir en una cierta etapa es en tanto que son pasada a la función insignificante que las relaciones del sujeto ha podido ejercer sobre toda la secuencia de su desarrollo una influencia decisiva?. Es en tanto en un cierto nivel, que es el nivel del inconsciente, que el sujeto articula sus demandas en términos orales, que el sujeto está en una cierta relación aquí a nivel de una articulación significante virtual que es la del inconsciente; es en tanto que es en término de absorción que el sujeto articula su deseo, que podemos hablar a la vez de algo que se presentará en el momento de la exploración, con un valor particular, llama fijación, y aún cierto estudio y que, por otra parte habrá interés en llegar a este estadio, en hacer regresar al sujeto a éste estadio para que algo esencial pueda ser aludido del modo en que se presentan su organización subjetivas, pero es en tanto únicamente que lo que nos interesa no es dar a lo que ha sido un título más o menos justo en un momento dado la insatisfacción del sujeto sobre el plano de una demanda oral, anal, u otra, la insatisfacción donde se detendría el sujeto, que tendremos que dar compensación, gravitación, y aún, retorno simbólico. Es en tanto que en este momento de su demanda que se ha planteado para él de una cierta manera los problemas de sus relaciones con el otro, en tanto que ellos van a ser a continuación totalmente determinantes para la puesta en posición, la puesta en situación de su deseo. Es únicamente en eso que esto no se interesa. en otros términos, todo lo que es de la demanda y lo que ha sido efectivamente vivido por el sujeto es de una vez para siempre y en lo sucesivo revolucionado. La satisfacciónes o las compensaciones que no podemos darle no serán nunca, a fin de cuenta nada más que simbólicas, y darlas pude también ser considerado como un error. Es un error a pesar de que seguramente eso no es totalmente imposible, precisamente gracias a la intervención de la fantasía, de éste algo más o menos sustancial si puede decirse que está soportado por la fantasía. Pero creo que es un error de orientación del análisis porque eso deja a fin de cuenta, en el fin del análisis la cuestión de la relación con el Otro no (¿Esclarecida?).

El obsesivo, decimos, al igual que la histérica, tiene necesidad de un deseo insatisfecho, es decir de un deseo más allá de una demanda. El obsesivo resuelve la cuestión de la evanescencia de su deseo haciendo un deseo prohibido. El lo hace soportar por el otro, y precisamente por la interdicción del Otro. De todas maneras, ésta forma de hacer soportar, sostener su deseo  por el Otro, es ambigüa, es ambigüa, porque un deseo prohibido no quiere decir sin embargo un deseo sofocado. La interdicción está allí para sostener el deseo, pero para que se sostenga tiene que presentarse. Esto es lo que hace el obsesivo, y se trata de saber como.

La forma en que lo hace es, como ustedes saben muy compleja. El lo muestra y a la vez no lo muestra. se camufla para decirle todo y es fácil comprender por que. Sus intenciones, si puede decirse, no son puras. Esto, ya nos habíamos percatado de ello, es lo que se ha designado precisamente por agresividad del obsesivo. Fundamentalmente, toda emergencia de su deseo sería para él ocasiones de ésta proyección o de éste temor de retaliación que inhibiría precisamente todas las manifestaciones de su deseo.

Creo que está ahí un primer abordaje de la cuestión, pero que no es todo, y que es de conocer aquello de lo que se trata por completo en el fondo, decir simplemente que el obsesivo se balancea sobre una suerte de columpio que va de la manifestación de un deseo que, de ir demasiado lejos deviene un deseo agresivo, y que desde allí redesciende o rebascula en una  desaparición que estará ligada al temor de la retallación Afectiva por parte del Otro, de esta agresividad, a saber, sufrir por su parte una destrucción equivalente a la del deseo que él manifiesta.

Creo que hay lugar para tomar en una aprehensión global esto de lo que se trata en la ocasión para hacerla, casi hay que pasar por las ilusiones que esta relación con el Otro desarrolla en el interior de nosotros mismo, yo diría, de nosotros analistas, de la teoría analítica misma.

A fin de cuentas esta noción de la relación con el Otro  es siempre solicitada por un deslizamiento que tiende a reducir el deseo al problema de la demanda. Si el deseo es efectivamente lo que he articulado aquí es decir éste algo que se produce en la hiancia que la palabra abre en la demanda y pues, como tal, más allá de tosa demanda concreta, es claro que toda tentativa de reducir el deseo es algo cuya satisfacción se demanda, choca con una contradicción interna. Diría que, gasta un cierto punto, el interno de oblatividad, a saber el reconocimiento del deseo del Otro como tal, de esto en lo que los analistas en su comunidad actualmente, colocan casi con la cima y el insumo de una realización feliz del sujeto de lo que ellos llaman la naturaleza genital y de lo que yo les daba un ejemplo anteriormente, en un pasaje del autor que puse en cuestión, a saber esta obtención profunda de satisfacción en la satisfacción dada la demanda del Otro; por decirlo todo, de lo que se llama comúnmente altruismo, es justamente éste algo que deja escapar lo que efectivamente hay que resolver en el problema del deseo.

Por decirlo todo, creo que el término de oblatividad, tal como nos es en esta perspectiva moralizante —puede decírselo sin forzar los términos— es una fantasía obsesiva. Es totalmente cierto que en el análisis, tal vez como las cosas se presentan, los temperamentos — hablo de los que la práctica teoriza por razones que son muy fáciles de comprender— los temperamentos histéricos son mucho más raros que las naturalezas obsesivas. Una parte del adoctrinamiento del análisis está hecho según la línea, según los encaminamientos de las vocaciones obsesivas: la ilusión, la fantasía misma, que está en la perspectiva del obsesivo ese, a fin de cuenta que el Otro como tal consienta con su deseo.

Esto comporta así dificultades extremas, apuesto que es necesario que él sea consistente, pero en una manera totalmente diferente a una respuesta a una satisfacción cualquiera, de una respuesta a la demanda. Pero es totalmente aludido. El problema es darnos una respuesta en cortocircuito. Eso es más deseable que pensar que a fin de cuenta basta con ponerse de acuerdo, y que para encontrar la felicidad en la vida alcanza con no influir en los otros las frustraciones de las que ha sido objeto uno mismo.

Una parte de la vertiente desafortunada y perfectamente confusionales del análisis encuentra la demanda a partir de un cierto momento del sujeto exhibido por la perspectiva de las buenas intenciones, que son las que se establecen rápidamente a partir de un cierto número de presupuestos de la feliz terminación de él tratamiento analítico, pero librándose a algo que es una de las pendientes más comunes del obsesivo, a saber esto que se explica más o menos así: «no hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti mismo». Este imperativo seguramente categórico es comúnmente esencial y estructuralmente en lo moral pero no es siempre de un empleo práctico de la existencia. Esta con seguridad completamente al margen cuando se trata de una relación como la conjunción sexual.

El orden de la relación con el Otro que consiste en ponerse en su lugar es algo que con seguridad es un deslizamiento tentador, tanto más tentador cuanto que el analista, estando justamente  cara a cara con este otro que el pequeño otro sus semejantes, en una relación agresiva, está muy naturalmente tentado de, en esta posición, apañarlo, si se puede decir apañar al otro, es lo que se está en el fondo de toda una serie de ceremoniales, precauciones, vuelta, brevemente, de todos los mensajes del obsesivo.

Si es para llegar a adoctrinar, a hacer una especie de generalización de eso que se manifiesta, sin duda no sin razón, de una forma mucho más complicada en sus síntomas, de hacer una especie de extrapolación moralizada y de proponerla como fin y resultados de sus problemas. Aquello que llamamos la salida oblativa, es decir la sumisión de la demanda del otro yo creo que no valdrá dar esta vuelta, para decirlo, esto no es verdaderamente más que sustituir, como lo muestra la experiencia, un síntoma, y un síntoma muy grave, porque no le hace falta, desde luego, engendrar aquello que va a producir, a saber, el resurgimiento, bajo otras formas más o menos problemáticas, del deseo de la cuestión del deseo, que no ha sido nunca y que no se podrá hacerlo porque estas vías, resultan de maneras iguales.

Es completamente claro que en esta perspectiva podemos decir que las vías que él encuentra y en las cuales busca la solución del problema, de deseo son las de otro modo adecuadas, si bien no están adaptadas, porque el problema de leer allí por lo menos en forma clara. Por ejemplo, hay muchos modos de solución, hay modo de solución precisamente, al nivel de una relación afectiva con el otro. La forma en que el obsesivo se comporta con sus semejantes cuando es aún capaz, cuando no está sumergido por sus síntomas, y es raro que lo está completamente, y es algo que en sí mismo es suficientemente indicativo y que da sin duda una vía en impasse, pero queda aún así una indicación que no es tan mala para la dirección.

Por ejemplo les he hablado de las manifestaciones, de las hazañas de los obsesivos —¿Qué es esta hazaña?.

Para que haya azada hace falta al menos tres s, porque hace su hazaña solo: hace falta dos al menos para que haya algo que lo refleje, para que haya perfectamente ganado, «sprint» luego, hace falta también alguien que registre y que sea testigo es bien claro que lo que busca obtener el obsesivo es la hazaña es muy precisamente esto; busca obtener eso que nosotros llamamos recién el permiso del otro, en nombre de algo que es muy polivalente.

Se puede decir en nombre de esto, que él merece lo que busca obtener, la satisfacción no es algo que se ubique del todo sobre el terreno donde él la ha merecido. Observen la estructura de nuestros obsesivos aquellos que llamamos afecto de supera —yo— ¿Qué quiere decir?

Eso quiere decir que él se inflige toda suerte de tareas particularmente duras, particularmente penoso; que aquello que la supera por otra parte, que la superen tanto más fácilmente porque es justamente lo que ellos desean hacer… pero allí ellos triunfan muy brillantemente y en nombre de eso tendría todo el derecho a unas pequeñas vacaciones durante la cuales se haría lo que se quisiera de dónde la dialéctica bien conocida del trabajo es posibilitante: se lleva a cabo para liberar el tiempo a todo trapo que será él el de las vacaciones, y el paso de las vacaciones se revelará habitualmente como tiempo más o menos perdido. ¿Por qué? Porque, por supuesto, de lo que se trata de obtener el permiso del Otro, y como el Otro —hablo del otro que existe de hecho— no tiene absolutamente nada que hacer como toda esta dialéctica, por la simple razón de que el otro real está demasiado ocupado con su propio Otro, si no tiene ninguna razón para cumplir esta misión de dar el logro del obsesivo su coronita, saber este algo que sería justamente la realización de su deseo, en tanto que este deseo no tiene nada que ver con el terreno sobre el cual el ha demostrado toda su capacidad.

Esto es una frase por cierto muy sensible y que bien vale la pena exponer bajo sus aspectos humorísticos. Pero no se limita a eso, es justamente el interés de estos conceptos, como el gran Otro y el pequeño otro, y ser explicable, estructurar relaciones vividas en mucho más de una dirección. Se puede decir, también desde cierto ángulo, que en el resto, el sujeto domina, y eso ha sido dicho por otro además de mi, se apropia hasta domestica eso que llamamos una antigua fundamental, y en eso aún yo creo que se desconoce una dimensión del fenómeno, a saber que lo esencial no está en esta prueba, en éste riesgo corrido que es simple, en el obsesivo el riesgo corrido dentro de límites muy estrictos, quiero decir en el hecho de que una sabia economía distingue estructuralmente todo lo que el obsesivo arriesga en su prueba de cualquier cosa que se parezca a lo que se llama el riesgo de la muerte en la dialéctica Hegeliana.

Hay algo en la hazaña del obsesivo que permanece siempre remediable ficticio, por la razón de que la muerte, quiere decir, el verdadero peligro, está totalmente en otro lugar que en el adversario que él aparenta desafiar efectivamente. Está justamente del lado de este testigo invisible, de éste Otro que está allí como el telespectador, el que cuenta los golpes, el que va a decir al otro «decididamente —como se expresa en alguna parte en el delirio de Schreber— en un tipo corajudo»!.

Pero se reencontraba esta suerte de exclamación, de forma de acusar el golpe como implícita, como latente, como deseada, en toda esta dialéctica de la hazaña. El obsesivo pone aquí una cierta relación a la existencia del otro, como siendo su semejante, como siendo ese en cuyo lugar puede ponerse él, y justamente es porque puede ponerse en su lugar que no hay en realidad ninguna especie de riesgo esencial en lo que él demuestra en su efecto de prestación, de juego deportivo, de riesgo más o menos tomados: este otro con el cual él juega, esto no es nunca a fin de cuenta más que el otro que es él mismo, más que otro que, de aquí en más, le deja de otra manera y desde cualquier ángulo que tome las cosas, los laureles.

Pero el Otro frente al que pasa todo eso es el que es importante; es aquél también que hay que preservar a todo precio, es el punto, el lugar donde se registra si se puede decir, el récord, es ahí donde se inscribe, si se puede decir su historia, éste punto que debe ser mantenido a cualquier precio y que le hace tan adherente a todo lo que es de orden verbal, a todo lo que es del orden del cómputo, y de la recapacitación, de la inscripción y de la falsificación también, y que hace que lo que el obsesivo quiera ante todo mantener, sin que lo parezca, teniendo aire a apuntar a otra cosa, es este Otro (con. O mayúscula) en el que las cosas se articulan en término de significante.

He aquí pues un primer aspecto bajo el que podemos comenzar a abordar este voto; puesto que más allá de toda demanda y de lo que el deseo, se trata de ver que apunta, en su conjunto, la conducta del obsesivo. Es cierto que en este mantenimiento del Otro es para él el objetivo especial, porque es el objetivo primero, el obsesivo preliminar en el interior del cual solamente puede ser hecha esta validación tan difícil de su deseo, ¿qué puede ser, y que será, esta validación?. Es lo que habremos de articular enseguida. Pero primero es necesario que los cuatro vértices si se puede decir, si su conducta, están fijadas de modo tal que los árboles, si se puede decir, no nos esconden el bosque, y que para sorprender tal o cual de estos pequeños mecanismos no están de algún modo detenidos, fascinados por este mecanismo, que les da un aire — porque él tiene cierto estilo— encontrado ahí esta satisfecho.-

Evidentemente hay que detenerse siempre en un detalle cualquiera de un organismo, es una satisfacción que no es totalmente ilegítima, puesto que un detalle refleja, un efecto, siempre, al menos en el demonio de los fenómenos naturales, algo de la totalidad: pero en una materia que es una organización tan poco natural como las relaciones del sujeto con el significante, no podemos confiarnos por entero en la reconstrucción de todas las  organizaciones obsesivas, a partir de tal mecanismo de defensa, porque desde luego, todo eso usted puede meterse a explicárselo a través del catálogo de los mecanismos de defensa.

Yo intento hacer otra cosa; trato de hacerles encontrar los cuatro puntos cardinales entorno a los cuales se orientan y se polariza cada vez una de las defensas del sujeto.

He aquí ya dos, por que, es a saber este extremo que hemos abordado primero, el rol de la fantasía. Vamos ahora a propósito de la hazaña que está presente del otro como tal es algo totalmente fundamental. Hay otro punto sobre él que querría al menos adelantarles un capítulo. Escuchando hablar del récord del obsesivo, usted ha pensado din duda en todas las formas de comportamiento de nuestro obsesivo. Hay una hazaña que no merece quizás por completo ser prendida bajo el mismo título: es lo que se llama en el análisis el «acting out». Allí me he librado y espero que ustedes también se libren con mi ejemplo, no más que para confirmar que adelanto, en algunas investigaciones en la que librará es muy sorprendente, a tal punto que no se sale de ella. Una persona ha hecho el mejor artículo sobre este tema a saber …………….. bajo el título; General Problem of Acting Ou». Es un artículo totalmente notable que muestra que hasta el presente nada valioso ha sido articulado.

Creo que hace falta limitar estos problemas. Creo que es completamente imposible delimitarlos si uno no se atiende a la noción general de que es un síntoma, de que es un compromiso que tiene un doble sentido, que es un acto de repetición, porque es ahogarse en todas las composiciones de repetición en sus formas más generales. Creo que si eso tiene un sentido, es algo que surge en el curso de una tentativa de solución de éste problema de la demanda y el deseo, y es por lo que esta clase de acto que se llama el acting-out se produce de una manera más electiva durante el análisis, porque, de todos modos cualquier cosa que se haga efectiva en el análisis son en verdad tentativas de solución de este problema de la relación del deseo y de la demanda. E «acting-out» se produce ciertamente en el camino, en el campo de esta realización en el análisis del deseo inconsciente. Es extremadamente introductivo, porque si buscamos de cerca lo que carácteriza los hechos del acting-out, encontraremos allí toda clase de componentes absolutamente necesarios que harán por ejemplo que eso sea lo que los distingue absolutamente de lo que se llama un acto falido, a saber, de lo que llamo aquí de manera más propia un acto logrado, quiero decir un síntoma, por más que él deje aparecer claramente una (falta en el original).

El acting-out  es algo que comporta siempre un elemento altamente significante, y justamente en esto en que es enigmático. No llamaremos nunca acting-out más que un acto que se presenta con este carácter muy estrictamente inmotivado. Esto no quiere decir totalmente que no tenga causa, sino que es justamente muy inmotivable psicológicamente. Porque es un acto siempre significado, El Rol por otra parte de un objeto en el acting-out, es un objeto en el sentido material del término, es decir aquel sobre el cual será llamado a retomar la próxima vez para mostrarles justamente que función limitada se trata de acordar en toda esta dialéctica al rol del objeto. Existe siempre en el acting-out por otra parte la función de la relación, casi la equivalencia que hay entre la fantasía y el acting-out quiero decir que el acting-out  a la de un argumento. Es a su manera algo que está al mismo nivel que la fantasía, hay una cosa que lo distingue de la fantasía y que lo distingue también de la hazaña: es que si la hazaña es… (falta el final en el original-)